Regresé, y antes de año nuevo. En fin, debería haber regresado antes, pero los días seguían pasando y no me dejaban el tiempo ni siquiera para entrar al computador. ¿Pueden creer que no me di cuenta cuando me cancelaron el office de la universidad? Así que fueron más trabas al intentar tenerlo de vuelta.

A pesar de todo, estuve muy a gusto leyendo por voluntad propia y no de forma obligada como toda la primera mitad del año cuando mis profesores pensaban que encargarle siete lecturas de una semana a otra a una persona que también ocupa su tiempo en el trabajo era una gran idea. Ahora en serio puedo decir que disfrute cada libro y quería leer tanto como pudiera porque tengo la idea de que si no leo no puedo escribir tampoco.

Y bueno, básicamente eso, no quiero entretenerlos demasiado con explicaciones, mejor lean si es que siguen aquí, aprecio mucho todo su apoyo y sus mensajes en mi ausencia. Un abrazo a todos, felices fiestas.


Llevaba tiempo sin salir con sus compañeras, al no tener las ganas para salir con alguien más y mucho menos de permanecer en casa, se dejó llevar por ellas calle tras calle con un entusiasmo a medias. No por su causa, eran buenas chicas, sino por la soledad en la que se metió sin querer al ver a Elsa con esa muchacha; eran días evitándola, a pesar de saberlo una tontería.

Todavía le apetecía menos ver a Hans pues con sus últimos ataques de rabia repentinos, inútiles, sin motivo, sólo conseguía bajar aún más su ánimo, e ir a donde Kristoff significaba ver a Elsa. Así que, de momento se las ingenió para no pensar en ninguno de ellos concentrándose en los libros ordenados con pulcritud en el estante de enfrente.

El centro comercial era inmenso, pero siempre podía contar con Bella para acompañarla a la librería; esta vez no fue la excepción. Se abandonaron al entrar, como era su costumbre.

Recorrió los títulos uno por uno con los dedos, tocando los lomos casi con cariño, sin decidirse por ninguno en particular. En otro pasillo, Bella se entretenía con otra sección, y cruzaban miradas de vez en cuando sin decir palabra para no incomodar al resto del silencio en la atmósfera.

Soltó un largo suspiro; a pesar de aceptar la salida con el fin de distraerse, volvía a su mente incontables veces la sonrisa de Elsa dirigida a alguien más, luego resoplaba frustrada al tratar de olvidarlo sólo para volver a lo mismo instantes después como si su cerebro estuviera atascado en el pensamiento a propósito.

Revisó su celular donde brillaba un mensaje de Kristoff sin responder y al menos veinte de su novio, de los cuales más de la mitad parecían amenazas, aunque quizá los veía así hoy porque estaba cansada, por leerlos tantas veces o porque no tenía ganas de darle respuesta.

Por encima de eso, lo único que conseguía ponerla de humor era el recordatorio del tan esperado concierto, el cual tenía ya fecha, lugar y hora. Consiguió los boletos apenas se anunciaron, aunque de nuevo empañaba su felicidad al querer ir con Elsa sabiendo que no podía; le gustaría mostrarle algo de su mundo, compartir con ella su momento especial, pero era absurdo si los días donde la pasaba de largo continuaban acumulándose a sus espaldas; no quería admitirlo, sin embargo, la posibilidad de que el berrinche terminara por salirse de sus manos la asustaba y, aunque quería ir a hablar con Elsa de nuevo, tampoco sabía cómo empezar.

El sonido de un libro al caer la distrajo; desconocía si lo tiró ella por accidente o alguien más, pero lo levantó de todos modos porque estaba tan distraída que bien pudo tirarlo sin percatarse.

Aprovechó la interrupción para echar una mirada a Bella quien sostenía un grueso tomo celeste entre las manos y quien, al saberse observada, le devolvió una sonrisa. Podían perderse en las hojas con tanta facilidad que se preguntó si no sería mejor volver con el resto de las chicas pues llevaba un largo rato sin saber de ellas. Quizá, después de todo, estaría mejor entre el ruido de afuera para no quedarse atrapada dentro de la misma idea. El bullicio de las personas en los locales sería suficiente, aunque fuera sólo por un instante.

—¡Anna!

El sonido de su nombre siendo gritado en una librería robó su atención porque reconoció esa voz como una de las personas con las que tan poca interacción había tenido desde el día de su descenso del avión. Por un instante creyó imaginarlo, pero el sonido fue real y los rostros girando en esa dirección se lo confirmaron.

—Emil —lo saludó un tanto confusa.

Él se acercaba con gesto divertido, incluso parecía feliz con esa sonrisa pintada en el rostro.

—¿Has estado escondida? Últimamente no apareces por la casa. Por ningún lado.

Estaba claro que el chico bromeaba, pero era justo lo que hacía, no pudo evitar sentir el nudo de la culpa impidiéndole responder de forma inteligente. Compuso una sonrisa que esperaba se viera convincente y, quizá por conocerlo poco, resultó funcionar, o por lo menos él no dijo nada mientras la observaba, tampoco quitó su propia sonrisa.

—Deberíamos hablar afuera —sugirió al ver algunas miradas molestas en su dirección.

Le avisó a Bella que saldría un momento, aunque tan concentrada como estaba en el libro apenas le prestó atención.

Afuera sus amigas no se veían por ningún lado.

—No sabía que te gustaba la lectura.

—Por supuesto, apenas nos conocemos, Anna. Has dejado poco tiempo para conocer a tus cuñados.

—Lo lamento —dijo con sinceridad.

—Estoy bromeando —respondió acomodando sus brazos detrás de la cabeza en actitud relajada.

Emil era eso. Sólo llevaba unas palabras con él en todo ese tiempo, pero se mostraba natural y divertido, muy distinto a sus hermanos menores, tan distantes y enojados con el mundo, como si hubiesen crecido en casas diferentes.

—¿Cómo has estado? ¿No te acompaña hoy tu novio?

—No, lo imaginaba en casa, aunque tampoco me sorprendería que no estuviera ahí.

Bajó los brazos y cambió el peso de una pierna a otra.

—No estaba ahí cuando salimos.

—¿Salimos? —preguntó con aparente calma mientras alzaba una ceja.

De pronto el pánico de encontrarse con Elsa le subió por las costillas y se alojó en su pecho; se pasó la mano por el antebrazo observando con descuido los pasillos donde vio todo tipo de personas, excepto a quién buscaba. Eso la relajó dos segundos.

Quería ver a Elsa, claro que lo quería, pero le daba miedo no saber qué decir.

—Sí —afirmó—. Mikkel, Elsa y yo. Mikkel y Elsa fueron a trabajar.

Anna respiró.

—¿Tú no tienes que trabajar?

—Hasta la noche, todavía es temprano.

Miró su reloj como si quisiera estar seguro de sus palabras.

—Ya veo. Lamento no haber ido estos días, es sólo que…

¿De verdad? ¿Tanto necesitaba escucharse en voz alta como para contarle sus preocupaciones a alguien con quien apenas hablaba?

—¿Qué pasa?

Emil guardó la sonrisa, atento y curioso.

—No, nada —sonrió—. Es una tontería, he estado ocupada con las prácticas y el trabajo.

El chico rio.

—Así que era eso. No hace falta que te compliques, ya nos veremos cuando se pueda.

—Gracias. A todo esto, ¿qué venías a comprar?

Emil sonrió con pena. Metió las manos en los bolsillos y se encogió de hombros con la mirada paseándose por derredor antes de volver a posarse en ella.

—La verdad es que… accidentalmente destruí un libro de Elsa, así que vine a comprarle un remplazo antes de que lo note y decida acabar con mi vida.

Anna sonrió ante la exageración del hermano mayor; no era capaz de imaginar a Elsa molesta.

—No creo que te haga daño.

Él colocó las manos en sus hombros, serio de repente.

—No la conoces —alegó—. Cuando se enfada parece otra persona.

—Claro.

Todavía sonreía.

—No me crees, pero algún día te tocará verla.

Bella salió de la librería con una bolsa de plástico en las manos. Parecía avergonzada de interrumpir, pero de todos modos lo hizo porque necesitaban encontrar al resto de su equipo.

—Anna, es hora de irnos.

—Sí, ya voy —volteó al chico de nuevo—. Nos vemos otro día, Emil. Espero encuentres lo que buscas.

—Gracias. Ve pronto a vernos, eres buena compañía.

—Lo haré.

Una vez el chico entró de nuevo a la librería y quedaron solas comenzaron su camino. Anna no estaba segura a dónde se dirigían, así que seguía de cerca a Bella quien observaba su celular cada tanto.

—¿Y ese chico?

—¿Qué pasa con él?

—Nada, sólo me preguntaba de dónde lo conoces.

—Es el hermano de Hans.

No tenía ganas de pensar en él, por lo menos en los próximos días.

—No es mi asunto, claro, pero si quieres serle infiel a tu novio siempre es bueno tener alguien que te cubra.

Rieron sin poder evitarlo, ambas sabían que Anna sería incapaz de algo así. No entraba dentro de sus valores.

—Se parecen —terminó por decir su amiga.

—Lo sé.

Pero Elsa era diferente, pensó. Y le estaba huyendo por una tontería que ya ni siquiera era capaz de recordar.

Cuando apartó la vista del libro su hermano estaba ahí, detenido justo bajo el marco de la puerta con una bolsa en alto y una sonrisa nerviosa.

Elsa bajó sus gafas con una mano para olvidarlas sobre la cama. Su ceja se levantó, pero no dijo palabra; Emil habló primero al tiempo que entraba a la habitación.

—Te conseguí algo.

Lo dejó sobre el borde, justo sobre su pierna extendida.

—¿Te refieres al repuesto del libro que arruinaste?

—¿Lo sabías?

Se dejó caer de espaldas en la cama con los brazos flexionados bajo su cabeza, la cual torció en un ángulo curioso al tratar de verla a la cara.

—No eres muy cuidadoso al dejar la evidencia en el basurero de la cocina.

El chico rio.

—Adivina a quién me encontré mientras compraba el clon de tu libro.

Elsa se encogió de hombros.

—Anna. Estaba en la librería con quien supongo era una amiga suya.

—¿Ah sí? ¿Y cómo se veía?

—Bien. Su cara tiene pecas todavía.

Se dio la vuelta para apoyar los codos en el cubrecama y sostener su barbilla con las manos. Tenía las piernas en alto y las balanceaba de atrás adelante con ligereza.

Elsa cruzó una pierna sobre la otra y se frotó las rodillas con las palmas.

—En realidad…

—¿Sí?

Cuando adoptaba una actitud así le recordaba a un cervatillo asustado. La chica frente a sus ojos era fuerte, etérea, a veces incluso fantasmal, por ello disfrutaba brevemente sus instantes de duda; sus segundos como mortal.

Si era algo importante se lo contaría, siempre lo hacía.

—Estoy un poco preocupada.

Era el tipo de confesiones que sólo se podía permitir con Emil, ni siquiera antes con Hans llegó a ese nivel de intimidad que compartía con su hermano mayor; y con él podía estar segura de que sus palabras no serían usadas en su contra.

—¿Por qué? ¿Pasó algo en el trabajo?

—No, el trabajo va bien, es divertido.

—¿Y qué te preocupa?

Escuchó el sonido de la puerta principal al cerrarse y guardó silencio. Sus manos abandonaron el lugar donde habían estado con tal de tomar su libro de vuelta cual escudo. Acababa de encerrarse en su mundo de nuevo, dejándolo fuera.

—Quizá después.

La voz de Mikkel llegó hasta oídos de ambos; se oían gritos entre él y su hermano menor, la clase de gritos que siempre preceden a una pelea. Ambos se miraron antes de bajar apresurados.

Mikkel llevaba al chico de la camisa en un agarre tan fuerte que sus nudillos se volvían blancos por la fuerza utilizada. Apenas tuvieron oportunidad de intervenir antes de que alguno soltara el primer golpe.

Hans no se contuvo, pero su puño aterrizó en el mentón equivocado; entre el forcejeo de ambos, los gritos de Emil tratando de detenerlos y su repentina intercepción, fue difícil atinar al blanco. No lo consiguió, en su lugar el cuello le quedó rojo de tantos jalones.

Elsa no podía moverse porque no atinaba a encontrar el hueco por dónde separarlos; vio en cámara lenta como Hans golpeaba por accidente a Emil cuando intentaba darle a Mikkel. No fue la única vez, ninguno de los dos parecía dispuesto a retroceder sin importar el cuerpo de Emil de por medio tratando de llevar a cabo el papel de intermediario.

Entonces, todavía con los nervios de salir lastimada de la misma forma que su hermano, se interpuso entre ambos, de espaldas a Emil. Encaró a Hans porque si alguno de los dos podía escuchar sus palabras era él. O al menos eso esperaba.

—Hans —dijo con las manos sobre sus hombros intentando atrapar su mirada—. Vamos, voltea, maldita sea.

Le tomó un par de intentos, pero al fin el chico dirigió a ella sus ojos y la reflejó. Sus músculos se destensaron un segundo y, aunque continuó repartiendo su atención entre Elsa y Mikkel, ya no se veía a punto de saltarle encima.

—Cálmate.

Emil aprovechó su oportunidad para salir de la casa con su hermano a rastras. Hans todavía los siguió con la mirada hasta que encontró la puerta cerrada en su cara. Para entonces sus fosas nasales tenían la respiración regular; abrió la mano que tenía convertida en puño y después de soltar un largo bufido se dejó caer en el sofá.

Le recordó a cuando eran niños con las peleas constantes de ambos, las cuales nunca parecían tener un motivo claro para iniciar, sin embargo, se las arreglaban en permanecer. Debió suponer que no sería diferente ahora, incluso después de años, su relación era tan problemática como antes.

Se sentó a su lado; no tenía ganas de quedarse a su lado cuando lo estuvo evitando todo ese tiempo, ni siquiera estaba segura de poder consolarlo, ni de que su presencia sirviera de algo, pese a ello lo intentó. Por un par de minutos el silencio fue su única salida, las agujas del reloj repiquetearon en la pared y el sillón emitió un sonido curioso bajo el peso del chico.

—Quiero que se vaya —soltó—. No pienso alojarlo más en mi casa.

—Nos iremos cuanto antes.

Hans la miró ya no tan molesto.

—Tú no tienes que irte.

—Voy a irme —replicó—. Porque soy yo la que no quiere estar cerca de ti.

Arrugó las cejas otra vez. Cuando habló su voz sonaba a la de otra persona, aquel que perdió el control contra su hermano unos minutos antes y a quien le costó tanto contener, pero eso no la asustó porque ella también estaba molesta.

Había trabajado en ello, pero estaba claro que aún no conseguía superarlo.

—¿¡Por qué!? ¡Antes no…!

—Precisamente por eso —lo atajó levantándose del sofá. No quería seguir con lo mismo—. Deja de pensar que soy aquella idiota todavía y déjame en paz. Y Hans, tienes una novia increíble, hazte un favor y cuídala.

—¿De qué…?

Se puso en pie, sin embargo, ya se encontraba solo en la sala con la pregunta a medias.

—¿Qué te pasó en el ojo? —lo tomó del rostro preocupada—. Y a tu cara. ¿Estuviste metido en peleas de nuevo?

Hans le apartó las manos con violencia.

—No es tu problema.

Debería estar acostumbrada a sus desplantes, pero no era así, con cada palabra conseguía rasgar más en la herida que llevaba abierta tanto tiempo que ya era incapaz de sangrar.

Hans no es así, se repetía. Está enojado con el mundo y se desquita con la primera persona en su camino, pero en realidad no tiene nada contra ella. El mismo discurso una y otra vez comenzaba a sentirse falso, demasiado adornado con tal de no sentirse utilizada, herida, desplazada, aunque lo sentía de todos modos, por más negación en la que quisiera vivir.

Todo con Hans era un tira y afloja, podía tratarla mal para luego disculparse sin mayores problemas porque ella lo perdonaría; ¿Por qué lo hacía? Dejó de preguntárselo después de que el "lo amo" pareció quedarse corto.

—Me alegra poder estar contigo —dijo cuando le quedó claro que no obtendría una respuesta—. Tuve una pelea, sí, pero con mis hermanos.

—¿Por qué pelearon?

—No lo recuerdo —admitió sentándose en el sillón—. Pero ya no importa, no volverá a suceder.

—¿Lo prometes?

Lo acompañó en su asiento y él asintió.

—Se fueron y no van a volver.

—¿Cómo qué se fueron?

¿Elsa se había ido? Estuvo tan ocupada evitando encontrarse con ella que no se paró a pensar en esa posibilidad porque, tontamente, asumió que estaban aquí para quedarse. Podría volver a hablarle cuando quisiera, o eso pensó.

Sintió su ánimo desplomarse y fue inútil el esfuerzo por dejarlo pasar si la noticia le dio un golpe tan duro. Si Hans no estuviera tan distraído con su propio enojo quizá lo habría notado, pero no fue así y Anna tuvo tiempo de recomponer su expresión cuando la miró.

—No dormirán más en mi casa —explicó—. Y creo que es mejor así.

Sintió como volvía a latir su corazón.

—¿Entonces no se fueron del país?

—No tengo tanta suerte.

Hans había sacado un cigarrillo y exhaló el humo en dirección del viento. Le pidió muchas veces no fumar en su presencia, pero nunca fue capaz de respetar ese simple compromiso, aunque una y otra vez repetía que sería la última vez. Esta vez no se molestó en decirle algo al respecto.

Se quedaron en silencio. Hans entretenido con el humo y Anna recalculando su actitud tan infantil, decidió que apenas tuviera oportunidad iría a ver a Elsa, aunque ella no fuera consciente de su ausencia.

¿La extrañaría? Había ido muy seguido al restaurante sólo para conversar con ella o para verla desenvolverse en su trabajo, pero no tenía idea si lo notaba, si también deseaba esos encuentros fugaces, si su presencia era bien recibida. Quizá sólo era ella haciéndose nudos la cabeza sin motivos, pero a veces no podía evitar pensar de más.

Pensar de más se convirtió en lo único que era capaz de hacer los últimos días, y ni siquiera pensaba tan seguido en su novio como debería, aunque éste nunca estuviera del todo ausente en su cabeza. Ahí sentado, dando pequeños golpes al suelo con la punta del talón mientras dejaba descansar su cigarrillo cerca del borde del asiento, lo extrañó como nunca. Extrañaba a ese chico carismático que se llevaba bien con sus amigas, que la acompañaba a todos lados y le gustaba pasar el tiempo a su lado, le regalaba detalles sin ser un día especial y le dejaba claro que la amaba aun cuando Anna tenía dudas al respecto. La convenció tanto de su amor que ahora no estaba segura de cómo enfrentarse a la idea de su posible indiferencia. Quizá por ello se aferraba a cada instante, a cada posibilidad de tenerlo cerca, respirar su aroma y ver de nuevo al chico lindo.

Él la miró y ladeó el rostro. Por un momento pensó que lo vería torcer el gesto para deshacerse de su mirada, pero eso no sucedió, al contrario, sonrió como solía hacer los primeros años de noviazgo y tomó su barbilla para depositar un suave beso en sus labios. Tan dulce que por poco la convence de olvidar el enojo que llevaba enmarcado en el rostro tan sólo unos segundos atrás y por el cual la rechazó en primer lugar.

Pero olvidar ya no era tan sencillo, aunque podía fingir que sí.

—Lamento ser tan idiota en ocasiones. Te quiero tanto que a veces me cuesta convencerme de que estás aquí conmigo.

Anna asintió, creía cada palabra porque lo quería, o tal vez quería creerlas. Como fuese, se acercó a tomar su mano entre las suyas y sus dedos quedaron unidos con los de él.

—Está bien, Hans, entiendo tu comportamiento y sabes que te amo. Sigo aquí contigo.

—Pero mis hermanos te caen tan bien que en ocasiones llego a pensar que los quieres más que a mí y eso me aterra —Aferró sus manos con más fuerza—. No quiero que quieras a nadie más de lo que me quieres a mí.

No contestó, en lugar de ello plantó un beso en su mejilla como si eso le diera la opción de no contestar. Lo quería como a nadie, no existía otra persona, pero su boca se negó a decirlo en voz alta de modo que tuvo que conformarse con desperdigar montones de pequeños besos sobre su rostro hasta que él decidió subir de nivel y comenzó a acariciar su abdomen por debajo de la blusa. Entonces se separó con agilidad.

—¿De nuevo? Anna, yo quiero...

—Yo sé —lo interrumpió—, pero no son días en los que podamos, ya sabes.

Vio la expresión asqueada de su novio. Le mintió, pero sabía que era la única forma de zafarse de la situación sin recibir reclamos o gritos por parte del chico.

—Entiendo.

Se quedaron en silencio largo rato con el murmullo del viento colándose por la ventana abierta. A pesar del sol, las calles parecían tranquilas, las cortinas se movían como adormiladas; le dio cierta tranquilidad ignorar la presencia de Hans a su lado quien seguía recargado en el sillón con los brazos cruzados bajo el pecho y la mirada aburrida.

Se preocupó al verlo entrar con golpes porque lo conocía lo suficiente como para saber cuánto daño podía hacer cuando estaba molesto. Fijó la vista en sus manos al tiempo que las apretaba una con otra, ya no se sostenían, así que mantuvo las palmas sobre el regazó, perdida en sus recuerdos.

Podía tener miedo de su novio enojado porque no sería la primera vez que dañaba a una persona por rabia. La primera vez fue su mejor amigo, la segunda ella misma, aunque eso lo escondió del mundo para no tener que contarle a nadie, ni siquiera Kristoff se enteró porque si así fuera no le permitiría volver a verlo, y seguía aferrada a ese chico como a nadie en el mundo.

Estaba aterrada cuando pensaba en perderlo, tenía tanto miedo que no sabía si era algo real, si su relación de verdad valía tanto la pena. Simplemente no quería arriesgarse a descubrirlo.


Respuestas a los reviews.

Chat'de'Lune: Tienes razón, Hans es bueno con la manipulación y es una de las razones por las que Anna sigue ahí, que es que no se da cuenta la niña, pero lo hará en algún momento. Gracias por avisarme de mis errores, a veces no me doy cuenta y se me van, a pesar de que siempre intento revisar los capítulos varias veces antes de publicar. Un abrazo, espero leerte de nuevo.

Judini: ¿En serio fue ese el capítulo que más rápido ha llegado? Bueno, quizá sí, considerando el enorme descanso que me tomo a veces y te he hecho caso y dejé de disculparme, aunque todavía siento la necesidad de decirlo jaja Me agrada que te guste la historia y que te sirva de cierta forma también, a mí igual me agrada la interacción de las dos, en ocasiones me gustaría pasar directo a ya verlas juntas, pero eso no le daría sustancia a la historia. Sabes que siempre puedes escribir lo que quieras, ya sea sobre la historia o sobre ti, que la idea de las historias también es esa, darle a las personas algún personaje con el cual identificarse, esa es la principal razón por la cual creo que las historias le llegan a la gente y por supuesto que no voy a negarme a escuchar eso, sin contar que me gusta escuchar o leer, así que si necesitas decir algo puedes hacerlo.

En otras cosas, gracias por preocuparte por mí, se siente bonito que alguien note tu ausencia y no te preocupes, creo que tú también deberías dejar de disculparte un poco, créeme, no me molestas, ni incomodas, ni nada parecido, al contrario. Gracias por estar aquí y por los mensajes, te mando un abrazo y te deseo que igual pases un lindo año nuevo, así como espero que hayas tenido una buena navidad. Cuídate muchito.

Setsuna M: Tienes una excelente pregunta que será respondida a su debido tiempo. Muchas gracias por leer y dejar tus impresiones de los capítulos, se aprecia mucho. ¡Hasta luego!

Querido invitado: Gracias por eso, claro que seguiré actualizando, sólo discúlpame un poco si a veces me tardo más de lo que quisieran. Nos estamos leyendo, gracias.