Ninguno de los personajes me pertenecen.
EL CÁLIZ ENVENENADO
Hermione se colocó sobre sus ropas un manto negro que la cubría por completo. Se puso la capucha sobre su cabeza y comenzó a caminar con prisa fuera del castillo. Había tardado su tiempo pero finalmente alguien le había dicho dónde podía encontrar a GreenEyes. Aún dudaba de si aquello era una buena idea o no pero no le quedaba otra opción. No había nadie más en Camelot a parte de Sir Godric que poseyera magia. Era al único que podía recurrir en busca de información. Ya había pasado demasiado tiempo y no había obtenido ningún tipo de respuestas.
Eran las primeras horas de la mañana. El sol apenas alumbraba sobre el horizonte pero los trabajadores del mercado ya comenzaban a levantarse para realizar sus labores diarios. Hermione apresuró sus pasos hasta la casa donde, según había averiguado, habitaba ese tal GreenEyes. Se preguntaba si tenía realmente ojos verdes o ese era algún tipo de apodo que adoptó para encubrir su verdadera identidad. Algo le decía que se trataba de la última opción. Se puso de pie delante de la puerta de madera y tocó con firmeza antes de que se arrepintiera. El corazón lo sentía en la garganta por los nervios. Miró disimuladamente a su alrededor para comprobar que los pocos ciudadanos que habían salido a las calles no prestaban atención a su presencia.
Se oyeron pasos del otro lado hasta que al final alguien vino a abrir y Hermione tuvo que ocultar su sorpresa. De hecho, aquel hombre mayor tenía los ojos verdes más brillantes y maravillosos que alguna vez tuvo la oportunidad de observar.
—¿Si?—gruñó—Espero que esto sea bueno. No quiero perder el tiempo con tonterías…
Hermione se retiró la capucha para que pudiera ver su rostro y el anciano se sorprendió pero una pequeña sonrisa apareció en su boca luego de unos instantes.
—¡Esto sí que es bueno! ¿Qué puedo hacer por usted, princesa?
El título con el que la había llamado había sonado burlón en sus labios, casi sucio, y ella no pudo evitar estremecerse interiormente de repulsión.
—Necesito ver a Sir Godric Gryffindor—pidió firmemente—Es urgente.
La boca del anciano se curvó en disgusto.
—¡No puedes ordenarme nada!—le indicó—Mucho menos con urgencia. Localizarlo llevará tiempo.
—¿Cuánto?
—Depende de lo que me des a cambio.
Hermione jadeó, consternada.
—¿Quieres dinero?
—¿Quién está hablando de dinero? Quiero información. Eres la hija del Rey. Dime algo útil y quizás pueda tenerlo aquí dentro de una hora…
—-¡No lo traicionaré!—gritó.
Podía que Uther fuera un maldito ignorante pero ella no iba a traicionarlo de ese modo.
—¿No lo estás haciendo ahora?—inquirió con diversión el hombre.
—Sabe que puedo traer a toda la guardia hoy mismo y hacer que lo capturen, ¿verdad?
Aquella amenaza no causó el efecto esperado.
—¿Y cómo explicarías que me conoces?
Hermione abrió la boca, intentando decir algo ingenioso, pero la cerró inmediatamente. No había pensado realmente llevar a cabo esa amenaza. No era como Uther. Pero si lo hiciera, resultaría muy sospechoso que ella conociera a aquel anciano. Además, podría poner en peligro a Godric Gryffindor. ¡Y eso sería terrible! Aún el famoso colegio de Magia y Hechicería no se había fundado y no lo haría nunca si uno de sus fundadores era ejecutado por el rey de Camelot por practicar brujería.
—Olvídelo—gruñó y dio media vuelta para marcharse.
La mano del anciano rodeó su brazo con una fuerza demasiado asombrosa. Nadie lo esperaría que una persona de su edad.
—Puedo traerlo mañana—le dijo soltándola con suma lentitud—Por la tarde. Nunca antes.
—Bien—retrocedió todo lo que pudo de aquel hombre que le resultaba desagradable—Pero eso no significa que yo voy a decirle algo. Las razones por las que vengo aquí no tienen nada que ver con el reino.
—No tiene que decirme nada—aseguró—Ya encontraré otra forma de hacerla pagar un precio.
La miró de arriba abajo con claro interés carnal. Hermione gritó horrorizada antes de caminar lejos de allí, de regreso al castillo. No entendía cómo rayos Godric podía confiar en un hombre como aquel. ¡Era despreciable!
…
—¡De prisa, Merlín!—gritó Arturo.
—¡Ya voy!—exclamó el muchacho intentando acomodar la capa del príncipe lo más rápido posible sin que quedara mal—Si alguna vez lo hicieras por ti mismo descubrirías que es mucho más complicado de lo que parece—se quejó.
—¿Estás insinuando que no puedo hacer las cosas por mi mismo?—gruñó.
—¡No, por supuesto que no!—dijo con claro sarcasmo pero después de unos momentos de simular meditarlo añadió—De hecho, sí, eso es lo que insinúo.
Molesto y queriendo probarle que se equivocaba, apartó con brusquedad a su sirviente y se acercó al espejo e intentó hacerlo por su cuenta. ¡Pero los malditos broches no se adherían como debían y la capa quedaba torcida!
—¿Quieres ayuda?—preguntó una voz femenina desde la puerta.
Ambos comprobaron que se trataba de Hermione. Ella se había colocado un vestido rojo para no desentonar con los colores de Camelot. Se había recogido un poco el cabello mientras que algunos mechones caían sobre sus hombros en risos perfectos. Merlín la contempló disimuladamente, pensando que se veía hermosa. Hacía tiempo que había comenzado a notar que la joven princesa tenía cierto atractivo. Quizás no tan obvio como Morgana pero ciertamente cautivamente. Obviamente, esta clase de pensamientos sólo se los guardaba para sí. Si Arturo lo llegase a saber seguramente lo quemaría vivo.
—No—le respondió tajantemente—Puedo hacerlo yo.
Hermione contuvo una sonrisa mientras se acercaba.
—Permíteme el honor—le dijo apartando con cuidado sus manos y acomodando la capa para dejarla perfecta—¡Listo! Ahora apresurémonos, que Uther nos cortará la cabeza si llegamos tarde.
Merlín le lanzó una mirada de burla a Arturo cuando su hermana no veía.
—¿Qué?—se justificó el príncipe—Ella quería hacerlo. Dijo que sería un honor…
Aquel día era uno muy importante para la historia de Camelot. Había sido planeado con meticulosidad: la comida de los banquetes, la limpieza casi completa del Castillo, la contratación de más sirvientes para atender a todos los invitados.
El gran salón de Tronos fue el lugar en el cuál se llevó a cabo la bienvenida. Uther caminó hasta la mitad seguido de sus dos hijos y de sus caballeros más leales y confiables y su invitado hizo lo correspondiente. Algunos sirvientes se encontraban también presentes, listos para cumplir cualquier orden que se les diese.
—Camelot te da la bienvenida, Lord Bayard de Mercia—dijo el Rey con formalidad—El tratado que firmaremos hoy marcará el fin de la guerra y el comienzo de una nueva amistad entre nuestra gente.
Ambos reyes se estrecharon las manos con firmeza y todo el mundo rompió en aplausos.
…
—¿Por qué siempre me toca el trabajo pesado?—se quejó Merlín con Gaius.
El anciano iba acompañado de Lady Hermione y se habían encontrado por casualidad en uno de los pasillos. Él iba llevando una bolsa que, claramente, parecía pesar toneladas.
—Eres un sirviente, es lo que tienes que hacer—le contestó el anciano.
—Los brazos me van a llegar al suelo cuando termine.
—Fortalece el carácter—replicó Gaius—Como dice el proverbio: "el trabajo duro engendra…—se quedó meditando unos momentos, como si hubiese olvidado su dichoso proverbio—…un alma más fuerte"—completó.
—¡No creo que ese sea un proverbio!—protestó Merlín—Acabas de inventártelo.
Hermione rió. Ella tampoco lo creía.
—¡Eso no!—exclamó ofendido.
—¿Necesitas ayuda?—le preguntó ella.
Estuvo tentado a decir que sí pero no iba a aprovecharse de su buena disposición.
—No. No es tan pesado después de todo—dijo colocando una sonrisa en su rostro.
Una criada de Lord Bayard cruzó delante de ellos y justo cayó frente a ellos. Había tropezado con la bolsa que Merlín había dejado momentáneamente en el camino.
—¡Perdón!—exclamó la mujer avergonzada.
—No hay problema—dijo Hermione—Déjame que te ayude.
Se iba a inclinar a ayudarla a recoger las prendas que había tirado pero ella se apresuró a protestar.
—No es su deber, Lady Hermione.
—Déjame que yo te de una mano con eso—pidió Merlín.
Ella alzó la vista y miró al muchacho. Hermione fue testigo del momento en que sus ojos se conectaron y tuvieron un lapsus en el que nada más existió a su alrededor. Algo se removió con molestia en la boca de su estómago pero no le hizo caso.
—Hola…—saludó el muchacho mientras la ayudaba a ponerse de pie—Soy Merlín.
—Cara.
Tomó la mano que le tendía él y se la estrechó.
—Eres sirviente de Arturo—dijo con dulzura—Ese debe ser un gran honor.
—Sí, lo es—aseguró—Alguien debe mantener el castillo funcionando.
Gaius y Hermione contemplaron decir tal tontería Merlín. Ya habían olvidado la cantidad de veces que lo habían oído quejarse de tener que trabajar con el príncipe. Nunca había aparecido en su vocabulario la palabra "honor".
—Gracias, Merlín.
Cara lanzó una mirada a las manos del muchacho y él tardó unos momentos en comprender que quería que le devolviese las prendas que había recogido.
—¡Oh, claro! Lo siento—sonrió como un tonto mientras se los entregaba.
—Encantada de conocerte—murmuró ella sin quitarle los ojos de encima antes de seguir su camino.
Merlín siguió su andar con la mirada, sin borrar esa sonrisa idiota del rostro. Si las miradas matasen, la que le lanzó Hermione lo hubiera enterrado a dos metros bajo el suelo.
—¿No tienes que seguir haciendo que el castillo funcione?—le preguntó con gélido sarcasmo antes de caminar con prisa lejos de allí.
Merlín se quedó allí sin entender qué rayos había sucedido. Buscó a Gaius pidiéndole una explicación pero el anciano sólo se rió en voz baja.
…
Merlín colocó sobre la mesa las ropas ceremoniales que debería usar Arturo esa noche, todas respetando el color rojo de Camelot. El olor a humedad llegó a su nariz rápidamente.
—¡Ugh! ¿Cuándo fue la última vez que se lavó esto?—preguntó cubriéndose la nariz con su brazo cuando notó que no era lo único que se olía en las prendas.
—En algún momento del año pasado—respondió Arturo sin poner mucha atención—Antes del festín de Beltane.
—¿A caso acabó en una guerra de comida?
—¿No acaban así todos los festines?
Merlín abrió la chaqueta para que el príncipe se la midiera. Tenía algunas horas aún para hacerle ajustes por si no le quedaba.
—No lo sé—confesó—Los aires y gracia de la corte son un misterio para mí.
—Esta noche no lo serán—comentó con aburrimiento mientras se miraba a sí mismo.
Merlín lo contempló con sorpresa.
—¿Voy a estar en el banquete?—le preguntó con una pequeña sonrisa que demostraba su entusiasmo.
—Más o menos—se quitó la prenda—Estarás allí para asegurarte de que mi copa nunca esté vacía. Si tengo que aguantar los aburridos discursos de Bayard no veo por qué ibas a librarte tú de ellos—Miró la campera por unos momentos antes de tendérsela a su sirviente—Asegúrate de sacarle brillo a los botones. ¿Quieres ver la ropa que llevarás esta noche?
—¿No será ésta?—señaló las suyas propias.
Arturo apretó los labios como si quisiera ocultar una sonrisa.
—No. Esta noche llevarás la toga ceremonial oficial de los sirvientes de Camelot—le informó antes de ir detrás del biombo para buscarla.
Merlín pensó que aquel título sonaba importante. Pero cuando vio lo que era aquella dichosa prenda toda la seriedad viajó a su rostro.
—No estás hablando en serio—dijo.
—Muy enserio, Merlín. Hermione especialmente me sugirió la idea.
…
La firma del tratado de paz se estaba llevando a cabo pero toda la seriedad de la situación se rompió cuando Gwen rió al verlo, aunque a la chica le hubiese gustado poder taparse la boca a tiempo. Merlín la contempló disgustado. No necesitaba que ella se lo dijera, ya sabía lo ridículo que se veía.
Rojo de pies a cabeza, literalmente. Pantalones rojos, camisa roja con un gran dragón dorado bordado en el pecho, capa roja y un horrible sombrero rojo con plumas escarlatas y negras que colgaban y le caían sobre la cara.
—Bonito sombrero—le dijo Gwen intentando no volver a reír.
—Gracias.
Hermione miró hacia donde él se encontraba y le dedicó una inocente sonrisa, pero él no se lo creyó. Sabía que se había enfadado por algo con él pero aún no tenía idea de por qué. Apartó la mirada de la princesa y buscó entre la multitud a la muchacha con la que se había topado en el pasillo. Cuando la vio y sus miradas chocaron, se sacó rápidamente aquel ridículo gorro de la cabeza. Ella le sonrió adorablemente y él intentó acomodarse lo mejor que pudo el pelo.
Gwen siguió su mirada.
—Es bonita, ¿verdad?—le preguntó—Para ser una sirviente, quiero decir.
—Es preciosa como una princesa—saltó rápidamente él—Deja en paz a las sirvientas.
La doncella hizo una mueca, algo extrañada por tal comentario y luego se alejó de él.
Cuando el tratado fue firmado los aplausos no se tardaron en hacerse oír. Uther volvió a sentarse en su puesto y dejó que el otro rey diese el discurso que sabía que tenía preparado.
—Ciudadanos de Camelot,—comenzó a decir Bayard—durante muchos años hemos sido enemigos mortales. La sangre de nuestros hombres mancha la tierra desde los muros de Camelot hasta las puertas de Mercia. Y aunque recordamos a aquellos que murieron…
Merlín volvió a capturar la mirada de la bella sirviente pero ella bajó la mirada rápidamente así que para no incomodarla volvió a prestar atención al discurso.
—…No debemos permitir que nadie más se una a ellos. Como símbolo de nuestra buena voluntad y nuestra nueva amistad—una criada se acercó al rey con un cofre de madera—les obsequio estos cálices ceremoniales—Tomó uno lujosamente decorado—Para ti, Uther—mostró los dos restantes—Y para tus hijos Arturo y Hermione, con la esperanza de que nuestra amistad dure.
—Merlín—le susurró una voz cerca del oído—Necesito hablarte.
El corazón se le aceleró al tener a Cara tan cerca pero al ver su expresión supo que aquello era realmente serio.
—¿Qué sucede?
—No aquí.
Ambos salieron disimuladamente mientras el rey seguía hablando, sin notar que dos pares de ojos se fijaban en ellos. Hermione apretó los labios con disgusto y rápidamente volteó el rostro hacia el frente, pero Gwen, que se encontraba al lado de Gaius, los siguió con la mirada.
—¡Hasta que no lo vi ofrecer el cáliz a Arturo no me di cuenta!—dijo Cara con desesperación apenas se alejaron lo suficiente.
—Tranquila… Empieza del principio.
—Hace dos días llevaba el almuerzo a Bayard. Supuestamente debía llamar a la puerta. ¡No esperaba que entrara…!
Merlín estaba cada vez más confundido.
—¿Qué quieres decir?
—Si descubre que lo he contado me matará—dijo con los ojos llenos de lágrimas.
—¡No, no dejaré que eso ocurra!—le aseguró—Te lo prometo. Dime lo que has visto.
Cara aún así dudó.
—Bayard no es amigo de Camelot—murmuró—Quiere el reino para sí mismo, como siempre lo ha hecho.
—¿Ha hecho algo en los cálices?
—Piensa que si matara a Arturo, le partiría el alma a Uther y Camelot caería. ¡Le vi colocar algo en el cáliz de Arturo!
—¿Cómo sabes que era el de él? ¿Qué era lo que le puso?
—Tiene su inicial para poder diferenciarlo del de Lady Hermione…—sus ojos miraron asustado—Yo… ¡no debería! ¡Me matará!
—¡Por favor, dímelo!—insistió Merlín—¿Es veneno?
Ella sólo asintió antes de estallar en lágrimas.
Merlín salió corriendo rápidamente para evitar la tragedia. No volteó a mirar atrás pero si lo hubiera hecho habría visto que Cara lo observaba con disimulo y que en cuanto desapareció una sonrisa malvada inundó su rostro.
—Y nuestras diferencias del pasado—seguía diciendo el rey Bayard—se queden en el pasado. A tu salud, Uther…
Extendió la copa hacia ellos. Todos se pusieron de pie y Hermione agradeció que su discurso finalmente estuviese llegando a su fin. Miró a su lado y notó que Morgana estaba igual de aburrida que ella y ni siquiera necesitaba ver a Arturo para comprobarlo.
Como debía, extendió su copa al igual que todos los para realizar el tradicional brindis.
—Arturo—siguió nombrando— Lady Hermione…
Arturo se preparó para finalmente beber de su copa pero el rey aún no había terminado.
—Lady Morgana…y a la salud de todo el pueblo de Camelot.
Volvió a intentar llevarse la copa a los labios por segunda vez pero en esta ocasión fue su padre quién habló.
—Y a la de los guerreros caídos de ambos bandos.
Finalmente, el largo discurso había terminado y tras alzar sus copas a la salud de todos los mencionados, intentaron beber.
—¡Alto!—gritó Merlín corriendo hacia ellos—¡Está envenenado! No beban…
Todos lo contemplaron asombrados por su interrupción. El muchacho apareció delante de la mesa donde se encontraban ellos y arrebató de las manos el cáliz de Arturo.
—¿Qué haces, Merlín?—preguntó el príncipe lleno de incredulidad.
—¿Qué se supone que significa esto?—inquirió el rey.
—Bayard adulteró la copa de Arturo—dijo mirando al responsable—con veneno.
—¡Esto es un ultraje!—protestó Bayard sacando su espada listo para acabar con aquel chico impertinente.
Los demás no tardaron en hacer lo mismo, al igual que los guerreros de Camelot. Hermione contempló a Merlín con incredulidad. ¿De dónde había sacado esa idea? Se suponía que iba a ser un día importante para el reino ya que finalmente conseguirían la paz. Estaban listos para comenzar una batalla en ese mismo instante pero Hermione salió desde detrás de la mesa y corrió al lado del mago.
—Ordene a sus hombres que bajen sus espadas en este instante—le pidió con firmeza a Bayard.
—Los superamos en número—le recordó Uther con seriedad mientras aparecían caballeros y rodeaban a los del rey de Mercia.
Bayard miró a su alrededor comprobando que si intentaba atacar obviamente acabaría perdiendo.
—No toleraré que este insulto quede sin contestación—gruñó.
—¿En qué te basas para realizar esa acusación?—preguntó Uther a Merlín.
—Yo me encargo de esto—saltó Arturo pero su padre lo detuvo.
—A menos que quieras que te ahorque, me dirás por qué crees que está envenenado. Ahora.
—Se le vio colocando veneno—dijo con firmeza.
—¿Por quién?
Fue en ese instante en el que él dudó.
—No puedo decirlo.
Bayard gruñó furioso.
—¡No escucharé más!
—Dame el cáliz—ordenó Uther—Si decís la verdad…
—La digo.
—Entonces no debes temer nada.
Sabiendo que la espada en su mano lo hacía ver más culpable, la envainó con lentitud y le hizo una seña al rey para que le tendiera la copa.
—No—Se negó Uther—Si resulta ser veneno quiero tener el placer de matarte yo mismo—se giró hacia Merlín y lo señaló—Él lo beberá.
—¡No, padre!—gritó Hermione colocándose delante del mago—Si está envenenada, morirá.
—Y sabremos que decía la verdad—replicó el rey.
—¿Y si sobrevive?—quiso saber Arturo.
Se volteó hacia Bayard y se dirigió hacia él.
—Te daré mis disculpas y tendrás el placer de hacer lo que quieras con él.
—¡De cualquier modo morirá!—protestó Hermione.
—Por favor, Uther, es sólo un muchacho. No sabe lo que dice—imploró Gaius.
—En tal caso deberías haberle enseñado mejor—le reprochó el rey.
Hermione negó con la cabeza. No podía aceptar aquella ridiculez. ¿A caso Uther no tenía consciencia?
—Merlín, discúlpate—ordenó Arturo—Esto es un error. ¡Yo lo beberé!
El corazón de la castaña se aceleró más. No podían morir. Ninguno de los dos. El futuro de Camelot dependía de ellos.
—Yo lo beberé—dijo pero como casi siempre sucedía, nadie le hizo caso.
—No, no—negó Merlín apartando a Arturo que quería arrebatarle la copa—Yo lo haré—contempló desafiante a Bayard.
Quiso ir hacia él pero su hermano la tomó con fuerza por el brazo, impidiéndoselo. Intentó desprenderse de su agarre pero antes de que pudiera hacerlo, Merlín ya había vaciado el contenido dentro de su boca. Sitió deseos de gritar de impotencia. ¡¿Por qué nunca nadie la escuchaba o le hacía caso?!
Toda la sala tenía puesto sus ojos en el muchacho, esperando para comprobar si realmente había dicho la verdad o no. No sucedió nada. Eso no era precisamente una buena noticia. Bayard no tendría clemencia con él por atreverse a acusarlo falsamente.
—No pasa nada—murmuró Merlín.
—Haz lo que quieras con él—dijo Uther al rey invitado.
—¡No, por favor!—volvió a gritar Hermione con desesperación, soltándose del agarre de Arturo y yendo hacia el Lord de Mercia—Tenga piedad es…
Pero tuvo que detener lo que estaba por decir cuando vio a Merlín toser como si algo hubiera quedado en medio de su garganta. Se llevó las manos hacia allí y volvió a toser antes de perder el equilibrio y derrumbarse en el suelo.
—¡Merlín!—gritó Hermione y corrió hacia él.
Arturo no tardó en llegar también a su lado junto con Gaius.
—Es veneno—dijo con incredulidad Uther—¡Arréstenlo!
El rey ni siquiera se defendió porque quedó observando al chico tendido en el suelo con pura incredulidad.
—¿Me oyes, Merlín?—le preguntó Gaius mientras alzaba sus párpados para comprobar sus pupilas pero no obtuvo respuesta—Tenemos que llevarlo a mis habitaciones.
Arturo y él levantaron el cuerpo inconsciente del joven.
—Lleva el cáliz. Debemos identificar el veneno.
Hermione lo tomó del suelo inmediatamente, con el corazón en la boca. Merlín no podía morir. No podía permitirlo. El trayecto a las habitaciones fue demasiado largo para su gusto. El muchacho apenas respiraba y su piel había palidecido notablemente.
—Recostémoslo en la cama, rápido—ordenó Gaius y al ver que Gwen también los había seguido le ordenó—Trae agua y una toalla.
—¿Se pondrá bien?—preguntó el príncipe.
Gaius le tocó la frente.
—Está ardiendo.
Gwen llegó rápidamente.
—¿Podrás curarlo?—quiso saber Hermione—Por favor, dime que sí.
—Primero tengo que identificar en veneno. Pásame el cáliz.
Se lo tendió y el anciano rápidamente lo tomó, poniéndose de pie para observarlo. Antes de que Gwen hiciera algo, ella tomó una toalla y la sumergió en el cubo de agua para humedecerla y así limpiar la frente del muchacho. Había comenzado a sudar pero su piel seguía sintiéndose demasiado caliente.
—Tiene algo pegado—dijo el galeno.
—¿Qué es?—preguntó Arturo apareciendo a su lado.
—Parece el pétalo de alguna clase de flor…
La extrajo con cuidado con una pinza y la observó bajo la luz del sol que entraba por una pequeña ventana en lo alto.
Merlín se movió levemente pero no despertó. Hermione no podía evitar temer por su vida. Le hubiera gustado poder conseguir besoar a su disposición pero si siquiera intentaba buscar en el estómago de una cabra la piedra todos la tomarían por loca o peor, por una bruja. Su cuerpo no dejaba de alzar temperatura a pesar de que ella hacía todo lo posible por mantenerlo frío con ayuda del agua.
Gaius buscó en un estante y tomó un pesado y grueso libro. Lo abrió y rápidamente pasó las páginas.
—Ah… El pétalo es de la flor de Morteaus—se inclinó sobre el libro y leyó—"Aquel que sea envenenado por la Morteaus sólo puede ser salvado por una poción hecha por la misma flor. Esto sólo se encuentra en las profundidades de las cavernas del bosque de Balor. La flor crece en las raíces del árbol de Morteaus"
Arturo, que estaba detrás del anciano, contempló un dibujo de la flor. Frunció el ceño al contemplar otro bosquejo al lado de la misma.
—Esto no parece especialmente amistoso—señaló.
Era un monstruo alado, muy parecido a un reptil, cuya lengua serpentina estaba fuera de su boca.
—Cockatrice—dijo Gaius—Se dice que es el guardián del bosque. Altamente venenoso. Una sola gota significa una muerte segura. Pocos de los que han ido a aquellas montañas han regresado con vida.
Arturo miró las páginas del antiguo libro en silencio. Claramente meditaba sobre los peligros de aquel viaje.
—Suena divertido—dijo con sarcasmo.
—Arturo, es demasiado peligroso—le advirtió el galeno.
—Si no se consigue el antídoto, ¿Qué le pasará a Merlín?
El médico de la corte miró a su protegido con pesar.
—La Morteaus causa una muerte lenta y dolorosa. Puede aguantar cuatro ó cinco días, no mucho más… Finalmente, morirá.
La mirada de Arturo se volvió fría y tras contemplar a su sirviente lanzó una última mirada a Hermione y luego se marchó con velocidad. Ella sabía que, a pesar de los insultos y de los gritos, él había comenzado a sentir cierto afecto por el chico. Quizás fuera porque se vieron obligados a convivir el tiempo suficiente como para conocerse o porque era inevitable no encariñarse con Merlín. Era algo torpe pero tenía buenas intenciones y un corazón enorme.
Con cuidado, apartó el pelo que caía en su frente con sus dedos, conteniendo sus ganas de llorar. ¿Cómo se había enterado del veneno? Había sido realmente bueno al advertirles a todos sobre esto, sabiendo que correría peligro su vida.
Había salvado, nuevamente, la vida de Arturo.
Continuará...
Espero que hayan disfrutado de la lectura de estos dos capítulos. En este, los roles se han cambiado. Ya no es Merlín quién debe salvar a Arturo, sino el príncipe a su sirviente.
Como les dije anteriormente, las cosas irán con lentitud, pero ya se ha comenzado a notar un cambio pequeño. Merlín ha visto con otros ojos a Hermione... je, je, je...
Consulta: Les pregunto a ustedes, que quizás tengan más conocimientos que yo... ¿Qué títulos adquiriría un plebeyo al casarse con una princesa? (Ya saben obviamente a quién me refiero) ¿Sería un Duque?
