Capítulo XIV

En dos semanas…

Esa misma noche Candy se sentó a tomar su acostumbrado té de tilo. Albert justo llegó del trabajo, aparentemente cansado.

-Todavía queda agua caliente en la tetera y en el estante hay unos cuantos limones que te compré en el camino.

-Gracias. No sabes cuánto apetezco este té. – Albert prefería el té de limón por lo refrescante que le resultaba.

-¿Los negocios andan bien?

-Sí. Lo que sucede es que manejar este tipo de negocio es exhaustivo. De vez en cuando se suscitan varios inconvenientes, nada de cuidado. Estoy pensando en tomar unas largas vacaciones, ya me hacen mucha falta. Olvídate de eso ahora y cuéntame cómo te va en el hospital, cuéntame si ya estás más tranquila luego de aquel maligno suceso.

-Todo me va bien en el hospital. Los pacientes son muy buenos conmigo. ¿Te conté cómo me recibieron el día que regresé al hospital después del secuestro?

-Sí, me dijiste que estaban desesperados porque no llegaste el día anterior. ¿Y cómo no hacerlo, si tienen a la mejor enfermera y a la más hermosa?

Candy se sonrojó y prosiguió- Como te decía, en el hospital me va bien. Me siento muy a gusto, de veras que sí. Trabajar allí me hace feliz.

-Si todo esto es como me dices, ¿por qué te noto preocupada? ¿Volvió a ocurrirte algo malo?

-No, nada. Lo que pasa es que me aterra la idea que me vuelva a ocurrir lo mismo de la otra vez. Albert…

-Consideraste mi oferta- afirmó. El joven millonario tenía una gran habilidad para adivinar lo que pensaba Candy. – Ya había estudiado a fondo esta posibilidad, porque nunca me quedé tranquilo después de lo que te ocurrió. He estado averiguando varios lugares a donde podemos irnos. Tú eres la que decidirás en dónde estarás más tranquila.

-Ay, Albert, gracias- Candy suspiró aliviadísima.- A ver, ¿qué lugares crees que serían buenos como para ir?

-Hasta ahora he pensado en tres lugares diferentes: Kenia, Japón o Canadá. Tú decidirás a cual ir. En los tres lugares hay hospitales disponibles para que trabajes, sé que no te querrás quedar en la casa sin hacer nada. Y en los tres países he conseguido quién te enseñe a hablar el idioma, ya sea francés, japonés o swahili.

-¿De veras? ¡Qué emoción!- dijo la rubia brincando de alegría.- Albert, no sabes lo feliz que me hace la idea de irme a uno de estos países. Así que cuéntame sobre estos países, que deben ser hermosos, porque si los has escogido es que definitivamente deben ser espectaculares.

-Bueno, vayamos si quieres a la biblioteca y te muestro en el mapa donde están ubicados cada uno de ellos.

Pasaron a la biblioteca y Albert desenrolló un folio enorme que contenía el mapa del mundo y que estaba encima de su escritorio grande de roble.

-¿Ves? Aquí esta la República de Kenia, limita al norte con Sudán y Etiopía, al este con Somalia y el océano Índico, al sur con Tanzania, y al oeste con el lago Victoria y Uganda. Es un país con grandes zonas selváticas, en donde viven ver animales como: cebras, rinocerontes, leones o jirafas.

-¡Qué hermoso debe ser!

-Podremos hacer safaris y cruzar la selva de un lado a otro viendo todo tipo de animales exóticos.

-Pero ir de safari, ¿significa que iremos a cazar a los animales?

-¡No!- gritó despavorido. -Sabes que no estoy de acuerdo con eso. Solamente iremos a observarlos cómo viven en su medio ambiente, cómo disfrutan de su libertad. Ir de caza no me parece correcto, aunque conozco a muchos hombres de negocios importantes que llenan sus salas con cabezas de estos animales muertos y disecados.

-¡Qué horror!

-Te advierto que de ir a la República de Kenia, allí verás en muchas casas estas "colecciones de arte". Estás advertida.

-Quisiera ver a los animales como me dijiste, pero no sé si soportaría ver tanta crueldad. Por favor, prosigue con los demás países- dijo Candy desanimada.

-Bien. En Canadá iríamos específicamente a la isla del Príncipe Eduardo. Esta isla es generalmente llana, por la cual predominan los bosques. Es un lugar bastante tranquilo, como para pasar unas vacaciones en contacto con la naturaleza. Mis padres compraron una casa en Summerside, una localidad de la isla, cuando era un niño y estoy segurísimo que te encantará. Está perdida en uno de esos bosques, lleno de abedules y hay una cabaña de piedra. En la entrada hay un camino cubierto por rosales de todos los colores que te puedas imaginar; es tan hermoso como el jardín de Anthony. Detrás de la cabaña hay una pequeña colina y justo detrás de la colina hay un pequeño río que corre travieso.

-¡Oh, Albert, quiero ir allí!- dijo extasiada ante la idea.

-Espera, aun no he terminado; falta que te hable de Japón.

-Es cierto. Discúlpame, pero es que no veo el momento en el que nos vayamos y nos dediquemos a aventurar en alguno de estos países.

-Ya verás cómo lo disfrutaremos. Siempre hace falta un buen viaje y qué mejor que hacerlo con una gran compañera de viaje, como lo eres tú.- Albert no desaprovechaba las oportunidades para hacerle entender a Candy que estaba loco por ella.

-Gracias. Pero olvídate de mí y sigue contándome, me muero de curiosidad- Candy esquivaba sus halagos por temor a que ocurriera algún desliz. Ella quería estar con Albert, con la condición de que la imagen de Terry estuviera borrada para siempre. No sería justo ni para ella, ni para él.

-Como quieras- dijo divertido. –Japón es un archipiélago que queda ubicado en el este de Asia. En este país predominan las montanas. Su gente es muy respetuosa de las costumbres. Hay muchos paisajes hermosos, que ellos mismos practican, como parte de su amor por la jardinería. Ya verás como son capaces de convertir un árbol enorme en uno enano.

-¿Ésos son los bonsáis?

-Esos mismos, son muy curiosos. –Albert se dirigió a la vasta biblioteca y tomó un libro que hablaba sobre Japón.- También me llama la atención el teatro japonés, el cual está inspirado en el budismo. Es una rica mezcla de danza, poesía, música y mimo. ¿Ves estas imágenes? Ésta es una representación teatral japonesa- le decía mientras le mostraba del libro.- Es muy diferente al teatro que hace Terry.

"¡Cuánto me gustaría ir con Terry a ver este tipo de teatro!", se atrevió a pensar Candice.

-En Japón tengo un amigo que nos ha ofrecido vivir por un tiempo en una casa típica japonesa. Tiene un lindo jardín paisajista, con un pequeño estanque. Su techo es a cuatro aguas con las esquinas puntiagudas. Te advierto que en las casas no se usan zapatos, así que los tienes que dejar en la entrada.

-¡Qué! Albert… pero, ¿cómo voy a andar descalza por la casa? Seguro que me moriré de vergüenza.

Albert no pudo contener la risa- No debes preocuparte por eso, todos hacen lo mismo. Además, se usan unas medias para andar dentro de la casa. Sé que te va a gustar y sé que te verás hermosa vestida con un kimono de color verde esmeralda, como tus ojos.

-Con tantas cosas que me has dicho, no sé cual elegir; aunque debo decirte que Kenia ya no me interesa.

-¿Por los safaris?

-Sí. No me podría acostumbrar a la idea de tener que ver las cabezas de los animales como adorno en una casa. No podría contenerme, siempre terminaría discutiendo con los dueños de las casas.

Albert soltó una gran carcajada. Las conversaciones con Candy siempre le resultaban muy entretenidas por sus ocurrencias.

-Si te sigo contando sobre los otros países, no terminaría nunca. ¿Qué te parece si te doy tres días para pensarlo?

- Está bien. Así podré pensarlo con detenimiento.

-Sería cuestión de saber a dónde nos vamos, para enseguida irnos. ¿Qué te parece si nos vamos en dos semanas? Así pongo todo en orden. Y te confieso que no aguanto tener unas merecidas vacaciones.

-Me parece bien. De esa manera, haré los preparativos y anunciaré en el hospital que me voy.

"Dos semanas…se puede soportar. Sólo espero no volver a encontrarme con Neal en lo que queda de tiempo."