Buenos días, tardes, noches a todos, les saluda Mary Morante.
Este capítulo estaba programado para el día de Acción de Gracias, pero tarde más de lo que pensaba en editarlo, así que: Feliz día de Acción de Gracias atrasado.
Agradezco de todo corazón, a aquellos pocos que se han acercado mediante mp preguntándome por mi salud. Voy mejorando poco a poco y sus ánimos, me han ayudado mucho.
Dedico con mucho cariño este capítulo y el resto de la historia, a mi querido tío José Rubén, profesor universitario y escritor profesional, a quien admiro y espero algún día, seguir sus pasos literarios. Q.E.P.D. y Dios lo tenga en su Gloria Eterna.
Sin más, les dejo este nuevo capítulo.
Disclaimer: Candy Candy y sus personajes son propiedad de Keiko Nagita y Yumiko Igarashi. Este fanfic fue creado solo con fines recreativos.
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LAS CONSECUENCIAS DEL AMOR Y LA GUERRA
Adiós Neil
La velada había resultado bastante larga para todos, pero sin duda, estaba lejos de terminar para las doctoras Clara Miller y Candy W. Ardley.
Cuando los esposos Leagan llegaron al improvisado quirófano, Clara estaba hecha un manojo de nervios, moviéndose casi de manera automática. A duras penas, lograba seguir las indicaciones del Dr. Alfred L. Delrick – ¡Gracias a Dios, ya llegaron! – Expresa el galeno – Rápido doctora Ardley, lávese las manos y venga con nosotros.
– Si – De inmediato, Candy lavó sus manos hasta los codos. Después, unas enfermeras le ayudaron a vestir una bata limpia, a colocarle el cubrebocas, los guantes y a sujetar sus largos rizos, usando un pañuelo blanco, para cubrir su cabello.
– Doctora Ardley, ocupe el lugar de la doctora Miller; usted doctora Miller, auxilie con la administración de la anestesia – Mientras Candy ocupaba el lugar de Clara, esta a su vez, tomaba el lugar de la enfermera, quien humedecía el paño de éter que mantenía sedado a Angus.
En todo momento, Neil los observaba desde la entrada. Clint trató de acercarse a ella, pero él lo detuvo, tomándolo en sus brazos – Lo siento amiguito, por ahora no puedes ir con Candy.
Casi al mismo tiempo, el General Walter Delrick ingresó a la habitación, se aproximó a Neil y le susurró algo a su oído. Neil cruzó miradas con Candy, asintió y salió del cuarto, llevando consigo a Clint y cerrando la puerta tras de sí.
El delicado procedimiento quirúrgico prosiguió, hasta que finalmente, pudieron contener la hemorragia.
.oOo.
Al salir de la habitación-quirófano, Candy se asomó por la ventana de la enfermería, notando que ya había amanecido – ¿Es tan tarde?
– Candy yo… – Clara llega junto a ella, aun con ansiedad en su semblante – ¡Muchas gracias, por ayudarnos a salvar la vida de Angus! – Junta sus manos y empieza a sollozar – Si él muere… yo no podría…
– Vamos Clara, no llores – Candy saca un pañuelo y enjuga sus lágrimas – El doctor Delrick, ha asegurado que se pondrá bien, solo debes vigilar que no le dé mucha fiebre.
Avergonzada, Clara baja la vista – Verás yo… siempre supe, que Virginia estaba interesada en el – Coge las manos de Candy – ¡Angus también me gustaba, pero nunca quise interponerme! Es solo que, cuando empezamos a convivir… quiero decir, ¿soy mala persona?
– Clara… – Candy cierra los ojos, sintiendo una dolorosa punzada en su pecho – En realidad…
– Disculpen la interrupción, damas – Un joven marine llega, cortando su conversación – ¿Alguna de ustedes dos, es la doctora Candice Leagan?
La mencionada mira de reojo a Clara, antes de dar un paso al frente – Yo soy Candice Leagan.
– Su esposo, el señor Leagan, solicitó que fuera escoltada hasta su nuevo camarote.
Gracias a los acontecimientos nocturnos, los altos mandos del RMS St. Mary se reunieron en secreto y acordaron manejarlo todo, como un desafortunado asalto, perpetrado a uno de los matrimonios más acaudalados del navío. Parte de la estrategia, era obtener "evidencia" en el camarote allanado, mientras acomodaban a los afligidos esposos, en otro de los camarotes de lujo – Tengo que retirarme – Candy coge de nuevo las manos de su amiga – Además, tienes trabajo pendiente con Angus. Él también salvó mi vida y sé, que lo cuidarás muy bien.
– Así lo haré – La abraza, sintiendo ambas un poco de consuelo en sus almas – De nuevo muchas gracias, Candy.
Candy no dejaba de meditar en las palabras de Clara, recordando una vez más, el amargo momento que vivió junto a Terry, cuando Susana se interpuso en su relación; comparándolo ahora, con este nuevo escenario. No podía evitar pensar que, sin ninguna intención, también se había entrometido en el noviazgo de Neil y Alina.
– Para esta hora, seguro Alina ya está despierta – Recapacita Candy, imaginando todo lo que la joven Jones estará sufriendo, con la repentina pérdida del amor de Neil – Ella no merece este dolor, ¿cómo habrá pasado el resto de la noche? ¿estará bien?
En algún punto de todo, los recuerdos de sus amores pasados, le generaban una gran incertidumbre: ¿Tendría que renunciar a su nuevo amor, así como había sucedido con Anthony o Terry?
Candy puso ambas manos en su pecho y negó con la cabeza. Neil ya le había confirmado su decisión; entonces, ¿por qué sentía tanto miedo?
– La guerra…
– Llegamos, señora Leagan – El marine la saca de sus pensamientos, extrae un juego de llaves y abre la puerta del nuevo camarote. A primera vista, el camarote en sí, mostraba el decorado muy similar al anterior, siendo quizás diferente la disposición de los muebles, así como los colores del tapizado, las cortinas y el alfombrado, que eran distintos. Sobre un fino cojín de terciopelo rojo, localiza al pequeño Clint, que adormilado, alzó su cabeza hacia la entrada. Tan pronto la vio, apresurado salió a su encuentro – ¡Hola Clint! – Candy lo alza en brazos, admirando el listón azul cielo, que ahora decora su cuello – Veo que te han tratado bien.
– A petición del señor Leagan, el médico del barco vino personalmente, para revisar a su mascota – El joven le entrega las llaves – El señor Leagan estará ocupado, apoyando en la investigación del intento de robo.
– Comprendo, muchas gracias.
– Con su permiso – El marine se inclina con cortesía, salió por la puerta y Candy rápido la cerró con llave – Cielos… Creo que hemos experimentado muchas emociones, ¿no lo crees, Clint?
Durante el camino hacia el camarote, Candy sentía que sus zapatos le molestaban, en especial el pie izquierdo, pero iba tan sumergida en sus pensamientos y sentimientos, que apenas quedó sola, reparó en que no era una "simple molestia". Se sentó en el sillón más cercano y al quitarse los zapatos, vio el gran hematoma que tenía a nivel del tobillo – ¡Oh cielos! – Levantó su vestido y localizó una enorme equimosis, junto con varias excoriaciones en su rodilla izquierda – Ahora entiendo, por qué me dolían la rodilla y el tobillo, seguramente me lastimé en la caída, cuando ese espía me empujó.
De pronto, la rubia doctora empezó a sentirse muy agotada – No dormimos en toda la noche, ¿cierto Clint? – Acaricia al coatí en su regazo y despacio lo baja. Va a la alcoba y revisa el armario, encontrando algunas ropas nuevas, tanto de hombre como de mujer, aun con la etiqueta de precio – Olvidé que esos hombres, destrozaron muchas de nuestras pertenencias – Examina las ropas y encuentra un estilo familiar – Sin duda, Neil ha seleccionado las prendas y debo admitir, que tiene un gusto muy refinado.
Un pequeño mareo, hace que Candy ponga una mano en su frente – Vaya, en verdad me siento muy cansada, tomaré un baño rápido y dormiré un poco.
.oOo.
– ¡Candy, al fin despiertas!
Adormilada, Candy abrió los ojos, enfocando de manera borrosa la silueta frente a ella, apenas reconociéndole por su voz – ¿Neil? ¡cof cof cof!
– Permítame, señor Leagan – El galeno del barco se aproxima, con estetoscopio en mano – Mmmh, sus pulmones tienen ligera congestión, pero sé recuperará si guarda reposo.
– ¿Congestión? – La joven esposa Leagan, se incorpora lo suficiente, para mirar a su alrededor. Además de Neil y el doctor, los acompaña una enfermera del barco y una mucama, que empuja una mesita de servicio, donde había una bandeja cubierta, unas toallas y en la parte inferior, un recipiente pequeño de madera, con agua fresca. Eleva una mano a su cabeza y toma el paño húmedo, que descansaba en su sien – ¿Estoy enferma?
– Te resfriaste – Aclara Neil y se vuelve hacia el médico – Una vez más, le agradezco que viniera tan pronto, doctor Smith.
– Siempre es un placer, atender a un colega – Toma su maletín y saca un frasco color ámbar – Dele a su esposa, una cucharada de esta medicina cada ocho horas, sin falta… ¡ah!, recuerde mantener su tobillo y rodilla vendados por el día de hoy, así ayudará a bajar la inflamación.
– Así lo haré – Todos se despidieron de Candy, mientras Neil los encaminaba a la salida. El animalito de cola anillada, dio un gran salto a la cama y empezó a besar las mejillas de Candy – Jajaja ¡basta Clint!
– ¡Vaya que eres descuidada! – El apuesto soldado se apoya en el marco de la puerta, con brazos cruzados y gesto de disgusto.
– ¿Descuidada yo? – Candy frunce el ceño y hace un puchero – ¿Desde cuándo un resfriado, es culpa del enfermo?
Molesto, camina hacia ella, enumerando con los dedos – Primero que nada, es culpa de la enferma cuando presta su abrigo, en una noche nevada – Coge las toallas y las pone en la mesa de la alcoba – En segundo lugar, solo a alguien imprudente, se le ocurriría bañarse con agua caliente y recostarse en el suelo, frente a la chimenea.
– ¡¿Estaba recostada en el suelo?! – Desconcertada, Candy puso ojos enormes, recordando el inexplicable frío que sintió con el baño caliente. Cuando terminó de ducharse, secó su cuerpo lo mejor que pudo y acomodó algunas cobijas frente a la chimenea, buscando calor extra y de paso, quedándose dormida – ¿Y cómo es que llegué a la cama?
– Cuando te encontré, pensé que estabas dormida – Retira la cubierta de la bandeja, descubriendo un caliente caldo de res con verduras – Sin embargo, estabas inconsciente por la fiebre – Hace una mueca, recordando el terrible susto que se llevó, al ver su pecoso rostro fuertemente enrojecido – Te cargué, te traje a la cama y llamé al servicio médico del barco – Empuja la mesa de servicio – Come, te ayudará a recuperarte.
Con cuidado, Neil le ayuda a sentarse en la orilla de la cama – Cof, cof, cof… gracias Neil.
Exhalando un frustrado suspiro, Neil suaviza sus facciones y la abraza de lado – Amor, no vuelvas a darme estos sustos – Se inclina y deposita un tierno beso en la frente.
Al oír las amorosas palabras de Neil, acompañadas por el dulce beso, Candy siente una nueva oleada de calor, subir hasta su rostro – ¡Por Dios!, tu cara se ha vuelto a enrojecer – El joven moreno, pone una mano en la mejilla de Candy.
– Estoy bien, es solo que… – Baja la vista, avergonzada – No es nada.
Al notar que Candy sonreía con timidez, Neil creía saber con certeza, lo que estaba pasando, pero decidió no mencionar nada – Anda, come el caldo antes que se enfríe.
– Si – Con calma, Candy empezó a comer el caldo, al tiempo que Neil, la ponía al día de los últimos acontecimientos.
Mientras estuvo inconsciente, Clara los visitó para devolverle su abrigo, y terminó ayudándole a Neil para bajar la fiebre de Candy, notando además su tobillo y rodilla lastimados. Cuando llegó el Dr. Smith, Clara aseguró que regresaría más tarde, pues aún tenía que cuidar de Angus.
También le contó, como tuvieron que deshacerse de los sacos de dormir, arrojándolos por la borda, pues era muy peligroso dejar "cabos sueltos", sobre sus identidades reales. Originalmente, los sacos de dormir quedaban ocultos, bajo el "asiento falso" de un sillón– Si hubieran destrozado ese mueble, se habrían percatado de toda la farsa – Neil frunce el entrecejo – Es una pena, olvidé sacar cinco dólares, que tenía en esa bolsa de dormir.
Confundida, Candy le mira de reojo – ¿Te apena haber perdido cinco dólares? – Baja los cubiertos, tratando de entender su pesar – La fortuna de los Leagan es inmensa, ¿por qué lamentarías, perder tan poco dinero en comparación?
– Ese dinero, era parte de mi salario militar – Hace su conocida mueca – Se que sonará estúpido, pero gastar del dinero de casa y gastar el dinero de mi salario, se siente… diferente.
Sintiendo su corazón reconfortado, Candy sonríe con alegría. Esta declaración, solo afirmaba el hecho de que Neil había cambiado para bien, y eso la llenaba de dicha – Ya no eres ese niñito mimado, que tanto me atormentaba.
– ¿Por qué me miras así?
– Jejeje – La rubia cubre su boca y sacude la cabeza – Solo pensaba, que podría prestarte los cinco dólares.
– Ja-ja que graciosa – El moreno cruza sus brazos y sonríe con malicia, al recordar ese "pequeño detalle", que estaba pasando por alto – Entonces, como no tengo saco de dormir y muy probablemente, estaremos siendo vigilados de cerca – Se encoge de hombros – Tendrás que compartir la cama conmigo.
– ¡Cof, cof, cof! – Un fuerte acceso de tos, fue la reacción de Candy ante esta nueva verdad: compartiría el lecho con él.
– ¡Candy! – Rápido, Neil alcanza un vaso con agua y se lo entrega, ayudando a mitigar la tos – ¿Estás bien?
Candy dio un gran trago de agua, antes de hacer una inspiración profunda – Si, gracias.
– Ya hemos dormido juntos.
– Por accidente.
– Dos veces, y en esas dos ocasiones, has despertado abrazada de mí – La rubia abre la boca, pero al no encontrar argumento para refutar, de inmediato la cierra.
– Candy, ¿te molesta la idea, de volver a dormir juntos?
Sumamente avergonzada, Candy baja la vista, tocando de manera insistente, el dedo anular de su mano izquierda; en específico, el lugar que ocupaban los anillos de compromiso y matrimonio, ahora en resguardo como "evidencia" por los oficiales del RMS St. Mary – Siempre pensé, que estaría casada, antes de… compartir la alcoba.
– Jajaja, si ya estamos casados – Responde con burla.
– ¡Neil! – Candy frunce el ceño y cruza sus brazos – ¡Sabes muy bien de qué estoy hablando!
– Si, lo sé – Con astucia, rodea sus hombros, provocando que esta voltee su cara, malhumorada – Vamos, no te enojes – Suspira – Solo dormiremos, te lo prometo y en la primera oportunidad, nos casaremos.
– ¡¿Casarnos?! – Asombrada, se vuelve hacia él, con ojos enormes – ¿En serio?
– Jamás en toda mi vida, he sido más serio – Le da un suave beso en la mejilla y junta su frente con la de ella – Tu frente está caliente otra vez, será mejor que termines de comer, para que puedas tomar tu medicina.
– Está bien – Una cálida sonrisa, se dibujó en los labios de Candy. Ella no estaba acostumbrada a sus atenciones, pero no podía negar, que le encantaban los mimos y afectos que él le dedicaba.
De repente, Neil se incorporó, salió de la habitación y Candy escuchó cómo aseguraba la puerta principal. Regresó e hizo lo mismo con la puerta de la alcoba, cerrándola con llave – Hay algo que aún no te he contado – El rostro de Neil se ensombreció, mortificándola – Es muy importante, que me escuches con atención – Hace una breve pausa, acariciando con ternura su pecosa mejilla, al tiempo que se sentaba junto a ella – Anoche, fue la última fiesta programada en el barco. Hoy debimos de haber llegado, al puerto de Le Havre, desde donde tomaríamos el ferrocarril, que nos llevaría a nuestros destinos.
– Si anoche, fue la última fiesta – Neil asiente – ¿Por qué no hemos desembarcado?
Serio, el moreno exhala – Se nos ha informado, que la ciudad portuaria de Le Havre, ha sido tomada por los alemanes.
La señora Leagan, abre grande los ojos, sintiendo un indescriptible frío congelar su corazón – ¿Q-que va a suceder?
– El capitán John Hanley, ha estado en negociaciones con personal de capitanía de puerto – Baja la vista y acaricia el suave pelaje de Clint – Intercambiarán al prisionero, que intentó robar los planos de guerra.
– ¿Prisionero? – Candy parpadea confundida – ¿No eran dos espías?
Incómodo, Neil se levanta de la cama y da unos pasos, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón – El otro hombre falleció.
Al oír esto, Candy no pudo evitar estremecerse, sintiendo una enorme angustia. No tenía la menor duda: el hombre que había muerto, era el mismo que Neil había atacado. Ahora, estaba preocupada, por lo que Neil podía estar sintiendo en ese momento – Neil ha matado a alguien.
Simulando indiferencia, Neil se aproxima a la mesa y se sirve un vaso de agua – Hay algo de lo que podemos estar seguros, y es que vamos a desembarcar en Le Havre.
– ¿Cómo estás tan seguro de eso?
– Ellos no eran los únicos espías en el barco – Da un trago de agua – Seguramente, habrá mas alemanes con valiosa información para ellos.
– ¿Sabes qué tipo de información?
– No, y no podemos hacer nada, más que observar – Hace una mueca de disgusto – Al menos, estamos casi seguros, de que no es información del campo de batalla.
Candy bajo la vista, repasando mentalmente la actual situación, llena de incertidumbre – Vamos, por ahora no te preocupes – Con la punta de los dedos, toma su barbilla y eleva su rostro – Tienes que comer, sino no te vas a recuperar – Se dirige al armario y saca su saco afelpado – Ya regreso.
– ¿A dónde vas?
– Tengo unos pendientes que resolver – Se pone su saco – Hay un telegrama que quiero mandar, pediré servicio a la habitación para que cenemos y más tarde, vendrán oficiales de marina, para tomar mi declaración de los hechos durante el "robo" – Cierra distancias con ella y le habla en voz baja – Aunque realmente, vienen para revisar las estrategias militares, que se llevarán a cabo una vez que desembarquemos – Le da un pequeño beso en la mejilla – Cuando vuelva, quiero ver que se haya acabado todo el caldo y haya tomado su medicina, señora Leagan.
Candy parpadea un par de veces y ríe divertida – ¿Ahora eres el doctor?
– Es mi deber cuidarte – Hace su saludo militar y se dirige al coatí – Clint, te quedas a cargo, no me tardo.
El animal saltó de la cama y le siguió hasta la puerta, quedándose sentado frente a esta, como si estuviese haciendo vigilancia en la entrada – Regresa pronto – Candy sonrió y continúo comiendo.
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Horas más tarde, Neil volvía a su camarote. Al abrir la puerta de la alcoba, notó que su ficticia esposa estaba acompañada. Esta nueva enfermera, a quien solo había visto en la habitación secreta de la enfermería, estaba preparando un "té medicinal" para Candy. Al notar la presencia de Neil, no pudo ocultar su disgusto, alzando la comisura del labio – Buenas noches, señor.
– Ya volviste – Candy se sienta en la cama y acomoda su bata de baño.
Sin despegar los ojos de la taza que lleva la enfermera, se retira su saco afelpado – ¿Te volviste a duchar?
– Solo fue una ducha rápida – La rubia, toma la taza que le ofreció – Mi cabello había quedado enredado y tenía un poco de fiebre, así que yo…
– ¡Perfecto! – Neil se quita rápido el suéter y empieza a desabotonar la camisa – Tengo un deseo irresistible de estar con mi esposa – Mira de reojo a la enfermera – Si usted me entiende.
– ¡Dios bendito! – Apurada, la ruborizada enfermera pone una mano al lado de su rostro, acelerando sus pasos a la salida – ¡Qué desvergonzado!
Con sonrisa vencedora, Neil cierra y asegura las puertas de la habitación y la alcoba – Siempre funciona, con las ridículas pudorosas – Va junto a Candy y le quita la taza de té – ¿Tomaste algo?
Entrecerrando los ojos, Candy le mira confusa – Apenas le di un sorbo… ¿qué te pasa?
– ¡Qué barbaridad!, esta taza tiene suciedad en el fondo – Olfatea la bebida – Es té de manzanilla, voy a limpiarla y prepararé otro – El soldado ingresó al baño y vació la bebida en el inodoro; levantó la taza a la altura del foco, sobre el espejo, y al fondo de esta, notó un discreto movimiento arenoso, de color blanco.
En la tarde, después de mandar el telegrama, se topó con el Dr. Alfred L. Delrick, quien le informó que mandaría un sedante a Candy – "Por seguridad de su esposa, será mejor que no escuche la conversación en el camarote, pero no se preocupe, mandaremos un calmante que solo le provocará sueño"
– ¿Permitir que droguen a Candy?, Ja, si como no – Negó con la cabeza y enjuagó con abundante agua, la taza en sus manos.
– ¿Qué sucede? – Se vuelve sobre su hombro y la ve de pie, en la entrada del baño.
El moreno alza sus hombros – Solo enjuago tu taza – Toma la toalla de manos y la seca – ¿Ves?, taza de té limpia.
– A veces, eres un poco raro.
Ambos regresan a la alcoba y ven a Clint, arañando con insistencia, la puerta cerrada – ¡Buenas noches, servicio a la habitación! – Escuchan desde afuera de la habitación principal.
A hora puntual, la cena fue llevada y mientras comían los tres, Candy presentó algo de febrícula y tos. Por ello, Neil se aseguró que tomara su medicina – Eres muy estricto – Se queja.
– No me culpes – Alza las manos – Eres doctora y sabes que debes seguir las indicaciones.
Candy frunce el ceño, juguetona – ¿No será, que solo lo haces para molestarme?
– ¿Molestarte yo? – Replica sarcástico y ambos ríen, continuando con la cena.
Una hora después, el personal de cocina fue a levantar el servicio. Candy fue al baño, cambió sus ropas y se preparó para dormir. Solo estaba ese detalle que la preocupaba: tener que compartir cama con él.
Cuando salió del baño, vio a Neil sentado a la mesa, revisando unos documentos – Me siento cansada… creo que tengo mucho sueño.
– Duérmete, ya es tarde – Respondió, sin despegar la vista de los papeles.
Antes de acostarse, Candy revisa sus pijamas, teniendo cuidado de verse lo más decente posible – Me siento nerviosa, pero ya hemos dormido juntos – En silencio, subió a la cama, se cubrió con las mantas y se giró, dándole la espalda.
De pronto, el espacio a su lado se hundió, provocando un pequeño sobresalto, agitando un poco su respiración – ¿Aún me tienes miedo? – Sus palabras mostraban un dejo de melancolía, al tiempo que una mano, acaricia con suavidad su hombro.
Despacio, Candy se gira hacia él – Yo...
– Todo este tiempo, ¿has tenido miedo de mí, cierto Candy?
Con sorpresa, la mencionada abrió la boca, pero no dijo nada. Sabía que su expresión la delataba, en especial, cuando él suspiró y la soltó – Eres muy mala fingiendo.
Rápido, Candy se sentó en la cama – Al principio, sí te tenía miedo – Molesto, frunce el ceño, no obstante, Candy se adelanta y apoya una mano en su mejilla – Pero desde la tormenta, comprendí que no me volverías a lastimar.
El moreno le sostenía la mirada, buscando el trasfondo real de sus palabras – Entonces, demuestra que lo que dices, es verdad.
Candy se aferró a las mantas, pasó saliva y asintió con la cabeza. Cerró los ojos y relajó los hombros. Al ver su acción, Neil río en silencio – Tu casta inocencia, solo hace que me vuelva más loco por ti.
Con ternura, deposita un fugaz beso en su frente – Ya duérmete, se está haciendo tarde y el personal del barco no tardará en llegar.
Sintiendo como el temor mal infundado se disipaba, Candy calmó sus pensamientos, bostezó y talló sus ojos – Buenas noches, Neil.
– Descansa, Candy – Pasa su mano sobre la cabeza de Clint, ya acomodado a los pies de la rubia – Buenas noches.
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Al día siguiente, la pareja Leagan despertó ya entrada la mañana, gracias a que ambos estaban muy cansados; sobre todo Candy, que aún está resfriada. Y aunque la doctora, se sentía muy cómoda despertando en brazos de su aparente esposo, el apetito finalmente les obligo a salir del camarote.
Una vez que almorzaron, Neil se sinceró con ella. Deseaba hablar con Alina y aclarar las cosas, para terminar de la mejor manera posible. Con pesar, Candy comprendió sus sentimientos y estuvo de acuerdo con él.
Sin más, se dirigieron al camarote Roosevelt, acompañados del fiel Clint – ¿Estarán a esta hora en su camarote?
– Solo hay una forma de averiguarlo – A punto de llamar a la puerta, se escucha tras el madero, la desesperada voz de Alina – Oswald… por favor.
Neil arquea una ceja y cruza miradas con Candy, oyendo ahora la voz de Oswald desde el interior – Alina… no… espera…
– Oswald… te lo suplico.
Preocupado, el moreno giró el picaporte y para su sorpresa, la puerta estaba abierta. Se apresuraron al interior, deteniéndose en seco, al ser testigos de la chocante escena. Alina estaba sentada en las piernas de Oswald, su cuerpo permanece inclinado hacia él, compartiendo un apasionado y desesperado beso con el joven Roosevelt, quien la sujetaba de la cintura y espalda, correspondiendo los besos y caricias, con la misma urgencia que la señorita Jones.
Atónitos, Candy y Neil se miraron entre sí, boquiabiertos, sin poder dar crédito a lo que atestiguan con sus ojos. Y lo más hilarante, es que los recién descubiertos amantes, estaban tan metidos en su "asunto personal", que no reparaban la presencia de la pareja Leagan.
Clint se acerca a los pies de Alina y Oswald, haciendo reaccionar a Neil, quien cierra la puerta con un fuerte golpe, provocando un sobresalto en los presentes (incluida Candy) – ¿Qué rayos? ¿Neil? – Expresaron Oswald y Alina respectivamente.
Intranquila, se vuelve hacia Neil y este, de manera discreta, le guiña un ojo, sonriendo por un segundo – Entiendo – Candy pensó divertida y de inmediato, puso una mirada seria, cruzando sus brazos.
– Mph, mph, esperamos no estar interrumpiendo – Neil hace la peor de sus muecas, llevando manos a la cintura, aguantando las fuertes ganas de reír.
Ambos estaban más colorados que una cereza, levantándose torpemente y dando mil excusas. Alina primero se disculpaba, después culpaba a Neil, para volverse a disculpar, inclusive con Candy – ¡Esto no es lo que parece!, bueno… sí, ¡pero todo esto es culpa tuya Neil!, todo por ella… Candy lo siento, lo siento… Oswald estaba muy interesado en ti créeme…
Por su parte, Oswald hablaba con torpeza a un Neil "ofendido" – N-no es lo que piensas Neil… a-antes de la cena, siempre la respeté, ¡lo juro!… es tu novia… digo, era… pero nunca la toqué… bueno… es decir, antes yo no…
De improviso, Neil le propina a Oswald un fuerte puñetazo, generando un funesto silencio en el camarote, asustando dé paso a las damas. Atónito, Oswald se gira hacia Neil, notando su burlona sonrisa – ¡Hey Teddy, tienes lápiz labial en toda tu estúpida cara!
La respuesta del otro no se hizo esperar, dándole un fuerte puñetazo en el rostro a Leagan – Tú también tienes labial en la mejilla, Chicago.
Neil primero lo fulminó con los ojos, para después empezar a reír, abrazando a su mejor amigo. Alina y Candy se vieron de reojo, perplejas ante la masculina actitud de sus compañeros – Así son los hombres – Exclama Candy, encogiéndose de hombros y recibiendo en brazos a Clint, que saltó nervioso, por los golpes que intercambiaron.
– Creo que los cuatro, tenemos mucho de qué hablar – Neil acaricia la cabeza de Clint – ¿Qué les parece si nos vemos para merendar?
– Por mí está bien – Oswald se dirige a Alina – ¿Tú que dices?
Apenada, baja la vista, mirando de reojo a Candy – Esta bien.
– Entonces, nos vemos en el petite restaurant – Dijo Candy, saliendo del camarote junto con Neil y Clint.
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Durante la tarde, bajó un poco la temperatura, por ello Clint se quedó en el camarote. En tanto, Neil y Candy acudieron al petite restaurant, donde ya los esperaban la familia Roosevelt.
Una de las ordenes absolutas, giradas por el general del ejército Walter Delrick, era que las parejas involucradas en el alboroto durante la cena, se abstuvieran de convivir durante el resto del viaje. Oswald, conociendo esta disposición, buscó la mesa más escondida y apartada en el petite restaurante, para que nadie los viera sentados juntos.
Al principio, el aire se sentía tenso entre ellos, debido a la disputa de las féminas, en la noche de los acontecimientos. Después de comer, todos se fueron relajando, creando un ambiente más ameno – ¡Ahora comprendo! – Menciona Candy, dirigiéndose a Oswald – En Central Park, dijiste que Alina era muy bonita – El joven de anteojos se puso colorado, sonrojando también a Alina – Desde entonces te gustaba.
– ¡Cielos Candy! – Lleva una mano a su nuca, abochornado – ¿Tienes que recordar eso ahorita?
Los cuatro rieron, mientras un mesero levantaba los platos y cubiertos – Eres todo un galán, pequeño Teddy – Neil le da un suave toque con el puño, en la mejilla.
– Cierra la boca, idiota – Vuelven a reír los varones, hasta que son interrumpidos por Alina – Candy, yo… quisiera hablar con Neil – Rueda los ojos hacia el moreno – A solas.
Esta solicitud, Candy no la esperaba. Esbozó una forzada sonrisa y asintió – Saldré a dar un paseo, ¿me acompañas Oswald?
Rápido, Neil toma su mano y la detiene – Candy espera – Alza la vista y ve el exterior, notando que empezó a nevar de manera sutil – Aun estás enferma, mejor espera aquí, nosotros saldremos a caminar.
– Er… bueno…
– ¡Yo los acompañaré! – Oswald se levanta y ayuda a Alina – Si estamos los tres, se disipa cualquier rumor mal infundado.
– Esta bien, gracias Oswald.
Así, los tres se encaminaron a la salida – ¿Estará bien dejarla sola? – Pregunta Alina a Oswald.
– ¡Sin duda! – Oswald ve a Neil – ¿Qué le podría pasar dentro del restaurante?
Neil solo hizo una mueca, mirando hacia atrás – Vamos.
.oOo.
Los minutos pasaban y Candy aprovechó el momento, para pedir un postre – No sé cuánto van a tardar – Alza la mirada, pero desde su posición, apenas podía ver una parte de la salida. Suspiró y se calmó, tomando un bocado de pastel con fresas – Me alegra, que Alina haya encontrado un nuevo amor.
– ¿Está ocupado este asiento? – De repente, un apuesto joven de cabellos ondulados en tonos rubios y bellos ojos azules, llega y se sienta frente a ella, sin permiso y ocupando justo el lugar donde estaba Alina – Parece que no – Le ofrece una desconcertante sonrisa – La han dejado sola, señorita.
– Este… es Patrick Woodhouse – Candy abrió grande los ojos, recuperando la compostura – Disculpe señor, pero está sentado en el lugar de mi amiga – Cierra los ojos y voltea su rostro – Además, mi esposo no tarda en volver.
– Vaya, así que eres rubia – Pasando por alto su queja, la recorre con la vista – ¡Y también tienes los ojos verdes! – Sonríe sarcástico – Jajaja ese idiota de Neil sí que se esforzó, logró encontrar una chica igual a ella.
– ¿Igual a ella? – Patrick se entusiasma, al ver recuperada su atención – ¿A quién te refieres?
– A su verdadero amor, la famosa heredera Ardley: Candice White Ardley.
– ¿Su verdadero amor? – La mencionada siente arder sus mejillas, sonriendo con timidez – Bueno, yo soy Candice W. Leagan Ardley.
– ¡Por supuesto que no eres Candice White!
Confundida, Candy parpadeo – ¿Cómo que no puedo ser Candice White?
– Hasta donde sé, ella abandonó a Daniel Leagan, justo en su fiesta de compromiso.
Entendiendo lo rápido y mordaz, que corren los rumores en la alta sociedad, Candy baja la vista, lamentándose los momentos difíciles, que seguro habrá pasado Neil – En aquel entonces… tuvimos una pelea.
– Jajaja vamos, no me hagas reír – Se acomoda holgadamente en el asiento, pasando un brazo atrás del respaldo – Esa información salió en los diarios, así que no engañas a nadie fingiendo ser Candice White. Pero cuéntame, ¿en qué burdel se conocieron?
– ¡¿Disculpa?! – Candy se pone furiosa y aprieta los puños – ¡¿Qué quisiste decir con eso?!
– Ya sabes, mujeres baratas, de fácil adquisición – Ante el rostro desconcertado de Candy, hace una mofa – ¿Qué no lo sabías? Jajaja, Neil Leagan pasó muchos meses en los burdeles, siempre buscando al mismo tipo de chica: rubia de ojos verdes… aunque a veces, eran de ojos color aguamarina – Eleva su mano, restando importancia – Así que lo más lógico, es que pagó un buen precio por ti y el dinero…
Sin poder aguantar más sus insultos, Candy se levanta y le arroja un vaso de agua a la cara – ¡He terminado con usted, señor Woodhouse! – Molesta, se apresura a salir del restaurante, asegurando su bolso y ajustando su abrigo.
Los comensales allí presentes, empezaron a murmurar por lo debajo, desatando la ira del orgulloso rubio – ¡Grrr!, ¡esa mujerzuela, no va a dejarme en ridículo! – Aprieta la servilleta de tela, secándose lo mas posible y sale detrás de ella.
A paso acelerado, Patrick empieza a gritarle a Candy – ¡¿Acaso sabes con quién estas tratando?! ¡Tengo más dinero, del que una cualquiera como tú podría soñar! – Al alcanzarla, la toma del brazo, pero Candy se gira y le da un fuerte puñetazo en la cara, arrojándolo al piso sin más.
– ¿Tan poca resistencia tiene? – Vacilante, Candy mira su propio puño y parpadea, para después soltar varias risitas – Jajaja, un cobarde como tú, no duraría ni un minuto en la casa de Pony.
– ¿Casa de Pony? – Incrédulo, pone ojos enormes y una expresión de sorpresa – Espera… ¿eres la verdadera Candice White Ardley?
Patrick Woodhouse era un hombre malvado, con planes perversos y gustaba de humillar a los que consideraba sus rivales, tanto de poder, como de popularidad y belleza, encajando Neil en esos aspectos. Cuando sucedió el fallido compromiso, Patrick investigó a Candy, enterándose de los humildes orígenes de la joven prometida (algo que no salió en los diarios), información que utilizó, para burlarse más de él – "Una huérfana sin cuna, te despreció jaja"
Inclusive, el hecho de que Neil comenzara a embriagarse sin control y frecuentara los prostíbulos, en gran medida era culpa de Woodhouse, que se deleitaba al ver, como el apuesto heredero Leagan Ardley, caía cada vez más bajo.
Su objetivo, ahora había cambiado. Patrick trataría de convencerla (en vano), de que abandone a Neil, para casarse con ella y así terminar de destruirlo – Ok, mira… quizás me confundiste, entonces en parte es tu culpa, así que fingiremos que todo está bien, ¿de acuerdo?
– ¿Esa es tu forma de disculparte? – Rodando los ojos, Candy cruza sus brazos y sigue su camino, siendo seguida por él.
– Vamos, no lo conoces en realidad, él ha estado con muchas mujeres de la calle – El arrogante joven se irrita, al ser ignorado por ella – ¡Hay rumores de que tuvo un hijo con una de ellas!
Estas palabras, detuvieron los pasos de Candy. Se da la vuelta para encararlo y da un pequeño respingo, al ver a la persona detrás del insoportable rubio – Vamos mujer, abandona al perdedor de Neil y cásate conmigo.
– ¡¿Abandonar a quién?! – Fue lo último que oyó Patrick, antes de ser girado bruscamente, para recibir un fuerte golpe en la quijada, cayendo de bruces contra el suelo, inconsciente.
– ¡Vaya que debilucho! – Oswald se asoma detrás de Neil, junto con Alina – ¿Estas bien, Candy? – Cuestiona la otrora rubia.
En cambio, Neil solo observa en silencio a Candy, sintiendo en su interior una tormentosa pelea entre la ira y el miedo, todo por la incertidumbre de saber, qué tanto le dijo ese bastardo a su querida pecosa. Con coraje, da una patada en el estómago a Patrick, pero este no reacciona y solo mortifica a Candy – ¿N-Neil?
Sin expresar palabra, Neil saca su pañuelo y limpia la mano con la que lo golpeo, al tiempo que se gira hacia Oswald – ¡Claro, no te apures Neil! – Alza sus manos, intentando tranquilizarlo – Yo me encargo de la basura.
– Vámonos – Le habla a Candy, volviéndose sobre sus talones, alejándose lo más rápido posible de esa asquerosa escoria.
– S-si – Apenas pudo despedirse de sus amigos con un ademán, apresurando su andar para poder alcanzarlo, aunque este se negaba a esperarla – ¡Neil espérame!
Por su parte, el soldado ignoró todos sus llamados, hasta llegar a la puerta de su camarote, donde la aguardó con poca paciencia, para abrirle la puerta – Entra.
Candy vaciló por un segundo, respiró profundo y atravesó el umbral al interior. Por extraño que pareciera, la situación se percibía mas, como si fuera la hija desobediente a punto de recibir, un fuerte regaño de su padre.
Clint los escuchó llegar y salió a recibirlos, pero al ver el gesto furioso de Neil, se detuvo y saltó al sillón más cercano, donde se acomodó para mirarles.
Largos minutos transcurrieron y ninguno de los dos hablaba. Neil daba vueltas alrededor de la habitación principal, revolviendo con frustración sus castaños cabellos, escuchándose solo el tic tac del reloj sobre la chimenea – Neil, sobre Patrick…
– ¡¿QUÉ?! – Detiene su andar y toma a Candy de los hombros – ¿Qué fue exactamente lo que te dijo ese imbécil?
– Neil espera – Candy pone una mano en su mejilla – Antes que nada, quiero que sepas que acepto lo que tú…
Molesto, retira la mano de su mejilla y aprieta su agarre – ¿Qué_fue_lo_que_te_dijo? – Frunce más el entrecejo – Respondemé.
Al verlo así, Candy se percata que tratar de calmarlo, era inútil. Podía ver en sus ojos, la ira mezclada con el miedo – Dijo que buscabas en los burdeles, a alguien como yo.
– ¿Que te buscaba en los burdeles? – La suelta, cambiando su gesto, haciendo una desconocida mueca para ella.
– Si, él mencionó que todo ese tiempo, estuviste buscando a una chica que se pareciera a mi, para reemplazarme.
– Ese hijo de perra… jajajaja – Neil peina hacia atrás sus cabellos y se sienta en el sofá – Jajajaja todo… jajaja, todo lo entendió mal.
– No comprendo.
– ¿No comprendes? – Se pone de pie y la toma de los brazos – ¡No quería reemplazarte, yo quería olvidarte! – Niega con la cabeza – Estaba convencido, de que si eras mía al menos una vez, ese capricho que sentía por ti, se esfumaría.
Después de la fiesta de compromiso, tanto su madre como Eliza, le empezaron a meter en la cabeza, la idea de que lo que sentía por Candy, era un simple capricho de niños – "¿Cómo alguien de tu linaje, podría fijarse en una huerfana sin clase", "La deseas solo para un rato, nada más, porque es inferior a ti", "Si te hubieras casado con ella, de inmediato te aburrirías y buscarías el divorcio".
Con ese veneno en su corazón, y siendo ayudado por Patrick, emprendió la busqueda de mujeres rubias con ojos verdes, repitiéndose una y otra vez, el mismo mantra al acostarse con ellas – "Para mañana, tu recuerdo Candy, me provocará naúseas".
– ¿Y que pasó?
Cerró los ojos, sonrió con tristeza y negó con la cabeza – Al menos me di cuenta, que no eras solo un capricho para mí – Voltea su cara.
– Oh, Neil – Con suavidad, Candy acuna su rostro y lo obliga a verla – Ya no te presiones así, todo eso quedó en el pasado.
Una pequeña y casi imperceptible lágrima, resbala de su ojo izquierdo – ¿Y si el pasado me persigue? – Aprieta los labios – Cometí muchos errores Candy, y tal vez… uno de ellos dio frutos.
– Te refieres a… – Sintiendo una dolorosa punzada en su pecho, Candy lo suelta y da un paso hacia atrás, recordando las últimas palabras de Patrick – Tú… ¿tienes un hijo?
El joven sacude su cabeza, dando una negativa – Las últimas investigaciones, han apuntado a que ese niño no es mío – Le da la espalda, sintiendo vergüenza de ver su rostro – Mi madre ha soltado mucho dinero, para contener el escándalo, y los abogados amigos de mi padre, se han encargado de investigar la verdad sobre ese niño, por eso sé que no es mi hijo.
Soltando un suspiro de alivio, Candy cierra los ojos, sintiendo como si perdiera un gran peso en su corazón – Gracias a Dios.
– No entiendes, ¿verdad? – El moreno se gira, con ojos enrojecidos, intentando sin éxito contener las lágrimas – Este soy yo Candy, soy un ser repugnante, egoísta e imperfecto. Me sentí tan asquerosamente feliz, por haberme salvado en esta ocasión, pero… ¿y si llega otro bebé? – Pone manos en la cintura y camina hacia la ventana – ¿Captas lo que quiero decir?, yo no pienso darle la espalda.
Con estas palabras, finalmente Candy pudo abrir los ojos y ver al verdadero Daniel Leagan frente a ella. En realidad, no existía un viejo o un nuevo Neil. Simplemente era un mejor Neil, ahora más maduro, más educado, empático con los demás, un mejor ser humano, pero siempre manteniendo su esencia natural, su verdadero yo, y eso era algo que Candy tenía que reconocer y aceptar, si quería estar con él.
Y así lo haría, porque sin darse cuenta, se había enamorado profundamente de todo él, de Neil Leagan – Si llega un hijo tuyo, lo amaremos y lo criaremos juntos.
Presto se gira hacia ella, dudando de haber oído bien – ¿Lo dices en serio?
– Mi amor – Candy aprisa lo abraza y él la envuelve en sus brazos – Yo crecí en un orfanato, se la dulce añoranza de tener una mamá y un papá – Ríe con travesura – Además, tendría que rescatar a ese pobre niño, para que no se vuelva como el tonto de su padre.
– Jaja, eres una boba – Con suavidad la besa en los labios, deleitándose una vez más, con la dulce boca de su amada pecosa. Clint llega hasta ellos y Neil se separa de ella. De su abrigo saca un sobre, de donde salen los anillos de compromiso y matrimonio, así como el broche en forma de cisne, recién recuperados de la investigación – Te casarás conmigo Candy, no lo olvides.
Candy abrió grande los ojos y empezó a reír. Cualquier hombre romántico, se podría de rodillas y le haría la pregunta, antes de acomodar el anillo de compromiso. En cambio, Neil lo dijo como una orden y sin esperar respuesta, le puso los anillos de compromiso y matrimonio en su dedo anular.
Ese era su hombre, y no lo cambiaría por nada del mundo – ¿No piensas arrodillarte?
– ¿Para qué?, solo voy a ensuciar mi fino pantalón – La toma en brazos y la lleva a la alcoba – Además, conozco la respuesta.
Compartiendo un apasionado beso, Neil espero a Clint para cerrar la puerta de la alcoba y continuar demostrando, cuanto la amaba – No te preocupes, juro que te voy a respetar hasta que nos casemos.
– Confío en ti, mi amor.
c - c - c - c
Al día siguiente, el RMS St. Mary pudo por fin arribar a puerto y desembarcar. Los primeros en bajar fueron los pasajeros de primera clase. Candy se arregló de manera pomposa y elegante, cumpliendo con su papel de esposa acaudalada y consentida.
La ciudad portuaria de Le Havre, antes hermosa y tranquila, se veía ensombrecida por la ocupación alemana. No había habitaciones disponibles en los hoteles para los recién llegados, así que muchas familias, arrendaban sus pequeñas casas, cobrando mucho dinero a cambio.
Todo se había encarecido y esta era una manera de sobrevivir.
Después de pasar unas noches en Le Havre, las parejas Roosevelt, Anderson, Howland y Leagan, emprendieron su viaje vía ferrocarril hacia su destino. La ciudad de París no estaba lejos, pero Candy desconocía cuál era su destino real.
Apenas llevaban un par de horas de trayecto, cuando el tren se detuvo en una parada – ¿Dónde estamos?
– Llegamos a una estación de tren – Ambos descienden y Neil nota que ella no lleva bufanda – Permíteme – Se retira la suya y con delicadeza, la acomoda alrededor de su cuello.
El lugar, que parecía una vieja estación, estaba lleno de jóvenes parejas y algunas familias, algo extraño de ver en cualquier sitio, pasada la media noche. Con cuidado, llevo a una adormilada Candy hasta el interior, acomodándose en un rincón, en el suelo, dejando a un lado las maletas, para poder abrazarla y que descanse en su regazo – ¿Qué hacemos aquí? – Candy frota sus ojos, y aunque el sueño la estaba venciendo, un fuerte presentimiento se iba apoderando de ella – Ya es muy tarde.
– Duérmete Candy – Neil le hace una seña a Clint, este salta y se acomoda en el cálido espacio entre Candy y él, cubriéndolos con su fino abrigo – Cierra los ojos, sueña con tu casa, en el hogar de Pony, con la señorita Pony, las hermanas Rosario y María – Con suave tacto, despeja los rizados cabellos que caen sobre su pecosa cara – Pronto será primavera en Lakewood y brotarán nuevas rosas, en el jardín de tu querido Anthony.
En la lejanía de la noche, el eco del silbato de un tren, anunciaba que pronto llegaría a la estación
– ¿Por qué me dice esas cosas? – Candy abrió los ojos y a punto de hablar, escuchó el silbido de la misma locomotora, que se aproximaba a la estación. Ambos se pusieron de pie y una vez que se detuvo por completo, empezaron a bajar varios hombres uniformados. Uno de ellos, llevaba documentos en mano, iluminándose con una linterna. Alzó la vista y observó fijamente a los presentes – Soldado George Adams.
– Presente – El joven nombrado da un paso al frente, uno de los oficiales se aproxima a él, le entrega una enorme mochila militar y este se despide de la chica que lo acompañaba, antes de subir al tren.
Casi de inmediato, Candy cruzó miradas con Alina, Clara y Virginia – ¡Oswald! – Alina se aferra a su brazo – ¡Oswald, no me digas que…!
– Soldado Maxwell Anderson.
– Presente – Maxwell dio un paso al frente y como reflejo, Virginia lo cogió del brazo. Este sonrió con empatía, acarició su cabello pelirrojo y le dio un beso en la mejilla – Cuídate mucho, Virginia.
– M-Max…
– Soldado Oswald Brown Roosevelt
– Presente – Oswald recibe su equipaje y Alina lo abraza por la espalda, soltando abundantes lágrimas – Por favor… no te vayas… – Suplica la enfermera Jones.
Ahora no había dudas al respecto, este era el momento más temido para Candy. Había llegado la hora, en la que sus caminos se separaban – ¿Sabes que, Candy? – Neil la toma de los hombros y sonríe mordaz – Si te metes con el tío abuelo, o con… – Da un amargo trago de saliva y sacude su cabeza, manteniendo el tono altanero – A decir verdad, no me importa, vete a los brazos de quien quieras… Adiós – Con desinterés la hace un lado y da un paso al frente, esperando a ser llamado.
– Neil, pero ¿qué? – Candy estaba en shock, no podía creer la frialdad con la que se despedía de ella – ¡No puedes estar hablando en serio!
– ¡Por supuesto que hablo en serio! – La mira de lado – ¿Acaso creíste todas las cosas que te dije? Jajaja, vaya que eres ingenua.
Derramando abundantes lágrimas, Candy empieza a golpear la espalda de Neil – ¡Eres un rufián! ¡un patán! ¡escoria! – Baja la vista y ve a Clint sobre sus patas traseras, olfateando y lamiendo la mano izquierda de Neil, notando en ese momento, el brillo que desprende el anillo de matrimonio – El anillo, trae puesto el anillo.
– Soldado Daniel Leagan.
– Presente – Este da un paso al frente, recibe su equipaje y sin mirar atrás, se encamina hacia el ferrocarril que lo está aguardando. El pequeño coatí corre hacia él y Neil siente como lo jala del pantalón – Vaya, parece que al final, nos hemos hecho amigos ¿no Clint? – Se arrodilla hacia él y acaricia su cabeza, susurrándole – Cuídala por mí.
Candy estaba congelada, mantenía la boca ligeramente abierta, como si quisiera decir algo, pero simplemente no podía reaccionar – Él se va, portando el anillo con mi nombre – Lleva sus manos al cuello y siente la bufanda azul marino, que el mismo Neil le puso cuando bajaron del tren.
– ¡Neil! – Con gesto fruncido, Candy empezó a reclamarle – ¡Eres un tramposo mentiroso!
El soldado Leagan se detuvo, pero aún continuaba dándole la espalda. De nuevo, grandes lágrimas descendían por sus pecosas mejillas – Dijiste que ibas a casarte conmigo, después me dices que no te importo, burlándote una vez más de mí… ¡Si es así, entrégame ese anillo de tu dedo, que lleva mi nombre grabado! – Aprieta los puños y niega con la cabeza – ¡No puedo aceptarlo!, snif… cumple tu promesa Neil, ¡regresa a salvo y cumple tu promesa!… snif…
Sorprendido por sus palabras, Neil se gira hacia ella – Candy.
Apenas él se giró, Candy cerró distancias y empezó a golpearle su pecho, para inmediatamente, abrazarlo con todas sus fuerzas, siendo al instante correspondida por Neil, como si en ese abrazo, ambos corazones lograran mantenerse en una sola pieza, evitando romperse en mil pedazos – ¡Promételo, aunque no sea verdad! – Suplicaba la doctora Ardley, ya con un enorme nudo en la garganta. – ¡Promételo Neil!
– Te prometo que la próxima vez que nos veamos, nos casaremos – Candy hundió su rostro en su cálido pecho, humedeciendo sus ropas con las lágrimas, escuchando el fuerte latido de su corazón – Y si muero, jamás te vas a casar con nadie, vivirás solo pensando en mí y guardarás luto, como mi viuda.
– Y así será, porque soy un ser egoísta – Finaliza Neil y le da un prolongado beso a su amada rubia – Te amo Candy.
– Yo también te amo, Neil – El silbato del tren, anuncio su pronta partida. La campana de la estación empezó a resonar, marcando la salida del ferrocarril, Neil se separó de ella y se apresuró a uno de los vagones, siendo auxiliado por Oswald, pues la maquina ya estaba en movimiento.
Otros soldados hicieron lo suyo, abordando apresurados el tren que abandonaba la estación. Algunas mujeres corrieron a la par, despidiéndose de sus amados. Candy corrió hasta llegar al borde de la estación – ¡Te amo Neil! – Gritaba al viento, siendo superada por los llamados de las otras jovencitas – ¡Te amo!
Las piernas de Candy dieron de sí, cayendo sobre sus rodillas, sintiéndose devastada por dentro, al recordar todas esas amargas experiencias, que tuvo con él desde el día en que se conocieron. Todas las cosas malas que le hizo, como cuando la inculpo por las rosas de Anthony, las joyas de Eliza que escondió entre sus pertenencias, o cuando se vistió con las ropas de Anthony.
También estaba lo ocurrido, en el Real Colegio San Pablo y en Chicago.
Casi al mismo tiempo, su memoria se llenaba con la convivencia de las últimas semanas.
Todos esos recuerdos, solo le generaban un sentimiento de culpa y arrepentimiento – Tantos años desperdiciados… si tan solo hubiera puesto más de mi parte… si tan solo yo… snif, snif… Neil.
– Candy – Con cuidado, Clara se arrodillo junto a ella y la abrazo, siendo auxiliada por Angus – Ya no llores Candy, Neil, Oswald y Maxwell volverán.
El reconfortante abrazo de Clara, así como la fiel compañía de Clint, le ayudaron a desahogar toda la tristeza, llorando desconsolada sobre su hombro – Regresa pronto, Neil.
c - c - c - c
Días después de la difícil separación entre Neil y Candy, Eliza recibió un telegrama urgente en Chicago. Al leerlo, la señorita Leagan obligó a su chofer, para que la llevara de emergencia al hogar de Pony, irrumpiendo de manera abrupta en el orfelinato, en busca de su amado – ¡Tom! ¡Tom!
– ¡Eliza! – Al ver su semblante alterado y enrojecidos ojos, Tom se pone de pie, recibiendo en brazos a su angustiada prometida – ¿Qué sucede?
Sin poder contener las lágrimas, le entrega el telegrama a Tom y este, se lo da a la señorita Pony, para poder consolar a su novia – ¡No quiero que muera!... snif… ¡NO!…
Preocupada, la señorita Pony ajusta sus lentes y empieza a leer en voz alta:
"Querida Eliza:
En unos días estaré en el frente.
Pasó algo maravilloso, Candy y yo estamos juntos, pero pronto nos separaremos.
Si algo me sucede, deseo que mi herencia sea para Candy.
Posteriormente, mandaré telegrama con su ubicación, el tío abuelo debe venir por ella."
"Te quiero Eliza, vive una buena vida."
"Con amor, N. L."
– ¡Santo Dios! – Las hermanas Rosario y María se miraron entre sí, persignándose y elevando una plegaria al cielo, para que tanto Candy como Neil, vuelvan a salvo a América.
– Oh, Eliza… – Tom aprieta el abrazo, acariciando con suavidad los cabellos castaños rojizos de la joven Leagan – Aquí estoy, calma amor mío.
– ¡No me importa si está con ella! ¡que se quede con Candy si eso desea! – Eliza se aferra al abrazo de Tom – ¡Yo solo quiero que Neil regrese a casa! snif… buaaa.
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ConTinUarÁ…
Bueno, ahora todos saben, por que razón Neil quería evitar, que Patrick Woodhouse hablará con Candy.
Sus caminos se han separado y ambos enfrentarán lo crudo que es la guerra. ¿Regresará Neil? ¿A que puesto de la Cruz Roja irá Candy?
¿Estarán a salvo ellos y sus amigos?
* Como tip, pueden poner la canción "Adós Annie" de Candy en you tube, para leer la parte final de este capítulo.
Nos leemos después ;)
MaRyMoRaNTe:)
