Sólo quiero decir que me disculpo de antemano, gracias.

Nos leemos de nuevo en otro momento, besitos.


Se sintió satisfecha por primera vez en meses. El calor en sus mejillas se propagó por el resto de su rostro, a pesar de las gotas de sudor que perlaban su frente, consecuencia de los nervios. Se frotó la mano libre en las perneras del pantalón como venía haciendo toda la tarde, su paciencia a ese momento se encontraba extinta, ya no era suficiente con aferrarse al asiento donde estaba ni tampoco parecía notar la compañía de su novio ni de las muchas otras personas que, al igual que ella, esperaban ansiosos.

Las sillas estaban dispuestas a una distancia mínima unas de otras sin mesas de por medio; un camarero se movía a cada lado con una charola repleta de frascos de cerveza. Hans tomó una cuando pasó por su lado, lo notaba ajeno, desinteresado, pero él se ofreció por su cuenta a llevarla, a comprar los boletos, incluso decidió quedarse con ella por el resto del concierto, por lo cual no podía quejarse, al menos estaba ahí.

Cuando las luces se volvieron un tono más bajo y un rayo de luz iluminó el escenario, Anna pensó que lloraría, su respiración se aceleró y quiso levantarse junto al resto de las personas que estallaron en vítores y aplauso, pero la mano firme de Hans aferrada a la suya no la dejó, como si temiese quedarse solo. Lo entendió, estaba en un ambiente desagradable para él, con personas de gustos diferentes, desacostumbrado a pasearse por pequeños bares donde la música indie era el favorito de quienes estaban ahí.

Decidió acompañarlo, no por eso disminuyó su felicidad al ver a esa chica aparecer, aquella que conociera en un lugar parecido, en otro tiempo, con su mejor amigo a su lado, a quien por momentos se arrepintió de no llevar, pero Kristoff era comprensivo y entendió enseguida que no podía ir si estaría Hans ahí. Se abstuvo de acompañarla y Anna le agradeció; seguía demostrando ser su único amigo, capaz de aguantar ese tipo de cosas por ella, cosas por las que otros ya la habían abandonado. Si no fuera por él y las chicas del equipo, estaría sola.

—Kristoff.

El chico por fin la escuchó. Estaba distraído, su tarea de limpieza quedó interrumpida por sus pensamientos y lo alejó del mundo físico hasta que una voz lo sacó del trance, una voz conocida.

—¿Qué pasa? Ah, ya se van, claro —Se limpió las manos en el delantal—. Nos vemos mañana.

Elsa podría haberse marchado así nada más, después de todo, Honeymaren la estaba esperando, se había detenido con ella cuando quiso despedirse del chico, pero éste no atendió a su despedida en el primer intento ni en el segundo.

Le hizo una seña a la chica a su lado para que le permitiera quedarse un minuto más.

—Te espero afuera.

—No me tardo.

Kristoff de nuevo la ignoraba, su mirada con la atención de un faro en medio del océano, hacia todos lados y hacia ninguno al mismo tiempo.

—¿Sucedió algo? Te ves distraído.

Otra vez con ella, aunque a medias.

—No es nada.

—Kristoff, pareces un autómata. Llevas limpiando la misma mesa los últimos veinte minutos.

Él se avergonzó de escuchar aquello porque recién se daba cuenta de que tenía razón. Dejó el trapo húmedo encima de una silla mientras soltaba un largo suspiro. Se sintió expuesto y no podía ignorar más que sí pasaba algo.

—Estoy preocupado —admitió—. Quiero decir, tal vez preocupado no sea la palabra… Decepcionado, triste, quizá.

Elsa sólo asintió, esperando.

—Es por Anna. Hoy tenía ese gran concierto al que ir y eso es increíble, pero se supone que iría yo con ella y al final tuvo que ir con su pegajoso novio. No me importa si a ella la hace feliz, sólo me da miedo que ese… Su novio termine por arruinar una noche tan especial para ella porque no sería la primera vez.

—Entonces sí estás preocupado.

Sonrió y él con ella.

—Sí, supongo que estoy preocupado.

—Todo va a salir bien, Kristoff.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque si algo sale mal tú te encargarás de consolar a Anna y yo le daré una lección al idiota de Hans.

Se echó a reír, sus rubios cabellos los tiró atrás con una mano, aunque reaparecieron en su frente en cuanto los soltó.

—Tienes razón, Anna no está sola.

—No, no lo está. Ahora quita esa cara, nos vemos mañana.

—Claro. Gracias.

Elsa sonrió y lo dejó solo. Era la primera vez que se detenía por decisión propia a hablar con él, que podía sentirla como lo haría con cualquier otra persona, casi se sentía confortado por completo con sus palabras.

Tomó el trapo de nuevo y cambió de mesa.

Su momento más feliz de la noche estuvo a punto de convertirse en el peor, si no hubiese sido por la chica en el escenario su ánimo cumpliría la amenaza de dejarla llorar en su habitación la noche entera.

El concierto en sí era pequeño, pero ruidoso, las personas cantaban a coro y Anna no era la excepción, a pesar de la expresión de desagrado que tenía su novio en el rostro, pero se dio cuenta que podía ser la última vez que la viera y no podía desaprovechar tenerla tan cerca, por eso cuando Hans la soltó, se paró como todos y coreo cada letra unida al resto de esos desconocidos que, en ese instante, sentía como miembros de su familia.

Cuando todo terminó y la música se detuvo, ella se paró frente al público para obsequiar su plumilla a un fan, elegiría al azar dijo. Se permitió emocionarse, pese a que sus recuerdos como ganadora de algo eran casi nulos, pero sucedió, la eligieron. Ella la eligió.

Quiso correr, abrazarla, tomar su premio, permitirse ser feliz, pero al momento de querer acercarse sintió el tirón en su ropa. Hans la tenía prisionera o al menos así lo sintió porque no la soltaba mientras las personas seguían aplaudiendo, esperaban verla subir, no podía quedarse ahí sin acercarse o le darían su premio a alguien más.

—Hans —pidió con un hilo de voz.

No quería hacer una escena, no en ese lugar, pero se sentía tan cerca del colapso.

—No me dejes solo.

—No serán ni cinco minutos.

—Por favor —rogó.

Dejó de mirarlo a él, quiso decir que no con la voz para rechazar su premio y no pudo al sentir el nudo en la garganta, los ojos llenos de lágrimas. El dolor en su pecho se atenazo cuando se sentó de nuevo. La sala llena de murmullos, ni siquiera se atrevió a levantar la vista.

Apretó con más fuerza la mano de su novio, no para pedir consuelo ni porque quisiera estar cerca suyo en esos momentos sino para intentar controlar su ira y el arrepentimiento.

Quería salir de ahí en ese mismo instante, que no la vieran llorar.

—Esto es tuyo.

La miró. Su voz era reconocible para ella ya fuese delante del micrófono o ahí, parada frente a sí con la plumilla en mano. No lo soportó más, soltó la mano de Hans y la abrazó tan de repente que la chica por poco pierde el equilibrio, aunque reaccionó de la mejor manera al devolver el gesto.

—¡Gracias, gracias, gracias! Te amo mucho, no sabes cuánto te amo —Entonces se separó todavía con la sonrisa, pero un poco más nerviosa—. Es decir, no amar de amar, pero es amor también, este tipo de amor que es como el que se tiene por una celebridad.

La chica parecía feliz.

—¿Cuál es tu nombre?

—Anna.

—Muy bien, pues muchas gracias, Anna, por ser una fan tan dedicada. Aunque no soy una celebridad me siento honrada.

—¡Claro que lo eres!

Volvió a abrazarla, tomó su plumilla y se quedó ahí, viéndola subir de vuelta al escenario para despedirse una vez más y desaparecer tras una sarta de elogios y vítores. Todavía le dedicó un último adiós con la mano cuando se fue, lo cual la hizo dar pequeños saltitos en su lugar.

Poco a poco el lugar comenzó a quedar vacío. Anna también salió, se sentía eufórica, a pesar de la brizna lluviosa y de las calles húmedas, en ese momento nada le parecía importante más allá de su felicidad. Lo consiguió, estuvo de nuevo en un concierto suyo, tuvieron una conversación y, por si fuera poco, ahora tendría algo suyo con ella toda su vida porque no pensaba desprenderse de ese objeto nunca más.

—No puedo creer que me hicieras eso, Anna —reclamó.

Notó desde el principio su gesto, los brazos cruzados y su silencio, pero no quiso darle importancia para no eclipsar su momento. Al parecer se cansó de ser ignorado en el más absoluto silencio. Y Anna no quería contestar porque sabía que cualquier plática con Hans que empezara con una frase así sólo podía terminar en pelea; no quería pelear.

Ahora, lejos de todos, con los únicos sonidos de los coches al pasar deslizándose sobre la carretera mojada, entendió que él no quería quedarse con el enojo para sí, pensaba compartirlo tanto como si quería escucharlo como si no. Todavía consiguió un par de pasos más antes de escuchar su voz de nuevo.

—¿Oíste lo que dije? ¿Ves por qué siempre tenemos problemas en la relación? Hago algo lindo por ti y tú ni siquiera me tomas en cuenta.

—Hans, ¿alguna vez te he dicho que me lastimas?

—¿Yo te lastimo? —Se había detenido tomándola con fuerza del brazo para obligarla a quedarse ahí—. ¿Y qué hay de ti? Estoy aquí parado, intentando arreglar lo que tú hiciste.

Quería aferrarse a su sonrisa, pero Hans se lo ponía muy difícil. Su momento de felicidad se le desvanecía como un sueño y no podía evitarlo, sólo lo veía irse cada vez más lejos de su alcance. Aunque insistiera en mentirse, sabía que era su culpa por permitirse seguir ahí cuando ya la compañía de Hans le traía tanta desdicha.

Su tacto dejó de ser el mismo hace tanto tiempo que le dolía no recordar cuándo fue que cambió, cuándo pasó a ser su relación una maraña de reclamos sin sentido y heridas abiertas.

—Yo no hice nada.

—¿Que no? Lo arruinas todo, Anna.

La lluvia amenazaba con salir de su mirada, así que se mordió el labio para contenerla, con la esperanza de salir ilesa, aunque ya veía las fisuras por cada lado de la oración.

—¡Hans, basta! ¡Deja te tratarme así, por favor! Dices que me quieres, pero luego llegas y…

—Intento abrirte los ojos, Anna. Quiero arreglar esto, sabes, quiero que vuelvas a ser mía.

—¡Nunca he dejado de ser tuya! Y quizá ese sea el problema, estás demasiado acostumbrado a tenerme a tu disposición y estoy cansada. Estoy muy cansada.

Las lágrimas bañaban su rostro, la plumilla seguía resguardada en su mano mientras se limpiaba las mejillas, pese a que su llanto no se había detenido. ¿Por qué tenía que pasar esto? Ella no quería terminar esta conversación, no quería empeorarlo más, pero los gritos salieron de su garganta sin darle tregua para pensar antes en sus palabras.

—¿Qué intentas decir?

—Lo que quiero decir, Hans, es que ya no quiero seguir así. He aguantado demasiado y no puedo más.

—¿Estás terminando conmigo? No puedes. Si lo haces, ¿quién va a amarte? No vas a encontrar a otra persona que esté contigo como yo, que te apoye en todo y que te soporte.

Le dolió escuchar eso porque sabía que tenía razón, pero por una vez en su vida no quería que el amor de alguien más determinara sus decisiones.

—Ya detente, por favor. Me lastimas, ¿al menos te importa?

Hans la observó sin decir nada por un rato, al final soltó un suspiro como si estar ahí fuera un suplicio.

—Está bien. ¿Qué quieres que haga?

Abrió la boca, pero volvió a cerrarla sin poder decir nada. ¿Qué caso tenía intentarlo? Él no estaba interesado en escucharla ni en resolver sus necesidades de cariño, y con cada nueva pelea lo dejaba bastante claro: su relación se convertía en un pasatiempo estorboso.

—¿Y bien? Dime lo que quieres para olvidar esta tontería.

—Se acabó, Hans. Se acabó.

Él levantó una ceja.

—Anna, no.

—Lo siento.

Y era real, sentir su corazón ser arrancado a través del pecho sin anestesia. Pese a ello, tuvo el valor suficiente para darse la vuelta pues no quería ver su rostro por otro minuto o corría el riesgo de arrepentirse y dejar las cosas así.

—¡Anna, no! ¿No me escuchaste? No puedes dejarme, dijiste que me querías. Pensé que de verdad me querías y ahora sólo me dices que te vas y yo… No puedo vivir sin ti.

La tenía aferrada del brazo y tiró de ella. La plumilla cayó al suelo, rebotó unos cuantos metros seguida por su mirada horrorizada pues ese recuerdo era lo que único que no estaba dispuesta a perder ese día.

—Mi plumilla…

—¿Es en serio? Estamos teniendo una conversación importante —Le mostró una débil sonrisa—. Mira, sé que a veces tenemos problemas, pero verás que mañana esto parecerá una tontería ¿De acuerdo? Será mejor que vayas a casa y descanses.

Anna seguía con la vista sobre su preciado objeto y no reaccionó ni siquiera cuando él se acercó a besar su frente mientras acariciaba su mejilla con una mano.

—Te amo.

La dejó sola, pero ella apenas lo notó. Se acercó a donde había caído su tesoro y se acuclilló para tomarlo con ambas manos sin importar la suciedad. Todavía en esa posición se permitió dejar salir un par de lágrimas; la calle semi vacía fue testigo de la impotencia, la tristeza, la frustración.

Le dieron ganas de correr tras Hans con la intención de golpearlo, devolverle un poco del sufrimiento al cual no paraba de someterla, pero no lo hizo, sabía que no tendría las agallas de meterse en su camino ni la voluntad de dejarlo viendo sus ojos.

Se sentó en la acera mojada con los brazos cubriendo su llanto. Tanto si pasaban personas como si no, ya le daba igual.

—Odio este clima —se quejó—. Unos días hace frío y luego otra vez calor, como ahora.

Se abanico con un panfleto mientras sostenía el cuello de su camiseta con la mano libre. Las gradas estaban a medias todavía, un par de personas seguían sin encontrar el sitio adecuado para acomodarse, pero ellos estaban ahí desde temprano. Kristoff la convenció de que debería asistir porque a Anna le gustaría, así que se tomaron el día en el trabajo.

—Lo sé, prefiero el frío —la apoyó Honeymaren.

Le dio una sonrisa.

El chico una grada más abajo las hizo callar y señaló el campo donde el juego estaba por dar inicio.

—No la veo.

Reconoció a la mayoría de las muchachas; la bajita de cabello castaño con quien Anna se llevaba mejor lo vio a la distancia, levantó una mano como saludo, parecía alegre de verlo. Era la única persona en saber que Anna era su amiga.

Se separó del grupo y corrió hasta llegar a su lugar.

—Hola.

—Hola, Bella.

En comparación a ocasiones anteriores, esta vez seguía fresca, relajada, sin rastro de sudor en su cuerpo aun cuando el sol se comportaba inclemente sobre ellos.

Pareció buscar algo entre las gradas, incluso a la distancia, por el camino de arena que llevaba hasta ahí.

—¿Y Anna?

Kristoff no entendió.

—¿Cómo? ¿No está con ustedes? —intervino Elsa desde la banca de atrás.

—No, no ha venido a las prácticas en los últimos días, ni siquiera puedo contactar con ella. Me alegró ver a Kristoff porque pensé que al fin la vería, estoy preocupada.

Bella tuvo que regresar con su equipo a los pocos minutos y el juego dio comienzo, nadie echaba en falta la presencia de Anna y, quienes sí, lo olvidaron cuando el primer punto marcó el partido.

—No lo entiendo —dijo el chico—. Anna jamás se perdería un juego.

—Quizás está enferma —sugirió Honeymaren.

—Puede ser —admitió—. De todos modos, creo que mejor me voy, intentaré contactarla. Lamento haberlas hecho venir por nada.

—Descuida, si sabes algo avísame.

Él asintió.

En la banca sólo quedaron ella y Honeymaren, aunque ya no prestaron atención al juego. El viento removió un poco el cabello de ambas, aun con las gotas de sudor que perlaban su frente.

—Deberíamos irnos también, hace mucho calor para continuar aquí.

—Pues vamos entonces.

Elsa se fue en silencio, algo a lo que la chica no estaba acostumbrada pues, pese a ser tan reservada, siempre aceptaba una conversación con ella, desde el día en el que se conocieron.

La observó caminar con la vista perdida, aunque eso sólo podía decirlo por cuánto aprendió a conocer sus gestos en el tiempo que llevaban trabajando juntas, por lo demás, podía ser un día cualquiera con dos amigas paseando bajo el sol.

—Tal vez deberías llamarla también —dijo cuando le quedó claro que parecía importante para ella.

—No tengo su número.

—¿Por qué no?

—No lo sé, creo que no pensé que pudiera necesitarlo.

—Podrías pedirle a Kristoff su número.

—No, está bien. Esperaré a que él hable con ella, no debe ser nada.

Honeymaren se encogió de hombros.

—Tú decides.

Pero Elsa no se quedó tranquila, llevaba escrito en el rostro su preocupación y continuó de esa forma todo el día.

El celular en la mesa parpadeo de nuevo, pero lo ignoró. Era la cuarta llamada que dejaba morir pues no tenía ganas de inventarse mentiras cuando le cuestionaran su ausencia en el mundo. Ni siquiera sentía la energía suficiente para asistir a sus prácticas y mucho menos al partido, a pesar de que el voleibol era su razón de ser.

Pasó los días entre su cocina, la sala y la habitación, pero sin salir de casa y Hans en todo ese tiempo no había asomado su cabeza. ¿Seguiría molesto? ¿Se tomaría en serio sus palabras o pensaba ignorar el hecho de que acababa de romper con él? Por el momento no daba señales de querer estar a su lado, lo cual le oprimía el corazón, no por amor sino por saber lo insignificante que era en su vida. ¿Tan poca importancia le daba a su relación? ¿Ni siquiera merecía ser buscada para arreglar las cosas? Porque, al menos en cuanto a ella, la relación estaba finiquita y no pensaba volver, pero la tristeza la tenía tirada en cama, sin saber cómo levantarse; si pedía ayuda se arriesgaba a escuchar palabras que le dolerían el doble, un "te lo dije", por ejemplo, sólo estrujaría su dolor.

Y lo peor eran esos pensamientos intrusivos que no podía dejar de tener, como si no fuera suficiente con las cosas que ya pasaban, su cabeza se inventaba otras tantas situaciones para herirla. La soledad no parecía lo más apropiado en estos momentos, pero su capacidad de levantarse de la cama no daba señales de funcionar adecuadamente por ahora; tratar de recomponerse se estaba convirtiendo en un suplicio porque estaba segura de que el mundo ahí fuera podía continuar su curso sin ella, era la única en quedarse atrás, pero aunque fuera consciente de eso se sentía entumecida, parada bajo una estación viendo los trenes pasar frente a sus ojos, demasiado aterrada para subirse o para retirarse del andén.

El celular volvió a sonar para arrancarla de sus pensamientos. No lograba comprender cómo es que el aparato tenía la suficiente batería para encenderse si no lo ha tocado en días, pero quizás esa sea la razón, ¿cómo va a terminarse algo que ni siquiera ha usado? Le gustaría apagarlo, dejar de prestar atención a la vida, sin embargo, lo dejó porque si se pierde esa pequeña conexión no le quedará nada con lo cual distraerse.

Se ajustó la manta por encima de los hombros, está cansada de tanto llorar y le escocen los ojos pues ni siquiera se ha molestado en dormir desde… Ha perdido un poco la noción del tiempo como para saberlo con seguridad. De alguna forma, le gusta la sensación de no tener sensaciones, no tiene que preocuparse por si alguien la ve triste o fragmentada, puede liberar ahora todo lo que siente, aunque el proceso sea tan solitario.

Los recuerdos se tropiezan unos con otros en su mente, las noches que pasaba con su novio cuando éste la trataba con dulzura o aquel día en el que se conocieron, cuando lo vio a los ojos y se sintió atraída de inmediato; comenzó a comprenderlo, a tener cariño por él, a cuidarlo y hacer que se sintiera querido después de las situaciones tan duras en su vida, a la vez eso la ayudó a ella a recuperarse de su propia historia familiar.

Su madre con quien no tenía la mejor relación, pero se amaban la una a la otra, a su manera. El problema es que a veces quererse no basta para entender a la otra persona y eso fue algo que ninguna de las dos supo sobrellevar de una buena forma, así que Anna escapó con una nota a sus espaldas y su madre lo permitió. Ahora sólo se hablaban en contadas ocasiones y sus conversaciones no duraban más de tres minutos porque no tenían nada qué decirse, sólo era silencio.

Con Hans se acabó ese silencio, dejó de sentirse abandonada y pudo poner su seguridad en una persona otra vez, pero ya no era lo mismo, de nuevo estaba atorada en el silencio y el único ruido lo ignoraba por miedo. ¿De qué servía su amistad con Kristoff si en algún momento se cansaría de estar ahí? ¿Para qué acercarse a Elsa si la chica parecía tener tan poco interés en el mundo, incluyéndola? De tantas personas en el mundo, lo sentía vacío.

Por eso decidió seguir en su casa, ignoró las siguientes llamadas hasta que decidió por fin levantarse a apagar el celular. Se metió en la cama con la radio encendida, quería convencerse de que mañana sería otro día y las cosas se verían distinto, pero le pareció difícil, después de todo, llevaba días con el mismo bucle de pensamientos.

—No pasa nada, todo va a estar bien. No lo necesitas, no te hace bien.

Acurrucó la plumilla en su pecho, la cual todavía llevaba encima en el bolsillo del pijama. Otra vez tenía los ojos inundados.


Respuestas a los reviews.

ReaMir: :o

Chat'de'Lune: Todavía no vemos momentos de ellas dos siendo románticas, pero un pequeño adelanto: algo comenzará en el próximo capítulo *guiño, guiño* En fin, gracias por el apoyo, espero te encuentres bien, nos estamos leyendo.

Judini: Ay no, que bonito todo lo que pones, adoro cuando le sacan tantas cosas a la historia en sí o a un sólo capítulo, incluso leer sobre lo que prefieres leer, es muy chulo, gracias por eso. Ya en el próximo capítulo tendremos un comienzo, por decirlo de algún modo, entre lo que vendrá a ser la relación de esas dos, pero bueno, todavía tienen muchas cosas a las que enfrentarse, no sólo se trata de Hans sino de lo que va a dejar cuando de verdad se vaya. Y creo que no diré más o de lo contrario sería spoiler.

Nos estamos leyendo, personita, espero que te haya ido muy bien estos días, semanas o meses, no estoy segura. Hasta otro día.

P.D. Estoy trabajando en lo de no dar tantas disculpas :b

Setsuna M: Gracias por tu comentario, es verdad lo que dices, pero qué puedo decir, a veces las personas se quedan y ni siquiera saben por qué se quedan, pero ya está entrando en razón. Nos estamos leyendo, ¡saludos!