Notas de la autora: ¡Buenas, estamos de vuelta tras dos domingos! Espero que la espera haya valido la pena, ya no escribo a la misma velocidad que al principio pero sigo teniendo mucha ilusión por esta historia, espero que la disfrutéis
- Yo… - Seguí balbuceando. – Sospechaba que podía estar embarazada, y aun así traté de no pensar mucho en ello. Por eso…
- Rin… - Me interrumpió él, volteándose hacia mí.
- N-no me mire, por favor… - Sollocé. – Es más sencillo para mí decirlo de esta manera… - Sin realizar ningún movimiento brusco, el demonio volvió a darme la espalda, manteniéndose en silencio. – Sé que… fui una inconsciente al salir a buscarle de aquella manera tan desesperada sabiendo de mi estado… y a pesar de que usted me salvase la vida, el bebé en mi vientre no… no lo soportó… Me siento… como una persona terrible por ello… y no… no quiero que me odie, Señor Sesshomaru…
En aquel punto, no pude evitar deshacerme en lágrimas. Me sentí terriblemente culpable y egoísta por no haber velado en primer lugar por la seguridad de mi hijo. Pero estaba tan asustada que había preferido ignorar su posible existencia, habría sido una madre terrible.
- Rin. – Me llamó esta vez sin voltearse. – No te fustigues más a ti misma por lo que yo pueda opinar al respecto. Yo… ya lo sabía, y no te odio lo más mínimo por ello.
Su confesión detuvo mi llanto.
- ¿Usted ya lo sabía…? ¿Desde cuándo?
Se removió en el sitio, inquieto.
- Me pareció extraño que empezases a sangrar de aquella manera nada más volver a la vida, y… Me mantuve cerca de ti, a la espera de que despertases. – Hizo una pausa antes de seguir explicando con cautela. - Entonces te escuché hablando con la anciana, aunque no era mi intención espiar vuestra conversación, sólo quería asegurarme de que estabas bien. Te noté muy afligida respecto a este tema, por eso no lo había mencionado hasta ahora… Quería darte la oportunidad de contármelo cuando te sintieras preparada para hablar de ello. Pienso que te has precipitado esta noche al forzarte a decírmelo.
Me abracé el cuerpo con ambos brazos.
- Nunca hubiera encontrado un buen momento para decirlo… por eso pensé que me sentiría mejor si lo dejaba salir de mi pecho…
- Déjalo salir todo, entonces.
Suspiré pesadamente.
- La verdad es que… tenía mucho miedo de ser madre yo sola, por eso… No quise pensar en la posibilidad de estar embarazada, ni me preocupé de cuidar mi cuerpo para mantenerlo a salvo. Me siento como una egoísta, o… casi como una asesina.
Sesshomaru contuvo el impulso que tuvo su cuerpo de girarse hacia mí.
- No eres ninguna asesina. Es natural que tuvieses miedo.
- Usted… ¿qué piensa de todo esto? – La losa que me seguía pesando en todo aquel asunto era su juicio al respecto.
- Yo me alegro de que estés sana y salva. Eso es todo lo que importa.
Algo en sus palabras me provocó una punzada en el pecho.
- ¿No le molesta que… nuestro hijo haya fallecido por mi imprudencia?
- La imprudencia ha sido de los dos, para empezar… Yo tampoco había pensado lo más mínimo en la consecuencia natural de nuestros actos. – Argumentó con voz neutral. – Y por otro lado, sé que… - Se corrigió antes de seguir. - Pienso que ahora mismo lo último que necesitarías es tener que preocuparte de la vida de otra criatura. Además, me cuesta sentir aprecio por una vida que no ha llegado a existir. Por eso… no quiero que sientas que has arrebatado nada a nadie. Estás viva y respirando. Céntrate en tu bienestar por una vez, Rin. No has hecho nada malo.
Comprendía su punto de vista, aunque yo lo hubiera sentido de otra manera. Sin embargo, me tranquilizó su manera de racionalizar el asunto. No podría dejar de sentirme culpable tan fácilmente, pero de forma estrictamente racional, estaba de acuerdo. Sumarle a aquella situación tan complicada un bebé no haría más que dificultarlo todo. No pude evitar sentirme algo más aliviada con ese pensamiento. No era momento de traer una vida al mundo, y seguramente el destino estaba de acuerdo con ello. Había sido inevitable.
No había querido mencionarlo a Sesshomaru, pero también me había aterrado pensar en criar un medio demonio como Inuyasha, sin una figura paterna para guiarle e instruirle sobre sus poderes. Esa imagen me partía el corazón.
- Te vas a arrugar si pasas mucho más tiempo dentro del agua. – Me advirtió el demonio de cabello plateado sin alzar demasiado la voz.
Me miré las yemas de los dedos. El tiempo había volado con aquella intensa conversación.
- Ya… Ya salgo. -Balbuceé mientras me ponía en pie, con las piernas adormecidas.
Tomé el pedazo de tela que había preparado para secarme el cuerpo mientras contemplaba la espalda de Sesshomaru, quien seguía sentando con las piernas cruzadas de espaldas a mí. No pude evitar reflexionar que él seguiría viéndose de la misma manera, aunque yo envejeciese y mi piel se arrugase de forma permanente. Aquel pensamiento me entristeció. ¿Significaba que no había futuro posible entre nosotros dos?
No. Debía sacudirme aquellas ideas de la mente, me estaba adelantando demasiado a los acontecimientos. Parte por parte. No podía pensar en nada a larga plaza si ni siquiera teníamos algo definido en el presenten.
Retiré el exceso de agua de mi cabello estrujándolo entre mis dedos y me apresuré a cubrirme con el kimono.
- Ya estoy vestida. – Anuncié en voz alta.
Sesshomaru se puso en pie y se acercó a mi sin perder tiempo. Estudió mi rostro detenidamente con sus ojos dorados, seguramente analizando mi expresión. Sentí cómo los latidos de mi corazón se aceleraban con su cercanía.
- Te acompaño de vuelta a la aldea. – Dijo con el rostro serio.
Asentí y le seguí tras recoger la vela que había depositado en el suelo. Mientras andábamos por el camino, no podía dejar de observar su mano, que se balanceaba a mi lado. Llevaba conteniéndome desde nuestro reencuentro, por lo que me atreví a ser más osada esta vez. De forma casual, como si no hubiera nada inusual en aquel gesto, rocé su pulgar tímidamente, rezando por que se diera cuenta de que había sido intencional. Su suave piel se sentía caliente contra mis humedecidos dedos. Esperaba que no le molestase mi atrevimiento. Me observó de reojo, sorprendido.
- Estás helada, Rin. – Musitó mientras envolvía mi mano con la suya, transfiriéndome su calor.
Sonreí al ver que mi muestra de afecto había sido correspondida. La calidez pareció extenderse hasta mi pecho.
- Gracias por haberme reconfortado antes, Señor Sesshomaru. – Dije buscando su mirada. – Me siento mejor después de haberlo hablado con usted.
- Sólo he dicho lo que pensaba.
- Me ha ayudado mucho.
Una tenue sonrisa asomó a sus labios mientras aceleraba el paso. Me alegraba que bajase sus defensas conmigo lo suficiente para que le costase mantener su máscara de hielo. Se parecía más al Sesshomaru del que estaba enamorada. En presente. Seguía enamorada de su forma de mirar y de su silueta. Amaba a ese taciturno hombre, que parecía empeñado en ocultar la ternura que yo ya había comprobado que albergaba.
- Mañana… ¿nos veremos de igual manera? – Le pregunté tímidamente.
- El Gran Sesshomaru siempre cumple sus promesas. – Respondió orgulloso.
- ¿Incluso las realizadas a una humana como yo? – Inquirí con tono juguetón, únicamente para molestarle.
- Sobre todo a una humana como tú.
Aquella declaración hizo palpitar mi pecho. Entonces alcancé a observar las primeras cabañas de la aldea. Solté su mano con pesar.
- Buenas noches, Señor Sesshomaru. – Me despedí.
Él me dedicó una leve inclinación con la cabeza mientras me dejaba marchar en dirección contraria a la suya.
- … Y eso es lo que opinaba a él sobre el asunto del bebé. – Finalicé de relatarle mi encuentro del día anterior con Sesshomaru a la anciana Kaede mientras terminábamos de desayunar.
La mujer me dedicó una cálida sonrisa.
- Me alegro de que todo fuera bien. Sin embargo, no te recomiendo que le perdones con tanta facilidad lo que te ha hecho pasar. – Dijo con tono severo.
Suspiré.
- No puedo evitarlo, cuándo le veo, yo… - Me sonrojé, consciente de lo abierta que me había vuelto con la sacerdotisa. – Todo lo demás pierde importancia.
- Solo te pido que tengas cuidado, ¿está bien? – Me recordó con dulzura. – Es importante seguir lo que te diga tu corazón, pero sin perder la cabeza.
- Ya… tiene razón. - Le concedí, consciente de que estaba siendo demasiado emocional.
Había pasado toda la noche imaginando el tacto de Sesshomaru sobre mi piel, añorando sus cálidos besos sobre mis labios. La mirada de aquellos ojos dorados que habían evitado observar mi piel desnuda la noche anterior había prendido una llama en mi interior que difícilmente sería apagada. Echaba de menos sentirme amada de aquella manera, aunque no estaba segura de si era buena idea que surgiera aquel tipo de intimidad tan pronto. Pero era tan sencillo dejarse llevar cuando le veía…
Traté de sacarme los pensamientos obscenos de la cabeza observando a la anciana que tenía al lado. Su atuendo blanco y rojo de sacerdotisa me recordó que no sabía nada de la condición de su hermana.
- Abuela Kaede, no te mantienes en contacto con Kikyo, ¿verdad?
La mujer me dedicó una melancólica sonrisa.
- Sólo puedo comunicarme con ella cuando decide mostrarse ante mí, por desgracia. ¿Por qué lo preguntas?
No podía contarle el deplorable estado en el cual la había encontrado en el bosque la última vez, sólo la haría preocuparse.
- No, sólo es que… No la he vuelto a ver desde que me marché de la aldea. Me preguntaba qué estará haciendo.
Pensé que podría reunirme con Sesshomaru en el bosque donde me había cruzado varias veces con la sacerdotisa para buscarla. Él dijo que saldría a mi encuentro cuando saliese de la aldea, ¿no? Supuse que sabría encontrarme.
- No quiero hacer esperar al Señor Sesshomaru. Si no necesitas nada más de mí, me marcho, abuela Kaede.
- Puede marcharte. Sólo recuerda: no olvides utilizar la cabeza.
Asentí una vez más y me cepillé el cabello para dejarlo bien liso antes de salir de la cabaña. Quería que él me viera atractiva, si es que yo podía hacer algo al respecto. Me calcé a toda velocidad y marché en dirección al norte. Tenía que comprobar si Kikyo se encontraba bien.
Cuando ya me estaba alejando de la población, escuché una voz llamarme a mis espaldas que me hizo pararme en seco.
- ¿Kohaku? – Observé al muchacho correr en mi dirección, casi sin aliento.
- ¡R-Rin…! – Exhaló, deteniéndose un instante para apoyar los brazos sobre sus rodillas.
- ¿Pasa algo? ¿Estás bien? – Le interrogué, poniendo la mano sobre su hombro.
- ¿Vas a marcharte de nuevo…?
Su tono era lastimero. Sus ojos pardos me observaban afligidos.
- No, Kohaku, no me marcho de la aldea. – Respondí, en un intento de tranquilizarle. – Sólo voy a pasar el día fuera.
El muchacho alzó la vista y su expresión se endureció.
- ¿Con él…?
Me di la vuelta para encontrarme con la imponente figura del demonio de cabello blanco analizando la situación con seriedad. Nunca dejarían de sorprenderme su velocidad y su sigilo. Su mirada se me antojó acusatoria ante la escena que estaba presenciando.
- Sí, voy con el Señor Sesshomaru. Estaré bien. – Musité, a sabiendas de que el demonio podría escucharme de todas formas.
Kohaku no parecía confiar demasiado en mis palabras. Su rostro no podía ocultar la preocupación.
- Bueno… ya nos veremos entonces, Rin.
El joven cazador de demonios se dio la vuelta tras lanzar una última mirada a Sesshomaru. Como a la anciana Kaede, no parecía agradarle demasiado. Supuse que era normal, después de todo lo que había ocurrido. Quizás yo era la única rara al actuar como si su presencia fuera lo menos insólito del mundo.
- ¿Está todo bien? – Inquirió el demonio con voz neutral.
- Sí, sólo… - Musité mirando hacia el suelo. – Creo que todos están preocupados por mí, y… Por lo que pueda pasar entre nosotros.
Sesshomaru no objetó nada, por lo que parecía comprender a lo que me refería.
- ¿Y a dónde ibas? – Preguntó, observando el bosque que se extendía frente a nosotros.
- Quería buscar a una conocida… La última vez que la vi parecía herida y me gustaría comprobar cómo se encuentra. No sé si le resultaría mucha molestia acompañarme.
Aquellos ojos dorados me escrutaron de arriba abajo. No tenía ni idea de lo que estaba pensando, pero su silencio comenzaba a inquietarme.
- Vamos. – Indicó.
Sesshomaru me dejó marchar a la cabeza para guiarle a través de los árboles. No podía sacarme de la cabeza la situación comprometida en la que me había encontrado con Kohaku.
- ¿Está molesto conmigo, Señor Sesshomaru? – Le pregunté.
- ¿Acaso debería?
- Esto… Me preocupa que pueda pensar que hay algo más entre Kohaku y yo.
El demonio se detuvo en seco y me miró sorprendido.
- Pensaba que… Te había dejado claro que eras libre de estar con quien deseases.
Sí que recordaba que hubiera dicho algo parecido, pero no sabía qué tan amplia era esa libertad, ahora que la mencionaba.
- Aprecio que me dijera que puedo actuar libremente, ¿pero no le molestaría que hubiera algo más íntimo entre Kohaku y yo? Sabiendo, que, bueno, creo… Que ambos sentimos algo por el otro, ¿no?
Quizás era yo la que se equivocaba al interpretar sus sentimientos. Él dejó escapar un suspiro.
- Había olvidado la concepción monógama y lineal que tenéis los humanos de las relaciones. – Mis ojos se abrieron como platos al escucharle decir eso. – Entre los de mi especie, no es poco habitual tener más de una pareja estable, o incluso mantener relaciones esporádicas una vez comprometido con alguien más. Un claro ejemplo de esto es mi propio padre, te recuerdo que tuvo dos mujeres en su vida.
- Pero… ¿no se trató de una infidelidad? Es decir… ¿las amaba a las dos?
- Mi padre era muy sentimental. – Respondió como si fuese lo más obvio del mundo.
La cabeza me daba vueltas, pero si lo que decía era cierto, tenía bastante sentido que Inuyasha albergase sentimientos por Kagome y Kikyo de forma simultánea. Por un momento, sentí lástima por el medio demonio, ya que ni siquiera yo misma había sido comprensiva en aquel aspecto, y estaba convencida de que tendría que elegir en algún momento a alguna de las dos mujeres.
- Entonces… - Me aventuré a preguntar. - ¿Usted también aspira a tener varias amantes?
No podía evitar sentirme nerviosa al saber que estaba en su naturaleza tener varias parejas. Me aterraba a la par que me hacía sentir furiosa conmigo misma por ser tan dependiente. Sus ojos dorados me escrutaron con seriedad antes de responder.
- Nunca he sentido deseos de involucrarme emocional ni físicamente con nadie hasta que te conocí. No hay nadie más aparte de ti. – Me aseguró, percibiendo mi inseguridad al respecto.
- ¿Y existe la posibilidad de que haya alguien en el futuro con quién tendré que… "compartirle"?
Jamás había sentido celos como los que me consumieron al imaginarle sosteniendo a otra mujer entre sus brazos, humana o demonio. No pensé que pudiera soportarlo.
- No, si eso te molesta. Que sea natural en mi especie no quiere decir que tenga dicha necesidad, o que tengas que soportar algo que te haga sentir tan violenta.
Me di cuenta en ese momento de que mi gesto era defensivo, con los brazos cruzados sobre el pecho y los puños cerrados.
- Lo siento… No pretendía… - Musité tratando de relajar mi postura. – No me esperaba esta conversación.
Sesshomaru hincó una rodilla en el suelo, mirándome a los ojos con dulzura.
- Sólo quería decirte que no me molesta la relación que puedas tener con otros hombres, siempre y cuando me permitas seguir a tu lado. Ese es mi único deseo en estos momentos. – Me quedé sin palabras unos segundos, procesando todo lo que me estaba diciendo. – Bueno… - Carraspeó. – En realidad, sí que existe una limitación que me gustaría que respetases. Puedes tener al hombre que quieras excepto a Inuyasha, sería muy grotesco.
Parecía seriamente consternado ante la posibilidad de que pudiera desarrollar aquel tipo de relación con su medio hermano. No pude contener una risilla ante la idea.
- Creo que Inuyasha ya tiene suficientes mujeres en su corazón para toda una vida. – Bromeé. – Y tampoco pienso en él de esa manera, lo siento más como un hermano mayor. – Expliqué, para tranquilizarle.
- ¿Entonces es sólo ese chico humano? – Quiso asegurarse Sesshomaru.
- ¡No! – Negué rápidamente. – Kohaku es sólo un amigo… Nadie me hace sentir como usted, Señor Sesshomaru.
El demonio volvió a ponerse en pie frente a mí y tomo un mechón de mi cabello entre sus garras.
- ¿Y qué es lo que sientes?
Su penetrante mirada me hizo sentir completamente indefensa y desnuda. Lejos de ser una sensación intimidante, se me antojaba cautivadora y tremendamente atractiva. Sin embargo, el pudor provocó que la temperatura de mi rostro se elevase rápidamente.
- Yo… Le amo, y… Le deseo, Señor Sesshomaru. – Su expresión mostraba la satisfacción que le provocaban aquellas palabras. - ¿Usted no se siente igual?
Él se inclinó lentamente para susurrar en mí oído.
- Más que a nada en este mundo.
El aire a nuestro alrededor se estaba calentando. Clavé mi mirada en sus ojos cuando su rostro quedó frente al mío, a apenas unos centímetros de distancia.
- Entonces… ¿por qué no me ha besado desde que nos volvimos a encontrar? – Le reproché, incapaz de formular mis deseos honestamente.
Deseaba genuinamente que tomase la iniciativa en ese aspecto, pues yo no tenía el valor para dar aquel paso después de tanto tiempo.
- Pensé que necesitabas tiempo y espacio para meditar antes de determinar la relación que querías tener conmigo, Rin. – Dijo con una mezcla entre tono serio y un ligero tono burlón.
Ya había admitido abiertamente que estaba enamorada de él y estaba casi suplicando que me besara, era más que obvio que no podía sopesar nada con claridad o lógica. Las palabras de Kaede no dejaban de resonar en mis oídos: no debía perder la cabeza.
- Eso dije, pero… En primer lugar, ¿usted desea besarme? – Opté por enviar la pelota hacia su tejado, ya que no podía confiar en mi criterio cuando sentía todo mi cuerpo calentarse debido a su cercanía.
Él no pudo ocultar una sonrisa astuta.
- Oh, si mis deseos acabasen en ese punto… - Retrocedió un paso, dándome algo de espacio. – Sin embargo, tú tienes la última palabra.
Quería pedirle que no se contuviera, que me besase y me mostrase hasta dónde alcanzaban sus deseos. Sin embargo, estaba convencida de que la anciana Kaede no estaría nada de acuerdo con aquella acción impulsiva. ¿Estaba bien siquiera amar al hombre que me había hecho pasar por tanto sufrimiento? Mi corazón gritaba que ya nada de eso importaba, pero mi cabeza me decía que no vendría más darle otra vuelta antes de lanzarme de nuevo a sus brazos, siendo plenamente consciente de todo lo que podía implicar.
- Vamos… A seguir buscando a Kikyo, ¿le parece bien? – Musité, con todo mi pesar.
- ¿Kikyo? – Inquirió alzando una ceja.
Me di cuenta de que nunca le había especificado el nombre de la persona a la que estábamos buscando en aquel bosque.
- Ah, es el nombre de la conocida que le mencioné antes.
Él se mostró comprensivo, aunque un atisbo de decepción pareció cruzar su rostro. Dudó un instante antes de acabar tendiéndome su mano.
- Está bien, vamos.
Mis dedos rozaron los suyos en un tímido gesto. Tampoco había necesidad de que nos tratásemos fríamente, pensé. ¿Qué daño podía hacer caminar de la mano con un demonio?
Notas de la autora: Me alegra darles un poco de tregua a estos dos, se merecen tanto ser felices junto
Pues hasta aquí por hoy. Llevo un tiempo pensando en hacer un preguntas y respuestas, aunque no sé si a alguienle interesaría la idea. Pueden ser sobre la historia, mis opiniones sobre la serie original, sobre mí misma incluso, o que me contéis lo que os apetezca, no sé... Si veo que se juntan suficientes preguntas interesantes lo subiré con el capítulo que toque, no sustituirá a la actualización. ¿Os apatece la idea?
