.

.

TONTERÍAS A CINCO

Fecha: 27/11/22

Pareja: Sorato

Tiempo: 26m y 26s

Takenouchi—

—De modo que, realmente, teniendo en cuenta que vuestro apellido procede de Shimane, es posible que su prestigio sea superior al nuestro. Es decir, es la región de los dioses, quizá provenga de un gran héroe legendario, o quizá de los mismísimos dioses —terminó Haruhiko elocuentemente, intercalando miradas con los dos hombres que le custodiaban.

El hombre a su lado izquierdo tomó la botella de sake que les habían dejado con anterioridad y rellenó su tacita.

—Haced caso al profesor, que para algo es el estudioso —dijo, mirando a las mujeres al otro lado de la mesa.

—¿Has oído, Sora? —cuestionó el hombre a su lado derecho—, por lo visto te vas a casar con un descendiente directo de los dioses creadores. —Y terminó su tacita de un trago, mientras ahogaba la risa.

Sora rodó los ojos tras escuchar a su prometido. Con la cabeza apoyada en la palma de su mano en expresión aburrida, observó a su padre, que parecía más que encantado dando alas a las fantasías de sus acompañantes. Miró de reojo a su madre a su lado, cuestionándose si ella estaría tan encantada con su parlamento.

—Seremos campo de arroz, pero campo de arroz de los dioses —proseguía Hiroaki eufórico. Alzó la taza de sake y la chocó con la de su hijo, pasando las manos por delante de la cara de Haruhiko—, ¡Y dioses de Izumo ganan a Iemoto de Kyoto!, ¡pum!

Y derramando sake, sonaron estruendosas carcajadas, a las cuales Haruhiko se unió.

—Hasta a mí me apetece ser un Ishida ahora —dijo, dando un sorbo.

Golpeándole la espalda fuertemente, Hiroaki alababa su comentario aprovechando para rellenar su sake, mientras, Sora se reincorporó lo justo para mirar a su madre, que seguía enmudecida.

—Siento esto. Si hubiese sabido que se iban a poner así, le hubiera exigido a Yamato que tomara mi apellido.

Tras mojarse los labios con su respectiva taza, y sin dejar de mirar al frente, Toshiko habló:

—Estás a tiempo. No habéis registrado vuestro matrimonio aún, ¿cierto?

Sora negó, resoplando.

—No, pero ya no puedo echarme atrás, se lo he prometido. Es importante para él darle el Ishida a sus hijos, por lo visto.

—¿Hijos? —La madre enfocó a la hija, mientras de fondo los hombres seguían con sus risas e historias.

Palideciendo de primeras, Sora negó rápidamente mientras enrojecía.

—Futuros hijos. Futuros, futuros hijos. Futuros, futuros, futuros hijos. Futuros, futuros, futu…

—Ya, Sora, me quedó claro. No seré abuela hasta los ochenta.

—Tampoco tanto —musitó Sora, jugando con su tacita. Se concentró en Yamato. En su padre, y en el padre de este. Desbordaban una alegría genuina, a pesar del alcohol tomado. Sonrió—. Es por su padre. Yamato ha querido tomar la responsabilidad de darle una historia feliz a su apellido. —Llevó la vista a la taza, mientras a su lado seguía el silencio.

—¡Este brindis es por la próxima señora Ishida! —exclamó Hiroaki alzando su tacita—. ¡Porque dure más que la última! —Rio escandalosamente.

Oyaji —recriminó Yamato sin demasiado ímpetu, alzando la taza.

Haruhiko, totalmente contagiado de la actitud distendida de su consuegro, le siguió. A Sora le pilló de improvisto, pero alzó la taza, agradeciendo el brindis con una sonrisa, mientras su madre alzaba levemente la taza a su lado.

—¡De un trago, eh! —exclamó de nuevo Hiroaki, observando a sus acompañantes.

Así lo hicieron, y fue cuando Sora dejó la taza, todavía con el calor de la bebida en su garganta, cuando sintió el valor de preguntar aquello que le había perturbado desde el primer momento de esta reunión. Cuando les comunicaron que apellido usarían. Es decir, desde el momento que su madre había enmudecido.

—Mamá, ¿te molesta que vaya a tomar el apellido de Yamato? —Y la miró de reojo apurada. Había dejado su tacita vacía, aunque su rostro no hubiera hecho mueca alguna—. Te prometo que no es por hacerte un desprecio, o porque no quiera seguir tu camino o…

Toshiko la hizo callar con una honda respiración.

—Si algo he aprendido en estos veinticinco años que llevo siendo tu madre es que no hay un único camino correcto. —La miró entonces, no pudiendo reprimir la sonrisa por ver el asombrado rostro de su hija, ya mirándola descaradamente. La vio adorable con esos mofletes enrojecidos—. Poco importa si es escuela Takenouchi, Ishida, o si ya no hay escuela. Estará bien si tú lo has decidido. Aunque cambies de apellido, sigues siendo mi heredera. Eso nunca cambiará.

Sora tragó aquel repentino nudo que sus palabras le habían instaurado. Regresó la vista a la tacita, tratando de disimular sus emociones.

—Tu escuela siempre será Takenouchi, mamá. De eso me encargaré, lo prometo —musitó.

Y la mano de su madre tomó la suya, apretándola cariñosamente.

—Te quiero hija.

Le devolvió el apretón con una fuerza directamente proporcional a la que tuvo que hacer para controlar sus lágrimas. Y pese a que su voz tan solo fuera un hilillo opacado por la percusión que había iniciado Yamato acompañando la folclórica canción sobre la región de Shimane que los padres cantaban, Toshiko sí lo escuchó. Te quiero mamá.

.

.