Capítulo V
Comienzo de una amistad
-¡Buenos días, Candy! – dijo Neal tranquilo, la mañana siguiente.
-¡Buen día, Neal! Veo que estás de mejor humor.
-Sí. Toda la noche pensé en los acontecimientos que han marcado mi vida y uno de ellos, uno de los más importantes, es cuando llegaste a nuestra casa.
Candy abrió los ojos de sorpresa y quedó enmudecida.
- No me tienes que decir nada. Sé que no te agrada escuchar estas palabras por temor a que yo vuelva a pedirte matrimonio –dijo Neal, a la vez que se reía.
Candy seguía muda. No cabía duda que Neal había cambiado. Aquel niño caprichoso ahora era un hombre. Su voz, su mirada, sus gestos delataban el cambio que había sufrido. Todo indicaba que él era otra persona.
- Candy, yo quisiera contarte lo que me ha sucedido…- prosiguió Neal.
- No te obligues, Neal.
-No me obligo a nada. Yo sé lo que quiero hacer. ¿Me quieres escuchar? –dijo bruscamente.
-Está bien, te escucharé- dijo Candy extrañada por el cambio de parecer de Neal.
-¿Recuerdas aquel incidente del compromiso?
-¿Cómo olvidarlo? –gritó Candy irritada y cuando se dio cuenta que había gritado se calmó un poco.
-Después de aquel bochornoso evento, del que fui rechazado por ti, mi familia se mudó al estado de la Florida, para evitar los comentarios de las amistades y la familia y la vergüenza. Desde ese día, mi madre y Elisa perdieron cualquier clase de respeto hacia mí (en realidad nunca lo tuvieron) y se dedicaron en cuerpo y alma a burlarse y a humillarme. Mi propia familia me insultó, me despreció. En parte, me merecía eso por haber sido un orgulloso y un cobarde. Aguanté mucho tiempo esta situación hasta que me cansé. Me di cuenta que para mi familia era más importante el qué dirán. Un día, tuve una fuerte discusión con Elisa y con mi madre y decidí irme de la casa. Al irme, me negaron la posibilidad de llevarme un poco de dinero, incluso mi padre me amenazó con dejarme fuera de la familia y de la herencia de los Leegan. No escuché sus amenazas y me largué. Realmente, estaba harto de mi familia. Deambulé por casi un año. Viajé de ciudad en ciudad, muchas veces sin comer. Bueno… en realidad, casi nunca comía…
Candy seguía sin pronunciar una sola palabra. Tenía miedo de decir algo que lo fuera a molestar, además quería escuchar toda la historia.
-…tenía que mendigar en los restaurantes, y la gente me echaba de esos lugares. Por fin, llegué a Chicago. Una noche entré a una barra y conocí a un hombre muy alto, con una apariencia dominante. Me ofreció un trabajo en el que iba a ganar mucho dinero, me imagino que lo hizo porque me vio muy muerto de hambre… Acepté sin preguntar en qué consistía el negocio y no sabía en el infierno en el que me estaba metiendo. Resultó ser una organización mafiosa. Desde ese día he tenido que buscar las mil y unas maneras posibles de traficar el alcohol hasta el lugar que me indican, escondiéndome de los policías y teniendo que enfrentarme con los bandos enemigos. Llegué a este hospital herido cuando tuve que enfrentarme a tiros con otros "gángsteres" y a mi compañero lo mataron. No quería venir hasta aquí, pero parece que alguien me vio tirado herido e inconsciente en el suelo, me recogió y me trajo hasta aquí.
Candy permanecía muda, nunca imaginó que Neal pasara por todas esas situaciones. "Todo empezó cuando te rechacé. No es mi culpa, fuiste tú quien ideó toda esa trampa", pensaba apacible, mientras lo veía.
Candy, ahora más que nunca te necesito como amiga. Estoy muy solo. Ya te conté el problema que tuve con mi familia y sé que ellos, en estos momentos, no van a venir a verme. No saben dónde diablos estoy, ni se han preocupado por buscarme. Ni tan siquiera les doy lástima.
Candy titubeó ante tal pedido. Neal no le había hecho la vida nada fácil durante varios años de su vida. Este era el momento preciso para otorgarle el perdón a Neal u odiarlo el resto de sus días.
-Está bien, Neal, seré tu amiga- dijo Candy no muy convencida de lo que había dicho.
-Gracias, mil gracias. La verdad es que no sé cómo pude hacerte tanto daño. Eres una mujer muy especial. Por eso, cualquiera se enamoraría de ti.
Candy se volvió a asustar y abrió los ojos. Enseguida, Neal volvió a aclarar que no estaba enamorado de ella, que se tranquilizara.
-Puff- suspiró Candy.- Tienes que ir pensando qué vas a hacer cuando te toque enfrentar a la policía.
-No me recuerdes eso ahora- replicó desanimado.
