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Me agarro con ambas manos al borde de la bañera y agito las piernitas en el aire.
Depilarse una vez cada cuatro o cinco años tampoco es que haga daño, siempre y cuando no haya cera ni máquinas arrancapelos implicadas. Y he de admitir que lo de la crema es todo un invento, una cosa interesante que probar una vez en la vida. Pero lo cortés no quita lo valiente, y yo pienso matar a Kate en cuanto vuelva a casa.
Si me acuerdo.
Me paso una mano sobre la piel suave y giro la pierna para admirar mi obra desde todos los ángulos.
—Si hasta brilla. —Silbo por lo bajini.
Desde encima de la tapa bajada del retrete, mi ordenador reproduce en bucle la canción de Smiley faces. En la pestaña del correo hay un aviso de mensajes sin leer.
Finalmente, aparto la atención de mis nuevas piernas y me giro con cautela hacia el manojo de tela que he colgado del picaporte de la puerta. Trago saliva.
—Venga, Ortiga, no puede ser tan malo —me susurro para darme ánimos.
Me acerco y extiendo el vestido frente a mí, cogiéndolo entre la pinza del pulgar y el índice.
De mi mochila salieron dos vestidos más después de este primer hallazgo. Cada cual más traumático que el anterior. Así que finalmente este es el que me he traído al baño. Escote cortado en uve y media espalda al aire.
El último vestido que recuerdo haber llevado era uno de estos repolludos con falda larga y cuello de camisa redondeado imitando los pétalos de una flor. De cuando todavía era lo bastante pequeña como para que alguien me vistiera.
—En serio. —Resoplo. Le doy la vuelta a la prenda para mirarla desde ambos lados, sin terminar de decidir cuál es el derecho y cuál es el revés—. ¿Cómo diablos se pone esto?
Vuelvo a dejar el vestido en el picaporte y traigo el ordenador hacia mí.
—Seguro que hay tutoriales sobre esto.
El aviso de mensajes sin leer parpadea acusadoramente. Ahora hay cuatro.
Abro la pestaña con un dedo dubitativo.
De: Christian Grey
Fecha: 31 de mayo de 2011 11:03
Para: Utica Dioica
Asunto: ¿Todo en orden?
Urtica:
Hace ya varias horas que tu avión tomó tierra y no tengo noticias tuyas. ¿Has llegado bien a casa de tu madre? Confírmame que has llegado bien en cuanto leas esto.
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
De: Christian Grey
Fecha: 31 de mayo de 2011 13:27
Para: Utica Dioica
Asunto: Preocupado
Urtica:
Tu teléfono continúa apagado y yo sigo sin noticias tuyas.
Ya te he explicado que, si no sé dónde estás, me preocupo.
Llámame.
Por favor.
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
De: Christian Grey
Fecha: 31 de mayo de 2011 15:10
Para: Utica Dioica
Asunto: MUY PREOCUPADO
No contestas ni a mis llamadas ni a mis mensajes. Si dentro de una hora sigo sin tener noticias tuyas, cogeré un avión e iré a buscarte.
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
—Oh, oh.
Por poco me atraganto con el asunto del último email.
De: Christian Grey
Fecha: 31 de mayo de 2011 16:00
Para: Utica Dioica
Asunto: Tienes diez minutos
[Vacío]
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Casi sale volando el portátil del brinco que pego. Le doy rápidamente a Nuevo mensaje y tecleo una respuesta a la velocidad de la luz.
De: Urtica Dioica
Fecha: 31 de mayo de 2011 19:08 EST
Para: Christian Grey
Asunto: Tienes diez minutos.
He llegado bien. Todo está bien. Estaba durmiendo la siesta.
No vengas.
O.
Pulso Enviar cinco veces. Me quedo mirando la pantalla fijamente con los ojos muy abiertos. No respiro hasta que por fin aparece un nuevo correo. Y por poco me dejo caer al suelo de baldosines fríos de puro alivio.
—A Dios gracias.
De: Christian Grey
Fecha: 31 de mayo de 2011 16:10
Para: Utica Dioica
Asunto: Viviendo al límite
Uno diría, señorita Dioica, que le divierte llevarme al límite. Estoy viendo que tendré que añadir una cláusula en nuestro contrato que regule este tipo de contingencias: tanto mis expectativas como su poca atención al detalle.
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Le parpadeo.
—Vaya. Eso es en realidad sorprendentemente moderado y razonable para lo pirado que estás.
De: Urtica Dioica
Fecha: 31 de mayo de 2011 19:13 EST
Para: Christian Grey
Asunto: Traspasando límites, sin querer :3
Siento haberte preocupado. Lo de añadir una cláusula al contrato no me parece, de hecho, una mala idea.
Tendremos que hablarlo con calma, pero ahora no me puedo quedar: salgo a cenar a un sitio pijo con mi madre y su marido y aún no he averiguado cómo se pone el vestido. Disfruta de tu tarde.
O.
Dejo el ordenador junto al lavabo y vuelvo a agarrar el manojo de tela gris con el que Kate ha decidido firmar su sentencia de muerte. Tras tomar aire como quien está a punto de lanzarse a una piscina helada, me lo meto por la cabeza, los ojos cerrados y sin respirar. Pero no pasa. Me retuerzo cual gusano y tiro. La tela se tensa peligrosamente y es posible que oiga un chasquido.
—Argh.
Me lo saco, poniéndome de punta todo el pelo. Lo giro y lo regiro.
—¡¿Cómo funciona este cacharro?! —Y lo regiro una vez más—. ¡Anda! —Parpadeo—. Una cremallera.
El vestido se abre con facilidad y ahora el mundo tiene un poco más de sentido. Me lo vuelvo a pasar por la cabeza y esta vez entra del tirón y casi se me cae hasta los pies. Lo recojo y me lo cuelgo de los hombros. Cierro la cremallera, que está sorprendentemente bien camuflada.
Me yergo para mirarme al espejo.
—Dios mío. —Trago saliva. Giro sobre mí misma para verme mejor—. Voy a matarla.
El pico de la espalda me cae hasta por debajo de la banda del sujetador deportivo, la falda no me cubre las rodillas.
En la pantalla del ordenador, junto a mí, parpadea una notificación de nuevo correo.
De: Christian Grey
Fecha: 31 de mayo de 2011 16:18
Para: Urtica Dioica
Asunto: Vestido
Querida señorita Dioica:
Me tiene maravillado el asunto de este correo. No puedo evitar preguntarme qué ha obrado este milagro y cómo conseguir que se repita.
Disfrute de la cena.
Mi tarde será aburrida y solo me la alegrará pensar en usted en ese vestido. Ojalá estar allí para subirle la cremallera.
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
—Ortiga, cariño, ¿estás lista? —Mi madre llama a la puerta, consiguiendo que me sobresalte.
—¡Casi! ¡Perdón, ya salgo!
—Vale, cariño, date prisa.
Sus pasos se alejan.
—Mierda.
Me vuelvo a mirar en el espejo. Miro el email.
De: Urtcia Dioica
Fecha: 31 de mayo de 2011 19:20 EST
Para: Christian Grey
Asunto: Vestido
Puestos a pedir, preferiría que la bajases.
O.
Y quitarme esta cosa. Y quemarla.
Cierro el ordenador, recojo todas mis cosas y salgo corriendo del baño. Lo descargo todo según llego sobre la cama en mi habitación y, sin permitirme parar a pensarlo mejor, meto los pies en las horribles sandalias brillantes de tiras.
Salgo al pasillo, donde me esperan el patachula y mi madre. Esta frunce el ceño.
—Cariño… ¿te encuentras bien? Te veo un poco acalorada.
Me miro los deditos de los pies, asomando por la última banda.
—Estoy bien —gruño.
—Estás preciosa, cariño. Pero…
Me mira. La miro.
—¿No llevas el vestido del revés?
No. Me. Jodas.
—¡¿Qué?! —Agarro la tela con ambas manos e intento retorcerme para verme la espalda casi desnuda—. ¿Eso va por delante? ¡Voy a matar a Kate!
—¿Es un vestido de Kate?
—Sí.
Me la ha jugado, la muy cabrona.
Mi madre frunce el ceño aún más.
—¿Por qué llevas un vestido de Kate?
—Porque no tengo ninguna otra cosa que ponerme.
Literalmente. Salvo un bañador de pata. Y otros dos vestidos ajenos más, a cuál más humillante.
Resisto la tentación de cubrirme la cara con las manos y ponerme a llorar lastimeramente.
El patachula rezuma impaciencia mientras va alternando de pata el peso con su mirada de perrillo faldero hambriento.
—Mañana te llevo de compras —dice mi madre.
¡¿Qué?!
—No hace falta. De verdad. Me las apañaré estos días.
Viviré en bañador. No aceptaré invitaciones a más sitios pijos.
—¿Es que no puedo hacer algo por mi hija? Venga, que Bob está muerto de hambre.
—Cierto —gimotea Bob, frotándose el estómago y poniendo carita de pena.
—Vamos a darle la vuelta a ese vestido y vamos a cenar —propone al tiempo que comienza a guiarme de vuelta a mi habitación con una mano suave en la espalda.
Yo me dejo empujar.
La cena es como la materialización de un infierno creado especialmente para mí: gente a espuertas, conversación infinita, comida en porciones tamaño pinypon y yo en vestido y sin ningún lugar al que huir. Estoy bastante segura de que he tenido una pesadilla exactamente así en algún momento de mi vida.
Para cuando regresamos a casa, estoy tan traumatizada que sólo me dejo caer de costado sobre la cama y lloro en silencio con los ojos muy abiertos. Me quedo escuchando el sonido del mar en la distancia mientras las lágrimas me van rodando sobre el puente de la nariz y mojando la colcha debajo de mi cara.
Es posible que me quede dormida, con los ojos aún abiertos. O quizá solo catatónica. El caso es que hay un momento en el que mi cerebro comienza a ponerse de nuevo en funcionamiento, despacio y gradual como el incremento de luz al amanecer. La colcha frente a mis ojos empieza a enfocarse de nuevo y me doy cuenta de que tengo la piel de gallina y los bracitos helados de inmovilidad.
Me incorporo despacio sobre un brazo y me quedo mirando la falda gris del vestido con incomprensión.
No se ha ido. Sigue ahí.
Alcanzo mi mochila. Mi pijama fresquito y ancho de Snoopy ha sobrevivido a la traición de Kate.
Con movimientos anquilosados, salgo del vestido y me meto en mi pijama suave y de olor reconfortante. Hago una bola con el vestido, cojo los otros dos vestidos que me han endilgado y los añado a la bola. Me pongo las chanclas de la playa y salgo del cuarto sin hacer ruido.
Toda la casa está a oscuras y en silencio. La puerta de entrada no está cerrada con llave, y yo salgo hasta la verja delantera, levanto el tapacubos de la basura y dejo caer dentro la bola de tela. Cierro el cubo.
De repente me siento mucho más ligera. Creo que sonrío. No hay ni una nube en el cielo y el mar susurra en la oscuridad más allá de los conos de luz de las farolas.
Haciendo un pequeño bailecito, mezcla de hawaianos movimientos de brazos ondulantes y pasos arrastrados de Michael Jackson, regreso a la casa por el caminito enlosado. Cierro la puerta y le agito los deditos como una teatral salida tras un truco de magia, los morros de embudo hacia afuera.
De vuelta en mi cuarto me espera un mensaje en la bandeja de entrada del correo, enviado justo después de que me fuera a cenar.
De: Christian Grey
Fecha: 31 de mayo de 2011 16:21
Para: Urtica Dioica
Asunto: Cuidado con lo que deseas…
YO TAMBIÉN.
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Ladeo la cabeza y dudo un momento antes de darle a responder.
De: Urtica Dioica
Fecha: 1 de abril de 2011 00:18 EST
Para: Christian Grey
Asunto: Cuidado con lo que deseas…
¿?
O.
La respuesta llega casi al instante.
Boqueo.
—Este hombre vive pegado a la pantalla, ¿o qué?
Abro el mensaje.
De: Christian Grey
Fecha: 31 de mayo de 2011 21:22
Para: Urtica Dioica
Asunto: Pendiente
Señorita Dioica:
Ha vuelto. Se ha ido tan de repente… Y me ha dejado colgado. Justo cuando la cosa empezaba a ponerse interesante.
¿Qué tal la cena?
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
—¿Colgado de dónde? —Me rasco detrás de una oreja.
De: Urtica Dioica
Fecha: 1 de abril de 2011 00:26 EST
Para: Christian Grey
Asunto: ¿Colgado?
La cena no daba ni para medio diente y toda la velada ha sido una pesadilla. Menos mal que ha terminado.
O.
De: Christian Grey
Fecha: 31 de mayo de 2011 21:30
Para: Urtica dioica
Asunto: Colgado, sin duda
¿Te estás haciendo la tonta? Me parece que acababas de pedirme que te bajara la cremallera del vestido. Y yo estaba deseando hacerlo.
Me entristece saber que la cena ha sido tan poco satisfactoria.
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
—Oh, oh.
Trago saliva y reviso la bandeja de salida. Encuentro rápidamente el email al que está haciendo referencia. Me quedo mirando la pantalla fijamente, la boca abierta.
—Yo había escrito más cosas ahí. —Cosas que aclaraban que no era eso lo que estaba pensando—. Las había escrito.
Me inclino más hacia adelante, pero sigue sin aparecer ninguna frase extraviada al final del email.
—¿No?
Los dedos me tiemblan un poco sobre las teclas.
De: Urtica Dioica
Fecha: 1 de abril de 2011 00:36 EST
Para: Christian Grey
Asunto: Es todo un malentendido
No era eso a lo que me refería. El vestido me estaba desconcentrando y el email se quedó a medias.
En cualquier caso, ahora está en la basura. Problema solucionado.
O.
De: Christian Grey
Fecha: 31 de mayo de 2011 21:40
Para: Urtica Dioica
Asunto: Afortunados malentendidos
Me complace descubrir que una mera prenda de ropa tiene un efecto tan concupiscente en usted. Lo tendré presente, señorita Dioica, y, por supuesto, utilizaré esa información en mi beneficio. Espero impaciente nuestro próximo malentendido.
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
—¿Concupis…?
Me paso una mano por la cara.
—Mierda.
De: Urtica Dioica
Fecha: 1 de abril de 2011 00:36 EST
Para: Christian Grey
Asunto: Ni lo sueñes
Ya te he dicho que ha sido un error.
Y deja usar el diccionario de sinónimos para escribir emails.
O.
De: Christian Grey
Fecha: 31 de mayo de 2011 21:40
Para: Urtica Dioica
Asunto: Me ha pillado
Qué bien me conoce, señorita Dioica.
Vuelvo a casa de cenar con una vieja amistad, así que estaré conduciendo.
Hasta luego, nena.
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
—Pues adiós, nene.
Le saco la lengua al portátil y lo cierro. Lo dejo sobre el escritorio, junto a la Blackberry todavía apagada, y abro la cama para meterme bajo las sábanas fresquitas.
—Espera. —Vuelvo a incorporarme sobre el colchón y miro con los ojos entrecerrados el ordenador—. ¿Con quién dice que ha cenado?
Una vieja amistad. Pensaba que este tío no tenía amigos.
—A menos que…
Trago saliva. Me tiembla el labio.
Muy despacio, vuelvo a tumbarme y me tapo aferrando las sábanas con los dedos fríos. Miro el techo en la oscuridad.
—La pederasta asaltacunas.
Ha ido a cenar con ella. ¿Voluntariamente? ¿Está loco? Espera, tacha eso. Está loco, pero eso es otro tema. Hace a lo mejor quince años que este tipo dejó de tener quince años, ¿cómo es posible que todavía le tenga comido el coco?
Doy una vuelta de croqueta sobre el colchón.
Y esa señora… Abusando de niños.
Doy otra vuelta, un dolor agudo atravesado en la garganta.
¿Seguirá haciéndolo? ¿Por qué lo dejaron? Dudo que fuera él quien lo decidiese. ¿Dejó de ser lo suficientemente niño para ella? ¿Tendrá otro niño ahora entre manos?
Aprieto los dientes y me presiono los puños cerrados contra los párpados.
¿Estará casada? ¿Tendrá hijos? ¿Hijos de él? Fuck.
Nadie. NADIE debería dejar que esa señora tuviese acceso a niños. NUNCA.
Aparto las sábanas de un manotazo y me incorporo. Bajo los pies al suelo y me inclino hacia adelante. Me aferro al borde del colchón.
—Respira, Ortiga —me ordeno—. Respira.
Me obligo a salir de la cama y enciendo el flexo que hay sobre el escritorio. Abro el portátil y me siento con las piernas cruzadas sobre la silla acolchada mientras espero a que el cacharro termine de arrancar.
En la sección de imágenes de Google, tecleo «Christian Grey» en el recuadro de búsqueda. La pantalla se llena de pronto de imágenes de Christian: con corbata negra, trajeado, en lo que parece una habitación de revista, fotos dándole la mano a otros tipos trajeados. Ninguna señora, ni pederasta ni de ningún otro tipo. Entonces, en la tercera página, veo una foto mía, con él, en mi graduación. Su única foto con una mujer, y soy yo.
¡Madre mía! ¡Estoy en Google!
Nos miro. Vuelvo a la cabecera de la página y tecleo «Urtica Dioica». Pero claramente no soy tan fotogénica y todo lo que encuentro son imágenes de plantas, por fortuna.
Espera. Ortiga, céntrate.
Voy a la pestaña donde tengo abierto el correo. Me quedo un instante con el dedo suspendido sobre el recuadro del ratón táctil.
—Play it cool, Ortiga.
Abro y cierro los dedos para que fluya la sangre.
De: Urtica Dioica
Fecha: 1 de abril de 2011 01:38 EST
Para: Christian Grey
Asunto: Compañeros de cena apropiados
Espero que esa amistad tuya y tú hayáis pasado una velada agradable.
O.
P.D.: ¿Era la pederasta asaltacunas? ¿Era la asaltacunas hija de ¿Era la vieja asquerosa pederasta que te ¿Era la Señora Asaltacunas?
Le doy a enviar.
Me derrumbo de costado sobre el escritorio y entierro la cara en el pliegue del brazo.
—Ortiga, maestra de la sutileza —gimoteo lastimeramente.
Cierro el portátil sin mirarlo y apago la luz y vuelvo a meterme en la cama.
Después de una mañana de compras y otra tarde de playa, mi madre ha decidido que deberíamos salir de copas esta noche. Y yo no sé en qué agujero puedo meterme para que esta mujer no me encuentre y deje de arrastrarme a sitios. Así que dejamos a patachula-Bob delante del televisor, y al rato ya estamos en el lujoso bar del hotel más pijo del pueblo. O ciudad. O lo que sea esto.
Yo voy por el segundo sorbito del Cosmopolitano que mi madre me ha puesto delante. Ella, por la tercera copa completa. Y continúa desvelándome su percepción del frágil ego masculino.
—Verás, Ortiga, los hombres piensan que todo lo que sale de la boca de una mujer es un problema que hay que resolver. No se enteran de que lo que nos gusta es darles vueltas a las cosas, hablar un poco y luego olvidar. A ellos les va más la acción.
Hago girar mi copa sobre la mesa.
—Y… ¿por qué me cuentas todo eso? —pregunto sin ocultar mi exasperación.
Lleva así todo el día.
—Cariño, te veo tan perdida. Nunca has traído a un chico a casa. Ni siquiera tuviste novio cuando vivíamos en Las Vegas. Pensé que habría algo con ese chico que conociste en la universidad, José.
Me contengo justo a tiempo para no poner los ojos muy en blanco.
—Ya. No.
Es posible que sí necesite alcohol para esta conversación después de todo.
Doy mi tercer sorbito a la bebida. Sabe a seco y a asco.
—Ya lo sé, cielo —sigue ella—, pero pasa algo, y tengo la impresión de que no me lo estás contando todo.
Uff, por dónde empiezo. ¿Por el testículo reventado del uno o por los látigos para culos del otro?
Me mira, con el rostro fruncido de preocupación maternal.
Piensa, Ortiga, piensa.
—Necesitaba tomarme un descanso. Después de los exámenes —Arrugo el ceño mientras intento concentrarme en hacer memoria—, y la mudanza…, y… —Cuarto sorbito—. Eso.
Parpadeo con inocencia.
—¿Es por ese chico? —Mi madre se inclina hacia mí y pone su mano sobre la mía—. ¿Te agobia?
Por fin algo que puedo responder con total y directa honestidad.
—Sí. —Asiento muy fervorosamente—. Como si no hubiera mañana.
—Cariño, tengo que ir al lavabo. —Y se levanta.
Guau. Esa ha sido la manera menos sutil de esquivar un momento bonding que he visto nunca.
Giro sobre mi taburete giratorio y la sigo con franca admiración en la mirada mientras se aleja. Alzo una copa a su espalda a modo de brindis.
—A mi nuevo modelo de conducta y aspiración para mi vida adulta.
Justo cuando me acerco la bebida a los labios para sellar el brindis, me vibra el culo. Del susto se me llena la boca de seco y áspero y asco, y la otra mitad del Cosmopolita me rebasa las comisuras y me chorrea por el cuello. Los ojos se me llenan de estrellas y de puntitos de luz mientras me inclino violentamente hacia adelante, derramando más bebida sobre mis vaqueros nuevos.
Pongo la copa sobre la barra y agito las manos desesperadamente, los carrillos llenos de líquido. Miro a ambos lados y me doy cuenta de que una pareja de desconocidos me observan con mucha sorpresa. Lo que no veo son servilletas, ni ningún sitio donde escupir.
Enfoco la copa casi vacía frente a mí con el alcohol raspándome en la lengua. La mujer dos taburetes a mi derecha sigue sin quitarme los ojos de encima y puede que todas mis intenciones estén escritas en mi cara, porque se tapa la boca con una mano y un sofoco y le cuchichea algo a su cita, que arruga la nariz en mi dirección.
Mierda. Mierda. Mierda. Malditos pijos. Maldito todo. Y maldito asco.
Cierro los ojos con fuerza y trago de golpe. Me arden los ojos, y la garganta, y la lengua, y clavo las uñas en la barra para no caerme hacia atrás del impacto mientras cojo aire por la boca con un sonido de ahogamiento. Ahora hay mucha, mucha más gente mirando.
El barista se me acerca cautelosamente con un par de servilletas y una mirada atemorizada. No tengo aire ni voz para darle las gracias así que le reconozco el gesto con una sacudida de cabeza con los ojos desorbitados. El hombre retrocede despacio y procede a atender a los otros clientes sin terminar de darme la espalda.
Todavía respirando fuerte, me saco la frambuesa del bolsillo trasero de los pantalones con un zarpazo.
Un email. Por supuesto.
Yo que había tenido un día perfectamente tranquilo y sin intrusiones.
De: Christian Grey
Fecha: 1 de junio de 2011 21:40 EST
Para: Urtica Dioica
Asunto: Compañeros de cena
Sí, he cenado con la señora Robinson. No es más que una vieja amiga, Urtica, y no le gustará saber que la llamas así.
Estoy deseando volver a verte. Te echo de menos.
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
—¿Y cómo se supone que quieres que la llame? —le siseo al cacharro, los ojos entrecerrados y los labios fruncidos.
Vas listo si pretendes que me aprenda su nombre. Además, el mío es más representativo.
De: Urtica Dioica
Fecha: 1 de junio de 2011 21:42 EST
Para: Christian Grey
Asunto: INDESEABLES compañeros de cena
Esa no es solo una vieja amiga.
¿Ha encontrado ya otro adolescente del que abusar? ¿O todavía no y por eso es que ha cenado contigo? O.
Pulso la tecla de envío justo cuando vuelve mi madre.
—Ortiga, qué roja estás. ¿Qué ha pasado?
Que ¿qué ha pasado? Que ¿QUÉ HA PASADO?
Niego con la cabeza, los dientes apretados.
—Nada —consigo pronunciar a duras penas—. Vamos a tomarnos otra copa.
Y esta vez es posible que sí que me la beba.
Frunce el ceño, pero alza la vista, llama a uno de los camareros y le señala nuestras copas. Él asiente con la cabeza. Mientras ella hace esto, la BlackBerry vuelve a vibrar en mi mano bajo la barra.
De: Christian Grey
Fecha: 1 de junio de 2011 21:45 EST
Para: Urtica Dioica
Asunto: Cuidado…
No me apetece hablar de esto por e-mail.
¿Cuántos Cosmopolitan te vas a tirar encima?
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Dios mío, está aquí.
