Capitulo XI
De vuelta al hospital
Llegó la mañana siguiente y Candy se dirigió al hospital, aunque no estaba muy segura de ir. Siempre vio al hospital como un lugar en donde podía sentirse útil, en donde podía olvidar sus penas (la muerte de Stear, la separación de Terry, entre otras cosas). Esta vez sería diferente en el hospital, en su hospital, había un intruso llamado Neal. Este intruso fue capaz de arrebatarle la paz en tan sólo dos días. De veras que no entiendo qué pude haberle hecho yo a este infeliz. Tenía muchas ganas de volverse al apartamento y pedirle a Albert que se fueran a otro lugar como la noche antes él le había sugerido. ¿Cómo iba a presentarse ante Neal como si no hubiera pasado nada?
-Llegó Candy- exclamó uno de los pacientes, de los cuales Candy estaba a cargo.
-¿Qué te pasó? ¿Por qué no viniste ayer?-preguntó otro.
-Cuéntanos ya, ¿sí? ¿Estabas enferma?-indagó un tercer paciente.
-Calma, ya les cuento. No vine porque me engripé la otra noche. Ya estoy bien. Gracias a todos por preocuparse por mí.
Todos querían saludarla. Ésta no acostumbraba a ausentarse del trabajo. Su récord de asistencia era excelente y su reputación como profesional era intachable. La muy querida enfermera recibió halagos de todos los pacientes que la extrañaron por sólo ausentarse un día del trabajo. Candy saludó a cada paciente, quienes se sentían desesperados por la ausencia de la misma.
Al llegar a la camilla de Neal, que casualmente era la última, se detuvo un momento y le pidió a Dios que la ayudara. Todas las cortinas de las camillas estaban corridas excepto la de él. Éste nunca corrió su pequeña cortina; no quería ver, ni hablar, con nadie. Los pacientes del cuarto acostumbraban a burlarse de él en voz alta.
-¿El señorcito estará despierto o dormido?
-No. Lo más seguro no quiere vernos porque somos chusmas.
-Dicen que esta florcilla viene de una familia de dinero.
-¿Sí? Entonces, ¿por qué está compartiendo una habitación con pacientes pobres? ¿Por qué no se larga a una privada?
-Es un milagro que pase tanto tiempo hablando con Candy.
-Probablemente, está enamorado de ella.
Así solían mofarse de Neal. Algunas veces los ignoraba, pero eran las más las que los mandaba a la mierda. Era entonces cuando más se burlaban. Éste se preguntaba qué demonios hacía en una habitación compartida con otros nueve hombres. Él tenía el dinero suficiente para estar en una habitación privada. ¿Cómo no les dije nada a mis camaradas para que me sacaran de esta habitación infernal y me llevaran a una privada? Se me olvidó completamente…
Neal escuchaba atentamente las expresiones de felicidad de los demás pacientes ante la llegada de Candy y sintió celos. Quiso poder tener el valor de expresarse de la misma manera que ellos, sin ataduras, sin vergüenzas de ningún tipo. Se asustó ante el imperioso encuentro con ella. ¿Se habrá enterado que yo fui el autor intelectual de su infortunio? ¿Cómo la voy a mirar ahora? Me da mucha vergüenza. Mejor será que no diga nada.
Candy finalmente corrió la cortina y se acercó. Disimuló su mejor sonrisa.
-Hola, Neal. ¿Cómo sigues? ¿Te sientes mejor?
-¡Candy!- dijo con aparente asombro que tiraba para susto.- ¿Qué te sucedió ayer? ¿Estabas enferma?
-Sí, me engripé.- Candy tosió forzadamente. –La otra tarde, mientras iba yendo a mi apartamento me resfrié. Realmente estaba frío, este invierno ha sido implacable.
-¡No sabes cuánto extraño salir a dar paseos en las tardes y más cuando nieva!- dijo melancólico.
Candy quedó inmutada ante el comentario. -Neal…
-Dime, Candy- la esperanza de escuchar lo que le pasó verdaderamente a Candy se avivó cuando ella pronunció su nombre.
-Esta mañana cuando llegué, el doctor Blythe se acercó a mí, para decirme que en tan sólo una semana te darán de alta. Así que podrás salir pronto de aquí- la frialdad de Candy con la que le comunicaba la noticia aterraba a Neal.
-Pero, y ¿qué pasará conmigo?- se asustó solamente pensar que se iría del hospital, no por su inevitable encuentro con la justicia, sino porque estaría lejos de los cuidados de Candy. Ya se había acostumbrado al hecho de estar en el hospital y tenerla cerca. ¿Podrían permanecer como amigos? Esto le inquietaba mucho, su trabajo le impedía tenerla cerca. Ya que su trabajo era peligroso, lo mejor era no involucrarla…no más de lo que ya la había involucrado. Este mundo de Neal era uno sucio, no apto para la dulce Candy.
-Hasta ahora no se ha mencionado el tema de la policía- dijo la enfermera, mientras pensaba en las ganas que tenía de denunciarlo.- Tal vez ocurra un milagro y puedas salir de este hospital como un hombre libre.
-Hmmm…-suspiró Neal. No, Candy, no me refería a eso. Yo me refería a nuestra amistad- se aventuró a decir.
"Vaya eso es lo que quieres", pensó Candy sarcástica.
-Bueno, Neal…yo aprecio mucho tu amistad, lo cual es muy especial para mí- explicaba mientras se tocaba el corazón con su mano derecha y hasta se creyó la mentira que había salido por su boca. "¿Por qué mejor no me dediqué a actuar como lo hace Terry?" –Yo quiero que continuemos esta hermosa amistad que ha surgido entre nosotros. Lo que realmente me asusta es tu estilo de vida y tu trabajo. Una cosa es que seamos los mejores amigos del mundo aquí, en el hospital, en donde estoy segura. Pero fuera de aquí, me parece imposible que esto pueda continuar- concluyó y ya sentía un gran alivio. De alguna manera, se tenía que desligar de él; para nada quería tener que ver con él cuando se marchara del hospital. En realidad, no quería volver a verlo jamás. Tampoco quería vengarse, pues Al le había prometido que ajustaría las cuentas con el. "Mejor, así no me ensuciaré las manos."
-Candy, por ti, por tu amistad soy capaz de dejar los malos caminos. Por favor, dame una oportunidad para demostrarte cuánto puedo cambiar.
"¡Qué patético eres! Embustero, gusano. ¿Por qué no te mueres ahora mismo?" La rabia de Candy aumentaba en tanto lo escuchaba decir sus falsedades. Pero su orgullo fue más grande que las ganas de gritarle, se tragó su furor. Astutamente le dijo: -¿De veras? No lo creo. Como Judas Tadeo: "ver para creer"- citó Candy.
-Te lo prometo. Verás cuán fiel puedo ser a mi palabra.
"Ojala no sea así", ponderó Candy.
Neal la tomó de improvisto por la cintura y la abrazó. Se encontraba sentado en su camilla al abrazarla. Pensaba en lo afortunado que era que ella no se había enterado de que él fue que pidió que la secuestraran. Él sabía muy bien que ella no se reservaría el reproche y le gritaría y le insultaría si sabía que era él. Pero, era evidente que no se había enterado hasta el momento. Ni una sola palabra le indicó que Candy lo conocía todo. Esta vez haría lo imposible por conquistar su corazón.
Por otro lado, Candy aguantó todo lo que pudo ese abrazo. Ya sentía repugnancia por él. Se sintió ultrajada con el abrazo. Sólo resistió al pensar en lo que Al le prometió. Ésta se desprendió de sus brazos con sutileza y le dijo: -No te preocupes. Ya verás cómo seguiremos nuestra amistad.
