Eren se hallaba concentrado en el gracioso recorrido de las hormigas, observando cómo entre la mayoría trasladaban a un escarabajo muerto. Luego de que se hubieran alejado, apartó la mirada con desánimo y volvió a la tarea de arrancar las hierbas secas que se empeñaban en rodear su tumba.

Hasta esas hormigas tenías más vida que él. Se podría decir que se asemejaba más al escarabajo.

De pronto tuvo un déjà vu al escuchar unos conocidos pasos a sus espaldas; unos pasos que, nuevamente, se sentían apresurados.

Eren giró su cabeza hacia atrás con rapidez y Levi apareció en su campo de visión, trotando en su dirección. Otra vez, parecía haberse vestido con la prisa de quien llegaba tarde, y traía la mascarilla en la mano.

—¿Levi? —inquirió confuso, poniéndose de pie al tiempo que este se detenía frente a él—. ¿Por qué volviste tan pronto? ¿Pasó algo?

La sensación del déjà vu volvió a embargarlo, mezclándose con la de preocupación.

No era nada raro que el hombre apareciese allí por la mañana, pero sí que llegara corriendo. Eso solo había pasado el día anterior, y estuvo más que justificado.

Levi tardó unos breves segundos en recomponerse y regular su respiración.

—Mierda —gruñó este—. Creo que debo retomar mi entrenamiento y no solo ponerme a trotar.

Eren rió. Levi podía ser una persona muy seria y gruñona, pero a veces también podía verle un lado muy tierno.

—¿Por qué has llegado corriendo?

Ante su pregunta, el hombre se enderezó, tomó una última bocanada de aire y lo miró intensamente a los ojos. Parecía estar muy seguro de algo, e inevitablemente él se ruborizó.

Doki doki.

—Quiero ayudarte, Eren. Ya lo decidí —le dijo Levi—. Puede que no quieras que tus problemas signifiquen un peso para mí o lo que sea, pero a veces debemos... dejar que alguien nos ayude. Para eso están los amigos, ¿no?

Eren pestañeó un par de veces, procesando sus palabras. Luego, comprendiendo que Levi había abandonado una vez más su hogar y había ido a toda prisa al cementerio solo para hacerle saber aquello, abrió desmesuradamente los ojos y lo miró con sorpresa. Él era un fantasma, un ente sobrenatural, sí; pero eso no le impedía emocionarse y sentir que su pecho se inflaba presa de una emoción inexplicable, impulsada por los latidos de un corazón inexistente.

—Pero... tú... Levi, ¿qué podrías hacer?

Este aspiró una profunda bocanada de aire.

—Supongo que... ayudarte a descansar en paz.

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