Ninguno de los personajes me pertenece.
Lotus-one: Merlín va a entender que Hermione no es lo que parece y tendrá muchas sospechas.
EL PRINCIPIO DEL FIN
Hermione había notado que entre el joven niño y Morgana había una conexión que ella no era capaz de sentir. Entendía que quería ayudarlo y que quizás se sentía un poco allegada a él por el hecho de que poseía magia, pero su preocupación le recordaba mucho el de una madre por un hijo.
—Deben descansar—oyó que les dijo Gwen—o van a enfermar las dos.
Ella había dormitado algo la noche anterior, mientras cubría su frente con paños húmedos para ayudar a que la fiebre bajara más rápidamente. Por fortuna, a esas horas, ya su temperatura se había normalizado y ahora sólo dormía tranquilamente. No iba a mentir diciendo que no estaba cansada pero si no volvía pronto a su habitación iba a conseguir que Ingrid sospechase.
—No puedo hacerlo—dijo Morgana, que no se había movido en ningún momento de la noche de su lado—¿Y si recae?
—Es poco probable—le aseguró Hermione—Su herida ya no está tan roja e inflamada como ayer. Gaius me enseñó bien, Morgana.
—No desconfío de ti, Hermione… sólo…—suspiró con pesadumbres, como si ni siquiera ella pudiera encontrar el modo de explicarse.
—Esta tarde estará despierto—intentó tranquilizarla—y podrá estar de pie. La herida es profunda pero su cuerpo joven y su magia le ayudarán a recuperarse pronto… ¿Por qué no bajamos al mercado?
—Hermione, yo no quiero…
—Arturo e incluso Uther podrán sospechar si pasamos otro día encerrada aquí. Buscaremos a Merlín y planearemos cómo sacarlo de aquí.
—Pero aún está muy débil—protestó.
—Mientras más tiempo pase escondido, más peligro corre. Y no sólo él.
La protegida del rey bajó la mirada hacia el niño mientras tomaba su pequeña mano. Era verdad que ya no tenía fiebre pero aún seguía preocupada por su salud.
—Bien—dijo finalmente—Ve a cambiarte que yo haré lo mismo. Iremos al mercado y buscaremos a Merlín.
…
—Los guardias están registrando a todos los que salen por la ciudad—murmuró Morgana, viendo como registraban a un campesino que acarreaba madera.
—Será imposible sacarlo por aquí sin que nos descubran—dijo Hermione.
—Hay otra forma—susurró Merlín, llamando la atención de ambas—Hay una puerta secreta en la armería con un túnel que lleva a las partes bajas de la ciudad. Llevaré al chico por ese camino.
—No—Hermione rápidamente se puso tensa—Es demasiado peligroso, Merlín.
Si lo descubrían, el rey no dudaría en matarlo.
—Yo lo haré—dijo Morgana.
—¿Qué? No, no puedes… Yo soy bueno con eso de puertas secretas…
—Si Uther te descubre, te ejecutará, Merlín—explicó la joven—Soy responsable del chico. Seré yo la que lo saque del castillo.
—Te ayudaré—indicó Hermione.
—No, llamaríamos mucho la atención. Sólo seremos nosotros dos. Pero necesitaré que des una coartada por mí esta noche. No quiero que sospeche.
Algo dentro de ella le decía que no era una buena idea pero Morgana estaba decidida a no dejarse convencer por lo contrario. Quería ser ella la que llevase al niño fuera del catillo.
—Bien. Si preguntan, te cubriré.
—Necesitarás la llave de la puerta—dijo Merlín a la joven.
—¿Quién la tiene?
—Arturo…
—¿Podrás quitársela?
—Creo que no habrá problema en eso. Aunque…—contempló a Hermione—Puede que necesite ayuda para distraerlo.
…
Merlín, servicialmente, sirvió sopa primero a Hermione y luego a Arturo. Estaban en las habitaciones del príncipe, sentados uno frente al otro en una mesa pequeña mesa pero que era lo suficientemente amplia para que cupieran los dos.
Arturo se había quitado el cinturón y lo había dejado sobre la cama y en él tenía un gancho del que pendían todas las llaves más importantes, incluida la que necesitaban. Merlín le lanzaba miradas discretas, esperando el momento oportuno para lanzarse sobre ella y obtener lo que buscaba.
—Espero no importunar—dijo ella a Arturo—Hace días que no podemos tener una charla decente.
Él asintió sin abrir la boca, removiendo con la cuchara el contenido de su plato. Decir que estaba distraído era poco. Tenía la mente a millones de kilómetros de allí.
—Si lo prefieres, puedo irme y dejarte solo.
Esas palabras parecieron sacarlo de su ensimismamiento.
—No, no… Lo siento. Quiero que te quedes—aseguró—Sólo estoy distraído pero prometo concentrarme.
—¿Has dormido siquiera anoche?
—Muy poco—confesó—Después de cenar seguí con mi ronda hasta muy tarde y hoy me levanté muy temprano.
—¿No hay rastro del muchacho?
Merlín le lanzó una mirada de advertencia, creyendo que ese tema era demasiado peligroso.
—Ninguno… Si no lo creyera imposible creería que desapareció…
Hermione esperó que diera unos cuantos sorbos de sopa antes de hacerle una pregunta que venía rondándole en la mente desde hace horas.
—Si fuera tu decisión, ¿Ejecutarías a un niño?
La pregunta claramente fue inesperada para él. Contempló a su hermana con sorpresa. Merlín pronto entendió que esa era la gran distracción que debía aprovechar.
—No es mi decisión—dijo, eludiendo la respuesta.
—Pero, ¿si lo fuera?
Merlín se acercó lentamente a la cama, con pasos silenciosos.
—¿Qué sentido tiene pensar en eso? ¿A caso eres la que oculta al niño?
—Sólo quiero saberlo—dijo Hermione, sin responder su pregunta—Creo que te has dado cuenta que yo no estoy de acuerdo con Uther.
—Nuestro padre sólo intenta hacer lo que cree que es mejor para el reino.
—¿Y asesinar a un niño inocente es lo mejor?
Ella se estaba olvidando que la idea era sólo distraerlo. Comenzaba a sentir que el enfado hacía mella en su interior. Arturo guardó silencio durante unos instantes hasta que finalmente, tras un suspiro, negó lentamente con la cabeza.
—No, no lo es—murmuró—No pienso que un niño represente una gran amenaza pero nuestro padre no piensa igual y no hay nada que yo pueda hacer para evitarlo.
Merlín tomó la llave procurando no hacer ningún tipo de ruido pero el contacto entre los metales retumbó suavemente en el aire.
—¿Qué…?—comenzó a preguntar Arturo, volteando el rostro hacia donde se encontraba su criado.
—¡Arturo! Hay algo muy importante que quiero decirte—dijo deprisa Hermione, haciendo sonar sus palabras con fuerza e importancia.
Su hermano se detuvo y volteó nuevamente a completarla con una expresión confundida.
—¿Qué sucede?
—Yo… bueno… eh…
Merlín lo intentó de nuevo pero esta vez el cinturón se deslizó por la cama hasta el suelo, haciendo más ruido. Arturo volvió a intentar mirar hacia atrás pero Hermione, haciendo lo primero que se le vino a la mente, lanzó un fuerte sollozo. Los ojos de Arturo la contemplaron sorprendidos. Ella se llevó las manos al rostro para ocultar la ausencia de lágrimas pero siguió imitando el sonido al llanto.
—¿Qué sucede?—preguntó él, algo nervioso por no saber cómo consolarla—¿Por qué lloras?
—Yo… yo… ¡Sufro mucho aquí!—dijo sin siquiera medir sus palabras.
—¿Por qué?—quiso saber mientras se levantaba de su asiento e iba hacia donde se encontraba ella.
Hermione no tardó ni medios segundo en abrazarlo, obligando que diera la espalda a Merlín.
—Porque Uther no me quiere—se lamentó siguiendo con aquella ridícula perorata—¡Mi propio padre no me quiere!
Arturo comenzó a decirle que no era verdad mientras le daba palmaditas en la espalda. Intentó separarse de ella pero Hermione no lo permitió y le hizo unas señas a Merlín para que se diera prisa. Las llaves nuevamente sonaron. Arturo intentó volver a mirar pero ella no se lo permitió y siguió con su falsa llantina. Cuando vio que el muchacho se hacía con la llave indicada, soltó a su hermano y simuló cercarse las lágrimas.
Ya no pudiendo resistir más, Arturo miró hacia Merlín pero lo vio al lado de la bandeja de comida, preparado por si era necesitado.
—¿Oíste eso?—le preguntó.
—Yo no creo que Uther no la quiera—comentó.
—¡No eso! ¿Ese sonido? Era como un tintineo…
—Yo no oí nada—respondió haciéndose el desentendido.
Arturo giró hacia el otro lado y miró por la ventana, como si buscara algo. Hermione notó que Merlín le hacía unas señas y antes de que estuviera preparada le lanzó la llave que tendría que llevar a Morgana mientras él se quedaba a terminar de ayudar a Arturo. Sin embargo, ella jamás había sido buena en todo lo relacionado a la agilidad, así que antes de que pudiera tomarlas, éstas cayeron dentro del plato de sopa haciendo el suave sonido de chapoteo.
El príncipe se giró inmediatamente.
—¿Qué fue eso?
—¿Qué fue qué?—preguntó Hermione con inocencia.
—Ese sonido… un chapoteo…
—Yo no oí nada—aseguró ella—¿Merlín?
—Nada.
—¿A caso están sordos?—inquirió enojado el príncipe—¿Cómo no pudieron oírlo?
—Porque no había nada que oír, Arturo—le aseguró Hermione—Creo que el cansancio está afectándote...
Él pareció querer protestar pero finalmente lo único que hizo fue salir de la habitación con mal humor, fregándose los oídos.
Hermione no pudo evitar reír suavemente al verlo.
—Eso fue cruel de nuestra parte—le dijo a Merlín que también sonreía mientras sacaba con la cuchara las llaves de dentro de la sopa.
—Creo que deberíamos hacerlo más seguido—comentó el muchacho ampliando más su sonrisa—¿Viste su expresión?
Él limpió las llaves y se las tendió. La seriedad había vuelto al rostro de ambos.
—Dile que tenga cuidado—le pidió—La puerta está detrás del escudo, en el extremo final de la armería.
Hermione asintió antes de marchase a la habitación de Morgana. Tocó suavemente y se anunció antes de entrar. Gwen también estaba allí dentro, ayudando a la joven a colocarse una capa.
—¿Ya está todo listo?—preguntó.
—Sí—dijo Morgana.
Le entregó la llave y le anunció lo que había dicho Merlín sobre la ubicación de la puerta. La chica asintió, memorizándolo.
—Te preparé algo de pan y agua para el viaje—le dijo Gwen.
La tención el ambiente era mucha. Todos eran conscientes de que esa noche el objetivo era, no sólo sacar al niño de aquel lugar sino también evitar que descubrieran que eran cómplices. Si llegaban a descubrirlos, se meterían en muchísimos problemas. Especialmente Morgana. Hermione quería creer que el amor que tenía Uther por su protegida era mucho más profundo que su odio hacia la magia y su sentimiento de traición.
—Ten mucho cuidado—le pidió.
Morgana intentó sonreír para tranquilizarlas pero sólo consiguió formar una especie de mueca. Giró rápidamente el rostro antes de que cualquiera de las dos pudiera decirle algo más y observó al niño que estaba de pie, a un lado de su escondite. Su piel había adquirido nuevamente color y se lo veía muchísimo mejor. Se había alimentado como correspondía y nuevamente estaba vestido con sus ropas limpias, gracias a Gwen.
—Te sacaré de aquí—le dijo—Te lo prometo.
Cuando se fueron, ambos con el rostro cubierto por la capucha de sus capas, Hermione y Gwen intercambiaron miradas llenas de preocupación.
—Todo irá bien—dijo la doncella en voz alta aunque parecía querer convencerse a sí mismas con sus propias palabras—Me iré ya mismo para encontrarlos en mi casa. Ahí les daré un caballo y la comida.
Hermione asintió y cuando Gwen se marchó con pasos largos, ella hizo su recorrido a su propia habitación. No tardó mucho en despedir a su propia doncella, diciéndole que se encargaría de sí misma. No quería ponerse su camisón por si algún inconveniente se presentaba y debía salir corriendo a ayudar. Se tendió en la cama pero inmediatamente se puso de pie, incapaz de quedarse quieta. Dormir le resultaría imposible, al menos hasta estar segura que Morgana y el niño estaban lo suficientemente lejos como para no correr ningún tipo de peligro.
Caminó alrededor de la habitación de un lado al otro, sin saber qué hacer para matar el tiempo. Intentó leer pero no podía concentrarse en las palabras. Su mente sólo estaba en ellos.
Intentó convencerse de que estarían bien. Que el camino hacia las armerías era corto y que, una vez llegada a la casa de Gwen, Merlín se encargaría de llevarlos a salvo hacia el caballo que los sacaría de Camelot. Quizás les podría resultar complicado eludir a los guardias pero quería creer que lo conseguiría.
Sin embargo, cuando oyó las campanas de la alarma sonando, sintió que su corazón caía al suelo lleno de desesperación. Corrió hacia la ventana y la abrió. Se inclinó hacia fuera, intentando ver algo, pero no pudo distinguir nada. Pero oyó que los guardias se movilizaban con pasos fuertes y la voz de Arturo resonó en la noche, gritando órdenes.
Aquello no era bueno. Nada bueno.
….
La mañana trajo las malas noticias. Esa noche había intentado averiguar algo pero no logró convencer a Arturo para que hablara con ella y, cuando quiso bajar a los calabozos, no le dieron paso. Los guardias tenían órdenes de no dejar que nadie viera a los prisioneros.
Pero a primera hora, cuando vio que llevaban a Morgana delante del rey, corrió tras ella para intentar tranquilizarla. Sin embargo, la chica apartó la mirada y dejó que los guardias la arrastrasen hasta la sala donde Uther la esperaba. Hermione no se quedó atrás y, apenas ingresó, se dio cuenta que el rey estaba de muy mal humor.
—¿Hermione, qué haces aquí?—le preguntó molesto.
—Vengo con Morgana. Intercedo por ella y te pido que…
—Eso es entre ella y yo, así que márchate—le ordenó.
—Pero, padre…—intentó insistir.
—¡Vete!—le gritó.
—Tengo todo el derecho de estar aquí. No me moveré sin importar lo que digas. Morgana es mi amiga y no la abandonaré en un momento como este.
Su mirada firme le dijeron a Uther que el único modo que tendría de sacar a su hija de allí sería llamando a los guardias. Lanzó un suspiro. Ya tenía demasiados problemas con la traición de su protegida. No quería más.
—Has lo que quieras—se limitó a decir.
Hermione caminó hasta donde se encontraba parado un silencioso Arturo y dejó que el rey comenzase a interrogar a Morgana. Si él dictaba una sentencia que creía injusta no dudaría en volver a abrir la boca y defenderla.
Uther alzó la mirada hacia Morgana. Pasar la noche en las celdas parecía no haber hecho ninguna mella en su consciencia.
—Todo este tiempo has estado ocultando al niño en mi propio castillo—la acusó con frialdad—¿Cómo pudiste traicionarme así?
Los ojos negros de la chica no mostraron arrepentimiento.
—No quería verlo ejecutado.
—¡Te he tratado como a una hija! ¿Así es cómo me correspondes?
—Sólo hice lo que creía correcto.
—¿Y es correcto conspirar con mis enemigos contra mí?
—¡¿Cómo un niño puede ser tu enemigo?!—le gritó—Sólo es un chiquillo.
—Es un druida—dijo como si eso lo explicara todo.
—¿Eso es un crimen?
—Su gente quiere verme muerto. Quieren dominar el reino y casi lo logran con la ayuda que tú le has dado—se le acercó rápidamente para lanzarle una de sus miradas llenas de desprecio.
—Entonces castígame a mi—rogó—¡Castígame a mí pero deja libre al niño! Te lo suplico.
Uther sintió la mirada implorante de la muchacha y supo que realmente se preocupaba por aquel chiquillo. Pero eso no cambiaba las cosas.
—Has los preparativos para que el niño sea ejecutado mañana por mañana—le ordenó a Arturo.
—¡No!—Morgana gritó, tomándolo del brazo—¡Por favor! ¡No ha hecho nada!
El rey la tomó de un brazo y le dio un empujón para apartarla.
—Que esto sea una lección para ti…
La mirada de la joven se volvió brillante por las lágrimas no derramadas.
—Por favor—volvió a intentarlo usando una voz suave—No tienes porqué hacer esto.
Pero Uther no se dejó convencer.
—¿Me has oído?—le preguntó a Arturo—Quiero al niño muerto para el amanecer.
—Sí, padre—respondió con resignación el príncipe.
Uther dio por finalizada aquella reunión y comenzó a caminar lejos de allí, pero Morgana no pensaba quedarse callada. Iba a seguir luchando por la vida del niño sin importarle las consecuencias.
—¡¿Qué es lo que te ha hecho esta gente?!—preguntó yendo detrás de él—¡¿POR QUÉ ESTÁS TAN LLENO DE ODIO?!
Uther se giró de repente, con el rostro desfigurado en una expresión de ira, y antes de que ella pudiera reaccionar, tomó su blanco cuello con una de sus manos y la empujó contra la pared, apretando lo suficiente como para advertirle de lo que era capaz de hacer.
—¡Suficiente!—gritó—¡No quiero escuchar ni una palabra más!
Hermione corrió hacia allí inmediatamente, haciendo caso omiso a los intentos de Arturo por detenerla.
—¡Suéltala!—le ordenó, al ver que la chica comenzaba a no poder respirar.
Intentó alejar a Uther pero él era un hombre mucho más grande que ella y más fuerte. La empujó hacia atrás sin tener ningún cuidado.
—No vuelvas a dirigirme la palabra hasta que estés dispuesta a darme una respuesta sincera—le dijo a Morgana y luego la soltó con brusquedad antes de alejarse.
Arturo corrió tras su padre y Hermione se acercó con prisa hacia Morgana. La joven daba grandes bocanadas de aire e intentaba contener los sollozos. La abrazó con fuerza, atrayéndola a su pecho para darle a entender que no estaba sola en aquella situación.
—Ven—le dijo con suavidad—Vamos a tu habitación.
Ambas caminaron lentamente hacia allí. Hermione pudo notar que la mano de Rey había dejado algunas marcas rojizas en la piel blanca de la joven. Siempre había considerado a Uther un vil tirano pero nunca lo había creído capaz de casi asesinar a la joven que había criado desde niña con sus propias manos. En aquel momento, el único monstruo era él.
Una vez en las habitaciones de Morgana, hizo que la joven se lavara la cara con agua y le acarició el cabello para tranquilizarla. Poco a poco, el llanto y el miedo fueron remplazados por un feroz desprecio hacia el rey. Hermione pudo ver como poco a poco el rencor iba cobrando forma dentro del alma de la chica. Ahora lo entendía. Morgana siempre había sido buena. Su naturaleza era pacífica. Pero si en algún momento tomaba el camino equivocado, todo era culpa de Uther.
—¿Quieres comer algo?
Morgana negó con la cabeza.
Alguien golpeó la puerta con suavidad.
—¿Quién es?—preguntó.
—Merlín.
Hermione fue a abrirle y, tras dejarlo pasar, cerró la puerta inmediatamente.
—¿Cómo está?—preguntó el mago.
Ella sólo pudo suspirar mientras le lanzaba una mirada a la chica, que aún permanecía de pie al lado de la ventana, sin ver nada en particular. Merlín siguió el camino de sus ojos.
—Tan mal… ¿Morgana?—la llamó, yendo a su lado.
—Le prometí que nada malo le pasaría—dijo con la voz estrangulada.
—No puedes culparte a ti misma—Merlín murmuró—Has hecho lo mejor que has podido.
—Pero no ha sido suficiente.
Unas cuantas lágrimas volvieron a recorrer las mejillas pálidas de la joven.
—Ahora está en la cárcel. No hay nada que podamos hacer.
Durante unos momentos, aquella realizad cayó con fuerza alrededor de ellos.
—No le dejaré morir—aseguró Morgana con firmeza, secándose las lágrimas. Los miró fijamente, con decisión— ¿Puedo volver a contar con su ayuda?
Hermione asintió sin dudarlo y Merlín, tras una leve pausa, la siguió.
—Creo que podemos contar con la ayuda de alguien más—dijo Hermione.
Ambos la contemplaron con recelo.
—Sólo déjenmelo a mí—les pidió.
…
—Creo que la cárcel es suficiente castigo para un niño—dijo Arturo, intentando convence a su padre—Quiero decir… es muy joven.
—¿Y permitirle crecer más fuerte y poderoso?—preguntó el Rey—Se volverá contra nosotros.
—No sabemos si se volverá contra nosotros—lo contradijo—Él no ha hecho nada malo todavía.
—Su pueblo conspira contra mí, eso es suficiente. Es duro pero necesario. ¿Crees que obtengo algún tipo de placer al matar a un niño? ¡Ninguno!
—Entonces perdónalo por el bien de Morgana. Claramente siente un gran afecto hacia él. Temo que si lo ejecutas, jamás te lo perdone.
—¡Yo no busco su perdón! ¡Ella me ha traicionado!
—Pero aún así no la has castigado.
—Puede agradecer a la promesa que le he hecho a su padre de siempre protegerla. Él chico no cuenta con ese privilegio. Será ejecutado al amanecer. ¿Quedó claro?
No le dio tiempo a responder porque se alejó de allí con largos pasos. Frustrado, Arturo hizo su camino a sus habitaciones. Entró empujando las puertas con fuerza pero al ver a Hermione sentada en la misma silla que la noche anterior, contuvo su enojo.
—Este no es un buen momento—le dijo.
—No puedes ejecutar al niño. Romperás el corazón de Morgana.
—Tiene suerte de que nuestro padre no la ejecute a ella.
—Realmente lo es—estuvo de acuerdo—¿Pero a qué precio? Ahora deberá ver cómo asesinan al niño que quiere. Se llenará de oído. Y, créeme, no querrás tener a tu lado a una Morgana con el alma destrozada por el odio y el rencor.
Eso era lo mismo que le preocupaba a él.
—¿Qué se supone que debo hacer, Hermione? Yo también creo que nuestro padre está terriblemente equivocado pero él es el rey. Intenté hablar con él pero no quiso oírme. Y dudo que si vas tú te oiga.
—Si voy yo, le diré cosas que no le gustarán oír—aseguró, mirándolo fijamente—Empezando con asegurar que también estuve detrás de esto, ayudando a Morgana.
—¡¿Qué?!
El grito de Arturo retumbó por toda la habitación.
—He sido yo la que ha curado la herida de su brazo y la he ayudado a planificarlo todo.
No iba a decirle todavía que Merlín también estaba involucrado.
La expresión de su hermano era de pura incredulidad pero, poco a poco, mientras negaba con la cabeza y lanzaba suspiros profundos, pasó a seriedad.
—¿Por qué me sigo sorprendiendo?—se preguntó en voz alta—Ya debería estar acostumbrado a que hagas cosas tan ridículas y peligrosas como éstas… —hizo una pausa—No le diré nada a nuestro padre.
—Sé que no lo harás… pero no he venido sólo a confesar…
—¡Oh, no! Sé lo que estás pensando pero ve quitándotelo de la cabeza—le ordenó—No sucederá.
—Pero le he prometido a Morgana que la ayudaría.
—¡Romperás esa promesa!
Sabía que no era la mejor opción y que luego se sentiría un poquito culpable, pero no veía otro camino. Tendría que manipular a Arturo. Puso una expresión de pura tristeza en su rostro.
—Arturo—murmuró su nombre—¿Realmente serías capaz de dejar morir a un niño inocente? ¿Así serás cuando seas rey?—hizo que su labio inferior temblara levemente, como si estuviera a punto de lanzarse a llorar—Sé que no eres como Uther. Eres mejor.
Lo vio cerrar los ojos, como si sus palabras le hubieran causado un gran pesar. Se llevó una mano a la cabeza y se frotó la frente.
—No voy a traicionarlo—aseguró aunque sus palabras ya no tenían tanta fuerza.
—¿A caso ahora debo desconocer a mi hermano? ¿Te volverás un hombre que deja pasar tan grande injusticia?—Arturo le dio la espalda rápidamente, incapaz de soportar su mirada—Por favor. No te pido que lo hagas por el niño. Hazlo por Morgana y… y por mí.
Las puertas de la habitación se abrieron de repente, dejando entrar a Merlín. El chico, al verlos y notar la tensión en el ambiente, supo que estaba de más.
—Lo siento. No quise interrumpir.
—Has algo útil, Merlín—le ordenó Arturo con seriedad—Ve a limpiar a mi caballo…
El joven mago asintió y comenzó a salir pero Hermione lo interrumpió.
—Confío en Merlín—dijo—Puede oír todo lo que decimos.
Arturo dudó pero finalmente le hizo una señal para que ingresase.
—¿Qué sucede?
—Arturo nos ayudará a sacar al niño de los calabozos.
—Aún no he dicho que sí—le recordó el príncipe.
—¿Por qué no nos salteamos la parte dónde simulas no haber tomado una decisión ya?—le preguntó—Vamos directamente a idear un plan.
Merlín negó con la cabeza varias veces.
—¡No pueden hacer eso!
Hermione lo contempló extrañada. Ella había pensado que, tal como Morgana, él entendería y querría salvar al pequeño.
—¿Por qué no? ¿Lo juzgas por ser un druida?
—¡Claro que no!—respondió rápidamente—Sólo… digo… es peligroso. Atraparon a Morgana una vez. No puede intentarlo de nuevo. Si el rey la pilla nuevamente, jamás se lo perdonará.
—Y cuando descubra de la fuga del chico, sospechará de ella—añadió Arturo.
—Pero ella no será quién lo saque… seré yo—indicó Hermione.
—¡No!—exclamaron Arturo y Merlín a la vez.
—¡Sería un suicidio!—exclamó el joven mago.
—Lo haré yo—dijo Arturo.
—¿Por qué no puedo hacerlo? Vine a ti—le dijo a Arturo-— para que me ayudaras a idear un plan, no para que lo pusieras en práctica. Si Uther descubre que no estuviste haciendo tus rondas con los guardias, te culpará. Soy la mejor opción… Sólo debemos encontrar otro modo de sacarlo y tú puedes guiar a tus hombres al lado contrario, lejos de nosotros.
Arturo lo pensó unos momentos y finalmente, en contra de sus mejores instintos protectores de hermano, asintió.
—Traerás al niño a través de la bodega de enterramiento—le dijo—Hay un túnel que lleva más allá de los muros de la ciudad.
Hermione asintió. Cuando había estudiado la historia de Camelot también había visto los planos del castillo y no había tardado mucho en memorizarlo.
—Merlín, tú buscarás mi caballo de la caballeriza. Hay una reja que cubre la salida del túnel. Trae una cuerda y un gancho de agarre. Tendrás que derribarla.
—No, no, no puedo…
—¡Merlín! ¿No lo entiendes? Puedo retrasar a los guardias pero cuando se den cuenta que el niño no está allí, irán detrás de Hermione. Y la atraparán. Tienes que estar allí para dejarle el camino liberado… Te estoy confiando la vida de mi hermana. No me falles.
Merlín negó levemente, incapaz de mirar a cualquiera de los dos. No querías fallarle pero aún las palabras del Gran Dragón resonaban en su mente. ¿Por qué era mejor no salvar al niño? Quería tener una respuesta.
—Morgana tendrá que cenar con Uther para no levantar sospechas—oyó que decía la princesa—Lo odiará, pero la convenceré para que esté con él cuando pase.
Una vez que todo estuvo arreglado, Merlín corrió nuevamente hacia la cueva donde estaba el dragón. Necesitaba una respuesta. Había dicho que ayudaría pero antes necesitaba saber el porqué de la reticencia del dragón. Había algo que no había querido decirle, pero, ¿qué?
—Necesito que me digas por qué no debo proteger al niño—dijo apenas lo vio.
—Pediste mi consejo pero luego decidiste ignorarlo.
—¡Sólo dime!—ordenó con un grito, haciendo caso omiso al inconveniente que representaba hablarle de ese modo a una enorme bestia escupe fuego como aquella.
—Si el chico vive, no podrás cumplir tu destino.
—¿Y qué tiene que ver él con mi destino?
El dragón hizo una especie de mueca que podría considerarse una sonrisa.
—Ahí tienes tu respuesta—le dijo.
Merlín lo pensó unos momentos. Su destino era asegurar el bienestar de Arturo, de conseguir que él una todos los reinos y cree Albion.
—¿Me quieres decir que el niño asesinará a Arturo?—preguntó sin poder creerlo.
—Me parece que tendrás que elegir.
—No… ¡No puedes estar seguro!
—Tienes en tus manos la decisión de prevenir un gran mal.
—¡Pero el futuro no está escrito en piedra!—gritó—Debe de haber otro modo…
—Debes dejar morir al niño—ordenó Kilgharrah.
—No. Si no los ayudo, Hermione…
—Lady Hermione oculta muchos secretos. Ella es mucho más de lo que aparenta.
—¿A qué te refieres?
—Sabe mucho más de lo que dice aunque también desconoce gran parte de la verdad. Pero es inteligente y lo averiguará. Cuando descubra la verdad, será demasiado tarde…
Merlín no entendía nada. Hermione siempre le había parecido diferente pero había supuesto que era por no haberse criado con el resto de la monarquía. Aunque, ahora que recordaba, jamás le había preguntado absolutamente nada sobre su familia anterior ni sobre su vida antes de descubrir que era la hija de Uther.
—¿Es peligroso?
—Eso es algo que deberás descubrir por tu cuenta—le respondió antes de extender las alas y alejarse volando.
…
—Supongo que es la situación difícil para el chico druida lo que causa que tu frente esté arrugada como la de un lagarto—dijo Gaius durante la cena.
Merlín no respondió inmediatamente. Miró su plato sin tocar y tardó unos momentos en ordenar sus palabras para expresarlas con coherencia.
—¿Dejarías que algo terrible le pasara a alguien si eso significa evitar que algo todavía peor sucediera en el futuro?
Gaius lo contempló fijamente, casi sin expresar nada en su rostro.
—Supongo que depende de lo que signifique "terrible" y "todavía peor".
—Una de ella es mala. Muy mala—explicó—Y la otra es… impensable.
—Suena como si ya tuvieras tu respuesta—dijo el galeno—Sólo puedes hacer lo que creas correcto, Merlín, pero también ruego que eso no implique ponerte en peligro.
Merlín lo contempló fijamente y finalmente, hizo una especie de sonrisa. No iba a dejar que Arturo muriese.
—Por una vez no tienes que preocuparte por eso—le aseguró—No haré nada.
…
Morgana se volteó una vez que Gwen terminó de ayudarla a acomodar su vestido y vio la expresión seria que tenía.
—¿Qué sucede?—preguntó.
—Arriesgas mucho por un niño del cuál no conoces ni siquiera su nombre—dijo su doncella.
—Tenemos una unión fuerte.
—¿Más fuerte que la que tienes con Uther?
Morgana se sintió abrumada por todo lo que sucedía.
—Es algo que nunca antes he sentido—intentó explicarle—Quizás siempre he estado destinada a ayudarle.
—¿Cómo puede ser eso posible?
—No lo sé. No sé cómo explicarlo.
Le gustaría decirle que quizás era algo relacionado con la magia pero involucrar en eso a Gwen sería demasiado peligroso. Ya demasiado la había obligado a guardar silencio con sus sueños.
—Debo ir con Uther—dijo desganada.
Hermione le había explicado el plan y, a pesar de que no estaba de acuerdo, sabía que era lo mejor que tenían. No importaba si se humillaba un poco y mentía sobre un arrepentimiento que no sentía. Sólo quería evitar que el niño muriese.
—Buena suerte—le deseó Gwen.
—Gracias—le dijo antes de marcharse.
El camino hasta el comedor fue demasiado corto. Lo último que deseaba era tenerlo frente a ella. Los guardias de la entraba de abrieron las enormes puertas y le permitieron pasar.
—Vengo a disculparme, mi Lord—dijo procurando no sonar fría o falsa—Has sido generoso, amable y justo—sintió lágrimas en sus ojos empujando por salir y rogó que él las atribuyera al arrepentimiento—Te lo debo todo. Y, sinceramente no sé qué me pasó. Actué sin pensar en las consecuencias.
Uther sonrió con orgullo.
—Me alegra ver que has entrado en razón—dijo—Ven, cena conmigo. Dejemos este infortunado incidente atrás…
…
Haber estudiado pociones durante años le ayudó. Buscó las hierbas correspondientes, las encendió pero apagó el fuego para que sólo lanzaran humo y las dejó caer escaleras abajo, al sitio donde se encontraban los guardias que vigilaban las celdas. La humareda blanca no tardó en hacerse notar, inundando los pulmones de los hombres, mareándolos hasta dejarlos inconscientes. Hermione bajó rápidamente, cubriéndose la nariz, y tomó la llave correspondiente y se encaminó a la celda donde se encontraba el niño.
Él estaba sentado en la cama de paja, con la mirada perdida, pero cuando la vio sus ojos azules se abrieron enormemente, asombrado. Ella abrió la puerta y fue hasta él.
—No te asustes—le pidió—Te sacaré de aquí y te llevaré con otros druidas.
Le tendió la mano delicadamente y el niño no dudó ni un segundo en aceptarlo. Su pequeña mano se aferró a la suya y ella no tardó en sacarlo de allí. El túnel de los enterramientos no quedaba lejos de allí pero era oscuro y algo tétrico.
—¡El druida ha escapado!—se oyó un grito fuerte.
Su corazón se aceleró. Miró al niño y supo que él también entendía el inconveniente de aquello.
—Apresurémonos—dijo.
Comenzaron a correr por aquel pasillo y cuando finalmente se tomaron con las rejas, no pudo sentirse más que aliviada. Sin embargo, duró poco.
—¡Merlín!—lo llamó pero nadie respondió—¡Merlín!
El niño se aferró a los barrotes y contempló la oscuridad del exterior. Su rostro infantil giró hacia Hermione, mirándola con miedo.
—No te preocupes—intentó tranquilizarlo—Él vendrá.
Quiso creer en sus palabras pero en lo único que podía pensar fue en que el mago los había abandonado. Su corazón se llenó de un vacío terrible.
Merlín no vendría.
…
Las campanas de advertencia se oyeron por todo el castillo. Morgana detuvo su mano que llevaba la copa a sus labios y escuchó.
—Guardias—llamó Uther y el hombre que vigilaba la puerta no tardó en aparecer—Averigua quién hizo sonar las campanas y por qué.
—-Sí, mi lord.
…
Hermione sintió la desesperación creciendo en su interior al oír como los caballeros de Camelot comenzaban a recorrer el túnel que ellos habían tomado. Dentro de un poco doblarían la esquina y los descubrirían. Miró a su alrededor, buscando una salida, pero no vio nada. Las rejas se aferraban con firmeza al muro de piedra dura. Había llevado una espada, por las dudas, pero no creía que fuera de gran ayuda. También tenía su varita consigo y por unos momentos pensó lanzar un bombarda pero con lo mal que funcionaba su magia seguramente terminaría lastimando al niño y a ella misma.
—¡Maldita sea, Merlín!—gritó golpeando con furia uno de los barrotes—¡¿Por qué nos hiciste esto?!
…
Merlín se volvió a girar en la cama. Había oído las campanas sonar pero había hecho como si no representaran nada. Sabía que Hermione estaría furiosa con él y Arturo seguramente lo golpearía hasta dejarlo inconsciente. Pero no podía hacer otra cosa… ¡No podía! ¿Y si lo que dijo el Gran Dragón se cumplía? ¿Y si dentro de unos años el niño terminaba asesinando a Arturo?
—Emrys—oyó la voz desesperada del niño dentro de su cabeza—Emrys. ¿Dónde estás, Emrys?
Frunció el ceño y concentró toda su atención en no mover ni un solo músculo de su cuerpo. No iba a contestarle.
—Ayúdanos. ¡Por favor! Están viniendo detrás de nosotros…
Cerró los ojos con fuerza y contuvo un sollozo. ¡Por Dios! ¡Que se callara! No quería sentir esa culpa quemándole la garganta y comiéndole el alma.
—Estoy asustado, Emrys—siguió diciendo el pequeño—Me matarán y también matarán a Lady Hermione. No nos hagas esto.
Merlín se llevó las manos a la cabeza e intentó acallarlo.
—Sé que me estás oyendo. Por favor. Pensé que eras nuestro amigo. ¿Ni siquiera ella te importa? Está a punto de llorar. Ha sacado su espada y piensa defendernos. ¡Por favor, Emrys! No quiero morir. ¡Por favor! ¡Emrys! ¡Emrys! ¡Emrys! ¡Emrys! ¡Emrys! ¡Emrys!
…
—¡Saldremos de esta!—le aseguró Hermione al niño—No importa lo que tenga que hacer. Le prometí a Morgana que te ayudaría a salir.
Sentía un nudo en el estómago, el miedo recorriéndole las venas y el corazón acelerado. Su mano aferraba con fuerza a la espada, la cual sentía más pesada que nunca. Había practicado mucho y sabía manejarla lo suficientemente bien como para defenderse, pero los caballeros de Camelot eran mejores.
Las voces de los guardias se oían cada vez más cerca y ella pensó que, si no tenía otra opción, recurriría a su varita. Metió su mano dentro del bolsillo interior de su capa y la tocó con la punta de sus dedos. Pero antes de que pudiera decidirse, alguien apareció del otro lado de las rejas.
—¡¿Dónde te habías mentido?!—le gritó a Merlín.
—Lo siento—se disculpó sin mirarla.
—Apresúrate, saca estas rejas.
Merlín puso el cancho entre los barrotes y, tras aferrar la cuerda a la silla del caballo, hizo que éste avanzara rápidamente hasta sacar las rejas de su lugar para permitirles salir.
Hermione no se lo agradeció ni le dirigió la palabra. Aún estaba furiosa con él. Tomó el caballo, hizo que el niño montara y se subió detrás de él.
—Adiós, Emrys—dijo el niño en la mente de Merlín—Algún día volveremos a encontrarnos otra vez.
Hermione tomó las riendas e hizo que el caballo de su hermano comenzara a avanzar. Antes de que pudiera Merlín decir cualquier cosa, ya se alejaba cabalgando a toda velocidad.
…
—Padre—Arturo entró al comedor y vio a Morgana sentada, tensa, frente al rey—Lamento informarte que el niño druida ha escapado de los calabozos.
—¿Qué?—se puso de pie de prisa—¿Cómo es posible?
—Tuvo ayuda—dijo—Los guardias están buscando en toda Camelot mientras hablamos.
—Encuéntralos—le ordenó—A él y a sus cómplices y mátalos, sin dudarlo.
Arturo tragó saliva para humedecer su garganta reseca y asintió antes de dar media vuelta y marcharse. Pero no sin antes lanzarle una última mirada a Morgana.
Uther bajó sus ojos hacia su protegida.
—Si llego a descubrir que estás involucrada en la liberación del chico, las consecuencias van a ser extremadamente severas.
Morgana puso una expresión de desconcierto.
—Pero, mi Lord, sabes que te respeto demasiado como para traicionarte…
El rey se inclinó sobre ella, invadiendo su espacio personal intencionalmente.
—Le prometí a tu padre que te protegería, pero si me defraudas de nuevo, romperé esa promesa sin pensarlo dos veces.
Morgana empezó a respirar agitadamente pero mantuvo la boca cerrada en todo momento. Lo siguió con la mirada hasta que se apartó y se alejó de allí, dejándola sola. El desprecio que sentía hacia Uther cada vez iba en aumento. Siempre supo que era firme pero jamás que la quería tan poco como para no importarle si vivía o moría. Él podía ser su protector pero en su corazón ya casi no había ni una pisca de afecto para alguien tan despreciable como Uther Pendragon.
…
Hermione había galopado toda la noche sin detenerse. Le había dicho al niño que si lo deseaba podía dormir, que ella se aseguraría que estuvieran a salvo, pero él no había cerrado los ojos en ningún instante. Tampoco había abierto la boca, incluso cuando le señaló el camino hacia donde se encontrarían con los demás druidas. Sólo apuntó con su dedo índice y ella siguió ese camino.
Cuando vio a tres hombres encapuchados parados a unos metros de ella, detuvo el caballo y bajó. Ató las riendas del caballo a un árbol y luego ayudó al niño a bajar. Él la tomó de la mano mientras caminaban hacia ellos.
Uno dio un paso hacia adelante y Hermione pudo ver su rostro sonriéndole con amabilidad. El niño corrió hacia el hombre, reconociéndolo.
—Estaremos siempre en deuda contigo, Hermione Pendragon—le dijo el druida—por devolvernos al chico.
—No fui sólo yo. Mi hermano también intervino—dijo queriendo que ellos pensaran bien de Arturo—Pero les ruego que no digan a nadie que fuimos nosotros quien lo ayudamos.
—No les diremos a nadie. Tienes mi palabra.
Él hizo una reverencia ante ella y comenzó a alejarse, llevándose al niño consigo.
—Espera—lo llamó al pequeño—Ni siquiera sé tu nombre.
El niño miró al hombre y, al ver que asentía, se giró hacia Hermione.
—Me llamo Mordred—respondió, pronunciando por primera vez alguna palabra.
Pero ella hubiera preferido que no dijese nada. Fue como un balde de agua fría tirado en su cabeza al oír el nombre del chico. No pudo decirle nada, sólo contemplarlo casi sin parpadear. Él finalmente volteó y continuó su camino, dejándola allí, en medio del bosque, con la terrible sensación de haber ayudado al asesino de su hermano, recordando demasiado bien lo que decía la historia sobre él.
…
Merlín se cruzó con Hermione por uno de los pasillos. Iba acompañada de su doncella pero, al verlo, le hizo una seña que continuase su camino.
—¿Mi Lady?—preguntó confundida la muchacha.
—Luego te alcanzaré—le dijo—Tengo que hablar con Merlín.
La chica asintió, no sin antes mirar primero a uno y luego a otro, y luego se alejó con prisa.
Él hubiera preferido que no lo hiciera. Había estado esperando desde hacía dos días la reprimenda de ella o de Arturo por haber llegado tarde, pero nunca sucedió. Ella parecía no haberle dicho nada a su hermano. Había tenido la esperanza que todo se olvidase pero debería de haber supuesto que no sería así.
—Creo que te debo una disculpa—dijo.
Merlín, que había bajado la cabeza con resignación, la alzó rápidamente y la contempló confundido.
—¿Por qué te disculpas?
—Estaba furiosa contigo porque no llegaste a tiempo pero supongo que lo que importa es que sí fuiste y no nos abandonaste.
—Pero llegué tarde…
—Casi—murmuró y luego soltó un suspiro—Supongo que habrás tenido tus razones para dudar.
—Nunca fue mi intención que sucediese eso. No a ti.
—Lo entiendo—aseguró y realmente parecía hacerlo, aunque él lo dudaba—Fue por el niño, Mordred.
—¿Así se llama?
—Me lo dijo antes de marcharse… —hizo una pausa, como si dudara si continuar hablando o no—Lo volveremos a ver, Merlín, y eso me hace preguntarme si… si hicimos lo correcto. No quiero decir que se merezca la muerte. Ahora es sólo un niño inocente… pero… tengo miedo.
Merlín la miró fijamente, recordando lo que le dijo Kilgharrah sobre ella.
"Cuando descubra la verdad, será demasiado tarde".
¿Había averiguado Hermione que el destino de Mordred era asesinar a Arturo? Si era así, ¿Cómo?
—¿Miedo de qué?—preguntó.
La tristeza llenó la mirada de Hermione.
—De que él justifique el desprecio que tiene Uther hacia los druidas… Temo que su corazón se oscurezca, que deje de ser inocente y comenta una locura como… como intentar matar a Arturo.
Definitivamente, ella lo sabía.
—¿Por qué dices eso?
—Yo…—dudó unos instantes, apartando la vista, pero cuando volvió a observarlo sus ojos plasmaron la firmeza de su decisión—Mira, voy a dejar de dar vueltas al asunto. Sé que tú lo sabes. No habría otra razón por la cual dudaras en salvar la vida de un niño inocente. Sé que él está destinado a acabar con la vida de Arturo, pero no me preguntes cómo lo sé… Si hubiera sabido quién era antes yo quizás hubiera…—gruñó—¡Por Circe! ¡No sé lo que hubiera hecho! No iba a dejarlo morir pero tampoco lo iba a entregar tan abiertamente a los druidas.
En medio de su discurso, Merlín ya obtuvo su respuesta. Ella no parecía ser peligrosa. Se preocupaba por su hermano y no quería dañarlo. Pero también ocultaba cosas. ¿Tendría magia también? ¿Y por qué había dicho "Circe"?
—¿Quién eres?
Ella tardó en responderle.
—Yo me he estado haciendo la misma pregunta desde que llegué a Camelot—le contestó crípticamente antes de girarse y alejarse de él.
Adelanto del siguiente capítulo:
Su mirada pasó del príncipe a la princesa. Desde que la había visto entrar había tenido que hacer un enorme esfuerzo para no quedarse embobado mirándola. Esa noche se veía especialmente hermosa. Casi había dejado caer la jarra cuando entró por primera vez al salón. No había esperado verla transformada en aquella belleza ni tampoco había esperado su propia reacción ante ella.
