La Maldición del Lobo

Por Fox McCloude

Disclaimer: The Legend of Zelda y todos sus personajes son propiedad de Nintendo. Todos los derechos reservados.


Capítulo 1: La bestia que acecha en los bosques.


Aldea de Ordon, región de Latoan en Hyrule…

La Princesa Zelda era famosa por muchas razones. Entre ellas se contaban su gran belleza, sabiduría e inteligencia que sobrepasaba con creces su edad de diecinueve años, y su prodigioso talento con las artes mágicas. Pero no solo era famosa por sus cualidades; en el reino era bien sabido que también podía ser muy testaruda, y una vez que se le metía una idea en la cabeza, nadie era capaz de sacársela. Eso, combinado con el hecho de que tenía por costumbre salir a hurtadillas del castillo con mucha frecuencia, causaba no pocos quebraderos de cabeza a sus padres y tutores.

Desde la región de Latoan, concretamente en las cercanías de una remota aldea conocida como Ordon, habían llegado rumores muy extraños. Aparentemente, hacía poco más de un año, una enorme y feroz bestia había sido vista en ese lugar, causando destrozos y aterrorizando a sus habitantes. Los lugareños vivían con miedo de que volviera a atacarlos, y aunque entre los rumores no parecía haber reportes de víctimas humanas, lo cierto era que a Zelda le despertaba su curiosidad. Pero más que eso, si había alguna clase de monstruo que estaba aterrorizando a gente inocente, ella no quería quedarse sin hacer nada.

Sabiendo que su padre no aprobaría que ella fuese a ese lugar si le decía sus verdaderos motivos, convenció a su madre y a su guardaespaldas de que la apoyaran en ello. Básicamente, ellas le darían una tapadera diciéndole al rey que ella saldría en un "viaje de investigación", lo cual técnicamente no era una mentira. Todo era cuestión de mantener bajo discreción el tema de su investigación y el lugar específico a donde iría. Y dado que ya tenía diecinueve años y era perfectamente capaz de cuidar de sí misma, no tuvo motivos para rehusarse.

Así, tras dos semanas de viajar a caballo, finalmente llegó a su destino. En aquel momento, bajo el disfraz de una "joven investigadora", se encontraba en la casa del alcalde de la aldea, un hombre mayor llamado Bo, a quien estaba haciendo preguntas sobre lo que sabía al respecto.

– ¿Hace cuánto que apareció esta bestia por primera vez?

– Hará cosa de poco más de un año. – explicaba el hombre, mientras su hija les ofrecía a ambos unas tazas de té, para luego sentarse junto a su padre.

– ¿Sabe si alguien vio qué aspecto tenía? ¿Se parecía a algún animal o criatura que conociera? – le preguntó.

– Yo no pude verlo bien, ya que escapó en la conmoción. Solo pude escucharlo, gruñía y aullaba como animal salvaje, era aterrador. – dijo el alcalde dando un respingo. – También corría a cuatro patas. En todo caso, creo que los únicos que lo vieron de cerca fueron el herrero del pueblo y su familia. Fue su casa donde atacó primero, después de todo.

– Se te olvida el detalle más importante, papá. – dijo la hija del alcalde, de nombre Ilia, con tristeza y amargura. – Esa bestia también mató a Link, ¿lo recuerdas?

– ¿Es eso cierto? – preguntó Zelda interesada. – Entre los rumores que escuché no había nada sobre víctimas humanas.

- Quizás se debe a que fue la única, gracias a las Diosas. – dijo el alcalde. – Fue una verdadera tragedia; todos en la aldea queríamos mucho a ese muchacho, era un joven amable y trabajador. No me imagino cómo debió ser para el viejo Alberich y su familia.

– Ni siquiera pudimos darle un entierro apropiado. – agregó Ilia. – Esa bestia no dejó ni siquiera rastro de él. Afortunadamente no ha habido más víctimas fatales desde entonces, pero…

La joven se llevó las manos a la cara y comenzó a sollozar. Por lo visto, recordar eso le provocaba un gran pesar, y eso era suficiente para que Zelda decidiera que no necesitaba escuchar más.

Así que la bestia sí habría cobrado una víctima fatal después de todo. Hizo una nota de ir a visitar al herrero y su familia después para preguntarles al respecto. Debía haber sido una experiencia traumática, especialmente si perdieron a un miembro de su familia, pero de ser ese el caso, lo menos que ella podía hacer era encontrar a la bestia y asegurarse de que no pudiera volver a lastimar a nadie.

– ¿Ha habido avistamientos desde entonces? ¿Alguien más que la haya visto de cerca?

– No, nadie más afortunadamente. Si así fuera tal vez habrían terminado devorados o despedazados. – dijo el hombre. – Pero estamos seguros de que todavía ronda por aquí. Cada cierto tiempo, en los Bosques de Farone, pueden escucharse sus aullidos por la noche. Frecuentemente encontramos animales muertos y árboles destruidos con claras marcas de colmillos y garras. Nadie se atreve a adentrarse allí a menos que sea absolutamente necesario.

– Entiendo. – dijo Zelda terminándose su taza de té. – Le agradezco enormemente su información, lamento haberlo molestado.

– No te preocupes. – dijo el hombre. – Aun así, me intriga que una investigadora haya venido desde la Ciudadela del Castillo solo en base a rumores, especialmente en una aldea tan remota como esta.

– Usualmente, los rumores tienen una base real. Y a veces, un misterio puede volverse más aterrador si no se desentraña toda la verdad detrás de él durante mucho tiempo.

– Supongo que es verdad. – dijo Ilia. – Aunque los que estuvimos ese día sabemos que esa bestia es real, nadie lo niega. Y los destrozos en el bosque tampoco son mentira. Ninguna otra criatura podría haber hecho eso, no creo que haya falta averiguar más.

Ese parecía un curso de acción lógica para las personas de a pie, pero Zelda tenía la corazonada de que había mucho más detrás de todo eso. Estaban las interrogantes en el aire; ¿de dónde habría venido, y qué era realmente? Eso era lo que ella quería saber.

Agradeciendo nuevamente al alcalde y su hija por su tiempo, se retiró de la casa, planeando ir después a hablar con la familia del herrero, con la esperanza de que pudieran darle más detalles al respecto. Si la habían visto de cerca, probablemente pudiesen darle una imagen más clara de a qué se estaría enfrentando.

Igual que el alcalde, la familia del herrero se mostró bastante hospitalaria con ella. La pareja de ancianos y la pequeña niña rubia le abrieron la puerta y la recibieron muy gustosamente en su humilde morada.

Pese a que se sintió mal por abrirles lo que sin duda debía de ser una herida muy profunda, por la pérdida de un ser querido, Zelda ofreció compensarles de alguna manera. La familia, aunque agradecida por el gesto, terminó por declinar, especialmente cuando quedaba claro que ella no esperaba recibir ninguna recompensa de ellos y solo buscaba información.

– Si no te molesta que te pregunte, señorita…

– Tetra. Pueden llamarme Tetra, señor.

– Bien, señorita Tetra, ¿a qué se debe el interés? ¿Por qué buscas información sobre esa bestia? ¿Acaso estás planeando cazarla o algo por el estilo?

– ¿Estás loca? – preguntó la pequeña niña, ganándose una mirada reprobatoria de sus abuelos.

– Aryll, por favor, más respeto con nuestra invitada. – dijo la anciana. – Aun así, no puedo decir que discrepe con la opinión de mi nieta. ¿Realmente planeas encontrar a la bestia?

– Entiendo sus preocupaciones. – dijo Zelda cortésmente. – Pero aunque no lo parezca, soy una estudiosa de las artes mágicas, y tengo más de diez años de experiencia. Soy perfectamente capaz de protegerme a mí misma.

Y para enfatizar su punto, levantó su mano, concentrándose para generar una esfera de energía sagrada de color blanco. Los ancianos y la niña observaron con asombro como ella aumentaba el tamaño de la esfera hasta que iluminó toda la habitación. Luego la redujo hasta que se apagó.

– Wow… – dijo Aryll anonadada.

– Impresionante. – agregó la anciana. – Aun así, no veo qué beneficio obtienes en ir tras una criatura tan peligrosa, poniendo tu vida en riesgo.

Zelda entendía muy bien lo que estaban diciendo, pero afortunadamente, ya tenía una respuesta bien preparada para ese escenario.

– Mi intención al buscar esa bestia es asegurarme de que no siga aterrorizando a más gente inocente. – les dijo. – Quizás para ustedes, que perdieron a alguien importante, sirva como una manera de cerrar ese episodio. Sé que eso no les devolverá a Link, pero tal vez podrán sentirse más tranquilos sabiendo que lo que les pasó a ustedes, no tendrá que pasarle a nadie más.

Los ancianos y la niña intercambiaron miradas entre ellos, seguramente sorprendidos de sus palabras. Desde muy niña, se le había enseñado que como futura reina de Hyrule, era su deber servir a su gente, y si eso significaba ayudarles con algún problema que estuviera en su poder resolver, lo haría.

– Pero para eso, necesito que me digan todo lo que saben. Lo que hayan visto u oído durante la noche que apareció por primera vez, cualquier detalle, por insignificante que parezca, puede que me resulte de ayuda. Quiero saber exactamente a qué me estoy enfrentando.

– Bueno, ya que insistes. – dijo el anciano herrero. – Esa noche estábamos durmiendo como siempre, hasta que escuchamos ruidos de golpes, arañazos y un aullido proveniente de la habitación de Link. Cuando nos atrevimos a abrir la puerta… todo estaba destrozado, y allí estaba esa... cosa.

– Parecía un lobo gigantesco, aunque era capaz de pararse a dos patas por alguna razón. – dijo la abuela. – Debía medir unos tres metros de alto. Solo pudimos verlo unos segundos, pero jamás olvidaré esos ojos amarillos, que nos miraban como si pudieran ver a través de nosotros. Fue… escalofriante.

– En cuanto nos vio, saltó a través de la ventana y escapó. Después del incidente, no volvimos a tocar la habitación de Link. – dijo el abuelo. – La atrancamos con llave para que nadie vuelva a entrar en ella, y para evitar las malas memorias.

– ¿Les importaría si echo un vistazo? – preguntó Zelda. – Entiendo que debe ser difícil para ustedes, pero tal vez también haya pistas que esa bestia podría haber dejado.

La familia del herrero tardó en decidirse, pero finalmente accedieron a su petición. La puerta de la habitación había permanecido atrancada con un candado y una gruesa cadena, pero los ancianos la abrieron para ella, aunque ninguno de ellos se atrevió a mirar adentro, hasta aquel día.

Una vez allí, Zelda pudo observar el rastro que la bestia dejó a su paso: muebles rotos y llenos de polvo, paredes arañadas, tablas astilladas en el suelo, marcas de garras enormes por todo el lugar, y una ventana rota evidenciando la ruta de escape de la bestia. Entre las pocas cosas que habían salido ilesas del desastre de la bestia había algunos retratos familiares, algunos mostrando al herrero con su esposa, y un hombre y una mujer más jóvenes con un par de niños. Una de ellos sin duda era la pequeña Aryll, de bebé con su hermano mayor.

Un niño encantador de cabello rubio y ojos azules, probablemente tendría unos diez o doce años en ese entonces. Estimando la edad actual de Aryll y comparándola con el retrato, Zelda pensaba que probablemente tendría una edad similar a la suya si estuviera vivo ahora, y tal vez habría llegado a ser un joven muy apuesto. Una verdadera lástima.

– "No es momento de pensar en esas cosas, Zelda." – se reprendió a sí misma, forzándose a concentrarse en lo que estaba haciendo; es decir, investigar la habitación.

Después de poco más de una hora de examinar, entre más observaba la habitación, más intrigada comenzaba a sentirse. Había cosas que no encajaban: tanto el alcalde del pueblo como la familia del herrero coincidían en que la bestia debía haber matado a Link antes de escapar, y en apariencia así era.

Excepto por un detalle: la habitación no tenía manchas de sangre o rastros humanos que evidenciaran una víctima habiendo sido devorada, en especial si, como le habían dicho, la habitación no había sido tocada desde entonces. Por mórbido que resultara imaginarse algo así, la mente lógica de Zelda le decía que, si era verdad que esa bestia había irrumpido en la habitación de Link para devorarlo, no podía haberlo hecho en ese lugar. No tan limpiamente.

– "Ellos dijeron que no tuvieron un cadáver para enterrar, porque la bestia lo devoró. ¿Pero cómo pudo hacerlo sin soltar ni una gota de sangre? Y si se lo llevó a otra parte, ¿cómo lo hizo limpiamente? Está claro que no era una criatura exactamente sigilosa."

Las preguntas no dejaban de invadir la mente de la princesa. Otra pieza que no encajaba era el estado de la ventana rota. Según le habían dicho, fue por allí por donde la bestia escapó tras ser descubierta, pero si ese era el caso, significaba que había sido rota desde adentro, para saltar desde el segundo piso de la casa y luego escapar del pueblo.

Eso dejaba otra interrogante: si por allí había salido, ¿por dónde habría entrado? La casa no tenía ningún otro daño visible desde afuera excepto la ventana rota del piso superior, y tanto la puerta como las paredes, descontando los arañazos provocados por garras, estaban intactas. No había ningún signo de cómo habría forzado su entrada, si era que lo hubiese hecho. La única conclusión lógica era que, de alguna manera, la bestia ya debía haber estado dentro de la habitación cuando atacó, pero ¿cómo podía haber entrado sigilosamente una criatura de ese tamaño, y pasado desapercibida?

Zelda tenía el presentimiento de que habría mucho más detrás del misterio de esta bestia, y estaba decidida a resolverlo.


Unos días después…

Los bosques al norte de Ordon, donde se decía que residía la bestia, eran bastante espesos y tenebrosos. Con dificultad podía ingresar algo de luz del sol para guiarse, y la maleza dificultaba ver las raíces en el suelo para evitar tropezarse.

A pesar de ese ambiente poco acogedor, Zelda no se dejó intimidar en absoluto. Por dentro admitía que sentía algo de miedo de adentrarse en ese lugar, pero el miedo nunca le había impedido actuar, si creía que estaba haciendo lo correcto. En este caso, ayudar a los habitantes de Ordon a que no siguieran viviendo con el temor de esa bestia que moraba cerca de sus hogares.

A medida que la princesa se adentraba más y más entre la espesura y se dificultaba el avance, más podía notarse la evidencia del paso de dicha criatura. Como si fuesen marcas de territorio, los árboles estaban llenos de arañazos y mordiscos, con las ocasionales manchas de sangre de las infortunadas criaturas que terminasen como un bocadillo para la bestia. En un par de ocasiones encontraba huesos mal enterrados en el suelo pertenecientes a animales, la mayoría más pequeños que un humano, lo que de nuevo le traía la pregunta a la cabeza.

– "Si la bestia devoró al nieto del herrero… ¿por qué no dejó rastros? Está claro que no es capaz de devorar los huesos o de tragarse enteras a las criaturas."

Eso era lo que menos encajaba, y lo que Zelda pensaba que era la clave para desentrañar el misterio. Un gran lobo bípedo de casi tres metros, corpulento y de pelaje espeso, con grandes garras y colmillos, era toda la descripción que tenía. Cada vez tenía más interrogantes, pero la única forma de resolverlo era averiguándolo por su propia mano.

Por lo poco que pudo deducir tras los testimonios de los pueblerinos en Ordon, la criatura era de hábitos nocturnos. Eso quería decir que, muy probablemente, tendría que esperar al anochecer para tener una posibilidad de encontrarla. Quizás lo mejor que podía hacer era levantar un campamento, dormir durante el día, y explorar durante la noche.

Sin embargo, al adentrarse más en el bosque, vio algo que le pareció muy extraño. Escondido entre la maleza, imposible de ver para ojos ordinarios, había una especie de refugio improvisado. Hecho con troncos, ramas y lianas, parecía una estructura hecha por el hombre, no del tipo de guarida que se esperaría de una bestia salvaje.

Y lo más extraño, era que tenía aspecto de haber sido utilizada recientemente.

– "¿Hay alguien viviendo en este bosque?" – se preguntó la joven, acercándose para verlo mejor.

La curiosidad le ganó, y decidió investigar más a fondo. Parecía un refugio muy sencillo; adentro había lo que parecía una cama improvisada hecha de ramas, piedras y trozos de pieles de animales. No era el sitio más acogedor, pero sí ofrecería algo de calor y techo contra la intemperie. Quienquiera que viviese allí también había almacenado algo de comida, incluyendo frutas, bayas y alguna que otra presa para conseguir carne.

– ¿Qué crees que estás haciendo?

Una voz desconocida la hizo sobresaltarse. Instintivamente se dio la vuelta y estuvo a punto de atacar para defenderse, pero se contuvo. No había venido a agredir a humanos, después de todo.

– ¿No me escuchaste? – insistió el recién llegado. – ¿Quién eres y qué estás haciendo aquí?

Zelda no respondió. En lugar de eso, simplemente observó a la persona frente a ella. Era claramente un hombre joven, y no tenía un aspecto muy amigable. Estaba vestido con prendas hechas de pieles de animal similares a los de la cama que encontró en el pequeño refugio, y parecía no haberse cortado el pelo en meses, viendo como le caía enmarañado por debajo de los hombros. Su rostro también se notaba sucio y descuidado, lo que le daba un aspecto bastante repulsivo a primera vista.

El único rasgo que parecía albergar algo de vida eran sus ojos azules, que se asomaban debajo de la mata de pelo que caía sobre su rostro. A Zelda le resultaron vagamente familiares por alguna razón, pero no estaba segura de por qué.

– ¿Qué, vas a quedarte ahí como una tonta? ¿O acaso la bestia te comió la lengua?

Aunque a Zelda le molestó su tono tan insolente, el recién llegado acababa de mencionar a la bestia. Tal vez supiera algo, y cualquier información que pudiera darle le resultaría de utilidad, así que controló su impulso de replicar en el mismo tono.

– Yo... ¿Tú vives aquí?

Inmediatamente se regañó mentalmente. Finalmente pudo hablar, ¿y se le ocurría preguntarle eso de todas las cosas? Mal inicio, muy mal inicio.

– Sí, obviamente. Ahora, ¿podrías irte? Sólo hay espacio para uno, como podrás ver. Este no es lugar para una señorita como tú.

No entendió con exactitud a qué se refería con "una señorita como tú", pero no le gustaban las posibles implicaciones. Sin embargo, Zelda tenía su objetivo muy claro y no iba a detenerse por algo tan trivial.

– Mencionaste a la bestia. ¿Acaso la conoces? ¿La has visto?

Entre más pronto pudiese sacarle la información, mejor para ella. Al parecer, ir directo al grano captó su atención, si el breve destello de sorpresa que apareció en sus ojos era un indicio.

– ¿Por qué te interesa? – le preguntó, sonriendo con aparente sorna. – No me dirás que estás planeando cazarla o algo así, ¿verdad?

Ella no respondió verbalmente, sino que simplemente mantuvo la mirada fija. Vio como la sonrisa en su rostro se desvanecía gradualmente a medida que llegaba a la conclusión.

– Espera… en serio no es eso lo que planeas, ¿verdad?

– ¿Y si lo fuera? – Se cruzó de brazos. – En efecto, he venido a buscar a esa bestia. Y si sabes algo sobre ella, apreciaría mucho que me lo dijeras a la brevedad.

Silencio. Los dos se miraron fijamente por varios segundos. La cara del dueño del refugio se mantuvo de piedra por lo que pareció una eternidad, antes que su boca volviera a curvarse en una sonrisa y empezara a resoplar burlonamente, antes de soltarse a reír a carcajadas.

– Jajajaja, ¡jajajajaja, JAJAJAJAJA! Ah, discúlpame, pero eso es lo más gracioso que he escuchado. ¿En serio crees que puedes enfrentarte a esa bestia? ¿Cómo planeas hacerlo, hechizándola con tu belleza o qué?

Aunque se sintiera halagada por el comentario sobre su "belleza", no le gustó para nada la insolencia de su burla y sus risas. Estaba comenzando a perder la paciencia, pero a pesar de eso, mantuvo la compostura y aguardó hasta que finalmente se le agotó el aire y dejó de reírse.

– El cómo lo voy a hacer no es de tu incumbencia. – dijo finalmente. – Los habitantes de la aldea no pudieron decirme mucho, pero si tú estás aquí, debes conocerla mucho más de cerca. Lo que sea que sepas, podría resultarme útil, así que exijo que me lo digas.

– Oye, ¿qué te pasa? – espetó él. – ¿Crees que puedes venir a mi refugio y ladrarme órdenes? No tengo por qué decirte nada.

– Esa bestia que merodea por aquí está aterrorizando a los aldeanos. – dijo ella, adoptando un tono autoritario. – Es mi deber ponerle fin a eso para que puedan estar tranquilos.

Sonó un poco más enojada de lo que quería, pero supuso que no habría otra forma de hacerlo cooperar. Por lo que vio, sus palabras lo sacudieron brevemente y pareció considerarlo por un momento. Sin embargo, rápidamente adoptó de nuevo la expresión burlona que tenía antes.

– Eso suena muy noble y todo, si es que quieres suicidarte para convertirte en mártir. – le dijo. – Escucha, si aprecias tu vida, es mejor que te largues. Tengo el presentimiento de que esta noche podría aparecer, y cualquier criatura desafortunada que se meta en su camino, no vivirá para contarlo. Lo que te incluye a ti.

La paciencia de Zelda se estaba agotando. Tal vez sólo estaba, a su manera, tratando de protegerla de esa bestia, pero eso no quitaba que se estaba portando de manera muy grosera con ella. ¿Qué le costaba cooperar y decirle lo que sabía?

– Es obvio que sabes mucho sobre la bestia. No entiendo por qué no puedes decirme nada. ¿No ves que estoy tratando de ayudar a los aldeanos?

– La bestia tiene su territorio muy bien marcado, y nunca sale del bosque. – espetó él. – Mientras no haya nadie lo bastante tonto para meterse aquí, los aldeanos estarán a salvo, así que estás preocupándote por nada.

– Supongo que al decir "alguien lo bastante tonto" te estás refiriendo a mí. – dijo Zelda poniendo los brazos en jarras. – Algo hipócrita considerando que tú vives en este bosque, que según dicen es su territorio.

– Escucha, señorita, a diferencia de ti, yo sé bien cómo cuidarme. Y si ya no tienes nada que decirme, te aconsejo que te marches. Este es mi lugar y no me gustan los intrusos.

Hizo un ademán de "fuera de aquí" con su mano. Zelda tuvo que contenerse el impulso de estirar la mano para darle una bofetada por su insolencia, pero luego de pensárselo por un momento, decidió que no valía la pena. Y aunque le doliese admitirlo, si ese era su lugar, estaba totalmente en su derecho de decidir quién era o no bienvenido.

Sin decir ni una palabra más, la princesa giró sobre sus talones y se fue pisoteando por donde vino, alejándose a una distancia prudente para quedar fuera de la vista del joven salvaje. No obstante, aunque respetaría el espacio, eso no quería decir que abandonaría su misión. Había venido a desentrañar el misterio de la bestia, y no se iría sin al menos haberlo resuelto.

– "Tal vez yo también deba hacerme un pequeño refugio." – pensó. – "Por cómo están las cosas, es posible que tenga que pasar algunos días aquí."

Su intuición le decía que este joven podría guiarla hacia la bestia. Y si no iba a hacerlo voluntariamente, eso sólo le dejaba una opción. Vigilar sus movimientos muy de cerca, sin que lo supiera.

Por dentro sonaba como una acechadora o algo así. Pero de nuevo, el Clan Sheikah, que había servido a la familia real por generaciones le había enseñado que el espionaje sigiloso no era algo malo por sí mismo, y a veces podría usarse con buenos propósitos.

Era tiempo de poner eso en práctica.


Aquella noche…

Si adentrarse en ese tenebroso bosque era difícil, permanecer despierto durante la noche a la intemperie lo era todavía más. Con todo, la voluntad de la princesa era más fuerte, y estaba decidida a desentrañar el misterio.

Ese chico sabía algo. Tenía que saberlo, ya que por su aspecto llevaría tiempo viviendo en este bosque, lejos de la aldea. ¿Por qué vivía en este lugar donde claramente era territorio de la bestia que acechaba?

– "Parece que esta noche habrá luna llena." – pensó mientras miraba hacia el cielo. En aquel momento estaba cubierta por las nubes, pero ocasionalmente se despejaba dejando ver algún claro.

Eso le había permitido ocultarse y seguirlo a distancia prudente. Lo vio salir de su refugio y comprobar hacia todas partes que no hubiese nadie, y acto seguido se fue hacia una zona mucho más adentro del bosque.

– "¿Qué estás tramando? ¿Y por qué no quieres que nadie te vea?"

Lo único que se le ocurría era que, posiblemente, quería enfrentarse él mismo a la criatura, como si fuese su presa personal o algo por el estilo. Hablaba como si se la hubiese encontrado muchas veces, así que su intuición le decía que debe saber más cosas que los pueblerinos no pudieron decirle.

A medida que Zelda se adentraba más, los destrozos en el área se hacían más y más evidentes. Era obvio que la bestia había estado por allí de manera reciente, marcando su territorio con sus colmillos y garras por todas partes- ¿Acaso ese muchacho estaba cazándola, igual que ella? Y si era así, ¿por qué no quería aceptar su ayuda?

Finalmente llegaron a un claro bastante amplio. Zelda permaneció escondida a distancia prudente, vigilando todos y cada uno de los movimientos de ese chico. Sin embargo, nada podría haberla preparado para lo que estaba a punto de ver.

Sin más, el chico se despojó de la túnica que llevaba, tirándola hacia un lado y revelando debajo de ella un cuerpo bastante musculoso y bien tonificado. Aun con la poca luz que había en ese momento por estar la luna tapada por las nubes, Zelda alcanzó a verle que tanto en la espalda como en el frente había bastantes cicatrices, como si hubiese peleado en el pasado contra animales salvajes. ¿O tal vez era que había peleado contra la bestia?

– "Por las Diosas, ¿qué está haciendo? ¿Por qué se desnuda?"

A pesar de lo serio de la situación, y que era consciente que no estaba bien mirar, la Princesa Zelda seguía siendo una mujer joven, y como tal no siempre era capaz de contener sus impulsos hormonales. Aunque su cabeza le gritaba que debía mirar hacia otra parte, el cuerpo no le respondía, y simplemente vio allí cómo el chico se despojaba de sus vestiduras sin razón aparente. No era que la noche estuviese fría ni mucho menos, pero tampoco era como para andar así a la intemperie.

– "Esto no… ¡no puedo seguir viendo esto!"

Estuvo a punto de dar la vuelta y retirarse, pero no vio por dónde iba, y se chocó de cara con una rama baja. Quedó aturdida y al dar tumbos hacia atrás tropezó con una raíz, no pudiendo contener un grito ahogado además del ruido que hizo al caer bruscamente sobre un montón de hojas y ramas secas.

– ¿Eh? ¡¿Quién está allí?! ¡¿QUIÉN ESTÁ ALLÍ?!

La voz del chico sonaba furiosa, pero a Zelda no se le escapó que también había cierto sentido de urgencia en ella. Era muy diferente a cuando se encontraron más temprano. Considerando que ella había delatado su presencia, no vio razón alguna para seguir escondiéndose, así que salió a plena vista para encararlo.

– ¡¿Tú de nuevo?! ¡Creí haberte dicho que te alejaras del bosque!

– Ya te lo dije, tengo una misión. Y tú sabes algo, y me lo vas a decir.

Hizo un esfuerzo supremo para para mantener el contacto visual. En aquel momento lo único que cubría el cuerpo del muchacho eran unos shorts bastante holgados por alguna razón, todo el resto de la ropa que llevaba la había dejado tirada a un lado. Pero no era momento ni lugar para pensar en eso.

Él a su vez tampoco parecía estar preocupado por estar así de expuesto frente a ella. Ni siquiera hacía un esfuerzo por cubrirse o algo, como si tuviese algo más en mente. Y a juzgar por su tono frenético, así era.

– Maldición, ¿no entiendes que te estás poniendo en peligro sólo por estar aquí? ¡Vete si sabes lo que es bueno para ti!

– ¿Por qué lo dices? – inquirió Zelda. – Hablas como si supieras que la bestia podría aparecer en cualquier momento. ¿No fue eso lo que dijiste antes?

– ¡No digas tonterías, con un demonio!

La voz y el semblante del chico habían cambiado, y por un fugaz momento, dada la fugaz mirada que cruzó por sus ojos, ella había dado en el clavo. Cuando se encontraron más temprano se veía serio y arisco, haciendo todo el esfuerzo por ser maleducado para alejarla. Pero ahora, parecía estar genuinamente preocupado, quizás por ella. Eso ella podría apreciarlo, pero no era ninguna damisela en peligro. Fuese lo que fuese la bestia, ella estaba segura de poder manejarlo.

– Ya te dije por qué estoy aquí. – aseguró ella. – Si la bestia realmente va a aparecer, me quedaré hasta que aparezca. Y si no me vas a ayudar, al menos no me estorbes.

– ¡No lo entiendes! ¡Si valoras tu vida, tienes que irte ahora! – insistió él, cada vez más descontrolado.

– ¡No te atrevas a darme órdenes! ¡Vine aquí con una misión y nada me impedirá cumplirla!

– ¡Qué testaruda eres! ¡Si no te largas ahora… ugh! – De pronto el chico empezó a sujetarse el pecho, y cayó de rodillas en el suelo. – ¡No, no, ¿por qué ahora?!

– Oye, ¿qué tienes?

Se estaba agarrando los brazos, y algo extraño sucedió. Su cuerpo comenzó a pulsar y vibrar a intervalos, como si se tratase de un corazón gigantesco que latía de manera pesada cada pocos segundos. Y todo el tiempo se estaba retorciendo y gruñía fuertemente.

A pesar de su comportamiento anterior, algo en ella le decía que no podía dejarlo así. Le estaba sucediendo algo, y tenía que ayudarlo si podía. Fue allí que intentó acercarse extendiendo una mano hacia él…

– ¡NO TE ME ACERQUES! – gritó empujándola bruscamente con ambas manos.

Zelda no supo cómo, pero salió volando por los aires no menos de unos cinco metros, aterrizando de espaldas sobre la hierba. Cualquier molestia que habría sentido por la brusquedad del muchacho se habría disipado al instante, no solo al percatarse de la fuerza sobrehumana con la cual la empujó, sino al ver que ahora estaba encogido sobre sí mismo, sujetándose como si estuviera sufriendo un ataque.

– Oye… ¿te encuentras bien? – preguntó, genuinamente preocupada.

Estaba ahogando los gritos, y en ese instante, la luz de la luna llena salió de entre las nubes, y comenzó a iluminar el claro, dándole una plena vista de lo que estaba a punto de suceder.

Los gritos de dolor del muchacho dejaron de ser humanos, para convertirse gradualmente en alaridos más propios de un animal salvaje. Pudo ver que un pelo oscuro comenzaba a crecer en sus brazos, y los dedos de sus manos comenzaban a hacerse más largos y gruesos, hasta hacer brotar unas enormes y filosas garras. Algo similar ocurrió en sus extremidades posteriores, y de pronto tuvo sentido que se hubiese quitado las botas que llevaba, ya que probablemente las habría destrozado al no poder contenerlas.

Acto seguido se colocó en cuatro patas, mientras Zelda veía como su pelo corporal se hacía cada vez más y más grueso. Una larga y poblada cola brotó de su parte posterior, y su rostro, antes humano, comenzó a transfigurarse horriblemente. Primero, sus ojos azules se tornaron de un tono amarillo y su pupila se volvió rasgada. Sus orejas hylianas se desplazaron hacia la parte superior de su cabeza, y su nariz y boca comenzaron a agrandarse, haciendo brotar unos enormes y afilados dientes. No quedaba rastro humano en él, se había tornado totalmente en una criatura con rasgos lobunos.

– No puede ser… entonces este chico es…

La recién transformada bestia momentáneamente se irguió sobre sus patas traseras y lanzó un agonizante aullido hacia el cielo, como un animal en pena. Al fin Zelda pudo verlo: debía ser el doble de alto que un hombre adulto, y a juzgar por lo corpulento y musculoso de su torso y extremidades, de allí debía provenir la fuerza con la cual la empujó antes.

Por lo que había visto, seguramente la transformación debía provocarle un dolor inconmensurable, y todo ese acto de ser grosero y de decirle que se alejara de ella, y del bosque…

– Él lo sabía… estaba tratando de protegerme…

La bestia volvió a aterrizar sobre sus patas delanteras, y dirigió sus brillantes ojos hacia ella. Comenzó a gruñir, enseñando los dientes y aproximándose como un depredador. Zelda estaba en demasiado shock para moverse, con la mitad de su mente tratando de asimilar lo que acababa de ver, mientras la otra mitad le gritaba a los cuatro vientos que, si no salía rápidamente de su shock, terminaría despedazada por esa criatura.

Al menos el misterio estaba resuelto. Estaba buscando a la bestia que acechaba en los bosques, y la encontró.

Esta historia continuará…


Notas del autor:

¡Feliz Halloween, gente! Bueno, aquí estoy con un nuevo fic de Zelda, se podría decir que es una "vuelta a las raíces", ya que no está ubicado en ningún juego en específico, sino que será un AU con elementos y referencias a varios. La razón de elegir la fecha de hoy para publicarlo es que hay cierta historia detrás de él. La idea de este fic ya la tenía desde hacía años, concretamente desde cuando acababa de salir Twilight Princess. En uno de los foros que frecuentaba en ese entonces había un concurso de fics con temática de Halloween, y había pensado en hacer uno basado en la transformación de Link en lobo (los hombres lobos son mi monstruo clásico favorito), pero la idea nunca se terminó de concretar y la dejé archivada durante años. Sin embargo, tras algún tiempo, y algunas charlas con Goddess Artemiss (gracias de nuevo por el empujón, compañera), finalmente decidí ponerla en marcha. Si les soy sincero, quería tener más capítulos terminados antes de empezar a publicar para hacerlo de manera regular, pero luego de que me dieran esos dolores en los dedos que mataron mis ganas de escribir, tuve que pausar todos mis proyectos, incluyendo éste, y me quedé sólo con dos caps terminados y algún que otro retazo suelto por allí, y entre tener varios fics en paralelo que atender y que pronto voy a reiniciar clases en la universidad, no me queda más que ir con calma. Dicho eso, trataré en lo posible de actualizar mensualmente, y si no lo hago ya será por causas de fuerza mayor.

Ahora, con la historia en sí, ya saben que usualmente me gusta componer la familia de Link con sus abuelitos de The Minish Cap y Wind Waker, y su hermanita menor Aryll. Por si alguien pregunta, el nombre "Alberich" del abuelo viene de la versión en alemán de Minish Cap, el cual sinceramente me gusta más que el nombre "Smith" de las versiones en inglés y en español, así que decidí que usaré ese nombre con él a partir de ahora. Aunque todavía necesito un nombre para la abuelita, estoy abierto a sugerencias aquí. En cuanto a cómo manejaré la maldición del hombre lobo, tomaré un poco de la saga de Harry Potter con lo que se sabe de ellos por boca de Remus Lupin, y algo de mi toque personal. La forma de lobo de Link será más una versión más "anthro" del Link lobo de Twilight Princess, básicamente una que sería capaz de pararse y caminar a dos patas, que se ve frecuentemente en muchos fanarts. Y por último, la trama general estará basada en cierto cuento de hadas que es algo más obscuro que los clásicos como Cenicienta, Blancanieves y todos esos que ya deben conocer. No diré cuál, veamos si alguien lo adivina (aunque algunos de mis amigos fuera de FFN ya saben cuál es, ya que les di un vistazo preliminar de los capítulos que tengo), y en el siguiente capítulo daré algunas pistas más.

Ya, creo que eso es todo. Espero que disfruten de esta historia, y a ver si yo encuentro el impulso para retomar las que tengo paradas. Hasta la próxima, cuídense mucho.