2. EL PROFESOR DE DCLAO

Ron se despertó desorientado, había mucho revuelo, gente hablando, puertas que se abrían y se cerraban ¿dónde estoy? Abrió los ojos con cautela, no veía a nadie, sólo una ligera claridad de tonos rojizos. Un familiar bienestar le invadió, estaba en Hogwarts, en su colegio, en su cama y… ¡oh dios mío! era el primer día de clase, en pocos instantes se encontraría con sus mejores amigos para ir a desayunar (sus tripas rugieron con furia, como si hubieran escuchado ese pensamiento), pero sin tardar mucho también habría de encontrarse con Severus Snape, el odiado profesor de Pociones, él era una de las pocas razones que enturbiaban su estancia en Hogwarts. De pronto, un ruido de cortinas y un chorro de luz irrumpió al interior del dosel directamente hasta sus ojos ¡que crueldad¿quién habrá sido? Sea quien sea no tiene corazón – pensaba mientras intentaba que sus ojos se acostumbraran a la intensa luz matinal de un día, evidentemente, soleado.

- Ron Weasley – comenzó una voz alegre y ligeramente aguda - son casi las 8, creo que como no te des prisa no va a quedar nada de desayuno cuando llegues al Gran Comedor – Ron supo que el dueño o dueña de esa voz le conocía bien, puesto que sabía el efecto que esas palabras producirían en él. Casi sin darse cuenta, de una manera automática, se levantó de un salto mirando, aún un poco confuso, en todas direcciones con gesto nervioso.

- ¡Cómo? – por fin distinguió a la persona que tan cruelmente había castigado sus ojos momentos antes, plantada justo enfrente de él descubrió a Hermione mirándole con un gesto divertido que inmediatamente cambiaria por otro más bien avergonzado, bajó la mirada, se agarró las manos por delante de la túnica y sin decir palabra giró 180 grados para quedarse de espaldas a Ron. Éste, durante unos momentos, permaneció estupefacto, sin comprender nada, hasta que se dio cuenta de que se encontraba ataviado nada más que por unos calzoncillos, ya que, en verano acostumbraba a dormir sólo con ésta prenda. Rápidamente cogió unos pantalones y una camiseta y se los puso

- ¿Qu.. qué haces aquí Hermione? – dijo agitado a la vez que notaba el calor que le subía por la cara hasta las orejas. Una vez Ron se hubo vestido, Hermione pareció olvidar su anterior estado de turbación y volvió a moverse entusiasmada por la habitación diciendo:

- ¡Vamos chicos! Un nuevo curso comienza, vayamos a disfrutar de la sabiduría que nuestros profesores nos ofrecen… - hasta aquí pudo aguantar Ron, en ese momento vio a Harry saliendo del baño, le dirigió una mirada de alarma, cogió una toalla y se metió en el baño, cerrando tras de si, mientras Hermione continuaba incansable su perorata:

- Imaginad los conocimientos que…

Ron se desvistió y se metió debajo del chorro de agua de la ducha.

– Es increíble ¿cómo alguien puede estar tan extraordinariamente feliz ante el hecho de que comiencen las clases? – se decía mientras dejaba que su pelo se empapara completamente – es Hermione – fue lo que se le ocurrió como única respuesta. Ron se sonrió a la vez que levantaba la cara para recibir de lleno el impacto del refrescante chorro en la piel.

Cuando salió de la ducha no había nadie en la habitación, se vistió rápidamente, y con el pelo aún mojado bajó a la sala común, donde encontró a Harry y Hermione sentados en un sofá esperándole. Salieron por el retrato de la dama gorda y se dirigieron al Gran Comedor. Se sentaron en la mesa al lado de Neville y Deán Thomas, el ruido de gente hablando y cubiertos repiqueteando contra los platos era ensordecedor, pronto estaban saboreando con afán el delicioso desayuno cuando otro ruido se unió al que ya había en la sala, era el batir de alas de cientos de lechuzas que entraban en ese momento por los ventanales, rápidamente Ron reconoció a Pigwidgeon por su pequeño tamaño entre todas las demás, parecía exhausta portando un paquete que le doblaba el tamaño, cuando llegó a la mesa, con gran alivio soltó el paquete y se colocó en el hombro de Ron, éste, antes de abrirlo le dio a comer unas migas de su panecillo

- Toma, pequeña, te lo has ganado a pulso – la pequeña lechuza comió ávidamente lo que su dueño le ofrecía. El paquete llevaba una nota, era la letra de la Señora Weasley, pero antes de que pudiera leerla cayó sobre sus manos otro paquete, Ron extrañado lo desenvolvió, era un ejemplar de "El Quisquilloso"

-Debe ser un error ¿estás tú suscrito al Quisquilloso? – preguntó a Deán que se sentaba a su lado, este negó meneando la cabeza mientras mordía una tostada con mermelada de albaricoque. Ron levantó la vista lanzando una mirada interrogante a todo el que había a su alrededor, entonces, en la mesa de Ravenclaw encontró la respuesta, Luna Lovegood le saludaba sonriente desde allí.

- ¡Ah, si! Se me olvidó decíroslo – comenzó Ginny – Luna te ha suscrito al Quisquilloso, dice que por lo visto encontráis su información más interesante que la de "El Profeta"

En ese momento intervino Hermione, que sostenía en la mano, su recién adquirido ejemplar de El Profeta

- Pues dile que no se moleste, ya no es necesario, eso era antes de que el Ministerio aceptara que Voldemort había vuelto y decidiera apoyar a Dumbledore – dijo con voz seca sin levantar la vista de su periódico.

En ese momento pasaron los encargados repartiendo los horarios del curso, el primer día tenían Transformaciones a primera hora, luego Defensa Contra Las Artes Oscuras y más tarde Adivinación (ese año Hermione había decidido cogérsela, desde que había oído hablar de la Profecía, ya no le parecía tan tonto el estudiar esa asignatura).

Harry y Ron se dedicaban por completo a devorar su desayuno mientras Hermione de frente a ellos y de espaldas al resto del comedor les contaba que ya tenia pensado unas planificaciones de estudio para ellos. De pronto, y mientras Hermione hablaba, Ron vio algo en la puerta del comedor que le hizo quedarse paralizado, con la cuchara llena de cereales chorreando leche delante de su boca abierta: una chica preciosa con una brillante túnica de raso color granate. Le parecía verla a cámara lenta, avanzando con paso decidido y contundente que hacia que su cabello liso color oro flotara en el aire como si fuera objeto de un encantamiento para hipnotizar todos los sentidos de Ron. Su rostro, tan delicado, con unos rasgos tan perfectos… que parecía que hubieran sido esculpidos por el mismísimo Miguel Ángel, dejaban entrever un carácter demasiado decidido para su juventud, debía contar un año o 2 más que ellos.

- Vaya – susurró por fin Ron, saliendo de su estupefacción y bajando la cuchara, pero sin perder de vista un instante a la muchacha.

Harry, Deán, Neville y los chicos de la mesa le dieron la razón

- Está bien – farfulló Neville masticando aún un trozo de bollo tierno.

- Es guapa – dijo Harry mirando hacia ella – nunca la había visto por aquí ¿de qué casa será? Hermione se dio la vuelta intrigada por lo que había provocado esa reacción en los chicos, cuando la vio soltó un bufido de resignación

- Hombres – se levantó cogiendo sus libros – me voy a clase, no quiero llegar tarde el primer día Les miró, nadie parecía haberla escuchado, todos miraban con interés lo que la nueva chica hacía, algunos sin dejar de comer. Lanzó un nuevo bufido, esta vez de enfado y echó a andar con aire decidido y la cabeza alta hacia la puerta, apretando fuertemente sus libros contra el pecho. Los chicos ajenos a esto observaron como la chica, que se había detenido más o menos a la altura de la mitad de la mesa de Ravenclaw, se dirigía a unos chicos de 7º que la miraban estupefactos mientras ella les decía:

- ¿Os importa que os coja un panecillo? – ellos negaron con la cabeza – gracias, sois un cielo – dijo sonriéndoles (¡que sonrisa!) a la vez que se daba la vuelta para dirigirse de nuevo con el mismo paso decidido hacia la puerta por la que había entrado, en unos segundos la veían cruzando de nuevo la puerta dejándoles con la sensación de acabar de salir de un maravilloso pero corto sueño.

Dirigiéndose hacia el aula de Transformaciones, Ron no podía dejar de pensar en quién seria la hermosa desconocida del comedor ¿por qué no la había visto nunca antes? Y, lo que era más importante ¿la volvería a ver?

Cuando llegaron a la clase, Hermione ya estaba allí, sentada leyendo el libro de texto, Harry y Ron se sentaron en los pupitres que había detrás de ella.

- Oye, Hermione, no te he visto marcharte, podías decir algo cuando de vas del comedor – Hermione se dio la vuelta bruscamente y le lanzó una mirada que hubiese fulminado al mismísimo Grawp. Ron abrió los ojos de asombro, casi asustado, Hermione se volvió de nuevo hacia su libro.

- ¿Qué pasa¿qué he hecho? - preguntó Ron mirando a Harry interrogante. Éste sonrió meneando la cabeza de un lado a otro.

Un chirrido y un golpe; McGonagall acababa de entrar en el aula.

Durante la hora de clase, que a Ron se le hizo eterna, la subdirectora de Hogwarts les explicó en qué consistiría el curso e hizo algunas preguntas gracias a las cuales Hermione consiguió los primeros puntos para la casa de Gryffindor.

Al acabar la hora se dirigieron al aula de Defensa Contra Las Artes Oscuras. Por el camino Ron recordó el paquete que le había enviado su madre, lo cogió de la cartera e intentó abrirlo, pero no pudo, hizo más fuerza, fue inútil. Empezaba a sentirse absurdo luchando contra una insignificante caja de cartón. Mientras, Harry le observaba divertido, y Hermione sintió curiosidad por el alboroto que empezaba a armar Ron. Se deleitó observando el espectáculo un rato, hasta que dijo con voz calmada:

- ¿Por qué no pruebas a leer la tarjeta? Quizás diga algo interesante acerca de cómo abrir la caja – Ron se avergonzó de su estupidez, buscó la nota en su mochila y la leyó:

"Ron, te envío unos dulces de calabaza, tus

favoritos, pero son para Harry también, que

está muy delgado, he encantado la caja para

que no te los comas todos y luego leas la nota,

cuando sea demasiado tarde para Harry"

- ¡Ummm¡De calabaza! – Ron abrió la caja y cogió un par de ellos – le ofreció a Harry, que los rechazó, Ron se encogió de hombros y se los metió en la boca. Hermione le miraba con un gesto de incomprensión mezclado con asco.

- Ron, se podría decir que acabas de desayunar ¿Cómo es posible que tengas hambre?

- Siempre hay sitio para unos pastelillos de calabaza – contestó éste mientras se chupaba las yemas de los dedos. ¡Buenísimos! – concluyó con cara de satisfacción.

Cuando entraron en el aula y Ron hubo dejado sus cosas encima de la mesa, levantó la vista y casi se cae de espaldas por lo que vio; ¡Era ella¡otra vez¡La chica del comedor! Esta vez se encontraba mirando con curiosidad un aparato, que debía servir para capturar dragones, que había apoyado contra un muro.

- Mira Harry ¡es ella, debe tener clase de Defensa Contra Las Artes Oscuras con nosotros – susurro entusiasmado

- Eso es imposible – la que hablaba era Hermione, que estaba al otro lado de Harry y miraba recelosa hacia donde la muchacha se encontraba – a esta clase sólo asistimos los Gryffindors.

- Quizás es una nueva Gryffindor … - sugirió Harry.

¿Una nueva Gryffindor? Eso seria fantástico – pensó Ron

- ¡Dumbledore! – dijo alguien. El aula se llenó de susurros interrogantes mientras todos se dirigían rápidamente a sus sitios

- Es Dumbledore ¿creéis que será él quién dará la clase de Defensa Contra Las Artes Oscuras? – preguntó Harry emocionado.

- Seria fantástico, pero no creo - dijo Hermione – recordad que ayer dijo que esperaba a alguien

- Si, pero ¿dónde está? – dijo Ron justo antes de que Dumbledore levantara la mano pidiendo silencio.

- Buenos días alumnos de Gryffindor, os presento a vuestro nuevo profesor de Defensa Contra Las Artes Oscuras – dijo alargando el brazo y colocándolo sobre el hombro de la bella desconocida que había visto Ron entrar esa mañana en el comedor del colegio. Ella les dedicó su mejor sonrisa.

Ante los gestos de estupefacción que encontró ante si, Dumbledore decidió continuar:

- Os presento a Aliena, ella os impartirá la clase de Defensa Contra Las Artes Oscuras este año, y espero que no sea el único, no hemos tenido mucha suerte con los profesores de esta asignatura… – un murmullo de asentimiento recorrió el aula – Quizás os llame la atención la juventud de Aliena, no os dejéis engañar. Esta jovencita, de 18 años es una de las auroras más reconocidas que existen en el planeta, siempre fue adelantada a su curso y aunque fue educada en la escuela francesa, sus raíces son inglesas, ahora se ha trasladado aquí, y coopera con el Ministerio en la búsqueda de Voldemort, tiene más trabajo de campo que cualquiera de los aurores que conozcáis y… sabe más de la lucha contra los magos oscuros que nadie en este país, si alguna vez os cruzáis con un mortífago, no se me ocurre mejor compañía que ella.

Ante la falta de reacción en su público Dumbledore decidió concluir

- En fin, no me hago esperar más, os dejare comenzar la…. ¡Oh! Parece que hay alguna duda ¿si, Srta. Granger? – Hermione agitaba con ímpetu el brazo desde su asiento

- Profesor Dumbledore ¿como es posible que con 18 años la "profesora" sea aurora, si hasta los 17 no se sale del colegio, y la carrera de auror requiere más de un año?

- Como ya he dicho, Srta. Granger, Aliena siempre fue adelantada a su curso, acabó el colegio en la mitad de tiempo que lo hace un alumno normal, pues sus capacidades excedían de forma muy significativa a las de sus compañeros.

- Profesor Dumbledore ¿cómo es que en este colegio no existen casos así? – esto último lo dijo en un tono algo molesto, seguramente Hermione se sabia capaz de tal hazaña.

- Buena pregunta Srta. Granger. En esta escuela creemos firmemente en el crecimiento simultáneo del mago y la persona, y para esto, es necesaria una educación mágica a la vez que una educación humana – Hermione pareció complacida y asintió esbozando una, casi imperceptible, sonrisa de suficiencia a la vez que dirigía la mirada hacia la nueva profesora cuya impertérrita sonrisa pareció perder un poco de fulgor. A Ron le pareció que una pequeña guerra acababa de comenzar.

El profesor Dumbledore se despidió de ellos dejándoles solos con la nueva profesora, Aliena, que los miraba sonriente y sin decir nada.

- Bueno – dijo por fin. Parecía tensa – no sé por donde empezar. – hubo una pausa - Yo entiendo lo extraño que tiene que ser esto para vosotros, creedme, para mi también, es la primera vez que me dirijo a una clase, y estoy algo nerviosa – comenzó a pasear entre los pupitres mirando hacia todos ellos - me refiero a que os parecerá raro que os de clase alguien que bien podría estar ahí sentado con vosotros, pero, espero que todo vaya a la perfección, llevémonos bien – al decir esto miró directamente a Hermione – y no habrá problemas – de nuevo sonrió, mostrando la perfecta alineación de sus brillantes dientes. De pronto, reparó en Harry, se acercó a su pupitre y dijo en alto:

- ¡Vaya! Por fin nos conocemos, tengo ante mi al mismísimo Harry Potter ¿me equivoco? – Harry negó en silencio – lo sé todo sobre ti, llevo años estudiando el porque de esa cicatriz, las razones exactas por las cuales sobreviviste, y aún más, por qué al rebotar, la maldición no lo mató a Él. Llevo tanto tiempo queriendo conocerte… - Aliena sonrió, pero sin embargo Harry continuó escuchando su voz en su cabeza, lo supo al ver que no movía sus labios – se esperan grandes cosas de ti, Harry Potter, espero que no nos defraudes – ella clavaba en él una mirada intensa, casi amenazadora. Algo la hizo volver a la realidad, era Parvati

- Profesora ¿cómo se supone que debemos llamarla? Solemos conocer a los profesores por sus apellidos – el semblante amigable volvió a ella

- Llamadme, simplemente, Aliena, yo pienso llamaros por vuestro nombre de pila – a la clase pareció gustarle ese nuevo anuncio – y ahora, ya no hay tiempo para empezar nada, así que, iros, el próximo día comenzaremos entrando en materia directamente, pasadlo bien, disfrutad de lo que queda de verano – la clase entera vitoreó esta decisión y salieron todos de la clase sonrientes y hablando de lo bueno que seria tener, por fin, un profesor que los comprendiera de verdad.

- ¿No es maravillosa? – preguntaba, eufórico, Ron a sus amigos.

- Supongo – dijo Harry secamente, que no había contado a sus amigos lo que había pasado en la clase.

- Es simplemente una niña presuntuosa y engreída – le contestó Hermione en un tono cortante. Por lo visto ninguno de sus amigos parecía muy entusiasmado con la nueva profesora.