Al día siguiente Luffy reunió a todas las personas de a bordo para zanjar el asunto de las damas de compañía. No permitiría que algo semejante fuese a ignorarse. Crisson mostró cierta incertidumbre al bajar junto a sus hombres. Todos y cada uno de ellos mostraban confusión.

—Nami, ¿te importaría? —dijo Luffy mirando directamente a su navegante. La pelirroja suspiró y dió un paso al frente. Giselle y Naomi, las dos chicas de compañía, no sabían nada al respecto.

—Han llegado a nuestros oídos ciertas acciones repugnantes que ha cometido vuestra tripulación, Crisson.

Crisson endureció la quijada al escuchar semejante declaración. Alguno de sus hombres se mostraban incluso más confundidos que antes, otros en cambio palidecieron. Nami explicó todo sin pelos en la lengua. Bronn, que estaba algo más alejado del resto, suspiró incrédulo de lo que sus orejas escuchaban.

—Me disculpo en nombre de todos los míos. Yo y mis oficiales no eramos consciente de este hecho. —Crisson, contra todo pronóstico y para ser alguien de la realiza, se arrodilló ante Giselle y Naomi. Todos quedaron perplejos.—Ruego por vuestra clemencia. Hemos perdido a doce hombres, espero que eso sirva cómo castigo para aquellos que fueron capaces de cometer semejantes acciones.

Naomi sorprendida fue rápidamente a levantar al hombre. Al fin de cuentas ellas eran meras plebeyas ante la presencia de alguien que pertenecía a la realeza.

—No, señor, usted no tiene la culpa. No queremos nada contra vosotros. Sólo queremos regresar a salvo.

Zoro se fue de la escena, no necesitaba escuchar nada más. Luffy por su parte sonrió al ver cómo todo se había solucionado, ya que la idea de visitar todas las islas del archipiélago arcoiris le entusiasmaba. Además, por supuesto, del gran banquete que se iba a celebrar.


Robin pasó toda la tarde en la biblioteca leyendo el gran libro de las frutas del diablo. Buscaba alguna que tuviera forma lunar, o al menos algo que tuviera relación. Le intrigaba a la par que le preocupaba la conversación que había escuchado anoche entre Zoro y aquél hombre veterano. Había comprendido que Zoro anhelaba algo. Pero principalmente no quería que le ocurriese nada. Había leído sobre las frutas malditas, más poderosas que cualquier otra pero con un alto precio a pagar. Esta clase de frutas eran descritas cómo más pequeñas que las otras, característica que compartía dicha fruta.

Para su mala suerte no encontró lo que buscaba. Era una fruta totalmente desconocida. Casualmente al levantar la vista encontró a Bronn no muy lejos, leyendo varios títulos de libros con la esperanza de encontrar alguno que sirviera de distracción durante los próximos tres días que duraba el viaje hasta el archipiélago arcoiris. Sin embargo su búsqueda fue interrumpida por la arqueóloga.

—¿Buscas algo en específico? —Robin se acercó, sonriendo levemente.

—Nada en concreto. Algo con lo que matar el tiempo. —contestó el hombre. Bronn, que había estudiado el comportamiento de todos los tripulantes del sombrero de paja, encontró sospechoso que precisamente ella estuviese entablando conversación con él.

—He leído todos los libros de esta biblioteca. Si te gustan las aventuras te aconsejo leer "Las sombras de Ghovie". Relata la historia de un pirata que fue maldecido por una fruta del diablo. —Robin se acercó a una de las estanterías cercanas y cogió el libro. Bronn escuchaba atento las palabras y seguía con la mirada los gestos de la morena. Robin, por su parte, quería a toda costa llevar la conversación a su terreno.—Es interesante porque esa fruta considerada maldita realmente existe. Actualmente se encuentra custodiada por el gobierno mundial.

—Interesante. Ahora tengo la necesidad de leer ese libro. —Bronn sonrió y Robin lo imitó tendiendole el libro.

—Eres uno de los oficiales de Crisson, ¿cierto? —Robin observó cómo Bronn asentía mientras abría el libro por una página al azar y leía por encima lo que estaba escrito.—Me he informado un poco sobre el archipiélago arcoiris. Es un lugar muy interesante.

—Lo es. —Bronn levantó la vista sin cerrar el libro.—Es un lugar con una diversidad impresionante.

—También he leído que sufren ataques constantemente, principalmente de Big mom.—Robin rodeó la mesa que tenía al lado y se sentó, invitando al hombre a hacer lo mismo.

—Quince veces para ser exactos. Pero los duques de las islas son muy fuertes. —dijo Bronn con orgullo.

—Lo son. No mucha gente es capaz de frenar a la tripulación de un emperador del mar. Quince veces además. —Robin se llevó una mano al mentón.—¿Y sobre las frutas del diablo?

—Oh, hay una isla en particular que se dedica a cosecharlas.

—La isla negra, ¿cierto? —Robin entrelazó sus dedos.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó con sorpresa. Robin encogió los hombros.

—Me gusta informarme bien de los lugares que visito. Aunque no sé mucho al respecto. ¿Eres consumidor de una?

—De hecho iba a consumir una antes de quedar expuestos en medio del mar. Sin embargo le he dado la fruta al cazador de piratas.

Robin sonrió internamente, lo tenía dónde lo quería.

—¿Que clase de fruta es?

Bronn encogió los hombros.

—No tengo ni idea. Pero no te preocupes. Él no la va a consumir. Supongo que nunca lo sabremos.

Robin notó que el hombre no tenía problemas para contarlo, y que decía la verdad. Al rato se marchó dejándola pensativa. Quizás estaba dándole más importancia de la que merecía. Al fin y al cabo Zoro no la iba a consumir. De momento dejaría las cosas tal y cómo estaban. Eso sí, mantendría un ojo abierto por si las moscas.


Todo el archipiélago arcoiris estaba al tanto de la situación del hermano menor de la reina Stryss, pues ella misma había recibido una llamada directa desde el barco de los sombrero de paja. Les había agradecido enormemente por salvar a su hermano menor de una muerte horrenda en mitad del océano, y por supuesto, tenían mesa en el gran banquete que se iba a celebrar en los próximos días. Todo estaba casi preparado en la isla blanca, lugar que gobernaba la reina y dónde se iba a llevar a cabo dicha fiesta anual. De hecho la mayoría de duques, los encargados de gobernar las otras islas del archipiélago bajo el nombre de la reina, ya se encontraban hospedados en el castillo blanco.

Mauw, el duque de la isla roja, había decidido bajar al pueblo junto a varios de sus hombres para rememorar su niñez. Recordaba cada una de sus calles, desde la más ancha hasta la más estrecha. Cada tienda de comestibles lo conducía al pasado y la plaza principal no había cambiado en absoluto, era el sitio dónde solía pasar las tardes jugando a toda clase de juegos infantiles. Añoraba esos momentos exentos de preocupaciones y deberes.

—Señor, una llamada desde la isla negra. Es el mismísimo duque. —informó uno de sus caballeros, entregándole el den den mushi. Mauw tragó en seco al descolgar el aparato y escuchar la ronca voz de Reqkus.

—¿Cómo va todo por ahí?

Mauw suspiró para sus adentros, revisando minuciosamente que nadie ajeno a su escuadrón escuchase la conversación.

—Todo despejado. Stryss no sospecha nada de...

—No hables de más. —cortó tajantemente la voz detrás de la llamada.—Mi barco ya ha zarpado, llegaré por la noche. No quiero que nos vean juntos hasta el día de la celebración. No quiero levantar la más mínima sospecha, ¿entendido?

—Sí. —fue lo único que dijo antes de escuchar cómo la llamada fue cortada. Mauw sintió cómo su cuerpo se llenaba de una extraña sensación de malestar de repente. Sabía lo que estaba por ocurrir y, aunque ya estaba mentalizado, no estaba muy convencido de llevar a cabo el plan que tenía entre manos. Aunque ya era muy tarde para echarse atrás.


La noche cayó junto a un Brook que había decidido tocar una melodía triste mientras la gente conversaba y se divertían en diferentes partes del barco. Usopp y Chopper habían decidido montar un teatro en dónde ambos recreaban escenas de aventuras pasadas. Actualmente el narizón imitaba a un Crocodile de lo más cómico, mientras que el reno reproducía una copia casi perfecta de su capitán. Gran parte de la tripulación de Crisson disfrutaba del show cómo si no hubiesen visto algo más entretenido en sus vidas.

Zoro veía la obra apoyado en una barandilla, sujetando una gran botella de sake. Robin estaba junto a Nami haciendo lo mismo no muy lejos. Esta última ya iba por su sexta copa y ni se inmutaba.

Todo estaba tranquilo hasta que la arqueóloga pudo ver cómo Giselle se acercó al espadachín. Robin, por instinto, sintió ira propio de unos celos enfermizos. Algo muy raro de ver en ella. No estaba acostumbrada a tener otra clase de competencia dentro del barco, y Giselle era muy bonita y con un cuerpo de infarto. Zoro era un hombre después de todo. No encontraría ilógico el que ambos compartieran cama para saciar deseos internos.

Nuevamente por instinto, Robin agarró la botella de whiskey que Nami estaba bebiendo y tragó una cantidad que a la pelirroja la alarmó enseguida.

—¿¡Robin!?¿¡Te has vuelto loca!?

La arqueóloga sintió un ardor tan fuerte en la garganta que no pudo evitar toser varias veces. Nami le quitó la botella y le dió un par de palmadas en la espalda, preocupada. Por suerte todos estaba atentos a la obra y nadie se percató de las acciones de la morena.

—No es nada. Tenía sed. —dijo para nada convincente, pues a su lado descansaba la copa de zumo de maracuyá que le había servido Sanji. Nami se cruzó de brazos esperando la respuesta verdadera. —De acuerdo. Es esa puta de Giselle. Quiere follar con mi... con Zoro.

Nami estaba al tanto de todo desde hace tiempo, por lo tanto no le sorprendió mucho dicha declaración. La pelirroja se volteó para comprobar que lo que decía era verdad. Y desde su ángulo de visión pudo ver cómo la joven estaba totalmente coqueteando con el espadachín. Aunque sonrió al ver cómo Zoro apenas la miraba y prestaba más atención al teatro.

—Que no te cieguen los celos, a tu amado no le llama la atención. —Nami le guiñó un ojo a su mejor amiga. Robin, aunque no muy convencida, creyó lo que sus oídos escuchaban. De hecho se avergonzó por actuar de semejante manera. ¿Cómo podían invadirle esos celos a alguien tan entrenada en el corazón cómo ella?

Los aplausos llegaron al ver cómo la obra de Usopp y Chopper había llegado a su fin. Franky incluso lloraba de la emoción mientras hacía su extraña pose. Robin suspiró de satisfacción al ver cómo Giselle refunfuñaba junto a su otra amiga por haber sido rechazada. No podía controlar la inesperada felicidad que sentía al ver cómo Zoro se marchaba sin compañía a su camarote. Era una sensación imposible de domar, aunque no pretendía hacerlo. Ya había aprendido a dejarse llevar por sus emociones cómo cuando era más joven.

—¿Cuándo se lo vas a decir?¿O acaso vas a esperar hasta que otra sea capaz de llamar su atención? —Nami la sacó de su ensoñación con esas preguntas. Robin la miró sin saber que responder. Nunca había notado que Zoro sintiese algo por ella. Ni una mirada lasciva, o siquiera una conversación fuera de tono en todo el tiempo que llevaban navegando juntos. Él la respetaba y veía como una camarada más. Lejos de eso nada. Por lo tanto no estaba dentro de sus posibilidades actuar de forma tan directa sin tener indicios de algo más. Dar el paso supondría un cambio radical para ambos. Algo tan importante no se podía tomar tan a la ligera. Al menos esa era la percepción de Robin.

Nami por su parte pensaba todo lo contrario. Quería ver a su amiga feliz con el hombre que ella amaba. Se merecía eso y mucho más. Estar encerrada en ese análisis no le iba a servir de nada. Intentaría por todos los medios hacerla cambiar de parecer lo más pronto posible.


Gracias por los que se molestaron en escribir una review y mantenerla en favoritos. Un saludo enorme.