Prólogo

Kagome Higurashi regresa a su vida normal, pero no hay felicidad en sus ojos. Volver a la época actual lograba sentirse muy nostálgica, aquellos recuerdos empiezan a rondar por su cabeza de esos momentos coleccionaba los fragmentos de la Shikon no tama junto con sus amigos, eran buenos recuerdos.

La perla de Shikon se destruyó—susurraba la azabache con tristeza—, yo volví a mi época, aunque haya terminado los estudios de la secundaria. No me sentía para nada feliz.

Inuyasha—pronunciar su nombre la estremeció—Ya han transcurrido tres años, ¿por qué no has venido por mí? —Kagome muy desconsolada se cuestiona del regreso del híbrido.

—Kagome querida. —era la voz de su madre que se acerca lentamente a ella.

—Mamá... —susurró triste para aferrarse al hombro de su mamá. —Inuyasha no ha regresado desde aquella ocasión que me salvó. —dijo ya brotando lágrimas en todo su rostro.

Entiendo. —la señora comprendía los sentimientos de su hija. La azabache se aparta un poco y ya no quería llorar más, si ya sabía que su destino estaba escrito. Aunque en muchas veces ha ido visitar el pozo para ver si ahí hallaba las respuestas de su corazón roto de no volver a ver a su amado.

Aunque... —vuelve a mirar el pozo y encuentra que había una entrada para la época feudal. —¡Mamá eso es...!—no lograba comprender lo que estaba a punto de hacer.

—Kagome, está bien. —toma de los hombros a su pequeña hija para entregarle una sonrisa y apoyando a la decisión de la azabache.

—Gracias, Mamá—Kagome volvió a llorar de felicidad y abrazó por última vez a su madre para separarse de ella e ir a dirección al pozo para saltar en el agujero gigante.

Voy a volver por ti, Inuyasha. —sonrió en pensar que regresará a la mundo antiguo.

En la época feudal, también ha vuelto a su rutina de siempre. Claro que Inuyasha y el Houshi Miroku luchaban con los demonios que avecinan por las aldeas, eso logra hacer que el híbrido se despejara un poco y no tener esa cara de tristeza por lo ocurrido con Kagome no havuelto a verla.

—Terminamos, Inuyasha—dijo un monje cargando grandes bolsas de arroz para llevarla a su Familia, ya han pasado tres años desde su última batalla contra Naraku junto con sus camaradas y la desaparición de la Shikon no tama por el deseo que obtuvo por la reencarnación de Kikyo. —Me sorprende que hayas terminado con ese Youkai tan rápido. —lo dijo en tono de burla y el híbrida se molestó al instante que deseaba golpearlo pero se contuvo, mejor decide ignorarlo con cierto fastidio en su rostro.

—Oye, Miroku, te has vuelto molesto últimamente. —lo observa con irritación y el monje solo sonríe.

—En realidad no estás con humor de que alguien te haga una broma pequeña.

— ¡Cállate, monje!, es mejor que volvamos. —dijo con algo vergüenza para irse corriendo y el pelinegro no dejo evitar una cálida sonrisa y seguir el rumbo usando sus piernas, a comparación de Inuyasha.

El hanyou era molestado por su mejor amigo en situaciones como estas, en los momentos que están solos dialogando. La verdad es que no le fastidia pero...no siente dentro de él mucha diversión. En lo que llegaba a la aldea dónde se encuentra la anciana Kaede, la pequeña Rin y su amiga Sango con sus hijas, un ambiente tan cálido en el instante que las observa aquella felicidad en sus rostros.

— ¡Inuyasha, llegaste! —miró la castaña de kimono con una sonrisa. Las pequeñas se tiran encima del híbrido. — ¡niñas! —reprendió molesta la ex-exterminadora de Youkai.

—Dejen mis ojeras —susurra un poco irritado.

— ¡Papá llegó! —Dijeron las chiquillas corriendo muy felices para abrazarlo—¡Te has demorado un poco! —protestan inflando los cachetes.

—Lo siento. —sonrió apenado.

—Cariño, volviste—Sango saluda a su esposo y el hombre pelinegro le entrega el mismo gesto a la castaña.

Una presencia se hizo presente entre todos, se trataba del Zorro Youkai que se había ido a entrenar y ha vuelto.

—Regresaste, Shippo—sonrió el monje junto con Sango.

—Sí. Ahora soy clase A. ¡Que emoción! —dijo bastante entusiasta y miró al híbrido que parece tener una cara decaída, se le monta encima de su cabeza para molestarlo. —Ohh Inuyasha, veo no le has contado a nadie—todos se desconciertan de las palabras del Zorrito.

— ¿De qué hablas, enano? —preguntó fastidiado.

—La visita que le das al pozo tres veces al día. —confesó Shippo.

—Eso si es mucho.

—Ya entiendo porque llegabas con ojeras por las mañanas.

Inuyasha-sama extraña mucho a Kagome-sama. —susurra un poco triste la jovencita Rin.

— ¡Cállate! —mandó a volar con una patada al Youkai Zorro y se voltea un poco sonrojado. — ¡¿Qué tiene de malo que vaya al pozo?! —dijo bastante avergonzado para irse molesto con sus amigos.

—No dijimos nada. —suspira aliviado.

Aun así el destino de Kagome estaba escrito para realizar su misión de destruir la joya. Si hay la posibilidad que ella vuelva, las desgracias vendrán. —pensó la anciana un poco insegura si la azabache regrese a esta época feudal.

— ¿Le pasó algo, Kaede-obasan? —la vieja negó con una sonrisa. —Esperemos que Inuyasha-sama logre a ser el mismo, ¿no? —Rin se puso preocupada.

—Si ojala...

El hanyou no podía divertirse como lo hacían sus amigos pero, dentro de él faltaba algo y era su amada Kagome, que a pesar de estos tres años que han transcurrido muy rápido. Inuyasha la extrañaba demasiado. De igual no hace más nada que en pensar en la azabache, sin mencionar que las hijas de sus dos mejores amigos jugaban nuevamente con sus orejas de perro. Le parecía bastante divertido tocarlas, aunque al híbrido peliplata le molestaba.

—Oye, haz algo con tus gemelas. —susurra un poco irritado.

—¡Dejen las orejas! —reprendió el monje a sus pequeñas.

—Lo siento, Inuyasha—sonríe apenada, la ex-cazadora de Youkais.

Un olor reconocible presenció aquel hanyou, de alguna manera sabía quién era.

—Jueguen con el Kitsune, un rato. —Inuyasha toma a las niñas para dejarla con el Zorro haciendo que Shippo se molestará con su amigo hanyou, aunque no había respuesta de él ya se había ido corriendo velozmente.

— ¡Oye Inuyasha...espera!

— ¡Shippo, Juega con nosotras! —decían entusiastas las pequeñas colocando sus manos de las orejas del Kitsune.

Inuyasha no deja de seguir avanzando, porque quería asegurarse de dónde provenía aquella presencia. Fue directo al pozo vacío y encontró que el túnel que había estado cerrado por tres años, volvió abrirse y allí pudo ver a Kagome ya terminando de escalar en el pozo para llegar a esta época. El hanyou no lo pensó dos veces, la toma de la mano para ayudarla a subir completamente.

—Lo siento por llegar tan tarde—sonrió al volver el rostro de su amado.

—Kagome...—los ojos dorados del hanyou se estremecían en mirar a la azabache nuevamente. —Tonta, ¿Por qué tardaste tanto? —dijo ya abrazando a Kagome para ver si eso se trataba de un sueño o no. Aunque la calidez humana que sentía al tenerla entre sus brazos, era real.

—¡Kagome! —se escuchó el gritó de un Kitsune feliz.

— ¡Kagome-chan/Sama! —las voces de la ex-cazadora de demonios y el monje se acercaban para ver que se trataba de su gran amiga que había desaparecido por tres años y volverla a ver nuevamente, son muchas emociones halladas.

— ¡Shippo, Miroku-sama, Sango-chan! —Kagome mira al frente que estaban sus amigos sonríe con una gran alegría. — ¡Yo he vuelto! —ella se sentía una gran emoción en su cara.

Lo que nadie sabía que el regreso de Kagome Higurashi, , va tener consecuencias muy graves. Entre el lugar del pueblo de la isla Hijiri nuevamente un sonido extraño empieza resonar para que la gente se atemorice, unos cuerpos salen en la orilla del mar. La apariencia de la mujer era de una sacerdotisa y la del hombre era de una clase de mercenario que existió en su momento.

— ¿Qué hacemos? ¿Ayudamos a la Miko? —preguntó uno de los aldeanos. Ninguno parecía responder y así que no dudaron en llevarla a la miko agregando un par de ropas femeninas. —De acuerdo. ¿Y el muchacho? —aquel anciano miró las heridas del hombre parecían graves como la de la Miko.

—No creo que debamos, mejor. Ese sujeto parece una mala persona y no es por nada pero, lleva una alabarda con él. —mencionó el otro anciano que no es buena idea ayudar a esa persona que aparentemente es un mercenario.

—Muy bien, entonces. Vayámonos. —concluye el anciano que arrastra a la pelinegra entre su hombro acompañado con otros aldeanos más. —Siento que nuestro pueblo volverá a ser como antes. —miró el cielo que empezaba a iluminarse.

En la aldea de la Anciana Kaede, se encontraban todos muy felices del reencuentro de Kagome Higurashi, ya habían pasado como cuatro días. La azabache se sentía como en su segunda casa.

—Nos da gusto que haya vuelto, Kagome-sama—sonrió el monje.

—A mí también. Pensé que nunca volvería.

—Hiciste que Inuyasha se ponga muy feliz —Sango se juntó a la conversación de su regreso. —Sobre todo, estoy segura lo de ustedes van más en serio—susurra la castaña muy pícara.

— ¡¿EH?! —Kagome sobresaltó al escuchar esas palabras de la mejor amiga suya, y su cara estaba totalmente roja de la vergüenza.

—Todos sabemos que se quieren, ¿no?

—Si así es pero...—murmura apenada. —Inuyasha no me ha propuesto nada. —los amigos de la azabache se sorprendieron. — ¡Ayyy, saben cómo es él! —reprochó sonrojada.

Seguramente. No sabe que es una proposición. —suspiraron Miroku y Sango cayendo una gota detrás de sus sien.

Inuyasha esta vez se encontraba en un arbusto pero, con un rostro de felicidad y poder ver el rostro de su Amada. Dentro de su mente había que lo perturba, una imagen sale de la cabeza del híbrido.

Kikyo.

La mujer que amó en su momento, y pierde la vida en manos del hanyou Naraku, parece en un pequeño trozo de su corazón no podía olvidar a la Miko.

—Inuyasha. —la joven azabache se acercó al peliplata y él se voltea devolviendo una pequeña sonrisa. —Me comentaron el joven Miroku y Sango que te gusta mucho, pasar el tiempo aquí. —dijo observando el sitio muy iluminado.

—S...Si. —susurró el híbrido nervioso.

—Debe ser que este lugar es muy cálido. —Kagome miró con atención el sol que resplandecía.

—Kagome...te he extrañado—el hanyou abrazó con dulzura a la joven pelinegro y ella corresponde de la misma forma.

—Igual yo, Inuyasha. —se aferró un poco más.

Lo que ninguno de los dos sabía, alguien los observa con una tristeza en sus ojos, y no podía acercarse. Mejor se aparta para dirigirse nuevamente a la isla Hijiri.

Un aroma nostálgico lo presencia, el hanyou muy cerca dónde el se encontraba,y Kagome se preocupa por su mirada.

—¿Inuyasha, ocurre algo?—preguntó la joven observando sus ojos de tristeza.

—Nada. —mintió el híbrido con un cierto nervios y hacía para no angustiar a su esposa. — ¿Qué es está sensación? —se cuestionaba en su mente confundido. No estaba seguro pero, era ella. El hanyou necesita investigar por su cuenta para cerciorarse, aunque tenía miedo de la reacción que tuviera su actual mujer. —Kagome, lo siento. Debo irme y ya vuelvo, ¿ok? —murmura Inuyasha separándose del abrazo y se va corriendo con mucha rapidez posible.

— ¡Inuyasha! —gritó la joven miko confundida.

No entiendo nada, ¿por qué Kikyo está con vida? —se preguntó el hanyou aturdido sobre la presencia de la sacerdotisa que una vez amó.

Kagome no podía comprender la acción repentina de su marido, parecía como que tuviera demasiada prisa en algo. No quería dudar del hombre mitad-bestia pero, las acciones extrañas de él daban mucho que pensar.

Se volteaba desesperadamente la cabeza para no seguir con los nervios que la asaltaba y ella decide regresar a la aldea, pero alguien entorpece su camino con una sonrisa insolente.

Kagome se permanece estática lo que sus ojos contemplan al joven de ojos azules con vida, no podía ser cierto.

—B...Bankotsu!—pronunció sorprendida. Ella y sus amigos habían visto como Naraku acabó por completo con su vida. — ¡Tú estabas muerto!