Ninguno de los personajes me pertenecen.
LANCELOT
Había ido a golpear la puerta del irrespetuoso anciano incontables veces, pero siempre recibía la misma respuesta.
—¡Perdiste tu oportunidad, princesa! Sir Godric estuvo esperándote toda la tarde y no apareciste. No volverá a confiar en tu palabra.
¡Había querido explicarle que no había sido su intención! Una fuerza mayor le había impedido asistir a la reunión, una que era, ciertamente, de vida o muerte. Desde el instante en que Merlín cayó al suelo, envenenado, cualquier otro pensamiento que no fuera preocupación por su salud, desapareció de su mente. Su única y principal intención fue salvarle la vida sin importar lo que costase. No recordó la dichosa reunión que ella misma había concretado y, aunque lo hubiera hecho, tampoco habría ido. Aunque quizás habría podido hallar el modo de informarles que no podría asistir.
—¿Qué te sucede?
Hermione miró a Merlín. Se había inclinado a recoger un hongo de los que necesitaba Gaius pero la observaba fijamente, esperando una respuesta.
—Nada.
—Has estado muy callada últimamente—le dijo sonriéndole—Deberías estar feliz. Arturo está tan ocupado entrenando a los nuevos caballeros que apenas pasa tiempo molestándote…
Intentó sonreír ante la broma del muchacho pero sólo hizo una mueca.
—¿No me digas que lo extrañas? O quizás yo no sea una compañía suficientemente buena—siguió insistiendo, intentando mejorar su ánimo—¿Debería ponerme una armadura y dar gritos totalmente incongruentes mientras golpeo a cualquiera en un intento de demostrar mi superioridad?
—¿Para qué hablar si tú lo haces por los dos?—le preguntó tras reír— Y, aunque Arturo pueda parecer un neandertal a veces, tiene buenas intenciones.
Merlín frunció el ceño.
—¿Neandertal?—preguntó sin entender.
Hermione se maldijo a sí misma. Aquel era un término que todavía no existía.
—No importa… Será mejor que nos apuremos o Gaius se enfadará.
Comenzó a ayudarlo a recoger los que crecían a los pies de un árbol. Se sentía cómoda con Merlín. Era un buen chico, divertido e ingenioso. Le hubiese gustado poder decirle que sabía sobre su magia, que podía confiar plenamente en ella porque jamás en su vida lo acusaría. Pero el problema sería explicar por qué sabía ella sobre eso. Nunca lo había visto hacer magia, realmente, pero no era necesario. Últimamente, sus poderes podían sentirlos casi como si fueran tangibles. Cada vez que estaba a su lado era como si un campo de fuerza la rodeara. Era su magia acariciándola.
Sin que se diera cuenta él, lo observó. No era precisamente guapo pero sin duda tenía su atractivo. El cabello corto y negro se le veía mejor cuando estaba todo revuelto como en ese instante, y sus ojos azules eran abrumadoramente atrapante.
Una especie de graznido se oyó, alertándolos. Todo sucedió rápidamente. Antes de que siquiera pudieran comprender lo que estaba pasando, tuvieron que ponerse de pie y correr por sus vidas. El animal estaba furioso, habían invadido su territorio y salía a defenderlo. Hermione giró la cabeza hacia atrás y comprobó que, efectivamente, sus ojos no la habían engañado la primera vez. Se trataba de un grifo. ¿Pero qué rayos hacía uno allí? De todas las veces que había estado en los bosques de Camelot jamás había visto nunca ningún animal mágico.
Fue un momento de distracción que pudo costarle la vida. Una rama en el suelo y pronto se vio tirada boca abajo con aquella bestia sobre ella. Merlín lo notó y se detuvo para volver sobre sus pasos a socorrerla pero antes de que lo lograra alguien saltó hacia el animal blandiendo la espada para asustarlo.
—¡Espera!—intentó gritarle Hermione mientras se ponía de pie pero el misterioso hombre no la oyó.
Intentó cortar una de sus alas o cualquier parte de su cuerpo, pero el filo no atravesaba sus plumas ni su piel. Volvió a blandirla con más fuerza pero terminó partiéndola en dos. Se volteó aterrorizado hacia Hermione y corrió hacia ella, tomándola del brazo con fuerza.
—¡Corre, corre!—le gritó.
Merlín, el hombre y ella, forzaron sus piernas a andar a máxima velocidad, esquivando árboles y rocas. El animal era veloz. Se oían los cascos de sus patas delanteras golpeando con fuerza el suelo del bosque. Cuando llegaron a un claro y vieron un tronco caído, saltaron encima de él y se ocultaron detrás. Pero el grifo llegó hasta allí. Desplegó sus alas y rápidamente se alzó a los cielos.
—Se fue—dijo el hombre respirando con dificultad.
Ella también luchaba por volver a llenar de aire sus pulmones.
—Salvaste mi vida—murmuró contemplándolo—Muchas gracias.
El extraño asintió mientras hacía una mueca de dolor.
—Soy Hermione—le dijo tendiéndole la mano—Y él es Merlín.
—Lancelot—murmuró antes de gemir y tomarse un costado.
Ella le apartó la mano y vio como la herida comenzaba a mancharle la camisa rota con sangre. Contempló a Merlín alarmada y enseguida supieron lo que tenían que hacer: llevarlo con Gaius.
…
El médico de la corte lo tuvo bajo estricta vigilancia a pesar de que aseguró que la herida no era profunda. La limpió y la vendó con firmeza para que no se abriera y causara demasiado dolor. Lancelot durmió todo ese día y toda la noche. Gaius aseguró que eso era bueno porque lo ayudaría a recuperar fuerzas. A la mañana siguiente, fue Merlín quien lo encontró despierto y comenzaron a hablar.
—Desde que era un niño he soñado con venir aquí—le dijo Lancelot—El propósito de mi vida es unirme a los caballeros de Camelot—Merlín le sonrió y él suspiró—Sé lo que estarás pensando, que espero demasiado. Después de todo, ¿Quién soy? Ellos escogen lo mejor y a los más valientes de la tierra.
—Lancelot…
—¿Si?
—Te van a adorar—le aseguró.
—¿Lo harán?
Merlín asintió con entusiasmo.
—Te he visto luchar. Podrías avergonzar al mismo Arturo.
—Lo dudo…
—¿Sabes qué? Creo que iré a hablar con él ahora mismo—se puso de pie y se acercó a la puerta.
—¿Conoces a Arturo?—preguntó Lancelot sorprendido.
—¡Oh, sí!—aseguró rodando los ojos—Además, puede que te deba un favor…
—¿A mí?
—Lancelot, ayer salvaste la vida de su hermana.
…
—¡Bien, cucarachas presuntuosas!—gritó Arturo al grupo de caballeros que lo rodeaba—Esta es la prueba final. Si logran pasarla, se convertirán oficialmente en caballeros de Camelot.
Hermione no estaba segura que llamándolos de aquel modo sirviera de motivación pero había aprendido a no meterse en estos asuntos. Era mejor ser solamente una testigo pasiva. Notó que Merlín y Lancelot se acercaban también a observar y los saludó con una pequeña inclinación. Merlín le sonrió como siempre lo hacía, pero el otro hombre hizo una reverencia muy protocolar y asumió que el mago ya le había contado quién era ella.
—Debo de agradecerte de nuevo, Lancelot, por haberme salvado—dijo.
—Sólo hice lo que se suponía que debía de hacer—respondió y miró hacia el centro de la plaza de entrenamiento donde Arturo se había colocado.
—Deberán enfrentarse al más temido de los enemigos—siguió diciendo su hermano—la última máquina de matar… A mí.
—¡Qué modesto!—exclamó Merlín con sarcasmo y ella golpeó suavemente su brazo para que guardara silencio, a pesar de que pensaba lo mismo.
—El reto de última hora es combate libre—miró a un hombre inmenso que blandía las espadas con petulancia—Grimond, segundo hijo de Wessez—lo llamó mientras sacaba su propia espada y esperaba—Tu tiempo comienza ahora.
Uno de los hombres del reino volteó un reloj de arena para controlar el tiempo que transcurría.
El tal Grimond siguió cortando el aire con sus espadas y antes de atacarlo, lanzó un grito de guerra. Pero Arturo, casi con aburrimiento, se inclinó justo a tiempo y con su codo le pegó en el estómago, haciéndolo doblar en dos. Aprovechó esto para alzar su rodilla con toda fuerza contra su nariz, rompiéndola. El combatiente cayó de espalda, gimiendo de dolor. Todos comenzaron a aplaudir orgullosos de las habilidades del príncipe.
—¡Vaya!—Lancelot exclamó—Es muy bueno.
—Mi hermano siempre ha sido bueno en combate. Me ha enseñado muchos trucos pero yo jamás seré tan buena… —confesó con una pequeña sonrisa—Ha estado muy estresado estos días. Los caballeros de Camelot son cada vez menos.
—Mmm… Hermione—comenzó a decir Merlín con una sonrisa nerviosa que ella encontraba muy tierna—Queríamos pedirte un favor…
—Si puedo hacerlo, lo haré—aseguró.
—Lancelot quiere convertirse en caballero.
No se sorprendió. De hecho, ya lo sabía. Su nombre había resonando en su cabeza desde el primer momento en que lo oyó puesto que sería famosamente reconocido por ser uno de los caballeros de la mesa redonda del Rey Arturo. Pero Arturo aún no era rey, y ese no era el único inconveniente.
Miró al hombre apuesto, no queriendo decirle la cruel realidad.
—Me temo que eso no está en mis manos. Deben hablarlo con Arturo—les contestó antes de girar y marcharse.
Merlín se quedó estupefacto, viendo cómo la princesa se alejaba a toda prisa. ¿Qué le sucedía? Si alguien podía lograr convencer de cualquier cosa a Arturo, ese alguien era ella. Y lo sabía. ¿Por qué no quería ayudarlo?
—Espérame aquí—le dijo a Lancelot.
Corrió detrás de ella para alcanzarla.
—¡Te salvó la vida!—le dijo—¿Lo recuerdas?
Hermione se volteó sorprendida por su arrebato. No le había dicho las cosas con amabilidad. De hecho, en ese momento, la contemplaba con absoluta seriedad.
—Lo recuerdo perfectamente—le aseguró.
—¿Y así es cómo se lo pagarás? ¿Con indiferencia?
—Merlín…
—¡No! ¡Pensé que eras mejor que Arturo! Que eras más comprensiva, que entenderías que el deseo de Lancelot es defender Camelot, defender a tu pueblo…
—Merlín…
—Pero obviamente prefieres actuar con frialdad…
—¡Merlín!—le gritó, deteniendo sus palabras que comenzaban a herirla—Te perdonaré tal impertinencia sólo porque te considero mi amigo. Si fuera como mi hermano, te castigaría. Pero no lo soy. Y lo que crees indiferencia es simplemente un modo de esquivar la situación. Es injustificable de mi parte pero…
—¿Pero qué?
—Pero no tuve el valor para decírselo. Él no podrá ser un Caballero. Al menos no hasta que las leyes cambien.
—¿A qué te refieres?
—El primer código de caballería de Camelot establece que sólo podrán convertirse en caballeros aquellos miembros de la nobleza que lo deseen y que demuestren ser capaces.
—¡Pero Lancelot es muy capaz!
—Lo sé. Me salvó la vida, lo vi luchar. Sé que es valiente y capaz. Pero no es un noble, Merlín, y aunque intente convencer a mi hermano, Uther jamás lo permitirá.
…
Arturo enrolló el cinturón alrededor de su espada y se lo tendió a Merlín, quien ya llevaba consigo parte de la armadura del príncipe. Iba caminando por una calle de la ciudadela, de regreso al castillo.
—Es el tercero que falla este mes—se quejó Arturo—¿Cómo puedo defender Camelot con una basura como esa?
—Creo que podría ayudar…—comenzó a decir.
—¿Tu? No tienes idea de lo que conlleva ser un caballero. Coraje, fortaleza, disciplina.
—No, no, por supuesto que no… Pero conozco a alguien que sí.
—¿Si?
—Salvó la vida de Hermione.
Arturo se detuvo de repente y miró a Merlín seriamente.
—¿La vida de Hermione estuvo en peligro?
Todos sabían lo sobre-protector que era con su hermana y, ahora que veía su reacción, se arrepentía de haber mencionado ese detalle.
—Bueno, no… quise decir…—tartamudeó—Salvó mi vida. No la de Hermione… no sé por qué dije eso…
Los ojos de Arturo se estrecharon.
—Merlín, ¿Por qué me mientes?
—¡No lo hago!—dijo intentando parecer completamente seguro—Salvó mi vida.
—Entonces, ese es un trabajo de principiantes—le espetó.
—No, él es realmente bueno. Lo juro.
—Estoy seguro que es estupendo, pero seguramente conocerás el primer código de caballería de…
—Sí—suspiró—La conozco.
—Bien. Entonces, a menos de que tu amigo sea de la nobleza…
—Lo es—lo interrumpió.
Arturo se sorprendió.
—¿Lo es?
—Absolutamente.
—Muy bien. Tráelo al campo de entrenamiento mañana. Asegúrate de que traiga su sello de nobleza.
…
—Hermione.
—¿Si, Merlín?
Ella se encontraba en la biblioteca del Castillo, como cada tarde.
—¿Puedo pedirte un favor?
—No quiero prometer nada que no pueda cumplir—le dijo recordando lo sucedido anteriormente—Así que primero dime qué es lo que deseas y después de diré si puedo ayudarte o no.
—No es nada fuera de la ley… creo… Sólo quiero que me ayudes a encontrar un libro.
Merlín podía ser muy inteligente y original pero el conocimiento que iba adquiriendo no venía todo de los libros, precisamente. No era un ábido lector y por eso encontró sospechoso que pidiera aquello.
—¿Cuál?
—No sé cómo se llamará pero necesito uno que contenga escudos de armas y una lista de todas las familias nobles de este reino o cercanos…
—¿Qué planeas?—lo miró con suspicacia.
—Hermione… yo… realmente no quiero meterte en problemas… Sólo ayúdame con eso.
Los ojos de la chica se estrecharon. Odiaba que la dejara fuera por querer protegerla. No era una chiquilla tonta que caía en problemas constantemente y sabía cuidar de sí misma.
—¿A caso me crees tonta?—cuestionó llevándose las manos a sus caderas—Si lo que piensas hacer es hacer pasar a Lancelot por un noble, te diré que es un mala idea. Si Uther lo llega a descubrir lo matará.
—Pero no lo sabrá si nadie se lo dice—aseguró intentando convencerla—Te salvó la vida, Hermione, ¿no puedes mentir por él para ayudarle a cumplir su sueño? No es nada malo. ¡Quiere ser un caballero y luchar por Camleot!
—Merlín, es una locura. ¡Demasiado peligroso!
Él dio un paso hacia adelante y tomó su mano sin siquiera pensarlo. Hermione se tensó ante el contacto porque la había tomado desprevenida. Merlín la miró a los ojos, fijamente. ¡Por Circe! ¿Qué tenía esa mirada azul tan penetrante que le causaba escalofríos?
—Por favor…—rogó el mago acariciando la parte superior de su mano con su pulgar.
Las mejillas de Hermione se volvieron completamente rojas. Bajó la mirada hacia el sitio donde la estaba tocando para comprobar si era magia o electricidad lo que corría en el punto de contacto. Merlín la soltó rápidamente, también ruborizado, y se alejó un paso de ella, como si se hubiese dado cuenta que había estado haciendo algo muy incorrecto.
La miró con nerviosismos. Intentó hablar pero sus palabras no salieron. Se llevó la mano con que la había tocado hacia su cabeza y se pasó sus dedos por su pelo, despeinándose, en un intento de sacarse la sensación de suavidad de sus yemas.
Hermione le dio la espalda y rebuscó en un estante hasta dar con el que buscaba.
—Toma—le dijo sin mirarlo—Este libro puede ser útil. Nombres, títulos, reinos y escudos de todas las familias. Tuve que aprenderlo hace unos meses, así que podré aconsejarte que busques entre los apellidos más nuevos. Uther se enorgullece de mantener fuertes amistades con las casas de nobleza más antiguas y ricas y prefiere olvidar las demás…
Merlín tomó el grueso tomo, procurando no volver a tocarla.
—Gracias.
—Yo iré a devolver estos—les señaló los que estaba leyendo—y luego volveré a ayudarte.
Necesitaba poner un poco más de distancia entre ambos para calmar su corazón y ordenar sus pensamientos. Tomó sus libros y se alejó. Obviamente sentía algún tipo de atracción hacia él, de otro modo, su cuerpo no reaccionaría de ese modo. Pero eso no quería decir nada, se dijo a sí misma. Se había sentido atraída hacia Harry en su momento pero nada había sucedido y ambos habían podido convivir como grandes amigos. ¿Por qué debería de ser diferente ahora?
Tomó aire profundamente y lo soltó con lentitud. Cualquier tipo de atracción que sintiera en ese momento, ya pasaría.
Más tranquila gracias a sus pensamientos, regresó a donde había dejado al chico y lo vio cerrando el libro rápidamente tras guardar algo dentro de su chaqueta.
—No has arrancado una hoja, ¿verdad?—preguntó casi amenazadoramente.
—¡No!—exclamó ofendido—No haría algo así.
—¿Necesitas ayuda?
—Eg… —sonrió con nerviosismo—De hecho, ya acabé.
—¿Ya? ¿Qué hiciste?—sonrió con burla—¿Falsificar el seño de nobleza?
Merlín rió entrecortadamente pero no respondió. Cerró el libro y lo guardó donde correspondía.
—¿A dónde vas?—preguntó ella.
—A hablar con Lancelot… Sé que lo destrozará la noticia de no poder ser un caballero pero deberé decírselo.
Hermione asintió.
—Voy contigo…
…
Merlín entró a las habitaciones de Gaius e inmediatamente Lancelot se puso de piel.
—¿Y bien?—preguntó con emoción—¿Has hablando con él?
—Le hablé…—dijo justo cuando entraba Hermione.
Sin embargo, el hombre joven estaba tan ansioso por conocer la respuesta de Merlín que no la vio ingresar.
—¿Y?
—Y…—Merlín se hizo esperar—Le gustaría conocerte.
Los ojos de Lancelot se abrieron inmensamente, llenos de sorpresiva alegría.
—¡Gracias!—estrechó las manos de Merlín con fuerza—¡Gracias!
—Ey, no hay problema—le contestó sonriendo pero rápidamente puso una expresión seria en su rostro y miró hacia un lado antes de aclararse la garganta—No eres noble, ¿Verdad?
—¿Un noble?—preguntó Lancelot con diversión ante lo ridículo de la idea—¡No! ¡Buen señor, no! ¿Por qué preguntas?
—Bueno, es sólo que… digamos que no…—comenzó a tartamudear.
—La primera ley de Camelot establece que sólo aquellos de sangre noble pueden servir como caballeros—dijo Hermione, adelantándose y como esperaba, la expresión de felicidad del joven hombre ser borró inmediatamente—Uther creó los caballeros para proteger el reino de aquellos que deseaban destruirlo. Sabía que tenía que confiar en sus caballeros con su vida, entonces sólo eligió a aquellos que juraron serle leales.
—La nobleza—completó Merlín con resignación.
—Así fue como la primera ley de Camelot nació—siguió diciendo—Y desde ese día sólo los hijos de nobles han servido como caballeros.
Lancelot se dejó caer sobre una silla, como si el peso de la noticia fuera demasiado para él. Odiaba tener que decirle eso, pero quería que fuera completamente consciente de la realidad si es que Merlín lograba convencerlo de aquel loco plan.
—¡Es tan injusto!—se quejó el mago.
—Lo es—estuvo de acuerdo, contempló al hombre—Lo lamento, Lancelot. No te imaginas cuánto. Si por mí fuera iría ahora mismo a hablar con Uther pero todos conocen su temperamento y su absoluta inflexibilidad.
Se acercó a su lado y colocó suavemente una mano en su hombro. Él había apoyado sus codos sobre sus rodillas y había cubierto su rostro con sus manos. Parecía tan cansado, tan agobiado, que no pudo evitar sentir cierta compasión. No se merecía esto, en absoluto. Si él no hubiera estado en aquel lugar del bosque, quién sabe qué hubiese ocurrido. Era su destino ser uno de los caballeros de la mesa redonda, pero, ¿Ese momento era ahora?
—¿Por qué deseas tanto ser un caballero?—le preguntó con suavidad.
Lancelot alzó la mirada hacia ella.
—Cuando era un niño, mi aldea fue atacada por bandidos de la llanura del norte—explicó—Ellos fueron masacrados, mi madre, mi padre, todos…Sólo yo escapé. Juré ese día que nunca más me quedaría sin hacer nada ante la tiranía. ¡Hice del arte de la espada, mi vida! Desde ese día, cada día que estaba despierto, la dediqué a combatir. Cuando estuve listo, partí hacia Camelot—les dedicó a Merlín y a ella una sonrisa triste—Y ahora supongo que mi viaje termina. Todo por lo que he luchado… en vano.
—Te doy mi palabra—dijo con firmeza Merlín—cueste lo que cueste, haré esto bien.
Lancelot lo contempló confundido.
—Ya no hay nada que hacer, Merlín—indicó.
El muchacho sonrió.
—Pero tenemos esto—dijo sacando el papel que Hermione lo había visto ocultar rápidamente en la biblioteca.
—¿Qué es eso?
—Tu sello de nobleza—respondió con una sonrisa.
—No entiendo…
—Damas y caballeros, les presento a Lancelot—desplegó el papel para que lo vieran—quinto hijo de Lord Eldred de Northumbira.
—¡No, Merlín, no!
—¡Oh!—volvió a enrollar el papel—Entonces, no quieres ser caballero…
—¡Claro que quiero!—exclamó poniéndose de pie con enfado.
—Las reglas no lo permiten, ¿verdad? ¡Malditas reglas! ¡Las reglas están equivocadas!—indicó casi con demasiada teatralidad.
—¡Pero es una mentira! Eso va en contra de toda mi postura—argumentó.
—¡Tienes el mismo derecho que cualquiera de ser un caballero! ¡Lo sé!
—Pero las reglas…
—No estamos rompiendo las reglas—aseguró—Sólo doblándolas un poco… Pon un pie dentro, haz la prueba, y si lo logras, no importará tu sangre, si eres noble o no. Serás juzgado por tus méritos. Si te convierte es caballero sabrás que es porque te lo has ganado.
Hermione quiso bufar. Definitivamente, Merlín pertenecería a Slytherin. Era un maravilloso manipulador.
Lancelot la miró a ella. Por unos instantes había parecido convencerse pero al verla y darse cuenta delante de quién estaban discutiendo ese tema, se volvió a mostrar reticente.
—No—aseguró—No puedo.
—Yo no diré nada, si eso es lo que te preocupa—dijo Hermione poniéndose de pie a su lado—No estoy de acuerdo, pero no los delataré—se volteó hacia Merlín y le arrebató el certificado de nobleza—¿Y tú de dónde rayos sacaste esto?—le preguntó observando detenidamente el escudo y las palabras—Parece real…
El joven mago sonrió con orgullo.
—Tengo mis trucos—aseguró.
Ella sólo le lanzó una mirada fría antes de devolvérselo. No necesitaba más respuestas: magia.
…
Gwen midió el largo de las piernas de Lancelot intentando no ruborizarse. Luego, rodeó su muslo con su cinta para saber cuál era el contorno. Hermione y Merlín observaban desde una esquina.
—Esto es muy…eh…—Lancelot se aclaró la garganta suavemente—amable… de tu parte… eh…
—Gwen—completó la doncella poniéndose de pie para medirle el largo de los brazos—Abreviación de Gwenevier.
—Entonces, gracias, Gwenevier—dijo Lancelot, contemplándola fijamente.
—No me agradezcas a mi—indicó bajando la vista—Agradécelo a Merlín y a Hermione. Ellos harían todo por cualquiera que se lo merezca. ¿Podrías levantar tus brazos, por favor?
Él hizo lo que ella le pedía. Gwen sacó la medida de su pecho.
—Creo que es genial que ellos te hayan conseguido una oportunidad.—dijo—Necesitamos hombres como tú.
—¿Tú lo necesitas?—preguntó.
El rostro de Gwen se volvió rojo inmediatamente.
—¡Oh, no, no personalmente yo...! ¡ Pero… ya sabes… Camelot! ¡Camelot necesita caballeros! No sólo Arturo y su gente, sino también personas como tú y yo.
—No soy un caballero aún, mi lady.
—Y yo no soy lady—dijo sonriendo y mirándolo fijamente.
Hermione giró su rostro hacia Merlín para ocultar una sonrisa. Esos dos parecían tener cierta conexión.
Por un momento ninguno dijo nada hasta que Gwen pareció darse cuenta que se lo había quedado observando demasiado embobada.
—Bien, terminamos—indicó—Debería tenerlo listo dentro de poco tiempo. Un placer conocerte, Lancelot.
Le tendió la mano para que la estrechase pero él la tomó con suavidad y se inclinó para dejar un beso encima de ella. Gwen enrojeció, otra vez, y su respiración se volvió rápida.
Merlín le hizo una señal, ya que debían de regresar. Lancelot no pudo evitar lanzar una última mirada a la sirvienta de Morgana. Hermione no recordaba haber oído que el famoso caballero tuviera algún tipo de romance con nadie. Salvo con la misma Reina. Aunque de ese tema siempre hubieron muchas versiones. Algunos aseguraban que Lancelot y la esposa de Arturo eran sólo amigos, otros que vivieron un amor incluso antes de que ella se casara con el rey de Camelot. Quizás esa historia había opacado cualquier otro amor que hubiera tenido. Salvo que Gwen fuera la…
Se detuvo inmediatamente, y, como iba delante, Merlín casi chocó contra ella.
—¿Qué sucede?—le preguntó el mago.
Pero ella sólo miraba a la doncella. ¿Podría ser posible que esa Gwen fuera la Gwenevier de Arturo? ¡Si era así, había sido tan ciega! Pero jamás se había imaginado que él se terminara casando con una sirvienta. ¡Uther enloquecería!
—¿Hermione?—preguntó la muchacha con preocupación—¿Estás bien?
Asintió, aunque aún le costaba procesar la información. Un tiempo atrás había pensado que la chica quizás hubiera podido tener sentimientos hacia Merlín, pero ahora se daba cuenta que no era así. Ellos sólo eran y serían amigos.
—¿Segura?
Esta vez fue Lancelot quién la cuestionó.
—Sí, sólo me di cuenta de algo—indicó—Vamos, dejemos a Gwen que trabaje.
Se encaminaron de regreso al castillo. Hermione dejó que ellos dos se adelantaran y se permitió estar unos pasos atrás.
—Gwenevier parece ser encantadora—oyó que decía Lancelot.
—¡Oh, sí, sí, lo es!—aseguró Merlín—Y la mejor modista de Camelot, te lo prometo.
—¿Ustedes dos…?—hizo un gesto con sus manos— Ya sabes…—dijo en voz baja.
Merlín rió divertido por la idea.
—No, no, no—negó con su cabeza rápidamente mientras sonreía—Sólo amigos.
Hermione no quiso pensar en por qué sentía alivio al oír una confirmación de su propia boca.
…
—Bueno, pareces un soldado de verdad—dijo Merlín al ver a Lancelot completamente ataviado con sus prendas nuevas y su cota de malla.
—¿Verdad que sí?—preguntó Gwen contemplándolo con buenos ojos.
Hermione no pudo estar más de acuerdo.
—¿En serio?—inquirió Lancelot—No lo siento.
—No te preocupes. Te he visto luchar, lo harás bien—intentó tranquilizarlo—Si mi hermano no te acepta es más idiota de lo que Merlín asegura que es.
Lancelot sonrió sin realmente querer hacerlo. Estaba demasiado nervioso. Justo en ese instante, Arturo acababa de terminar de entrenar con los caballeros.
—Esta es tu oportunidad—le indicó Merlín—Ve por ella.
Tomó aire profundamente antes de acercarse al príncipe. Los tres se quedaron de espectadores y vieron como se presentaba. Arturo tomó su sello de nobleza y, justo cuando él se inclinaba para hacer una reverencia, lo golpeó en el rostro con tanta fuerza que lo tumbó al suelo.
—Reacciones lentas—dijo simplemente el príncipe—En el campo de batalla ya estarías muerto.
Hermione contempló anonadada la injusticia de la acción y no tardó en correr hacia ellos.
—¡Arturo Pendragon!—gritó furiosa.
Su hermano alzó la mirada y al verla se encogió en sí mismo pero intentó disimularlo rápidamente.
—¡Querida Hermione! No sabía que también Merlín te había metido en esto…
—¡No quieras intentar ser amable conmigo después de lo que acabas de hacer!—le ordenó con enfada—¡Eres un tonto! ¡¿Cómo lo golpeas de ese modo?!
—Fue una prueba—se excusó.
—¡Una prueba! Pues entonces yo buscaré algo duro para pegarte en la cabeza y argumentaré que se trata de una prueba… ¡Para comprobar qué tan duro es tu ego!
—¡Podría estar muerto en el campo de batalla!—repitió—Sus reacciones son demasiado lentas…
Antes de que Hermione apareciera, nadie se atrevía a enfrentarse al príncipe tan abiertamente. Cada vez que los veían discutir todos procuraban estar en primera fila para hacer de testigos en sus pleitos. Resultaban refrescantes y entretenidos. Especialmente porque la mayor parte del tiempo era el príncipe heredero quién perdía.
Hermione intentó pegarle en el brazo, pero Arturo comprendió sus intenciones y la detuvo justo a tiempo. Aprovechando esa distracción, ella lo golpeó con su otra mano libre en la cabeza.
—Las tuyas también—le aseguró.
El príncipe contempló a Hermione herido. Odiaba que lo desacreditase delante de todos sus caballeros.
—Le daré otra oportunidad—gruñó—cuando esté listo.
—Ya estoy preparado, señor—dijo Lancelot sacando su espada.
—Lo estás, ¿verdad?—le preguntó con una pequeña sonrisa que a Hermione le advirtió que habría problemas—Bien. Entonces empezarás limpiando los establos.
Todos los presentes rieron ante la idea. Lancelot se mostró contrariado. Miró a Merlín que, para darle ánimos, alzó sus pulgares hacia arriba.
—¡Arturo!—lo reprendió Hermione.
Su hermano la contempló con frialdad.
—Tú y yo hablaremos seriamente—le indicó—Sígueme. No seré tan desconsiderado como tú como para reprenderte delante de todo el mundo. Yo sé cuál es mi lugar.
Él la llevó hacia el interior del castillo, más específicamente a sus habitaciones.
Hermione suspiró, adivinando lo que se le venía encima.
—Lo siento—dijo—No debí de decirte aquello delante de todos tus caballeros…
—¡Claro que no!—exclamó Arturo—¡Es inconcebible! Si alguien más me hubiese hablado de ese modo lo mandaría a prisión inmediatamente, Hermione.
—Lo sé, lo entiendo…
—¡No, no creo que lo hagas!
Eso la sorprendió. Nunca lo había visto tan enfadado con ella antes.
—Arturo…
—Escúchame bien, Hermione. ¡Esos hombres que entreno allí fuera confían en mí, confían en que los guiaré por el camino correcto! ¡Todos lo esperan! Algún día seré rey de Camelot y no podré ganarme el respeto del pueblo si estás confrontándome a cada instante. Si algo no te agrada, dímelo, pero no de ese modo. ¡Pensarán que soy un hombre blando y sin firmeza para reinar! Si eso llegara a suceder, todo se descontrolaría. Nos atacarían porque vería en mí debilidad el reflejo de la debilidad de todo Camelot.
Hermione a veces olvidaba que él sería rey. Desacreditar su autoridad era algo peligroso. Se acercó hacia él, completamente arrepentida de lo que había hecho. La culpa era un sentimiento que no toleraba, por lo que siempre intentaba hacer las cosas de un modo correcto para estar en paz consigo misma.
—Lo lamento—dijo con lentitud—Realmente lo hago—aseguró—Prometo que no volverá a suceder.
Arturo contempló el pesar en el rostro de la muchacha y no pudo evitar ablandarse. Hermione podía con él. No podía estar enfadado con ella por mucho tiempo.
—Sé que esto aún es nuevo para ti, Hermione, y tal vez no fui lo suficientemente buen hermano y guía. Dejé eso para Morgana, cuando era mi responsabilidad.
Hermione le sonrió.
—Dudo que me hubieses enseñado bien las técnicas de cortejo o el sutil arte de organizar un banquete.
Arturo negó con la cabeza, divertido, aunque cuando puso verdadera atención en lo que ella dijo, su rostro se llenó de seriedad.
—¿Cortejo?—inquirió—¿Por qué debiste aprender esas cosas? No es como si te fueras a casar ya mismo. Acabas de volver a Camelot, no permitiré que te marches tan pronto… Además, a penas eres una niña…
—No soy una niña—lo contradijo.
—¡Pero no puedes ser cortejada aún!—sus ojos se agrandaron con horror—¡Oh, por todos los cielos! Hay alguien que está cortejándote, ¿verdad?
—¿Qué? ¡No! ¿Quién se atrevería? Soy la hija de Uther, ¿recuerdas?
Eso pareció tranquilizarlo y asintió mientras suspiraba lleno de alivio.
—Bien, porque si alguien intentara cualquier cosa contigo, lo mataría. Lo digo en serio.
Arturo se dispuso a marcharse pero Hermione lo detuvo.
—Espera…—él se volteó—Por favor, dale una oportunidad a Lancelot. Se la merece.
…
—Lady Hermione, ¿Puede, por favor, dejar ese libro para que pueda terminar de peinarla?
Ingrid casi la obligó a alzar la cabeza para poder trenzar su cabello.
—Nadie importante vendrá al reino—le aseguró—y nadie más prestará atención si llevo mi cabello suelto o no. Hay cosas más importantes que estar siempre arreglada.
—Para usted, que es una princesa, estarlo es tan importante como todo lo demás.
Ella iba a protestar nuevamente pero las campanas de la alarma se oyeron por todo el castillo. Hermione se puso de pie inmediatamente y se acercó a la ventana con prisa para comprobar qué estaba sucediendo. Muchas personas heridas ingresaban por la puerta hacia el interior del patio, cruzando las murallas. Sin perder tiempo corrió hacia el exterior, haciendo oídos sordos a los gritos de su doncella que le decían que eso podía ser peligroso.
—¿Qué ha sucedido?—logró preguntar a pesar de que estaba sin aire.
Había encontrado a Merlín y a Gaius atendiendo a un par de mujeres que tenían golpes y heridas. Lancelot no tardó en aparecer y repetir la misma pregunta.
—Su pueblo fue atacado por una banda de monstruos—dijo Gaius.
Los tres intercambiaron una mirada cómplice. ¿Podía ser posible que se tratasen de Grifos?
…
—¿Estás segura?
—Así es, Hermione—dijo Gwen—Arturo aseguró que le daría una oportunidad a Lancelot de enfrentarlo.
—Creo que la necesidad de conseguir caballeros le está afectando, aunque con Lancelot no cometerá error alguno… ¿Cuándo se enfrentarán?
—Ahora mismo.
—¿Y qué estamos haciendo aquí?—le preguntó antes de comenzar a andar con prisa hacia el patio de entrenamiento.
Merlín ya estaba allí, observando atentamente. Llegaron justo cuando estaba comenzando y ambos, con sus armaduras correspondientes, hacían chocar sus espadas una y otra vez. Arturo era muy bueno pero Lancelot no se quedaba atrás. Varias veces logró pegarle en el casco del príncipe sin que éste pudiera anticipar y evitar el golpe. Sin embargo, no lo hizo caer.
Lancelot blandió su espada en el aire y la hizo girar para que pegara justo a la altura del cuello de su contrincante pero Arturo fue más rápido y se agachó justo lo necesario para evitar el golpe antes de volver a atacar. El joven logró evitar sus golpes por unos momentos más hasta que el príncipe utilizó la empuñadura de su espada para golpearle el rostro con fuerza, haciéndole caer hacia atrás. El casco voló por los aires mientras que él quedó tendido en el suelo sin gracia alguna, con los ojos cerrados.
Gwen, que miraba atenta la escena, se llevó las manos a la boca, horrorizada.
Arturo clavó la espada en el suelo y se quitó su propio casco.
—Vergüenza—dijo acercándosele.
Frunció el ceño al ver que no respondía. Tampoco lo había golpeado tan fuerte, se dijo. Se inclinó hacia él para comprobar su respiración cuando Lancelot abrió los ojos, lo empujó al suelo con fuerza y, tras tomar su espada abandonada, presionó la punta en su cuello.
—¿Se rinde, señor?—preguntó.
Los guardias no tardaron en hacer su presencia y tomaron a Lancelot del brazo, desarmándolo inmediatamente. Arturo se puso de pie de un solo movimiento. Hermione rogó que no temiera, de nuevo, haber perdido el respeto de los demás. No sería tan compasivo con él como lo había sido con ella.
—¡De rodillas!—ordenó con un grito y cuando los guardias lo obligaron a hacerlo, le puso la punta de la espada en su pecho.
Gwen parecía estar a punto de echarse a llorar, por lo que la rodeó con un brazo para darle consuelo. Si su hermano llegaba a dañarlo, no tendría consideración con él. Pero debería de haber supuesto que no sucedería algo así. Arturo tenía buen corazón y sabía reconocer a un verdadero caballero cuando lo veía.
...
—Levántate, Sir Lancelot—ordenó Uther con una sonrisa—Caballero de Camelot.
Ese era un evento que jamás imaginó presenciar. Lancelot de rodillas con la espada del rey yendo de uno hombro al otro. Cuando se puso de pie, todos rompieron en aplausos. Gwen, que se encontraba más allá, cerca de Morgana, fue la que más énfasis puso en su alegría.
—¿Quién es este hombre?—preguntó en voz baja la protegida del rey—Parece salido de la nada.
—Lo sé—dijo su doncella sin apartar la mirada de él—Ha sido una sorpresa para todos nosotros.
El rey se aproximó al recién nombrado caballero y palmeó afectuosamente uno de sus hombros.
—Nos hace un gran honor, Sir Lancelot—indicó—La caballería es el origen de Camelot.
—El honor es mío, señor…
—Tu padre estará muy orgulloso.
—Sí, señor—dijo algo tenso, volviendo a sentir los nervios a flor de piel.
—No he visto a Lord Eldred desde hace muchos años, parece que más que los que imaginaba.—se quedó mirando a Lancelot—La última vez que lo vi, sólo tenía cuatro hijos.
—Bueno… aquí estoy—dijo sin saber qué otra cosa añadir.
—Por supuesto que sí. Te hemos esperado por mucho tiempo. Disfruta de las celebraciones.
El rey se alejó hacia una de las sirvientas con el sello en la mano, dejándolo rodeado de sus nuevos compañeros, quienes lo saludaron alegremente.
—Lleva este sello a Geoffrey de Monmouth, el genealogista de la corte—dijo el rey a la criada—quiero su opinión lo más pronto posible.
…
Hermione no era adepta a las celebraciones. No cuando los pueblos del reino eran atacados. Pero allí estaba, en aquella cena en honor del nuevo caballero. Lo contempló conversar con Arturo con tranquilidad y rogó internamente para que eso siguiera así. Si lo llegaban a descubrir, su destino estaría fijado y no sería bueno. Quizás no habría sido buena idea mantener la boca cerrada. Debería de haber protestado más e intentar convencer a Merlín de que era una terrible equivocación.
—¿Por qué esa cara? ¡Deberíamos estar celebrando!
Hablando del rey de Roma, pensó al oírlo.
—Celebraré cuando esté completamente segura de que esto no acabará mal—le dijo.
—¡No, tú también!—gimió con cansancio—Gaius ya me advirtió. ¿A caso no lo puedes ver? ¡Es caballero! Su sueño se cumplió. Es feliz.
—Pero si este no es su momento, sólo estamos poniendo su vida en peligro—intentó hacerle entrar en razón.
—¿Y cuándo será ese momento?
—Yo… no lo sé—mintió—Sólo estoy preocupada.
—Tranquila. Todo saldrá bien.
La contempló de esa manera en que sólo él sabía hacerlo y ella no pudo más que asentir.
Arturo golpeó con su puño la mesa para llamar la atención de todos los presentes. Hermione volteó y vio que tenía su copa en alto.
—Señoras y señores, por favor brinden conmigo por nuestro nuevo recluta, nuestro nuevo caballero de Camelot, Sir Lancelot.
Todos aplaudieron entusiasmados antes de beber a su salud. Hermione sólo tomó un sorbo mientras que Merlín apresuró el contenido de su jarra de cerveza.
Continuará...
