¡Hola a todos! Nuevamente estoy acá con un nuevo capítulo. En este, a pesar de que aún sigue los acontecimientos de la serie, se sumará un nuevo personaje que de vez en cuando hará acto de presencia. Seguramente lo reconocerán porque forma parte de la saga de Harry Potter.
Saludos.
Ninguno de los personajes me pertenecen.
LA PLAGA
Hermione había accedido a ayudar a Gaius a recoger algunas hierbas que necesitaba no sólo porque le gustaba hacerlo y la acercaba un poco a lo que conoció sobre pociones, sino también porque ir al bosque a buscarlas implicaba estar sola. Jamás le había dicho a Uther sobre esta actividad, mucho menos a Arturo. Si se enteraban lo que hacía se lo prohibirían terminantemente porque considerarían que era muy peligroso. Cualquiera podría reconocerla y querer secuestrarla o matarla como venganza. ¡Dios sabía que el rey tenía muchos enemigos!
Hacía unas cuantas semanas atrás, cuando se llevó a cabo un torneo de combate de espadas, la vida de Arturo había estado nuevamente en peligro. Todos los caballeros del reino habían asistido en busca del honor de vencer al príncipe y de la suntuosa cantidad de oro que había como premio y entre ellos estuvo Valiant. Orgulloso, terco y un maldito asesino. Merlín había averiguado (ella aún desconocía cómo) que las serpientes que tenía pintadas en su escudo cobraban vida cuando él pronunciaba un hechizo y en medio del combate mordían al contrincante dejándolo gravemente herido. Se lo había dicho a Arturo y abiertamente habían acusado a Valiant pero no hubo pruebas suficientes y el caballero se regodeó diciendo que quizás el príncipe tenía miedo de enfrentarlo.
Ella no había pasado mucho tiempo con Merlín desde su llegada. Se saludaban con cordialidad cuando se topaban en alguna parte del castillo o si coincidían al estar con Gaius, pero nada más. Aún así, sabiendo en quién se convertiría, no podía dejar de confiar en él. Cuando oyó que había visto a las serpientes salir del escudo no le cupieron dudas de que decía la verdad. Insistió a Arturo que dejase el torneo pero debía de haber supuesto que sus palabras no serían oídas. Él no iba a dejar que nadie lo creyera falto de valor o un cobarde. Además, más que nada, quería probarse ante Uther, para que el rey lo felicitara y se sintiera orgulloso del hijo que tenía.
Por fortuna, las cosas salieron bien, aunque no para Valiant.
Hermione rodeó un árbol y encontró a unos metros más allá Artemisa. Tenía un total de cinco hierbas que encontrar y esa era la primera de la lista. Gaius la utilizaba para preparar la pócima de Morgana.
Con la pequeña daga que le había dado el médico, cortó con cuidado algunas ramitas por encima de la raíz, tal como le habían enseñado y las guardó en la bolsa de cuero que colgaba de su cintura. Siguió observando hacia el suelo, enojándose cada vez que la falda de su vestido se enredaba. Eran prendas preciosas y que en aquel momento valían muchísimo pero eran poco prácticas para andar en el bosque o montar o hacer cualquier cosa que requiriese agilidad o un fácil desplazamiento. Ingrid ya llevaba cosiendo muchas rasgaduras en sus faldas.
No le llevó mucho tiempo conseguir los demás ingredientes que el galeno necesitaba. Había aprendido a encontrar todo sin adentrarse demasiado en el bosque y así poner en peligro su vida. Mientras se quedase lo suficientemente cerca como para salir y poder pedir ayuda a gritos, todo estaría bien. Le hubiese gustado poder recorrer algunos caminos y descubrir a dónde llevaban pero no tenía una espada propia con la que pudiera defenderse y robar una de la armería sería demasiado sospechoso puesto que las tenían todas bien contadas.
¡Cómo le gustaría poder tener su varita! Con ella las cosas resultarían mucho más fáciles aunque debería ser muy cuidadosa de cómo y cuándo la utilizaba. Lo último que deseaba era que descubrieran que ella era una bruja. ¿Cómo reaccionaría Uther? Seguramente no tendría consideración por su vida, sin importar que creyera que ella era su supuesta hija perdida.
Notando que aún era temprano, se dejó caer en el suelo al pie de un árbol. En el castillo apenas podía pensar con tranquilidad. Había muchas distracciones y eran raras las ocasiones en que se encontraba sola. Siempre estaba acompañada por alguien, ya sea Morgana, Arturo o su propia doncella. Si quería pasear por la ciudadela los guardias siempre iban detrás de ella a una distancia prudencial pero haciéndose notar. ¿Cómo podía pensar con tanta gente rodeándola y distrayéndola? Por eso disfrutaba demasiado sus escapadas al bosque. Allí su mente trabajaba con normalidad.
Su principal preocupación era la misma que tenía desde el instante en que llegó a Camelot. ¿Por qué allí? ¿Por qué en ese tiempo? Presentía que estaba relacionado con que la creyeran hija de Uther pero no lograba encontrar la información necesaria para llenar las lagunas que había en la historia del secuestro. Si Uther había comenzado la Gran Purga después del secuestro de su hija, ¿Qué motivos llevarían a una bruja a causarle tanto daño?
El sonido de cascos contra el suelo la sacó de sus pensamientos. Asustada, se puso de pie y comenzó a caminar con prisa hacia el castillo pero al darse cuenta que no llegaría sin ser descubierta se escondió detrás de un arbusto frondoso. Se agachó al suelo con las rodillas y las palmas apoyadas en una pila de hojas secas pero húmedas por el rocío de la mañana y miró a través de un pequeño espacio entre las ramas.
Alto, apuesto, con ropas costosas y un caballo negro precioso perfectamente cuidado. Claramente pertenecía a la realeza. No pudo verle el rostro pero aún así supo que nunca lo había visto antes. Usaba una capa roja, de un tono más oscuro que la de los caballeros de Camelot y su escudo tenía el dibujo dorado de un león parado en sus patas traseras. Le resultó extrañamente familiar aunque no podía asegurar de dónde. Quizás lo había visto en alguno de los libros de la biblioteca.
El hombre iba sólo. Sin ningún caballero ni sirviente que lo acompañase.
Hermione lo vio andar unos metros más allá de dónde ella estaba oculta pero antes de que pudiera sentirse aliviada porque se alejaba, él se detuvo. Sintió su corazón marchar a una velocidad alarmante dentro de su pecho cuando el desconocido giró el rostro hacia atrás y miró a su alrededor como si estuviera buscando algo. Para su horror, su mirada se detuvo en el arbusto. Llevó su propia mano a su boca para evitar hacer cualquier tipo de ruido pensando que se marcharía si no oía o veía nada.
Pero no. Bajó del caballo con facilidad y caminó en su dirección.
—Sal de ahí—ordenó con voz potente—¡Ahora mismo!
Hermione se debatió internamente por unos segundos pero finalmente se puso de pie. No bajó la vista. Arturo le había enseñado a no dejarse intimidar por nadie y no iba a empezar de nuevo a mostrarse vergonzosa.
El hombre era mucho más apuesto de lo que había visto a la distancia. Ojos celestes, caballo oscuro y tez aceitunada. Él también la contempló de arriba abajo sin vergüenza alguna. Su mirada se mostró sorprendida al descubrirla.
—Pensé que eras uno de los caballeros de Camelot—dijo—Me alegra ver que no es así. No me gustaría tener que dar explicaciones de por qué estoy aquí.
—¿Quién es usted?
—Yo podría hacerte la misma pregunta, muchacha.
Alzando el mentón con suficiencia, miró al desconocido con orgullo. Había interpretado aquel papel por muchos meses ya y lo sabía cumplir muy bien.
—Hermione Pendragon—dijo notando como el hombre abría la boca con sorpresa—Hija del Rey Uther. Este es su reino. Y aunque no sea uno de sus caballeros creo que tiene el deber de darme esas explicaciones que no le gustaría dar.
—Disculpe, mi lady—murmuró haciendo una reverencia—He oído de su sorpresivo regreso a Camelot pero no había tenido el placer de conocerla y admirar su belleza.
—No necesito sus halagos—dijo rodando los ojos—Dígame quién es y qué hace aquí.
—Sir Godric Gryffindor—Hizo una reverencia nuevamente, pero esta vez más pronunciada—Y vengo de visitas.
Ocultar su sorpresa no fue fácil. De hecho, estaba segura que no lo consiguió a juzgar por la mirada inquisidora que le lanzó él ya que pasaba el tiempo y ella seguía viéndolo con los ojos abiertos como platos.
—Mientes—lo acusó una vez que pudo recuperar el habla—Si estuvieras de visitas, tu llegada se habría anunciado.
—¿Ha oído hablar de mí, Lady Hermione?—preguntó él sin inmutarse por sus palabras.
—No—mintió.
Él sonrió de lado.
—¿Y ahora quién es la descarada mentirosa? Tu expresión al oír mi nombre no deja lugar a dudas. Estoy seguro que tu querido padre te ha advertido sobre mi persona.
—No lo ha hecho…
—Por favor—bufó—Me ha prohibido la entrada a Camelot desde hace muchos años pero, por más que intenté pasar desapercibido, siempre alguien me reconoce y le advierte. Hay un precio por mi cabeza. Todos lo saben.
—Yo no lo sabía—aseguró y le lanzó otra mirada—Y si sigues vistiéndote de ese modo, obviamente te reconocerán.
Él miró sus propias ropas extrañado.
—Son costosas. Más allá de algunos sires, aquí la gente tiene apenas para sobrevivir. No pueden pagar telas como esas. Resaltas demasiado con esos colores. Si quieres adentrarte a Camelot sin ser descubierto, debes andar disfrazado de campesino.
Él lo consideró unos instantes hasta que finalmente asintió. Pero le lanzó una mirada de duda a Hermione.
—¿Por qué me lo dices? ¿Y si intento colarme en el Castillo para asesinar a tu padre?
—No lo harás. No sé lo que planeas pero estoy segura que no es eso. Además, eres Gryffindor, quiero suponer que eres valiente y honorable.
El hombre la contempló fijamente por unos largos segundos, casi sin parpadear.
—Sabes quién soy—dijo con seguridad—No lo niegues.
—Si te refieres a tu naturaleza de mágica, sí. Pero no fue por Uther.
—¿Entonces quién te lo dijo?
—¿A caso importa?—preguntó con un leve encogimiento de hombros—No le diré a nadie que estuvo aquí pero será mejor que se marche y venga en otra ocasión con la vestimenta adecuada.
Godric asintió, aún sorprendido.
—¿No tienes los mismos pensamientos que tu padre con respecto a la magia?
—Sir Godric, si ha oído sobre mí, sabrá que no fue Uther quién me crió. Entiendo que la magia puede ser utilizada para realizar actos oscuros pero también sé que la mayoría de los brujos que hay en el mundo son inofensivos—miró hacia el castillo antes de volver a dirigirse a él— Ahora márchese. He tardado lo suficiente como para alertar sobre mi ausencia y no tardarán en salir a buscarme.
—¿Se ha escapado?
—Sólo necesitaba tranquilidad.
Él sonrió como si comprendiera de lo que hablara. Caminó con largos pasos hacia su caballo, lo montó y se acercó andando hacia ella nuevamente.
—Jamás olvidaré su consideración, Lady Hermione, si alguna vez necesita mi ayuda pregunte en el mercado de pueblo por GreenEyes. Él la llevará conmigo inmediatamente.
—He estado allí pero nunca lo he oído nombrar antes.
El hombre le giñó un ojo con complicidad.
—Ni lo hará, mi lady.
…
Ya había llegado el momento.
Sabía que ella había vuelto hacía unos meses, no sólo por los rumores sino también porque la había sentido. Había sido su magia la que había hecho que desapareciera de ese mundo y ahora la había hecho regresar. Sus poderes habían disminuido considerablemente por unos días cuando eso sucedió. Se había sentido agotada y sin fuerza pero como Sacerdotisa de la Antigua Religión no había tardado en recuperarse.
—Hermione—saboreó cómo se sentía su nombre en sus labios.
La había estado vigilando durante todos estos años, protegiéndola sin que ella lo supiera, viendo sus sonrisas y lágrimas. Había intentando no sentir nada pero en ese tiempo su corazón se había ablandado y un sentido casi maternal había crecido dentro de su pecho. Pronto la vería de nuevo. Lo sabía.
Con su regreso había abierto la puerta a la nueva oportunidad de cobrar venganza por lo que había hecho Uther. Tan sólo pensar en ese hombre su sangre hervía de rabia y odio. Quería verlo muerto pero primero lo haría sufrir y destruiría lo que más amaba: su preciosa Camelot.
Había guardado aquello por mucho tiempo. Lo tomó con cuidado entre sus manos y lo posicionó frente a la fuente de agua. Cerró sus ojos y dejó que la magia que corría por sus venas llenara su cuerpo. Las palabras vinieron a su boca sin necesidad de pensarlas demasiado. Pronto, el hechizo fue tomando cuerpo y el huevo que sostenía comenzó a brillar y el corazón del ser que contenía a latir. Sonrió orgullosa de su creación antes de dejarlo caer en el interior del agua para dejar que las corrientes interiores lo arrastraran a su destino.
…
—¡Buenos días, Hermione!
Se volteó para mirar a Ingrid que había aparecido a su lado. Los dos guardias que le había dado Arturo seguían tras ella. Había decidido ir a caminar por el mercado. No le permitían tomar decisiones en el aspecto político y Uther le había prohibido regalar dinero después de que la había descubierto haciéndolo, así que su único modo de ayudar que tenía de momento era comprar cosas a los vendedores locales para beneficiar la economía.
—Ingrid. ¿Disfrutas de tu día libre?
—¡Oh, sí, señorita!—exclamó con una sonrisa de oreja a oreja—He dedicado el día para hacer todo lo que a mí me gusta, como usted me ordenó. Visité a unas amigas, tomé un largo baño y me puse bonita.
—He visto que estás usando el vestido que te obsequié. Te queda muy bien.
—Gracias, mi lady—murmuró algo avergonzada—¿Quiere que la acompañe?
—Es tu día libre, Ingrid, no tienes que acompañarme. Ve, sigue con tu día…
La muchacha asintió y tras hacer una reverencia salió corriendo de allí.
Ella sonrió, contagiada por el buen humor de su doncella, y siguió caminando. Vio un puesto de seda y se acercó a ver si encontraba algo para obsequiarle a Morgana pero antes de que pudiera llegar allí un hombre tambaleante se desplomó contra ella. Tomándola por sorpresa, gritó asustada y los guardias no tardaron en tomar al hombre por los hombros y empujarlo lejos de ella.
—¡No, esperen!—gritó ella cuando se dio cuenta de la palidez—¡Oh, por Circe! ¡Llamen a Gaius! ¡Rápido!
…
Gaius se inclinó sobre el cuerpo y miró fijamente. Tocó la piel fría del cadáver. Estaba acostado en el suelo boca abajo, tal como había caído cuando Hermione ordenó a los guardias que lo soltaran.
—¿No estás asustado?—preguntó Merlín.
—¿De qué?
—Podrías contagiarte de lo que sea que es.
—Esto forma parte de mi trabajo—le dijo—Es sólo un muerto. No hay nada que dé miedo.
Hermione escuchó el intercambio de palabras sin prestar demasiada atención. Sólo contemplaba el cuerpo inmóvil. Gaius lo dio vuelta y todos vieron con horror cómo su piel había adoptado un tono azulado, con las venas marcadas sobre su rostro y los ojos abiertos, completamente en blanco.
Gaius la miró y luego a Merlín. Jamás habían visto nada parecido. Era una terrible visión que podría ocasionar pesadillas.
—La gente no debe ver esto—dijo Hermione, sabiendo que sólo causaría preocupación y alarma.
—Tiene razón—indicó el Galeno—Tápalo, Merlín.
El muchacho buscó rápidamente un trozo de tela y lo cubrió. Poco después, caminaban al interior del castillo con el cadáver sobre una carreta bien cubierta. Gaius y Merlín tiraban de ella para que avanzase lo más rápidamente posible.
—Lady Hermione, no tiene porqué ver esto—susurró Gaius—Puedes irte si lo deseas.
—Este no es el primer cadáver que veo, Gaius—le dijo con seriedad.
El anciano sólo la contempló pero no comentó nada al respecto.
—¿Qué están haciendo?—preguntó Gwen apareciendo detrás de ellos.
Merlín rápidamente corrió hacia la parte posterior del carruaje para impedir que viera lo que ocultaban.
—Sólo… trayendo algo—dijo el muchacho.
—Parece pesado—comentó viendo con curiosidad.
—Algo realmente… Mmm…—titubeó el chico sin saber qué decir.
—Alguien te obsequió flores—intervino Hermione sonriéndole—¿Tienes un admirador, Gwen?
—¡Oh, no, mi lady!—dijo sonriéndole—¿Quiere una?
Ella tomó la que le regalaba y se lo agradeció.
—También tengo una para ti, Merlín—comentó—Es púrpura. El color te conviene… ¡No estoy diciendo que el rojo no te quede!—se apresuró a añadir notando que usaba una camisa de ese color.
Merlín rió algo avergonzado.
—Bueno, eh… gracias—buscó un lugar en dónde colocar la flor y terminó poniéndola en su cuello, sosteniéndola con su pañuelo—Eh… nos vemos.
—Adiós.
Hermione notó la incomodidad de ambos y pensó si podía existir algo entre ellos. Jamás había sabido si el famoso mago había tenido algún amor o un romance con alguien pero si había sido así Gwen era una excelente candidata. Era amable e inteligente y, definitivamente, se llevaban bien con Merlín.
Una vez que llegaron a las instalaciones de Gaius, colocaron el cadáver sobre la mesa de observación y comenzó a revisarlo.
—¿Sabes qué puede ser esto?—preguntó Hermione.
Sabía de muchas enfermedades mortales que azotaron crudamente aquella época pero no reconocía los síntomas que presentaba el cadáver.
—¿Alguna clase de plaga?—aventuró Merlín.
—No. Esto no es de la naturaleza. ¿Pero quién tiene este tipo de poder?
—¿Quieres decir que es magia?—preguntó Hermione, viendo el intercambio de miradas entre el médico y Merlín.
—Es concebible—aseguró el anciano.
¿Magia? ¿Nuevamente? ¿Cómo era posible que sabiendo el odio que tenía Uther hacia ella alguien tuviera el valor de causar más daño y crear más desprecio?
—¡Merlín!
El grito de Arturo se hizo oír por todo el recinto.
El muchacho hizo una mueca y corrió hacia la puerta. El tiempo que llevaba trabajando para el príncipe no había sido precisamente de color de rosas. Parecía que Arturo hacía todo lo posible para ser la persona más fastidiosa del mundo y así arruinarle todo el día. Merlín podía catalogar su trabajo como una desgraciada aventura que estaba obligado a vivir. Pero no quería quejarse, al menos no mucho.
Antes de que Arturo abriera la puerta, Merlín lo hizo y se interpuso en el camino.
—Estoy en camino. Lo siento, llego tarde…
—Estoy acostumbrándome—dijo con disgusto.
Miró a Merlín y notó que llevaba una flor sobre su pañuelo, sus ojos viajaron más allá y vio que su hermana también tenía una en su cabello, detrás de su oreja. No le extrañaba verla allí. Ya estaba acostumbrado a que pasara más tiempo en la biblioteca y con Gaius que en cualquier otra parte.
—¿De dónde has sacado esa flor?—preguntó con disgusto.
—¡Oh! Gwen me la obsequió—explicó.
Los ojos de Arturo se entrecerraron con sospecha. Miró fríamente a Merlín.
—Apresúrate—le ordenó—Y dile a Gaius que mi padre lo espera… —miró a su hermana—Hermione, vienes conmigo.
La chica no ocultó su disgusto pero igual lo siguió de mala gana.
…
Otro cadáver. Había caído limpiamente dentro del castillo y presentaba las mismas condiciones que el anterior. Uther había llamado a Gaius por eso y ella y Arturo también estaban presentes junto a un grupo de caballeros.
—¿Qué le pasó?—preguntó el rey.
—No sé, señor—confesó—Pero es el segundo caso que he visto hoy.
—¿Por qué no me informaste sobre eso?—cuestionó.
—Padre—sólo lo llamaba así cuando quería que le prestara absoluta atención—Yo llamé a Gaius cuando me topé con el primer hombre en el mercado. Estaba con él cuando Arturo lo llamó. Iba a informarte inmediatamente.
—Quería encontrar la causa, señor—indicó Gaius al notar que el rey lo contemplaba.
—¿Y qué descubriste?
—No hay conclusiones aún. El proceso científico es largo.
Incluso a los oídos de Hermione aquello sonaba esquivo.
—¿Qué me ocultas?—preguntó Uther con los ojos entrecerrados, contemplándolo con sospecha.
—Señor, no he visto nada que se le parezca. Las víctimas se mueren en menos de veinticuatro horas. Es una propagación rápida.
—Entonces, ¿Cuál es la causa?—insistió.
Gaius suspiró, ya sabiendo lo que pensaría el rey al oír sus sospechas.
—Creo que la causa más probable es la hechicería.
La mirada de Uther se volvió llena de terror. Por unos instantes miró a Hermione con miedo antes de volver a posar sus ojos en el cadáver. Finalmente, se volvió hacia su hijo.
—Tenemos que encontrar al responsable
—Lo haré, padre.
—Incrementa tu actividad en la ciudad. Dobla las guardas de todas las puertas y… deja que tu sirviente trabaje con Gaius.
—¿Merlín? ¡Pero, padre…!
—Necesitamos a Gaius para encontrar la cura. Si él necesita ayuda, no se la negaremos. Si Gaius está en lo cierto, créeme, esta ciudad se convertirá en una tumba. ¡Este es el tipo de magia que corrompe y cuestiona todo lo que hemos hecho! Si no podemos contener esta plaga, la gente volverá a la magia para matar—dijo con seriedad—Debemos encontrar a este hechicero y rápido.
—Sí, padre.
…
Las guardias se redoblaron. Arturo tomó muy enserio lo que dijo su padre e hizo que todos estuvieran alerta. Buscó en el pueblo exhaustivamente sin tener resultados. Gaius, por su parte, seguía intentando encontrar una solución.
—¿Qué es eso?—preguntó Hermione viendo un líquido turbio en un frasco de vidrio.
—En contenido del estómago del hombre—contestó.
Merlín hizo una mueca de asco.
—¿Eso te dirá quién lo hizo?—preguntó el chico.
—No, pero quizá cómo se propagó—contestó—Una cosa que sé es que se trata de magia muy oscura.
—¿Por qué alguien utilizaría la magia de ese modo?—inquirió sin entenderlo.
—La magia corrompe—respondió Hermione con seriedad—Las personas que tiene magia pueden llegar a utilizarla para su propio beneficio, olvidándose que es un poder que requiere una enorme responsabilidad.
La mirada de ambos hombres se posaron en ella y se dio cuenta que quizás había hablado sin pensar. Debía ser cuidadosa a la hora de dar su opinión al respecto.
—Pareces conocer de lo que hablas—dijo Merlín.
Ella simuló no entender las implicaciones.
—Sólo es una suposición—murmuró apartando la mirada.
—Pero no toda la magia es mala—musitó Merlín—¿Verdad?
Hermione se abstuvo de decir cualquier cosa a pesar de que tenía una opinión clara.
—No es buena ni mala. Se trata de cómo la usas—dijo Gaius.
Las puertas de la sala se abrieron de repente, sobresaltándolos a los tres. No querían que algún oído indiscreto oyera sus palabras.
—Allí—dijo Arturo a un guardia.
—¿Qué es esto?—preguntó Hermione furiosa—¿Vienes aquí también? ¿No te bastó con hacer que los guardias revisen dentro de mi armario?
—Tenemos que registrar todas las habitaciones, Hermione.
—¿Por qué?—preguntó Gaius sin entender lo que sucedía.
—Buscamos al brujo.
—¿Por qué estaría aquí?
—Sólo hago mi trabajo—indicó.
—¿Y crees que Gaius ocultaría a un brujo?—preguntó intentando no lanzar una mirada a Merlín.
—No te preocupes, Hermione. Que busque. No tengo nada que ocultar.
Los guardias no tenían mucho cuidado. Rebuscaron en cada recoveco, en cada rincón. Incluso pisaron el suelo con fuerza, viendo si no había un túnel oculto o una puerta-trampa.
—¿Qué son estos papeles?—preguntó el príncipe.
—El trabajo de mi vida dedicado a la ciencia—respondió el anciano—Te invito a leerlo si lo deseas.
Arturo los ojeó sin prestarle demasiada atención y finalmente los dejó donde los había hallado.
—¿Y esa habitación?
—Es mía—dijo Merlín.
—¿Qué es lo que esperan encontrar con estas búsquedas?—quiso saber Gaius—Si el hechicero se está escondiendo, no será fácil encontrarlo.
—Estoy buscando pruebas de uso de encantamientos—dijo sin mirarlo antes de entrar al cuarto.
Hermione vio que Gaius murmuraba algo en voz baja para que sólo Merlín escuchase y advirtió como los ojos del chico se agrandaban horrorizados.
—Merlín, ven aquí—llamó Arturo—Mira lo que he encontrado.
Pálido, caminó hasta el interior de su habitación. Ya casi podía sentir el filo del hacha del verdugo sobre su cuello. Vio como el libro de hechizos que le había obsequiado Gaius se encontraba en el suelo, al lado de la cama.
—He encontrado un sitio donde meter cosas—le dijo nada más verlo, haciendo referencia al desorden que había en el cuarto—Se llama armario.
Sin moverse de dónde estaba, con ayuda de sus poderes, consiguió que una camisa se moviera hasta al suelo y cayera sobre el libro, ocultándolo. Arturo siguió revisando el cuarto hasta que finalmente salió fuera.
—¿Cuánto tiempo crees que tardarás en encontrar una cura?—cuestionó con autoridad.
—Depende de la cantidad de interrupciones que tenga—le respondió.
—Por supuesto, lo siento.—contempló a Hermione—¿Es recomendable que estés aquí?
—¿Por qué no lo sería?
—Es peligroso. Te podrías contagiar.
—Aún no sabemos cómo se contagia la enfermedad, Arturo. Tú haces tú parte para ayudar a solucionar esto, déjame que haga lo mismo aquí, ayudado a Gaius.
Arturo miró a su hermana con pesar.
—Sólo me preocupo por ti, lo sabes. No quiero que nada malo te suceda.
Hermione le sonrió cálidamente.
—Lo sé.
—Sólo… ven cuando sea realmente necesario. Intenta alejarte todo lo posible de cualquier cadáver… ¿La necesitas ahora aquí, Gaius?
—No, precisamente…
—¡Gaius!—protestó Hermione.
—Dale un poco de tranquilidad a tu hermano, querida—le pidió.
No le quedó otra opción más que salir. Era obvio que Gaius no la quería allí.
…
—¿Me mandaste a llamar?—preguntó Hermione a Uther.
Estaban en la sala de tronos y la puerta se había cerrado detrás de ella.
—Así es, Hermione.—esperó a que ella se le acercara—Se que ya hemos tenido otras ocasiones donde enfrentamos a la magia y salimos victoriosos pero tengo el presentimiento que esta vez es diferente.
—¿Por qué lo dice?
—La gente muere, Hermione, y no estamos cerca de encontrar una solución.
—Estoy segura que Gaius lo conseguirá. He intentado ayudarlo pero…
—Sí, precisamente de eso quería hablarte—la interrumpió el Rey—Arturo me ha informado que quieres ayudarlo.
—¡No tiene derecho a decirte cada cosa que hago o dejo de hacer!
—Por el contrario, es tu hermano y tiene el deber de protegerte. Debe velar por tu seguridad y por tu honor.
—Puedo cuidarme sola.
Los labios de Uther se apretaron y se volvieron una delgada línea, como siempre que alguien se atrevía a contradecirlo o enfrentarlo.
—Eres mi hija—le recordó—Me debes respeto al igual que a tu hermano. No debes actuar de un modo tan hipócrita después de todo lo que hemos hecho por ti—la miró con frialdad—No irás a ver de nuevo a Gaius.
—¡Pero…!
—¡He dicho que no, Hermione!
Las puertas se abrieron y dejaron entrar a Arturo. Inmediatamente sintió la tensión en el ambiente.
—¿Qué sucede?—preguntó.
Hermione le lanzó una mirada helada antes de salir de allí sin responderle. Todo era culpa de él, si no hubiera ido con el chisme a Uther ella podría seguir ayudando a Gaius.
—¿Qué pasa con Hermione?—preguntó Arturo a su padre.
Uther se sentó en su trono.
—Sólo está enfadada… Dime, ¿Ha habido algún resultado?
—Hemos mirado por toda la ciudad pero nada. Ya no sé dónde más buscar.
Uther miró apesadumbrado.
—Impón un toque de queda—ordenó—Nadie debe estar fuera tras las campanadas—se quedó pensando unos momentos.
—¿Padre?—lo llamó Arturo.
—Acordona la parte baja de la ciudad.
Arturo lo contempló extrañado.
—¿Por qué?
—Porque allí es donde más víctimas hay. Aislémosla y evitemos que esta enfermedad se propague.
—Pero… ¿Y qué hay de la gente que vive allí?
—¿Crees que no lo he pensado?—preguntó—¿Qué más puedo hacer? Debo proteger al resto de la ciudad.
Arturo hizo una reverencia y se marchó. No le gustaba contradecir a su padre a pesar de que pensaba que aquello era una mala idea. Sabía cómo se ponía cuando alguien ponía en dudas sus palabras y él, como buen hijo, no quería nada más que su aprobación.
…
—¿Qué hay de diferente en esta víctima?—preguntó Gaius a Merlín.
El cuerpo estaba tendido sobre la mesa de la sala del galeno. Lo habían encontrado hace poco tiempo.
—Eh… Es una mujer—respondió diciendo lo primero que se le vino a la mente.
Gaius lo miró con disgusto.
—A veces me pregunto si tu talento mágico se le dio a la persona correcta—dijo molesto—Piensa, Merlín, ¿Qué hay de diferente en ella con los demás?
—Es una cortesana—dijo Hermione apareciendo en el interior.
Ambos la miraron sorprendidos.
—Mi lady, pensé que su padre le había prohibido regresar.
—Bueno, esperemos que no se entere de que estoy aquí, entonces—dijo mirándolos significativamente a ambos—No pienso quedarme de brazos cruzados mientras las personas mueren. Si puedo aportar algo, aunque sea mi mente, lo haré.
Gaius suspiró con resignación. La conocía lo suficientemente bien como para saber que no daría marcha atrás.
—Tienes razón, Hermione, ella es cortesana—confirmó Gaius—Y las cortesanas raramente van a la parte baja de la ciudad. ¿Qué quiere decir eso?
—Emm…—Merlín pensó—Que ella no había hablado con ningún ciudadano.
—Sí. Nos sugiere que la enfermedad no se contagia por contacto—completó la idea el anciano.
—Posiblemente han comido diferentes cosas—siguió diciendo Merlín.
—Bien, ¿Algo más?—insistió Gaius.
—¿No respiran el mismo aire?—preguntó el muchacho quedándose sin ideas.
Gaius rodó los ojos.
—¿Qué es lo único que tienen en común?—insistió.
—Agua—murmuró Hermine—¡Es el agua!
El médico asintió.
—¿Crees que se propaga por el agua?—inquirió Merlín.
—¡Merlín, eres un prodigio!—exclamó con sarcasmo el anciano—Toma—le tendió un cubo—Busca un poco.
Merlín comenzó a marcharse.
—¿Te puedo acompañar?—preguntó Hermione—Prefiero que me descubran caminando contigo en vez de que aquí con Gaius.
—Seguro.
Ambos salieron aunque ella miró bien antes de hacerlo para comprobar que ni Uther o Arturo se encontraran cerca.
—No hay nadie—le aseguró Merlín.
—Pensarás que soy una tonta. Si Uther me descubre puede que incluso castigue a Gaius o a ti. No quiero que suceda eso.
—Te preocupas por tu pueblo, puedo entenderlo—aseguró. La miró de soslayo mientras ambos se acercaban al pozo—¿Por qué nunca llamas a Uther padre?
Hermione se sorprendió. No había pensado que alguien pusiera atención en eso. Sólo llamaba a Uther con ese apelativo cuando quería convencerlo de algo o hacer que su atención se pusiera en ella.
—Lo hago—mintió.
—Dijiste "Si Uther me descubre…"—le recordó.
—Me es difícil hacerlo, Merlín—confesó—Seguramente Gaius te contó lo que sucedió conmigo.
—Sí… Supongo… que fue un gran cambio—murmuró—Lamento que hayas visto ese lado malo de la magia.
Hermione lo miró fijamente, prestando atención a su expresión precavida.
—No pienso igual que mi padre—musitó—No me crié con él y he visto la magia actuar con desinterés y bondad. Conozco su lado oscuro también pero no creo que exterminar a todo el que la use sea la solución.
Merlín poco a poco fue formando una enorme sonrisa en su rostro hasta que parecía que la felicidad salía de sus poros. ¡No podía creerlo! Estaba seguro que jamás oiría decir palabras similares a Arturo. ¡Hermione era una persona maravillosa!
—Por favor, no le digas a nadie mi opinión sobre este tema—pidió ella—Si Uther llegara a enterarse…
—No lo haré. Te lo prometo.
Ella le sonrió con amabilidad.
—¿Hermione?
La chica se volteó para ver de quién se trataba y su rostro empalideció al comprobarlo. Merlín miró a aquel desconocido sin ser capaz de reconocerlo.
—¿Qué haces aquí?—cuestionó ella con poca amabilidad.
—Sigo tu consejo—dijo extendiendo las manos, mostrándole sus vestimentas.
Ella volteó el rostro hacia Merlín.
—Discúlpame un momento—le dijo—Ya vuelvo.
Sin mucho cuidado tomó el brazo del hombre y lo arrastró lejos de allí.
—¡Dime que no eres responsable de esto!—gruñó Hermione a Sir Godric—Si has sido tú el que ha causado esta enfermedad…
—¡Ey!—protestó el hombre, ofendido por tal acusación—Claro que no. ¿Dónde quedó eso de que yo era Gryffindor, honorable y valiente?
—He conocido Gryffindors que no lo eran—gruñó.
—¿Qué?—inquirió confundido por tal comentario.
—Nada. No importa… ¿Me jura que no ha tenido nada que ver con esto?
—Lo juro por mi vida. Mi enemistad con Uther no debe vincularse con su pueblo—indicó—No atacaría a personas inocentes.
Ella se relajó visiblemente.
—Me gustaría saber qué hace aquí—confesó—Pero este no es el momento.
—Ya sabe dónde encontrarme, princesa—le recordó—Ahora será mejor que vuelvas con tu amigo porque parece estar un poco desesperado.
Hermione asintió y rápidamente se despidió de él.
—¿Quién era?—inquirió cuando ella regresó.
—Sólo un viejo conocido—respondió—Vamos por el agua.
Caminaron hasta el pozo y Merlín comenzó a sacar agua de él, pensando en ese "viejo conocido". Hermione no había mostrado demasiada alegría al verlo. ¿Sería algún antiguo amor o alguien más peligrosos?. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando una sombra cruzó corriendo y llorando a su lado con desesperación.
—¡Gwen!—exclamó Hermione preocupada.
Comenzó a correr tras ella, llamándola, pero la chica no se detuvo. Merlín se apresuró y ambos la siguieron hasta las habitaciones de Gaius.
—¿Tienes la enfermedad?—escucharon que el anciano le preguntaba.
—No—negó con los ojos llenos de lágrimas y la voz entrecortada—Mi padre… ¡Por favor, Gaius, te lo ruego! ¡Sálvalo!
—Gwen, lo siento, no tengo la cura—le dijo con verdadero arrepentimiento, tomándole las manos para consolarla.
—¡Por favor!
—Lo siento. Espero que haya algo, pero hasta ahora el remedio está más allá de mi alcance.
Angustiada, se soltó y corrió al exterior. Hermione rápidamente la siguió. Ella había sido tan buena cuando llegó a Camelot. No iba a dejarla sola en un momento tan duro.
—¡Debe de haber algo que podamos hacer!—exclamó Merlín cuando se quedaron solos.
—Esperemos que esto pueda proporcionarnos una respuesta—dijo tomando el cubo de agua.
—¡Pero será demasiado tarde para el padre de Gwen!—casi gritó furioso.
Gaius no le hizo caso. Lo sabía muy bien. Pero hacía todo lo que estaba en sus manos.
Enfadado por la tranquilidad del hombre, corrió a su habitación y se encerró dando un golpazo con la puerta. ¡Odiaba no poder ayudar cuando sabía que podía hacerlo! ¡Tanta impotencia, tanta frustración! Apreciaba demasiado a Gwen como para dejar que su padre muriese de ese modo tan cruel. Quizás podría hacer una excepción… sin que nadie se enterase.
