Disclaimer: Axis Powers Hetalia no me pertenece; el autor es Hidekaz Himaruya.


CAPÍTULO VIGÉSIMO PRIMERO

PROYECCIÓN

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—Hoy me vi al espejo y no me gusté.

Silencio.

—Haz algo —le sugirió el chico al fin, mirando su taza, con los codos sobre la mesa.

—No hay nada que pueda hacer, me temo.

Lo vio por encima de las gafas y al notar que alzaba un segundo los hombros, resopló internamente.

—A veces, me parece, preferiría que seas un poco más expresivo.

Sus ojos, como pozos sin fondo, se centraron en los suyos.

—Jelena escribió.

Entonces comprendió su actitud. La comprendió a un nivel demasiado personal.

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La celebración transcurrió sin ningún contratiempo. Por supuesto, él resultó ganador. No le sorprendió a nadie y justamente por eso, tal como venía ocurriendo, los murmullos y cuchicheos a su paso no se detuvieron, por el contario, aumentaron. Él se mantuvo incólume, digno, casi etéreo. Se paseó por cada rincón del salón sosteniendo una copa en la mano, mirando a los demás con cierta altivez porque, si de todos modos ya lo veían como un estirado —al parecer todo mundo había llegado a ese consenso—, ¿para qué empeñarse en demostrarles que no era así, más aún a un montón de personas sin mayor importancia en su vida?

Emir quiso seguirlo a cada paso que daba, pero él le aclaró que no estaría muy bien visto que así sea. No porque le preocupe su propia imagen —que estaba claro ya cuál era—, sino porque alguien podría malinterpretar su cercanía, alguien podría pensar que Emir intentó beneficiarlo de algún modo, y si tal como imaginaba el chico se estaba abriendo camino en ese mundo, no le convenía ganarse esa clase de comentarios.

Además, necesitaba con urgencia estar "solo".

Así que, sin más remedio, Emir cogió rumbo en dirección a su hermano.

— ¡Conque aquí estabas!

Alguien lo rodeó por la espalda en un abrazo asfixiante. Alguien cuya voz reconoció inmediatamente.

—Suéltame —susurró desganado, sin hacer siquiera el más mínimo esfuerzo por lograr que lo haga.

— ¿Qué estuviste haciendo que no me fuiste a ver ni un momento? ¡Estuve parado allá afuera en pleno frío! Creí que al menos uno de ustedes tendría la decencia de llevarme algo. ¿Qué tal una copa? ¿Eh? —Y a sus palabras sumó un guiño que Emir alcanzó a ver con el rabillo del ojo.

—No quiero beber. —Se sacudió muy suavemente, al punto que pareció más bien que se acomodaba un poco mejor en el abrazo.

—¡Venga! —canturreó, frotando su mejilla contra la suya—. ¡Hazlo por mí y por lo bien que ha resultado todo! —Por fin aflojó un poco su agarre para poder quedar frente a él. Sin embargo, mantuvo sus manos sobre sus hombros esta vez—. Pero, en serio, ¿puedes creer lo genial que quedó? Hasta yo estoy asombrado de que no hubo ningún inconveniente. Y eso que me dejaron solo allá afuera sin ningún apoyo…

—Puedes apañarte solo —respondió con un casi imperceptible puchero, como si le pareciera extraño el regaño.

—Por supuesto —subrayó ufano—, pero no me habría sentado mal algo de apoyo. Incluso vino un extraño. Se quiso ir de inmediato, casi que vino y se iba a ir, pero lo retuve. Quiero hablar con él.

—¿Y qué esperas, Vuk?

—Bueno, quería ver cómo estabas… Ya sabes, cómo te había ido con todo este embrollo —se corrigió un instante después—. ¡Pero veo que estás muy bien! —Y volvió a abrazarlo con tanta fuerza que casi se le cae la boina.

—Iba a buscar a Cazlov. —Lo sintió apretarlo con tanta fuerza que su primer impulso fue empujarlo ligeramente, pero tomó un poquito de aire y le dio una palmadita en la espalda, lo cual, con lo bien que lo conocía, sabía sería suficiente para hacerle entender qué quería exactamente.

—Vendré a verlos luego entonces, cuando acabe lo que tengo pendiente. ¿Nos vamos juntos?

Emir se limitó a asentir y con eso, Vuk lo soltó muy despacio para luego echarse a correr con una sonrisa pintada en toda la cara.

Continuó con su camino hasta hallar a su hermano, a quien descubrió departiendo entre risas bulliciosas con una señorita de grandes ojos verdes.

—Ya no bebas. Mírate.

— ¡Emir! —exclamó emocionadísimo. Jaló del brazo a la susodicha y le dijo al oído, un poco más alto de lo necesario—: ¡Él es mi hermanito, del que te hablaba! Emir, ella es Elizabetha. Estoy seguro de que te interesa conocerla.

—Mucho gusto —saludó ella, tendiéndole una mano cargada de ternura. Lo había estado observando toda la noche, había notado su interés en permanecer detrás de Roderich. Incluso cuando se acercó a abrazarlo y felicitarlo por su triunfo, el niño estaba, como mínimo, a unos metros alrededor. No hubo oportunidad sino hasta entonces de presentarse, porque Roderich parecía sumamente agotado y, según intuía, no estaría de ánimo para responder preguntas de ningún tipo. Así que, algo dolida, se limitó a expresarle cuán orgullosa estaba y lo feliz que estaba por las metas que iba logrando, además de asegurarle que no le esperaban más que triunfos a partir de entonces.

Él, pese a su cansancio, le dedicó una sonrisa cargada de gratitud, le dio una palmadita en la coronilla y le acarició el brazo.

—¿Recuerdas que te pasabas el día entero hablando de un participante y de lo buen artista que es? Pues ella es su… esposa… No se ofenda, él es un poco callado, no es algo personal —aclaró, pues Emir no hizo más que recibir su mano.

—¡No, claro que no! —respondió ella con una sonrisa—. Entiendo perfectamente. Vi a Emir cuando me acerqué a mi esposo. Me parece un chico encantador y dedicado. Veo que te agrada mucho mi esposo. Me ofrecería a presentártelo, pero noté que ya son bastante cercanos.

—Volveré luego.

Y sin más, dio media vuelta para volver a buscar a Roderich. Elizabetha no pudo verlo, pero el chico tenía las mejillas ligeramente teñidas de rojo.

—Lo digo en serio, no quiero que se ofenda—

—¡No se preocupe, de verdad! —rio ella, algo escandalosa—. Veo que es tímido. Me enternece lo mucho que lo estima. Me parece muy dulce la relación que tienen.

Cazlov, al igual que su hermano, se tiñó de rojo.

—B-Bueno, lo he cuidado siempre… ¿Sabe? Le voy a contar —decidió, quizá porque ella le despertaba demasiada confianza, quizá porque, como le dijo su hermano, ya debería pararle a la bebida—. Nuestros padres… son un poco complicados…

—¿A qué se refiere exactamente? —inquirió ella intrigadísima. El humor de Cazlov parecía estar en medio de la seriedad y angustia.

—Bueno, ellos no comparten nuestra pasión. Muchas veces los hijos tienen la bendición de tener padres que apoyan sus sueños, pero ese no es nuestro caso. —Elizabetha sintió formarse un nudo en su garganta sin saber bien por qué—. Como habrá notado por nuestros nombres, no somos de aquí. Nacimos en Bosnia. Llegamos a este país porque Emir alcanzó una beca para estudiar y yo decidí apoyarlo. Afortunadamente ya trabajaba y contaba con dinero. Fue difícil, incluso ahora lo es, pero preferimos este camino al que habían elegido nuestros padres.

— ¿Y ese camino es…?

—Casarnos con una extraña por dinero. Eso me parece sumamente vil y despreciable —afirmó casi con asco—. Estuvimos estudiando en nuestra patria, pero en cuanto alcancé los dieciséis, me empezaron a buscar pareja. No sé qué piense usted, pero al menos yo no estaba dispuesto a venderme de esa forma.

Ella desvió la mirada al piso.

—Bueno, me negué, por supuesto, y desde ese momento dejaron de apoyarme, así que busqué los medios para sostenerme por mí mismo. Desde entonces llevo ahorrando todo lo que he percibido. Pude sobrellevarlo, pero cuando quisieron hacerle lo mismo a Emir, no pude más. Incluso quisieron dañar mi imagen frente a él, le dijeron que soy un mal hijo y demás patrañas. Yo no supe nada, pero resultó que mientras me ausentaba, aprovecharon para imponerle una novia. Lo mantuvieron en secreto y lo obligaron a ocultármelo. Ya vio cómo es y, quizá por miedo, no alzó su voz de protesta. El punto es que por eso decidí que era tiempo de irnos. Yo ya era mayor de edad así que en cierta forma me volví su tutor.

—¿Sus padres no dijeron nada?

—Nos amenazaron, claro. Me dijeron que desde el momento en que pusiéramos un pie fuera de su casa, en algún momento, hagamos lo que hagamos, iban a lograr su cometido. No nos impidieron salir porque estaban convencidos de que volvería con la cola entre las piernas, pero hasta el día de hoy no ha sido así. Yo, por supuesto, no les tengo miedo. Solo me preocupa que sepan dónde nos encontramos. Tienen sus sospechas, claro, pero al menos hasta ahora no nos han alcanzado. Sin embargo, su objetivo principal es Emir porque con él ya habían avanzado una buena parte y lo consideran más manipulable.

—Comprendo… Es horrible todo esto.

—Pues sí —suspiró con fuerza Cazlov, y le dio un trago muy largo a la copa que tenía en la mano—. Me encantaría poder mantener a Emir oculto siempre, pero quizá hacerlo implicaría truncar sus estudios. Aquí ya está prácticamente terminado. Solo le falta conseguir contactos y por eso nos entusiasmó tanto esta oportunidad laboral. Más allá del dinero, queríamos conocer sujetos importantes, ¿sabe? Pero para Emir es demasiado difícil socializar… El punto era que trate lo más directamente posible con los grandes jefes, pero prefirió pasarse los días analizando las técnicas de los participantes. Lo entiendo, por supuesto, pero quisiera que su mentalidad ya vaya un poco más allá.

—Aún es joven, quizá se deba a eso.

—Probablemente —volvió a suspirar, una mezcla de preocupación y resignación—. Pero siempre le digo que lo mejor es que haga esos contactos desde ahora. Mire a su esposo, no sé cómo lo habrá hecho, pero es de los más jóvenes y ya está en estas ligas. Yo quisiera lo mismo para Emir.

—Creo que ya es algo tarde.

Elizabetha pegó un brinco hasta el techo al oír a su espalda la voz de Roderich.

—Me siento agotado —declaró este, ya sin la copa en la mano. Elizabetha se giró a verlo y descubrió que se le habían marcado un poco las ojeras.

—P-Por supuesto, entiendo. —Torpemente, se giró de nuevo para encarar a Cazlov—. Roderich, él es Cazlov. Es el hermano mayor de Emir, el muchacho con el que has entablado amistad.

—Mucho gusto —saludó él, mirando de reojo a Elizabetha con la pregunta pintada en el rostro de en qué momento se había enterado de aquello—. Roderich Edelstein.

—Lo conozco bastante bien, quiero pensar —rio un poco, aunque no sonaba muy natural—. Cazlov Petrovic. Mi hermano lo admira profundamente.

—Puedo notarlo. Lamento apenas presentarme y ya tener que marcharme, pero, como mencioné hace un momento, me siento terriblemente exhausto.

Roderich le dedicó una mirada a Elizabetha con la que le comunicaba silenciosamente que avanzaría un poco. Ella aprovechó el momento para dedicarle unas palabras a su nuevo amigo.

—¿Sabe? Creo que yo puedo hacer algo. —Extrajo un papelito de su bolso de mano y tomó el bolígrafo que tenía Cazlov en la pechera para comenzar a hacer algunos garabatos—. Aquí le dejo mi número, es el de mi casa. Nosotros somos de Alemania. También le anoté el número del hotel en el que nos hospedamos y mis correos. —Partió el papel en dos y se lo estiró varias veces—. Venga, usted apúnteme el suyo.

Él no entendía nada, pero no pudo resistirse a su petición.

Una vez ambos hubieron intercambiado sus números, se despidieron con un fuerte abrazo —cortesía de Cazlov— y una sonrisa de oreja a oreja.

—Le llamaré —dijeron al unísono, y se echaron a reír antes de alejarse entre el grupo de gente que los rodeaba.

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So… ¿Quién es esa ojona con la que te vi? Puede que creas que no lo noté pero mis ojos —A sus palabras sumó sus dedos índice y medio, con los cuales lo apuntó— estaban sobre ustedes.

—¿Por qué sigues hablando en inglés? —increpó de mala gana Cazlov, meneando entre sus dedos su vaso. Dio un suspiro que no tenía nada que ver con agotamiento y clavó su mirada en las pequeñas olas que se iban formando en su bebida—. Es… Es…

—La esposa del mejor pianista —declaró muy suelto Emir, mirando a la nada. Tomó su vaso de soda entre sus manos y procedió a darle un trago—. Cazlov la conoce por casualidad.

—¿Te refieres al que ganó? ¿Ese… —iba a sumar un adjetivo despectivo al notar cierto brillo en la mirada de Emir, pero un puntapié de Cazlov lo detuvo— sujeto?

—Ese mismo —casi deletreó este último, y volvió a probar de su vaso con cierta rabia.

—Me dijiste que le llamarías —acusó Emir, aún con el vaso aprisionado. Vuk delineó con la mirada su rostro cándido y se recompuso su ánimo—. Hazlo.

—No sé exactamente por qué me dio su número —sonrió algo avergonzado, apoyando su cuerpo contra el espaldar de la silla. Sin pensarlo, sus dedos se deslizaron hasta hallar en su bolsillo el papel con la información que ella le había brindado, el cual envolvió con sus dedos—, pero dijo que iba a ser de ayuda…

—¿Pero te dio su número así, sin más? —Vuk lo barrió con la mirada e imitó los movimientos de Cazlov, metiendo ambas manos en sus bolsillos—. A mí se me hace muy raro… Tú debiste decirle algo para que ella tenga esa iniciativa… ¿O será que es muy descarada? —sopesó muy serio, torciendo los labios—. ¿Será que quiere que se vean a solas?

—¡O-Oye, qué dices! —Cazlov se estiró abruptamente y le encajó un golpe en el hombro.

Emir por su parte observaba la escena como si se tratara de un partido de tenis mientras sorbía su bebida.

—¡Qué te ocurre! —respondió, igual de violento, devolviéndole el golpe—. Te lo estaba preguntando en serio porque todo este asunto me parece muy extraño.

—Llámale —intervino al fin Emir. Hizo a un lado el vaso vacío y se giró para ver a los ojos a Vuk—. Dile que le llame.

—Llámale ahora —apuró Vuk en el acto.

—¡Q-Qué es esto! ¿Han visto qué hora es? No son horas decentes —aseveró sacudiendo la cabeza—. Probablemente esté descansando. Ha sido un día duro—

—Y debe estar con su esposo —aseguró Vuk con un deje travieso pese a estar fingiendo solemnidad—. Pues puedes llamarle mañana temprano.

—Hazlo antes de que viajen.

Cazlov los observó a ambos, muy consciente de los motivos ocultos detrás de la insistencia de cada uno, pero no dijo nada. Se limitó a torcer el morro y terminar el contenido de su vaso.

—Vámonos —apuró inconscientemente Emir, poniéndose de pie y acomodándose un morral que llevaba al hombro. Vuk lo imitó al instante y se colocó a su lado sin perder de vista ni uno solo de sus movimientos. Procedió a extraer su billetera, pero fue frenado al instante.

—¿Q-Qué crees que haces? —Vuk tomó su muñeca y le impidió sacar un solo billete. Al darse cuenta de lo que estaba haciendo, se sonrojó muy tenue y, ya que ya lo estaba tocando, aprovechó para guiar su mano hasta que vuelva a dejar la billetera en el morral—. ¡Obviamente yo voy a pagar!

—Que cada uno pague lo suyo —respondió Emir muy sencillo, encogiéndose de hombros, totalmente ajeno al ambiente en que estaba inmerso. Fue el turno de Cazlov de hacer su mirada viajar de un lado a otro.

—¿Por qué ibas a pagar si yo puedo con todo? No seas tonto… —refunfuñó algo resentido porque por su expresión, concluyó al instante que Emir no era consciente en lo absoluto de lo que a él le estaba pasando.

—¿Quién dice que quiero que me invites, mocoso? —se burló Cazlov con un fingido bufido, cruzándose de brazos. No quería prolongar más esa escena—. No necesito tu dinero.

—¿Y yo cuándo dije que te iba a invitar? Hablaba de Emir, obviamente.

Cazlov dio un paso adelante, dispuesto a retarlo por altanero, pero entonces descubrió que su hermano ya no se hallaba con ellos, sino que inadvertida y muy calmadamente ya estaba saliendo del local, no sin antes dejar un billete sobre la mesa. Vuk notó que su enemigo seguía algo con la mirada, por lo que giró de un tirón la cabeza sin importarle que pudiera tronarse el cuello en el proceso.

—¡Ves lo que causas! ¡Y es tu hermano! —regañó, y le dio un segundo golpe en el hombro, esta vez más fuerte. Balbuceó un poco, dispuesto a seguir discutiendo, pero al notar que Emir se alejaba más y más, relajó un poco su expresión y tiró del brazo de Cazlov para decirle algo al oído—: Oye… dale esto, por favor —Extendió un billete del mismo valor del que se hallaba sobre la mesa y dejó otro par junto a este para cancelar la cuenta en su totalidad—, pero que no se entere. Cuando se duerma, lo pones en su billetera.

Antes de siquiera alcanzar a responderle, se echó a correr tras él. Cazlov lo vio alcanzarlo y rodearlo por los hombros, a lo que Emir no opuso resistencia alguna, más por apatía que por complacencia. Guardó el billete y soltó un suspiro mientras los veía perderse de vista.

—Ay, Vuk…

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Despertó muy temprano. Supo que era así porque la habitación había sido invadida por el color celeste de la madrugada. Parpadeó un par de veces y entonces comprendió que la razón por la que se había despertado fue que sintió un par de ojos a su espalda que lo perforaban.

—¿Emir? —inquirió en vano, porque sabía de antemano que él se hallaba sentado tras él, ya sea en la pequeña silla al lado de la ventana o en la esquina de la cama, así que sin más preámbulo, se giró de modo que pueda verlo a la cara. Se talló los ojos y, ya más nítido, le dedicó una sonrisa—. ¿Por qué estás despierto a esta hora? Deben ser las…

—Dijiste que llamarías. Va a marcharse —se limitó a responder. Tenía las piernas cruzadas y sus manos yacían sobre su rodilla. Se veía tan sereno y lúcido que Cazlov se sintió ligeramente asustado.

—Desayunamos y le llamo, ¿te parece? De todos modos dudo mucho que esta sea una hora adecuada.

—Sé que quieres llamarla. Hazlo.

Soltó un largo suspiro para luego sonreír. Su hermano a menudo era un misterio, pero pese a eso, a él parecía ser capaz de leerlo a la perfección. Finalmente, decidido a complacerlo, abandonó la comodidad de sus humildes sábanas para preparar sus alimentos.

—¿Llamamos a Vuk? —inquirió con una sonrisa que, desde luego, Emir no comprendió—. No es que me encante que venga, pero siempre trae cosas para la despensa… Tú sabes, a él nada le cuesta…

Por supuesto, Emir solo se encogió de hombros y se puso de pie para ayudarle con lo que necesitara.

—Creí que te molestaba —tomó una vasija y empezó a partir y vaciar unos huevos en ella.

—Sabes que en el fondo es más una cuestión de orgullo —confesó tras colocar la tetera en la estufa—. Pero si a ti te gusta su visita y además quiere ofrecernos algo, dentro de todo, me parece bien. Aunque no termine de parecerme.

Emir se limitó a batir los huevos y volvió a encogerse de hombros.

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Horas más tarde y luego de haber hecho la dichosa llamada, se hallaba sentado en la cafetería cercana al Symphony Hall. Ella le explicó que sería lo más práctico debido a que no estaba demasiado familiarizada con las calles y de esa forma no habría manera de perderse. Tenía un periódico sobre la mesa pero en realidad fingía leer, pues a cada instante echaba una mirada a su alrededor a la espera de su invitada. De pronto, al recordar ese detalle, se mordió ligeramente el labio inferior.

Si era su invitada, en consecuencia tendría que pagar lo que consumieran. Los dos. No era tacaño en lo absoluto, más bien le hacía feliz esa salida, pero en el fondo de su corazón esperaba que ella no opte por algo excesivamente costoso.

—Lamento si lo hice esperar demasiado.

Dio un respingo bastante evidente, pues, sumido en sus pensamientos, ya no fue capaz de notar su llegada. Pasada esa impresión, relajó su expresión y le dedicó una enorme sonrisa.

—No se preocupe —Se puso de pie y con una mano le indicó que tomé asiento—, imagino que debe estar algo ocupada y quizá esta conversación la esté importunando.

—¡Claro que no! —rio estruendosa a la vez que se sentaba—. Bueno, ya tenemos todo empacado y partiremos hoy por la noche, así que no hay problema. He aprovechado esto para despedirme de la ciudad.

—Comprendo… ¿y su….? —inquirió cauteloso, por una parte porque no sentía que fuera demasiado correcto preguntarle, pero por otra porque le costaba pronunciar esa palabra.

—Oh… —Notó al instante que la sonrisa que decoraba su bonito rostro decayó un poco—. Él está algo cansado desde ayer, ¿sabe? E-Es que él ha estado practicando por mucho tiempo y todo esto ha rebasado sus fuerzas en cierta manera. Le propuse salir a caminar un poco, pero me dijo que prefería quedarse en la habitación… Ah, por supuesto, yo lo entiendo perfectamente. —Jugueteó un poco con sus dedos y luego de un suspiro, recobró la sonrisa—. Así que no diga tonterías, no me está importunando. Yo realmente quería ver la ciudad por última vez.

—¿Pero él está bien? —insistió, y al instante se arrepintió porque, ahora sí, sintió que se estaba extralimitando.

—L-Lo vi un poco decaído pese a haberlo logrado… —reflexionó ella entrelazando sus dedos. Cazlov entonces pudo ver con detalle el anillo de matrimonio y se perdió en este—. Pero como le digo, debe estar cansado. —Soltó un último suspiro y volvió a su típica sonrisa—. Le pedí que me llame porque hay algo muy importante que quiero proponerle. Creo que va a estar sumamente interesado.

—¿De qué se trataría?

—Ayer estuve hablando con Roderich y le planteé lo siguiente: queremos llevarnos a Emir.

Cazlov quedó en blanco.

—¿Disculpe?

—¡Sé que suena repentino! Pero créame, le estuve dando vueltas a esto anoche por mucho rato—

—¿Su esposo de verdad está de acuerdo?

—Bueno, primero me miró como lo está haciendo usted ahora mismo —se carcajeó—, pero le expliqué un poco de la situación de su hermano. No crea que fui indiscreta, por favor, fui lo más cautelosa posible —se apuró a aclarar—. Me dijo que el chico muestra un real interés por aprender y, dado que ahora va a estar un poco más desocupado, podría ocuparse de enseñarle por un tiempo.

—¿Cuánto tiempo? —De pronto se sintió angustiado.

—Yo calculo unos seis meses realmente intensivos. Aunque eso dependerá en buena medida de Roderich y también de los avances de Emir. ¿Usted cree que a él le interese?

Balbuceó como un pescado, incapaz de proferir palabra. Cuando decidió realizar esa llamada, jamás cruzó por su mente ninguna de las posibilidades que Vuk había planteado la noche anterior, pero tampoco creyó que ella llegaría con una proposición de ese calibre.

Amaba a su hermano y realmente lo tenía preocupado su futuro. No se habían arriesgado dejando el hogar paterno para estancarse en la situación humilde en que se hallaban. Más allá del dinero, desde el fondo de su corazón deseaba que Emir tenga un futuro próspero como pianista, que sea reconocido y viva feliz haciendo lo que realmente amaba.

¿Eso implicaba dejarlo ir? ¿Qué haría él sin su hermano si este era prácticamente su motivo para seguir viviendo? Sin embargo, ¿cuándo podría volver a presentársele una oportunidad como esa en la vida? Sería un completo idiota si solo por sus dudas retuviera a Emir.

—Nosotros nos ocuparemos del boleto y su estancia con nosotros. Es más, si así lo prefiere, puede viajar con él ahora y luego de dejarlo y verificar que estará seguro a nuestro lado, volver.

—Escúcheme—

—¿Quizá usted quiere viajar con él?

—¡No, no, eso sería abusar de su generosidad! —se apuró a replicar. Aunque a quién quería engañar, de ser posible, lo acompañaría, pero su orgullo se lo impedía—. Sé que él estará absolutamente fascinado con su proposición. No dudo de ustedes tampoco, tuve oportunidad de observar al señor Roderich y sé de sus capacidades y su calidad como persona… Emir no deja de hablar de él —rio un poco, aún nervioso pero ya con la idea asentándose en su ser.

—Entonces… ¿es un sí?

—Déjeme comunicárselo primero. Es decir, sé que aceptará, pero no sería justo que yo le dé una respuesta, ¿comprende?

—¡Desde luego! Es usted alguien realmente excepcional… —sonrio sumamente sincera ella, conmovida por el respeto que mostraba Cazlov para con su hermanito. Pensó que sería muy bello tener al menos un familiar que respete su voluntad tal como él lo estaba haciendo—. Llámeme para coordinar nuestro encuentro. Nuestro avión está programado para muy entrada la noche, así que si me confirma para la hora del almuerzo, tendremos tiempo de sobra para ponernos de acuerdo sobre dónde encontrarnos y ustedes puedan tener sus maletas listas.

Cazlov ya no dijo más. Ella estrechó su mano efusiva y le dio un abrazo, el cual, de haber estado menos preocupado, habría respondido con muchísima más fuerza.

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—Emir.

Apenas llegó a casa, descubrió a su hermano sentado a la mesa, cruzado nuevamente de piernas, y pese a su rostro apacible, supo ver cierta expectativa. Él no le comentó nada al instante, prefirió dirigirse a la cocina para empezar a preparar el almuerzo. El chico, para hacer más obvio su deseo de respuestas, se aproximó a él y quedó a su espalda sin decir palabra. Cazlov sintió esa misma mirada penetrante y un escalofrío le recorrió la espalda.

Como para desviar el asunto y ganar tiempo valioso que quería dedicar a pensar en la forma en que iba a hablar con él, le ordenó lavar unas verduras, pero esto no fue suficiente. En un abrir y cerrar de ojos su comida ya estaba lista y él aún no.

Ya frente a sus platos, por fin cobró valor. Soltó un enorme suspiro y, viéndolo directo a los ojos, le dijo:

—Quiero que sepas que solo quiero lo mejor para ti. Que te quiero, eres mi hermano y haría todo por ti, incluso si es implica estar lejos el uno del otro.

El niño, levemente confundido, torció un poco el rostro.

—Hablé con ella y me propuso llevarte con ellos para que aprendas directamente del señor Roderich. —Para cortar un poco la tensión, empezó a comer gesticulando exageradamente—. Dice que se harán cargo de ti, que vivirás con ellos. Ahora que terminó el certamen, él podrá dedicar una buena parte de su tiempo a enseñarte. Ven mucho potencial en ti.

Contrario a lo que pensaba, Emir no dijo palabra y más bien lo imitó, empezando a comer.

—Me dijo que podía acompañarlos, es decir, viajar ahora contigo, cerciorarme de que todo esté bien y luego volver—

—Entonces no puedes quedarte.

—Me lo propuso, pero no quiero abusar. —Lo vio asentir con la mirada clavada en el plato y una parte de su corazón se quebró—. No es por orgullo, Emir, es solo—

—Yo no he dicho eso.

—Aunque a veces no puedo comprenderte del todo, sé que lo estás pensando.

Permanecieron sin proferir palabra unos buenos minutos, acompañados únicamente por el sonido de los cubiertos que chocaban contra la vajilla. Incapaz de sostener su mirada en su hermanito, Cazlov se puso de pie para dejar el plato en el fregadero.

Entonces, mientras tiraba algunos restos, sintió unos brazos envolver su cintura.

Se sintió derretir al instante.

Colocó ambas manos sobre las de Emir y con su pulgar empezó a acariciar el dorso de estas.

—Ya es bastante que hayas decidido aceptar que alguien me mantenga —declaró con el mismo tono neutral Emir, pero esta vez Cazlov supo ver que detrás de esa aparente apatía, su hermano estaba demostrándole su gratitud.

—Sabía que ibas a aceptar —sonrió con cierto ensueño en su mirada, feliz de recibir esa muestra de afecto de su hermano—. Solo que pensé que sería mejor consultarlo contigo primero. Serás tú quien conviva con ellos, después de todo. —Notó que Emir asentía sobre su espalda y afianzó su agarre sobre sus manos—. Ahora debo llamarle para coordinar todo y—

El timbre interrumpió ese momento tan excepcional e íntimo entre ellos. Algo enojado, Cazlov deshizo el abrazo, no sin antes apretar ligeramente las mejillas de su hermanito. Desde luego, sospechaba de quién se trataba.

—¿Qué haces aquí?

—No vengo a verte a ti, por supuesto —replicó cruzándose de brazos y con una sonrisa socarrona—. ¿Ya han comido? —Y sin más, hizo a un lado a Cazlov para entrar en su pequeño departamento.

—Por supuesto, acabamos de hacerlo. Y mejor date prisa, tenemos muchas cosas que hacer.

—Llámale de una vez —pidió suavemente Emir, que yacía apoyado en el repostero de la cocina. Vuk, dejando unas bolsas sobre la encimera, se giró al instante al percibir esa extraña entonación que estaba usando.

Cazlov, sin querer discutir más y porque su hermano tenía razón, decidió dejarlo para ir en busca del teléfono.

—¿Aún no ha llamado? Ya es tardísimo… —Empezó a desbaratar las bolsas para vaciar su contenido a medida que iba hablando—. Debió hacerlo más temprano.

—Ya llamó. Esta llamada es para otra cosa.

Vuk supo que lo estaban excluyendo de algo y estaba a punto de empezar su ronda de preguntas cuando que vio a Cazlov volver con la bocina en la mano.

—Estarán en el aeropuerto a las ocho en punto. Prepara tus papeles.

Quiso ser paciente, pero al ver que Emir simplemente se secaba las manos luego de asear unos platos y se disponía a dejarlo ahí, lo tomó por la muñeca dispuesto a obtener sus respuestas.

—¿Qué ha pasado? ¿Qué papeles?

—Me ofrecieron vivir con Roderich para que él me enseñe. Voy a vivir con ellos un tiempo. Cazlov va a llevarme y luego volverá—

—¿Qué?

—Viajo esta noche. Debo empacar.

—Tienes que estar bromeando… —susurró con la desesperación apoderándose de él—. ¡¿De un día para otro decides irte de viaje?! ¡¿Así, sin más?!

—Es una oportunidad.

—¿Y cómo vas a vivir con personas que apenas conoces? —resopló indignado y se pasó una mano por la cara, incapaz de seguir mirándolo a los ojos—. ¡¿Cómo siquiera Cazlov te está permitiendo hacer esto?!

—Para eso ella quería hablar con él. Ellos se harán cargo de mí. —Su Mirada recayó en sus zapatos, los cuales movía un poco incómodo—. Voy a estar bien.

Absolutamente incrédulo, porque para él esto debía tratarse de una mala broma, se llevó una mano a la frente y corrió a zancadas hasta donde se hallaba Cazlov. Emir pudo oír sus gritos; se mordió suavemente el labio inferior, aún con los ojos en el piso, y se encaminó rumbo a su habitación.

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De su mente no pudo quitar en ningún momento aquel "Voy a estar bien". Conocía a Emir desde hacía muchísimo tiempo y comprendía a la perfección cada uno de sus gestos de tanto haberlos estudiado con el paso de los años, y si bien por breves momentos podía sentirse irritado debido a lo despistado que podía llegar a ser sobre las emociones de los demás, supo comprender lo que había detrás de esas palabras.

Emir sabía cómo se sentía. Emir sabía que él estaba preocupado por su bienestar y, por qué no, sabía que no quería separarse de él. Pero no solo eso: Emir le dijo eso a manera de consolarlo un poco, justamente porque comprendía sus sentimientos.

Claro, solo pudo darse cuenta de esos detalles una vez salió de esa casa. Estando allá era prácticamente imposible, sobre todo si lo veía a su lado tomando sus prendas y metiéndolas en unas maletas para partir y no volver a verlo quién sabe por cuánto tiempo.

Sabía que se arrepentiría si no se despedía de él. Sabía que sería sumamente egoísta de su parte no ir a dejarlo por el simple hecho de que se sentía incapaz de dejarlo ir. Ni siquiera Cazlov se estaba portando así, pero le resultaba todo tan difícil… Desde el momento en que lo oyó hablando de ese tipo y de sus habilidades tuvo la corazonada que esto representaría problemas o al menos suscitaría ciertos cambios, pero tampoco esperó que fuera algo tan radical.

Justamente cuando estaba a punto de darle una patada al suelo de pura frustración, con ambas manos en los bolsillos, se dio de bruces con un rostro que se le hacía bastante familiar.

—¡Ten más cuidado! —regañó el tipo dando brincos con la punta de su pie entre sus manos—. ¡Me pisaste!

—Tú… —Extendió su índice acusador, a lo que el aludido frunció el ceño—. ¿Te acuerdas de mí? Nos conocimos en el Symphony Hall. —Al no obtener reacción, resopló y acercó un poco más su rostro—. ¡Estaba en la puerta cuando quisiste entrar!

—¡Ah, el niño que no me quería dejar pasar! —recordó entonces, aún ceñudo pues le guardaba cierto rencor por lo problemático que le había parecido. Asintió suavemente y lo vio de pies a cabeza a la espera de que diga algo más para que, de no ser así, siga con su camino.

—Soy Vuk, Vuk Mišić. Tú eres Gilbert, ¿verdad?

—Sería el colmo que no recuerdes mi nombre luego de haberme retenido los documentos…

—Tú no eres de aquí, ¿eh? ¿De dónde eres?

—¿Y a cuenta de qué viene el interrogatorio, niño? —objetó suspicaz, con los labios fruncidos.

—¿Quieres tomar un café? Puedo invitarte. Hablemos.

Gilbert frunció aún más el entrecejo. Le parecía demasiado sospecho y sumamente extraño que ese mocoso —así lo había bautizado en su mente— demuestre tan súbito interés en él. ¿Qué podría querer? Pensándolo más detenidamente, su nombre distaba bastante de ser americano… ¿A lo mejor era compatriota? Quizá debido a que como mínimo era europeo quería charlar un poco… Además, ¿qué daño podría hacerle una plática? Aún restaban un par de horas antes de que llegue el momento de tomar su vuelo.

Así que luego de un momento de dubitación, se aferró a las asas de la mochila que llevaba y se dispuso a seguirlo.

Transcurridos unos minutos de caminata, se sintió ligeramente arrepentido, pues ya no tenía idea de dónde estaba. A decir verdad, le daría un poco de vergüenza pedirle direcciones a alguien más joven…

—Siéntate —indicó Vuk, ya arrastrando una silla frente a donde le acababa de señalar—. Bien… ¿qué te trajo aquí?

A Gilbert le pareció una forma rarísima de iniciar una conversación, pero lo dejó pasar.

—Vine a ver a alguien…

—Oh, ¿algún concursante? ¿Por eso estabas ahí?

—No, no, para nada —se apuró a negar sin saber exactamente por qué le estaba mintiendo a un desconocido—. Fui allá solo porque me gusta… la música…

—Y ahora que ya terminó el concurso, ¿te marchas?

—No tengo nada más que hacer aquí… —suspiró derrotado, incapaz de ocultar la enorme frustración que cargaba desde la noche anterior—. Me voy en un par de horas. Ya tengo mi boleto.

—¿Y a dónde irás?

—Vivo en Alemania. Tengo que volver a hacer un par de cosas que dejé pendientes y—

—Llévame contigo.

Una enorme sonrisa se formó en el rostro de Gilbert.

Y luego sobrevino su risa.

—Chico, no se te dan bien las bromas, déjame decirte.

—Y a ti no se te da bien el inglés, pero ese no es el punto —rebatió el niño, y antes de que Gilbert tenga tiempo de enojarse, continuó—: Tengo algo sumamente importante que hacer en Alemania y no conozco nada allá.

—En serio, no sé de qué estás hablando, pero esto es ridículo.

—¿Por qué?

—Pues porque es absurdo que le pidas a alguien que apenas has visto dos veces incluido el día de hoy que te lleve a otro país. Estás chiflado, niño. Además, puedes perfectamente viajar solo, ¿por qué debo acompañarte yo? No, más bien, ¿por qué debo aceptar que me acompañes?

—Necesito un guía. No puedo ir sin más. —Algo frustrado, despejó los cabellos de su frente y tamborileó sus dedos sobre la mesa—. Solo quiero llegar, ubicarme, conseguir tal vez una habitación muy sencilla y la dirección de alguien. No es mucho lo que te estoy pidiendo en realidad, ¿por qué es tan difícil? —casi exclamó eso último, asustando un poco a Gilbert que seguía viendo todo como una pataleta adolescente.

—¿V-Vas a buscar a alguien?

—Sí.

El rostro atribulado del chico lo conmovió a un nivel demasiado personal y se odió por eso.

—De acuerdo.

Vuk lo oyó, pero le costaba creerlo.

—¿Qué acabas…?

—Que está bien, te acompaño en el viaje, te enseño alguna zona para que te quedes y luego tú haces lo tuyo. Hasta ahí llega mi ayuda.

Preso de una enorme gratitud y la alegría que lo embargaba, a Vuk no le importó nada y rodeó la mesa para abrazar de forma asfixiante a Gilbert.

—¡Hey, hey, tampoco quiero muestras de afecto! —trató de frenar, pero muy en el fondo, al ver esa felicidad tan sincera, se convenció a sí mismo de que estaba haciendo algo muy bueno por ese chico, por lo cual una sonrisa fue irreprimible—. Te acompaño a comprar el boleto y luego haces tus maletas… Espera, eres mayor de edad, ¿no? Porque no quiero tener problemas… Oh, tienes dinero, ¿verdad? Te advierto que yo ahora mismo no tengo en qué caerme muerto. He estado yendo a pie de aquí para allá y—

—¡Eso es lo de menos! —exclamó aún feliz, liberándolo al fin—. Y sí, soy mayor, por supuesto. Tú solo viaja conmigo y yo me ocupo del resto.

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Emir oyó por el altavoz que era su última llamada para abordar. Elizabetha, Cazlov y Roderich avanzaron sin notar que él se había quedado de pie en medio del pasillo, con el billete en la mano y la mirada perdida a la expectativa de una despedida con alguien que nunca llegó.

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Continuará

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N.A: Resulta que no estoy trabajando y tengo tiempo para ponerme a escribir. No quiero decir que voy a hacerlo pronto, pero siempre cabe la posibilidad.

Muchísimas gracias a quienes siguen esperando esta historia. No puedo expresar en palabras mi gratitud. Sé que en este capítulo no hay muchas interacciones PruAus y justamente por eso voy a tratar de avanzar el siguiente a manera de compensación.

Si ven algún error, no duden en hacérmelo saber.

Nos leemos.