Capítulo I

Rastros de sangre

Ya era de noche. La nieve cubría las calles y le daba aspecto de una cuidad envejecida. No había muchas personas en la calle, uno que otro hombre que iba y venía.

Por la calle que daba al parque había un rastro de sangre que caía sobre la nieve. Un hombre joven caminaba herido y usaba todas sus fuerzas para llegar a su departamento. Una vez llegó al parque, se desplomó. Un buen samaritano encontró al joven tirado en el suelo inconsciente y lo llevó al hospital más cercano, para que lo atendieran de inmediato.