Cuando ingresó a la habitación de la muchacha, no supo cómo reaccionar. Las faldas, coletas, brillos, pantis y blusas se encontraban esparcidos sobre su cama de estilo occidental. Las paredes estaban decoradas con póster de películas de samuráis, yakuzas y de acción bélica.
Lo primero que llamó su atención fue una caja semiabierta decorada con recortes de revistas y joyería de fantasía, no iba a husmear más, por lo que se dirigió al baño que se encontraba a un costado. Al salir, sus ojos se posaron en una fotografía que sobresalía de la caja que había visto con anterioridad, no supo en qué momento empezó a enfurecerse y romper todo a su paso al ver el rostro de la persona menos indicada.
"No era necesario romperlas todas", la voz de la muchacha lo sacó del trance en el que se encontraba, "estas fotos son importantes para mí…"
—¡Cállate!
—¡Yo no tengo la culpa de que te enojes por todo! —gritó recogiendo la última foto del piso—, ¿no vas a decir nada? —preguntó en un intento por mantener la calma.
—¿Te parece que esté arrepentido?
La muchacha se mantuvo en silencio por un momento, no iba a caer en su juego de provocación.
—No puedes… Olvídalo, no creo que me escuches ahora —Senju guardó las fotografías y los pedazos que quedaban de ellas en su armario y entró al cuarto de baño con su pijama.
—¡¿Piensas que voy a ir detrás de una niña?! ¡Las personas como tú solo me provocan..!
—No sé qué intentas lograr diciéndome eso, pero si quieres saber la razón por la cual te traje conmigo, deberías aprender a escuchar a los demás.
—¡¿Por qué debería escuchar a una acosadora de mierda?! —El joven se levantó bruscamente de la cama tirando algunas prendas de la muchacha al piso—. ¡¿Acaso no me escuchaste?!
Senju se sorprendió al ver como Izana entraba al baño, agitando la puerta con violencia, con solo los pantalones puestos, intentó alcanzar su camiseta; pero fue interceptada por el joven que parecía haber perdido el control. Sin mediar palabra alguna, la tomó de los brazos y la arrinconó contra la pared.
—¡¿Te mandó, Mikey?! ¡Responde!
—¿De qué hablas? No lo he visto en años.
—Mientes, eres parte de sus amigos —susurró el joven hablando rápido y con la mirada perdida—, sí, debe ser eso…
—¿Qué demonios te sucede? ¡Primero rompes mis fotos y ahora dices que tengo la culpa de esto!
Izana la soltó murmurando para sí mismo, un leve temblor invadió su cuerpo, movía sus dedos con inquietud llevándolos hasta su cabeza una y otra vez.
—Claro, quieres matarme cuando baje la guardia… Sí, eso debe ser, nadie trae a un completo desconocido a su casa. ¡Debes tener un plan bajo la manga..!
—¡Tú no eres un desconocido!
—¡¡¡Mientes!!!
Senju se paró y agitó a Izana hasta hacer contacto visual con él, al tocarlo sintió que su cuerpo empezaba a enfriarse y llenarse de sudor, preocupada, quiso aliviar la fiebre del muchacho con unos paños húmedos que tenía en su tocador; sin embargo, Izana malinterpretó sus intenciones y la arrastró hacia el piso inmovilizándola por completo.
—¡¡Ves!! ¡Yo tenía razón! —gritó sacudiéndola por los hombros—, no vas a poder matarme ¡Eso tenlo por seguro!
—¡Izana, déjame ir! ¡Solo quiero calmar tu fiebre!
El agarre del muchacho fue disminuyendo, poco a poco, colocó todo su peso en las piernas de la joven, se apoyó en uno de sus brazos y uso el otro para tocar su frente con impaciencia. Senju, que no podía moverse debido a que Izana estaba encima de ella, miró preocupada los gestos de malestar del muchacho que para su mala suerte fue reconociendo con el pasar de los minutos, con la esperanza de poder hacerlo a tiempo, cubrió su rostro con sus manos gritando aterrada.
—¡Espera si vas a hacerlo, hazlo en él..!
El olor a alcohol le disgustaba por encima de todas las cosas. Ni el perfume que Wakasa le había regalado en su cumpleaños compensaba el hedor que emanaba de su cuerpo, miró la silueta de la pequeña botella y sin pensarlo demasiado volvió a presionar el envase para empaparse de su fragancia.
Izana se encontraba acostado en un futón con una camiseta limpia y ancha; en su frente tenía un paño humedecido y una manta que cubría desde su pecho hasta sus pies. Al verlo, Senju recordó lo que había sucedido minutos atrás y se le revolvió el estómago una vez más.
Al día siguiente la muchacha se levantó temprano para prepararse el desayuno y alistarse para ir a la escuela, cuando vio que el futón en donde dormía Izana estaba vacío se paró de inmediato y lo buscó por todo su departamento. El ruido al tirar de la cadena del inodoro dio pistas de que seguía igual que ayer. Senju se dirigió a la cocina buscando un té relajante que pudiera parar el malestar del muchacho, al encontrarlo, lo puso a fuego lento y se encargó de preparar su bento para el día de hoy.
Izana no salió del baño hasta que Senju tuvo que tocar la puerta repetidas veces para poder ducharse y ponerse su uniforme. El pálido rostro, en el que se definían unas grandes ojeras; eran el resultado de meses sumido en el alcohol y cigarrillos.
No iba a negarlo, le daba miedo estar parada frente a él con una simple taza de té.
—E-este té te ayudará a relajarte un poco… —Al ver que el muchacho no le respondía, agregó—: T-también aliviara tu malestar, me funciona muy bien cuando…
Izana se apoyó en la pared, manteniendo una postura débil y algo socarrona.
—Aún tienes esa cicatriz…
—¿Cuál cicatriz?
—Esa que te hiciste por pelear con un perro que te "sobrepasaba en altura".
Senju hizo memoria y recordó parte de lo que le estaba hablando.
—Oh, esa. Pensé que se había borrado, al parecer no fue tan profunda como creía.
—Te lo dije, pero igual lloraste como si se tratase de una herida de gravedad —susurró mientras limpiaba su boca con paños húmedos—. Sabes, ahora que lo pienso, debí gustarte demasiado para que no me delataras esa vez…
—No era necesario, igual fuiste arrestado.
—Eso es cierto, aunque te estoy agradecido por no decir los nombres de los otros, gracias a eso estuve poco tiempo en la correccional.
Senju dejó la taza de té en la mesita de noche y empezó a planchar su uniforme de escuela.
—Ellos se lo merecían…
Izana la rodeó con sus brazos atrayéndola hacia él.
—Por eso te pedí que me hicieras ese favor. —Cierta nostalgia se reflejó en la mirada del joven, que posaba su rostro en uno de los hombros de la menor—. Al final solo nos tenemos el uno para el otro, ¿no, Senju?
