Ninguno de los personajes me pertenece


EL MONSTRUO EN EL AGUA

Había pensado mucho en aquello. Sabía que Gaius se enfadaría terriblemente si se enteraba de la verdad pero no podía quedarse de brazos cruzados esperando a que el padre de su amiga falleciera. El médico le había prohibido terminantemente usar la magia para salvar la vida de cualquier persona de la ciudad pero ¡Era el padre de Gwen! Así que esperó a que cayera la noche y que el hombre con el que vivía se durmiese. Abrió la puerta lentamente y lo vio tendido en su cama, roncando suavemente. Debía atravesar la sala en sumo silencio. Había buscado en el libro de magia que tenía escondido bajo una tabla floja del suelo y había encontrado el hechizo que necesitaba.

Una vez que tuvo todo preparado, salió del castillo con sigilo. El toque de queda había sonado hacía horas y si algún guardia lo descubría podía considerar ese su fin. Casi lo consiguieron. Pero sólo casi. Cuando llegó a la casa de la chica la descubrió dormida al lado de la cama de su padre. En sus mejillas había rastro de lágrimas secas. Caminó con cuidado y casi saltó del susto cuando una tabla chirrió bajo sus pies, haciendo que Gwen se moviera. Pero no despertó.

Se aproximó a la cama y dejó la pequeña bolsita de hierbas bajo la almohada y, mientras retrocedía, musitó el hechizo que se había aprendido esa misma noche. Una tenue luz salió de debajo e iluminó el rostro del hombre. Merlín terminó de salir pero se quedó observando por la ventana. Lo vio moverse entre sueños hasta que finalmente abrió los ojos. Con cuidado, acarició la cabeza de su hija que descansaba sobre el colchón y eso fue suficiente para despertarla.

—¿Padre?—lo miró sorprendida—¿Qué ha pasado? ¡No puedo creerlo!

Nuevamente Gwen lloraba pero de felicidad.

Merlín sonrió conforme con el resultado.

Las muertes seguían aumentando. Al día siguiente los cadáveres que se encontraban en las casas o caídos en las calles se duplicaron. Hermione esperó junto a Artuto y Uther a que Gaius le diera una solución.

Se acercó a una mesa y dejó un pequeño frasco de vidrio lleno de agua con una flor pálida y marchita en el interior. Arturo se acercó dispuesto a tomarlo para comprobar de qué se trataba.

—No lo toques—le advirtió Gaius—Hace no más de un par de horas que tengo eso en el agua.

—¿De dónde viene el agua?—inquirió el príncipe.

—De los suministros diarios del pueblo.

—Debemos parar de usarla.

—¡El pueblo no puede sobrevivir sin agua!—le recordó Gaius.

—¡Debemos acabar con ese brujo!—exclamó Uther.

—No creo que esté aquí, padre—le dijo su hijo.

—¡Entonces hay que extender la búsqueda a los pueblos!—le gritó.

—Hemos empezado—le aseguró Arturo—Pero no puedo buscar por todo el reino.

—Y yo no puedo quedarme quieto y ver morir a la gente—gruñó el Rey mirándolo desafiante.

Arturo bajó la mirada con vergüenza. Asintió sin mirar a nadie y salió de allí. Hermione sintió la terrible necesidad de ir a consolarlo. Sabía que había estado haciendo un duro trabajo, que había buscado al hechicero en cada casa, en cada habitación de Camelot.

—Estas sonriendo—dijo Hermione extrañada al ver a Gwen caminar por el pasillo hacia la habitación de Lady Morgana con un jarrón lleno de flores—No quiero decir que eso sea malo pero…

—¡Ha sido un milagro!—exclamó la chica—Mi padre se ha recuperado.

—¡Qué buena noticia! Pero… ¿Cómo sucedió?

Hasta el momento no había habido ningún sobreviviente de aquella enfermedad. Que el padre de Gwen se recuperara milagrosamente era muy extraño.

—No lo sé—dijo—Simplemente despertó en medio de la noche. Su piel ya tiene el color natural y recuperó sus fuerzas.

—Entonces es entendible tu felicidad.

Gwen asintió.

Arturo apareció en una esquina seguido por dos guardias. Hacía pasos rápidos y largos. Su expresión era decidida.

—¡Ahí está! Agárrenla.

—¿Qué?—preguntó Hermione sin poder creerlo.

Los caballeros se acercaron y tomaron uno de cada brazo a Gwen. El jarrón que sostenía terminó cayendo de sus manos al suelo.

—¿Qué significa esto, Arturo?—exigió saber Hermione.

—Gwenevier—dijo sin hacerle caso—te estoy deteniendo por los delitos cometidos en contra de las leyes de Camelot. Practicaste encantamientos.

—¡No!—exclamó Hermione.

—¡Yo no he hecho nada!—exclamó sollozando.

Morgana apreció inmediatamente al oír el alboroto.

—¡Gwen!—gritó al ver a su doncella siendo arrestada.

—¡No fui yo! ¡Ayúdenme!—le gritó a Hermione y Morgana.

—¡¿Qué estás haciendo?!—preguntó Morgana a Arturo.

—Hemos encontrado un elemento mágico en su casa.

—¡Eso es ridículo!—exclamó Morgana—¡Gwen no es una bruja!

—¿Cómo explicas que su padre se recuperó?

—¡Pero es inocente!—le gritó Hermione—¡Tu sabes que es inocente!

—¿Qué se supone que debo hacer?—les gruñó a ambas.

Arrastraron a Gwen por el pasillo.

—¡No, por favor! ¡No he hecho nada! ¡Lo juro! ¡Arturo, por favor, escúchame!—rogó mientras intentaba desprenderse del agarre firme de los guardias—¡Soy inocente! ¡Lo juro! ¡Déjenme ir!

Merlín apareció y contempló sorprendido lo que sucedía.

—¡Merlín!—lloró la chica—¡Merlín, por favor, ayúdame! ¡¿Por qué no me escuchan?! ¡NO!

Gaius tomó a Merlín del brazo y lo arrastró en sentido contrario. Morgana rápidamente corrió detrás de Arturo y Gwen. Hermione se vio dividida pero sabía que nada que lo que dijera ayudaría a Gwen en ese momento. Lo principal era encontrar una cura y así poder descubrir quién es el verdadero responsable. Corrió para alcanzar a Merlín y al médico pero las puertas se cerraron antes de que pudieran darse cuenta que ella estaba allí.

—¡¿Qué has hecho?!—oyó que Gaius gritaba furioso—¡Te lo advertí! Ah, entiendo que hayas pensado que estabas haciendo un bien…

—¡No podía dejar que su padre muriera sabiendo que podía curarlo!—exclamó Merlín.

—¡Pero no pensaste que quizás era un poco sospechoso que sólo un hombre se recupere misteriosamente!

—Bueno, entonces todo lo que tengo que hacer es… ¡Curar a todos! Nadie tiene que saber que es magia…

—¡Es demasiado tarde!—le gritó el anciano—Ellos creen que Gwen es la que causó la enfermedad y la ejecutarán por eso.

—¡Pero ella no lo hizo!

Oyó unos pasos acercarse a la puerta y supo que tenía que desaparecer antes que la descubrieran escuchando una conversación privada.

Gwen fue, literalmente, tirada al suelo ante los pies del rey.

—Bien hecho—dijo Uther a su hijo.

—¡¿Por qué nadie me cree?!—gritó Gwen—¡Yo no hice nada! Él sólo se recuperó.

—¡Yo le creo!—se adelantó Morgana con la frente en alto—Tal vez esta enfermedad no sea mortal siempre. ¿Han pensado en eso? Quizás se recuperó naturalmente.

—¿Y qué hay del paquete de hierbas mágicas que se encontró en su casa?—preguntó con frialdad el rey.

—¡¿Qué paquete?!—inquirió Gwen con desespero y negó con la cabeza—¡Yo no sé nada de esas cosas!

—Ha sido encontrado en tu casa—indicó Uther mientas se ponía de pie. Contempló a Gwen como si no fuera más que una asquerosa escoria—Deshaz el hechizo y pon fin a este contagio.

—¡No puedo!—gimió angustiada.

—No te tendré piedad.

—¡No soy una bruja! No sé cómo parar la enfermedad.

—Si no vas a deshacer tu magia, deberé hallarte culpable—indicó.

—Pero ya le he dicho que yo no…—intentó decir pero Uther no la dejó hablar.

—Por lo tanto, tengo el deber de dictaminar una sentencia. Y bajo estas circunstancias no tengo otra opción más que sentenciarte a muerte.

Gwen palideció y se largó a llorar ruidosamente.

—¡NO!—imploró.

—Solo espero que cuando mueras la plaga del mal muera contigo—comentó con odio—Llévensela de aquí.

—¡No! ¡Por favor, soy inocente!—gritó mientras era arrastrada hacia fuera—¡Por favor, no! ¡Se lo ruego, alguien ayúdeme!

Todos comenzaron a salir de allí en completo silencio, sin querer mirarla a los ojos.

—Conozco a Gwen—insistió Morgana—Ella es mi criada, no una bruja.

—¿Has visto alguna vez a una bruja?—la cuestionó Uther—Créeme, ellas no guardan ninguna señal, ninguna marca. Ni siquiera se ve el mal en sus ojos.

—¡He visto como ella trabaja! Sus dedos están desgastados, sus uñas rotas. Si fuera una bruja, ¿Por qué tendría que hacer esto? ¿Por qué tendría que estar de rodillas en el suelo frío, mañana tras mañana, fregando, cuando podría limpiarlo todo con sólo un chasquido?—lo miró con desprecio—Como un rey vago.

Uther la enfrentó inmediatamente.

—¡No tienes derecho!

—¡Ella tiene derecho a ser juzgada por un jurado!

—¡Tengo una responsabilidad con mi reino! ¿Crees que obtengo placer en esto?

—Estás sentenciando a la persona equivocada—imploró.

—Ella tiene razón, padre—intervino Hermione— Gwen no es una bruja. Entiendo que es importante proteger al reino, salvaguardarlo de todo peligro, pero la chica tiene derecho a ser juzgada con justicia y sabiduría. ¿Dónde está eso aquí?

—Estás tan empecinado en la magia que ya no me escuchas—se sumó Arturo—Dudo que Gwen haya hecho tanto mal.

—Tú mismo lo dijiste. Viste el rastro que dejó la magia.

—Sí, pero salvar a su padre no la convierte en culpable de crear una plaga—aseguró el príncipe.

—He sido testigo de lo que la magia es capaz de hacer. He sufrido en sus manos—miró fijamente a Hermione—No puedo correr ese riesgo. Si hay una mínima oportunidad sobre esa chica, la tomaré. Ella debe morir o todo el mundo perecerá.

—No puedo entender eso—dijo Arturo.

—Un día serás rey, y lo harás—le dijo Uther mientras se sentaba en su trono—Hay mucho mal rodeando el reino. Estas decisiones deben ser tomadas.

Hermione no podía creer la terquedad del hombre. Un completo bastardo ignorante.

—Yo sé que la brujería es un mal, padre—dijo Arturo haciendo casi llorar a Hermione de rabia—También lo es la injusticia. Sé que seré rey algún día pero no sé de qué tipo, aunque en mi mente tengo un ideal que quiero alcanzar. Este tipo de situaciones serán castigadas.

—Así es—indicó Uther—La chica ha jugado con fuego y ahora será quemada.

Como cada vez que se llevaba a cabo una reunión con el consejo, Hermione debía estar presente y esta vez no fue la excepción. Le parecía un poco ridículo tener que estar allí y tener prohibido abrir la boca para decir cualquier cosa. Su deber era escuchar y asentir cuando todos los hacían.

—¿Qué pasará si quemamos a la bruja y no detenemos la plaga?—preguntó el rey.

Ella no quería mirarlo. Sentía un terrible desprecio hacia su persona en ese instante.

—Hemos cerrado las bombas y pozos del pueblo—dijo Arturo.

—Pero el suministro de agua no durará para siempre—les recordó Gaius—Tenemos que encontrar el modo de limpiar el agua de la enfermedad.

—¿Pero cómo?

—¿Hirviéndola?—sugirió Hermione y se encogió en su asiento al sentir la mirada de todos.

Miró a su alrededor. Salvo su padre, ningún otro parecía disgustado por su sugerencia. Arturo le asintió, dándole fuerzas para seguir hablando.

—No sé cómo funcionará con la magia pero cuando el agua hierve a altas temperaturas por un tiempo determinado, las impurezas que contiene quedan eliminadas—murmuró intentando no hablar de virus y bacterias porque esos adelantos científicos no correspondían a la época.

—Podríamos intentarlo—dijo Gaius.

Las puertas se abrieron de repente dejando ver a un desesperado Merlín.

—¡Fui yo!—exclamó—¡Fui yo quién usó magia para curar al padre de Gwen! Gwen no es una hechicera. ¡Yo sí!

—¡No!—gritó Hermione poniéndose de pie.

¿A caso ese chico jamás pensaba? ¡Estaba destinado a ser un gran mago no a morir en la hoguera por ser acusado de hechicería!

—¡Merlín!—gritó Gaius—¿Estás loco?

—No puedo dejarla morir por mí—le dijo y se volvió a Uther—Su majestad, me pongo a su clemencia.

—Él no sabe qué está diciendo—dijo Hermione.

—Lo sé—la contradijo Merlín.

Uther miró al chico fijamente por unos instantes.

—Entonces arréstenlo.

—¡Padre, por favor!—saltó Arturo—Merlín no es un mago. ¡Es imposible!

—¿No lo has oído?

—Sí…

—Lo admitió.

—Salvó mi vida, ¿Recuerdas?

—¿Por qué se inventaría una historia así?—cuestionó Uther.

—Porque… Como Gaius dice, tiene una terrible enfermedad mental…—inventó.

—¿De verdad?—preguntó el rey un tanto divertido.

—Sí… él… él esta…

—Enamorado—completó Hermione.

—¿Qué?—inquirió Merlín sorprendido.

—De Gwen—añadió.

—¡No lo estoy!—aseguró Merlín completamente rojo de la vergüenza y la indignación.

—Sí, lo estás—dijeron Hermione y Arturo al mismo tiempo.

—Tú mismo me dijiste que ella te dio una flor—persiguió Arturo siguiendo el hilo de la historia que había inventado su ingeniosa hermana.

—Sí pero… ¡Yo no estoy enamorado de ella!

—Está bien…—dijo Hermione sonriéndole con falsa condescendencia.

—Sí—indicó Arturo—Puedes admitirlo.

—Quizás te lanzó un hechizo—propuso el rey con diversión.

Arturo se acercó a su criado y le dio unas excesivamente fuertes palmadas en su espalda.

—Merlín es asombroso—dijo—Pero lo realmente asombroso es lo idiota que es. No hay modo de creer que pueda ser el brujo.

—No me hagan perder más el tiempo—pidió Uther— Déjenlo ir.

—¡Arturo es un idiota! ¡Y Hermione! Pensé que ella era la buena—se quejó Merlín apenas llegaron a las habitaciones del Galeno.

—Ambos hicieron lo que correspondía. Te salvaron de tu propia estupidez—le dijo Gaius.

—¿Qué otra cosa podía hacer?—cuestionó—Es mi culpa que Gwen esté por morir.

—Sí, pero no lograrías que la liberaran de ese modo. Uther los sentenciaría a ambos. Lo que debemos hacer es encontrar la causa de la enfermedad.

—Como sea… Arturo no irá a encontrarla…—se quejó el muchacho—Él piensa que es tan perspicaz… ¡Ni siquiera cuando le dije que era un mago pudo verlo!

—Es bastante difícil de detectar—le dijo con significación el anciano.

—Tal vez deba conseguir un sombrero puntiagudo…

Gaius lo contempló con seriedad.

—No creo que seas capaz de encontrar uno suficientemente grande—le contestó—En fin, olvida ya eso. Para salvar a Gwen debemos encontrar lo que está contaminando el agua.

Le lanzó un bolso a Merlín con algunas cuantas cosas.

—¡Vamos!

Hermione miró a través de la ventana de su habitación cómo Gaius y Merlín corrían de regreso al castillo. Sin pensarlo dos veces, salí de allí para ir con ellos. Si habían encontrado alguna explicación de lo que causaba la contaminación del agua o si habían hallado un modo de curar a los enfermos, debía saberlo.

—¡Allí!—señaló Gaius una imagen del libro.

Ella había llegado a las habitaciones del galeno poco después que ello.

—¿Encontraron algo?—les preguntó.

Ambos alzaron la vista al escucharla e intercambiaron una de esas usuales miradas cómplices.

—Su padre no quiere que esté aquí, mi lady—comenzó a decir Gaius.

—Mi padre desconoce muchas cosas que suceden en este castillo—le respondió con rapidez, mirándolo casi sin parpadear y por unos instantes creyó que el anciano iba a preguntar de qué hablaba pero no lo hizo—Dime lo que has encontrado.

Suspirando, giró el libro y se lo mostró.

—Un Afanc.

—¿Un qué?

Jamás había oído de esas cosas en su vida pero la imagen que mostraba el libro era bastante aterradora.

—Una bestia nacida de la arcilla y conjurada solamente por un poderoso mago—explicó el hombre—Merlín y yo fuimos a buscar agua a la fuente que se encuentra bajo el castillo y que abastece toda la ciudad. Cuando sacamos una muestra, apareció.

—Ahora que sabemos que es debemos encontrar el modo de destruirla—dijo Hermione.

—Así es, ¿Pero dónde?

Era entendible su pregunta. Allí había muchísimos libros. Hermione había tenido la oportunidad de leer muchos de ellos pero no recordaba nada sobre algún Afanc.

—Esto puede tardar días—indicó Merlín—Gwen no vivirá tanto.

—¿Tienes una mejor idea?—preguntó el anciano.

Así que los tres se pusieron a leer y leer. Hermione siempre se había considerado una lectora veloz pero dadas las circunstancias sentía que sus ojos y su cerebro no podían procesar las palabras con suficiente rapidez.

—Iré a verla—dijo Merlín en un momento y rápidamente se levantó.

Gaius iba a protestar pero Hermione lo detuvo.

—Déjalo. Quizá Gwen necesite un poco de compañía en esos momentos.

Al poco rato regresó y ella pensó que quizás haberle permitido marcharse no había sido buena idea ya que tenía una mirada desesperada y nerviosa. Entró y comenzó a revisar todos los libros que tenían esparcidos sobre la mesa. Leyó sus títulos y los desechó a medida que no iba hallando lo que buscaba.

—¿Qué estás haciendo?—preguntó Hermione.

Había subido las escaleras para ir a los estantes superiores y había bajado una pila de gruesos libros, repitiendo el mismo método de búsqueda.

—Busco un libro—respondió concentrado.

—¿Puedo saber cuál?—inquirió Gaius.

—Uno de elementos.

—¿Elementos?

—Sí. ¿En cuál de ellos debo buscar?

—En la mayoría. El estudio de los elementos básicos es el corazón de la ciencia.

Se quedó meditando aquellas palabras unos instantes.

—¿Cómo ayudaría eso a matar a un Afanc?—preguntó contemplándolos.

—Un Afanc es una criatura hecha de agua y tierra. Esos son dos de los elementos básicos.

—¿Y los otros dos los destruirían?—aventuró Hermione.

—Posiblemente—murmuró Gaius—Fuego y viento. Quizás pueda servir. ¡Muy buena idea, Merlín! ¿Cómo lo supiste?

—Eh… sólo… lo pensé…—tartamudeó con nerviosismo—Es… soy… ¡Soy mucho más inteligente de lo que todos creen!

—Nunca pensé que fueras tonto—aseguró Hermione—Bueno, sólo esta tarde cuando dijiste delante de mi padre que eras un brujo.

Merlín sonrió titubeante, repentinamente rojo.

—Sí… qué tonto de mi parte—comentó apartando la vista.

Hermione abrió la boca en un intento de consolarlo pero las puertas de la habitación se abrieron de repente dejando entrar a una Morgana furiosa.

—¡La ejecución se llevará a cabo dentro de una hora! Tenemos que probar que Gwen es inocente.

—Lo intentamos—aseguró Gaius.

—¡Por favor! Sólo díganme qué es lo que debo hacer—imploró.

—Distrae a Uther—dijo Hermione.

—¿A Uther? Pero… ¿Por qué?—inquirió extrañada—No quiero ni acercarme a él en este instante.

—Nos ayudará a conseguir tiempo. Hay un Afanc en el suministro del agua, un monstruo, y debe ser destruido porque es el que está causando la plaga. Sólo necesitamos unos minutos más…

—¿Por qué no se lo decimos simplemente?

—Es una criatura mágica. Él sólo culparía a Gwen de evocarla—explicó Gaius.

—Por favor, Morgana. Este es el modo en que puedes ayudar—insistió Hermione.

La chica miró a Hermione con decisión y asintió.

—Haré lo que sea necesario para salvar a Gwen.

—¡Genial!—exclamó Merlín—Ahora, Hermione, ve por Arturo.

—¿Arturo?—era su turno para sonar extrañada.

—No hay posibilidad de que Uther nos escuche pero sí lo hará Arturo. ¡Te escuchará a ti! Con su ayuda podremos destruir a la criatura, la plaga se irá y así el Rey verá que Gwen no tiene nada que ver en esto.

—Pero él no desobedecerá al Rey—aseguró ella.

—Te escuchará si le dices algo. Él siempre lo hace.

Arturo entró a su habitación y encontró a Hermione parada cerca de la ventana. Se sorprendió mucho al verla. Su hermana jamás había entrado allí sin que él la invitara antes.

—¿Estás bien?—le preguntó y miró a su alrededor con cierta vergüenza al darse cuenta que la cama estaba sin hacer y que los restos del almuerzo aún estaban sobre la mesa—Lo siento por esto… Merlín no se encontraba bien hoy.

—Pobre—murmuró sabiendo que eso era en parte cierto—Fue capaz de enfrentarse a nuestro padre, dispuesto a dar la vida por Gwen.

—Sí—dijo distraídamente mientras tomaba una de sus camisas e intentaba doblarla lo mejor posible sin conseguir buenos resultados.

Incapaz de contenerse, se la arrebató de las manos y la dobló ella antes de devolvérsela.

—Gracias.

—Fue muy valiente—siguió diciendo ella con tono casual—No sabía que podía ser un hombre tan decidido. No puedo imaginar que alguien más haga tal cosa por mí… Tristemente—suspiró con teatralidad—la época de la valentía ha acabado. Ahora sólo se encuentran pobre hombres que no son capaces de llenar una armadura.

—¡Yo daría mi vida por ti!—dijo Arturo rápidamente algo ofendido—Eres mi hermana, Hermione. Toda mi vida he escuchado sobre ti y vi la angustia que pasaba mi padre por no tenerte. Desde pequeño siempre me imaginaba cómo sería mi vida contigo a mi lado. Y ahora estás aquí, después de tantos años. No voy a permitir que nada malo te suceda ni que nadie te arrebate de mi lado.

¿Cómo podía decirle una cosa así cuando ella intentaba manipularlo para conseguir su ayuda? Ahora se sentía culpable. Pero no podía perder de vista que intentaba salvar la vida de Gwen.

—¿Tanto me quieres?—preguntó poniendo en sus ojos una expresión triste.

Arturo captó inmediatamente lo que ella intentaba hacer. Rodó los ojos y suspiró.

—¿Qué quieres que haga?

Hermine guió a Arturo hasta las puertas del suministro de agua donde se encontrarían con Merlín. A penas se abrió, un aire húmedo y frío salió del interior de aquel oscuro pasillo que se hundía en las profundidades del castillo.

Arturo ingresó al interior y encendió dos antorchas. Una se la tendió a ella y la otra se la quedó él. Inmediatamente después comenzaron andar. El techo y las paredes eran de la misma piedra donde se asentaba el castillo. Parecía haber sido escavado en épocas anteriores a Uther, antes de que él conquistara Camelot.

Hermione no era de las temerosas pero cuando se oyó un gruñido profundo y casi animal no pudo evitar jadear un poco asustada. Todos se detuvieron de inmediato a escuchar con atención.

—Deberías quedarte aquí—le dijo Arturo.

—Voy contigo.

—No.

—No tengo miedo.

—¡Padre nos triturará a ambos con cadenas si se entera!—exclamó—¿Por qué no pudiste quedarte como Morgana, sin intervenir en absoluto?

Merlín y ella se miraron con complicidad antes de observar a Arturo.

—¡Oh, eso es simplemente genial!—exclamó con sarcasmo—¡Apuesto que todo esto fue obra tuya, Merlín! Las involucraste a las dos.

—Él no fue—se adelantó Hermione antes de que Merlín pudiera decir cualquier cosa—Es mi decisión. Gwen es inocente, y lo sabes. Yo no me iba a quedar sin hacer nada y Morgana tampoco. Voy contigo.

—¡Por Dios, Hermione, puede ser peligroso! ¡Puedes resultar herida!

—Al igual que tu… si no te apartas de mi camino—lo amenazó antes de seguir andando.

Merlín contempló el intercambio de los dos hermanos sin querer intervenir. Hermione podía ser muy cabeza dura y, aunque no se lo diría a Arturo, eso los hacía muy parecidos.

Ellos la alcanzaron rápidamente aunque debieron de hacer pasos veloces y largos porque ella se había adelantado mucho. Hicieron su camino en silencio y por unos instantes sólo se oyó el sonido de sus pasos sobre la roca retumbar en las paredes.

—¡Esperen!—ordenó Arturo.

—¿Qué?

Acercó la luz a uno de los pasadizos.

—Me pareció ver algo… sólo habrá sido una sombra.

Con cuidado, conscientes del peligro que corrían, volvieron a tomar su camino. Aquel era un lugar que se asemejaba mucho a un laberinto. Había un camino principal que llevaba a la cámara del suministro de agua pero de él se desprendían muchos otros túneles que Hermione desconocía a dónde llevaban.

—Dispersémonos—ordenó Arturo viendo que en la cámara no había nada—Hermione, vienes conmigo.

La forma en que lo dijo daba a entender que no había posibilidad de discutir. Caminaron lentamente por uno de los pasillos interminables mientras que Merlín tomaba otro.

—Aquí no hay nada—murmuró el príncipe—Regresemos.

Dieron media vuelta pero después de un par de pasos volvieron a oír aquel rugido detrás de ellos. Se voltearon con lentitud y allí estaba. Medía casi dos metros y su piel era de un marrón oscuro. Bajo la luz de las antorchas parecía ser húmeda y viscosa, como la de un sapo.

Arturo la empujó detrás de él cuando la bestia se alzó. Sacó su espada de un movimiento mientras alzaba el fuego para golpearlo pero inmediatamente se marchó.

Merlín llegó inmediatamente, advertido por el sonido.

—¡¿Han visto eso?!

—¡Sí!

—¡Es demasiado rápido!—exclamó Arturo.

No se había marchado como Hermine había pensado, sólo se había ocultado entre las sombras pero cuando los tres estuvieron nuevamente allí, salí y gruñó, dejando a su vista sus dientes inmensos y puntiagudos. No pudo evitar gritar cuando notó que estaba demasiado cerca de ella. Merlín la tomó por la cintura y la alejó mientras que Arturo volvió a blandir su espada y la antorcha.

—¿A dónde fue?—preguntó Arturo, mirando a su alrededor sin ver al monstruo.

Merlín contempló a su alrededor y sintió unas manos que intentaban apartar las suyas. Miró hacia adelante y notó que todavía sostenía a Hermione por la cintura. La soltó como si le quemara y apartó la mirada con vergüenza.

El gruñido volvió a oírse.

—Creo que se fue por aquí—exclamó el mago mientras corría y ellos se apresuraron a seguirlo.

Había sombras por todos lados a pesar de que había antorchas para iluminar. El Afanc podía ocultarse con facilidad y su velocidad le permitía escapar de cualquier intento de ataque. Podrían tardar una eternidad en volver a encontrarlo. Pero no fue así. Volvió a aparecer por su cuenta delante de ellos. Su postura era extraña, como las patas delanteras muy largas y las traseras cortas. La espalda se curvaba hacia arriba pero a la altura de su cabeza volvía a descender más allá de sus hombros. Por cada paso que daba, iba dejando un rastro de agua detrás.

Arturo, sin perder el valor, se adelantó y alzó su espada para pegarle con el filo pero el monstruo se apartó.

—¡El fuego!—le gritó Hermione.

Ella misma aferró con fuerza su antorcha y se lanzó hacia adelante. Arturo le gritó en protesta pero no le hizo caso. Refunfuñando, volvió a adelantarse copiando a su hermana para atacar a la bestia con el fuego.

Merlín, desde lejos, contempló lo que sucedía e inmediatamente comprendió lo que tenía que hacer. Había leído el hechizo en su libro aquella misma tarde y había memorizado las palabras para pronunciarlas en el momento adecuado.

Lyft sy þe in bǽlwylm ac forhienan se wiðere—recitó y apenas terminó sus ojos adoptaron un tono dorado que sólo le otorgaba la magia.

El viento llegó inexplicablemente desde el interior de la cueva y cuando tocó el fuego que ardía en sus antorchas hizo que éste se transformara, doblando su tamaño y su intensidad. La bestia no tardó en verse envuelta por las llamaradas. Hermione cerró los ojos y alejó las manos lo más que pudo por temor a quemarse. Arturo la rodeó con unos de sus brazos con intención de protegerla pero él tampoco soltó la antorcha, permitiendo que aquel ser que tantos males había causado se siguiera consumiendo hasta deshacerse.

Nimueh vio con odio como sus planes se desvanecían. La fuente de agua que tenía le permitía observar todo lo que sucedía. En ese instante el líquido mostraba el rostro de aquel brujo.

—¡Merlín!—gritó y golpeó el agua salpicando por todos lados.

Ya encontraría el modo de deshacerse de esa molestia.

Gaius caminó con prisa hasta la sala de reuniones.

—Buenas noticias, señor—dijo distrayéndolo de sus actividades—No hay nuevas muertes y la enfermedad está remitiendo.

El rey le sonrió. Se encontraba en un muy buen humor. Su hijo le había contado sobre los últimos acontecimientos.

—Es raro. Nunca he oído de un Afanc antes.

—Es conjurado con arcilla por una poderosa magia, del tipo que sólo puede realizar un brujo antiguo—le dijo con significancia, notando como la preocupación cobraba lugar en su mente— Uno que tiene el poder de reflejar el espíritu de la vida. Encontré esto en la fuente de agua.

Le enseñó un trozo de cáscara de huevo que tenía cubierto con un pedazo de tela.

—Lleva la marca de Nimueh—se la mostró.

Eran dos V, una apuntando hacia arriba y otra hacia abajo. En el interior, un simple punto rojo que muchos podrían considerar insignificante pero que tenía más importancia de la que parecía.

La expresión de Uther se volvió lleno de incredulidad. No quería creerlo. No podía ser posible. Retrocedió unos pasos sintiendo como sus piernas apenas podían sentir el peso de su cuerpo.

—Debemos estar alertas, señor—le dijo Gaius.

Se dejó caer en una silla.

—¿Nunca voy a liberarme de ella?—preguntó angustiado.

Uther se llevó las manos al rostro.

—¿Señor?

—¡Déjame!—le ordenó con un grito.

Gaius hizo una reverencia antes de salir.

—¡Padre!

Hermione, Merlín y Morgana fueron testigos del momento en que liberaron a Gwen. La muchacha se tiró sobre los brazos de su padre, permitiéndose fundirse en su pecho. Cuando se soltaron, corrió hacia ellos.

—¡Gracias!—les dijo.

—No nos agradezcas—sonrió Morgana—Merlín fue el de la idea.

—¿En serio?—preguntó sorprendida.

—Así es—aseguró Hermione—Él es el verdadero héroe aquí.

Le hubiera gustado asegurar que el mago había hecho más que pensar en cómo acabar con el monstruo pero no podía revelar su secreto. Arturo parecía no querer preguntarse cómo había sido posible que las llamaradas duplicaran su tamaño pero ella no era tan ingenua como para no sospecharlo. Había sido Merlín. El viento no aparece de la nada.

—¡No sé qué decir!—dijo Gwen—Gracias. Muchas gracias.

—Les agradezco a todos—indicó su padre—Vamos, Gwen. Regresemos a casa.

Ambos se marcharon rápidamente.

Hermione comenzó a alejarse pero se detuvo de repente cuando notó que Morgana no avanzaba.

—Merlín—lo llamó la protegida del Rey—quiero que sepas que… sé tú secreto, pero no se lo contaré a nadie. Tu secreto está a salvo conmigo.

Hermione abrió los ojos sorprendida, al igual que el mago. ¿Cómo demonios se había enterado?

—¿Mi secreto?—preguntó notablemente nervioso.

Morgana sonrió con cierta diversión.

—Merlín, no finjas. Sé que también Hermione lo sabe.

Los ojos del chico se voltearon rápidamente hacia ella para contemplarla sin saber qué decir.

—¿Lo sabes?

—Yo no sé nada—dijo rápidamente con el corazón en el pecho latiéndole furiosamente.

¿Morgana era realmente consciente del peligro que representaba decir una cosa así en voz alta?

—Hermione, por favor, si tú fuiste la que lo reveló. Entiendo por qué no quieres que se sepa—siguió diciendo Morgana.

—Bueno… obviamente eso podría…—dijo trabándose con sus propias palabras, casi apenas pudiendo respirar.

—No se lo diré a nadie—le aseguró la chica con una enorme sonrisa—¿No te importa que te hable de ello?

Merlín miró sorprendido a ambas. Hermione estaba seria, esperando ver cuál sería su reacción. Quizás estaban hablando de otra cosa. No podía ser posible que haya descubierto que era un mago. ¡Ella no se lo había dicho a nadie!

—¿Te importa?—insistió Morgana.

—No—Merlín se mostró aliviado—No tienen idea de cuán difícil es mantener un secreto como éste.

La sonrisa de Morgana se volvió más grande.

—Bueno, puedes seguir negándolo—le dijo—Pero creo que Gwen es muy afortunada.

La seriedad invadió inmediatamente el rostro del mago.

—¿Gwen?

Morgana se llevó un dedo a los labios.

—Es nuestro secreto—le susurró antes de marcharse.

Merlín miró acusadoramente a Hermione. Sabía que estaba enfadado por la pequeña mentira que había dicho para salvarlo pero ella sólo podía encontrar aquella situación muy hilarante. Sin poder evitarlo rió.

—¡No es gracioso!—la reprendió—¿Y si Gwen llega a oír tal mentira? ¿Qué se supone que haré?

—¡Ay, Merlín! Deja que el corazón te guíe.

Él sólo le lanzó una mirada fría.

—¡Tú y tu hermano acabarán conmigo!—gruñó.


¡Buenas noches! (porque acá son las once y dieciocho) Espero que hayan disfrutado de la lectura del capítulo. Sé que he sido un poco escueta en cuanto a la relación entre Merlín y Hermione. Seguramente algunos de ustedes se estarán preguntando, ¿Y el romance? Sinceramente, esa es mi parte favorita y estoy ansiosa por llegar a ella pero las cosas irán lentas entre estos dos. Como habrán leído, hasta el momento, sólo se conocen pero las cosas cambiarán un poquitito en el siguiente capítulo.

Como esta semana para mí será un tanto agitada, subiré, a continuación, el siguiente capítulo.