Ninguno de los personajes me pertenece.


Lotus-one: Como siempre digo, gracias por leer la historia y tomarte el tiempo de comentarla. Siempre es bueno para el que la escribe saber que hay gente del otro lado leyendo. Merlín es una serie que comencé a ver por casualidad, en realidad y me enamoré del joven mago atolondrado. Es un personaje que me pareció enternecedor, uno de los que va evolucionando con el tiempo y no que nació simplemente sabiendo manejar extraordinariamente bien sus poderes. Si la puedes ver, te recomiendo la serie. Es como "otra vuelta de tuercas" a la leyenda del Rey Arturo y el mago Merlín.

No fue mi intención hacer una Hermione débil. En realidad, confieso que pensé escribir que, al llegar a Camelot, sea una bruja consumada, como siempre, pero eso sería demasiado fácil. Ella tendrá que indagar un poco sobre porqué no puede hacer magia y ese porqué está relacionado con algunos de los personajes que ya han aparecido. Además, en cierto modo, es mejor. Ella debe permanecer bajo perfil. Si Uther sospecha, será su fin.

Creo que me sobrepasé con la respuesta. Lo siento. ¡Saludos!


LA FUGA DE ARTURO

—¡Avalón! Lo que viste en el lago debe de haber sido Avalón—dijo Gaius a Merlín con los ojos inmensamente abiertos, llenos de sorpresa.

La mañana siguiente llegó con prontitud. Los tres estaban reunidos en las habitaciones del médico de la corte discutiendo sobre los últimos acontecimientos.

—¿Qué es…?—comenzó a preguntar, sacando las palabras de la boca de Hermione.

—La tierra de la eterna juventud—respondió antes de que pudiera terminar—Se supone que sólo unos momentos antes de la muerte los mortales pueden alcanzarla.

—Y yo la he visto y sigo vivo—dijo Merlín, consciente de la gran oportunidad que tuvo.

—¡Eso es increíble!—exclamó el galeno—¿Cómo era?

—¡Eso no importa!—interrumpió Hermione, quien había estado en silencio hasta ese momento, oyendo todo lo que decía Merlín—¡Van a sacrificar a Arturo!

—Y ni siquiera sabemos quiénes son ellos todavía—dijo el mago.

—Sí, lo sabemos—contradijo Gaius mientras les mostraba el libro que había estado leyendo—He encontrado una escritura como esta en el báculo de Aulfric. Es Ogham, una caligrafía antigua—leyó lo escrito con dificultad pero en seguida se los tradujo—"Para tener la vida y la muerte en tus manos". Por la escritura y lo que viste en el lago, queda claro: son Sidhe.

—Eso no suena a nada bueno.

—Son maestros de hechizos.

—¿Crees que Arturo ha sido hechizado?—inquirió Merlín.

—No tengo ninguna duda—respondió Hermione—Anoche prácticamente me echó de su cuarto y me dijo que nada lograría separarlo de Sophia. Me temo que el sueño de Morgana se está haciendo realidad.

Las puertas se abrieron de repente y, efectivamente, apareció la chica que había mencionado. Sus ojos buscaron desesperados a la princesa.

—¡Hermione!—exclamó corriendo hacia ella—Arturo ha pedido una audiencia con el rey, debemos ir inmediatamente.

No tardaron ni cinco minutos en terminar de recorrer la distancia que separaba las habitaciones del galeno con la de la sala de reuniones del Rey. Hermione se apresuró a llegar al lado de él, junto a Morgana, mientras Arturo permaneció en frente. Unos pasos más atrás se encontraba Sophia y su padre. Gaius y Merlín se quedaron de espectadores a lo lejos.

—El motivo de esta audiencia, padre—comenzó a decir el príncipe—es tratar un asunto de gran importancia. Seguramente habrás notado que Lady Sophia y yo hemos llegado a ser muy cercanos.

Uther sonrió.

—No demasiado, espero.

—Estamos enamorados—dijo.

El rey contempló a su hijo con cierta diversión antes de voltear el rostro hacia Hermione, como si intentara de compartir una broma. Ella no encontraba divertida la situación. Su padre no sabía toda la verdad y dudaba que le creyera si intentaba decírsela.

—Es por eso que hoy vengo ante ti—siguió diciendo el príncipe—para pedirte permiso para contraer matrimonio.

La sala se quedó en absoluto por unos instantes hasta que finalmente el rey no pudo contenerse y rió abiertamente.

—Supongo que estás bromeando—dijo.

—No. Voy a casarme con ella.

—Pero se han conocido hace dos días—les recordó Uther.

Arturo no encontraba aquello a gusto.

—Estamos enamorados—aseguró con rotundidad, como si aquello fuera excusa suficiente para justificar la locura del pedido.

—¿Enamorados?—inquirió —No teníamos idea de que fueras tan romántico, ¿Verdad, muchachas?—les preguntó a Hermione y a Morgana.

—No, es una caja de sorpresas—dijo su protegida con seriedad.

—Eso no es romanticismo—aseguró Hermione y miró a Arturo fijamente—es estupidez.

El príncipe se mostró decidido.

—Me voy a casar con ella. No me importa lo que piensen. Ninguno de ustedes.

La mirada de Uther perdió todo rastro de diversión.

—Pensé que habías venido a pedirme autorización.

—Por cortesía, nada más…

Arturo giró y extendió la mano. Sophia la tomó y se dispusieron a marcharse juntos de la sala.

—Guardias, cierren las puertas—ordenó el rey.

Inmediatamente se hizo lo que dijo. Uther se puso de pie y caminó hacia su hijo.

—Has olvidado en la corte de quién estás—le dijo.

—¡No me importa lo que digas! ¡Me casaré con ella!

El rey suspiró con cansancio, como si toda la situación lo agobiara.

—Arresten a Sophia y a Aulfric Tirmawr—decretó.

Arturo soltó la mano de la chica y se volteó hacia su padre.

—¿Qué estás haciendo?

—E informen al verdugo que se solicitan sus servicios para mañana a la mañana—siguió el rey sin hacer caso a su hijo.

—¡No puedes hacer esto!

—Sí, puedo. ¡Y a menos que muestres un poco de respeto, lo haré!

La amenaza surgió efecto. Arturo bajó la cabeza, abatido. El rey lo contempló por unos momentos antes de asentir con formalidad.

—Libérenlos—pidió y los guardias lo hicieron. Se dirigió a Arturo—Tienes toda una vida por delante. Estoy seguro que Sophia es tu primer amor, pero seguramente no será el único. Disfruta mientras puedas.

El príncipe hizo una reverencia y se marchó de allí. Pronto lo siguieron todos los demás. Uther suspiró y volvió a sonreír. Arturo siempre había sido una sorpresa. Pero jamás esperó que viniera ante él con tal locura.

—Padre…

—Hermione… ¿Qué haces aquí aún? Dime, por favor, que no vienes también a decirme algo similar. ¿A caso quieres huir con algún príncipe? ¿Tener un romance con algún caballero?

—Padre, deberías tomártelo con más seriedad—pidió.

—¡Es joven, insensato y cree estar enamorado! Dale una semana y estará detrás de las faldas de otra chica. Ya te sucederá a ti y haré lo mismo: impedir que hagas una locura.

—¡Padre, por favor! Sophia no permitirá que eso suceda…

—¿Tienes algo en contra de la chica?

—Es… es sólo que no me cae bien—dijo—Has visto cómo ha cambiado a Arturo.

—¡Es un tonto enamorado!

—¡Es peligrosa!

—¿Peligrosa? ¿Para quién?

—Para Arturo.

Uher la contempló fijamente.

—¿Cómo lo sabes?

—Es una especie de presentimiento…

—¿Y qué te ha hecho ella para que tengas ese presentimiento?—cuestionó.

—Nada, aún… pero lo hará…

—Hermione, estos últimos meses has sido la consentida de Arturo. Te ha dado obsequios, te llevaba a pasear, ha pasado mucho tiempo a tu lado… y ahora viene esta muchacha y la crees una amenaza. Ella no ocupará tu lugar.

—No, no es eso… ¡No quiero que le haga daño!

Uther le acarició suavemente la mejilla.

—Sufrirá unos cuantos días y luego se le pasará… Será un modo de madurar. Déjalo vivir un "amor" prohibido.

Hermione corrió hacia el dormitorio de Arturo y descubrió que Merlín ya estaba allí, intentando hacerle entrar en razón.

—Creo que el rey ha sido un poco duro pero tiene algo de razón—estaba diciendo el mago.

—¡Te he ordenado que te vayas!—le gritó Arturo—Déjame en paz.

—Sé que crees que estás enamorado de Sophia, pero no es verdad—insistió.

—¿Quién eres tú para decirme qué pienso?

—Soy tu amigo…

—¡No, eres mi sirviente!

El príncipe comenzó a buscar cosas y acomodarlas en una bolsa de viaje.

—¿Qué estás haciendo?—preguntó Hermione.

Ambos se voltearon a verla.

—Nadie impedirá que me case con ella—aseguró Arturo.

—¡Arturo, no puedes! Ella te ha hechizado. Estás bajo un encantamiento…

—Te dije que intentarían separarnos—dijo la voz suave de Sophia, quien había entrado al cuarto junto a su padre.

—Lo sé—indicó el príncipe, mirándola embobado—No permitiré que eso ocurra.

—¡No la escuches!—imploró Merlín.

—Podemos fugarnos juntos—le dijo Sophia a Arturo—Alejarnos de este lugar, de esta gente…

Hermione dio un paso frente a aquella asquerosa bruja. La miró fijamente, llena de rabia y odio.

—Aléjate de él.

Sophia le sonrió altaneramente.

—¿Y qué se supone que harás para impedirlo?

—¡Te vi!—gritó Merlín señalando al hombre mayor—Te seguí y te vi—se volteó hacia Arturo—Planean sacrificarte.

—¿Dejas que tu sirviente hable así a tus invitados, príncipe Arturo?

—¡Te seguí—insistió—y escuché todo! Sé lo que planean. ¡Tienes que creerme!

—¡Arturo, ella ni siquiera es humana!—aseguró Hermione—Quiere controlarte… ¡Mírame a los ojos! ¿Te aconsejaría yo alguna vez mal? Soy tu hermana. Hermione. ¿Recuerdas que me dijiste que sería la primera mujer de tu vida, que todas las demás estarían en segundo lugar? Por favor, Arturo….

El príncipe la miró con dolor, como si pensar en esas palabras le causara una angustia colosal.

—¡Vayámonos! ¡Vayámonos esta noche, Arturo!—rogó Sophía, haciendo que apartase la mirada de Hermione.

—¡Son criaturas mágicas!—exclamó Merlín—Mira las inscripciones en su bastón—Quieren sacrificar tu alma para comprar tu inmortalidad…

El muchacho intentó tomar el báculo del hombre pero éste lo apartó y lo contempló amenazante. Sus ojos se habían tornado de un brillo rojizo.

—¡Mira!—rogó—Mira sus ojos… ¿Los ves?

—Lo veo todo—dijo Arturo con los iris del mismo color granate.

Hermione notó que Sophia había murmurado algo.

—¡Maldita!—gritó y sin pensarlo cerró su mano en un puño y le pegó con fuerza en la nariz.

La chica gritó, llevándose una mano hacia allí, al notar el intenso dolor. La sangre había comenzado a caer.

—¡Me rompiste la nariz!—lanzó un grito nasal.

Hermione sintió que alguien tiraba de su brazo con brusquedad, hasta hacerla chocar contra la pared con fuerza. El impacto le hizo perder el aire por unos momentos.

Merlín intentó aprovechar la distracción para atacar al hombre y robarle el báculo pero él fue más rápido y lanzó un hechizo que lo hizo volar hacia donde estaba Hermione. La cabeza del mago chochó contra la pared y su cuerpo aprisionó el de ella. Ambos terminaron perdiendo el conocimiento.

Morgana los vio alejarse al amanecer. Los tres iban cubiertos con capuchas oscuras para confundirse con la oscuridad. Sin detenerse a meditar que se encontraba sólo usando su camisón, corrió hacia las habitaciones de Hermione. Tocó la puerta y ésta rápidamente se abrió.

—¡Hermione…! ¡Oh! Ingrid… ¿Se encuentra Lady Hermione?

La muchacha se mostró sorprendida.

—¿No está con usted, Lady Morgana?—cuestionó—Ella no vino en toda la noche. Ni siquiera a la hora de su cena. Pensé que había ido a su habitación, como la última vez.

Morgana retrocedió unos pasos, muy preocupada.

—¡Lady Morgana!—gritó Ingrid cuando la vio correr lejos.

Ella ni siquiera la escuchó. Atravesó el castillo a toda velocidad hasta donde se encontraba Gaius.

—¡Se han marchado!—gritó cuando abrió la puerta, sorprendiendo al anciano—Arturo se ha marchado con ella. ¡Ella se lo ha llevado!

—Cálmate…

La chica llegó hasta donde se encontraba él.

—Sé que no me crees, pero estoy segura que va a ocurrir… ¡Arturo va a morir!

—Te creo—le aseguró.

Morgana estaba invadida por la desesperación. Sus ojos estaban demasiado brillosos y no podía quedarse quieta.

—Debo decírselo a Uther.

—No, no puedes—la tomó por los brazos para que se quedara en un solo lugar.

—¡Pero tengo que hacer algo!

—No puedes contarle a Uther sobre tu sueño—intentó convencerla—Si le dices a Uther que viste el futuro te acusaría de brujería.

Morgana negó con la cabeza, intentando desprenderse para ir con el rey.

—No tengo otra opción. No podré vivir sabiendo que dejé morir a Arturo.

—Nos conocemos hace muchos años—habló con calma para no aumentar sus nervios—Confías en mi, ¿verdad?

—¡Sí, por supuesto!

—Entonces, confía en mí ahora—le pidió—Quédate aquí y no digas ni una palabra de esto a nadie.

—Pero, Arturo…

—Yo me ocuparé de eso—le aseguró.

Morgana asintió. Gaius la soltó lentamente y comenzó a acercarse a la puerta.

—¿A dónde vas?

—A encontrar a quien puede ayudarlo.

—Gaius… Hermione…no sé dónde está ella.

El anciano intentó no mostrar la preocupación que sentía ante esta noticia.

—También la encontraré.

No tardó mucho en entrar por la puerta de las habitaciones de Arturo. Y allí estaban, tal como sospechaba, los dos. Inconscientes. Corrió hacia ellos y le tomó el pulso. Era fuerte. Zarandeó a Merlín con suavidad.

—¿Qué ha pasado?—le preguntó cuando notó que comenzaba a mover la cabeza y las manos.

—Aulfric—murmuró—¿Dónde está Arturo?

Intentó sentarse, ayudándose con sus brazos, pero todo dio vueltas a su alrededor. Gaius lo ayudó a ponerse en pie.

—¿Qué es ese zumbido?—preguntó antes de agitar la cabeza—¿Dónde está Hermione?

—Ella sigue inconsciente. Parece que se golpeó…

—Sí, primero Arturo y luego yo choqué contra ella… Cuídala… Debo ir rescatar a Arturo…

—Espera. A penas puedes sostenerte en pie.

—Tengo que irme…

—¿Te ha lanzado un hechizo con su báculo?

—Sí, sólo a mi… Hermione sólo se golpeó con fuerza.

—Has sobrevivido sólo gracias a tu magia. Es una suerte. Por favor, espera…

—¡No! Tengo que irme…

—¿Ha cesado el zumbido?

Merlín parpadeó con lentitud y volvió a agitar la cabeza.

—Sí.

—Mentiroso.

Intentó apartarse de los brazos del anciano que seguían sosteniéndolo con firmeza para que no perdiera el equilibrio.

—Tengo que irme y ayudarlo. Si no lo hago, Arturo morirá. ¡Eso no puede pasar!

—Los Sidhe son despiadados. Debes tener mucho cuidado.

Merlín asintió e intentó sonreír con confianza.

—Sé lo que hago—aseguró y comenzó a caminar.

—Merlín—lo llamó Gaius—Por aquí—le señaló el camino de salida.

El muchacho sonrió, esta vez con sinceridad.

—Sólo te ponía a prueba—le dijo al anciano.

Gaius suspiró. Al menos, el chico no había perdido su sentido del humor, pensó antes de girar hacia la princesa.

Merlín rogó que la punzada de dolor que martillaba en su cabeza se detuviera pero los pasos largos y rápidos que hacía al correr por medio del bosque sólo parecían aumentarlo. Intentó no hacerle caso y sólo concentrarse en su objetivo: salvar a Arturo. Sabía que lo iban a llevar al mismo lago donde se encontraban las puertas de Avalón y ese trayecto le llevaría bastante tiempo. No quedaba cerca pero sabía que si mantenía el ritmo lograría llegar al menos en quince minutos. Los otros tenían una buena ventaja por encima de ellos pero no se iba a dejar abatir. Iba a lograrlo. Debía hacerlo.

Por desgracia, por su naturaleza torpe, en varias ocasiones cayó al frío suelo pero rápidamente se levantó y siguió su camino. Merlín llegó justo en el momento en que Sophia besaba suavemente los labios de Arturo y el príncipe, como si se hubiese dormido inmediatamente, caí hacia atrás, en el interior del agua. El padre de la chica se encontraba en la orilla, con las manos en lo alto, recitando un hechizo. La voz de la joven no tardó demasiado en acompañar sus palabras.

Merlín notó que en el suelo, a los pies del anciano, se encontraba el báculo de Sophia. Sin que se diera cuenta, hizo que el objeto volara hasta sus manos rápidamente. Apuntó la piedra hacia él y murmuró el mismo hechizo que lo había oído pronunciar. Una luz blanquecina se desprendió y dio directamente en Aulfric. El hombre tardó un segundo en darse cuenta que pasaba antes de que su cuerpo comenzaba consumirse como si estuviese siendo quemado y terminara explotando como si fuera de papel.

Sophia giró el rostro, horrorizada.

—¡No!—gritó y comenzó a correr hacia la orilla pero el agua hacía más difícil su capacidad de moverse.

Merlín no perdió el tiempo e hizo con ella lo mismo que con su padre. Inmediatamente después, dejó caer el báculo y corrió hacia el lago. Se quitó la campera que tenía y se lanzó al interior. Desesperado, buscó al príncipe.

—¡Arturo!—lo llamó—¡Arturo!

Pero no logró ver nada. Se sumergió y nadó, buscándolo pero cuando sintió que el aire se le agotaba volvió a salir. Respiró profundamente y volvió a sumergirse, obteniendo los mismos resultados.

—No…¡No, no, no!

No se iba a rendir. Se adentró más al lago, y nadó a más profundidad. El agua se volvía turbia y ya no entraba sol lo que le impedía ver cualquier cosa pero su mano logró tocar algo que se asemejaba mucho a un brazo. Lo tomó sin dudarlo y tiró de él con fuerza mientras le ordenaba a sus piernas que pataleasen con fuerza para no hundirse. Sus pulmones comenzaron a doler por la falta de oxigeno pero finalmente pudo salir a la superficie. Aspiró con profundidad, aliviado. Arrastró el cuerpo inconsciente de Arturo hacia la orilla haciendo un enorme esfuerzo. Finalmente, se dejó caer, completamente agotado.

—¿Mi hermano dónde está?

—Está bien—le aseguró Merlín—Está descansando en su habitación.

Hermione se lanzó a sus brazos inmediatamente y besó su mejilla.

—Muchas gracias, Merlín.

El chico se volvió de color granate y rió con nerviosismo.

—No fue nada, en realidad…

—¿Está despierto?

—No. Pero seguramente pronto lo estará. ¿Gaius te contó el plan?

Ella asintió con seguridad, ocultando una sonrisa.

Hermione, Merlín y Gaius rodeaban la cama del príncipe. Cuando él gimió, apenas moviéndose, se miraron entre sí, preocupados.

—¿Arturo?—preguntó Merlín.

—¿Qué paso?—inquirió el príncipe, sin atinar a mover cualquier parte de su cuerpo ni dejar de mirar hacia el techo—¿Dónde estoy?

—¿Te acuerdas de algo?—quiso saber Hermione.

Gaius miró con atención al chico, esperando su respuesta.

Arturo intentó sentarse en la cama pero su cabeza le dolía terriblemente. Se llevó una mano hacia la frente.

—¡Oh! ¡Mi cabeza!—se dejó caer de nuevo entre las almohadas y cuando estaba a punto de cerrar los ojos nuevamente, se quedó estático, recordando—Había una chica… Le pedí algo a mi padre relacionado con ella. Le pedí…—se quedó pensando unos momentos hasta que se sentó de repente en la cama, con los ojos abiertos llenos de horror—¡¿En qué demonios estaba pensando?!

Hermione se cruzó de brazos.

—Eso mismo me pregunté yo—exclamó.

—Nosotros también—dijo Merlín señalando a Gaius—Especialmente cuando te escapaste con ella anoche.

—¡¿QUE HICE QUÉ?—gritó.

—Merlín tuvo que traerte de vuelta a Camelot—dijo el médico.

Arturo parecía cada vez más horrorizado ante lo que oía. Su rostro se contorsionaba en una mezcla de incredulidad y sorpresa. Casi no podía creer lo que le decían. ¡Era demasiado ridículo! ¿Él? ¿Casarse y huir?

—No recuerdo nada de eso.

Gaius miró a Merlín y a Hermione con falsa preocupación.

—Debe ser por el golpe.

—¿Qué golpe?

—Bueno…—Merlín dudó—Cuando te encontré, no entendías razones. Así que tuve que obligarte.

Ahora sí la expresión del príncipe era de pura incredulidad.

—¿Conseguiste dejarme inconsciente? ¿Tú?

—Sí,—asintió—con un trozo de madera.

—Sólo lo hizo para devolverte a casa sano y salvo—dijo Hermione.

—¡Nadie debe saber de esto!—les ordenó, apuntándolo con el dedo índice, como si ese fuera un gesto que causara temor—¡Nadie! ¿Entendido?

Nuevamente intercambiaron miradas cómplices antes de asentir.

—Cuando no te presentaste a patrullar esta mañana pensé que te habías fugado en un arranque de pasión con Sophia—dijo Uther.

Arturo suspiró y negó con la cabeza. Durante unos momentos, sólo hubo silencio en aquella sala de reuniones. Él se aclaró la garganta y Merlín dio un paso al frente rápidamente.

—Ojalá lo hubiera hecho—comenzó a decir el mago—Porque entonces yo no estaría aquí delante de usted, sintiéndome como un idiota… de nuevo.

El rey se acercó hacia Merlín con lentitud.

—Esto te ocurre casi a diario—dijo.

—Hubo un error y no fue culpa de nadie—aseguró el muchacho pero al sentir la mirada furiosa de Arturo se corrigió—De hecho, creo que sí, fue mía…

—¿Alguien podía contarme qué pasó?

—Bueno…—comenzó Merlín.

—Alguien con cerebro—pidió el rey.

—Después de que Sophia se fuera, quise despejar mi mente y salí a cazar un rato—explicó Arturo.

Morgana se sintió contrariada.

—¿Y matar puede curar un corazón roto?—cuestionó.

—No—aseguró—Pero ayuda. Merlín debía anunciar que llegaría recién hoy por la tarde.

El rey volvió a posar los ojos en Merlín y él se sintió empequeñecer.

—¿Tienes algún tipo de enfermedad mental?—lo cuestionó.

—Probablemente…—murmuró sin saber qué otra cosa decir.

—Lo estoy estudiando, señor—saltó Gaius.

—Por el bien de todos, espero que encuentres una cura—le dijo Uther—O nos enfrentaremos a una escasez de comida.

Merlín rió suavemente, algo confundido.

—¿Escasez de comida?—preguntó pero pronto comprendió qué quería decir con aquello.

Diez minutos después, se vio golpeado no sólo por tomates sino también por manzanas, naranjas y todo vegetal lo suficientemente bueno como para ser lanzado. Definitivamente, la gente jamás se aburría de aquello.

—Toma.

Hermione le tendió un pequeño frasquito de color azulado que contenía un líquido algo espeso. Merlín lo tomó, lleno de curiosidad. Lo abrió y a sus fosas nasales llegaron aromas mentolados y frescos que le recordaron las mañanas de invierno.

—¿Qué es esto?—le preguntó.

—Es… un tónico que preparé yo hace un tiempo—confesó—Ayuda a que el cabello quede mejor cuando te lo lavas. Creo que te hará falta después de haber recibido tanta fruta podrida.

—Y vegetales…—le recordó con cierta diversión—Gracias, Hermione… ¿Cómo lo preparaste?

—Con un poco de esto y aquello. Todos ingredientes que encontré en el bosque. Hace unas semanas que lo tengo guardado. Lo hice en uno de mis viajes a las habitaciones de Gaius. Él tiene muchas cosas allí.

—¿Tú no lo necesitas?—preguntó pero enseguida abrió los ojos con horror—¡No es que esté insinuando que tu cabello es feo! ¡No, no lo es! Tampoco creo que lo necesites… pero si quieres… Te lo devolveré.

Hermione le sonrió.

—No lo necesito. Tengo otro para mí que tiene aroma a flores. Y, créeme, sé cómo luce mi cabello—hizo una seña a sus incontrolables risos— Parece un arbusto.

—Yo creo que es lindo—aseguró rojo—Ya sabes… lindo para ser un arbusto… ¡No, no un arbusto! No quise decir eso, perdóname…

Hermione rodó los ojos. Él era tan dulce a veces.

—Entiendo—aseguró—Sólo usa un poco con el agua. Hará espuma y tendrás que enjuagar pero notarás buenos resultados. Cuando se te acabe, me pides más y lo preparo gustosa.

—Gracias—repitió.

—Es lo menos que puedo hacer después de todo lo que has hecho por Arturo. Incluyendo culparte por lo que no debes. Eres un buen amigo… —hizo una pausa—Supongo que está demás que te diga que no debes decirle a nadie sobre Morgana. Ni siquiera a ella misma.

—¿Qué quieres decir?

—Es peligroso, Merlín. No está lista aún. Y si Uther lo sabe, la matará.

El chico asintió.

—¿Le has dicho lo que ha sucedido?

—Le he dado la misma versión que le dimos a Arturo… nada más.

—Pero tú tampoco sabes nada más—recordó—Nunca me preguntaste qué fue lo que realmente pasó.

Hermione lo contempló con interés.

—¿Estarías dispuesto a decirme la verdad?—preguntó.

—Yo… eh… bueno. Hubo un…

—Merlín,—lo detuvo antes de que dijera una sarta de mentiras—no sé qué pasó y realmente no me interesa. Bueno, sí, lo hace, pero no voy obligarte a que me digas algo. Lo que importa en este momento es que trajiste a mi hermano de regreso.

—¡Vaya! Gracias…

Ella le dedicó una amable sonrisa antes de alejarse. Merlín se la quedó observando un momento, fijándose en el modo en que el vestido se aferraba a su cintura. Pero rápidamente agitó su cabeza apartando esos inapropiados pensamientos de su mente. Miró la botella y decidió ir a probarla en ese mismo instante. Apestaba a tomates podridos.


Adelantos del siguiente capítulo:

—Si yo tuviera magia… ¿Ordenarías que me mataran?

Arturo se detuvo inmediatamente. Ella había murmurado la pregunta lo suficientemente alto para que él la oyese. Se volteó y la miró algo confundido.

—¿Por qué preguntas eso? Tú no tienes magia.