Capítulo 15
Demelza se despertó al escuchar un ruido extraño. Al principio no abrió los ojos, escondida bajo las mantas, se quedó un momento escuchando la lluvia caer contra la ventana de su habitación. Todavía no estaba acostumbrada a los sonidos de su nuevo departamento, y la tormenta era fuerte, más que cualquier otra en los últimos dos meses desde que se había mudado a su nuevo piso. Bajo las sábanas, estiró con pereza su cuerpo, los músculos le ardían, especialmente los de las piernas. Luego escuchó otro ruido proveniente de otro lado, pero definitivamente desde dentro de su departamento y fue entonces que abrió los ojos.
De repente lo recordó todo. El día anterior y la despedida del equipo, a Ross acompañándola a su tráiler. Llevó los dedos a su cuello, a la delicada cadenita que colgaba de su él. Lo recordó a Ross de pie en la puerta, su mirada recorriendo sus piernas. Se acordó de sus besos, del sillón, del sexo… ¡Judas! Con un solo movimiento se destapó y bajó los pies de la cama. De reojo se vio en el espejo de pie que estaba en una esquina. Su reflejo la mostraba en su pijama de seda negro y rosa, el short corto, la camisa que le había parecido sexy la noche anterior ahora le daba algo de vergüenza. Sus cabellos eran una masa deforme, o con forma de nido de pájaros. Cuando salió al pasillo volvió a oír otro ruido y una maldición por lo bajo. En puntas de pie se metió corriendo al baño.
"¿Estás despierta?" – la voz de Ross se escuchó desde la cocina. Judas, todavía estaba allí. Claro que ya lo sabía, era él o un bandido se había metido a su casa. Pero aun así, su voz le dio escalofríos. Se había acostado con Ross, habían hecho el amor en el sillón y luego durmieron toda la noche juntos. ¡Ahhh!
"¡Sí!" – respondió en dirección a la puerta y se volvió para verse en el espejo con una gran sonrisa que no podía contener. Había dormido con Ross, y había sido increíble.
"¿Acaso no tienes una pava eléctrica?" – lo escuchó preguntar, esta vez más cerca.
"No, lo siento. No he tenido tiempo de comprar electrodomésticos todavía. Hay un jarro sobre la mesada para hervir agua en la cocina."
"Sí, ya lo vi. Ya me quemé con él también…" – murmuró. – "Tomas té, ¿verdad?"
La voz de Ross ya se escuchaba del otro lado de la puerta.
"Uhmm… sí. Gracias."
"Apúrate, las tostadas ya están casi listas."
¿Tostadas? ¿Cómo había hecho tostadas?
No tenía tiempo para bañarse. Las misteriosas tostadas ya estaban casi listas y su apetecible aroma llegaba hasta donde ella estaba. Demelza se refregó la cara y se cepilló el cabello con prisa, sujetándolo con una hebilla en un rodete sobre su cabeza. Se lavó los dientes, hizo sus necesidades todo lo más de prisa que pudo, pues no se quería perder un momento de la presencia de Ross en su departamento. No podía creer que hubiera dormido toda la noche, desperdiciando la oportunidad de despertarse y verlo dormir a su lado. Judas, ¡Judas! ¿Qué iba a suceder ahora? No inmediatamente, es decir, cuando saliera del baño iban a desayunar y luego él seguramente se iría, pero ¿qué hay de después de eso? Dios, Demelza. No hagas una historia de esto, solo fue una noche, se dijo. Una despedida, nada más.
Después de una última mirada en el espejo, se cubrió con una bata que por fortuna había estado colgada en el baño y salió al pasillo. Cuando entró a la cocina Ross estaba de espaldas a ella, controlando algo que se cocinaba en una hornalla. Tenía puesta su remera blanca, la misma que había volado por los aires la noche anterior y que ella le había urgido que se quitara, y sus calzoncillos y medias. Nada más. Su cabello también era una masa negra de rulos enredados, pero a diferencia de a ella, a él se lo veía increíblemente guapo.
"Buen día." – no lo hizo a propósito, pero el saludo salió como un ronroneo. Ross se dio vuelta para mirarla, sin dejar de sujetar lo que creía era su espumadera dentro de la ollita que estaba en el fuego. Frunció los labios para ocultar una sonrisa que por un instante hizo que sus rodillas temblaran. ¿Qué debía hacer ella? ¿Acercarse y darle un beso? Ganas no le faltaban. Especialmente cuando él bajó su mirada, como queriendo ver o recordar su cuerpo bajo el algodón que ahora lo ocultaba. Pero su rostro se volvió hacia lo que fuera que cocinaba, y cuando volvió a mirarla ya no lo hizo con esos ojos lujuriosos, si no con los de su amigo de hace años.
"Vives como una cavernícola, ¿lo sabías?" – Bromeó. Y estaba bien. Porque ella estaba acostumbrada a su amigo Ross. A su mordacidad. – "No tienes pava eléctrica, no tienes cafetera, ni una tostadora…"
"Te dije que me acabo de mudar." – Le recordó ella, hablando como si lo de la noche anterior no hubiera ocurrido. Como si fuera completamente normal que Ross amaneciera en su departamento y se pusiera a preparar el desayuno. – "Compartía el departamento anterior con un par de chicas, y nada era mío. Y no he tenido tiempo de comprar electrodomésticos todavía. Pensaba hacerlo ahora que voy a tener algunos días libres."
"Una pava difícilmente sea un electrodoméstico, y puedes comprarla online."
"¿Y quién la recibirá si no estoy aquí?" – le respondió desafiante. Él rio entre dientes.
"Siéntate, esto casi está listo." – Le dijo señalando la isla de la cocina, porque tampoco había tenido tiempo de comprar una mesa o sillas.
"¿Qué estás haciendo? ¿Y cómo hiciste tostadas?"
Ross le señaló el horno y ella alzó las cejas, impresionada. En las semanas que llevaba allí aún no lo había encendido.
"Aquí estoy haciendo huevos caldeados." – dijo mientras los sacaba con cuidado del agua con la espumadera. – "Y tocino."
"¡¿De dónde sacaste el tocino?!"
"Había un paquete en el fondo de tu heladera." Mmm… se preguntaba como habría llegado allí.
Con mucha destreza, como quien ya lo ha hecho muchas veces antes, Ross sacó la bandeja del horno con los panes y el tocino y acomodó todo en dos platos junto a los huevos que colocó frente a ella además del té, la crema y la mermelada. Todo se veía delicioso y se le hizo agua la boca.
"Un desayuno inglés." – Dijo al sentarse junto a ella.
"Mmm... si es inglés ¿adónde están los frijoles?"
"¿Quieres comer frijoles a esta hora?" - le preguntó mientras untaba una tostada con crema.
"Noup, no me gustan. Pero dijiste que era un desayuno inglés... El tocino es más americano que inglés, ¿no crees?"
"Tenemos cerdos también aquí." – comentó él, apoyando la tostada con crema y mermelada a su lado y comenzando a untar otra para él. Demelza observó su plato y luego levantó sus ojos. Era extraño estar desayunando con Ross en su cocina, así como si nada. - "Y además, no tenías salchichas en tu heladera."
"Todavía me preguntó cómo llegó allí el tocino. Ross, esto se ve delicioso, no tenías porqué molestarte." - dijo luego de dar un mordisco a su tostada y de beber un sorbo de té.
"Creí que necesitarías recuperar energías."
Demelza casi se atraganta mientras Ross se reía de ella.
"Pero de verdad necesitas equipar tu cocina."
"¡Hey! No eres mi esposo en la vida real, y ya no lo eres más en la pantalla tampoco. Así que no puedes decir que es lo que necesito y que no. Me las estoy arreglando perfectamente bien con mi jarrito." - le respondió en broma.
"Estamos en el siglo veintiuno, no en una serie de época. Además, mira lo que me hizo tu bendito jarro." - Ross le mostró la parte inferior de su muñeca, donde tenía una clara línea colorada de cuando tocó el borde del jarro con agua hirviendo sin querer.
"Difícilmente sea culpa del jarro. A ver..." - dijo ella, tomando su mano en las suyas e inspeccionando la pequeña herida, si es que se le podía llamar así. Bajo la mirada atenta de Ross, acercó su mano a su rostro y juntando coraje apoyó sus labios sobre su piel, como quien besa la herida de un niño. - "Ahí. Ya está mejor."
Ross se quedó en silencio por un momento, solo observándola. ¿Acaso se había sobrepasado? ¿Una amiga no haría eso? Pero luego él dijo:
"Lástima que no me haya quemado en otra parte."
Y ella soltó un "¡Judas!" y ambos se echaron a reír.
Mientras ella lavaba los platos, tazas y cubiertos que habían utilizado, Ross se dio un baño. Cuando salió de nuevo a la cocina lo hizo completamente vestido.
"Cuando usas el agua caliente acá no sale agua caliente en la ducha."
"¡Oh, Ross! Mierda, lo siento. No me di cuenta, no lo sabía."
"Eso asumí, cómo hace poco que vives aquí. Por eso te lo digo, no te preocupes."
Era un día gris y la lluvia no se había detenido, pero no se escuchaba tanto en el cuarto piso de un bloque de departamentos. Le gustaba su nuevo piso, le gustaba que fuera sólo de ella. Todavía le costaba creer que hubiera ganado lo suficiente para comprarlo. Aunque fuera la protagonista de una serie, aún había tenido que ahorrar cada penique y quería disfrutar de él. Ahora que tenía algo de tiempo se dedicaría a arreglarlo y decorarlo. Quería invitar a sus amigos cuando estuviera listo, y a sus hermanos. Tal vez incluso a su padre. Ross había sido su primer invitado y, bueno, sería algo difícil de superar. Tenía la idea de invitar a todo el cast y al equipo para ver el primer episodio la última temporada de 'Detrás de la Colina' cuando se estrenara. Ojalá Ross quisiera venir, aunque no se hubiera ido todavía. Aún estaba allí, en su cocina, los dos sin saber muy bien que decirse. Era algo embarazoso, porque él seguro que quería irse. Habían pasado la noche juntos después de tres años de haber sido compañeros, quizás amigos, habían desayunado entre risas y ahora él se había bañado, cambiado y no quedaba más que se fuera con un "Hablamos" o "Te llamo luego" y todo quedaría así entre ellos. Seguirían siendo amigos, y esa única noche existiría como un lindo recuerdo entre ellos, ella estaba bien con eso. No que no quisiera... ya saben. Él le gustaba. Le gustaba mucho. Pero era Ross, ella sabía cómo era. Había visto fotos en las revistas. Incluso había visto a alguna chica dando vueltas con él cuando filmaban en locación, pero nunca una novia formal. Al menos no en el tiempo que ella lo conocía... ¿Pero que estaba pensando? ¿Quién dijo algo de novia?
"Me hubieras dicho, podría haber dejado esto para lavar después. Así que..." - ¿Espero que hayas disfrutado de la noche? - "Gracias por el desayuno. Digno de un hotel cuatro estrellas."
"Cinco estrellas."
"No, cuatro. Le faltaron algunos detalles."
Ross curvó los labios en una sonrisa.
"El hospedaje estuvo muy bien también. Cuatro estrellas, definitivamente."
"¡Judas!"
"O quizás tres. Después de todo la sala parece un campo de batalla, me quemé al tener que preparar el desayuno y me tuve que bañar con agua fría."
"Oh, ya cállate."
"Todo lo demás estuvo increíble." - añadió sin dejar de sonreír. - "Así que..."
Así que adiós, supuso ella. Secándose las manos con un repasador para acompañarlo a la puerta.
"Así que... ¿qué planes tienes para hoy? No creo que deje de llover en todo el día."
O tal vez...
"Creo que me quedaré ordenando la sala. Ya quiero que dejen de criticarme por ella. Armaré el mueble y acomodaré los libros y mis cosas."
"Mmmm... ¿Necesitas a alguien que te ayude?"
Ross se terminó quedando todo el día en su departamento. Lo primero que hicieron por la mañana fue armar un mueble que Demelza había comprado con la ilusión de armarlo ella misma. En su imaginación, se había visto con un overol de jean, una bandana sujetando su cabello y un martillo en la mano, toda una carpintera. Pero en la realidad, armar un gran modular con biblioteca y lugar para la TV que ocupaba gran parte de la pared del living resultó mucho más difícil de lo que esperaba, y dio las gracias de haber tenido ayuda. Sí se había puesto su enterito de jean al menos. La mirada de Ross cuando salió de la habitación cambiada no le había pasado desapercibida, aunque no sabía bien si se reía de ella o le resultaba atractiva.
En cambio, ella no tenía dudas. Si tan solo sus fans pudieran verlo haciendo trabajo manual. Estaba medio tentada de sacarle una foto y subirla a Instagram o tal vez filmar un video mientras martillaba las piezas.
"Uhmmm… ¿Estás seguro de que esa es la forma correcta?"
"Es mi forma, no sé si es la correcta."
Tal vez debía prestar más atención en lo que hacía y menos en lo atractivo que se veía.
Al mediodía había dejado de llover y aprovecharon para tomarse un descanso y almorzar. Pidieron delivery de comida china. Ross se manchó la remera con salsa de soja, y ella se había tentado de risa. Todo el día había sido divertido, habían puesto música y en los momentos de silencio tarareaban las canciones que sonaban. Pero la mayor parte del tiempo conversaban de esto y aquello. De la serie que había terminado, por supuesto. Demelza le preguntó cuál había sido su episodio favorito. Él había respondido que no había visto ninguno, que no le gustaba verse en la pantalla. Tan típico de él. Ella le dijo que su favorito era el ante último de la segunda temporada, el que él había dirigido. Ross pensó que se estaba burlando.
"¡Es cierto! Es uno de los más, si no el más, triste. Hiciste un gran trabajo. ¿De verdad no habías dirigido antes?"
"No, esa fue la primera vez."
"Pues lo hiciste muy bien. Ojalá vuelvas a hacerlo. Y me contrates cuando lo hagas."
Él había reído.
"No sé si el episodio, pero mi escena favorita es cuando Edward y Amelia se casan." – había dicho después de un momento. – "Toda esa secuencia. Lo encuentro muy honorable de su parte desafiar a la sociedad de esa forma por amor."
"¿Él estaba enamorado de ella entonces?"
"Creo que él se enamoró de ella desde el primer momento en que la vio, solo que no lo sabía… A ver, alcánzame esos clavos, ¿quieres?"
Demelza miraba de la imagen de las instrucciones al mueble armado en su living y de vuelta al folleto con la cabeza media torcida. Habían sobrado un par de tablas, estantes que ella podía distinguir claramente donde iban pero que no quería mencionar porque eso implicaría desarmar toda una parte para colocarlos. Y no quería ser desagradecida.
"Quedó bien, ¿verdad?"
"S-sí. ¿Y qué hay de esas?" – preguntó señalando las maderas.
"Son de repuesto."
"Ah."
"¿Por qué no compraste un mueble ya hecho? Los que hacen entregas lo pueden subir hasta aquí ¿sabes?"
"Lo sé, pero pensé que sería divertido armarlo yo misma."
"¿Y fue divertido?"
Ella no había podido evitar sonreír. Pues sí que lo había disfrutado bastante.
"Algo."
Ross había soltado una de esas carcajadas que hacen eco en toda la habitación. Se había sorprendido cuando se ofreció a ayudarla, le había dicho que no tenía planes tampoco, que pensaba dormir todo el día después de haber terminado de grabar. Así que ella intentó relajarse y no darle tanta importancia. Estaba acostumbrada a pasar tiempo con él así, como amigos. Ninguno de los dos había mencionado lo que ocurrió entre ellos la noche anterior, no más que en algún comentario indirecto, así que ella continuó como si nada, solo admirándolo en silencio.
"¿Qué es lo que miras?" – le preguntó cuando caía la tarde. La había pescado mientras lo contemplaba sacando sus libros de una caja, cuando se agachaba la remera se le levantaba dejando a la vista la piel de su espalda.
"Oh, nada." – Demelza sintió arder sus mejillas y se apresuró a tomar unos libros y ubicarlos en la parte de arriba de la estantería. Cuando se dio vuelta vio en el reflejo de una de las puertitas del mueble como él la miraba también, de arriba abajo.
"¿Y tú que miras?" – preguntó ella a su vez. Cuando se giró de nuevo hacia él la sonrisa que tenía en sus labios hizo que temblaran sus rodillas de nuevo.
"¿Leíste la saga completa?" – preguntó, en vez de responder su pregunta. A Demelza le encantaba leer, perderse en las historias e investigaba mucho también como parte de su trabajo. Descubrieron que tenían gustos bastantes similares, y hablaron un buen rato de sus autores y libros favoritos. Él le dijo que le prestaría uno que leyó últimamente que le había encantado y ella le dijo que tomara el que quisiera de su biblioteca también.
El tiempo paso volando. Cuando se dio cuenta, su estómago hacía ruido de hambre y peor, Bailando con las Estrellas estaba pronto a comenzar. Eran las semifinales, no se lo quería perder.
"Pediré algo para cenar, yo puedo terminar con esto mañana." – dijo de repente. Y otra vez apareció la duda ¿Qué haría él ahora? ¿Se iría a su casa?
Lo vio vacilar por un instante sin saber muy bien que hacer y ella se mordió el labio inferior. No pensaría que lo estaba echando ¿verdad? Porque esa no era para nada su intención.
"¿Quieres quedarte? Es lo menos que puedo ofrecerte luego de todo lo que hiciste hoy." – Demelza se maldijo por dentro, eso no había sonado muy bien.
"¿A cenar o…?" – casi se derrite al escuchar su sugestiva voz.
"Si tú quieres…"
Ross pretendió pensarlo por un momento. "Sí, a ambas."
Su corazón había dado un brinco. Y para ocultar su sonrisa Demelza fue a la cocina y volvió con el folleto de la casa de comidas que colocó en su mano.
"Ten, elige lo que quieras, yo invito."
"No eres de cocinar mucho, ¿verdad?"
"No mucho, pero sí que puedo hacerlo. ¿Te estas quejando de nuevo de la atención de esta casa?"
Ross levantó una ceja y bajó la vista hacia el menú de la casa de comidas. – "Supongo que puedes agradecerme luego." – susurró. No vio cuando Demelza se acercó a él, sólo cuando ella tocó su brazo levantó su rostro justo en el momento en que ella se ponía de puntillas y estiraba sus labios para rozar los suyos.
"Esto es solo un adelanto."
Mientras esperaban el delivery, Ross ubicó y conectó la televisión en su lugar en el mueble nuevo. Comieron sentados uno junto al otro en el sillón, Ross burlándose de su fanatismo por Bailando con las Estrellas.
"Es un gran programa."
"Pfff… es un programa para actores en decadencia."
"¡No es así! Hay músicos también. Y presentadores, deportistas…"
"Todos incapaces de conseguir un trabajo en su rubro."
"Es un desafío, imagínate exponerte así. Aprender a bailar de esa forma y después tener que hacerlo frente a todo el mundo."
Ross la había mirado sobre su hombro, sí que era cínico. Su brazo estaba estirado sobre el respaldo del sillón detrás de su cabeza.
"¡Oh, es verdad! Tú eres bailarín. ¡Tú podrías ganar esto!"
"Por favor…"
Demelza levantó los hombros. – "O eso dices que eres. En realidad, nunca te vi bailar."
"Bailamos en la serie."
"Eso apenas era un baile, solo unos pasos y unas vueltas nada más. Eso es bailar." – dijo apuntando a la televisión donde una pareja bailaba al ritmo de Staying Alive, era noche de música de películas.
"Era bailarín. Y sí, podría ganar esa competencia con los ojos cerrados."
"Ahora no te creo, tendrás que probarlo."
Se quedaron en silencio mirando la devolución del jurado. Demelza esperaba no haber herido su orgullo, pero seguro sabía que estaba bromeando. Aunque era cierto, nunca lo había visto bailar. Entonces apareció la nueva pareja, y anunciaron que canción iban a bailar.
Ross se levantó de un salto, y se apresuró a tomar los platos y vasos y llevarlos a la cocina.
"¿Qué haces?" – preguntó ella desconcertada y aún en el sillón. Cuando Ross regresó tiró de su mano para que se levantara.
"Te mostraré que puedo bailar."
"Estaba bromeando." – dijo mientras él corría a un lado la mesa ratona para hacer espacio y se quitaba las zapatillas. Luego buscó el control remoto para subir el volumen de la TV y se fue a ubicar detrás de ella.
Judas.
"¿Viste la película?"
"S-sí."
"¿Te acuerdas los pasos?"
"¡No!" – exclamó. Pero eso no le sirvió de nada. Lo sintió acercarse más a su espalda y apoyar los dedos de una mano en su cintura. Los cabellos de su nuca parecieron electrizarse al tenerlo tan cerca. ¿De verdad iban a bailar?
Entonces la música empezó a sonar. Era 'I Had the Time of my Life', de la película Baile Caliente. Ross levantó uno de sus brazos sobre su cabeza y comenzó a recorrerlo con sus dedos. Ella dio vuelta la cabeza para observarlo, sus ojos encontrándose por un momento, él besó su nariz, tal como en la película. Dios… ¿Cómo seguía la coreografía?
"Solo sígueme a mí." – murmuró en su oreja, y un segundo después la tomó de la mano y comenzó a darle vueltas. Ella dio un gritito y otra vuelta más. Ross movía sus pies con destreza y ritmo y después de la sorpresa inicial intentó seguirlo, recordar los pasos, pero era imposible. No podía dejar de reírse cada vez que la hacía girar.
"Mueve tu cabeza." – Le indicó. Ah sí, se acordaba de eso. Levantó los brazos y sacudió su cabello haciéndose para atrás mientras él la sostenía de la parte baja de su espalda. Luego otra vuelta más, y más risas. Ross sonreía también, movía sus pies con una agilidad admirable, se sabía la coreografía a la perfección. Tomándola de una mano y haciéndola girar, luego de la otra llevándola hacia el otro lado. En un momento la levantó, y ella estaba preparada. La hizo girar en el aire y luego se volvió a acercar meneando su pelvis contra ella. Judas, el calor. Después se alejó, dejándola parada en medio de su sala entre su sillón y cajas a medio ordenar. Bailó frente a ella, para ella, y Demelza no creía haber visto un hombre más sexy que él en toda su vida. Ni siquiera en películas. Entonces llegó el momento, Ross se alejó un poco más y le hizo señas.
"¿Qué?"
"Sabes que, vamos. Salta."
"¿Estás loco?"
"No es Dirty Dancing si no saltas."
Ella lo dudó, lo miró a él y luego al techo, estaba lo suficientemente alto. Oh, que demonios, pensó. Y corrió hacia él. Cuando estuvo lo suficientemente cerca Ross la tomó por la cintura y la levantó como si no pesara nada. Pero ella estaba algo asustada y no se atrevió a moverse.
"Estira tus brazos y las piernas." – la alentó desde abajo. Demelza se sujetó de sus hombros y estiró las piernas tras ella en el aire, haciendo equilibrio. Luego soltó una mano, y después la otra. La música terminó y ella estaba en el aire, como volando y con una sensación en el estómago, como si estuviera en una montaña rusa. De golpe Ross la soltó y la atrapó en un mismo movimiento. Ella soltó un grito, y un instante después se encontró mirándolo de frente, sus ojos a la misma altura, su pecho contra el suyo, los pies todavía en el aire.
"¿Puedo bailar o no?" – le preguntó a centímetros de su boca.
"Sí, si puedes." – le respondió ella, los dos estaban sin aliento.
Entonces la besó.
Con timidez al principio, como ella lo había besado unos minutos antes. Pero incrementando la presión en sus labios hasta que con un gemido ella abrió su boca y sus lenguas se encontraron.
Cuando sus pies tocaron el piso, él la tomó de las manos, entrelazando sus dedos. Apretándolos con fuerza, esa misma que la había hecho volar por los aires sin ningún tipo de esfuerzo. Y Demelza sintió algo revolotear dentro de su panza.
Se besaron como dos maniáticos, como si se hubieran estado conteniendo por años. ¿Por qué no la había besado durante el día si la deseaba tanto? Porque la deseaba, estuvo muy segura de eso cuando una de sus manos acarició su cabello y luego bajó a su cuello, atrayéndola más hacia él. Como si quisiera extinguir cada espacio que quedaba entre ellos. Tan cerca que de seguro podría sentir su cuerpo temblar.
En el instante en que se separaron para respirar, Demelza tiró de la mano que aún sujetaba y dio un paso hacia atrás, pero era tan fuerte que no logró moverlo. Ross sacudió la cabeza.
"Está vez llegaremos a la cama." – dijo, la besó rápido en la nariz y volvió a levantarla. La llevó cargando hasta la habitación. Apenas estuvieron dentro sus manos estuvieron sobre ella de nuevo, tironeando de los tiradores de su enterito de jean. Judas, no era la ropa más sexy que podría haber tenido puesta, era ropa de trabajo. Quizás podría pedirle un momento e ir a cambiarse. O no. A él parecía no importarle. Con movimientos frenéticos, ella bajo su cremallera, levantó su remera manchada con salsa y él se la quitó por sobre la cabeza. Tropezaron con la cama, ella se quitó las zapatillas con los pies, la remera, salió del enterito que ya estaba en sus rodillas. Sus manos exploraron su pecho, hundiéndose entre sus vellos y sus músculos firmes y esos brazos que solo la soltaron para quitarle el sostén y las bragas.
Se hundieron desnudos juntos sobre la cama sin arreglar. Él se detuvo un momento sobre ella, la miró con esos ojos que ahora parecían oscuros. Ella se mordió el labio inferior, algo cohibida bajo su mirada. Aún no estaba acostumbrada a ese Ross. Con su amigo podía bromear y pasar todo un día haciendo nada, pero este Ross apasionado, sensual, extraño, la cohibía un poco. Esto es hasta que él le sonrió. Besando ligeramente el labio que ella mordía y moviendo apenas su pelvis contra su cadera. Ella curvó una ceja.
"¿Está es mi recompensa por un largo día de trabajo?" – preguntó. Ella sacudió la cabeza.
"No, Ross. No necesitamos excusas para hacer esto." – fue lo que respondió Demelza.
"No." – estuvo de acuerdo él. – "No necesitamos excusas."
Luego la besó como si no pudiera saciarse de ella, mientras sus ágiles dedos se deslizaban entre sus piernas.
Demelza no pudo contener el gemido y el suspiro que vino a continuación. Murmuró algo, pero ni ella supo que quiso decir. Le parecía estar en el cielo.
Había hecho el amor antes, pero la forma en que él la tocaba era todo lo que siempre había fantaseado. Estaba completamente entregada a él, quería darle su cuerpo, dejar que la tomara porque sabía que él sabía exactamente qué hacer. Confiaba en él ciegamente.
Ross levantó sus caderas mientras la acariciaba. Su boca en su cuello, en su hombro, en sus senos.
A medida que sus sonidos se volvían más fuertes, él gimió también, presionando su cuerpo firme contra el de ella. Su erección caliente y pesada contra su piel. Lo que hacía que se excitara más al sentirlo así por ella. Y no pasó mucho tiempo antes de que se rompiera en mil pedazos en sus manos gimiendo su nombre.
Algo aturdida por el orgasmo, Demelza lo tomó con fuerza por los hombros y tiró de él sobre ella, haciéndolos rodar y calculando mal la distancia al borde de la cama. Ross rodó sobre ella y hacia el otro lado y casi se cae por el borde.
Maldijo por lo bajo, sujetándose para no caer, pero recuperándose rápidamente y acomodándose junto a ella. Ella se echó a reír avergonzada, él riendo también.
"Debo añadir una queja más." – dijo intentando parecer serio mientras estiraba la palma de su mano sobre su estómago y la subía apretándole un seno sin mucha delicadeza.
"¡Judas! Lo siento…" – se disculpó, aunque sus palabras sonaron como un jadeo.
Ross continuó apretando su carne mientras ella retorcía las piernas, apretó los labios cuando su boca se cerró sobre un pezón.
"¿Ross?"
"¿Si, Demelza?"
Ross levantó la mirada de su pecho hacia su rostro cuando ella no respondió.
"Te necesito…" – lo dijo con tal timidez que vio su ojos suavizarse, observarla con tal dulzura que no lo creía posible en un momento como ese.
Lo deseaba tanto que dolía.
"Yo te necesito también." – susurró él mientras tomaba sus muñecas, sujetando sus manos sobre su cabeza y frotando su erección contra sus sensibles labios.
Demelza gimió ruidosamente, arqueándose contra él.
"Condón." – Ross murmuró. – "Déjame buscar uno." Pero ella no lo dejó escapar. Y envolvió sus piernas alrededor de su trasero, negando con la cabeza.
"Estoy tomando la píldora. ¿Tú te cuidas?"
Él asintió. "Siempre." – eso era todo lo que ella necesitaba saber.
Ross se hundió en ella y Demelza creyó estar en otro mundo. En otra galaxia solo con él. Por su cuerpo solo sentía extenderse el placer mientras hacían el amor. Con sus dedos entrelazados sobre su cabeza todo el tiempo, le encantaba todo lo que hacía. Como la tomaba, como se movía dentro de ella suspirando, murmurando palabras dulces en su oído.
Había sido distinto a la noche anterior. Esta vez se sentía más íntimo de alguna manera, más dulce, pero no menos apasionado. Ross soltó sus manos y ella rodeó sus hombros, besó su mandíbula, su cuello.
"Te sientes tan bien." – susurró ella y entonces el ritmo cambió. También sus palabras. Una maldición tras otra se le escaparon como si no las pudiera contener.
"Mierda… Demelza. Te sientes tan caliente…"
Ross empujó más rápido, más duro, más profundo y entonces todo se volvió puro instinto. Ella también se convirtió en un ser carnal, salvaje y ese hombre sabía exactamente cómo saciarla en ese momento. La llevó hasta el borde, y todo el placer de su cuerpo se encrespó hacia adentro y luego estalló en miles de chispas ardientes.
En segundos, él la siguió allí. Gimiendo su nombre mientras se corría dentro de ella. Ross exhaló con fuerza y ella suspiró satisfecha. Tan condenadamente satisfecha como nunca se había sentido antes.
Demelza apretó los brazos más fuerte alrededor suyo, saboreando el momento posterior. Sus pechos estaban resbaladizos por el sudor, pero todavía no quería separarse de él. En cambio, entrelazó sus dedos en su cabello. Besó su mejilla, sus párpados, sus labios.
"Ross Poldark… si tan solo tus fans supieran lo increíble que eres en la cama."
Ross soltó una carcajada, y ella también.
"Sería un buen encabezado." – dijo besando su nariz y rodando de lado junto a ella. – "Tú eres increíble también. Digo, no sólo aquí… en general."
"Creo que no aceptaré el cumplido en estas circunstancias. A los hombres no les circula bien la sangre inmediatamente después."
"¿Hombres? ¿Cuántos hombres tienes?"
"Algunos." – Bromeó ella luego de desenredar las sábanas, cubrirlos a ambos y apoyar la cabeza en el brazo que Ross extendía hacia su lado.
"¿De verdad?"
"No… ¡Por supuesto que no!" – exclamó, empujándolo ligeramente – "¿Qué clase de chica crees que soy?"
Ross se acomodó mejor junto a ella, Demelza levantó la cabeza para poder ver su rostro. Él le dio un rápido beso en sus labios antes de preguntar: "¿Qué hay de ese chico del equipo con el que salías? ¿Cómo era su nombre?"
"¿Quién? ¿Harry?" - ¿Cómo lo sabía? Creía que habían sido muy discretos. Y Harry era parte del elenco, no del equipo. – "¿Cómo lo sabías?"
"Era obvio por la forma en que te miraba y revoloteaba alrededor tuyo… ¿Siguen saliendo?"
"¡No! ¿Acaso crees que estaría aquí contigo si estuviera saliendo con alguien?" – exclamó, medio sentándose en la cama.
"Está bien, esta bien. Solo quería… saber."
Demelza volvió a acostarse, y Ross se acurrucó de nuevo a su lado capturando su pierna con la suya y dando besitos en su cuello.
"Rompimos al final de la temporada pasada." – aclaró, para que no le quedarán dudas. Debería haber preguntado allí, en ese momento si él estaba saliendo con alguien, pero Ross tenía esa capacidad de hacer desaparecer cada pensamiento de su cabeza que el momento pasó y ella no preguntó nada.
"¿Por eso no regresó esta temporada?"
"No, fue porque su personaje murió. Y no es como el personaje de Elizabeth que aparecía en tus sueños… uhmm… ¿Ross…?"
Ross se tomó un momento, hundido como estaba en el hueco de su cuello, haciendo algo allí que hacía que los dedos de sus pies se retorcieran. "...¿Sí?"
"¿Puedo besarte?" – murmuró, él levantó la cabeza para mirarla y una ceja también, ella enredó sus dedos en sus cabellos oscuros y comenzó a masajear su cabeza.
"Puedes hacerme lo que tu quieras." – respondió, volviendo a apoyarse sobre la almohada al mismo tiempo que Demelza se cernía sobre él.
