27

A última hora de la tarde espero sentada en el vestíbulo de Seattle Independent Publishing a que aparezca el señor J. Hyde.

El señor Hyde. No sabría ni por dónde empezar el chiste.

Esta es mi segunda entrevista de hoy. La primera ha ido bien, era para un grupo grande, en plan oficinas en todo el país. Esta otra es más bien pequeña y, por lo que he podido leer en la versión original de la historia antes de salir de casa, tiene una cartera de clientes «poco convencional».

Lo que quiera que signifique eso.

El sitio tiene una decoración así un poco como hipster-bohemia. Pero los sillones son cómodos. Y la chica de la recepción tiene pinta de maja y me sonríe de cuando en cuando.

Otra cosa que he hecho antes de salir de casa es comprar los billetes de avión. Mi madre postiza está encantada de que vaya a verla, ya he hecho la maleta y Kate ha accedido a llevarme en coche al aeropuerto. Vamos, que ha sido un día productivo a pesar del comienzo turbulento de la mañana.

Christian me ha ordenado que me lleve la BlackBerry y el Mac. Por supuesto, paso de su culo y no sé ni a dónde ha ido a parar el ordenador con la mudanza. Una pena, vaya.

Se ha puesto ultra raro y pegajoso antes de irme. Grey, digo. No el Mac. Vamos, que me voy unos días y el drama es como si me fuera para el resto de la vida. Menos mal que para cuando llegue de verdad ese momento él no tendrá ningún aviso previo. No creo que pudiera soportarlo. Yo, digo. No Grey. Quizá Grey tampoco. Pero a nadie le importa Grey.

—¿Ortiga Dioica?

Una mujer de perfil prerrafaelita, que diría Zarza, de pie junto al mostrador de recepción, me saca de mi ensimismamiento. Tiene el mismo aire bohemio y etéreo que la recepcionista.

—¡Sí! —Me levanto desmañadamente.

Me dedica una sonrisa educada, pero me mira de arriba abajo con aire crítico. Por supuesto, llevo mis vaqueros menos usados, pero eso no parece impresionarla. Yo creo que voy muy de entrevista.

Me tiende la mano.

—Hola, Ortiga, me llamo Elizabeth Morgan. Soy la jefa de recursos humanos de SIP.

¿Ah, sip?

—¿Cómo está? —atino a contestar.

¿Yo no estaba esperando a un tal señor Hyde? ¿Será que se ha…?

Ortiga, controla los chistes malos.

¿…escondido?

En mitad de mi esfuerzo por que mi sonrisa no sobrepase lo cordial, me fijo en que la señora que no es el señor Hyde todavía tiene la mano tendida, así que se la estrecho con firmeza.

—Sígueme, por favor.

—¡Okay!

Pasamos la puerta de doble hoja que hay detrás de la zona de recepción y entramos en una oficina grande y diáfana y muy luminosa. Voy mirando a mi alrededor.

Todavía ni rastro del señor Hyde.

De ahí pasamos a una pequeña sala de reuniones. Las paredes de color verde claro están llenas de fotos de cubiertas de libros, quizá para disimular la ausencia de libros. A la cabecera de la mesa de conferencias está sentado un hombre joven, pelirrojo, con la melena recogida en una coleta. En ambas orejas le brillan unos pequeños aros de plata. Viste camisa azul claro, sin corbata.

¡At last we meet, señor Hyde!

—Ortiga Dioica, soy Jack Hyde, director de adquisiciones de SIP. Encantado de conocerte.

Otra vez sip. ¿Sorbo o afirmación?

—Un placer —le concedo.

Nos damos la mano.

Sigo mirando a mi alrededor.

Aquí tampoco hay libros.

A menos que los hayan…

No, Ortiga, ¡contrólate!

escondido.

—¿Vienes de muy lejos? —me pregunta amablemente el señor Hyde.

—No, acabo de mudarme a la zona de Pike Street Market. —He memorizado mi dirección antes de salir de casa.

Soy una pro.

—Ah, entonces vives muy cerca. Siéntate, por favor.

Me siento. La señora que no es el señor Hyde toma asiento a mi lado.

—Dinos, ¿por qué quieres trabajar como becaria en SIP, Ortiga? —Pronuncia mi nombre con suavidad y ladea la cabeza.

Esto me resulta familiar. E inquietante.

Esforzándome por ignorar el recelo irracional que me inspira haberme topado con otro Grey en la misma historia, me lanzo a soltarle mi discurso cuidadosamente preparado sobre la valiosísima adquisición que soy. Los miro a los dos alternativamente.

El contacto visual es importante en una entrevista.

Sonrío para mí.

Mis dos entrevistadores me escuchan con atención.

—Tienes una nota media impresionante —dice el señor Hyde—. ¿De qué actividades extracurriculares has disfrutado en tu universidad?

No recuerdo nada sobre actividades extraescolares en lo que llevo de libro, así que le hablo de mi experiencia entrevistando a un déspota indecentemente rico para la revista de la universidad, aunque no fuera yo quien escribiera el artículo. También menciono mi trabajo en Clayton's y todos los conocimientos apasionantes que poseo sobre ferretería y bricolaje. También les hablo de mis recientes experiencias al volante. Los dos se ríen, como debe ser.

El señor Hyde me hace preguntas sobre mis preferencias literarias y otras movidas de literatura, y yo me las apaño como puedo para que no se note en demasía mi naturaleza de mala hierba. Él me habla a su vez de los libros que le gustan mientras su compañera va tomando notas sin añadir nada, solo asintiendo de vez en cuando con la cabeza.

—¿Y dónde te ves dentro de cinco años? —pregunta finalmente.

No en este libro.

Por una vez, me contengo a tiempo para no pensar en voz alta.

—Pues… —Intento ganar tiempo.

Estoy haciendo una entrevista para una editorial. ¿De qué se trabaja en una editorial?

—De editora, ¿quizá? —pruebo. Entonces caigo—. O de correctora, claro. Pero estoy abierta a todas las posibilidades.

La apariencia de flexibilidad también es imprescindible para una buena entrevista.

El señor Hyde sonríe.

—Muy bien, Ortiga. No tengo más preguntas. ¿Y tú? —me plantea directamente.

¿Cuánto pagáis?

—¿Cuándo tendría que empezar? —me corrijo.

—Lo antes posible —interviene la mujer—. ¿Cuándo podrías tú?

—Estoy disponible a partir de la semana que viene.

—Está bien saberlo —dice él.

—Si nadie tiene nada más que decir —Su compañera nos mira a los dos—, creo que damos por terminada la entrevista.

Sonríe amablemente.

—Ha sido un placer conocerte, Ortiga —dice Jack en voz baja cogiéndome la mano.

Me la aprieta con suavidad. Yo le miro con las cejas arqueadas.

¿Este también me va a ofrecer un abogado y clases de conducir?

Cuando llego a casa, Kate está desempaquetando cajas en la cocina.

—¿Qué tal te ha ido? —me pregunta emocionada.

Va vestida de señora de la limpieza americana total, vaqueros gastados y pañuelo azul en la cabeza. Me siento transportada a la gran pantalla.

—Bien, gracias, Kate. Aunque no sé si me echarán atrás por la ropa.

—¿Y eso?

—El primer sitio era pijo y el segundo, hipster.

Kate arquea una ceja.

—Tú y tus bohemios elegantes.

—He dicho hipsters.

Ella me ignora.

—En realidad, Ortiga, tú eres una de las pocas personas que puede conseguir ese look.

¿De zarrapastrosa?

Me encojo un poco de hombros pero le sonrío en agradecimiento por los ánimos.

—Me ha gustado más el segundo sitio. Eso sí, el tipo que me ha entrevistado era un tanto inquietante.

Me doy unos golpecitos con el índice en la barbilla.

Cuánto loco hay en esta historia.

—¿Y eso? —A Kate le hace chiribitas toda la cara, se inclina hacia mí que parece que está a punto de echar garras y engancharme.

El radar de Katherine Kavanagh, detector de datos que le parecen interesantes, entra en acción de inmediato en busca de ese dato que solo resurgirá en algún momento inoportuno y comprometedor, lo cual me recuerda algo.

—Por cierto, ¿podrías dejar de provocar a Christian? Tu comentario sobre José en la cena de anoche no venía a cuento. Es un tipo celoso. —Está loco—. Lo que haces no está bien, ¿sabes? —Conseguirás que me maten. Matar está mal.

—Mira, si no fuera el hermano de Elliot, le habría dicho cosas peores. Es un controlador obsesivo. —Pongo cara de «duh»—. No entiendo cómo lo aguantas. —No lo aguanto—. Pretendía ponerlo celoso, ayudarlo un poco a decidirse. —Levanta las manos con aire defensivo.

No le ayudes. De verdad, no necesita más ayuda.

—Pero si no quieres que me meta, no lo haré —añade enseguida al verme fruncir el ceño.

—Muy bien. La vida con Christian ya es bastante complicada de por sí, créeme.

Insisto: conseguirás que me mate.

—Ortiga. —Hace una pausa, mirándome fijamente—. Estás bien, ¿no? ¿No irás a casa de tu madre para escapar?

Contengo a duras penas una sonrisa.

Puedes apostar a que sí.

—Nooooo. —Bato una mano muy exageradamente—. Pero si fuiste tú la que dijo que necesitaba un descanso.

Un muy merecido descanso.

Se acerca y me coge de las manos, un gesto impropio de Kate.

Oh, no. Más contacto físico.

—Te veo… —empieza—, no sé… distinta. Espero que estés bien y que, sean cuales sean los problemas que tengas con el señor Millonetis, puedas hablarlo conmigo. Y que sepas que yo no pretendo provocarlo, aunque, la verdad, con él es como pescar en una pecera. Mira, Ortiga, si algo va mal, cuéntamelo. No te voy a juzgar. Procuraré entenderlo.

La verdad es que es una chica encantadora.

—Jo, Kate, muchas gracias. —Le aprieto amistosamente las manos—. La verdad es que es un intenso.

—Ortiga, eso lo ve cualquiera. Y se ha enamorado de ti. Está loco por ti. No te quita los ojos de encima.

Me quedo tiesa.

Oh. Mierda.

—¿Tú crees? —Casi no me sale la voz.

—¿No te lo ha dicho?

—No.

A menos que «quiero zurrarte y follarte» sea el nuevo código para «te quiero, churri».

—¿Se lo has dicho tú? —continúa Kate.

Sacudo la cabeza.

—¿Qué?

—Que si se lo has dicho tú.

—¿Decirle qué? —Parpadeo.

—¡Ortiga! —me regaña súbitamente, haciendo que me sobresalte—. Uno de los dos tiene que dar el primer paso, si no nunca llegaréis a ninguna parte.

Me agacho un poco hacia ella con la boca hacia afuera.

¿Adónde dices que tengo que llegar?

—Os hace falta sentaros a charlar —afirma con rotundidad, asintiendo con la cabeza para sí. Me pone una mano consoladora en el hombro—. Sé que hablar de sentimientos puede dar miedo, pero seguro que él se siente igual que tú.

Me acuerdo del beso de esta mañana y tengo que esforzarme muy mucho para no cubrirme la cara con las dos manos.

—Ya lo dudo —mascullo entre dientes.

Kate sonríe. Una de sus sonrisas afiladas.

—¡Ortiga!

Mierda. Estoy roja. Lo sé. Ella lo sabe.

Claro que ella lo sabe, Ortiga: ella puede verte.

—¿Lo tienes ya todo listo para el viaje? —pregunta de sopetón.

—Sí. Pero aún tenemos un par de horas antes de tener que salir —contesto con cautela, algo sorprendida de que haya soltado el hueso tan fácilmente.

—No te muevas. —Se pone en pie de un brinco muy entusiasta—. Voy a conseguirnos algo de comida china y quiero que me cuentes TODO lo que ha pasado.

Coge la cazadora y se marcha tan deprisa que se olvida de cerrar la puerta. La cierro y me voy a mi cuarto, arremangándome mentalmente para la conversación que se me avecina.

La BlackBerry se está cargando, así que no la he mirado en toda la tarde. Por suerte, no hay mensajes nuevos tras la confirmación de compra del billete de avión: tengo vuelo nocturno con escala en Atlanta, sale a las 22.25 h.

Resulta que me voy a Georgia-estado de EEUU, no Georgia-país de Europa. Supongo que era de esperar. Los americanos no tienen imaginación para los nombres. Quiero decir: hay gente que llama a su hijo Dick. I rest my case.

El ordenador Bro, regalo de Grey, ha hecho aparición encima de la colcha de mi cama en algún momento de la tarde mientras yo no estaba, por lo que el misterio de su paradero se ha resuelto por sí solo. Supongo que Kate lo habrá encontrado en alguna de las cajas con las cosas del salón, donde lo escondí y olvidé convenientemente.

Justo estoy pensando en dónde puedo volver a perder, sin querer, el chisme, cuando la frambuesa vibra. Por supuesto, es un mensaje de Grey.

De: Christian Grey

Fecha: 30 de mayo de 2011 18:49

Para: Urtica Dioica

Asunto: Su día

Querida señorita Dioica:

Confío en que sus entrevistas hayan ido bien.

Como suele suceder con todo mi tiempo con usted, mi mañana ha superado todas mis expectativas. Mi tarde, en comparación, ha sido de lo más aburrida.

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

Suspiro.

De: Urtica Dioica

Fecha: 30 de mayo de 2011 19:05

Para: Christian Grey

Asunto: Entrevistas

Querido señor Grey:

Las entrevistas han ido bien. A lo de esta mañana yo le haría algunos cambios. Dale las gracias a la señora Jones por lo de la ropa, por cierto. Ah, y tengo una pregunta sobre sus funciones.

O.

De: Christian Grey

Fecha: 30 de mayo de 2011 19:10

Para: Urtica Dioica

Asunto: ¿Cambios?

¿Qué cambios habría que hacer, dime, por favor? ¿Y qué es lo que quieres preguntarme de la señora Jones? Me tienes intrigado.

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

De: Urtica Dioica

Fecha: 30 de mayo de 2011 19:17

Para: Christian Grey

Asunto: Labores domésticas

Harían falta menos babas. Eso es lo que habría que cambiar.

¿La señora Jones tiene que encargarse de limpiar tus látigos y demás artilugios de folleteo profesional de la mazmorra? Porque de ser así no creo que nunca puedas pagarle lo suficiente. ¿Sabe que existe siquiera la mazmorra? Dioses, ¿no será una de tus ex-sumisas y la tienes encima ahí limpiando jugos ajenos?

O.

Vaya. Me estoy poniendo basta esta noche. ¡Y sin vino! Será por la adrenalina de saber que mañana a estas horas estaré muy lejos de aquí. Muajajaja.

De: Christian Grey

Fecha: 30 de mayo de 2011 19:22

Para: Urtica Dioica

Asunto: ¡Esa boquita…!

Urtica:

La señora Jones es una empleada muy valiosa. Nunca he mantenido con ella más relación que la profesional. No contrato a nadie con quien haya mantenido relaciones sexuales. Me sorprende que se te haya ocurrido algo así. La única persona con la que haría una excepción a esta norma eres tú, porque eres una joven brillante con notables aptitudes para la negociación. No obstante, como sigas utilizando semejante lenguaje, voy a tener que reconsiderar la posibilidad de incorporarte a mi plantilla.

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

Notables aptitudes para la negociación. Sí, justo.

De: Urtica Dioica

Fecha: 30 de mayo de 2011 19:27

Para: Christian Grey

Asunto: Ni por toda la leche caliente del mundo

Mis grandes dotes de negociación y yo nos vamos a cenar. Buenas noches. Nos veremos ya cuando vuelva de Georgia.

O.

Ya si eso.

De: Christian Grey

Fecha: 30 de mayo de 2011 19:29

Para: Urtica Dioica

Asunto: ¿Ni por un cargamento de muffins de arándanos?

Buenas noches, Urtica. Espero que tus dotes de negociación y tú tengáis un buen vuelo.

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

Kate para el coche en la zona de estacionamiento frente a la terminal de salidas. Se inclina desde su asiento para abrazarme.

—Pásatelo bien en Barbados, Kate. Que tengas unas vacaciones maravillosas.

—Te veo a la vuelta. No dejes que Millonetis te amargue la existencia.

—No lo haré.

Kate me abraza una vez más antes de dejarme bajar al fin. Me dirijo a facturación y me pongo en la cola, esperando con mi equipaje de cabina. No me he molestado en coger una maleta, solo mi fiel bolsa de deportes del año de la tana. Nunca viajo con maleta a menos que mi viaje vaya a durar más de 10 días.

—Billete, por favor.

El joven aburrido del otro lado del mostrador me tiende la mano sin mirarme siquiera.

Con idéntica desgana le entrego mi billete y el pasaporte.

A ver si hay suerte y me toca ventanilla.

—Muy bien, señorita Dioica. La han pasado a primera clase.

Le miro con cara de besugo

—¿Qué?

—Señora, si es tan amable, pase a la sala VIP y espere allí a que salga su vuelo.

—¿Señora?

Ahora sonríe como si estuviese intentando impresionar a Santa Claus para que olvidase todo el resto del año.

—Pero yo no he pagado primera clase —insisto.

Que eso seguro que es muy caro. Coño. Voy a tener que comprobar el banco a ver qué ha pasado.

—Aquí está todo en orden. —Vuelve a mirar la pantalla del ordenador—. Urtica Dioica: a primera clase —lee, y me dirige otra sonrisa desquiciada.

Entorno los ojos.

El tipo me da mi tarjeta de embarque y me dirijo a la sala VIP por donde me ha indicado.

Maldita sea. Me ha encontrado.

Me han hecho la manicura, me han dado un masaje y me he planteado una segunda manicura sobre la primera.

Estoy así de aburrida. Pero hay que reconocer que la sala VIP está totalmente preparada para ello.

Como tengo tiempo de sobra, también aprovecho el wifi para mandarle un email amenazante al acosador que me ha pinchado el billete de avión.

De: Urtica Dioica

Fecha: 30 de mayo de 2011 21:53

Para: Christian Grey

Asunto: Problemas de control descontrolados

Querido señor Grey:

Lo que verdaderamente me alarma es cómo ha sabido qué vuelo iba a coger. Tu tendencia al acoso no conoce límites. Espero que el doctor Flynn haya vuelto de sus vacaciones. Lo necesitas.

Entre tanto a mí me han hecho casi dos manicuras y me han dado un masaje en la espalda. No negaré que esta es una forma de empezar unas vacaciones por todo lo alto. Así que… parcialmente gracias, supongo. Pero que no se te suba a la cabeza. Lo de rastrear vuelos te lo sigues teniendo que hacer mirar muy fuerte.

O.

De: Christian Grey

Fecha: 30 de mayo de 2011 21:59

Para: Urtica Dioica

Asunto: No se merecen

Querida señorita Dioica:

Tengo amigos en los sitios adecuados. El doctor Flynn ha vuelto y tengo cita con él esta semana. ¿Quién le ha dado un masaje en la espalda?

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

Ya han llamado a nuestro vuelo, así que a ver si me da tiempo a contestarle desde el avión antes del despegue. Los de primera entran los primeros, ¿no?

Me autorrespondo: sí. Y además los asientos aquí son la caña. Podría tumbarme.

Por puro postureo, acepto una copa de champan con la que no llego ni a mojarme los labios y vuelvo a abrir el ordenador mientras la cabina comienza a llenarse con lentitud. Rápidamente queda claro que no es buena idea intentar abrir un portátil con una copa llena en la mano, así que la dejo en el masivo reposabrazos con mesilla incorporada de mi suntuoso asiento de cuero.

De: Urtica Dioica

Fecha: 30 de mayo de 2011 22:22

Para: Christian Grey

Asunto: Manos fuertes y capaces

Querido señor:

Dile al doctor Flynn que mejor sesión doble después de esas vacaciones.

Ya que tanta curiosidad tiene… Me ha dado un masaje en la espalda un chico rubio muy majo. No recuerdo su nombre, pero tenía unas manos enormes y calientes maravillosas.

Estoy ya en el avión, así que no creo que me vaya a dar tiempo a responder más mensajes antes de despegar. Los asientos aquí son la leche de cómodos, así que con un poco de suerte hasta podré dormir, que falta me hace después de la nochecita que me has dado.

Venga, chao.

O.

Le sonrío muy satisfechamente a la bandeja de correo una vez que el mensaje se ha enviado.

De aquí a un momento estaré en el aire, lejos de su alcance.

Pongo el modo avión antes de apagar el ordenador y volver a meterlo en mi bolsa. Me arrellano sobre el asiento.

Ah. La vida es bella. Cuando tienes asientos de primera.

De pronto me vibra el culo y me da un susto de muerte. Un par de personas se giran a mirar qué ha motivado que me haya levantado cincuenta centímetros del asiento.

La frambuesa. He olvidado apagar la frambuesa. ¡Condenación!

De: Christian Grey

Fecha: 30 de mayo de 2011 22:25

Para: Urtica Dioica

Asunto: Disfruta mientras puedas

Querida señorita Dioica:

Sé lo que se propone y, créame, lo ha conseguido. La próxima vez irá en la bodega de carga, atada y amordazada y metida en un cajón. Le aseguro que encargarme de que viaje en esas condiciones me producirá muchísimo más placer que cambiarle el billete por uno de primera clase.

Espero ansioso su regreso.

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

Me quedo mirando la BlackBerry. Parpadeo muy despacio.

What the actual freaking…?

Tengo los nudillos blancos en torno a la pantalla.

—Señorita Dioica, tiene que apagar todos los dispositivos electrónicos durante el despegue —me dice amablemente una azafata supermaquillada.

Estoy demasiado catatónica como para que su repentina aparición o su máscara de tres centímetros de maquillaje me sobresalten de nuevo, así que me cuesta un momento registrar sus palabras.

Frambuesa. Apagar la frambuesa.

—Ah, sí —balbuceo—. Lo siento.

La azafata me da una manta suave y una almohada, mostrándome su dentadura perfecta. Me echo la manta por las rodillas. Es agradable que te mimen de vez en cuando. Ah…

Céntrate, Ortiga. ¿Da tiempo a cometer un asesinato rápido antes de despegar? Una vez en el aire, ni siquiera sus abogados podrán echarme el guante.

Me giro para inspeccionar la cabina por encima del respaldo de mi asiento, el ceño fruncido concentradamente. La primera clase se ha llenado, salvo el asiento de al lado del mío, que sigue sin ocupar. Trago muy despacio.

Mierda. No. No será capaz. ¿Será capaz?

Le dije que no quería que viniera conmigo.

Miro el reloj. La voz mecánica del personal de pista anuncia: «Tripulación: armar rampas y cross check».

¿Qué significa eso? ¿Van a cerrar las puertas? ¿O alguien nos ha bloqueado el paso con una megalimusina?

Tengo todos los pelos de punta mientras espero removiéndome sobre el culo inquieto. El asiento de al lado del mío es el único desocupado de los dieciséis de la cabina de primera.

Por fin, el avión arranca con una sacudida. Mi suspiro y agradecimiento a los dioses lo oyen probablemente desde el cockpit.

No habrá Christian en cuatro días.

Subrepticiamente, para que no me vea la azafata, tecleo una respuesta bajo la manta.

De: Urtica Dioica

Fecha: 30 de mayo de 2011 22:30

Para: Christian Grey

Asunto: El doctor Flynn necesita liberar su agenda

En serio, dile que cancele todas sus otras citas. Claramente tú lo necesitas más.

Si viajo en un cajón en bodega será con tu cadáver decapitado por compañía, payaso.

O.

Le enseño los dientes a la pantalla mientras pulso la tecla de enviar y apago la frambuesa.