Finalmente puedo darme el lujo de decir que terminé el semestre y de un modo bastante satisfactorio, pero sigo creyendo que las clases online se extrañan /3 antes era feliz y no lo sabía, ah. Tengo que decir que hasta se me hace raro tener tanto tiempo libre ahora, esto de estar acostumbrada a trabajar hasta cansarme entregando tareas está potente haha.
[ Al compás de la melodía ]
Capítulo 10
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–Bien, es suficiente por hoy, buen trabajo. –Anunció Jiraiya, ocasionando que el rubio adolescente que junto a él yacía detuviera de forma abrupta el ágil movimiento de sus dedos sobre las teclas del instrumento en que se especializaba en cuestión, cesando consigo el suave sonido que este emitía. –Tengo que decir que tu desempeño los últimos días ha sido lo bastante fructífero, supongo que eso amerita una felicitación por mi parte, para variar.
–Lo haces oír como si normalmente solo fuera un bueno para nada que se dedica a jugar a ser pianista. –Comentó el joven con evidente sátira mientras alzaba ambos brazos hacia el techo, esto con el propósito de estirar su cuerpo ya entumecido por el tiempo invertido sobre aquel banquillo en que yacía.
–Creo que tú mejor que nadie eres consciente de que puedes ser de todo menos un bueno para nada, a lo que refiero es que hasta hace poco solo venías a hacer exactamente todo lo que yo indicara y nada más. Ya sabes, como una marioneta. –El mayor no pudo contener las carcajadas que se acumularon en su garganta, dejando que estas resonasen en cada esquina del salón. –Tendrás que disculparme, pero sabes que algo de verdad hay en mis palabras, soy tu profesor al fin y al cabo y desde mucho tiempo, si se puede decir.
–Lo sé, no por nada he desarrollado la increíble habilidad de tolerar tu desagradable presencia y tu pésimo sentido del humor.
Nuevamente, las fuertes y sinceras carcajadas de Jiraiya denotaron presencia en el amplio espacio que los rodeaba a ambos. Independiente de las venenosas palabras que podían llegar a salir de vez en cuando de la boca de su joven pupilo, el mayor tenía muy en claro en el fondo de su cabeza que no era más que eso, palabras que si bien podían hacerse escuchar de un modo que su contenido pareciese agresivo, no tenían ni la más mínima intención de herir y sabía bien que aquella pesadez que tendía a manifestarse al momento de permitir que sus pensamientos se expresaran por medio del habla era característico de Naruto, lo cual le costó trabajo comprender en su momento una vez que este llegó a la adolescencia, cuando era apenas un niño era ciertamente taciturno. Sin embargo, ahora podía darse el lujo de decir que era lo suficientemente capaz de ver la gracia en las ocurrencias de aquel muchacho de diecisiete años, quien incluso hoy en día aún parecía disfrutar de hacer uso de aquel lenguaje pasivo agresivo en su contra de vez en cuando.
En cuanto los divertidos sonidos provenientes de su garganta cesaron, Jiraiya carraspeó en un intento de recuperar un poco su compostura habitual y, arreglándose ligeramente la corbata, dijo. –Aguardaré afuera en lo que terminas de alistar tus cosas, no vayas a tomarte mucho tiempo.
Por su parte, Naruto no se molestó en dar algún tipo de contestación verbal y en su lugar permitió que las comisuras de sus labios se curvasen en una disimulada y alegre mueca mientras continuaba organizando sus pertenencias.
Si bien todo ese asunto de interpretar piezas musicales que se encontraran mayormente ligadas a sus gustos personales, lo cual empezó como una vaga manera de intentar hacer feliz a Sakura en sus momentos de desdicha, aunque sea durante unos escasos minutos, acabó ocasionando el mismo efecto, o por lo menos similar, en su experimentado instructor y amigo de la familia. Verdaderamente no contaba con la posibilidad de que aquello ocurriese, pero tampoco tenía quejas al respecto, pues debía decir que era agradable ver que el lado jovial y extrovertido de aquel hombre comúnmente mesurado y riguroso.
–A veces parece todo un crío atrapado en el cuerpo de un adulto. –Comentó para sí mismo, casi en un susurro en acompañamiento de una corta y suave risa. De un modo u otro, las buenas energías que de Jiraiya estuvieron proviniendo acabaron por serle contagiadas, inevitablemente.
Sin intenciones de hacer esperar por tiempo más del necesario a su instructor de largo cabello blanco recogido perfectamente en una especie de coleta baja, Namikaze aireó los distractores pensamientos que estuvieron allanando su mente, haciéndolo divagar durante un par de minutos y aceleró el movimiento de sus manos por tomar sus pertenencias para, posteriormente, pasar una de las correas de su no tan pesada mochila sobre su hombro, procediendo a dejar la espaciosa y ahora desolada habitación y con despreocupación se dispuso a cruzar el pasillo que lo llevaría hasta la salida, ya luego solo le restaría girar hacia la izquierda para encontrarse nuevamente con la refrescante brisa de la zona, teniendo ahí a Jiraiya para recibirlo y, así, finalmente partir de regreso cada quien a su respectivo hogar. No obstante, sus pasos se vieron en la obligación de cesar su movimiento de forma abrupta ante el peso que repentinamente su posó sobre su brazo derecho, el cual fue rodeado por los brazos de la joven Haruno, quien aparentemente decidió hacer su aparición desde sus espaldas, aferrándose a él cuando estaba a tan solo centímetros de la puerta, abrazándolo.
–¿S-Sakura? ¿Qué crees que haces? –Preguntó.
No sabría describir la emoción exacta que en ese instante estaba dominándolo, por un lado, se sintió angustiado ante la posibilidad de ser vistos ante la inoportuna llegada de un tercero, como Fudo por ejemplo o inclusive Jiraiya, quien podría regresar a buscarlo si continuaba haciéndolo esperar más de la cuenta, pero por otro lado, se sintió abochornado a causa del súbito gesto efectuado por la muchacha de rosado cabello, no solo lo había tomado completamente con la guardia baja, sino que además… era la primera vez que reducía la distancia entre ambos de esa manera, su modo de actuar solo conllevó a la aceleración de los latidos de su joven y enfermo corazón y, aunque no podía verse a sí mismo en ese momento, probablemente un tenue tono rojizo debía de estar adornando sus mejillas, el ligero calor que sentía sobre estas eran señal de ello.
Haruno no parecía compartir sus mismas preocupaciones en lo absoluto, es más, se atrevía a afirmar que yacía notoriamente animosa en comparación a ocasiones pasadas, lucía resplandeciente, todo lo opuesto a él, que sentía que el corazón comenzaría a ascender paulatinamente por su garganta hasta salir por su boca en consecuencia del evidente aumento del acompasar de sus latidos.
Alzando la cabeza en dirección a su rostro, despreocupada, Sakura contestó. –Solo quería intentar despedirme de ti del modo correspondiente, para variar.
–Pero ¿qué dices?, si siempre lo hacemos poco antes de que termine mi descanso...
–No es lo mismo, ahora estás yendo de regreso a casa, pero las otras veces solo regresas al salón para continuar con tus prácticas. –Explicó la joven. –Nunca volvemos a encontrarnos después de eso.
–Naturalmente, Jiraiya tiende a estar alrededor para entonces... reunirnos no sería muy inteligente por nuestra parte. –En consecuencia de aquel nerviosismo que de momento lo dominaba, ni siquiera se percató que acabó refiriéndose a su profesor por su primer nombre tal y como tendía a hacer estando a solas con él, sus clases eran el único espacio en que podía tomarse tal libertad al momento de dirigirle la palabra.
Si bien era consciente de que debía estar atento hasta del mínimo sonido que pudiese dar cuenta de la posibilidad de que alguien se aproximase y, por consiguiente, pudiese descubrirlos, también era cierto que no tenía mayores deseos de hacer a un lado a la joven a su lado para pedirle que regresara por donde vino, el pobre Namikaze debía reconocer que la susodicha había tenido las agallas más que suficientes para atreverse a venir hacia él de ese modo, capturándolo, además.
Sakura, aún sin inmutarse por aflojar su agarre contra el brazo del joven adolescente al cual mantenía imposibilitado de continuar con su camino, sin antes sonreír con dulzura, dijo. –Creí que no estaría mal tomar un poco de riesgo por una vez, lo lamento si te asusté por aparecer tan de repente, pero no me arrepiento por nada.
Tener que contemplar esa tierna sonrisa a tan pocos centímetros de su rostro y teniendo a la emisora de dicho gesto pegada a su cuerpo lo dejó ciertamente desorientado durante un no tan extenso periodo de tiempo, anonadado, para luego expulsar el aire contenido en sus pulmones en la forma de un suspiro, procediendo posterior a ello a atribuirle a la expresión de su rostro aquel mismo gesto que Sakura estaba dedicándole.
–Pues por lo que veo, así parece, no es necesario que lo jures.
Tras permitir que una suave y breve risa se filtrase por sus labios, Namikaze acarició el cabello de Sakura, era como si la vergüenza que anteriormente estuvo abordándolo hubiese abandonado su cuerpo de repente, por lo que no prestó mayor atención al hecho de haberle demostrado cariño de ese modo haciendo uso de su mano libre o al menos ya era demasiado tarde para cuando se percató de su actuar, sus dedos ya yacían en contacto con los delgados cabellos de la joven.
Sakura no parecía rechazar su repentino y afectuoso gesto, es decir, no había manifestado algún tipo de comportamiento que dieran cuenta de un posible desagrado, es más, durante aquella caricia, la joven adolescente no hizo más que ocultar su rostro contra su brazo y así permaneció incluso hasta ahora que los reiterados movimientos de su mano habían cesado.
Sin embargo, después de haberla tenido en esa posición durante unos segundos que bajo su perspectiva parecieron sospechosamente eternos, no pudo evitar inquirir. –¿Pasa algo, Sakura?
–No es nada, solo… –Luego de haber presentado una ligera pausa a la transmisión de sus palabras, dubitativa y tras inhalar la cantidad necesaria de aire para mantener bajo control los nervios que en su estómago estaban manifestándose, agregó. –Solo quería decirte que intentaré dar mi mejor esfuerzo, así como tú lo hiciste por mí el otro día.
En primera instancia no consiguió comprender el trasfondo de aquella respuesta, pero luego de unos segundos su mente se esclareció, provocando que la tenue sonrisa que por sus labios había sido formada anteriormente se ensanchara aún más. El corazón de Naruto se removió desde el interior de su pecho ante la enternecedora situación en la que ahora yacía envuelto.
No obstante, dispuesto a preservar el sonrojo que hace unos instantes se había instalado en las mejillas de Sakura extendiéndose hacia sus orejas por su aparente vergüenza, Naruto comentó, fingiendo ignorancia. –¡Ah! ¿Te refieres a la canción que interpreté esa vez?
Haruno se limitó a dar un breve movimiento de cabeza con el propósito de dar cuenta de su afirmación, esto sin percatarse de la falsa ignorancia que fingía el rubio muchacho al cual se aferraba.
–Estuve pensándolo desde entonces y… pensé que quizás sería buena idea que yo lo hiciera también. –Se explicó. –Tocar el piano para ti, quiero decir.
Aquel pensamiento de Naruto con respecto al comportamiento que Sakura ahora estaba demostrando no dejaba de perseguirlo, yacía extraña, pero a su vez, agradablemente afectuosa y escasas eran las ocasiones en las que tenía la oportunidad de contemplar tal expresividad e inclusive se atrevía a pensar que esta vez era aún más diferente, es decir, la dificultad de la joven de diecisiete años bajo sus ojos resultó más que evidente, por lo que debía de estar siendo sincera sobre lo de dedicar tal tiempo de meditación en dicho asunto desde que tocó para ella el Preludio n.º 1 en do mayor.
Dejando escapar un suspiro, aliviado, contestó. –Lo entiendo. Supongo que ahora será mi turno de ser paciente.
Su respuesta pareció hacerle gracia a Sakura, era lo más lógico, pues no sabría explicar de algún otro modo el repentino brote de sus risitas. –No es lo mismo, yo no estaba al tanto de nada, no tenía motivos por los cuales debiera tener paciencia.
Naruto estaba dispuesto a darle continuidad a aquella plática tan amena, pero la repentina y breve vibración de su celular al interior del bolsillo del abrigo de su uniforme acabó por atraer su atención, recordándole que tenía a alguien afuera esperando por él. Tras espabilar, hundió su mano libre en su bolsillo con tal de descubrir quién le había escrito y qué para ser exactos, pero ya se hacía una idea del emisor de dicho mensaje, así como también de su contenido.
–Es tu instructor, ¿no es cierto? –Consultó Haruno.
–Así es, ha estado esperándome afuera desde hace un rato, de hecho.
Naruto se asombró de facilidad con la que olvidó a Jiraiya por la influencia de la agradable compañía de Sakura y se habría opuesto a permanecer así durante un rato más, pero desgraciadamente fue interrumpido y agradecía que tal ruptura del ambiente se diera por un simple mensaje de texto, puesto que el tan solo imaginar a su estricto instructor apareciendo por la puerta que yacía a tan solo unos pasos de sí… le ponía los pelos de punta e inclusive su color de piel debía de haber sufrido algún tipo de cambio únicamente por pensar en dicho escenario, probablemente rozando con una palidez enfermiza.
–Será mejor que lo alcance pronto o podría venir por mí él mismo. –Sakura no tardó demasiado en obedecer a su indirecta petición, pues, en cuestión de segundos, el distanciamiento físico entre sus cuerpos había sido nuevamente instaurado y su brazo era libre del gentil agarre del cual fue víctima.
–Supongo que tienes razón, lo lamento si te entretuve aquí por mucho tiempo.
Si bien Sakura tendía a ser una persona medianamente indiferente en lo que a sus emociones respectaba, es decir, que manifiesta la tendencia a no hablar demasiado de sí misma, debía de decir que aun así era un libro abierto, si las palabras no eran de ayuda para Naruto para saber qué clase de pensamientos cruzaban pro su cabeza, entonces su expresión corporal se encargaría de echarle una mano. Lucía retraída, cabizbaja mientras que sobaba uno de sus brazos, expresando cierto nivel de desasosiego.
Para Naruto fue más que obvio que, en esos momentos, Sakura temía a la posibilidad de haberle causado problemas de algún modo por su más reciente actitud y en un intento por darle a entender que aquel no era el caso, se encaminó hacia ella y con ambas manos posadas ahora sobre sus hombros, dijo.
–Esperaré ansioso por oírte tocar. –Comentó, y tras hacer una pausa, agregó. –Gracias por venir a despedirme, en serio lo aprecio, Sakura.
Casi como si sus palabras hubiesen actuado como por arte de magia, el semblante que yacía en el rostro de Sakura se alteró por completo, mientras que en un inicio se mostró confusa, casi como si estuviese procesando la serie de palabras que le había dedicado para, posteriormente, reemplazar aquella acomplejada mueca por una genuina sonrisa.
Sin nada más que agregar y con el tiempo jugando en su contra, ambos adolescentes se dieron la despedida una vez más. Sakura permaneció ahí en su sitio, estática, oyendo con atención las pisadas del joven dando media vuelta en dirección a la puerta hasta que, segundos después, cerrara la puerta despacio tras de sí, dejándola atrás.
Ahora que debía de retornar a aquel estado de soledad al que se vio acostumbrada a manejar e, intentando regocijarse de valor, dio media vuelta en una dirección completamente distinta y cruzó la sala de estar, frenando sus pasos en seco en frente al ventanal de considerable tamaño que ahí yacía. Tras darse un momento para barajar nuevamente sus opciones, deslizó el corredizo ventanal con el propósito de salir hacia el bien cuidado jardín y caminó directamente hacia la hamaca que yacía acomodada perfectamente bajo la sombra que los árboles que ahí yacían le brindaban. Durante su trayecto, no pudo evitar ensayar en su mente la serie de oraciones que estaba esperando poder darle a Asuma, su instructor, quien se aisló ahí afuera poco después de dar por finalizada su lección.
–¿Mm? ¿Qué haces ahí parada? –Preguntó Asuma, expresando un evidente fastidio por su presencia, fue evidente para Sakura realizar tal deducción debido al tono de su voz. –Ya te he dicho que una vez que termine mi clase, nuestro contacto debe reducirse al mínimo.
–Sí, lo recuerdo…
–¿Entonces? ¿Qué puede ser tan importante como para que desobedezcas una regla tan simple como esa?
Sakura tragó en seco, a pesar del tiempo que llevaba interactuando con este hombre, jamás llegó a acostumbrarse al severo y ácido tono de su voz, es decir, era cierto que ahora lo manejaba mejor en comparación a años atrás cuando todavía era una niña, pero simplemente no conseguía superarlo por completo por más que se lo propusiera, era como si estuviera siendo regañada por cada cosa que se dispusiera a hacer y eso le generaba un profundo malestar en el centro de su pecho, a veces, la angustia era insoportable.
Independiente de las desagradables sensaciones que tendía a experimentar cerca de su instructor e ignorando la pesadez de sus más recientes interrogantes, inhaló una buena cantidad de aire para recomponerse y dejó que las palabras fluyeran por su boca.
–Bueno, solo es algo en lo que he estado pensando los últimos días. –Comenzó. –Hay una melodía que me gustaría aprender y…
–No pienso ofrecerte mi tiempo de clase para tus niñerías, todo lo que aprenderás quedará bajo mi decisión. –El mayor ni siquiera se tomó el tiempo de escuchar todo lo que su joven estudiante tenía para decir, al contrario, la interrumpió en cuanto comprendió a dónde quería llegar, lo cual no le hacía ilusión en absoluto. –Además, ni siquiera eres capaz de tocar a la perfección ninguna pieza que te he presentado, ¿así que cómo puedes tener el atrevimiento de hacerme una petición como esa?
–Por favor, prometo dedicar aún más empeño durante mis lecciones, puedo tomar lecciones extra para compensarlo si es necesario.
Para ser sincera, Sakura dudaba que Asuma siquiera considerara tal propuesta que acababa de darle con tal de que aceptase su petición inicial, apenas parecía tolerarla dentro del horario acordado, así que no creía que la idea de tenerla cerca durante más horas fuera maravillosa para él. No obstante, la extensión de su silencio comenzó a despertar su curiosidad, ¿de verdad era posible que estuviera considerándolo o… solo estaba ignorándola?
Dubitativa, cuando se disponía en abrir una vez más la boca con el propósito de confirmar la respuesta definitiva de su instructor, sus palabras quedaron a medio camino cuando lo oyó suspirar, exasperado.
–Si tanto quieres hacerlo, entonces voy a tener que hablar con tu padre sobre esto, la decisión quedará bajo su criterio. –Explicó, luego de cerrar lo que a oídos de Sakura parecía ser un libro, Asuma se levantó de su acomodado asiento y dijo. –Solo espero que recuerdes que fuiste tu quien lo sugirió, la música es un arte y ya va siendo hora de que la tomes la seriedad que es debida.
Dicho esto, Asuma rebasó a Sakura y la dejó completamente sola, quien se dejó caer de espaldas sobre la hamaca a su lado casi como si la fuerza de sus piernas se hubiera desvanecido y se esmeró por procesar cada detalle de lo que había ocurrido en los últimos cinco minutos.
Estaba estupefacta, si bien sus esfuerzos por conseguir que su petición fuese aceptado fueron considerables según percibía, debía decir que estaba esperando un rotundo rechazo por parte de su profesor, es decir, no consideró entre sus posibilidades ni la más mínima chance de que este diese su brazo a torcer y se tomase al tiempo para pensarlo siquiera, que lograse su cometido era algo realmente milagroso teniendo en cuenta el tipo de persona que era Asuma, alguien sumamente rígido, ahora solo le quedaba confiar en que el veredicto de su padre no acabara decepcionándola.
