Hola buenos días, espero estén muy bien. Les recuerdo que la historia NO ES PARA MENORES DE EDAD, así que por favor te pido que si no tienes más de 21 te pido respetuosamente por favor dejes de leer.
A TRAVÉS DE MIS OJOS
XLV
CANDY
La mañana había amanecido menos fresca que las anteriores. Desde que había llegado Anthony poco a poco el calor había ido en aumento y los días se iban haciendo más largos, sin embargo pasarlos a su lado a pesar de la tranquilidad de los paisajes eran demasiado cortos para mí, que deseaba que la noche nunca llegara para que no nos separara.
Entre los preparativos de nuestra boda, el cuidado de la tía abuela, la rehabilitación y las ocupaciones de Anthony en los negocios familiares, nos quedaba poco tiempo para compartir completamente a solas, sin embargo las mañanas habían sido las elegidas para pasarlas uno al lado del otro, disfrutando nuestra compañía, a veces en silencio, disfrutando solo nuestra presencia, por ello deseaba tanto que llegara el día de nuestra boda, para así poder estar juntos día y noche, quería dormir en sus brazos y despertar abrazada a él, disfrutar la noche como disfrutaba las mañanas, solo con él.
Había llegado el día que me llevaría al hogar de Ponny y me sentía un poco estresada por dejar a la tía abuela al cuidado de Dorothy, ya que Josephine se había ido a Chicago junto a Albert y a pesar de visitarnos seguido tenían varias semanas que no lo habían hecho.
-Tranquila Candy, estaré bien. – Me dijo una vez más, podía ver en mis ojos la preocupación que reflejaban por dejarla según yo sola.
-¿Está segura tía abuela? ¿No quiere venir con nosotros? – Pregunté segura de llevarla con nosotros, a pesar de que sabía que el viaje para ella sería demasiado cansado y de que en el hogar no existía ningún lugar tan cómodo para que descansara. Me sonrió con la sonrisa torcida que le había quedado después de haber enfermado.
-Anthony, llévate por favor a esta muchacha sino saldrán muy tarde y tardarán más tiempo en volver. – Dijo para mi sorpresa, dirigiéndose detrás de mí hacia Anthony quien venía a avisarme que ya todo estaba listo para partir.
-Vamos princesa, la tía abuela tiene razón entre más rápido nos vayamos más rápido volverás para acompañarla a dormir. – Me dijo abrazándome por la cintura con ternura. Aquel acercamiento erizó mi piel de manera repentina, mientras mis mejillas se sentían arder por aquel contacto que no esperaba hiciera frente a la tía abuela. Ella sonrió con dulzura por el cariño con el que Anthony me trataba. Me parecía imposible el cambio tan radical que había tenido conmigo después de su enfermedad, lo que me hacía preguntarme una y mil veces qué era lo que había propiciado aquel cambio, ya que era inevitable que yo olvidara que aquella mañana que había ocurrido su colapso ella me había echado de la mansión de Chicago.
-Está bien. – Dije ya más convencida, ya que como cada noche me gustaba acompañarla a dormir y leerle un poco. - ¿Cuidarás bien de ella verdad Dorothy? – Pregunté por no sé qué tantas veces lo había hecho ya. Dorothy sonrió por mi pregunta.
-Tranquila Candy, la tía abuela está en buenas manos. - Me dijo con una sonrisa y yo asentí para después despedirme de ella con un beso en la frente. Anthony hizo lo mismo y ella nos dedicó su bendición para que nos protegiera en el camino.
El camino hacia la mansión de las rosas poco a poco fue quedando atrás y la ansiedad que había tenido por dejar a la tía abuela se iba disipando.
Anthony me había convencido de que todo estaría bien y esa afirmación que él me hacía me había hecho comprender que era verdad, Dorothy era una excelente persona, comprometida con su trabajo y a pesar de todo tenía cariño y respeto por la dama que un día la había llevado a la mansión de las rosas para que cuidara de mí.
-¡Ya estamos cerca! – Anuncié emocionada para que Anthony se diera cuenta que no faltaba mucho para llegar al lugar que me había visto crecer.
-Es hermoso. – Dijo Anthony al ver los paisajes que rodeaban el valle donde se había construido el hogar de Ponny.
A lo lejos podía ver la colina que se levantaba y en lo más alto el padre árbol parecía que me saludaba con sus grandes ramas que se mecían por el viento como si con ellas quisiera darme la bienvenida.
-¡Aquel es el padre árbol! - Le decía emocionada, recordando que un día le había hablado de él.
-Es más grande de lo que me imaginé. – Dijo Anthony poniendo atención al camino mientras observaba al mismo tiempo las viejas ramas cubiertas de nuevas hojas.
Me levanté de mi lugar para apreciar desde aquel ángulo y Anthony disminuyó aún más la velocidad, ya que desde que habíamos entrado al sendero que nos llevaba al hogar había comenzado a reducir la velocidad para poder apreciar el panorama.
Mi pecho comenzó a ensancharse de alegría al volver a visitar aquellos lugares que tenía tiempo de no visitar. La emoción comenzó a estrecharse dentro de mí y las ansias de que tanto la señorita Ponny como la hermana María conocieran por fin a mi príncipe se hicieron presentes en mi cuerpo.
Anthony por fin estacionó el automóvil afuera de la cerca que ahora delimitaba la propiedad del orfanato.
-Hemos llegado. – Dije totalmente feliz de haber llegado a nuestro destino. Mi corazón latía con fuerza y ni el calor que comenzaba a cubrir el día era incapaz de mitigar mi emoción. - ¡Ven Anthony, quiero que conozcas a mis madres! – Dije emocionada, sin caer en cuenta que todo estaba muy tranquilo a pesar de que no era tan temprano. Anthony me sonrió disfrutando la emoción que yo tenía y que me era imposible de ocultar.
El sonido de las campanas hizo que me detuviera al comprender que era hora de la misa dominical. Detuve mi paso y giré mi rostro para ver la pequeña capilla que estaba al lado izquierdo de la oficina del hogar.
-Es hora de la misa. – Dije a Anthony para que comprendiera el motivo por el cual lucía todo tan desierto.
-Vamos. - Me dijo tomando mi mano, para comenzar a caminar hasta la entrada de la capilla. El sol entraba por uno de los vitrales de la ventana y pegaba directo en el altar, haciendo que la vista fuera aún más hermosa de como yo la recordaba.
Estuvimos detrás de las butacas, nos habíamos perdido entre las personas que una vez al mes asistían para ver la posibilidad de adoptar a un niño, mientras el mismo padre que había oficiado las misas cuando yo era niña continuaba dando su sermón frente a todos.
-¿Qué sucede Candy? – Me preguntó Anthony con la voz apenas audible.
-Es la misa mensual. – Respondí para aclarar su duda. – Un domingo de cada mes se oficia una misa para ver si alguno de los niños encuentra un nuevo hogar. – Expliqué verdaderamente emocionada, rogando porque algunos de los niños que vivían aquí encontraran un lugar seguro y lleno de amor para vivir. Anthony sonrió al ver en mis ojos la ansiedad que sentía por ver mi deseo cumplido una vez más. Había pasado años rogando porque uno a uno de los niños que ahí vivíamos encontrara un hogar por lo menos seguro para ellos. –Jamás pedí que me adoptaran a mí. – Expliqué una vez más a Anthony, quien me miró conmovido.
-¿Nunca deseaste tener una familia? – Preguntó pareciéndole imposible que algo así sucediera.
-Deseaba tener un papá y una mamá. – Dije con nostalgia, removiendo en mi interior aquel deseo de niña huérfana que había guardado en lo más profundo de mi corazón. – Pero no quería dejar a Annie sola. – Confesé recordando lo que pasaba por mi mente aquellos años. Anthony me escuchaba con atención. – Deseaba que nos adoptaran juntas a las dos. – Continué sin poder evitar recordar el día que habían decidido adoptar a Annie.- Hubiera dado todo por continuar creciendo al lado de Annie. – Dije segura de ello. Anthony me abrazó por los hombros y me recargué en su hombro.
-Ella y tú siguen siendo muy unidas a pesar de que la vida las llevó un tiempo por caminos separados. – Dijo intentado reanimar mi estado de ánimo. Sonreí una vez más al ver el rostro tan bello de mi prometido.
-Las cosas debían ser así para que tú y yo nos conociéramos. – Dije segura de que así debía ser, porque tal vez solo tal vez si yo al igual que Annie hubiera sido una Britter tal vez nuestros caminos jamás se hubiesen encontrado.
-No es bueno vivir en el pasado Candy, hay que mirar hacia delante, vivir el presente y construir nuestro futuro juntos pecosa. – Me dijo besando mi frente con ternura.
-¡Candy! - Escuché de pronto, no había puesto atención a que la celebración de la misa había terminado, me había centrado en mis recuerdos y en Anthony, que pronto había terminado y tenía a la hermana María frente a mí, seguida de la señorita Ponny quien se dirigía hacia las parejas que estaban esperando a ser atendidas. - ¿Cuándo llegaste? – Me preguntó terminando de sacarnos de la plática que manteníamos entre nosotros.
-Vamos llegando. – Dije para que no me retara por haber estado distraída a la celebración y recordara mi mala costumbre.
-Esperen un momento. – Dijo dirigiéndose hacia la señorita Ponny, quien había sido detenida por unas parejas que al parecer estaban realmente decididas a adoptar a un niño.
Anthony y yo caminamos hasta la salida y mientras ellas comenzaban con la plática entre los adultos, los niños comenzaron a salir de la capilla de manera desordenada.
-¡Vamos! – Decían sintiéndose libres después de haber pasado una hora entre rezos y cantos religiosos. - ¡Hay que trepar hasta la punta del árbol! – Dijo uno de ellos, quien se notaba era el nuevo líder de los más pequeños. Me recordó a mí de inmediato ya que siempre me dedicaba a alborotar a todos los que no habíamos sido elegidos para ser adoptados.
-¡Un momento! – Dije ante el asombro de todos e incluso del mismo Anthony.
-¿Qué sucede? – Preguntó el líder de los demás niños.
-¡Candy! – Dijeron uno que otro que me había reconocido, a los cuales podía reconocer que al igual que yo llevaban años viviendo aquí y seguían sin ser adoptados, sentí mi corazón doler al pensar que podrían correr la misma suerte que yo tuve y a pesar de que ahora no me arrepentía de ello, era duro para mí pensar que ellos podrían sufrir el tipo de humillaciones que yo sufrí con los Leagan.
-¿Quieren ser adoptados? – Pregunté con las manos en mi cintura mientras Anthony estaba a mi lado mirándome con una mirada de orgullo.
-¡S! – Gritaron la mayoría de ellos.
-Entonces es necesario que sigan portándose bien para que los adultos vean que son unos buenos niños. – Les dije acercándose a ellos.
-Está bien Candy. – Dijeron todos los que esperaban obtener a una pareja buena que los quisiera como parte de su familia.
Caminé con Anthony hasta la cima de la colina y desde ahí pude observar como los pequeños me habían obedecido y con paciencia esperaban sentados, jugando de manera tranquila, evitando ser demasiado ruidosos y bruscos con sus juegos, todos hasta el pequeño líder que se veía era muy inquieto estaba sin hacer mucho ruido. Observé a la señorita Ponny desde lejos al igual que la hermana María, ambas con sus manos unidas rogando por un milagro aquella mañana.
-¿Crees que se llevaran a alguno? – Pregunté impaciente.
-Estoy seguro que así será. – Respondió Anthony observando a las parejas que estaban ahí.
-¿Cómo lo sabes? – Pregunté sin saber cómo estaba tan seguro de ello.
-Mira. – Me dijo señalando con la mirada a una pareja no tan joven que miraba precisamente al niño que se vislumbraba como el líder de las travesuras. – Esa pareja a pesar de ya no estar tan joven tiene interés en el pequeño del sombrero. Pude ver que efectivamente aquella pareja se había acercado a platicar con él.
-Espero sean buenas personas. – Dije ansiosa por que así fuera.
-No te preocupes, es fácil saber que han venido por un hijo. – Dijo seguro que así era. Lo miré una vez más esperando que me explicara su teoría. – Ellos han venido personalmente para ver a los niños, no han enviado a nadie en su lugar, se ve que son personas acomodadas y fácilmente pudieron enviar a un mozo a hacer su trabajo, sin embargo se han tomado la molestia de venir a verlos a todos. – Dijo razonando lo que había visto.
-Creo que tienes razón. – Dije recordando que cuando habían venido los Britter ambos habían venido en persona, en cambio cuando me adoptaron los Leagan habían enviado al chofer para hacer el trámite, ninguno de ellos había tenido la delicadeza de venir en persona. Aquello me debió de haber avisado que solo querían a una sirvienta y no a una hija, sin embargo las ganas de ser adoptada aunado a la dificultad que pasaban mis madres para sostenerme, habían hecho que yo no pensara en nada más.
Poco a poco el hogar fue quedando sin los visitantes y pude ver que la señorita Pony me esperaba frente a la entrada junto a la hermana María.
-Creo que te están esperando. – Dijo Anthony, tomando mi mano para acompañarme junto a ellas.
-¡Candy es bueno verte! – Dijo la señorita Pony realmente emocionada. – No esperé que llegaras precisamente hoy. – Dijo apenada por no haber puesto atención en mi visita.
-No se preocupe señorita Pony, yo no recordé que día del mes era. – Dije apenada por haber olvidado aquella especie de celebración mensual que se hacía en el hogar. - ¿Han adoptado a alguno? – Pregunté impaciente por saber, sin embargo la mirada de mis dos madres estaban puestas en la sonrisa de mi hermoso caballero.
-¿No nos vas a presentar a tan guapo caballero? – Preguntó la señorita Pony un poco sonrojada. Hasta ese momento reparé en mi descuido y sentí pena por no haber presentado a mi prometido.
-¡Lo siento! – Dije con la vergüenza en mi rostro. Anthony comenzó a reír y extendió su mano para ser él mismo el que se presentara ante ellas.
-Es un verdadero gusto y placer, conocer a las madres de mi Dulce Candy. – Dijo con sus tiernas palabras, mientras como el caballero que era besaba con delicadeza el dorso de cada una de ellas, quienes miraban sorprendidas los modales de Anthony y a la vez me veían a mí con una sonrisa tan radiante que adivinaba ya sabían por dónde iba aquella presentación. – Mi nombre es Anthony Brower. – Anunció Anthony con verdadera elegancia, mientras les sonreía con verdadera ilusión por haberlas conocido.
-¡Parece un príncipe! – Decían las niñas que se habían mantenido al margen mientras habían estado las parejas presentes, sin embargo al quedarse a solas con nuestras madres habían decidido expresar sus pensamientos en voz alta. - ¿¡Es tu novio Candy!? – Preguntó una de ellas mientras se acercaba a él para verlo más de cerca. Anthony les sonreía a cada una de ellas y pronto estaba en cuclillas saludando a cada una de ellas igual como lo había hecho con mis madres, pronto había una fila de niñas frente a él esperando que les besara el dorso de su mano.
La ternura que provocó en mi pecho fue infinita. No pude dejar de imaginarme lo tierno que se vería cuidando a nuestros hijos. Aquellos pensamientos inundaron mi mente una vez más, había notado que los últimos meses era un pensamiento que comúnmente acudía a mí. Me quedé perdida en su presencia, mientras él continuaba con su presentación a cada una de las pequeñas.
ANTHONY
El estar en el lugar en el que Candy había crecido, me hizo extrañar profundamente a mi madre. La recordé caminar a mi lado mientras yo correteaba alrededor de ella justo como los pequeños corrían alrededor de Candy mientras yo continuaba sentado junto a las dos mujeres tan amables que la habían criado de niña.
-Es hermosa ¿Verdad? – Preguntó la señorita Ponny en un momento que yo me había perdido en la imagen de mi prometida.
-La más hermosa de todas… – Dije sin percatarme que había dejado hablando a la hermana María, quien contaba de las travesuras que mi pecosa hacía cuando era una tierna niña. – Lo siento… - Dije una vez que comprendí lo que sucedía. Volteé a verlas a ambas y pude observar que me veían un tanto divertidas por mi descuido.
-No se preocupe joven Brower. – Dijo la hermana María disculpando mi descuido. – Nos alegra ser testigos del amor que tiene por nuestra pequeña Candy. – Dijo con una sonrisa sincera, feliz porque yo no podía ocultar el amor que tenía por ella.
-Candy es la joven con la cual quiero pasar el resto de mis días. – Dije ya sin poder aguantar más el motivo de nuestra visita al hogar. Ambas damas me miraron un poco sorprendidas por la manera en la que yo les avisaba de mis intenciones.
-Pude ver que Candy lleva una sortija de compromiso. – Dijo la señorita Ponny con una sonrisa. Mis ojos se abrieron sorprendidos, sin embargo agradecía su audacia para observar y no tener que explicar todo desde un principio a pesar de que Candy se había encargado momentos antes de contar lo sucedido desde el día de nuestro reencuentro.
-Efectivamente. – Respondí enfocado una vez más en ellas, pero a pesar de ello podía escuchar la risa de fondo que liberaba mi princesa, risa que me alegraba en el alma volver a escuchar con aquella alegría que la caracterizaba. – Candy aceptó ser mi esposa. – Dije con una sonrisa que no podía ocultar con facilidad. Ambas mujeres me observaron con una mirada conmovida, pude apreciar las lágrimas que deseaban brotar de sus ojos, mientras enfocaban la figura alegre de mí prometida. – Ese es el otro motivo de nuestra visita el día de hoy. – Ambas regresaron su mirada hacía mí.
-¿Uno de los motivos? – Preguntó la hermana María atenta a lo que yo tenía que decirles. Yo asentí con una sonrisa para rectificar lo que había dicho.
-El primer motivo de todos es cumplir la promesa que había hecho a Candy el día que nos separamos por primera vez. – Dije recordando el día de la cacería, la plática que habíamos tenido en la colina a la cual la había llevado, donde me había confesado una vez más los sentimientos que tenía por mí. Suspiré enamorado al recordar que aquella tarde ella me había proclamado a mí como su verdadero príncipe. – El segundo es para comunicarles mi intención de casarme con ella obteniendo su permiso. – Dije sin ocultar en ningún momento mis intenciones.
-Me alegra saber que Candy por fin ha alcanzado su felicidad. – Dijo la señorita Ponny buscando con la mirada a mi pecosa. – Candy es una jovencita muy especial, fuerte y optimista, sin embargo le ha tocado superar duras pruebas a lo largo de su vida. – Dijo con un poco de nostalgia al recordar todo lo que Candy había tenido que vivir a su corta edad. – Ya es hora de que la vida la recompense con todo lo que ella merece. – Dijo mirándome a mí mientras tomaba mis manos para dar su consentimiento a nuestra unión. – Hágala feliz joven, ella se lo merece más que nadie. – Dijo dejando caer una lágrima de la emoción que la embargaba.
-Todos nuestros niños son muy amados desde el primer día que llegan al hogar. – Dijo la hermana María, igual de emocionada que la señorita Ponny. – Sin embargo, cuando cada uno toma su camino difícilmente vuelve a venir a visitarnos, incluso a la mayoría jamás los volvemos a ver. – Dijo una vez más con nostalgia. – Pero tenemos que confesar que Candy… Candy es especial, joven Brower. – Dijo con la emoción a flor de piel, evidenciando que el amor que ellas profesaban por Candy era más grande que cualquiera de los niños que hubieran vivido en ese lugar.
-Candy siempre vuelve a este lugar a pesar de todo. – Dijo la señorita Ponny estando de acuerdo con la religiosa. – Este es su hogar y me alegra que usted se haya dado cuenta de ello y sobre todo me alegra que le haya permitido volver para compartir con nosotras su felicidad. – Dijo agradeciéndome con un gran abrazo que me tomó de sorpresa, sin embargo lo correspondí con la misma sinceridad con la que ella me lo obsequiaba.
-Candy es lo más importante para mí. – Dije sincero. – Y les prometo que haré todo lo que esté a mi alcance por verla siempre sonreír y ser feliz. – Agregué sin dejar de abrazarla con la misma fuerza con la que ella me abrazaba.
-Sé que así será. – Dijo una vez que me soltó de su abrazo, limpiando después una de las lágrimas que continuaban recorriendo sus mejillas.
-¿Y cuál es el otro motivo? – Preguntó la hermana María, quien nos sacó de nuestra pequeña plática para regresarme al siguiente motivo por el cual habíamos ido a visitarlas.
-Pronto será el cumpleaños de Candy. – Dije recordando que la fecha que yo mismo le había regalado años atrás como su nuevo cumpleaños estaba por celebrarse. Ellas me miraron con una tierna sonrisa.
-Es verdad, pronto será el cumpleaños de Candy. – Dijo la señorita Ponny con una gran sonrisa.
-Me gustaría que ese día pudieran acompañarnos para darle una linda sorpresa. – Dije ilusionado por que aceptaran mi invitación. La hermana María volteó a ver a los niños, adivinando cual era la preocupación de ambas mujeres.
-No se preocupe por los niños, también pueden venir. – Dije seguro que para mí no sería ningún problema si aquellos pequeños sorprendían igualmente a mi pecosa. – Puedo enviar a gente de mi entera confianza para que los traslade hasta Lakewood. – Dije una vez más ofreciendo de manera amable mi ayuda para que pudieran decidirse antes de que Candy se diera cuenta de mis intenciones. – Me gustaría que me ayudaran a sorprender a Candy ese día. – Dije de nuevo para convencerlas al ver que tenían un poco de indecisión por aceptar.
-Muy bien joven. – Dijo la señorita Ponny una vez que había intercambiado miradas con la hermana María. Sonreí realmente agradecido por la colaboración que habían estado dispuestas a hacer para sorprender a mi pecosa.
-¿Qué tenemos que hacer? – Preguntó la hermana María amablemente para ofrecer su ayuda en la preparación de la celebración.
-Solo con su presencia será suficiente. – Dije seguro de que yo estaría dispuesto a organizar lo necesario con tal de ver a mi princesa sonreír una vez más.
Me perdí en la imagen de mi novia una vez más, cuando me percaté que caminaba de regreso hasta donde estábamos. Sonreí pensando que habíamos terminado de hablar justo a tiempo.
-¡Me siento agotada! – Dijo con entusiasmo a pesar del cansancio que decía sentía.
-Siéntate a mi lado. – Le dije para que se acomodara en la banca que ocupaba frente a sus madres. Ella sonrió con ternura y la ayudé a sentarse junto a mí.
-¿Qué sucede? – Preguntó Candy un poco intranquila al ver que las dos buenas mujeres la veían con los ojos a punto de las lágrimas. Sonreí al ver que para ellas era difícil ocultar los planes que yo tenía.
-Nada Candy. – Respondió la hermana María sin poder evitar que las lágrimas se siguieran acumulando en sus ojos.
-Lo que sucede es que el joven Brower nos acaba de decir que están comprometidos. – Dijo la señorita Ponny un tanto nerviosa, sin embargo al mencionar nuestro compromiso la mirada de Candy se dilató, sus ojos brillaron con intensidad y una linda sonrisa apareció adornando su rostro. Candy me miró con ternura y tomó mi mano agradecida.
-Hemos decidido hacerlo dentro de unos cuantos meses. – Dijo anunciando los planes que teníamos.
-¿Ya tienen fecha? – Preguntó la hermana María mirándonos un poco contrariada.
-Quería esperar a que llegaras para decirles juntos. – Dije sin dejar de sonreír. Candy me agradeció con la mirada y tomó mi mano para ponerla encima de la mesa.
-Después de que Anthony llegó de Nueva York, nos dimos cuenta de lo difícil que había sido para los dos estar separados. – Confesó con timidez. – Así que decidimos que dentro de seis meses sería la boda. – Dijo un tanto tímida al revelar el tiempo que nos quedaba para organizar todo a tiempo.
-¿Seis meses? ¡Eso es muy poco tiempo! - Dijo la hermana María intentando controlar su sorpresa.
-Eso fue hace un mes… - Dijo mi pequeña un tanto insegura.
-¡Válgame Dios! – Dijo la señorita Ponny levantándose de su lugar para caminar de un lado para otro. – Lo bueno que no seremos las encargadas de organizar toda la recepción. – Dijo un poco intranquila sin embargo detuvo sus pasos para voltear a vernos a ambos. Se perdió en nuestra imagen y de pronto sonrió con un profundo amor, un amor que solo una verdadera madre era capaz de sentir por uno de sus hijos y eso era Candy para ella… una verdadera hija. – Sé que serán muy felices juntos. – Dijo uniendo sus manos como en una oración. – Los dos merecen ser felices por fin. – Agregó limpiándose las lágrimas que salían de sus ojos sin poderlas detener. La hermana María se levantó de su lugar y la abrazó para asentir estando de acuerdo con las palabras que había dicho la mayor.
La tarde pasó rápidamente y a pesar de que nos resistíamos a regresar a la mansión, Candy fue la primera en advertir que debía ir a acompañar a la tía abuela a la cama.
-Es hora de irnos. – Dijo un tanto melancólica por su partida. - ¡Pero prometo que pronto volveremos! - Dijo con la misma alegría que ella buscaba en su interior cada vez que se sentía embargada por la tristeza. - ¿Verdad amor? – Me preguntó para rectificar que así sería.
-Lo que tú digas mi amor. – Dije seguro de que cumpliría sus deseos en el momento que ella lo pidiera. – Yo estoy dispuesto a regresar cuando tú quieras. – Dije con una sonrisa, ella me correspondió para después abrazar a ambas mujeres y después a los pequeños.
Avanzamos hasta el automóvil mientras los niños comenzaban a correr detrás de nosotros para acompañarnos en el sendero que nos llevaba de regreso. Una vez que salimos de aquel sencillo camino y los pequeños se quedaban detrás pude acelerar la velocidad a la que íbamos.
-¡Hasta pronto! – Decía Candy meciendo su mano para despedirse de las caritas que sonrientes la despedían esperando volverla a ver.
Candy se acomodó una vez más a mi lado y se aferró a mi brazo con fuerza.
-¿Sucede algo pecosa? – Pregunté al sentirla un poco conmovida con nuestra partida. Ella negó sin decir nada. - ¿Segura? – Pegunté al ver que no era cierto que no sucedía nada.
-Siempre me siento triste cuando parto del hogar de Ponny. – Confesó suspirando. Sonreí por la ternura con la que se refería a su hogar.
-No te preocupes princesa, te prometo que yo mismo te traeré las veces que quieras venir a verlos. – Dije refiriéndome a sus madres y a los niños que eran para ella sus hermanos menores.
-Muchas gracias Anthony. – Dijo con una sonrisa, recargándose en mi hombro mientras yo intentaba poner atención en el camino.
-No… gracias a ti por traerme a este bello lugar. – Dije realmente agradecido por haber compartido la maravillosa experiencia que habíamos vivido aquel día.
Llegamos a Lakewood aún con luz, el camino de regreso se nos había hecho mucho más rápido que el de ida. Estacioné el auto para ayudar a mi prometida a bajar y ella tomó mi mano para dejarse guiar por mí.
-¿Crees que la tía abuela siga despierta? – Preguntó un tanto preocupada porque no fuese así.
-Creo que sí, aún es temprano. – Aseguré para que no se sintiera de nuevo culpable por haberla dejado este día.
Momentos después, pudimos darnos cuenta que había mucho movimiento en el interior de la mansión, se observaba que los empleados caminaban de un lado a otro. Candy me miró un tanto confundida, ya que ninguno de los dos esperábamos la visita de alguien de la familia. Tocamos el timbre y de inmediato el mayordomo salió a nuestro encuentro con una sonrisa en los labios.
-Joven Brower, señorita Candy, alguien ha venido a verlos. – Dijo permitiéndonos el paso al interior de la mansión, dejando ver que la persona que nos buscaba era nada más y nada menos que mi padre, quien se encargaba de dar órdenes para que los empleados ayudaran con la gran cantidad de equipaje que él portaba.
-¡Padre! – Dije aún sorprendido por su llegada, no esperaba que llegara ese día, ni mucho menos que se hubiera tardado tanto en el regreso.
-¡Anthony! ¡Candy! – Habló con entusiasmo, por un momento me pareció verlo rejuvenecido, mucho mejor que cuando lo vi por primera vez en el puerto de Nueva York. - ¡Qué bueno que llegaron! – Dijo emocionado, evidenciando que había preguntado por nosotros momentos antes.
-¿Vas llegando? – Pregunté como si no fuese obvio que acabara de llegar.
-Hace como una hora. – Dijo con tranquilidad, sin embargo para mí seguía siendo incomprensible que todo el equipaje que llevaba siguiera en el salón principal. – No te preocupes, en un momento más todo quedará listo. – Me dijo una vez más al advertir mi confusión con todo lo que había traído consigo.
-¿Para qué son tantas cosas, padre? – Pregunté un tanto confundido. No comprendía porqué había llegado con tantas maletas si él siempre había viajado ligero.
-¿Cómo que para qué tantas cosas? – Preguntó un poco desconcertado por mi pregunta. - ¡Para la boda! – Dijo con verdadero entusiasmo. Yo sonreí por su forma de anunciar que estaba igual de feliz que nosotros por saber de nuestra unión. – Estas cajas hay que ponerlas en el cuarto de Candy y estas otras en el cuarto de mi hijo. – Dijo una vez que habíamos llegado podía indicar que llevaran a nuestras habitaciones la gran cantidad de equipaje que había llevado consigo.
-¿Qué hay en todas esas cajas? – Preguntó Candy también sorprendida como yo. Mi padre le sonrió con ternura ante la pregunta de mi prometida. Se acercó a ella y la abrazó con ternura.
-En esas cajas se encuentra todo lo necesario para tú boda Candy… - Dijo mirándola como la hija que nunca tuvo. – Ahí se encuentra tú vestido, accesorios, en fin todo lo que una mujer podría necesitar para el día más importante de su vida. – Dijo con orgullo, seguro de que había cumplido con el encargo que yo le había pedido, sin embargo debía reconocer que había traído muchas más cosas de las que yo le había encargado.
-Pero es demasiado. – Dijo Candy abrumada con todo lo que veía llevarían a su habitación.
-Te aseguro que solo es lo necesario. – Agregó mi padre, seguro que así era. – Es más el embalaje que le han dado los muchachos en el barco lo que hace que parezca mucho. – Dijo con tranquilidad, estriando su espalda en señal de cansancio.
-Creo que sería bueno que descansaras un momento antes de la cena. – Le dije para acompañarlo a su habitación.
-Yo iré con la tía abuela. – Dijo Candy con una sonrisa, despidiéndose con un fuerte abrazo de mi padre y de un beso tímido de mí. Sonreí por la manera en la que se había despedido de mí, víctima de la pena que sentía al estar frente a mi padre. – Con permiso señor Brower. – Dijo antes de retirarse.
Mis ojos viajaron por su silueta hasta que pronto se perdió en el pasillo superior que llevaba a las habitaciones, mi padre me miraba un tanto divertido y yo distraído no me percataba de ello.
-Me alegra que estén juntos de nuevo. – Dijo mientras me abrazaba sobre los hombros.
-Soy muy feliz papá. – Le confesé una vez más. No podía esconder los sentimientos que tenía por Candy y no tenía intención de hacerlo, me sentía más feliz que nunca y quería compartirlo con él.
-No tienes que decirlo hijo, puedo ver que los dos están muy felices por estar juntos nuevamente. – Dijo con una sonrisa radiante.
-Me gustaría compartir esta dicha que tengo con mi madre. – Dije realmente melancólico por recordar que no estaba a mi lado.
-Te aseguro que ella desde donde está, está igual o más feliz que yo hijo. – Me dijo con una sonrisa sincera, seguro de que mi madre nos observaba desde algún lugar.
Caminamos hasta la habitación que había sido de mis padres alguna vez, en la cual pude observar que también había bastante equipaje.
-Veo que no solo has traído cosas para la boda. – Dije descubriendo que mi padre había llevado más cosas de las que habíamos visto en el salón.
-Te confieso que he decidido regresar a Lakewood. – Dijo con un poco de melancolía, demostrando que ese lugar igual que para mí era su hogar. – Muchos años pasé evitándolo porque representaba puro dolor en mi vida. – Dijo confesando lo que sentía por este lugar. – Sin embargo me he dado cuenta que ya estoy listo para vivir entre mis recuerdos. – Dijo mirando cada rincón de la habitación, una habitación que tenía aún vivo el recuerdo de mi madre. Todo estaba como lo había dejado cuando aún vivía, sus fotografías, sus objetos personales y podía adivinar que hasta su ropa seguía en el armario que permanecía cerrado con llave.
-Me alegra que estés de vuelta padre. – Dije con verdadero gusto de tenerlo ahí, como muchas veces lo había deseado de niño.
-Regresé por ti hijo. – Dijo sincero, demostrándome que el amor que me tenía era el que le había dado el valor para regresar. – Cuando pensé habías muerto este lugar se convirtió en una condena para mí. No podía regresar y solo el tenerte a mi lado lo ha hecho posible. – Dijo abrazándome mientras lanzaba un largo suspiro.
-Gracias por regresar, padre. – Le dije correspondiendo a su abrazo con la misma intensidad.
Salí de la habitación de mi padre en busca de Candy, sabía que ella quería estar al lado de la tía abuela antes de que se durmiera y para mi buena suerte ella salía de la habitación de la abuela al mismo tiempo que yo salía de la mi padre. Nuestras miradas se encontraron y yo caminé de inmediato hacia ella, quien me esperaba con las mejillas totalmente sonrojadas.
-¿Sucede algo princesa? – Pregunté al verla enrojecer ante mi presencia. Ella negó con una sonrisa.
-Creo que son muchas cosas las que trajo tu padre. – Dijo un tanto abrumada con el encargo que yo había hecho. Sonreí por la expresión tierna de su rostro. Besé la punta de su nariz antes de responder.
-Mi padre solo trajo lo que yo le encargué para nuestra boda. – Dije excusándolo un poco, ya que sabía que si bien había traído el ajuar de novia que yo le había pedido, también se había excedido un poco con todo lo demás. – Creo que al igual que nosotros él está muy feliz por nuestra unión. – Dije una vez más. Candy sonrió con ternura.
-Tienes razón, él se ve muy feliz de que por fin estaremos juntos para siempre. – Me dijo totalmente ilusionada, haciendo que mi corazón se detuviera por unos momentos emocionado por el futuro que nos esperaba juntos.
-Me muero porque ese día llegue por fin pecosa. – Le dije acercándome a ella de manera lenta y provocativa, deseaba tenerla junto a mí día y noche y evitar así separarnos.
-Yo también… - Me respondió un tanto nerviosa por mi atrevimiento, mirando hacia todos lados para cerciorarse que no había nadie alrededor.
Yo hice lo mismo y ya que nos cercioramos que solo nuestra presencia reinaba en aquel largo pasillo, me acerqué más a ella rodeándola con mi brazo por la cintura para atraerla a mi boca, que la esperaba ansiosa, necesitada de volver a sentir sus labios sobre los míos, que se sentían secos por la lejanía.
La besé con tranquilidad, con ternura, buscando unir nuestros labios en un beso profundo, uno que poco a poco se iba intensificando mientras ella se atrevía a acariciar mis cabellos y yo despejaba su rostro de sus rizos que jugaban cerca del mío. Mis labios se abrieron para abarcar su boca y ella entreabrió los labios para recibirme, fundiendo nuestras leguas en una caricia atrevida que encendía nuestra pasión una vez más, pasión que cada vez estaba despertando con mayor brío e ímpetu en nuestros cuerpos.
Podía sentir como los folículos de mi piel reaccionaban erizándose de manera instantánea al sentir las delicadas manos de Candy acariciando mis cabellos, mientras sentía como mi boca se perdía entre la de ella, saboreando su sabor.
-Te amo pecosa. – Le dije con una voz apenas audible, como si yo mismo buscara no ser escuchado. – Te necesito a mi lado… - Le confesé atrevido la necesidad que tenía en mi cuerpo por tenerla a mi lado. Ansiaba despertar con ella, ansiaba dormir a su lado, acariciar su cuerpo, beber de ella, aspirar de ella. Los ojos de Candy se abrieron con sorpresa ante mis palabras. - ¿Sucede algo? – Pregunté una vez más seguro de que había algo en los pensamientos de Candy, algo que yo creía no se atrevía a confesarme y que yo deseaba fuera también la necesidad de estar a mi lado. Miré sus ojos y había una mezcla de timidez y pasión en su mirada.
-No es nada… - Dijo desviando su mirada. Tomé su mentón y con delicadeza hice que me mirara. Ella regresó su mirada hacía mí y sonrió una vez más con timidez. – Es solo… un sueño… - Dijo sin dejar de demostrarme que estaba totalmente avergonzada.
-¿Un sueño? – Pregunté confundido, no sabía a qué sueño se refería.
-Un sueño que tuve la noche que regresaste a Lakewood. – Dijo sin poder evitar sentirse apenada, podía verlo en su mirada, lo sentía en su lenguaje corporal que buscaba ocultarse entre mis brazos. Sonreí comprendiendo que tal vez era un sueño demasiado íntimo para revelarlo ante mí.
-No te preocupes… también yo he tenido sueños… - Dije sin aclarar qué tipo de sueños había tenido con ella, sin embargo creía adivinar que era el mismo tipo de sueños que yo había tenido y que ese era el motivo de su pena.
-¿De verdad? – Preguntó un tanto sorprendida. Asentí con una sonrisa.
-Es normal cuando además de amor hay una atracción física entre una pareja de enamorados. – Dije intentando tranquilizar un poco la culpa que parecía tenía por haber tenido un sueño tan íntimo entre nosotros. Candy seguía sonrojada al pensar yo que recordaba lo que había soñado. Sonreí al verla sonrojar. – Te ves muy linda cuando te sonrojas. – Le dije acercándola de nuevo a mi cuerpo. Ella reaccionó con un rubor mucho más intenso que antes. – Pronto estaremos juntos mi amor y nuestros sueños ya no lo serán, serán realidades que compartiremos día y noche en la intimidad de nuestra alcoba. – Le dijo con la ilusión naciente en mi pecho de que así sería, seguro de que nuestras noches serían fantásticas, ansioso por que llegara por fin el día en el que nos uniríamos por siempre en matrimonio.
Continuará…
Hola hermosas, sé que para ustedes la historia se ha vuelto eterna y monótona, y no las culpo. No es la primera que escribo tan larga, pero sí es la primera con más capítulos, no pensé cuando la escribí que llegaría a ser tan larga, sin embargo decidí no editarla y llevarla hasta el final.
TeamColombia. Hola hermosas, siento mucho que sigan con la espera. Como saben la historia la escribí desde hace tiempo y créanme que yo también deseo que pronto termine para retirarme de esto tal vez un tiempo. Les mando un fuerte abrazo a todas ustedes.
lemh2001. Hola amiga! fíjate que la relación que describo entre los rubios para mí se vuelve mágica y cuando comienzo a escrbir sobre ellos mis manos vuelan y se van más allá de lo que las personas esperan, es por ello que relatar los dos puntos de vista ante la misma situación ha llevado a que la historia se vuelva para algunas interminable, me alegra que tú seas una de las que disfruta la continuación y te agradezco infinitamente continuar leyendo, sé que lo harás hasta el final y que al igual que lo estás haciendo con LAZOS DE AMOR seguirás comentando en cada capítulo que falta. La tía abuela ya esta delirando y no recuerda que los Leagan le estaban preparando el camino al cementerio, a ver si Albert se apiada de ella y de los Leagan, pero creo que no lo hará jejeje. Muchas gracias por leer hermosa, te mando un fuerte abrazo.
Mayely León. Hola hermosa, me alegra que hayas tenido un tiempo para ti y me alegra más que hayas decidido pasarlo leyendo el capítulo. Muchas gracias por comentar, te mando un fuerte abrazo.
Rose1404. Hola hermosa! Quiero decirte que tengas calma, falta muy poco para la llegada de tu hermoso bebé Anthony (si es que no llegó ya) puede ser en cualquier momento, él decidirá cuando está listo por nacer. Muchas gracias por seguir al pendiente de la historia, espero que cuando llegue tu bebé aún tengas tiempo de terminar de leerla y si no es así te aseguro que tendré tiempo para esperar tus comentarios. Te mando un fuerte abrazo hermosa, cuídate mucho y cuida mucho a tu bebito.
María José M. Hola hermosa! muchas gracias por respetar las parejas que armé aunque no sean todas de tú agrado jejeje, sé que es difícil tener a todas contentas y también es comprensible las palabras de hastío y fastidio que me puedan dedicar y yo siempre he dicho que no importa que las puedo tolerar, solo que tal vez llegaron en un momento de mi vida que no estoy tan bien como antes y mi ánimo varía. Sé que no es culpa de nadie, pero tampoco es culpa mías las situaciones que cada una esté pasando.
Quiero agradecerte porque pensé en editar la historia, pensé en quitarle muchas de los acontecimientos de los personajes e irme directo al penúltimo capítulo o hacer de todos tres más y finalizar la historia, pero cuando leí que muchas veces hemos esperado años para el término de una historia, tanto así que muchas veces ni recordamos el inicio decidí continuarla tal y como la escribí, ya que fue escrita en un momento crucial de mi vida, en un momento que me enviaba al final de un camino y tal vez ese es el llamado que estaba recibiendo para dejar de publicar, no sé puede ser y no quiero terminarlo con una historia incompleta y mal hecha. Muchas gracias por hacerme ver lo que realmente importa. Te mando un fuerte abrazo y me encanta que te guste la historia. Te mando un fuerte abrazo amiga.
Julie-Andley-00. Hola hermoas, ¿Cómo estás? Espero que muy bien, no recibí tu comentario de este capítulo, quiero presumir que fue la página que no lo publicó porque sé que siempre te tomas el tiempo de leer. Te mando un fuerte abrazo.
Muchas gracias a todas las personas que están al pendiente de la historia, espero que tengas la paciencia de llegar hasta el final. Te mando un fuerte abrazo hasta ese pequeño rincón que elijas para leer. Dios te bendiga.
GeoMtzR
27/11/2022.
