Recuerdos Imborrables

Chapter One

Por: Kishuu Arashi & Hikari No Tenshi

Sinopsis:

Syaoran es un Hombre calculador que nunca se ha enamorado…un dia por designios de su padre se embarca en la búsqueda de la leyenda de un famoso tesoro pero…podra su mente superar a su corazón cuando vea que en la vida no solo es dinero y ambición?

xD ¡Ahora es mi turno! Jajaja lectores, fanticos de SCC aquí 3 entre dos socias que se volvieron conocidas, amigas y hasta hermanas les traemos un ff ;) que vale la pena leer (o eso queremos creer xD) Pondremos todo nuestro esfuerzo para crear al fin una obra maestra en conjunto nn por eso agradeceremos infinitamente sus aportes (opinions, R/R. xD como gusten llamarlo o.oU también localización de algun que otro bishounen solo para uso exclusivo del ff xD seguroooooo….)

Hika y Ara se despiden 3 Esperando les gusten, nos veremos en otro chap ¡bye bye's!

El estudio estaba iluminada tenuemente por una lámpara muy elegante sobre el escritorio, cuyo dueño oculto por las sombras movía sus manos entre papeles y papeles con el fin de encontrar algunos documentos. La luz le da iluminación necesaria, ni más ni menos solo enfocando la pequeña montaña de papeles desordenados sin interés.

Un sonido en la puerta interrumpe su búsqueda, bufando molesto hace pasar al desconocido visitante.

-Señor-

Un cuerpo joven, vital vestido con un traje marrón oscuro y camisa blanca se acerca al escritorio con un porte fino sin descuidar el mantener siempre contacto visual con la mirada de su padre envuelto en la oscuridad.

-Hijo-

-Me avisaron que me has mandado a llamar ¿puedo saber con que fin?-

Las voces se mantenían firmes sin vacilar una sola nota, demostrando la frialdad en cada palabra. Respeto en cada tono.

-Espera tu llegada más tarde-

-Sabes que no pierdo el tiempo y si puedo ahorrarlo, lo haré-

La sonrisa en los labios, la única parte que se veía del rostro del hombre detrás del escritorio, se incremento brillando orgullosa y hasta divertida por el comportamiento tan bien inculcado y aprendido de su propia sangre y carne.

Siguió buscando los documentos que tanto necesitaba sin importarle en lo más mínimo dejar a su hijo esperando.

-Señor-

-Aguarda-

-Si-

Y así, el joven se acerco más al escritorio para observar aquel desorden de papeles que se extendía sobre tan hermosa madera. Suspirando algo molesto por que su mismísimo padre lo hacía esperar, estiro su mano derecha y tomó una carpeta negra que se camufla perfectamente con unas cuantas más.

-Dígame, padre- y le extendió la carpeta negra - ¿es esto?-

Y el león más viejo tuvo que admitir que pronto su sangre, más joven, lo destituiría de su puesto. Más eficiente en todo… y él ya no tenía nada que enseñarle. Pero jamás lo admitiría, se lo pensaba llevar a la tumba.

-Exacto. Llévatelos contigo, necesito que los leas de manera minuciosa y no dejes nada al azar ¿has comprendido?-

Con una inclinación de cabeza, sin jamás mirarlo a los ojos, ofreciendo su nunca a cambio de confianza a su propio padre; se despidió de él. Colocando los documentos de la carpeta negra bajo su brazo, se giro para retirarse.

-Que tengas buen viaje, hijo-

-Hasta mi regreso, padre-

La puesta se cerró y el estudio volvió a sumirse en una oscuridad silenciosa solo rota por el respirar del hombre y la tenue luz de la lámpara.

-Será un buen sucesor-

Y apagó la lámpara comenzando a retirarse él también. Ahora comenzaban a moverse los hilos del plan.

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La lluvia azotaba la costa, meciendo en un ritmo estridente y salvaje el amar. El pueblo que se ubicaba a unos escasos metros acostumbrado a estos azotes del mar se mantenía cauto. Los habitantes simplemente evitan las calles y se refugiaban en sus seguros hogares mientras que los barcos del muelle se movían al ritmo del mar.

El pueblo poseía no solo un muelle propio donde comerciaran ellos sino también otros pueblos debido a su lejanía del mar. Pero a cambio de eso debían mantener en alerta el faro cuando estas tormentas azotaban la costa.

La lluvia caía mientras que el viento la volvía peligrosa para caminar fuera del pueblo, sin embargo… no todos parecían temerle al mar y su furia.

Una jovencita de cabellera castaña estaba parada en el muelle mirando las grandes olas que morían en el mismo mar sin llegar siquiera a conocer la hermosa tierra. Sus ojos estaban clavados en el infinito del mundo y parecía no moverse, como si estuviera perdida…

Sus cabellos se movían con el viento lo mismo que sus ropajes pero no se movía… seguía firmemente parada en el muelle sin miedo a la tormenta con las manos unidas en una plegaria silenciosa mientras sus ojos se cerraban y se transformaba en la más hermosa… y triste imagen jamás vista.

Por esa noche, ella rogaría a los cielos por tranquilidad.

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Estaba bajando del avión sin apartar sus ojos de la carpeta negra. Había pensado que podía haberla terminado de leer en el avión pero el viaje resulto ser más corto del pronosticado debido a que anunciaba que la leve lluvia se volvería una tormenta demasiado peligrosa para los aviones, por eso creía que el piloto había tratado a toda costa de llegar lo más temprano posible a destino.

No le importaba realmente.

Comenzó a caminar esquivando con maestría a unas cuantas personas y encima varias valijas sin siquiera apartar los ojos de los documentos bien resguardados en la carpeta.

Continuó caminando así un tramo más hasta llegar a la banda transportadora y tomar una pequeña valija negra sin darle mayor importancia que a la lectura.

-Disculpe-

Cuando se disponía a marcharse directo a la puerta a pedir un auto que lo condujera a su destino final, una voz tranquila y masculina le obligo a elevar los ojos de su tan preciada lectura. Y le demostró en su mirada que esperaba fuera en verdad importante.

-Veo que la lluvia lo trajo a un puerto equivocado por esa mirada-

Con renuencia observó al hombre frente a él comenzando a interesarse por el estilo de persona que no se intimidaba aparentemente tan fácil.

Unos ojos azules bien profundos que brillaban de manera misteriosa detrás de sus anteojos, la cabellera azabache que sospechaba era más bien un azul-azabache. Lucía tranquilo sin mostrar un ápice de preocupación por la lluvia o su mirada. Sonreía divertido incluso, apostaría.

-¿Qué desea?-

-Syaoran Li, espero pueda regresarme mi bolso-

Y fue cuando el castaño, vestido en un traje marrón oscuro dejo fluir cierta sorpresa en su rostro. No lo conocía, de eso estaba seguro por que jamás olvidaba el rostro de alguien con las características que presentaba este sujeto. Sin embargo, esos ojos azules brillaban entretenidos como si lo conocieran de toda una vida…

-¿No conocemos?-

-Lo dudo mucho, Li. Pero como le informe antes – y pareció divertido al hablar de esa manera- usted tiene en sus manos algo de mi entera propiedad, se lo puedo asegurar-

Syaoran observó sus manos, notando el pequeño bolso sin entender si se refería a este. El sujeto delante suyo no presentaba en lo absoluto un estereotipo de ladrón convencional por lo que trataba de atar cabos rápidamente sin lograr entender completamente por que desea su bolso.

-Eriol Hiraguizawa- mencionó el ojiazul

-Creo que no necesito presentarme-

-En lo absoluto- y Eriol sonrió mientras le extendía un pequeño bolso negro exactamente igual al que descansaba en las manos del castaño – Este es su bolso, señor Li. Si tiene alguna duda fíjese en el segundo cierre de abajo por favor-

Y Syaoran observó más que para confirmar la autenticidad del dueño, sino más bien para saciar su curiosidad nativa de los Li. Y ahí notó un pequeño cascabel en forma de flor de ciruelo hecho de amatista y plata; entonces fue cuando comprendió que aparte de que él dueño del bolso en sus manos era Hiraguizawa, que estaba sordo.

-Disculpe-

-No tiene por que-

E inmediatamente intercambiaron los bolsos negros, retornando cada uno a sus respectivos dueños.

-Un gusto, señor Hiraguizawa- Haciendo una inclinación leve, con la cabeza y demostrando su educación hacia desconocidos; Syaoran Li se giro directo hacía la puerta esperando tomar un auto antes de que la verdadera tormenta comenzara…

-Veo que me equivoque al deducir que usted había terminado por una mala jugada del destino en este aeropuerto –

Syaoran se giro para volver a encontrarse con el ojiazul vestido con un pantalón negro y una campera azul oscura. Había estado en el mostrador durante mínimo 5 minutos tratando de convencer a la ineficiente de la empleada que le brindara un auto para poder viajar lo antes posible. Pero nada.

-¿A dónde se dirige?-

-¿Disculpe?- Syaoran creía haber entendido mal.

-Pregunte a donde se dirige- El ojiazul mientras tanto extraía de su bolso negro, con un sonido suave del cascabel, unas llaves de lo que inmediatamente reconoció el castaño como de auto.

-A Hampstire -

-¡Que coincidencia!- dijo el ojiazul

Syaoran notó que su sonrisa era divertida y hasta más misteriosa de la primera vez que la había visto, como si el haber dicho esa frase significara algo para él. Debía admitir que hombres como Hiraguizawa casi habían desaparecido y que a cada minuto le llamaban más la atención; quizás le gustaría trabajar para él.

Era gracioso, como parecía saber que vendría a continuación o disfrutar de descubrir la personalidad del otro aprendiendo de cada reacción ajena o acorralándolo hasta dejar salirla. Sería una buena adición para él.

-Acompáñeme-

Eriol emprendió una caminata hacía las puertas del aeropuerto mientras que Syaoran lanzándole una mirada que demostraba todo menos cariño a la chica que se encontraba detrás del mostrador, se retiro siguiendo a Eriol. Tenía que llegar lo antes posible y la tormenta que parecía haber comenzado a desatarse del otro lado de las puertas del aeropuerto no ayudaría mucho.

El ojiazul lo miro de soslayo sonriéndole y pasando las puertas se detuvo unos segundos mirando a ambos lados mientras Syaoran se preguntaba con quien demonios había terminado aceptando compartir auto.

-Por aquí-

Y ambos caminaron hacía la derecha de donde eran las puertas principales del aeropuerto directo a un estacionamiento que por suerte estaba resguardado de la lluvia. Cuando entraron, se dirigieron a un auto bastante moderno que no esperaba encontrar el castaño, cuando Eriol abrió la puerta del auto pudo reír internamente de seguro por la mirada sorprendida que poseía su nuevo acompañante.

-No era lo que esperaba ¿verdad?-

El auto, de un color negro brillante muy bien cuidado, no era moderno pero pertenecía a una gama exclusiva de la empresa Volvo que había sacado a la venta únicamente por encargo. Su característica: la seguridad a la hora de las maniobras, no alcanzaba rápidamente una velocidad pero su adherencia al asfalto era envidiada por cualquier empresa.

-Debemos apurarnos, ya de la tormenta no podemos escapar, pero por suerte este bebe es confiable hasta su último centímetro-

El ojiazul encendió el auto ya con Syaoran de copiloto y emprendió el viaje. Se encontraban a un buen tramo del pueblo. Hacía ya dos semanas que no la veía y ansiaba llegar lo antes posible.

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La noche ya había caído y a cada momento estaba más preocupada… Se encontraba sentada en el borde de la ventana observando como por los vidrios lágrimas se deslizaban, y eso en cierta manera la entristecía. Hacía ya dos semanas que Eriol se había marchado y dejado a cargo…

Suspiro tratando de adivinar que sucedía más allá de la calle. La tormenta era fuerte pero hacía unos minutos como que había menguado, leve… pero algo era algo.

Sus ojos amatista trataban con esfuerzo en vano hacía una hora atrás de enfocar algo fuera de los terrenos del hotel, pero por la lluvia y el viento solo veía figuras borrosas de algunos árboles y nada más.

-Eriol…. – susurró.

Se encogió en su lugar abrazándose a ella misma y hundiéndose entre sus ropas de noche. Hacía dos días Eriol le había dicho que todo en el mundo se encontraba bien y que pronto volvería a sus brazos por una taza de chocolate bien caliente. Y rió ante ese recuerdo, le había reprimido diciendo que solo la quería por su chocolate y la voz de su ojiazul con simples dos palabras la convencieron de que el chocolate solo le daba un toque de sabor a su relación.

Sus ojos amatista giraron hacía el celular violeta sobre la mesilla cerca suyo… ni un msj, ni señal tenía.

Maldita tormenta.

No pensaba abandonar su lugar en lo absoluto, si era necesario pasaría la noche ahí en la ventana solo para ser la primera en recibirlo.

Desde ayer esperaba a su compañero de vida, al ser que llevó a encarnar la palabra amor.

Llovía… pero…

-¡ERIOL!-

Tomoyo se levanto de su lugar de un saltó preocupada de si la lluvia estaría jugándole una broma muy pesada. En la calle del hotel, delante de la cerca que separaba la vereda del pequeño jardín, se hallaba un auto reconocible para ella; el auto de su esposo.

Ajustándose la bata que cubría su camisón de seda violeta, escondiendo el celular en uno de los bolsillos, camino lo más rápido posible hasta la puerta abriéndola de par en par sin preocupaciones del frío que chocó contra su piel blanca provocándole un escalofrío.

Sus ojos brillaban preocupados, ansiosos… pero felices cuando la puerta del auto se abrió y un paraguas azul oscuro se abrió del lado del conductor mientras escuchaba la puerta cerrarse.

Tomoyo sonrió contenta al poder hacer contacto visual con los ojos azules de su esposo, quien le sonreía de manera tierna y contenta de al fin poder volver al lugar que él llamaba: hogar.

Pero Eriol cambió su expresión cuando notó que en los ojos de su esposa comenzó a brillar un deseo que él debía impedir, así que dejando caer el paraguas mojándose sin preocupación corrió hasta el pórtico donde ella sonreía divertida y el supo que había caído en su trampa.

Subió unas pequeñas escaleras en dos saltos y se dejo hundir en el abrazo que compartían…

-Eres traviesa mi flor de ciruelo-

Una risa cantarina llegó a sus oídos y él comprendió cuanta falta el había hecho. Alejó su rostro del cuello donde había estado aprovechando para volver a sentir ese dulce aroma, pero ahora necesitaba beber ese néctar que ella sola le podía brindar.

Acerco sus labios y dejo que un beso de rencuentro, ansias y amor los volviera a unir. Tomoyo deslizó sus dedos por entre los cabellos azabache azulados y ya el frío dejo de sentirlo su piel, ahora solo una calidez propia del cuerpo masculino la protegía.

-Te extrañe-

Y los ojos de ambos ahora se miraban fijamente, olvidándose de cierto individuo y el auto.

-Yo también-

-Esta tormenta no me dejo llamarte, discúlpame-

Un beso corto en los labios de él por parte de su esposa y una sonrisa bastaron para decirle que no había nada que perdonar.

-¿Qué pensabas hacer antes?-

Estaban en el pórtico bajo un pequeño techo, donde los protegía de la lluvia afuera del hotel. La puerta se mantenía abierta y por el camino se acercaba un joven bajo el paraguas azul de Eriol.

-Nada-

Una risa divertida y unos ojos azules en igual condición. Sin poder contenerse, acarició la mejilla de ella mientras, el rostro de ojos amatista se reclinaba levemente sobre la palma de él.

-Prometiste cuidarte-

-Y lo he hecho-

-Ejem-

Un pequeño carraspeó atrajo la atención de ambos sin separarse claro esta. Eriol sonrió entretenido por su olvido y Tomoyo preguntándose quien era su nuevo invitado. No veía otro auto en la cera y mucho menos imaginaba que hubiera venido caminando, así que por deducción debió de haber venido con su esposo.

-¡Ah! Li, ella es mi hermosa esposa-

Tomoyo se separo levemente del abrazo, por que Eriol la sostenía de la cintura. Le extendió una mano para saludarlo.

-Tomoyo Hiraguizawa, mucho gusto-

-Syaoran Li, el placer es mió señora-

Las manos se estrecharon y la dueña del hotel invitó a pasar a su "socio" y a su invitado. Enseguida estaban en el vestíbulo sentados cómodamente con humeantes tazas de té bien caliente para rechazar el frío de la lluvia. Más Eriol.

No pudieron conversar mucho debido a que ya era de noche y sabía que tanto castaño como el ojiazul debían estar cansados por el largo viaje al que fueron sometidos. Por lo tanto Tomoyo preparo una habitación para el huésped comunicándole el horario en que servía el desayuno.

-Buenas noche, Li-

Syaoran se marchó a su habitación observando en los últimos escalones, que conducían a las habitaciones, a la pareja que había conocido… los veía abrazarse e intercambiar palabras en forma de susurró y compartir un silencio luego lleno de paz y totalmente cómodo…

Suspirando sin comprender ese tipo de relación se dirigió a su habitación dispuesto a dormir y comenzar temprano el trabajo que su padre le confió.

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Estaba sentado en la cama, sin ya el saco y solo vistiendo el pantalón y la camisa. Su figura debía de mostrar el cansancio que sentía por que al estar solo su apariencia firme y segura podía menguar aunque sea solo unos minutos dejándolo libre para mostrar como se sentía.

Se levantó terminando de colocar algunas cosas sobre la mesa de luz, como su celular y los documentos. La valija mañana la terminaría de acomodar.

Se acerco a la ventana observando el paisaje bañado por la lluvia, y descubrió que desde su ventana podía ver el faro y el muelle…

El muelle…

-¿Pero… ¿¡que?-

Sus ojos se abrieron sorprendidos ante la revelación que tenía. En el muelle, azotado por las enormes olas se encontraba una joven de cabellera castaña, por lo que veía, sufriendo los azotes del frío y el agua. Sin embargo no se movía y seguía mirando hacía el mar.

Preocupado por que hubiera alguien en peligro, levanto la vista hallándose con un mar embravecido y dispuesto a no permitir la entrada a ningún barco a ese muelle… pero… pero no había nadie ni nada para que una joven estuviera preocupada parada en el muelle.

Acerco su rostro al vidrio un poco más, pensaba abrir la ventana pero algo lo detuvo. La joven desde el muelle parecía girarse levemente, por la lejanía no veía su rostro o algunas características que no sea su cabello castaño.

Ahí entonces entendió que lo podía ver por que de manera lenta y con gracia le señalo el mar, el fin del mar. Lo apuntó y Syaoran volvió a observar preocupado de encontrar a alguna persona o barco pero nada…

Abrió la ventana y sacó la cabeza mojándose inevitablemente y justo cuando había juntado el aire suficiente en sus pulmones para gritarle y que fuera escuchado a través de la lluvia la joven… había desaparecido.

-No-

Sus ojos se mostraron preocupados y supo que la joven había caído en el mar de seguro arrastrada por una de las olas que seguían azotando el muelle. Se giro dejando la ventana abierta sin preocupación y tomando su saco y un paraguas marrón que traía dentro de la maleta. Fue entonces que salió corriendo de la habitación con en destino fijo: el muelle.

Debía avisarle a alguien, aunque solo existiera una mínima posibilidad.

Continuara…

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Notas de las autoras:

GRACIAS A TODOS POR SUS R/R 3 este dúo dinamico se despide de todos esperando gratas opiniones, alguna localización de algún bishounen xD y también criticas constructivas.

¡SAYOUNARA! D