Capitulo X
En casa
Así como le había prometido Al, su chofer la llevó hasta su apartamento. Cuando entró, Albert se encontraba como un león enjaulado, desesperado. Al verla se alivió, fue donde ella y la abrazó largamente.
-Candy, mi dulce Candy. ¿Qué te pasó? ¿Dónde estabas?
Candy y Albert vivían juntos en un apartamento justo en el centro de la cuidad de Chicago. Después de que Albert le reveló su identidad a Candy, habían quedado como amigos. La relación entre ellos se había tornado bastante extraña, ambos se atraían, pero no pasaba nada entre ellos; eran como dos amigos casados. Albert sabía que Candy también quería a Terry y respetaba los sentimientos de su gran amor. El esperaría el día en que Candy tomara una decisión final con respecto a su vida amorosa. Mientras tanto, la protegía como siempre y la seguiría mimando.
-Déjame tomar un baño y te cuento todo.
Candy se fue a dar un baño con agua muy caliente. Con ese baño ella sintió como si borrara las marcas invisibles que le dejó Angelo. Lloró amargamente por todo lo que pasó. Juro que no te vuelvo a perdonar. No volveré a caer en uno de tus engaños.
Salió bastante aliviada después del baño. Albert le sirvió un té de tilo y le pidió que por favor le contara todo. Así lo hizo ella; le contó todo lo que le ocurrió. Solamente ocultó un pequeño detalle: Neal. Albert quedó pensativo y le comentó que no se explicaba el por qué se este suceso.
-¿Quién quiso hacerte daño?
-No lo sé, Albert. No tengo idea de quién puede estar detrás de esto.- Se sintió mal por mentirle a Albert, pero confiaba que Al tomaría la venganza, la dulce venganza de Candy en sus manos. No quería involucrar a Albert en esto.
-¿Quisieras irte conmigo un tiempo a otro lugar? ¿Qué te parece Escocia?- le propuso Albert.
-No. No quiero irme de aquí. Por fin, tengo la oportunidad de trabajar en un hospital aquí, en Chicago, gracias a tu divina intervención. Me gusta lo que hago. No quiero huir a ningún lugar.
-Pero, mi Candy..., temo que quieran hacerte algo peor.
-Por favor, no quiero que se hable más del asunto. El que quiso hacerme daño recibirá su castigo en el momento indicado. Por ahora, olvidémonos de todo esto.
Albert se acercó a Candy y la volvió a abrazar. Ella no acostumbraba a desaparecerse sin decir nada. Esa noche, en donde la raptaron, los minutos a Albert le parecían horas. Una vez dio la medianoche, Albert no vaciló en reportar su desaparición a la policía.
-Menos mal que estás bien.
-Menos mal...-suspiró la pecosa aliviada.
