Episodio 1: Girl meets boy
- Haaaaaahhhh ¿Tenían que hacerlo TAN difícil?
Bajo el sol italiano de medio día, una muchacha solitaria cruzaba las puertas de una suerte de catedral, saliendo de la misma. Vestía unos pantalones largos reforzados color caqui y un top deportivo azul. Su rostro denotaba cansancio y una ligera irritación, con los grandes y afilados ojos marrones coronados por un ceño de cejas finas levemente fruncido, los labios apretados en una mueca de frustración y las aletas de la nariz chata y alargada abiertas de par en par debido a su respiración pesada. Lucía el cabello castaño ondulado recogido en una discreta coleta, y su cuerpo, aún en desarrollo, era esbelto y fibroso, el cuerpo de una luchadora adolescente.
- Dichoso examen de ascenso – refunfuñaba – Lo tenían que hacer en pleno agosto, debajo de este puto calor y a cielo abierto ¿¡Es que no tienen recintos climatizados para esto!?
Sudaba copiosamente, aún bajo la sombra de los tres edificios que la rodeaban: La ya mentada catedral y dos anexos, cuya posición, en aquella hora, proyectaba una alargada sombra sobre la plaza que se hallaba entre ellos.
Tratando de relajarse, buscó una máquina de refrescos que había localizado antes de entrar allí, hacía apenas unas horas, y la localizó al lado de un banco de piedra, en el linde de la plaza, donde se hallaba una figura sentada a la que no prestó la más mínima atención. Lo único que le interesaba era remojar un poco su garganta.
De modo que aceleró el paso y se dirigió a ella, rápidamente sacó una moneda de su bolsillo y, antes incluso de detenerse, la metió en la máquina y pulsó con agilidad el botón correspondiente al refresco de naranja, el único que le apetecía en aquel instante.
Recogió la lata, que cayó al compartimento con un pequeño estruendo, la abrió y le dio un largo y satisfactorio sorbo. No sería suficiente para calmar su sed, pero el sabor a naranja endulzada bastó para mejorar ostensiblemente su humor. Cuando bajó la cabeza, volvió a reparar en la figura que se hallaba sentada en el banco, en su extremo más alejado.
Era un hombre… no, un muchacho tal vez, tenía la cabeza gacha y la espalda arqueada, con los codos apoyados en las rodillas; mientras que ella iba ataviada con una ropa adecuada para el agobiante bochorno, su atuendo sólo podía ser calificado de estrafalario: Una armadura ornamental compuesta de grebas, musleras, peto, hombreras y brazales, todos de color azul oscuro con ribetes dorados, sobre una malla ceñida del mismo color. Su largo cabello castaño lacio impedía ver su rostro, pero los sutiles jadeos dijeron a la chica que, o bien se encontraba en la misma situación que ella, recién salido del agotador examen de ascenso, o bien se estaba asando vivo debajo de aquellas ropas. Muy probablemente lo segundo.
De modo que, no queriendo echar mano de su escasa reserva de calderilla, miró discretamente a su alrededor para asegurarse de que nadie los miraba y propinó una fuerte palmada a la máquina, haciendo caer una segunda lata de refresco que resultó ser idéntica a la que ella había sacado para sí misma.
Sin pensárselo un segundo, la tomó y, colocándose frente al pobre desdichado, se la puso frente al rostro.
- Ten – le dijo, sacudiendo suavemente el recipiente – No alimenta mucho, pero refresca. Tienes pinta de estar cociéndote en tu jugo.
Sin mediar palabra, el joven le quitó la lata de las manos, la abrió con desesperación y le dio un larguísimo trago, ella aprovechó el momento para sentarse a su lado y contemplarlo con curiosidad, tenía los ojos grandes y afilados, como ella, una nariz ligeramente puntiaguda aunque chata, y la mandíbula cuadrada, con un mentón agudo. La armadura cubría un cuerpo cargado de espaldas, pero delgado, por lo que rápidamente dedujo que aquel chico no pertenecía a su rama.
- ¡Aaaaaaahhh! ¡Gracias! ¡Me estaba asando aquí!
- No hay de qué – respondió ella, con una sonrisa, dispuesta a echarle otro trago a su bebida – No tenías buena pinta ¿Estás aquí también para el examen?
Inmediatamente, el joven exhaló aire con cierta irritación.
- Si… - contestó con desgana – Y lo he pasado. No lo esperaba tan difícil.
- ¿¡Tú también!? – la chica reaccionó con alegría - ¡Felicidades! ¿Te queda algo en la lata? ¡Vamos a brindar antes del último trago!
Él dibujó una sonrisa sincera, pero carente de energías, y chocó su refresco ceremonialmente con el de ella antes de, los dos juntos, beberse lo que quedaba en el recipiente.
- Y dime… - continuó la muchacha, más animada al haber encontrado un compañero de desdicha - ¿Cuál es tu especialidad? No te he visto en mi examen, así que supongo que no eres luchador.
- No… Mi examen empezaba antes que el tuyo, de hecho. Soy hechicero, del clan Belnades.
- ¡Oh! Yo soy una luchadora, de la familia Fernández.
Se hizo el silencio, la declaración de pertenecer a un clan o una familia era más importante para él que para ella. Los clanes eran grandes familias nobiliarias, con infinitas ramificaciones en forma de pequeñas familias, algunas de las cuales sin mayor relación con el clan familiar que alguna descendencia lejana.
Las familias, por otra parte, eran pequeños grupúsculos que raramente llegaban más allá de la unidad familiar principal, y sus miembros no eran otra cosa que gente corriente, plebeyos, por decirlo de alguna otra forma.
Aquellas dos agrupaciones familiares eran la base de la estructura jerárquica de la hermandad de la luz, organización a la que ambos pertenecían y que acogía a los cazadores de vampiros de todo el continente. Esa mañana, los dos jóvenes acababan de realizar el examen que, una vez aprobado mediante el uso de sus habilidades, les permitiría tomar las armas como cazadores expertos en lugar de meros aprendices.
Iban a adentrarse en un mundo plagado de peligros, y apenas alcanzaban los quince años.
- Familia… - articuló él de repente - ¿Estás segura de que quieres hacer algo así? Lo mejor que podrías hacer sería vivir como una chica normal, dado tu estatus.
Aquello la molestó, expeliendo aire con fuerza por la nariz. El tono condescendiente que de repente había adoptado su interlocutor le arrancó una visible mueca de disgusto.
- ¿Y tú? – respondió, impertinente – Podrías estar metiéndote en política, estudiando en algún colegio de pijos o algo por el estilo ¿Qué haces aquí sudando la gota gorda? ¿Te ha obligado papi?
Él frunció el ceño a su vez.
- He venido aquí porque – respondió – algún día tomaré el patriarcado de mi clan. Sobre los Belnades recae una buena parte del peso de la hermandad ¡No puedo perder el tiempo en frivolidades!
- Anda, mira, pues yo tengo bocas que quiero alimentar ¡No puedo perder el tiempo intentando ser una estúpida chica normal!
- Hm… Los luchadores sois un gremio en vías de extinción, de todas formas. Los hechiceros podemos hacernos cargo de todo con más eficiencia, y sin poner en peligro nuestra vida en el proceso.
- ¿Sí? ¿Crees que podrías hacerte cargo de mi puño sin poner tu vida en el peligro?
Se hizo un tenso silencio, ambos se habían levantado y se hallaban frente a frente, amenazantes el uno contra el otro. Sus cuerpos se hallaban ahora rodeados de una breve luminiscencia, sus auras, indicando que estaban listos para el combate.
Pero, de repente, el aura azulada del joven se apagó, chasqueando él la lengua con fastidio.
- ¡Lo sabía! – exclamó la muchacha, burlona - ¡El examen te ha dejado sin reservas de magia! ¿Qué decías que estaba en vías de extinción, chaval? ¡Mis músculos desde luego no!
Temblando de rabia, rechinando los dientes y sintiéndose insultado, el hechicero se dio la vuelta, encaminándose de nuevo al edificio central, refunfuñando.
- ¡Niñata estúpida! – se decía a sí mismo - ¡Con esa actitud no llegarás a terminar tu primera misión!
Ella, por su parte, suspiró malhumorada, no le había caído nada bien ese chico.
- Eso, vuelve con tu papi – repuso ella, murmurando – ¡Pijo gilipollas!
…
Casi un mes más tarde, en una pequeña casa de planta baja en el barrio de los molinos, en Almería, una chica de cabello castaño recogido en una coleta sacaba un imponente fajo de correspondencia del buzón, en su regreso de una sesión de footing, destacando entre todos los sobres uno que se quedó para sí misma, dejando los demás en el mueble de la entrada.
Al mismo tiempo, un joven de cabello lacio castaño, vestido con un incómodamente elegante conjunto de pantalón de pinza y camisa azul, cruzaba el umbral de un restaurante de lujo en pleno centro de Barcelona, recibiendo del recepcionista una única misiva.
A ojos del común de los mortales, aquel sobre blanco no tenía remitente ni destinatario, y parecía una simple carta de reparto de propaganda, pero su aspecto cambió al entrar en contacto con la piel de los jóvenes, dibujándose a lo largo del papel una hermosa decoración floreada, con Hermandad de la luz como remitente, y sus nombres escritos como destinatario en letras que parecían llamear.
Ella, Adela Fernández
Él, Juan José Belnades.
Sacaron la carta contenida en el sobre y la leyeron detenidamente. Detallaba los contenidos de su primer propósito, una misión oficial de subyugación que se les había asignado debido a la excelencia demostrada durante su examen de ascenso, siendo reconocidos como cazadores por pleno derecho.
No obstante, debido a su inexperiencia, tenían terminantemente prohibido realizarla en solitario. Se les había sido asignado un compañero, alguien que por su especialidad y perfil psicológico sería el complemento perfecto en combate. La misiva destacaba que, por supuesto, la recompensa sería distribuida de forma equitativa.
Una carta aparte incluía la ficha de su compañero de misión, con los datos personales necesarios, una foto de archivo, información técnica y especialidad.
Cuando llegaron a esta parte del comunicado, ninguno de los dos podía creerlo.
- ¿¡La niñata impertinente aquella!?
- ¿¡EL PUTO PIJO REPELENTE ESE!?
Adela Fernández – Nº de registro: XXXXXXXXXXXX
Compañero designado de misión: Juan José Belnades
Especialidad: Hechicería – Magia blanca, Magia negra
Calificación provisional: S++
Conjuros registrados: …
Juan José Belnades – Nº de registro: XXXXXXXXXXXX
Compañero designado de misión: Adela Fernández
Especialidad: Combate cuerpo a cuerpo - Vanguardia
Calificación provisional: S++
Técnicas registradas: …
