Ninguno de los personajes me pertenecen.


TEORÍA

La mañana no llegó con buenas noticias. Apenas terminó de desayunar, Hermione se enteró que habían arrestado a Lancelot. No se preocupó en estar peinada, como tanto insistía Ingrid. Corrió hacia la sala de reuniones y comprobó que lo tenían de rodillas, sujetos de los brazos. El alma se le cayó a los pies al verlo así.

—Dime lo que me dijiste—ordenó el rey a Geoffrey.

—Estas credenciales son falsas—aseguró mostrando los papeles que había conseguido Merlín—El sello es falso. Falsificación del más alto nivel, pero falsificación al final. No hay registro de un quinto hijo de Lord Eldred. Por eso, él…

—Mintió—dijo con frialdad el Rey—¿Lo niegas?

Lancelot negó con la cabeza.

—No, señor.

—Has roto el primer código de Camelot. Has traído la vergüenza a todos nosotros y a ti mismo. No eres digno de la caballería. Nunca lo fuiste y nunca lo serás—el rey hablaba con una fría calma y eso no auguraba nada bueno—Quítenlo de mi vista—ordenó a los guardias.

Se lo llevaron con brusquedad de allí a pesar de que Lancelot no oponía resistencia alguna.

—Señor…—lo llamó Arturo.

—¿Contradices mi sentencia?—preguntó Uther sin prestarle demasiada atención.

—Su engaño es inexcusable—aseguró—Pero no quiso hacer daño. Estoy seguro de ello. Él sólo quería servir.

—El primer código es un sagrado vínculo de confianza—dijo con autoridad—Es lo que une a los caballeros. ¿Cómo puedes confiar en un hombre que te ha mentido?

Arturo no supo que decirle. Miró hacia adelante y vio a Hermione oyendo su intercambio. No era necesario preguntarle para saber qué opinaba sobre la dichosa ley. Mucho menos sobre la sentencia de su padre. Desde que Uther la había golpeado, ella se mantenía lo más alejada posible de él, aunque Arturo dudaba que fuera por miedo.

Hermione fue a ver a Merlín pero Gaius le dijo que había ido a visitar a Lancelot. No le extrañaría descubrir que el muchacho estaba lleno de culpa, como ella en ese instante. Debía hacer algo, aunque aún no sabía qué.

Merlín no tardó en llegar. Miró primero a Hermione y luego a Gaius.

—Por favor, no me digan: "Te lo dije"—pidió dejándose caer en una silla.

—Lo hecho, hecho está—dijo Gaius—Vengan, miren esto…

Estaba ojeando un libro con sumo interés. Ambos se acercaron con curiosidad.

—Un grifo—dijo Hermione reconociendo la imagen inmediatamente—Eso es lo que nos atacó cuando estábamos en el bosque.

Merlín y Gaius la miraron con extrañeza.

—¿Cómo sabes qué es?—preguntó Merlín—Jamás en mi vida había visto un animal así.

Hermione se dio cuenta tarde de su error. Nuevamente había abierto la boca sin pensar. Estaba por inventar cualquier mentira para remendar su equivocación cuando comenzaron a oírse, desde el exterior, las campanas de alerta, seguido de gritos aterrorizados. Fueron hacia a ventaba y vieron a las personas corriendo por sus vidas. El Grifo sobrevolaba por los aires de Camelot, atacando, buscando a su siguiente presa. Hermione comprobó, aterrada, como Arturo corría hasta el medio de la plaza de armas y gritaba desesperado en un intento de llamar la atención de la bestia para que fuera hacia él. Entendía que su deber era proteger a su pueblo, ¿Pero tenía que ponerse en peligro de ese modo?

Los caballeros lo rodearon cuando él los llamó. Todos con sus escudos cubriéndolos y las espadas en alto para blandirlas contra el animal. El Grifo extendió sus alas y bajó en picada contra ellos. Todos cayeron pero se pusieron de pie inmediatamente. Arturo, quien tenía una lanza en sus manos, intentó lanzársela pero ésta rebotó como si fuera de goma. La piel forrada en plumas era una coraza imposible de penetrar. El animal bajó hasta la plaza de armas y contrajo sus alas. Sus graznidos se oían por todo el castillo, potentes y amenazadores. Arturo y sus caballeros se pusieron nuevamente en posición de defensa. Cuando el príncipe gritó, todos corrieron a atacar.

El corazón de Hermione casi se detuvo. Sólo podía ver a su hermano poniéndose en peligro para salvaguardar la vida de sus ciudadanos. Era un joven valiente, un digno Gryffindor.

Rodearon al Grifo y comenzaron a atacarlo desde diferentes ángulos. Pero el animal daba zarpazos y abría su filoso pico cerca de sus manos. Arturo volvió a tomar la lanza entre sus manos y, cando vio el momento oportuno, teniendo más proximidad, la lanzó contra su cuello pero lo único que consiguió fue que se quebrara en dos. El animal se alzó en sus patas traseras y se tiró hacia él, logrando que cayera al suelo de espalda.

Hermione gritó cuando vio que el monstro se alzaba nuevamente para tirarse encima de él. Quiso ir y hacer algo pero Merlín la tomó por la cintura, impidiéndoselo.

—¡Suéltame!—le ordenó, mientras intentaba apartarlo, pero él no cedió.

—Es peligroso…

—¡Pero es mi hermano!—gritó con desesperación.

¡Haría cualquier cosa por salvarlo!

—Ya está a salvo—dijo Gaius, quién había quedado observando la escena a través de la ventana—El Grifo huyó.

Merlín la soltó y ella no tardó en correr escaleras abajo. Cuando finalmente logró encontrarse con Arturo, saltó sobre él y lo abrazó con fuerza. Arturo no dudó ni un segundo en devolverle el abrazo y aferrarla contra su pecho. Podía sentir su corazón latiendo rápidamente contra su pecho y su respiración agitada por el esfuerzo que acababa de hacer. Cansado, pero vivo. Hermione no había sentido nunca antes un alivio tan grande como en ese momento, al comprobar que se encontraba sano y salvo.

—Ya… todo está bien—intentó tranquilizarla él—Nada malo te sucederá.

Hermione se apartó y lo contempló sorprendida.

—No tengo miedo por mí—le aseguró—Estaba preocupada por ti.

La mirada de Arturo se aclaró y miró con afecto como sólo ocurría cuando estaba con su hermana.

—¡Dijiste que tus caballeros eran los mejores de la tierra!—exclamó Uther apareciendo frente a ellos—Lo has probado hoy.

Le dio una palmada de orgullo en el hombro de su hijo.

—Todo lo que sé es que sigue ahí fuera—replicó con Arturo.

—El reino ha sido amenazado por esta bestia por demasiado tiempo… Debemos terminar con esto ahora.

—Padre—llamó Hermione, dando un paso hacia adelante.

El rey la miró con cuidado. Desde que la había golpeado apenas la saludaba. Siempre intentaba mantenerse lo más alejado posible de ella.

—¿Qué sucede, Hermione?

—Sé lo que es esa bestia—dijo—Un Grifo. Un monstruo mitológico, mitad león, mitad águila.

—¿Mitológico?—entrecerró los ojos con suspicacia—Habla claro de una vez y no des más vuelta.

—Un ser mágico—aclaró—Un arma común no podrá contra él. Sólo la magia.

Ella recordaba lo que había estudiado en sus años de colegio. Los Hipogrifos eran parientes cercanos de estos seres, pero mucho más civilizados. Los Grifos, por el contrario, no respetaban a nadie, gustaban saborear de carne humana y eran sumamente territoriales.

—¡Estas equivocada!—indicó—Es una criatura de carne y hueso, como cualquier otra. Arturo lo ha probado hoy.

—No estoy tan seguro, padre—lo contradijo Arturo—Creo que puede haber alguna verdad en lo que dice.

—¿Qué verdad?—cuestionó.

—El Grifo estaba desarmado pero aún así ninguna de nuestras armas logró hacerle daño. Fueron inservibles.

—¿Inservibles? No lo creo—dijo con seguridad—No. Probó nuestro acero una vez y la próxima, será la última—miró a Arturo—¿Cuándo estarán listos tus caballeros otra vez?

—Una hora, quizás dos—respondió.

—Bien. Acabaremos con esto esta noche.

Se alejó de ellos con seguridad. Merlín y Gaius, que habían llegado momentos después que ella, intercambiaron miradas llenas de preocupación.

—Arturo, por favor… no puedes…—rogó.

Su hermano la miró con tristeza pero sin titubear.

—No hay otra cosa que podamos hacer—murmuró—Iré a avisar a los caballeros.

Hermione se volteó hacia Gaius.

—Déjame ver tu libro—le pidió—Por favor, debo encontrar el modo de destruirlo…

—Hermione, como dijiste, el único modo de salvarlo, es destruyendo a la bestia con magia.

Ella lo miró fijamente, casi sin parpadear.

—¿Y crees que eso me importa?—le preguntó.

Gaius intercambió una rápida mirada con Merlín antes de asentir e indicarle que lo siguiera.

En menos de diez minutos, ella se encontraba rodeada de libros que leía con desesperación. Merlín la contemplaba pensativo a unos metros.

—¿Es verdad?—le susurró al médico para que sólo él lo oyera—¿El Grifo no puede morir si no es con magia?

—Así es. Estoy seguro. Si Arturo se enfrenta a él, morirá. Hermione lo sabe muy bien, aunque no me explico cómo lo supo. Pero no tiene importancia en este momento…

—Debemos insistir con Uther.

—En lo que respecta a la magia, nuestro rey está cegado para razonar—lo miró significativamente—Y ahora, la magia es nuestra única opción.

—¿No estarás sugiriendo que yo…?

Gaius asintió varias veces seguidas, lanzándole miradas a Hermione para comprobar que no estaba oyendo su conversación.

—Incluso si Hermione hallara algo en los libros, no nos sería de ayuda. Si es tu destino proteger a Arturo, este es tu momento.

—Pero no puedo hacerlo…

—Si no lo haces, entonces Arturo perecerá.

Los ojos del muchacho se abrieron con sorpresa.

—¡No, no! No tengo magia tan poderosa—gruñó.

—Eres su única oportunidad.

—¿Si quiera te importa que me pasara a mi?—le preguntó a acusadoramente, alzando la voz—"¡Haz esto, Merlín! ¡Haz aquello, Merlín! Sólo me quedaré aquí a calentar los pies junto al fuego…"

Hermione alzó la vista al oír al muchacho.

Gaius se le acercó.

—Merlín—le dijo sin alzar el tono de voz pero con mucha sinceridad—Eres la única persona por la que me preocupo en este mundo. Daría mi vida por ti sin pensarlo. Pero, ¿Para qué? No puedo salvar a Arturo. No es mi destino. Lo siento… No sé más que decir.

Merlín bajó la mirada, sintiéndose algo culpable por sus palabras. Sabía que Gaius se preocupaba por él pero a veces sentía que absolutamente nadie se daba cuenta de sus esfuerzos. Era una sensación horrible que odiaba sentir.

—Tenemos dos horas para encontrar cómo matar a esa cosa—dijo firmemente.

Miró más allá del anciano y comprobó que ella bajaba rápido la mirada. ¿Había escuchado algo? ¿Corría peligro?

Lancelot se sorprendió al ver que Arturo abría la puerta de la celda. Se puso de pie rápidamente.

—Debí de haberlo supuesto—gruñó el príncipe con molestia—¿Cómo he podido ser tan estúpido? ¡No pareces un caballero!

—Lo siento.—murmuró avergonzado.

—¡Yo también lo siento!—gritó furioso— Lo siento porque…porque peleas como un caballero. Y yo necesito… Camelot necesita…—no completó la frase.

Ahora estaba arrepintiéndose de haber ido allí. Pero no podía permitir que un guerrero como Lancelot se pudriera en aquellas celdas.

—La criatura—dijo el hombre.

—No podemos matarla—completó él—Nunca me enfrenté a algo como eso.

—Yo lo enfrenté solo—dijo Lancelot—Hace unos días, en el bosque.

Merlín le había advertido que no dijera nada sobre Lady Hermione y no lo haría.

—Hay algunos que creen que la criatura, este Grifo, es una criatura mágica y que sólo puede ser destruido con magia.

—¿Crees en eso?

—No importa lo que yo crea—aseguró—La magia está prohibida en Camelot.

Lancelot se dio cuenta de que había algo que quería decir pero que estaba buscando las palabras adecuadas para hacerlo.

—Gracias—dijo finalmente.

Lancelot lo contempló extrañado.

—¿Por qué, señor?

—Por salvar a Hermione.

—Yo nunca…—comenzó pero Arturo lo interrumpió.

—No me mientas. Merlín me lo dijo accidentalmente hace unos días. Intentó corregirse pero es terrible mintiendo. No sé qué haría si tuviera que guardar un enorme secreto del que dependiera su vida… Supongo que sólo viviría unos pocos minutos… En fin, gracias. Le salvaste la vida a mi hermana por eso no puedo dejarte aquí. Hay un caballo esperando fuera…

—Gracias, gracias, señor—repitió haciendo una leve reverencia.

—Lancelt—lo detuvo—tómalo y nunca vuelvas a este lugar.

La expresión del hombre joven se volvió implorante.

—No. No, por favor. No es mi libertad lo que busco. Sólo deseo servir con honor.

—Lo sé.

—Entonces, déjame ir contigo.

—No puedo. Mi padre no sabe nada de esto. Te doy la libertad pero no puedo hacer más que eso… Ahora vete antes de que cambie de opinión.

Gaius extrajo un libro y se lo tendió disimuladamente a Merlín. El muchacho revisó rápidamente y leyó el hechizo que mencionaba, procurando no llamar la atención de Hermione.

—Nunca he pronunciado un hechizo tan poderoso—dijo por lo bajo al médico de la corte.

—Deberías ir a practicar… Sabes que puedes hacerlo. Tienes la magia dentro.

Merlín se encaminó hacia fuera de la habitación. Hermione lo vio hacerlo pero guardó silencio. Algo dentro de ella le decía que ya habían dado con el hechizo. Pero claro, no se lo iban a decir. Quizás si lograba que confiaran en ella lo suficiente. Quería hacerse amiga cercana de Merlín y poder compartir con él el secreto de su magia. Sin embargo, eso era algo difícil dado que ella era la hija del Rey Uther, el monarca que odiaba con todo su ser a todo aquel que usara esa clase de poder.

Suspirando, cerró el libro que tenía delante. ¡Cómo extrañaba hacer magia! Le hubiese gustado ser ella la que salvara a Arturo, pero no tenía varita y toda la magia que había hecho en aquella época había sido accidental.

—¿Estás bien, Hermione?—preguntó el médico de la corte.

—Sí, sólo preocupada—alzó la vista hacia él—¿Merlín irá con Arturo?

—Creo que sí. Aunque asumo que sin que él lo sepa. Aunque no quiera admitirlo, le importa la vida de tu hermano.

—Mmm…

—¿Importa?

—¡Por supuesto!—exclamó—Merlín se ha vuelto un buen amigo y no me gusta pensar que algo malo pueda llegar a sucederle.

Gaius suavizó su mirada.

—Eres una joven muy amable, Hermione. Merlín sabe valorar eso.

Hermione miró a través de la ventana cómo Arturo y los demás caballeros se marchaban. Su corazón apenas podía latir con normalidad. Tenía miedo de que algo malo le sucediese. Hacía meses que se había encariñado demasiado con él y ahora, cada vez que pesaba en él, lo hacía como si se tratara de su propio hermano, el que nunca tuvo, el que nunca conoció.

Morgana vino desde atrás y la abrazó consoladoramente.

—Estará bien—le aseguró—Aturo es un excelente guerrero.

Le gustaría creerle, tener esperanzas, pero le costaba demasiado. Sus ojos ardían con las lágrimas que se negaba a derramar. ¡Se sentía tan impotente! ¡Quería ayudar pero no podía hacerlo! ¡No sabía cómo! Si tan sólo pudiera hacer magia…

La idea se fue consolidando en su mente con firmeza. Alzó los ojos al exterior y pudo ver como su hermano se alejaba. Decidida, hizo que Morgana la soltara y ella comenzó a marcharse.

—¿A dónde vas?—preguntó con curiosidad.

—Tengo algo importante que hacer—fue toda la explicación que dio.

Hermione se colocó una capa sobre sus hombros y la capucha sobre su cabeza. No tomó la salida principal, donde seguramente habían quedado algunos cuantos caballeros vigilando. Se dirigió hacia la armería y, comprobando que no había nadie allí, tomó la primera espada que encontró. Salió del castillo sin ser demasiado cuidadosa. Se sentía demasiado ansiosa, demasiado desesperada como para vigilar. No se dio cuenta que un par de ojos la siguieron desde una ventana en lo alto. Su destino: una casa cerca del mercado.

Tocó la puerta con fuerza y esperó unos momentos. Cuando no la atendieron volvió a golpear con su puño consecutivamente.

—¡¿Quién demonios te crees como para..?!

El anciano había abierto la puerta de repente y en cuanto lo hizo, quedó callado, completamente sorprendido, al ver allí a la princesa. Hermione dio un paso hacia el interior con el filo del arma tocando la piel del cuello del hombre amenazadoramente. No tenía intención de hacerle daño, pero eso él no lo sabía.

—Llévame ahora mismo con Sir Godric—le ordenó.

GreenEyes pareció tardar unos momentos en recuperarse de la sorpresa, pero cuando lo hizo en su boca apareció una sonrisa burlesca que ella odió inmediatamente.

—¿Qué me darás a cambio?

—Tu vida—le dijo con firmeza, presionando aún más el filo pero sin llegar a cortarlo.

El hombre se carcajeó.

—¡No te atreverías!

—Escúchame bien, imbécil—le dijo aproximando su rostro hacia él, contemplándolo con un ardor abrumador—No juegues conmigo. No ahora, porque no estoy de ánimos. He intentado ser amable pero si no me dejas otra opción… lo haré…

—Lady Hermione—dijo una voz profunda, apareciendo a su lado—Baje el arma, por favor. Creo que Salazar no podrá contenerse y terminará hechizándola… o besándola. Nunca se sabe cómo funciona la mente de este hombre.

Hermione se apartó inmediatamente y miró al hombre que había estado buscando con desespero. Tardó unos momentos en darse cuenta del nombre que había mencionado.

—¿Salazar? ¿Salazar Slytherin?—inquirió anonadada, llevándose una mano al corazón.

Sus ojos se posaron en aquel anciano sin poder creer que ese era el fundador de Slytherin. El que tendría herederos que tendrían herederos que, en algún momento, darían vida a Voldemort.

Salazar sonrió, como si estuviera demasiado orgulloso de saber que lo había reconocido. Dio un largo paso hacia adelante para terminar muy cerca de ella. Metió una mano dentro del bolsillo de su larga túnica gris y sacó su varita. Se la pasó sobre su mano derecha, bajo la mirada atenta de Hermione. La mano, que en un principio había tenido manchas y arrugas, poco a poco fue adquiriendo un tono más claro y la piel pareció recobrar vida hasta que finalmente volvió a tener el aspecto del de una persona joven. Alzó inmediatamente la vista y miró sorprendida. El anciano había desaparecido y delante suyo había un hombre joven que quizás tendría unos cinco años más que ella, de ojos celestes y cabello rubio largo hasta los hombros. Le sonreía de un modo burlón, casi depredador.

—Debería de haberlo sospechado…—dijo más para sí que para los otros dos.

Sir Godric le indicó que se sentara delante de una mesa de madera y ellos tomaron su lugar en frente.

—Lamento que hayas tenido que formar parte del engaño, Hermione, pero debemos mantener la identidad de Salazar en secreto. No queremos que el Rey descubra que tiene un mago en su preciada ciudad… Lo condenaría inmediatamente.

Hermione seguía observando al fundador de la casa de las serpientes sin poder creerlo.

—No confío en ti—le dijo sin detener su lengua—Tu odias a los muggles.

—¿Muggles? ¿Cómo conoces ese término, princesa?

—No es asunto tuyo—le espetó—Pero tu desprecio hacia las personas sin magia es legendario.

Él, en vez de sentirse ofendido, sonrió.

—¿Me puedes culpar? Tu padre es un vulgar muggle, cuya ignorancia ha llevado a magos, druidas y a cualquier otro ser mágico a la tumba. Ha asesinado a niños y mujeres inocentes sin ningún tipo de contemplaciones… y su hijo seguirá su camino.

—¡No es verdad! Arturo no es así.

—¿Estás segura?

—Completamente.

—Tú apareciste hace pocos meses, princesa—le recordó, siempre llamándola por el título pero con un tono despectivo—No lo viste criarse y seguir ciegamente las órdenes de Uther. Arturo es tan culpable como su padre. Tiene grandes atrocidades sobre su espalda.

Negó con la cabeza. Se negaba a aceptar aquellas tonterías. Era una maldita serpiente que no merecía ser escuchada. Se volteó hacia Sir Godric.

—Quiero hablar contigo, a solas—le ordenó.

—Salazar es de confianza…

—No me importa. Lo que tengo que decir es demasiado importante. No confiaré en nadie más que en ti.

Él suspiró resignado.

—Bien. Pero no podemos hablar aquí—dijo poniéndose de pie—Acompáñame a mi hogar.

Ella se puso de pie y él le tendió la mano para que la tomara.

—Haremos algo llamado Aparición. Es…

—Sé lo que es.

Salazar y Godric intercambiaron una mirada que intentaba no plasmar demasiada sorpresa. La princesa de Camelot conocía demasiadas cosas.

Hermione sintió el usual tirón de la aparición. Hacía demasiado tiempo que no lo hacía y el efecto que tuvo en su cuerpo fue devastador. Cuando finalmente sintió que sus pies volvieron a tocar el suelo, tuvo que aferrarse a Sir Godric para no caer. El hombre la tomó con fuerza, aferrándola contra su cuerpo hasta que finalmente pudo abrir los ojos sin sentir que todo giraba a su alrededor. Cuando lo hizo, lo primero que vio fue lo cerca que estaba el rostro de él. Se apartó con prisa, algo ruborizada.

—Lo siento—se disculpó.

—No te preocupes. Es común que las primeras veces causen ese efecto. Uno termina acostumbrándose.

Hermione miró a su alrededor y comprobó que se encontraba en un castillo. Las paredes de piedra eran un poco más claras que las de Camelot pero se sentían igual de frías. Se encontraban en una sala grande, que tenía una inmensa chimenea encendida y una larga mesa rodeada de sillas. Parecía ser un comedor.

—¿Estamos lejos?—preguntó.

—Sí. Hubiera llevado muchos días llegar aquí a caballo. Aparecerse es el método más fácil de viajar, aunque hay que ser cuidadosos… —la miró fijamente—Dime, Hermione, ¿Por qué querías verme? Fui aquella tarde pero nunca apareciste.

—Hubo complicaciones—respondió—La vida de un amigo estaba en peligro…

—¡Ah, sí! ¿Merlín? Oí que el sirviente el príncipe Arturo había bebido de su copa envenenada.

—Sí, él—dijo sin dar demasiado detalles.

Godric se quedó observándola sin avergonzarse. Se daba cuenta que era una joven dama hermosa y no podía evitar sentir cierta atracción hacia ella. Más ahora que entendía que era una ferviente defensora de sus amigos y que no temía enfrentarse a quién fuera para conseguir lo que quería. La tenacidad no era una cualidad que muchos sabían admirar. Pero él sí.

—¿Por qué querías verme?—repitió—Ahora estamos aquí.

—¿No hay nadie que pueda escucharnos?

—No.

—¿Sirvientes?

—No de los que deban preocuparte—dijo con una pequeña sonrisa.

Ella adivinó que se refería a Elfos domésticos. Le hubiera gustado poder darle una larga charla sobre los derechos de esos seres pero sabía que no podía cambiar eso, por mucho que quisiera.

—¡Perdóname! Qué descortés de mi parte… por favor, siéntate. ¿Quieres algo de beber?

Hermione negó con la cabeza. Tenía un nudo en el estómago que no aflojaría hasta que supiese que Arturo y Merlín estaban sanos y salvos en Camelot.

—¿Qué sabes de los viajes en el tiempo?—preguntó sin querer seguir deteniendo el momento.

Sir Godric se extrañó.

—Muy poco—confesó—He oído que sólo las Sumas Sacerdotisas saben de ese tema pero que aún así lo tratan con respeto y temor. Puede ser muy peligroso.

—De donde yo vengo, los viajes en el tiempo siguen siendo considerados como peligrosos, pero no son algo extraño. Sus efectos en la vida de los "viajeros" son aún estudiados pero no se realizan demasiados experimentos con ellos porque se puede cambiar el pasado de modo que resulte trágico para los que viven en el futuro.

—¿Y de dónde vienes?

—Del futuro y soy una bruja.

Las dos palabras quedaron suspendidas en el aire por unos momentos.

—Mientes.

—No lo hago—aseguró—¿Por qué crees que sé de ti o de Salazar? He oído sobre ustedes.

—No, es imposible. ¡Eres la hija del Rey!

—No lo soy. He intentado convencer a Uther de eso pero él está convencido de que soy su hija, la joven que raptaron cuando apenas tenía un día de vida. Sé que esto suena a locura pero no miento… Yo… bueno, no puedo decirte mucho. Entenderás por qué… No pertenezco a este tiempo.

—No, Hermione, tú lo haces…

—¡No!—exclamó—Llevo meses aquí, intentando dar con algún brujo que pueda ayudarme. Pensé que había dado con uno pero él no puede ayudarme aún. Por eso he acudido a ti. Quiero volver a mi tiempo…

—Hermione, escúchame—le dijo con calma—No sé qué es eso de ser del futuro…

—¡No te estoy mintiendo!

—No, no lo digo por eso… ¿Cómo explicártelo? Los viajes en el tiempo son peligrosos porque el "viajero", como lo llamaste, sufre los efectos de estar en el tiempo equivocado. Su cuerpo se agota, su energía se va… Toda su naturaleza sabe que no pertenece allí. Tu llevas meses aquí y no pareces haber tenido problemas de salud. ¿O sí?

Ella negó. Desde que había llegado a Camelot se sentía mejor que nunca. Cuando era pequeña siempre vivía enferma, con resfríos y gripes fuertes que fueron disminuyendo su intensidad a medida que pasaron los años. Durante el colegio, no había sufrido de nada, hasta que finalizó la guerra y su cuerpo comenzó a deteriorarse.

—Pero tengo recuerdos—insistió—Mis padres, mis amigos, mis años de colegio… Yo soy hija de muggles y me enteré que era una bruja a los once años. Recuerdo cada una de las situaciones que tuve que vivir, Godric. ¡Estudié magia! ¡Incluso algunos me insultaron por no ser Sangre Pura!

—Eso suena muy a Salazar…

Hermione no dijo nada, sólo apretó los labios con disgusto. Él la contempló por un largo momento hasta que finalmente suspiró.

—Cuéntame qué se supone que sucedió contigo y por qué Uther cree que eres su hija.

No tardó mucho en hacerle un resumen de la historia. Le narró el secuestro, sus sospechas, y los años que el rey pasó buscando a su hija. Le informó también que ella era adoptada, que sus padres la habían encontrado, que había estudiado durante siete años magia y que al final había enfermado gravemente hasta morir.

Sir Godric permaneció meditando unos instantes.

—Entiendo—dijo finalmente—Y, aunque asumo que esto no te gustará, creo que eres la hija de Uther.

—¡¿Qué?! ¿A caso no me has oído?

—Perfectamente. Es sólo una teoría, Hermione. Creo que la hechicera que te secuestró fue una Sacerdotisa y, al verse rodeada, su única oportunidad de hacerte desaparecer fue enviarte a un tiempo lo suficientemente lejano… Allí, tu cuerpo fue deteriorándose con lentitud, perdiendo la magia, la esencia, ya que no era el lugar al que pertenecía, no era su tiempo…y moriste y regresaste.

—No. No. No… me resulta demasiado increíble para ser verdad…

—Pero, piénsalo, eso explicaría por qué no recuerdas cómo apareciste en Camelot. Un hechizo lo suficientemente potente te traería de regreso y esa clase de poder sólo lo tendría una Sacerdotisa.

Se dejó caer en la silla, demasiado abrumada como para poder pensar con claridad. Él se acercó hacia ella y colocó una mano sobre su brazo.

—Hermione, sólo es algo que se me ocurrió. Para saber la verdad, la opción que te queda, es hablar con la Sacerdotisa que secuestró a la hija de Uther. Ella te dirá la verdad.

—Pero ni siquiera sé su nombre…

—Entonces deberías comenzar a indagar al Rey. Estoy seguro que él sabe algo más que no te dijo.

Ella asintió. También tenía la impresión de que Uther no le había contado todo. Pero su relación ahora era demasiado mala. Su simple presencia le causaba una sensación que se aproximaba demasiado al odio. Sin embargo, si quería saber la verdad, no le quedaría otra opción.

—Gracias—dijo Hermione—por ayudarme en esto… Creo que está demás decirte que esto no puedes confiárselo a nadie.

—No lo haré…

—Hay algo más que quisiera pedirte, si no es mucho problema.

—¿Qué?

—Quiero una varita mágica.

—¡Hermione! ¿Dónde te habías metido?—le preguntó Morgana, llegando a ella y abrazándola con fuerza—He estado tan preocupada. Uther vino a preguntar por ti hace unos momentos pero le dije que te habías ido a la biblioteca a leer, que necesitabas una distracción para no preocuparte a sobremanera…

—¿Sabes qué quería?—Morgana negó—¿Dónde está ahora?

—Con Arturo. ¡Regresó! Está bien. ¡Fue Lancelot quien logró vencer al Grifo! ¿Puedes creerlo?

—Puedo...¿Dónde está?

—Esperando… Ven, vamos…

Ambas caminaron de prisa hasta quedar frente a la sala de reuniones. Allí lo vieron de pie, inquieto. Dos guardias cuidaban las puertas cerradas. Hermione se adelantó.

—¡Lancelot!

Él pareció aliviado de verla.

—Lady Hermione…

—Me he enterado de lo que has hecho. ¡Muchísimas gracias!

—Sentí que era mi deber. Arturo me dio la libertad ya que te rescaté una vez pero me ordenó que me marchara… pero no podía hacerlo. No cuando me necesitaban.

Merlín apareció en una esquina y los vio a ambos.

—¿Qué sucede?—se oyeron gritos desde el interior de la sala—¿Qué están haciendo?

—Decidir mi destino, supongo—respondió el caballero.

—Te devolverán el título de caballero, por supuesto. ¡Mataste al Grifo!

Lancelot le lanzó una mirada a Merlín.

—Tuve ayuda—dijo misteriosamente.

La expresión del joven mago palideció al comprender. Lo había oído recitar el hechizo para que la lanza atravesara el animal. Miró a Hermione, pero ella había vuelto al lado de Morgana.

—No sé a qué te refieres…

—¿"Bregdan anweald…"?—dijo repitiendo las palabras que había oído momentos antes de que soltara la lanza contra la bestia—Te escuché. Te vi.

Merlín volvió a lanzar miradas asustadas hacia las dos mujeres.

—No te preocupes. No le diré a nadie—aseguró Lancelot—Pero no puedo responsabilizarme por lo que no hice. No habrá más mentiras ni engaños.

—¿Qué vas a hacer?—preguntó Merlín con preocupación.

—Lo único que puedo hacer…

Sin dar más explicaciones caminó de prisa hacia las puertas y las abrió de un empujón. Los guardias lo retuvieron de inmediato.

—Quiero decir algo—imploró Lancelot—Sólo eso.

—Esperen—ordenó el Rey—Déjenlo hablar.

Ambos guardias lo soltaron lentamente.

—Perdóneme, señor—comenzó a decir—Vine a despedirme.

Arturo lo miró como si se hubiese vuelto loco.

—¿Qué es esto, Lancelot?—lo cuestionó.

—Les he mentido a ambos y ahora hay conflicto entre ustedes. No puedo soportar esa carga y tú no debes soportar la mía. Debo empezar de nuevo, lejos de aquí. Quizás entonces el Destino me de otra oportunidad para demostrar que soy merecedor de ser Caballero de Camelot.

—Pero, Lancelot, eso ya nos lo has demostrado—aseguró Arturo.

—Pero debo demostrármelo a mí mismo—indicó—Su alteza. Príncipe Arturo—Miró tanto al padre como al hijo e hizo una reverencia antes de salir.

Hermione había oído todo desde el exterior. Cuando Lancelot la vio, se detuvo.

—No quiero escuchar de nuevo que debo quedarme—dijo.

—No lo diré—le aseguró ella—Puede que este no haya sido tu momento, Lancelt, pero sí habrá uno. Quizás dentro de muchos años recuerdes esta situación como una experiencia algo hilarante, pero para ese entonces ya estarás usando la capa con el escudo de Camelot. Ten paciencia, porque eso sucederá. Ahora lo único que puedo añadir es… Hasta luego, Sir Lancelot. Nuestros caminos volverán a cruzarse.

Él le sonrió afectuosamente. Hizo una nueva reverencia y se marchó.

Hermione esperó que Merlín se diera cuenta de su presencia. Parecía demasiado concentrado en su trabajo de pulir la armadura de Arturo. Cuando alzó la vista, se sobresaltó al encontrarla allí.

—¡Hermione! Me asustaste… ¿Necesitas algo?

—No, en realidad… Sólo quiero hacer algo que le prometí hacer a Lancelot antes de que se marchara esta mañana.

Él se mostró confundido.

—¿Qué cosa?

—Me pidió que te diera cierto reconocimiento porque, al parecer, has ayudado a acabar con el Grifo—dijo con una sonrisa.

—¿Ah, sí?—preguntó temeroso—¿Te dijo algo más?

—No. Y me pidió que por favor no preguntara y que no dijera nada a nadie más, ni siquiera a Arturo—le contó—Y no lo haré.

—¡Oh…!—parecía realmente aliviado—Yo no necesito ningún tipo de reconocimiento.

—Salvaste la vida de mi hermano, Merlín, creo que sí lo mereces… Puede que no sea mucho, pero me han contado por ahí que te gusta mucho el pan de frutas…

—¡Me encanta el pan de frutas!—exclamó con los ojos abiertos llenos de emoción.

—¡Excelente! Porque le he pedido a la cocinera que prepare uno para ti. Tienes que recogerlo dentro de media hora, más o menos.

—¡Vaya! ¡Gracias, Hermione! ¡Muchas gracias!

Ella sólo asintió. Merlín la vio dar media vuelta, dispuesta a marcharse, pero algo la detuvo. Se giró nuevamente y se inclinó hacia él para dejar un pequeño beso en su mejilla.

—No te imaginas cuán feliz estoy de que hayas regresado a salvo—le confesó con energía—y de que hayas traído de regreso a mi hermano.

Sin más, casi salió corriendo de allí. Merlín se llevó la mano al lugar donde ella lo había besado, sintiendo su cara arder. Una sonrisa enorme fue apareciendo en su rostro sin que pudiera evitarlo. Ese beso había sido mejor recompensa que cualquier pan de fruta.