Como dije, acá está el siguiente capítulo. Aquí comienza el primer capítulo de la serie, con ligeros cambios, y con la llegada de Merlín. Como los capítulos son extensos, los dividiré en partes en esta historia. Esta sería la primera. La semana que viene, el viernes o el sábado, subiré el siguiente. O antes, si el tiempo me lo permite, pero no quiero prometer nada.
Ninguno de los personajes me pertenecen.
LA LLEGADA DEL BRUJO
Hermione se sentía horrorizada. Sintió la nausea subiendo por su garganta pero se contuvo. Aquella era una de las experiencias que hubiese preferido evitar. Cuando se enteró de lo que sucedería protestó pero Uther, siempre inflexible, se negó a oírle y le recordó que había sido una bruja quién la había apartado de su hogar y que eso demostraba la maldad interior que poseían las personas portadoras de magia.
Vio como traían al prisionero al centro de la plaza y cómo un grupo importante de personas rodeaba la tarima que había sido posicionada en el sitio que había indicado el verdugo. Se oían murmuraciones de todo tipo, muchas a favor de lo que estaba a punto de suceder. Si tan sólo le hubiese hecho caso a Morgana y hubiese simulado estar enferma. Miró hacia donde se encontraba la habitación de la joven y la descubrió observando por la ventana. Sus miradas se encontraron y Morgana le dio una triste sonrisa de aliento. Había tratado de desligarse de esa obligación pero el rey había asegurado que debía ver cómo eran tratados esos "seres despreciables". Cualquier cosa que pudiese decir hubiese levantado sospechas. Aún así no quiso acercarse mucho para ver.
—¡Que esto sirva de lección para todos!—dijo con voz potente Uther que se encontraba un metro frente a ella—Este hombre, Thomas James Collins, fue encontrado culpable de usar encantamientos y magia. Y cumpliendo las leyes de Camelot, yo, Uther Pendragon, he decretado que tales prácticas están prohibidas bajo pena de muerte. Yo me considero un rey benévolo y justo pero para el crimen de hechicería sólo hay una sentencia que cumplir.
Uther asintió con la cabeza y comenzaron a sonar unos tambores. El acusado fue puesto de rodillas y con la cabeza en posición. El verdugo alzó su hacha filosa, esperando la señal del rey. Hermione cerró los ojos con fuerza y retrocedió. Los gritos ahogados de los espectadores no tardaron en hacerse oír y supo que todo había acabado para el pobre hombre. Sintió sus piernas temblar pero se mantuvo firme. No quería parecer una débil mujer.
Escuchó que Uther siguió hablando sobre cómo había erradicado la magia y que anunciaba el banquete que iba a dar pero no prestó demasiada atención a sus palabras, se sentía terriblemente enferma después de lo que acababa de presenciar y quería que aquello terminase de una buena vez.
Pero un gemido de angustia se oyó por encima del murmullo de la multitud. Una mujer cruzó al frente y comenzó a hablar con dolor y furia.
—¡Sólo hay un mal en esta tierra! No es la magia, ¡Eres tú!—acusó al Rey—¡Con tu odio y tu ignorancia me quitaste a mi hijo!—lloró—Pero juro que antes de que terminen estas celebraciones terminarás llorando como yo. ¡Ojo por ojo, diente por diente e hijo por hijo!
Los ojos de Uther se abrieron horrorizados y lanzó una mirada rápida a Hermione. Volvió a contemplar a la mujer.
—¡Sujétenla!—ordenó pero tras decir un hechizo su cuerpo se fue convirtiendo en una fuerte ráfaga de viento hasta desaparecer.
Uther volteó rápidamente y con largos pasos llegó hasta dónde se encontraba Hermione. La rodeó protectoramente con uno de sus brazos y la arrastró al interior del castillo.
—¿Has visto? ¡La magia sólo causa problemas! Esto es…—se detuvo al notar que su hija temblaba considerablemente—¿Hermione?—murmuró.
Intentó, realmente, con todas sus fuerzas, contener ese sollozo pero fue imposible por mucho tiempo. ¡Uther estaba cegado por el dolor y el odio! La anciana había tenido razón, era un verdadero ignorante que atentaba contra la vida de inocentes.
—¡Hermione!—exclamó asustado a notar que la chica no dejaba de llorar—Miró a uno de sus guardias—Ve a buscar a Gaius ¡Rápido!
La llevó hasta su habitación y, tras sentarla en la cama, apareció Arturo con expresión de terror.
—¿Qué le sucedió?
Uther aún no se acostumbraba a aquello. Cuando Hermione estaba nerviosa o enojada, su hijo siempre aparecía sabiendo cuál era el mejor modo de calmarla.
—No lo sé. Empezó a llorar después de que esa bruja maldita lanzó esa amenaza—miró a su hija que seguía sollozando—¡Hermione, no permitiré que te hagan daño!
Intentó tocarla pero ella apartó su mano con brusquedad. Uther miró sorprendido.
—¿Qué ha pasado?—preguntó Gaius apenas ingresó a las cámaras de Hermione, miró primero al Rey y luego al príncipe—Déjenme a solas con ella.
Ambos se mostraron reticentes pero finalmente cedieron. Gaius buscó en su bolso una botellita que contenía un líquido rosado y se lo tendió.
—Esto te ayudará a calmarte—le informó.
—¡No quiero calmarme!—gritó ella—¡Lo asesinó! ¡Uther asesinó a ese hombre! ¿Sabes qué lo vieron hacer? ¡Sostener unos jarrones que estaban a punto de caérseles! Utilizó magia para eso y lo condenó a morir. ¡Por uno tontos jarrones! ¿Dónde hay maldad en eso? ¿Dónde está la justicia con la que Uther se reconoce? No tuvo un juicio justo… ¡Es un monstruo! ¿Y ahora quiere venir a decir que no permitirá que me hagan daño?
—Hermione, debes entender que…
—Gaius, no quieras defenderlo. Lo que ha hecho es atroz—dijo secándose las lágrimas.
El anciano suspiró.
—Lo sé—aseguró—Su visión de la magia es cerrada y no hay nada que pueda hacerle cambiar de opinión; pero sus intenciones son buenas.
—No es bueno querer erradicar del mundo la magia.
Sabía que era peligroso decir tan abiertamente sus pensamientos pero esos meses que llevaba viviendo allí le habían ayudado a descubrir que Gaius era una buena persona que no juzgaba. No se lo contaba todo y nunca lo haría pero sabía escuchar y daba buenos consejos.
—No—suspiró—Quizás con Arturo tengamos más esperanzas.
Hermione asintió mientras se preguntaba cuándo conocería el príncipe al famoso mago Merlín que lo ayudaría a convertir aquel reino en el conocido por la leyenda.
…
Uther se paseaba por el pasillo con nerviosismos. Cuando Gaius salió de la habitación de su hija, no tardó en acercársele seguido de Arturo.
—¿Qué le ha sucedido?
—Temo que ha sido una fuerte impresión la que ha padecido al ver la ejecución, mi lord—explicó el anciano—Ella es una joven que nunca ha estado antes en estas ocasiones y su mente protestó. Sólo hay que darle tiempo y se recuperará.
Ambos, padre e hijo, suspiraron aliviados.
—¿Puedo pasar a verla?—preguntó Arturo.
—Le he dado una pócima para hacerla descansar. Será lo mejor para ella. Pero puedes entrar y estar sin hacer ruido.
—Muchas gracias, Gaius—dijo Uther cuando vio que su hijo entraba y cerraba la puerta detrás de sí—¿Crees que debo dejar de llevarla a ejecuciones?
—Será lo conveniente, señor.
—Bien. Sólo quería demostrarle que no se ha olvidado la injuria que causaron el día en que la secuestraron. Quería que sepa que combatiré la magia cueste lo que cueste…
—Creo que Hermione lo entenderá si usted simplemente se lo dice—aseguró el anciano.
—¿No podrá ir al banquete de hoy?
—No. Déjela que descanse.
Uther asintió con resignación. Se despidió del galeno y se alejó de allí. Había tantas cosas que planificar para que estas celebraciones se llevasen a cabo sin incidentes. El trabajo duro merecía ser recompensado y por ese motivo había decidido que una fiesta era lo mejor. Veinte años de búsqueda para acabar con la escoria de la magia y con esos seres infernales llamado Dragones. Había asesinado a cada uno de ellos para librar a Camelot de esos malditos escupe-fuego pero uno, solo uno, quedó encerrado bajo el mismo castillo. No tenía idea qué había sido del Dragón. Quizás terminó muriendo y si eso era así sería mejor para todos. No le importaba qué sucediera con la bestia. Lo único importante era que ya no molestaría jamás.
—¿Morgana?
Había entrado en una habitación, completamente perdido en sus pensamientos, cuando se dio cuenta que la joven estaba allí también, observando a través de la ventana.
—¿Si?
—¿Qué haces aquí? ¿Por qué no estás en el banquete?
La mirada de la chica se volvió algo fría.
—No creo que cortar cabezas sea motivo de celebración—espetó disgustada—Esa pobre madre…
—Fue simple justicia por lo que hizo.
—¡¿A quién perjudicó?! Hizo magia, no hizo daño a nadie—contestó consternada.
La expresión de Uther se tensó. Odiaba que lo contradijeran, especialmente alguien como Morgana. Ya demasiado tenía con lo que le había sucedido a Hermione como para soportar también a ella.
—Tú no estuviste hace veinte años…
—¿Hasta cuándo vas a castigar a la gente por lo que pasó?—le preguntó.
—¡Hasta que la gente se dé cuenta que no hay lugar para la magia en mi reino!—gruñó y le lanzó una mirada molesta—Estarás conmigo cuando reciba a Lady Helen.
Comenzó a alejarse de allí pero debía de haber supuesto que Morgana no se callaría.
—¡Ya te dije que no quiero formar parte de esta celebración!
—¡Soy tu guardián!—le gritó—Espero que hagas lo que yo digo. Si no me tienes respeto, al menos ten un poco de respeto por nuestra mejor cantante.
Y sin permitirle decir nada más, se alejó de allí. Escuchó que ella le gritaba algo, seguramente un insulto pero no le dijo nada al respecto ni se volteó a reprenderla. No tenía caso. Morgana podía ser muy terca cuando se lo proponía.
…
Lejos de allí, en medio del bosque, un campamento improvisado estaba perfectamente colocado entre los árboles. Los caballos habían sido amarrados y la tienda alzada para Lady Helen. Los guardias vigilaban atentamente. La fogata que habían encendido ayudaba a vigilar en la oscuridad de la noche.
Lady Helen tarareaba suavemente mientras trenzaba su cabello. Ser llamada por Uther para cantar para él y sus invitados era un enorme honor. Ella sabía que su voz era una de las más codiciadas pero no se vanagloriaba de ello.
De repente, sintió el sonido de unos pasos fuera de su tienda y vio una sombra caminando por el exterior. Asustada, prestó atención.
—¿Gregory?—llamó a uno de los guardias.
La respuesta tardó en llegar hasta que al final la cabeza del guardia se vio a través de la puerta de la tienda.
—¿Si, Lady Helen?
—¿Está todo bien?—preguntó algo asustada.
—Sí, madame. Con suerte llegaremos a Camelot mañana.
Lady Helen suspiró aliviada.
—Eso es bueno.
—Estaré afuera si me necesita.
La mujer asintió y vio como él se alejaba. Le había obsequiado una pequeña sonrisa al hombre pero cuando se fue su expresión volvió a ser de seriedad. Miró preocupada a su alrededor, intentando convencerse de que no sucedía nada pero cuando oyó un tarareo suave de la voz de una mujer, su corazón se aceleró en alarma. En el mismo lugar donde hacía unos instantes había estado el guardia, apareció una anciana de cabello largo. No tuvo tiempo de preguntar o decir algo. La oyó decir unas palabras en una lengua que jamás había conocido mientras sacaba una muñeca hecha de paja y una daga. El filo del arma se clavó con fuerza en el pecho de la muñeca y ella se quedó sin aire, sintiendo un terrible dolor en su corazón. Pronto, todo se volvió negro a su alrededor.
…
Hermione se despertó sobresaltada cuando la luz del sol pegó contra su rostro.
—Buenos días, señorita—saludó Ingrid, su sirvienta—Gwen me ha dicho que Lady Morgana tiene planificado salir a cabalgar hoy y quiere invitarla. ¿Quiere colocarse un vestido o aceptará la invitación? Si es así, buscaré su atuendo de montar…
Ingrid era una excelente muchacha un par de años menor que ella, servicial, fiel pero con el terrible defecto de no cerrar la boca nunca.
—Yo… eh…—se fregó los ojos llenos de lagañas antes de sentarse en la cama—Creo que desistiré. Ayer no me sentí muy bien y hoy prefiero tener un día tranquilo. Caminaré un poco.
—¡Muy buena decisión, señorita! Es un día excelente. Hay sol…
—Eso ya lo noté—gruñó.
No tenía idea qué le había dado Gaius el día anterior pero la había hecho dormir como si no hubiera mañana y ahora aún sentía su cuerpo y su mente algo aletargados. Tendría que ir a ver nuevamente al médico de la corte para que le quitara esa sensación de encima.
—Le he traído el desayuno. Sé que disfruta mucho del pan de la cocinera y ella, que ya la aprecia mucho, le ha mandado doble ración. También le traje huevos, queso…
—Muchas gracias, Ingrid, pero es demasiado para mí. Come un poco.
La primera vez que le había hecho ese ofrecimiento, la muchacha se había ruborizado por completo y se había quedado callada por un lapso entero de un minuto. Pero ahora ya había entrado en confianza.
—Primero usted, mi lady—indicó.
Hermione se vistió, desayunó y luego de recordarle a su sirvienta que comiese la comida que desde un principio había apartado, se marchó a ver a Gaius. En los pasillos, las personas con las que se encontraba, la saludaba con una leve inclinación antes de seguir su camino. Los primeros días, después de que se reveló su supuesta "verdadera identidad", se sintió terriblemente incómoda pero Arturo siempre estuvo a su lado aconsejándola en el mejor modo de hacer frente a todo. Ahora ya se había acostumbrado y ya no les decía que no hicieran una reverencia al verla. Su "hermano" le había explicado que era una costumbre que se debía respetar porque ella era una princesa y debía hacerles saber a los demás que era superior. Obviamente no estaba de acuerdo pero no quería meterse en líos.
Golpeó suavemente la puerta de las habitaciones del médico de la corte y lo llamó.
—¿Gaius?
Se escucharon unos pasos veloces del otro lado de la puerta hasta que ésta se abrió pero no fue el anciano de cabellos blancos quién la recibió sino un muchacho alto y delgado, de impresionantes ojos azules.
—¿Sí?
No quería pensar que se le habían subidos los aires a la cabeza y que ahora ella se consideraba "superior a los demás", como había dicho Arturo, pero no estaba acostumbrada que en aquel lugar la contemplasen como si fuera una más del montón y menos que le impidieran ver a Gaius. Incluso Uther le permitía asistir ciertas tardes a las habitaciones del hombre para que lo ayudase y le enseñase a limpiar y curar todo tipo de heridas.
—¿Se encuentra Gaius?—preguntó.
—Sí, adelante.
El joven se retiró a un lado y le permitió ingresar al interior. El galeno buscaba entre sus estantes de pociones pero al verla se detuvo y la contempló de manera represora.
—¿Debes estar de pie? Te di una poción para que descansaras y permanecieras tranquila.
—¿A caso querías que durmiera para siempre?—le preguntó en tono de broma—¡Siento que mi cabeza es una bola de algodón!
—Te daré algo que te ayude, pero no lo bebas todo. Sólo unas gotas…
Comenzó a buscar entre sus ingredientes y a preparar una poción allí mismo. Hermione lo contempló unos momentos pero cuando se dio cuenta que el muchacho la observaba, volteó a corresponderle la mirada.
—Hermione, te presento a Merlín—dijo Gaius notando que ambos se estudiaban entre sí—Merlín, ella es Lady Hermione, hija de Uther, princesa de Camelot.
Los ojos de Merlín se abrieron inmensamente y no tardó en hacer una pequeña reverencia, como todos.
Pero Hermione no lo notó, sólo podía pensar en el nombre que había oído. ¿Merlín? ¡¿Ese era EL Merlín?! ¡Pero no era más que un muchacho que no debería tener más años que ella misma! ¿Cómo era posible? Siempre creyó que cuando lo conociera (si es que tenía esa oportunidad) se encontraría con un hombre viejo, tan viejo que no podría precisarse su edad, con el cabello y barba larga y blanca y con una mirada llena de sabiduría y conocimiento. ¡Pero no eso!
—¿Hermione?—la llamó Gaius al ver que observaba tan fijamente al chico—¿Hermione, estás bien?
—Sí—murmuró y se llevó una mano a la cabeza simulando dolor—Mmm… Creo que no me encuentro del todo bien—mintió—Iré a recostarme un rato.
Y salió de allí lo más rápidamente que pudo, dejando a los dos algo intrigados por su comportamiento.
—¿Qué le sucede?—preguntó Merlín.
Gaius presentía que allí había algo importante pero no iba a dejar salir sus ideas antes de tiempo.
—Sólo es cansancio. Ayer sufrió una descompostura—volvió a contemplar al muchacho sin saber muy bien si le traería desgracias o podrían salir indemnes de aquello—Tendremos que alejarte de los problemas. Puedes ayudarme hasta que te encuentre un trabajo pagado. Ten—le ofreció los frascos con pociones que había estado buscando antes de que llegara Hermione—Malva y Patricaria para Lady Percival. Esto es para Sir Owen. Está ciego como un topo. Adviértele que no se lo beba todo a la vez.
—Muy bien.
—Toma—giró hacia la mesa y le tendió un sándwich. Merlín sonrió encantado y agarró lo que sería su desayuno—Vete ya.
El chico comenzó a alejarse pero Gaius sintió la necesidad de advertirle.
—Merlín—esperó a que se voltease—no tengo que decirte que la práctica de cualquier encantamiento o hechizo te hará morir.
Él asintió y salió de allí comiendo.
…
Hermione miró a través de su ventana como Arturo, nuevamente, abusaba de su poder. Aún no entendía cómo ella podía soportarlo y sentirse tan a gusto con él cuando obviamente era un déspota. ¡¿Con qué necesidad tiraba dagas contra un pobre sirviente que contaba para atajar los golpes con un simple blanco de madera?! ¡Oh, pero la iba a escuchar! Ella no se quedaba callada en esos casos. Siempre le daba una dura reprimenda al odioso príncipe y él siempre se disculpaba pero luego volvía a cometer los mismos errores. ¡Era tan cabezota!
Pero su atención fue desviada, al igual que la de Arturo cuando Merlín, el chico que había conocido hacía pocos instantes, se le acercaba y le decía algo que ella no alcanzaba a oír por la distancia. Vio al príncipe andar hacia él con ese aire de suficiencia y ella ya pudo olfatear problemas. Los observó intercambiar unas cuantas palabras hasta que Arturo extendió los brazos a sus lados, como retándolo a atacarlo. Hermione rogó que Merlín no hiciera nada tan estúpido como aquello pero sus ruegos no fueron escuchados porque intentó golpearlo pero fracasó.
Suspiró. Ya sabía lo que vendría ahora. Seguramente Merlín pasaría una noche o dos encerrado en los calabozos del castillo.
…
Lady Helen llegó esa misma noche. Uther había hecho que Hermione, Morgana y un grupo de caballeros esperaran a la invitada de honor a su lado en la sala de tronos. Todos se habían vestido adecuadamente para la ocasión. Quizás fuera por la emoción que todos sentían y que la contagiaba pero Hermione estaba ansiosa por conocer a la mujer que, según decía, tenía la voz más hermosa del reino. Morgana, que se encontraba a su lado, no parecía compartir el sentimiento.
—¿Estás bien?—le preguntó en voz baja para que sólo ella la oyese.
La protegida del rey forzó una sonrisa.
—Sí, Hermine. Sólo quiero que esto termine de una vez.
Por fortuna, las puertas de la sala se abrieron de par en par y dejaron entrar a una mujer de mediana edad que caminaba con paso firme y la cabeza en alto. Uther se puso de pie al verla llegar y Lady Helen le obsequió una sonrisa amable.
—¡Lady Helen! Muchas gracias por venir a cantar en la celebración—dijo el Rey.
La mujer hizo una reverencia sin borrar la sonrisa de su rostro.
—El placer es mío.
—¿Qué tal su viaje?—preguntó mientras tomaba sus manos entre las suyas y se las llevaba a los labios para besarlas suavemente.
—El tiempo que tardó, señor.
—Lo sé, pero siempre vale la espera.
La sonrisa de Lady Helen se volvió más amplia.
—Eso espero.
—Por favor, acompáñeme—dijo Uther ofreciéndole su brazo y llevándola hacia Hermione y Morgana—Le presentaré a mi hija, Hermione y a mi protegida Morgana. Ellas serán una buena compañía estos días.
Hermione se adelantó y le sonrió con amabilidad. Le habían presentado a invitados importantes con anterioridad así que ya sabía lo que debía hacer.
—Lady Helen, es un placer conocerla. Espero que se sienta a gusto en Camelot.
La mujer hizo una reverencia cortés. Al alzar la vista contempló a Hermione con fijeza, haciéndola sentir incómoda.
—El placer es todo mío.
La emoción que había sentido desapareció por completo. Había algo que no le gustaba.
…
—¿Qué piensas de Lady Helen, Gaius?—preguntó Hermione a la mañana siguiente.
Había ido a ver al anciano porque necesitaba saber si alguien más tenía ciertos resentimientos hacia ella.
El médico pareció no escucharla. Tenía la mirada perdida, lejos de allí. Parecía preocupado.
—¿Gaius?
—¿Eh?—parpadeó—Lo siento, Hermione. Estoy algo distraído.
—¿En qué piensas? ¿Qué es lo que te preocupa?—preguntó acercándose a él.
El anciano suspiró.
—Merlín—murmuró—Anoche no regresó. No sé dónde se encontrará…
—Seguramente, encarcelado.
Los ojos del anciano rápidamente se fijaron en ella y la contemplaron con alarma. ¿Pensaba acaso que alguien había descubierto que hacía magia? Claro, Hermione no lo había visto, pero el nombre de Merlín no era común, mucho menos en esa época. ¿Qué posibilidades había de que este chico fuera uno normal y que por pura casualidad portara ese nombre?
—¿Encarcelado?
—Ayer lo vi enfrentarse a Arturo cuando intentó defender a uno de los sirvientes. Y ya sabes cómo es él, impetuoso y terco como una mula… Vi que los guardias lo arrastraban.
—¡Oh, por todos los Cielos! ¿A caso este chico quiere causarme la muerte?—preguntó a nadie en particular antes de volver a poner su atención en Hermione—¿Podrías, por favor, ayudarme? Te devolveré el favor como desees.
—Gaius, no tienes que devolverme nada… Además, yo no fui la que lo puso ahí. Los guardias sólo aceptarán una orden de Arturo…Pero creo que podría hablar con él.
…
—No.
—Pero, Arturo…
—¡He dicho que no, Hermione! Ese idiota se metió en asuntos que no le correspondían.
—¡Ese idiota, como lo llamas, estaba defendiendo a un hombre de tu abuso de poder!—le gritó furiosa—¿Así es cómo te convertirás en Rey? ¿Así serás cuando gobiernes?
La mirada de Arturo se volvió herida.
—Yo no…—intentó defenderse pero Hermione lo interrumpió.
—¡Ordena que liberen a Merlín ya mismo, Arturo! No hizo absolutamente nada malo.
—¡Intentó atacarme! ¿A caso no te importa?
—Lo provocaste. ¿Crees que no vi tu espectáculo?—gruñó—Haz lo que te digo u olvídate de llamarme tu hermana.
Salió furiosa de allí, dejando a un Arturo mucho más molesto. ¡Hermione! ¿Por qué siempre ella tenía que salirse con las suyas? ¡Adoraba con el alma a su hermana pero cuando quería podía ser tan insistente, tan terca! Ahora debía liberar a ese inútil si no quería tenerla de nuevo allí en menos de quince minutos despotricando nuevamente contra él.
El príncipe suspiró con resignación y tomó una manzana que se encontraba sobre la mesa. De pronto, una idea se le ocurrió y sonrió. ¡Oh, Merlín no tenía idea de lo que le esperaba!
…
—¡Merlín!—gritó Gaius nada más entrar a la celda—¡Tú! ¡Oh… tú no dejas de asombrarme! Lo primero que deberías hacer es no llamar la atención. ¡¿Y qué haces?! ¡Te comportas como un idiota!
—Lo siento.
Gaius tenía la certeza de que no estaba verdaderamente arrepentido.
—Tienes suerte. Tuve que usar mis influencias para liberarte.
La expresión de Merlín cambió rápidamente a pura felicidad.
—¡Oh, Gaius! ¡Gracias, gracias!—exclamó—No olvidaré esto.
—Bueno—titubeó Gaius—Hay que pagar un precio, Merlín…
Lo próximo que supo fue que se encontraba en el cepo, con las manos encadenadas y con el cuello atravesando el agujero de la madera. Niños y adultos se divertían a su costa lanzándole fruta podrida. Gaius cruzó delante de él riéndose por su situación.
Él intentaba mover su rostro lo mejor que podía para que nada le diera en la cara pero un tomate dio contra su cabeza y parte de su jugo corrió por su frente. Cuando volvió a alzar la mirada se encontró con una chica observándolo.
—Soy Gwenevier—se presentó—Pero muchos me llaman Gwen. Soy doncella de Lady Morgana.
—Claro—intentó sonreír—Soy Merlín—extendió lo mejor que pudo su mano y ella aproximó la suya para estrechársela— Aunque muchas personas me llaman idiota.
—¡No, no, no, no! Vi lo que hiciste. Fue muy valiente.
—Fue estúpido—la contradijo.
—Bueno, no ibas a vencerlo.
—Podría vencerlo—aseguró.
—¿Tú crees?—preguntó Gwen con la duda reflejada en su rostro—Porque no pareces del tipo musculoso.
La sonrisa de Merlín se borró lentamente.
—Gracias—dijo con sarcasmo.
Gwen miró horrorizada, dándose cuenta de lo que había dicho.
—¡No, no! Eres más fuerte de lo que creo. Sólo que… Arturo es uno de esos hombres rudos que salvan el mundo y… bueno…
—¿Qué?
—Tú no pareces eso.
Merlín no supo si sentirse insultado o divertido por la vergüenza de la chica.
—Me gustó que lo enfrentaras—dijo ella—Arturo es un abusivo y todos creyeron que tú eras un héroe.
—¿A sí?
Gwen asintió.
Un grupo de personas apareció delante de ellos trayendo canastas con más frutas en mal estado.
—Será mejor que te vayas. Mis admiradores han regresado—le dijo Merlín a Gwen.
Continuará...
