La Gatita de Gabriel

Diario de Snape

10 de enero, 1994:

Con todo el estrés y trabajo de las fiestas, realmente no debería haberme sorprendido que Lily comenzara a sangrar profusamente anoche. A pesar de que había intentado encargarme de la mayor parte de las comidas festivas y todo lo que las acompañaba, mi obstinada esposa insistiría en hacer algunas cosas por sí misma, como comprar los regalos de Navidad y cumpleaños, y hacerme una cena especial de cumpleaños anoche. Fue maravillosa, Lily había aprendido a cocinar de su madre, que era una gran cocinera, pero yo podría haber pasado sin ello de haber sabido lo que seguiría. Pero dicen que la retrospectiva siempre es perfecta.

Lily había cocinado mi comida favorita, bistec teriyaki y verduras salteadas con arroz frito y panecillos de huevo. No me preguntes dónde encontró las recetas, pero la comida fue excelente, y no estoy diciéndolo sólo porque sea mi mujer y podría leer esto algún día. Lo digo honestamente. Incluso Harry, que todavía odia las verduras, comerá el salteado de Lily sin queja. Emplea todos los ingredientes frescos y hace su propia salsa y todo. Compra los panecillos de huevo pero todo lo demás lo hace con sus propias manos. Ha estado haciéndolo durante años y cada año juro que sabe mejor.

Harry hizo la tarta, especiada con jengibre con cobertura de crema de queso. Aunque odio admitirlo, me encanta la cobertura de crema de queso, del tipo casero, batida ligera y esponjosa. Iba perfectamente con el bizcocho especiado. Harry logró de algún modo poner treinta y cuatro velas en la tarta sin que se derrumbara, y Lily, mi madre, Hermione, y Harry, todos me cantaron "Cumpleaños Feliz".

Entonces Harry dijo con una sonrisa burlona, "Wow, Papá, ya terminó tu juventud."

"¡Harry!" Regañó Lily, y le dio un azote.

Él le lanzó una mirada dolida y se frotó el trasero. "Merlín, Mamá, fue sólo una observación. Estás tan quisquillosa estos días."

Ella le frunció el ceño. "Cállate la boca y compórtate, Harry James, y no arruines el cumpleaños de tu padre."

"¡No estaba haciéndolo!" objetó él.

Eileen le puso una mano en el hombro y le susurró algo al oído. Él perdió la mirada malhumorada y Convocó mis regalos a la mesa. "Toma, Papá. Abre tus presentes y entonces podemos tomar el postre."

"No teníais que comprarme nada," protesté, mi respuesta estándar a todo el lío montado por mí.

"Sí, teníamos. Es tu cumpleaños," dijeron todos, que era su respuesta estándar.

Abrí mis regalos. De Harry recibí un diario de cuero sin estrenar. "Porque sé que vas a necesitar uno del modo que estás escribiendo." Era de piel verde de serpiente lisa y brillante. Le di las gracias, sabiendo que lo había comprado con su propio dinero. De Hermione, recibí un juego nuevo de plumas con tintas de tonos joya. Era un regalo muy bueno y le dije que no debería haber gastado tanto dinero.

Ella sólo rio y dijo, "Lo merece, Sr. Snape, por enseñarme todos estos años. Sé que hago demasiadas preguntas."

"Preguntando es como se aprende," dije. "Gracias, Hermione."

"El problema es, Hermione, que quieres saberlo todo," dijo Harry y todos reímos, porque era cierto, nunca había tenido un estudiante que amara tanto el conocimiento como Hermione Granger.

El regalo de Eileen fue una escapada romántica para dos en una casita de las Highlands. "La he reservado para cuatro días durante abril," nos dijo. "Yo cuidaré de los niños y vosotros sólo id y pasadlo bien juntos." Guiñó el ojo a Lily. "Para entonces estarás necesitando un descanso del bebé y también de Harry."

"Eso fue dulce por tu parte, Mamá," dijo Lily.

"Pensaremos en ti cuando estemos allí," añadí pícaramente.

"¡Severus, por el amor de Dios! Esperaría que tuvieras mejores cosas que hacer que acordarte de tu vieja," regañó ella, riendo.

De Lily recibí botas nuevas de piel de dragón. Las botas estaban diseñadas para ser impermeables a accidentes relacionados con pociones, a prueba de agua, de fuego, y tenían pequeños bolsillos para llevar cuchillos delgados y pequeños viales de pociones de tamaño cordial. Las había visto un día en La Zancada del Hechicero, una zapatería que se especializaba en calzado especial y cómodo para todo tipo de profesiones.

"¡Lily!" exclamé. "¡Te dije que no compraras éstas! ¡Cuestan más de cincuenta galeones!"

"¿Y qué? Sólo tienes treinta y cuatro una vez, Sev. Además, eso es por lo que hago horas extra. De modo que pueda derrochar en presentes de cumpleaños para mi amado marido. Lo mereces, cariño." Me besó ligeramente, luego dijo, "Adelante, pruébatelas. Aaron Greymalkin dijo que estaban hechizadas para ajustarse perfectamente a tus pies cuando te las pongas."

Me quité mis viejas botas, que estaban agrietadas y mostrando su edad a pesar del cuidado que me tomaba puliéndolas cada pocos días, y deslicé los pies en las nuevas de piel de dragón. Ajustaban de ensueño, y descubrí que una bota contenía una hoja fina para cortar ingredientes y la otra contenía un pequeño vial de cordial curativo. "¿Venían con esto?" pregunté, levantando el cordial y el cuchillo.

"Greymalkin dijo que incluían algo extra," dijo Lily. Puso el brazo a mi alrededor y Mamá sacó nuestra foto.

Luego comimos tarta y bebimos té y café. Mamá elogió a Harry por su horneado y después se marchó, diciendo que tenía que irse a la cama temprano, tenía que abrir a las siete mañana. Vino el padre de Hermione y la acompañó a casa, ella tenía un torneo de ajedrez y necesitaba descansar bien de noche. Harry limpió la cocina, diciendo que era el resto de su regalo para mí.

Lily se veía bastante pálida, así que sugerí que fuera a acostarse. "¿Te gustaría un poco de mi Tónico especial para Dormir?" pregunté. Últimamente había estado sufriendo dolor en la baja espalda y no podía ponerse cómoda de noche y quedarse dormida. No podía darle un verdadero Filtro para Dormir tan cerca de su momento, así que inventé un tónico herbal que relajaba y aliviaba.

"Por favor," dijo ella, poniéndose una mano en la espalda mientras se levantaba de la silla. "¡Ooh, pero no puedo esperar a que nazca este bebé! Me siento como un hipopótamo de dos toneladas." Caminó despacio hacia las escaleras y se detuvo en el tercer escalón, que yo había encantado para llevarla el resto del camino, de modo que no se esforzara.

Entré con el tónico y un frasco de aceite de lavanda, que le apliqué en las sienes y masajeé en su nuca. "Eso sienta tan bien. Gracias."

"No hay de qué. ¿Cómo te sientes por lo demás?"

"Sólo cansada. Y me duelen los pies, pero, ¿cuándo no lo hacen estos días? Los pies, la espalda, la cabeza. Me siento hinchada como un bebé ballena." Puso mala cara. "Perdona que esté quejándome y gimiendo como un bebé. Había olvidado que estar embarazada es un grano en el culo durante los últimos dos meses."

"Está bien, Lil. Nunca te quejas, así que tienes derecho a quejarte y gemir ahora."

Me senté al borde de la cama y tomé uno de sus esbeltos pies en mi regazo y comencé a masajearlo.

"¡Oh, Dios, Sev! Eso sienta de maravilla." Gimió de placer. "No pares. Sí… ahí… ahh… sabía que había una razón por la que me casé contigo…"

Continué masajeando primero un pie y luego el otro hasta que estuvo floja de placer y adormilada. Entonces arropé las mantas a su alrededor y la besé en la frente. "Duerme bien, mi halcón salvaje."

Puse una mano gentil sobre su abultado abdomen, a veces podía sentir moverse a mi hijo nonato. Sentí algo agitarse debajo de mi mano, y susurré. "Ve a dormir, bebé, tu mamá necesita descansar." Le palmeé el vientre y luego les dejé descansar y fui a desafiar a Harry a una partida de ajedrez.

Después de haber machacado a mi hijo por segunda vez seguida, me instalé frente al fuego para leer un libro. Harry también leía, haciendo predicciones para la próxima Copa Mundial de Quidditch. Tenía una revista de estadísticas que había marcado y rodeado. Lo juro, era hijo de James en lo que concernía al Quidditch. Aunque para ser justo, también le gustaban las pociones.

Debía haberme quedado traspuesto porque lo siguiente que supe fue que Harry estaba sacudiéndome el hombro y gritando, "¡Papá, despierta! ¡Mamá te necesita! Ha ocurrido algo realmente malo."

Me desperté al instante. "¿Harry? ¿Qué pasa?"

"Oí a Mamá llamándote así que fui a ver qué quería y… estaba en el baño, llorando, y la cama… vi sangre en las sábanas cuando pasé…" Harry estaba pálido como un fantasma. "¿Está muriéndose, Papá?"

"No. Quédate aquí. Se pondrá bien," dije enseguida, entonces me levanté y me Aparecí en el dormitorio. Me sentí mal por mi pobre hijo, teniendo que ver eso, pero no había nada que hacer al respecto ahora. Eché un vistazo a las sábanas y juré, estaban empapadas de sangre. "¿Lily?"

"¡Sev! ¡Severus!" Su voz era estridente, al borde de la histeria. "¡Ayúdame! Desperté y estaba… sangrando… oh, Dios, Sev… no quiero perder al bebé…"

Entré en el baño. Lily estaba agachada junto a la bañera, sosteniendo una toalla contra sí y llorando suavemente. "Por favor… otra vez no…"

"Lily, ¿estás teniendo contracciones?" pregunté, pasando la mano sobre ella en un rápido diagnóstico básico.

"Sólo pequeñas. Sev, estoy asustada. El bebé…"

"Calla. Te pasaste, Lily amor. No entres en pánico." Intenté mantener mi tono estable y tranquilizador, pero por dentro estaba gritando de terror. Sabía que el sangrado abundante como éste era mala señal. "Voy a llamar a mi madre, ¿vale?"

"Vale." Ella sorbió por la nariz, aferrándose el estómago. Su rostro estaba fantasmalmente blanco y sus verdes ojos parecían relucir como los de un gato.

Corrí del dormitorio y me Aparecí abajo en el estudio. Harry seguía sentado en el sofá, con aspecto petrificado. "Papá, ¿Mamá se pondrá bien? ¿Tienes que llevarla al hospital?"

"No lo sé todavía, Harry. Necesito llamar por fuego a tu abuela." Arrojé un puñado de polvos Flu y metí la cabeza. "¡Mamá! ¡Soy Severus!" grité. "¡Es una emergencia! ¡Lily está teniendo una hemorragia!"

"¿Severus?" Oí la voz de mi madre sonando adormilada desde su dormitorio.

Ella apareció en la sala de estar con su bata de noche y zapatillas. "¿Qué va mal, hijo? ¿Te oí decir algo sobre Lily?"

Repetí lo que había dicho y de inmediato convocó su bolso de matrona y pasó por Flu.

"No entres en pánico, Sev. He visto ocurrir esto antes, especialmente en mujeres como Lily, que tienen problemas llegando a término. Se estresó demasiado hoy y ayer, estaba intentando hacer demasiado y bueno… esto es lo que ocurre."

"¡Yo intenté ayudarle, Abuela!" lloró Harry, afligido.

"Oh, Harry. No te culpes. No es culpa de nadie." Palmeó la mejilla de mi hijo mientras pasaba junto a él. "Sev, dale al pobre niño un Elixir Reconstituyente mientras voy a ver lo que Lily se ha hecho a sí misma, la pequeña boba obstinada."

Fui a hacer lo que dijo, sintiendo que mi hijo me necesitaba tanto como Lily. Convoqué uno de los Elixires Reconstituyentes, era una poción que restauraba la armonía y el equilibrio en el espíritu interior de alguien, y a menudo se daba después de que un brujo hubiera sufrido un impacto o dolor extremos. La mezclé en un vaso de leche con chocolate, porque a Harry todavía no le gustaba beber pociones, y sentí que sería más fácil que pasara la leche.

"Toma. Bébete esto."

Él obedeció, bebiendo hasta que el vaso estuvo vacío. Cierto color floreció en sus mejillas y tomó un profundo aliento. "¿Papá? Mamá va a ponerse bien, ¿no? ¿Y también el bebé?"

"Sí. Está en buenas manos. Tu abuela se asegurará de que ambos estén bien," dije, poniendo el brazo a su alrededor y abrazándolo.

Por una vez no me dijo que era "demasiado mayor" para abrazos, y sólo se apoyó contra mí. Sus ojos verdes, del tono exacto de su amada madre, me miraron con temor. "Vayamos a sentarnos en el sofá," sugerí, conduciéndolo al sofá.

Lo empujé gentilmente y luego me senté a su lado. Yo también estaba aterrado, sabiendo que mi esposa y mi bebé podían estar luchando por sus vidas. Pero tenía que ser fuerte por Harry. Mis ojos cayeron sobre el memorial de Gabriel. Encendí la vela con un movimiento de la mano. "Es una lástima que no estés aquí ahora, viejo muchacho," dije, medio para mí mismo.

"Sí. Gaby siempre me hacía sentirme mejor cuando estaba asustado o enfermo o disgustado," dijo Harry temblando. Había atraído las rodillas contra el pecho y tenía los brazos envueltos a su alrededor.

Le froté pequeños círculos en la espalda e intenté distraernos de pensar en lo que estaba pasando arriba. Mi madre era una matrona de primera categoría, confiaba en ella. Si alguien podía ayudar a Lily, era ella.

"¿Recuerdas la vez que Gabriel adoptó un gatito?" pregunté.

Harry asintió. "El gatito era uno de los de Crookshanks y Lilah, ¿verdad?" Ésos eran los dos gatos de Hermione. Crookshanks era medio kneazle, un gran ejemplar naranja, y Lilah, su compañera, era una himalaya un punto lavanda rescatada de la perrera local.

"Sí. Tú la llamaste Lilac, porque era de una especie de color lavanda ahumado," recordé. Había sido a comienzos de primavera, Harry tenía siete años, y había llegado corriendo a casa para decirme que la gata de Hermione tenía gatitos…

Diario de Snape

Abril, 1988:

"¡Papá! ¡Mamá! ¡La gata de Hermione tuvo gatitos, seis de ellos, y conseguí ver nacer a algunos!"

Harry irrumpió en la casa como una tempestad, haciendo traquetear los platos en el armario. Su cabello estaba sobresaliendo por todas partes y sus gafas estaban ligeramente torcidas. Lily levantó la mirada de su segunda taza de café y yo bajé el Diario El Profeta y me quedé mirando a mi hijo. "¿Que hiciste qué?"

"Cuando me acerqué a casa de Hermione esta mañana, Lilah estaba teniendo gatitos," dijo Harry, jadeando por haber corrido todo el camino desde casa de los Granger. "Tuvo seis y vi nacer a dos. Fue algo asqueroso y algo genial al mismo tiempo."

"¡Ahh, eso es maravilloso, Harry!" dijo Lily, rozándole el cabello con la mano. "No hay nada más grande que el milagro de la vida."

Él se revolvió lejos de su mano. "¡Mamá, déjalo! Me gusta mi pelo como está."

"Necesitas un corte," observé yo. "Te llega casi a los ojos. Estás comenzando a parecer un perro desgreñado."

Harry rio. "¿Como Gabriel?"

"Sí."

"¿Dónde está Gabriel?" preguntó Lily.

"Está en casa de Hermione, oliendo a los gatitos."

"¿Lilah dejó a Gabriel ver a sus gatitos?" pregunté. "La mayoría de las madres recientes nunca dejan a un perro acercarse a sus gatitos, especialmente una primera camada."

"Gabriel entró y se sentó allí y observó. Luego, cuando todos los gatitos estaban mamando, vino y los olisqueó. Lilah siseó al principio, pero luego Gaby los lamió a ella y los gatitos y paró. Estaba tumbado junto al cesto cuando me marché."

"¡Eso es alucinante!" dijo Lily. "Pero bueno, Gabe es el collie más tranquilo que he visto jamás, así que no me sorprende. Aun así, mejor ve a traerlo a casa, Harry. Estoy segura de que Stacy y Drew no quieren una gran bestia peluda en su hogar junto con ocho gatos."

"Lo intenté, Mamá. Silbé y llamé, pero no se movía. Hermione dice que cree que Gabriel quiere ayudar a Lilah a cuidar de los gatitos. Como una niñera."

"Los collies son muy protectores con los animales indefensos," comenté.

"Severus, mejor ve a buscarlo," ordenó mi esposa.

Me levanté. Cuando mi perro se ponía así de obstinado, sólo tenía una esperanza en el infierno de hacer que obedeciera.

Convoqué su correa y caminé hasta la residencia de los Granger.

Allí, en un cesto junto a la chimenea, estaba la orgullosa mamá gata y su progenie. Tumbado medio alrededor del cesto estaba mi collie, su bulto rojo dorado enroscado protectoramente en torno a los gatos. Irguió las orejas y medio ladró cuando entré en el estudio, conducido por Hermione.

"¿Ve, Sr. Snape? Ha estado así desde que vino Harry. Lilah ni siquiera dejaría a Crooks entrar aquí para ver a sus gatitos, pero dejó a Gaby. ¿Cómo es eso?"

Sacudí la cabeza, perplejo. Normalmente, las madres gatas eran feroces en defensa de sus recién nacidos y alejaban a todo el mundo, incluido el padre. "No lo sé, Hermione. Es muy extraño." Gabriel no había sido mejor amigo de Lilah, que normalmente huía cuando lo veía venir. Y aun así le permitía tumbarse junto a sus gatitos.

La cola de Gabriel golpeó cuando me vio.

Me arrodillé y le mostré la correa. "Gabe. ¿Quieres dar un paseo?"

Esas palabras habitualmente le hacían saltar y correr a la puerta.

Pero no hoy. Hoy gimoteó y meneó la cola más fuerte, pero no hizo movimiento alguno para marcharse.

Extendí la mano y le revolví el pelaje. "Gaby. Es hora de ir a casa. ¡Vamos!" Golpeteé mi rodilla para darle énfasis.

Gabriel me miró y supe que quería obedecer, pero entonces giró la cabeza y gimoteó, mirando a Lilah.

La reina himalaya ronroneó y tocó el hocico con él, como diciéndole que se fuera, que estaría bien.

Me acerqué y examiné a la nueva familia. Todos los gatitos estaban durmiendo en un montón, había algunos dorados y cremas, y dos gris claro y uno que era de un tono lavanda humo con patas blancas. "Tienes una bonita familia aquí, Lilah," dije, y Lilah ronroneó sonoramente. Extendí la mano para acariciarla y ella me escupió y fue a arañarme la mano. "Muy bien, vieja chica. Te dejaré estar."

Justo como pensaba. No quería a un extraño en ningún lugar cercano a sus gatitos. Y aun así permitía a mi bestia de collie lamerlos y hociquearlos. "Gabe, ven."

Enganché la correa en su collar y él gimoteó y se alejó reticente. Mantuvo la cabeza girada a un lado y prácticamente tuve que arrastrarlo fuera de la casa y a través del césped. "¡Gabriel, por el amor de Merlín! Cualquiera pensaría que engendraste a esos gatitos, del modo en que estás actuando."

Él me "habló" en ese curioso gimoteo que se elevaba y descendía, haciéndome saber que no estaba feliz por marcharse, pero lo haría por mí.

Comió y durmió a los pies de mi cama como de costumbre una vez regresamos a casa, pero la mañana siguiente después del desayuno, trotó hasta la casa de Hermione por su cuenta. Arañó la puerta y cuando Hermione la abrió, entró enseguida como Pedro por su casa junto al cesto de nuevo.

Harry le encontró allí después de buscar por el patio y puso los ojos en blanco. "¡Honestamente, Gabe! ¡Actúas como aquel San Bernardo bobo en Peter Pan! ¡Pero al menos ése era chica! ¡Tú eres chico!"

Intentó arrastrar a Gabriel a casa, pero el collie no lo aceptaría y clavaría las patas hasta que se le salió el collar y se negó a moverse, incluso cuando Harry lo tentó con sus golosinas de perro favoritas.

Me acerqué y me disculpé con Stacy. "¡No puedo creer que esté volviéndose una molestia por los gatitos!"

A Stacy no le importaba, pensaba que era adorable. "No te preocupes, Severus. No me importa. Y tampoco a Lilah. Arañó el hocico del pobre Crookshanks en pedazos cuando intentó asomarse al cesto antes, pero no a Gabriel. Supongo que se da cuenta de que es un guardián digno de confianza."

"Bueno, mientras no te importe… puede quedarse. Pero si comienza a volverse una molestia, llámame y me acercaré y lo llevaré a casa," le dije.

Me acerqué a mi perro y sacudí un dedo hacia él. "Compórtate. No babees el suelo de Stacy y no pidas en la mesa, ¿comprendido? No vives aquí, así que nadie está obligado a alimentarte, gran parásito. Tienes hambre, vienes a casa."

Mi collie meneó el rabo y ladró en afirmación. Yo sabía que comprendía, de esa misteriosa manera que tienen los collies.

Entonces dejé a Gabriel al cuidado de sus gatitos, y regresé a ayudar a Lily a desbrozar el jardín, que tenía hierbas tanto mágicas como no mágicas.

Desde entonces hasta que los gatitos estuvieron caminando, Gabriel siguió la misma rutina. Comía y dormía en mi casa y pasaba la mayor parte del día donde los Granger, tumbado junto al cesto de los gatos. Lilah se marcharía por breves períodos de tiempo, para comer y cuidar de sí misma, y Gabriel se pondría "en guardia" como una estatua, de acuerdo con lo que me contaban Hermione y sus padres. Si los gatitos maullaban, los lamería hasta que se callaran y esperaran que regresara Lilah.

Una vez los gatitos fueron capaces de oír, ver, y caminar, la tarea de Gabriel se volvió mucho más interesante.

Todos los gatitos estaban ansiosos por explorar su nuevo mundo, y mi collie se convirtió en pastor de gatitos. Supongo que era el instinto. Los collies tenderán a pastorear cualquier cosa que sientan que necesita protección, sean ovejas, vacas, cabras, patos, niños o gatitos.

Era inevitable que Gabriel adoptara una gatita. En cuanto fueron lo suficientemente grandes, Stacy y Hermione publicaron un anuncio en la sección clasificada del Profeta y vendieron todos los gatitos excepto una. Era la pequeña lavanda ahumado, y Gabriel parecía pensar que era su responsabilidad personal. Para entonces los gatitos estaban destetados y entrenados en la caja de arena, y Lilah estaba preparada para recuperar su independencia. Así que no le importó cuando un día Gabriel cogió su última gatita y la trajo de vuelta a mi casa.

Entré en la cocina para ver una imagen escalofriante, Lily y Harry arrullando y acariciando una diminuta gatita de ojos azules y mi perro traidor sentado y sonriendo ampliamente como un padre orgulloso.

"No. Absolutamente no," comencé. "No vamos a tener más mascotas. Gabriel es suficiente," dije en mi mejor tono autoritario.

Lily me ignoró. Harry puso los ojos en blanco. Gabriel estornudó. Y la gatita intentó trepar a mi pierna. Tanto por mi autoridad.

Me agaché a quitar la gata de mis pantalones. "No soy un árbol, bolita de pelo," le dije a la gatita, que me miró con curiosidad y luego maulló.

"Papá, ¿podemos quedárnosla?" preguntó Harry, dirigiéndome una mirada suplicante.

"Harry, no necesitamos un gato."

"Gaby sí," dijo con típica lógica agraviante de niño de siete años.

"Vamos, Severus…" dijo Lily, utilizando su tono "Yo puedo ser razonable, así que, ¿por qué tú no puedes?" "No veo por qué no podemos tener un gato. Harry es lo bastante mayor para cuidarla y Gabriel parece haberla adoptado. ¿Dónde está el daño?"

"En verdad no me gustan los gatos. Echan pelo y destrozan las cosas y se quedan en pie toda la noche y hacen lo que les place…"

"Vaya, Sev, eso suena a cierto Slytherin que conozco," bromeó Lily.

"¡Lily Evans, yo no echo pelo!"

"¿No? ¿Entonces por qué encuentro pelos oscuros en mi almohada casi cada mañana?" inquirió mi esposa triunfal.

Me sonrojé. ¡Maldita mujer!

Harry miró de Lily a mí. "¿Utilizáis la almohada del otro? ¿Para qué?"

"No importa," dije enseguida. Me quité la gatita del hombro. El pequeño felino ronroneó en mis brazos. Lo sostuve a la distancia del brazo. "Quiero que sepas que voy a dejar que te quedes bajo coacción. La primera vez que me hagas un agujero en la ropa o utilices mi armario como caja de arena o mi cama como patio de juegos será la última, gato." La gatita maulló. Fulminé con la mirada a mi perro conspirador. "¡Todo esto es culpa tuya!"

Gabriel me miró con sus grandes ojos castaños y ladró. Entonces saltó sobre mí y me pasó la larga lengua pegajosa por la mejilla.

"¡Gabe, abajo! ¡Por el amor de Merlín, sabes que es mejor no hacer eso!" tosí.

Harry rio. "¿Puede quedarse?"

"Sí. Toma, coge a la pequeña atrapa-ratas," le entregué la gatita. Entonces me pregunté cómo me dejaba anular por un niño, mi esposa, y un perro.

Fue Harry quien nombró Lilac a la gatita, porque tenía pelaje de color lila. También tenía ojos azules y patas blancas. Incluso yo tuve que admitir que era una cosa bonita, y como toda su especie, grácil y atrevida. Podía corretear más veloz que el rayo, especialmente si había hecho lo imperdonable, como derramar un tintero sobre todos los trabajos que estaba a punto de corregir y luego caminar sobre ellos, dejando huellas de gatito por toda la alfombra. También le gustaba jugar con mis plumas, batiéndolas e intentando morderlas… mientras estaba utilizándolas.

"No eres sino una molestia, gatita. Ahora vete, antes de que decida que necesito un poco de tripa de gato en mis pociones," la amenazaría, dando palmadas para espantarla.

No sólo eso, sino que le deleitaba sobresaltarme. Uno de sus juegos favoritos era esconderse bajo una silla o una cama o detrás de los muebles, y cuando pasaba atacaría mis pies y tobillos. Incluso en mi dormitorio. Lily lo creía hilarante. "Adelante, ríete de ello," comenté yo amargamente, tras un episodio embarazoso en que el condenado gato envolvió sus malditas patas en mi tobillo y me mordió, haciéndome saltar. "No eres tú siendo atacada por un alfiletero peludo."

"Ahh, Sev, está jugando contigo. Le gustas." Lily estaba sentada en la cama, sus ojos verdes reluciendo de diversión.

"¡Le gusto, mi culo!" gruñí, quitándome a Lilac del tobillo dolorido. "Gabriel, mantén al trapo ocupado antes de que le diga que se vaya a jugar a la calle." Dejé a la gatita en el suelo, y Gabriel vino y la cogió con la boca y la sacó de la habitación.

Lilac adoraba a Gabriel. A menudo podía encontrársela tumbada sobre él. Sí, sobre él, no junto a él. Gabriel estaría echando una siesta, su gran cabeza descansando sobre sus patas blancas, y Lilac estaría acurrucada en el hueco de sus omóplatos, durmiendo. La primera vez que Lily vio eso, pensó que era tan lindo que tuvo que tomar una foto.

Lilac también jugaba con Gabriel, atacándole la cola, devanándose entre sus patas, haciéndole tropezar cuando entraba a comer. A veces trepaba por su gorguera y se sentaba en su lomo como si fuera una reina y él fuera su caballo. La condenada gata pensaba que era la jefa aquí. Curiosamente, mi collie permitía que la pequeña bola de pelo lo degradara sin una queja. Incluso le dejaba beber de su cuenco de agua. Probablemente también le habría dejado comerse su comida, pero yo me aseguraba de alimentarlos por separado, en habitaciones diferentes.

Cuando Lilac llegó por primera vez, el comedor estaba prohibido para ella, ya que la porcelana y manteles buenos de Lily estaban allí, y le dije a mi perro, "¡No se permiten gatos!" mientras señalaba la entrada, que estaba justo fuera de la cocina.

Cuando Gabriel estaba cerca, que era casi siempre, Lilac nunca ponía dos patas a través del umbral. Cada vez que la gatita hacía un movimiento para entrar allí, un gran cuerpo rojo dorado se interponía entre ella y el umbral. Él la empujaría gentilmente con el hocico, o a veces una pata, de vuelta a la cocina. Hacía esto incontables veces al día, poseía una paciencia que un santo habría envidiado. Seguro como el infierno que yo lo hacía. Debía haber pastoreado a esa gata obstinada lejos del comedor al menos treinta veces en una mañana antes de que la gata aprendiera a no entrar allí.

Harry y Hermione pensaban que era genial, reían y llamaban a Gabriel "pastor de gatos".

"¿Todavía crees que vale la pena?" le pregunté a mi perro después de que hubiera empujado a la gatita hacia atrás por decimoquinta vez una mañana, y luego viniera a tumbarse a mis pies.

Él puso la cabeza sobre mi pie y suspiró. Entonces Lilac saltó sobre su cola.

De algún modo la gatita se hizo querer por el resto de la casa. Harry dormía con ella, al menos hasta que Lilac decidía que la medianoche era un buen momento para correr arriba y abajo del pasillo y atacar súbitamente a las sombras. Quienquiera que dijera que los gatos son silenciosos nunca conoció a Lilac. Sonaba como una manada de unicornios galopando pasillo abajo. Me despertaba al menos dos veces por noche con sus travesuras y cada vez pensaba en diez formas diferentes de despellejar a un gato. Lily y Harry dormían como rocas.

En realidad Harry era bastante bueno cuidando de ella para ser un niño de siete años. Recordaría alimentarla y cambiarle el agua y la arena una vez cada tres días. Hizo un juguete para ella con una cuerda vieja y una pluma y lo arrastraría para que lo persiguiera. A Gabriel también le gustaba, y a veces verías a la diminuta gatita saltando detrás de mi hijo y su juguete y luego vendría esta bestia rojo dorada, cuyas patas dejaban marcas de derrape en el suelo porque no podía girar tan rápido.

"¡Harry, deja de correr por la casa!" regañaría yo. "¡Esto no es un zoo!"

"Estamos jugando, Papá."

"Jugad a alguna otra cosa entonces."

"Pero nos gusta este juego."

"Harry…" advertiría yo.

El tren de la gatita pararía por un rato. Hasta que Harry olvidaba mis órdenes y volvía a comenzar quince minutos más tarde.

A Lilac le gustaban los regazos. A menudo se tumbaría durante horas encima de Lily, ronroneando y amasándola con las patas. A Lily nunca le importaba. Leía y acariciaba a la gatita, o escribía correspondencia mientras Lilac dormía. "Es una presencia tan sosegante. Me hace sentirme toda cálida y esponjosa por dentro."

Yo la miraba como si hubiera perdido la cabeza. "¡Presencia sosegante, ja! Sólo espera a que tire tu vaso de agua porque quiere una golosina de gato," resoplé.

"Hace eso porque la ignoras, Sev. ¿De qué otra forma se supone debe llamar tu atención?"

"Sentándose ahí y esperando hasta que me apetezca prestarle alguna."

"Pero eso llevaría para siempre," comentó mi perceptiva esposa.

"Exactamente."

La gata tenía incluso la audacia algunas noches de venir a sentarse en mi regazo, echando pelo sobre toda mi túnica. ¡Qué cara! ¡Y ronronearía mientras lo hacía, además! Como si por hacerlo yo cambiaría de opinión y acariciaría al grano en el culo. ¡Buf! Vale, de vez en cuando la acariciaría, ya que era suave y sedosa. Hasta que decidía clavarme las uñas en la rodilla. ¿Adivináis quién tuvo la tarea de cortarle las uñas?

Las cosas podrían haber continuado así indefinidamente, pero entonces Lilac logró descubrir el exterior. Y no importaba cómo lo intentara Gabriel, no podía mantener a la gata dentro. Ella lograría salir a pesar de que todas las ventanas y puertas estuvieran cerradas. Entonces el pobre Gabe se volvería loco intentando pastorearla de vuelta adentro.

Unos cuatro meses después de haberla adoptado, Lilac se escapó de la casa y desapareció. Ni siquiera Gabriel podía encontrarla. Pasamos una semana entera buscando y poniendo anuncios. Harry lloraba hasta dormirse cada noche. Yo dormía como un bebé. Gabriel se paseaba y se deprimía por la casa, desdichado y miserable. Pero todavía había una hebra de esperanza.

"Volverá," dije. "Los gatos son ingeniosos y pueden encontrar su camino a casa."

Hasta la llamada de teléfono.

Alguien había encontrado a Lilac en la cuneta de la carretera en Manchester. Había sido atropellada por un coche y vivió media hora después de llevarla a la clínica veterinaria más cercana. Conduje para recoger el cuerpo. Había dejado a Lily quedarse con Harry. El veterinario había envuelto una manta alrededor del cadáver de la gatita. Se veía patético, el pequeño cuerpo inmóvil, que una vez había estado lleno de vida y energía. Conduje a casa despacio, intentando resolver cómo dar las noticias a mis hijo. Se le rompería el corazón. Y también a Gabriel.

¡Maldita seas, gata! Tenías que morir ahora. Pensé irritado. Entonces me sentí culpable por mi dureza.

Como era de esperar, Harry estaba devastado. No paraba de preguntarme por qué no podíamos emplear magia para devolver a Lilac a la vida. "¿Por qué no puedes hacer una poción, Papá, para traerla de vuelta?"

Su lastimera consulta me hizo doler el corazón. "Harry, ni siquiera la magia puede traer de vuelta a los muertos," comencé, tomándolo sobre mi rodilla.

"Pero… pero tú puedes hacer pociones para detener la muerte," me recordó, sorbiendo por la nariz. "¿Por qué no puedes traer a Lilac de vuelta?"

"Harry, cariño, Lilac está en el cielo ahora con todos los gatitos buenos," dijo Lily, viniendo a sentarse a nuestro lado. Me fulminó con la mirada por encima de la cabeza de mi hijo, desafiándome a refutar esa declaración.

Sabiamente mantuve la boca cerrada.

"¡No la quiero en el cielo!" sollozó él. "¡Su sitio es aquí con nosotros!" Se volvió hacia Lily. "Mamá, ¿tú no puedes hacer algo?"

Lily sacudió la cabeza con pesar, sus ojos llenos de lágrimas. "Lo siento, pero ningún encantamiento que conozca puede traer de vuelta a los muertos. Sé que es duro para ti, Harry, pero tienes que aceptar el hecho de que Lilac se ha ido."

"¡No!" berreó él. "¡La magia es inútil y me alegro de no tener ninguna!" Un libro cayó desde la estantería al suelo. Se revolvió libre de mis brazos y corrió a su dormitorio.

"Supongo que es mejor que cave una tumba," dije pesadamente.

"Yo iré a hablar con él un poco más," dijo Lily, echando un vistazo a la pequeña caja con el cuerpo envuelto. "¡Pobre cosita!"

Ella fue a consolar a Harry, dejándome a mi desagradable tarea. Gabriel había estado fuera en el patio y cuando salí llevando la caja de zapatos ataúd, se volvió loco, ladrando y gimiendo e intentando meter la cabeza en la caja. "¡Gabriel! ¡Siéntate!" ordené, y esperé hasta que lo hubo hecho antes de permitirle oler a Lilac.

"Lo siento, pero se ha ido, viejo chico."

No necesitaba haber dicho nada. Él lo sabía. Comenzó a aullar, su miserable desdicha dándose a conocer en millas a la redonda. El terrible sonido casi me hizo llorar a . Si hay algo más desgarrador que un perro lamentándose, no sé de ello. Convoqué una pala y comencé a cavar.

Unos treinta minutos después tenía cavada una tumba bajo el manzano al que Lilac solía trepar. Envié mi Patronus dentro para decirle a Lily que trajera a Harry fuera de modo que pudiera despedirse de su gata. Imaginé que necesitaba la conclusión.

Él vino, tomando la mano de Lily, y le dejé abrazarla y acariciarla una última vez. "Era una buena gata," dije, y curiosamente lo dije en serio. No me había gustado, pero había hecho felices a Gabriel y Harry, y ésa era la mejor cosa que podía haber hecho.

"Adiós, Lilac. Espero que seas feliz en el cielo," lloró Harry.

Lily lo abrazó. "¿Sabes, Harry, que ella estará esperándote allí? Todos los animales que amas esperan a que cruces el puente del arco-iris al cielo, y algún día volveréis a estar juntos."

"¿Lo haremos?"

"Sí. ¿Verdad, Sev?"

"Verdad," concordé. No estaba seguro de creer la teoría de Lily, pero si ayudaba a que mi hijo dejara de lamentarse, habría accedido a robar la luna del cielo. Metí gentilmente la caja de zapatos en el agujero y luego usé magia para volver a poner la tierra sobre ella.

Lily conjuró un hechizo que hizo brotar flores sobre la tumba y también una pequeña señal, con el nombre de la gatita y las palabras Amiga Para Siempre.

Gaby gimoteó y escarbó en la tumba.

"No, chico. ¡Déjala en paz!" ordené.

Mi collie sólo me miró, y en sus ojos había un profundo pesar sin fin. Entonces se tumbó junto a la pequeña tumba, la cabeza en las patas.

Permaneció así durante varios días y noches, llorando la pérdida de su compañera de juegos. Incluso comía fuera, Harry le sacaba la comida.

Entonces mi hijo se quedaba con él, acariciándolo y llorando por la gatita perdida.

La pareja estaba tan desconsolada que consideré seriamente conseguir otro gato. "Quizá eso es lo que necesitan," le dije a Lily una noche después de que Harry se hubiera ido a dormir.

"No sé, Sev. Lilac era especial para ellos," dijo Lily.

Debería haberle escuchado.

Al día siguiente, tras las lecciones, le pregunté a Harry si no querría otro gatito.

"¡No! ¡Nunca querré otro gato!" gritó, saltando de la mesa. "¡Sólo quiero a Lilac! ¿Por qué no puedes comprenderlo?" Entonces estalló en lágrimas y corrió afuera para unirse a Gabriel junto a la tumba.

Lily me lanzó una mirada exasperada. "Sólo tenías que preguntar, ¿no, Severus?"

"Pensé que sería bueno para él," comencé.

"Severus, no es como sustituir un juguete roto. Lilac era una criatura viva y él la quería mucho. ¿Cómo te sentirías si alguien te ofreciera sustituir a Gabriel justo después de que muriera?"

"Eso es diferente."

"No para Harry."

Suspiré. Otra brillante idea lanzada al infierno. Parece que estuviera en la caseta del perro.

Miré por la ventana al niño y el perro, sintiéndome un completo bastardo.

Lily vino y me tocó el hombro. "¿Por qué no vas a disculparte con Harry? Eso le mostrará que lo comprendes."

Esta vez hice caso a mi esposa.

Nunca tuvimos otro gato. Porque hay algunas cosas en la vida que no pueden ser reemplazadas.

Diario de Snape

10 de enero, 1994:

"¡Ahora lo recuerdo!" Había gritado Harry. "La gatita de Gabriel. Era tan linda y graciosa. No sé cómo pude haberla olvidado. Recuerdo a Hermione viniendo después de enterrarla y llorando sobre su tumba. Yo estaba realmente triste. Y Gabe estaba peor que yo," recordó. "Hace mucho tiempo que no he visitado su tumba. No desde que despertó mi magia."

Le palmeé en el hombro. "La vida sigue, Harry. Y el dolor no dura para siempre. Su tumba sigue ahí, si necesitas visitarla."

Él asintió. Conocía el compromiso, Lily lo llevaba cada año a visitar las tumbas de su padre y padrino, que habían dado sus vidas por él aquella lejana noche de Halloween. Ella había comenzado a hacerlo cuando él tenía cinco años y era lo suficientemente mayor para comprender lo que había pasado. "Lo sé, Papá." Se movió en su asiento, y entonces preguntó, "¿Crees que Mamá se pondrá bien?"

"Eso espero."

Justo entonces llegó Eileen bajando las escaleras.

Me puse en pie de un salto. "Mamá, ¿cómo está Lily? ¿Está bien? ¿Está bien el bebé?"

"Severus, cálmate." Levantó una mano. "Lily está descansando. Puedes subir a verla en un minuto. Pero primero necesito hablar contigo y con Harry. Le he dado a Lily un Restituidor de Sangre y un Filtro Calmante y le he dicho que debe permanecer en reposo en la cama hasta que salga de cuentas. Sin excepciones. Necesitáis aseguraros de que sigue mis instrucciones y no se levanta a menos que sea absolutamente necesario, como para usar el baño o acompañaros a comer. Bajo ninguna circunstancia debe estresarse o agitarse. Detuve sus contracciones con un hechizo, pero si vuelven a comenzar, llamadme de inmediato. No tiene que estar en cama necesariamente, pero debería estar en alguna parte en que pueda poner los pies en alto y relajarse."

"¿Qué hay del bebé?" pregunté, mi estómago en nudos.

"El bebé está, hasta donde puedo decir, bien. Tienes un luchador ahí, Severus."

Exhalé un enorme suspiro de alivio. "Gracias, Mamá. Lamento haberte despertado en medio de la noche."

"¡Tonterías, Severus! ¡Siempre puedes despertarme si hay una emergencia!" Vino y me abrazó. Luego abrazó a Harry también. "Vamos, ve a ver a tu mujer antes de que te hagas pedazos."

Me Aparecí arriba y encontré a Lily incorporada en la cama en medio de sábanas limpias, adormilada. "Sev." Extendió la mano y tomó la mía.

"¿Cómo estás, amor?"

"Mejor. Siento haberte asustado."

"¿Por qué estás disculpándote?"

"Porque fui una idiota y pensé que sabía más que Eileen. Me advirtió de que estaba agotándome hace dos días." Me sonrió pesarosa. "Supongo que la apotecaria realmente sabe más."

"Ésa es mi madre. Gracias a dios que estás bien." Fui a tumbarme al otro lado de la cama y la abracé contra mí.

Harry subió y le dio las buenas noches a Lily y yo le pregunté si estaba bien.

"Ahora lo estoy. Pero me asustaste de verdad antes, Mamá."

"Oh, Harry. Lo siento tanto."

"Está bien. Viviré." Se agachó y le besó la mejilla. "Buenas noches, Mamá y Papá."

Le dijimos buenas noches y y luego me acurruqué junto a mi esposa. "Te amo, Lily," murmuré.

"Yo también te amo, Sev." Se quedó dormida poco después, y yo yací despierto largo rato, escuchando su respiración, su cabeza en mi hombro, y mi mano sobre su estómago, donde sentía al bebé dar patadas y estirarse, también tratando de ponerse cómodo. Pero por fin todos nos quedamos dormidos y no despertamos hasta la mañana siguiente.

Ahora me siento a mi escritorio, escribiendo, mientras Lily lee y Harry estudia su libro de Encantamientos. Por ahora, todo va bien.

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N/A Sé que este capítulo fue triste, pero sentí que también mostraba cómo lidia una familia con el dolor y la pérdida. Espero que lo disfrutarais.