Hola. Gracias a las que siempre me leen. Cualquier sugerencia o comentario lo pueden enviar a Serán muy bien recibidos.

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Capítulo XIII

Una encomienda

Al fin el señorcito Leegan tenía la oportunidad de rehacer su vida; pero sabía que no era tan sencillo como parecía. De ninguna manera volvería a la casa de sus padres. Esa no era una opción. No se había planteado la posibilidad de un regreso a la casa de los Leegan y no lo haría por orgullo propio. Por otro lado, estaba el Bando del Mal. Ésta tampoco representaba una buena elección; éste tenía la obligación de presentarse ante sus superiores. Si tan sólo pudiese escapar a otro lugar sin que el Bando se enterara…

Sí, eso haré. Me presentaré ante Al y fingiré seguir con ellos por un tiempo y luego me iré a otro país cuando reúna el dinero suficiente.

Neal llegó a los cuarteles generales y pidió ver a Al. Cada vez que tenía que presentarse ante él, sentía un gran escalofrío que le corría desde la nuca hasta la cintura. Nadie jamás pudo provocar una sensación tan morbosa como lo hacía el "gran" Al.

-Leegan, vaya sorpresa.

-Buenas tardes- Neal sentía que se aproximaba un ataque de ansiedad y pánico y trató de serenarse, sin que se diera cuenta su interlocutor.

-¿Cuándo saliste del hospital?- le preguntó, a la vez que tomaba con delectación un "whiskey en las rocas".

-Hoy mismo, vengo directamente del hospital.

-Bien hecho, los que somos del Bando tenemos obligaciones para con nuestra organización. ¿No es así?

-Sí…-Neal se mantenía con la mirada baja, no se atrevía mirarlo a la cara por temor.

-Ven, siéntate un rato conmigo y cuéntame de lo que te llevó al hospital- Al le sirvió un trago a Neal, el cual se sentía halagado y un tanto extrañado por tantas consideraciones. El jefe no tenía casi contacto con los del Bando, para él sólo eran peones.

Estuvieron un largo rato conversando.

-Pues me alegro mucho que estés bien; de veras que sí. Aunque lamento mucho lo de Guiseppe, este chico era un buen compañero. Pero como la vida sigue y los negocios no se detienen necesito que me lleves una encomienda.

-¿Hoy?

Sí. ¿Esto representa algún problema?- le inquirió con tono severo a Neal mirándolo por encima de las gafas que llevaba. Esperaba una respuesta positiva, de lo contrario…

-No, para nada. Para mí no es problema hacer lo que me pides- sonrió nervioso. Éste tenía ganas de irse a su departamento. Necesitaba estar allí, solo, tranquilo; quería poner todas sus cosas en orden; quería pensar tranquilamente qué rayos haría con respecto a su vida…, con respecto a Candy.

-Bien, el coche que tienes que llevar estará esperándote a las 8:00 p.m., en la calle de atrás.

-Entendido- dijo Neal sumiso.