Ninguno de los personajes me pertenece.


EALDOR

Hermione no sabía qué había hecho Merlín con la espada y tampoco se lo preguntó. No quería que se enterase, de momento, que ella sabía muchas más cosas de la que aparentaba. Algo le decía que él iba a protestar si sabía que estaba destinada a protegerlo. Aunque no lo parecía, él tenía orgullo también. Prefería esperar a, al menos, poder realizar un condenado hechizo. Se sentía tan frustrada. ¡Había probado de todo! Desde hechizos sencillos, simples y básicos hasta los más complejos y peligrosos. Se había escapado al bosque, llevando su varita siempre consigo, y había practicado. Sentía la magia pulsar en su cuerpo, pidiendo salir al mundo, pero simplemente no lo conseguía. Pensó en ir con Godric nuevamente y pedirle ayuda pero no se atrevió. Él ya la había ayudado demasiado. Al igual que Slytherin, pensó con molestia. También había meditado la posibilidad de irrumpir en la cueva y hablar con el dragón, gritarle que se dejase de misteriosos comentarios y le dijera qué diablos debía hacer. Pero no lo hizo. Sería demasiado estúpido de su parte, casi como un suicidio. Así que se encontró sola y sin ideas. Había buceado en el mar de libros que tenía el castillo, desde los de la biblioteca hasta los que celosamente cuidaba Gaius. A nadie le extrañó que pasase tanto tiempo leyendo aunque en varias ocasiones descubrió al médico de la corte observándola con curiosidad. Ella sabía que él tenía muchas dudas pero no estaba dispuesta a confesar nada. No aún.

El galeno siempre había sido amable con ella, siempre se había mostrado dispuesto a ayudarla, pero una parte dentro suyo aún guardaba cierto rencor por lo que había sucedido con su padre. Estaba completamente segura que Gaius sabía toda la verdad sobre el nacimiento de Arturo pero también era consciente que no se lo iba a contar por más que se lo preguntara. Era muy fiel a Uther.

—Realmente no tienes que estar aquí—dijo Merlín, sacándola de sus pensamientos.

Hermione lo contempló con una pequeña sonrisa.

—No me importa acompañarte—le aseguró mientras caminaban por la ciudadela—Arturo me ha amenazado con prohibirme la entrada a la biblioteca si no hago algo más que leer…

—¿Y crees que acompañarme a buscar agua para Gaius era lo que estaba pensando?—preguntó con cierta diversión.

Ella negó mientras lo ayudaba a cargar un cubo, dejándole el otro.

—Yo puedo—dijo él, sabiendo que la princesa no debía de hacer esas cosas.

—Por favor, Merlín, déjame sentirme útil—le rogó.

Él quiso protestar pero supo cerrar la boca. No era la primera vez que Hermione lo acompañaba en sus tareas, ayudándolo en ocasiones. No le molestaba, realmente disfrutaba de la compañía de la muchacha, pero le resultaba realmente extraño. Nunca se atrevería si quiera a imaginar a Arturo caminando a su lado, estableciendo una tranquila conversación.

—¿Estás buscando algo en particular?—le preguntó recordando que la había visto casi siempre con un libro en la mano.

—No—mintió a medias—Sólo me gusta leer.

—Eres tan inteligente.

Hermione sintió que se ruborizaba levemente ante esas palabras.

—Que disfrute mucho leyendo no significa que sea inteligente. He aprendido que hay cosas más importantes en la vida.

Merlín la contempló con seriedad, escuchándola atentamente.

—Supongo que eso estará relacionado con haber encontrado a tu padre y a tu hermano.

—Lo he aprendido desde que tenía once años—confesó—Había un par de chicos con los que no me levaba precisamente bien al comienzo, no me soportaban, pero en una ocasión me salvaron la vida y gracias a eso nos volvimos grandes amigos.

—No puedo imaginarme a alguien que no te soporte.

Ella rió suavemente.

—Créeme, con once años era un poco… insufrible—dijo con añoranza—Ellos me enseñaron a relajarme, a disfrutar de otras cosas a parte de los deberes. Nos metimos en muchos problemas tantas veces pero siempre supimos como salir adelante. Éramos tan diferentes pero sabíamos complementarnos.

Merlín observó atentamente su rostro, dándose cuenta de la pequeña sonrisita que adornaba sus labios y como sus ojos brillaban de un modo especial. ¡Dios! Era tan hermosa, pensó. Ella alzó la mirada y lo descubrió observándola. Avergonzado, giró el rostro rápidamente, intentando simular que nada había pasado a pesar de que el rojo de sus rostro decía lo contrario.

—¿Madre?—dijo de repente, dándose cuenta que la mujer que venía caminando hacia ellos le resultaba demasiado familiar.

La mujer dejó caer el bolso que había llevado consigo y corrió hacia él, sonriendo enormemente. Hermione la observó con curiosidad, notando sus vestimentas simples y su rostro amable.

—¡Merlín!—exclamó ella, dejando que su hijo la abrazara llena de felicidad.

Él sonrió, sorprendido y alegre al mismo tiempo, pero poco a poco la sonrisa fue borrándosele cuando notó el ojo amoratado que tenía. La preocupación y el enfado no tardaron en aparecer.

—¿Qué pasó?—preguntó serio—¿Quién te hizo esto?

Ella lo contempló con serias dudas, no sabiendo cómo responder. Parecía abrumada por la situación y que su hijo la presionara para contar lo sucedido no parecía ayudar.

—Merlín—lo llamó suavemente Hermione—¿No vas a presentarnos?

El muchacho la contempló con sorpresa, casi había olvidado que ella se encontraba allí. Cuando su madre había aparecido delante suyo no hubo otra cosa en su mente. Habían pasado muchos meses desde la última vez que la vio, cuando se despidió de ella para venir a trabajar a Camelot.

—Eh, sí, lo siento…—se disculpó—Madre, ella es Hermione. Hermione, ella es mi madre, Hunith.

—Un placer—dijo la mujer sonriendo, mirando primero a su hijo y luego a la chica—¿Hermione? ¿La hija de Uther no se llama así?

—Sí, madre, ella es la hija del rey. Lady Hermione.

Los ojos de Hunith se abrieron con sorpresa y no tardó en hacer la reverencia correspondiente.

—No, no es necesario tantas formalidades—se apresuró a decir Hermione, incapaz de soportar que hicieran una reverencia cada vez que la venía.

A pesar de que la madre de Merlín había notado que Hermione llevaba un exquisito vestido, jamás habría adivinado que se trataba de la princesa de Camelot. Nunca nadie esperaría ver a la hija de un rey acarrear junto a su sirviente un cubo de agua.

—¿Por qué no vamos a curar ese ojo?—le preguntó con amabilidad—Luego podrás contarnos qué te sucedió.

Hunith asintió, aún sorprendida, y se dejó guiar por Hermione al interior del castillo.

Hermione contempló a la madre de Merlín, quien estaba de pie en el centro de la sala de tronos. Ella y Arturo estaban sentados, uno a cada lado del rey.

—Los inviernos son difíciles en Ealdor—dijo Hunith con nerviosismo, sintiéndose pequeña delante del rey de Camelot—y hay muchos niños. Algunos no son lo suficientemente fuertes para sobrevivir. A penas tenemos para comer y los Kanen toman nuestra cosecha. Nuestros niños no vivirán para ver otro verano… ¡Por favor, necesitamos tu ayuda!

Hermione guardó silencio, esperando por la respuesta de su padre. Hunith les había contado que, en un intento de salvar un poco de la cosecha que intentaban arrebatarle, uno de los hombres de Kanen la había golpeado.

—Ealdor es el reino de Cendred—dijo Uther—Tu seguridad es su responsabilidad.

—Hemos hablado con nuestro rey, pero… él se preocupa poco por las zonas exteriores—apretó sus labios intentando controlar un sollozo—Eres nuestra única esperanza.

El rey pareció meditar sus palabras por un instante.

—Tengo la más grande simpatía por usted—dijo finalmente.

—¿Usted nos ayudará?—preguntó esperanzada.

—Lamento decirte que no puedo hacer eso.

La expresión de desazón de Hunith decía todo. Hermione contempló enfadada a su padre. ¿Cómo podía ser tan desconsiderado? La mujer había recorrido demasiadas millas, esperando poder recibir ayuda del rey de Camelot pero él se la negaba tan rotundamente.

—Estoy segura que podrás reunir a algunos caballeros—dijo sin poder evitarlo.

—El problema no son los recursos—le informó Uther.

—¿Entonces cuál?—quiso saber.

—Ealdor está más allá del canto de Aesctir—explicó el rey—Para la caballería de Camelot, estar allí sería un acto declarado de guerra contra Cendred.

Hundith no dudó en arrodillarse delante de todos los presentes. Merlín la contempló con seria tristeza. Gaius, a su lado, inclinó la cabeza y suspiró silenciosamente.

—Sé que eres un buen rey—comenzó a decir con tono implorante—Un hombre atento. Te lo ruego, por favor… ¡Ayúdanos!

—No puedo arruinar un pacto como el que tengo con Cendred—dijo con firmeza Uther—No puedo arriesgar la vida de cientos de hombres para salvar una aldea. Me temo que Camelot no puede ayudar.

Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas y fue notable el esfuerzo que hacía para no comenzar a llorar desesperadamente. Morgana, que estaba más cerca a ella, le lanzó una mirada helada a Uther antes de acercársele y ayudarla a ponerse de pie. Tomó sus hombros con delicadeza y la llevó lejos de allí.

….

—Lo siento—dijo Arturo a Merlín cuando él se le acercó—Si esto fuera decisión mía, estaríamos ahora mismo en camino.

—Lo intentaste—murmuró el muchacho—No tienes que preocuparte. Ya estoy en deuda contigo y con Hermione por ayudar a conseguir una audiencia con el Rey.

—Desearía que Camelot pudiera ayudar a la gente sin importar cuán lejos vivieran—comentó con seriedad.

Ese era un buen deseo, pensó Merlín, pero un casi demasiado irreal. Entendía la decisión que había tomado Uther a pesar de que no le gustaba.

—Debo volver a Ealdor—dijo tras una pausa.

—Por supuesto—dijo con seriedad Arturo.

—Ha sido un placer servirlo.

Fueron esas palabras las que lograron afectar al príncipe. Contempló a su sirviente con incredulidad.

—¿Volverás allí?

Él había imaginado que regresaría nuevamente a Camelot una vez que acompañara a su madre en el viaje.

—Debo cuidar de ella—dijo—¿Entiendes?

Arturo asintió, sintiéndose terriblemente incómodo.

—Yo haría lo mismo—confesó y, tras eso, se hizo una larga pausa entre ellos—Bueno… has estado terrible—dijo finalmente, conteniendo una sonrisa—De verdad, quiero decir, el peor sirviente que alguna vez haya tenido.

Merlín asintió, incapaz de no sonreír ante la declaración. Él sabía que esa era la forma de decirle que, en cierta forma, lo iba a echar de menos.

—Gracias, señor—dijo.

Gwen ayudó a Merlín a empacar sus pertenencias. Había traído pocas cosas consigo cuando llegó a Camelot pero, con el paso del tiempo, había ido adquiriendo unas pocas más. Tenía libros que le había dado Gaius, algunos pocos frascos con pociones, ropa y la esencia de menta que siempre le preparaba Hermione. Pensar en ella le hizo soltar un suspiro profundo. No se había podido despedir. No sabría qué decirle porque la idea de no volver a verla nuevamente le producía una sensación desagradable dentro de su pecho.

—Aquí…

Se volteó hacia Gwen. La chica sacaba una espada de su funda y se la tendía. Merlín la tomó con ciertas dudas. Él no era de los que usaban armas y tenía un poco de dudas de porqué se la estaba dando.

—Dime cómo se siente—pidió ella.

—Sí… Eh…Sí, se siente muy bien es muy…eh… ya sabes…—golpeó el metal—como las espadas…

Gwen contuvo un suspiro de consternación. Esas no eran las palabras que esperaba oír.

—Empaqué algunas armas para ti—le informó, mostrándole la bolsa.

Merlín la contempló confundido. Eso era demasiado.

—No podré llevarlas solo.

Gwen abrió la boca, sin saber cómo decirle lo que tenían planeando hacer. Afortunadamente, la puerta se abrió en ese instante y entró Morgana, vistiendo una camisa sencilla, un cinturón grueso y unos pantalones de montar.

—No tienes que hacerlo—le dijo al oírlo—Vamos contigo.

—¿Qué quieres decir?—inquirió él, con el ceño fruncido.

—Vas a necesitar toda la ayuda que puedas conseguir—explicó Gwen—Quiero decir, armas y espadas afiladas.

—Y yo sé luchar—añadió Morgana.

—Pero… pero…—contempló primero a una y luego a otra, sin poder creerlo—No pueden… quiero decir… ¿Por qué ustedes harían algo así?

—Si fuera al revés, tú nos ayudarías—explicó Gwen—Ya lo has hecho. Salvaste mi vida, ¿recuerdas?

—Y ayudaste al chico druida a escapar de Camelot—indicó Morgana—Te lo debemos. Las dos.

—Pero podría ser peligroso…

—No nos importa, Merlín, iremos contigo, quieras o no—dijo rotundamente Gwen.

—¿Tienes la comida que te he preparado?—preguntó Gaius.

—Sí.

—Ten cuidado con el vino. Una olida del dental de la mesera y estarás cantando como un navegante—le advirtió tendiéndole la botella.

Merlín la tomó y la guardó en su bolso.

—Entiendo.

—¿Estás seguro que no quieres una manta extra?

—Está bien, realmente—aseguró.

—Sólo quiero asegurarme—se excusó—Has lo que debas hacer.

Merlín asintió y, sin previo aviso, Gaius lo abrazó con fuerza. Conmovido, le devolvió el abrazo. A pesar de que se separaron rápidamente la idea esencial se había transmitido. Tras una última mirada, salió afuera.

Tenía un caballo preparado para él y otro para su madre. Ambos montaron y comenzaron a cabalgar por un camino, alejándose de Camelot. Pronto se le sumaron Gwen y Morgana y juntos tomaron la ruta que iba Ealdor. El camino fue tranquilo y sólo se detuvieron al anochecer para descansar. Él juntó leña y encendió una pequeña hoguera donde su madre cocinó una rápida cena mientras que Morgana se encargaba de amarrar los caballos y darle agua. Gwen preparó unas improvisadas camas para todos con las mantas que había llevado. Comieron en silencio y, tras unos momentos, decidieron ir a dormir.

Merlín se quedó sentado frente al fuego por un rato más y su madre pronto se le unió.

—Ellas no deberían estar aquí—dijo en voz baja, lanzando una mirada a las dos muchachas que dormían una cerca de la otra—Sobretodo Lady Morgana. ¿No es ella la protegida del rey?

—Sí, pero es una de las pocas que no le teme. Ella y Lady Hermione.

—No hará ninguna diferencia delante de Kanen. Ellas son mujeres.

Merlín suspiró.

—Lo sé. Pero no pude hacer nada para evitarlo…

Hunith asintió levemente y contempló el fuego crepitar con suavidad. Merlín la observó fijamente. Parecía cansada, agotada de la vida. Sus ojos azules, normalmente llenos de vida, parecían haberse apagado. El golpe que tenía en uno de ellos no ayudaba a mejorar su aspecto. Suavemente acercó sus dedos a la herida.

—Le haré pagar por lo que te hizo—juró.

—Debes ser cuidadoso—le rogó su madre—Prométemelo. Nadie puede averiguar lo que eres.

—No lo harán—le aseguró—nunca lo hacen.

Ella le sonrió con tristeza. Tomó su rostro suavemente entre sus manos y dejó un maternal beso sobre su frente.

—Descansemos—le dijo.

Ambos se acostaron sobre sus improvisadas capas e intentaron dormir. Hunith no tardó demasiado en conciliar el sueño, pero Merlín, por el contrario, tardó un poco en dormirse. Cuando aún era oscuro se despertó al sentir su brazo adormecido. Se giró, estiró su brazo y lo agitó. Cuando sintió que la sangre volvía a circular, tomó su manta e intentó encontrar una posición cómoda para volver a dormirse. Pero algo se lo impidió. Sus oídos lograron captar un sonido leve de hojas y ramas rompiéndose. Miró a su alrededor para comprobar que las tres mujeres estaba dormidas antes de sacar, de debajo suyo, la espada que le había obsequiado Gwen. Se puso de pie y comenzó a caminar hacia el sitio del cual había provenido aquel sonido.

Su corazón estaba acelerado, algo temeroso de encontrarse con bandidos o traficantes. Aún no habían salido de los terrenos de Camelot pero nunca se sabía a quién se podía encontrar a la mitad de la noche en el bosque. Sus manos sudorosas se aferraban al mango de la espada con fuerza. Podía sentir que no estaba solo, que había alguien más allí, escondido detrás de los árboles. Su instinto le advertía que tuviera cuidado. Tragó saliva ruidosamente, girando sobre sus pies, observando a su alrededor con suma atención. Fue en ese momento cuando sintió la inconfundible sensación del filo de la punta de una espada presionando en medio de su espalda.

Maldijo su mala suerte.

—Te pediría todo tu dinero—dijo una voz profunda—Pero sé que no tienes.

Armándose de valor giró rápidamente, blandiendo la espada en un intento de herir a su contrincante pero él se inclinó con agilidad. Cuando se alzó, Merlín comprobó que no se trataba de ningún otro más que Arturo. Gratamente sorprendido, le sonrió.

—Merlín, baja esa espada—le pidió el príncipe—te ves ridículo.

Comenzó a avanzar hacia el sitio donde tenían el improvisado campamento y él se apresuró a seguirlo. Casi no podía creer que él estuviera allí pero no se iba a quejar. Tampoco pudo creer lo que vio cuando llegaron. Hermione Pendragon estaba inclinada sobre el fuego que había encendido nuevamente. Al verlos llegar les lanzó una mirada seria.

—¿Tú también?—le preguntó.

Su presencia sí le molestó un poco. Ella era la princesa, no se suponía que debía ir a enfrentar a un grupo de maleantes. Era demasiado peligroso.

Hermione no le respondió y contempló a su hermano.

—¿Quieres que tome el primer turno?

—¿El primer turno para qué?—inquirió Merlín, confundido.

—No, descansa. Yo me quedaré vigilando primero—indicó el príncipe.

Ella asintió y, tras buscar una manta entre sus pertenencias, la extendió sobre el suelo, cerca de Gwen y Morgana, y se acostó.

—¿Qué sucede?—preguntó, confundido por el modo en que ella lo trataba.

Arturo le lanzó una mirada que le pedía silencio. Ambos se sentaron al lado del fuego y permanecieron callados por un largo momento hasta que vieron que Hermione se dormía profundamente.

—¿Cuánto tiempo de viaje falta?—preguntó Arturo, rompiendo el silencio.

—No sé… quizás unas cuantas horas más.

—¿Cuántos hombres tiene Kanen?

—No estoy seguro… pienso en lo que mi madre me ha dicho, quizás no menos que cuarenta.

Arturo asintió con seriedad. Aún así era un gran número y a pesar de que él y Hermione se habían sumado, la desventaja era clara.

—Será mejor que duermas—indicó Arturo—Te despertaré más tarde para el segundo turno de vigilancia.

Él asintió, sabiendo que eso sería prudente.

—Gracias—murmuró—Sé que no deberías de haber venido… no tenías porqué hacerlo. Hermione tampoco…

—¿Qué le hiciste a Hermione?—lo interrumpió con brusquedad.

—¡¿Por qué crees que yo le he hecho algo?!—preguntó con frustración.

—No ha hablado durante todo el viaje, lo cual es, de por sí, muy extraño… Pero había un modo en que pronunciaba tu nombre…

—¿A qué te refieres?

—Ya sabes… "Merlín"—intentó imitar el modo en que ella lo había hecho, no consiguiendo realmente buenos resultados—"Merlín es un idiota"

—¿Dijo que soy un idiota?

—Bueno… no, eso lo agregué yo…—indicó—Obviamente está enfadada contigo y, no sé qué habrás hecho, pero quiero que te disculpes.

—¡Pero si no sé lo que he hecho!

—¡Son mujeres, no importa realmente! Sólo dile que lo sientes, no tienes que saber precisamente qué hiciste o dejaste de hacer… Ahora, será mejor que duermas. Mañana tenemos un gran día por delante…

Merlín asintió, aún pensando en el inconveniente con Hermione. No recordaba haber hecho nada lo suficientemente malo como para molestarla. De hecho, ni siquiera le había hablado desde que se encontraron con su madre y la llevaron con Gaius para curar su ojo. Le había agradecido, por supuesto, pero nada más. ¿Sería posible que estuviera enfadada con él porque Arturo la llevó consigo al medio del bosque? Ella siempre había demostrado ser una persona amable y valiente pero ir a Ealdor y enfrentarse a Kanen y a sus hombres podía ser demasiado. Después de todo, era una princesa. Giró el rostro y la contempló. Hermione tenía el cabello trenzado con cierta desprolijidad y muchos de sus rizos caían sobre su rostro, otorgándole mucha dulzura a su expresión relajada. ¿Cómo era posible que pudiera haberse dormido tan fácilmente en aquellas circunstancias? Quizás, como él, antes de ir al Castillo, ni siquiera tenía una cama.

Había tantas cosas que desconocía de Hermione. Sólo sabía lo poco que le había contado y jamás, a excepción de cuando le dijo sobre sus amigos, la había oído hablar del pasado. Lo peor de todo—y él era muy consciente de que podía ser calificado como "peor"—era que quería conocerla. Había algo en ella que le llamaba poderosa la atención, algo que lo impulsaba a acercarse más de lo conveniente.

—Deja de mirar a mi hermana, Merlín—llegó la advertencia de Arturo a sus oídos.

Rápidamente apartó la vista y contempló al príncipe.

—Yo no la estaba mirando—dijo con prisa.

Arturo le lanzó una mirada llena de seriedad y supo que lo conveniente era cerrar los ojos y dormirse inmediatamente.

Cuando volvió a despertarse ya era el amanecer y ahora era Arturo quien dormía mientras que Hermione se encontraba sentada cerca de la fogata y preparaba un rápido desayuno junto con Hunith. Al notar que hablaban, simuló seguir dormido para poder escuchar. Quizás lograra descubrir porqué ella estaba enfadada.

—No debería estar aquí, mi lady—decía su madre en voz baja—Será peligroso y los hombres de Kanen no tendrán piedad con usted. No importará que sea mujer y mucho menos que sea la hija de Uther.

—No tengo miedo—aseguró Hermione sin levantar la voz para no despertar a los demás, completamente inconsciente de que Merlín estaba oyendo—Vine porque no pienso tolerar la injusticia de lo que sucede en tu pueblo, no importa si pertenece o no a Camelot.

Descartada su teoría sobre Arturo obligándola a estar allí, sólo le quedaba seguir pensando qué rayos podía haber hecho para ofenderla.

—Pero eso puede ocasionar una guerra—murmuró la mujer—Uther se negó por eso.

—Lo sé. Sin embargo, aunque sé que mi padre se enfadará muchísimo si se entera que lo desobedecimos, no podemos volvernos ciegos ante las injusticias. ¿Qué clase de personas seríamos?

Hunith sonrió levemente.

—Es una persona muy noble, todo un ejemplo a seguir… Lamento no haberla reconocido la primera vez que nos encontramos.

—Supongo que nadie está acostumbrado a ver a una princesa cargando agua—dijo con cierta diversión.

La madre de Merlín asintió.

—Estoy agradecida que mi hijo pueda contar con su amistad.

Ante estas palabras, el rostro de Hermione se volvió completamente serio.

—Realmente dudo que él pueda pensar lo mismo—dijo con claro enfado.

Merlín frunció el ceño, confundido. ¡Claro que pensaba lo mismo! ¡La amistad de Hermione era demasiado valiosa para él!

—¿Qué quiere decir?—quiso saber su madre.

Merlín esperó atento por la respuesta pero ella no respondió. Al comprobar que el desayuno estaba listo se puso de pie y comenzó a despertar a todos. Gwen y Morgana se mostraron sorprendidas al verla pero profundamente alegres de poder contar con su ayuda y la del príncipe. Cuando fue a despertarlo a él, hizo como si no había oído absolutamente nada. Se enfadaría aún más si se enteraba que había estado oyendo a escondidas. Desayunaron con prisa y luego de juntar su improvisado campamento se pusieron en marcha nuevamente.

—¿Por qué no me despertaste para hacer guardia?—preguntó Merlín a Arturo mientras cabalgaban.

—Hermione se despertó antes y me dijo que ella vigilaría. La noche había sido tranquila por lo que no había peligro en dejarla… Le he enseñado a defenderse.

—Aún así…

—¿Quieres que siga molesta?—lo interrumpió—¡Ya la conoces! Si no se siente útil enloquece—se giró hacia los demás que galopaban unos metros más atrás—¡Apresurémonos! Debemos llegar antes del medio día.

A medida de que se acercaban al pueblo, los nervios de Merlín crecía. Podía ver que su madre también se mostraba cada vez más nerviosa y retorcía con sus manos las riendas de su caballo. Intentó lanzarle una mirada que lograra tranquilizarla pero ella no lo observó. Parecía completamente perdida en sus pensamientos preocupantes.

—¡NO!

El grito resonó por el bosque, llevándose consigo el silencio que hasta hace instantes atrás lo había invadido. Arturo hizo que su caballo fuera más rápido, siguiendo un camino que llevaba a Ealdor. El pequeño pueblo no tardó en aparecer a la vista de todos que habían seguido al príncipe rápidamente.

Un hombre vestido con su cota de malla de metal alzaba su hacha doble por encima de la cabeza de otro que había caído al suelo, sujetándose el estómago con una terrible expresión de agónico dolor. Arturo no tardó en reaccionar y lanzó su espada que fue a clavarse contra un poste, cerca de atacante, quien giró el rostro sorprendido. El príncipe bajó de su caballo y, con otra espada en mano, se enfrentó a uno que tenía el rostro medio cubierto.

—¡Mátenlos!—gritó el hombre que sostenía el hacha.

Merlín, Hermione y Morgana no tardaron en desmontar y comenzar a enfrentarse a los hombres que decidieron seguir aquella orden. Gwen y Hunith corrieron a ayudar al que había estado a punto de ser decapitado.

Merlín no tenía mucha experiencia con espadas y hacía todo lo que podía para defenderse. El maleante al que se enfrentaba era mucho más corpulento que él y ágil por lo que no tardó en arrinconarlo contra una pared, con su espada chocando contra la suya, a punto de matarlo.

Ahatian—murmuró él, observando atentamente la espada.

Sus ojos adquirieron un color dorado y el arma comenzó a calentarse, a tal punto que se volvió completamente roja en cuestión de segundos. El hombre sintió su mano quemar y, horrorizado, soltó la espada, lo que le dio la oportunidad a Merlín de usar la suya para acabar con él. Giró l rostro y se dio cuenta que un chico un par de años más grande que él lo observaba fijamente con cierto asombro pero no le prestó demasiada atención. Rápidamente buscó a Arturo y a Hermione y los vio enfrascados en una pelea. Ella no era tan buena como su hermano pero claramente podía arreglárselas sola.

El príncipe golpeó con fuerza a su contrincante, logrando que cayera al suelo con fuerza. Pero detrás de él apareció otro. Merlín quiso advertirle pero Morgana apreció casi de la nada y logró esquivar el golpe y girar ágilmente y clavar su espada en el abdomen del hombre.

—¿Recordando cuando te he humillado?—le preguntó la chica con burla a Arturo.

—Eso nunca pasó—la contradijo, malhumorado por haber sido salvado por ella.

El hombre que tenía el hacha, quien parecía ser el jefe de los demás, no tardó en montar, ordenando a los que quedaban vivos hicieran lo mismo. En aquella ocasión no había llevado a todos los suyos por lo que estaba en clara desventaja.

—¡Pagarán por esto!—gritó furioso—¡Todos ustedes lo pagarán con su vida!—amenazó antes de alejarse galopando con velocidad.

Durante unos momentos sólo atinaron a contemplar cómo se alejaba, con el corazón latiéndole con prisa. Merlín suspiró, dejando casi caer la espada. El muchacho que lo había observado antes se le acercó con seguridad.

—Todavía salvas tu pellejo con viejos trucos de magia—le dijo a Merlín con seriedad—Creí haberte dicho que nosotros no queremos gente de tu clase por aquí.

Merlín lo contempló sin saber cómo reaccionar pero al ver que una sonrisa comenzaba a formarse en los labios del chico, sonrió enormemente.

—Yo también te extrañé, Will—le dijo a su amigo.

Will rió y rápidamente lo abrazó. Hacía mucho tiempo que no se veían y muchas veces se había preguntado qué había sido de la vida de Merlín.

—Es bueno verte otra vez. ¿Cómo has estado? He oído que has estado ganduleando con cierto príncipe…

—No, no deberías decir que soy un vago—lo dijo intentando sonar ofendido.

—¡Merlín!—gritó Arturo detrás de él—Reúne a los aldeanos, quiero hablar con ellos.

—Sí, en un minuto, estoy hablando con…

—Ahora, Merlín—le ordenó—No hay mucho tiempo.

—Sí, sire—dijo rápidamente y no le quedó más opción que hacer lo que le ordenaba.

Will le lanzó una mirada molesta a Arturo, incapaz de creer que tratara tan mal a su amigo, pero también estaba completamente incrédulo ante la sumisión de Merlín. Aquello no era nada bueno. Él no pensaba tolerar que aquel idiota decidiera el destino de su aldea.

—Conozco a la gente de la clase de Kanen—dijo Arturo, rodeado por los pocos aldeanos que vivían allí—Él volverá y, cuando lo haga, debemos estar listos—varios asintieron, aceptando sus palabras, lo que le dio el valor suficiente como para continuar—Primero de todo, debemos…

—¿A caso soy el único que se pregunta qué diablos es esto?—preguntó Will, caminando hacia el frente para que el príncipe lo viera y se diera cuenta que no iba a permitir que controlara su vida.

—Soy el príncipe Arturo de Camelot—se presentó.

—¡Ah, sí! Y yo el príncipe William de Ealdor—exclamó con molestia.

—Silencio—lo reprendió Hunith—Él está aquí para ayudarnos.

—¡Él hizo que las cosas empeoren!—aseguró con molestia contemplando a todos los aldeanos—Kanen volverá por venganza—se volteó nuevamente hacia Arturo—Acabas de firmar la garantía de muerte de todos.

—¡Él salvó la vida de Matthew!—insistió la madre de Merlín.

—Entendemos tu preocupación—comenzó a decir Hermione, hablando por primera vez—Pero nuestras intenciones son buenas. Vinimos aquí porque queremos ayudarlos…¿A caso pretendes seguir viviendo así?

Will no sintió ninguna simpatía por ella. No le gustó que defendiera tan abiertamente a Arturo.

—Está bien, Hermione, Hunith—las calmó el príncipe—Este es su pueblo. ¿Qué crees que deberían hacer según tú?—le preguntó a Will.

Él pareció sorprendido por unos instantes de que le pidiera su opinión pero rápidamente se recuperó para pensar en algo.

—No podemos enfrentarnos a Kanen, él tiene muchos más hombres de los que vinieron hoy—comenzó a decir.

—¿Entonces cuál es la alternativa?—inquirió Arturo.

—Démosle lo que quieren.

Cuando dijo esas palabras muchos negaron con la cabeza y murmuraron con disgusto.

—¿Luego qué?—preguntó el príncipe, incapaz de entender la lógica del chico—Todos ustedes que no mueran de hambre deberán enfrentarse de nuevo a él, la próxima cosecha y la siguiente y la siguiente…

—¡No organizaremos! Sobreviviremos—insistió Will.

—¿Cómo? ¿Cómo haremos eso?—se escuchó que alguien preguntó.

Will no supo qué responder.

—La única manera de detenerlos es enfrentarlos—aseguró Arturo.

—¡No!—gritó Will—Lo único que tu quieres es el honor y la gloria de la batalla. ¡Eso es lo que impulsa a hombres como tú! Sí tú quieres luchar, entonces ve y arriesga a tu propia gente. ¡No a la nuestra!

Antes de que Arturo pudiera seguir diciendo algo, se alejó con largos pasos.

—Will…—lo llamó Merlín, siguiéndolo, pero su amigo no le hizo caso.

—Voy contigo—dijo Hunith con firmeza a Arturo—Si voy a morir prefiero hacerlo luchando.

—Eso va también para mí—indicó Mattehw, el hombre al que el príncipe le había salvado la vida.

—¡Para mí también!

—¡Y yo!

Pronto fuero muchas voces las que aseguraron que iban a unirse a luchar por lo que les pertenecía.

Merlín siguió a Will hasta su hogar y lo encontró ordenando todo lo que los hombres de Kanen habían destruido.

—Él sabe lo que hace. Tienes que confiar en Arturo—le dijo, intentándolo hacer entrar en razón.

Su amigo sólo le lanzó una mirada llena de molestia prefiriendo permanecer en silencio antes de lanzar la sarta de insultos que tenía contra el príncipe. Odiaba ver cómo Merlín lo defendía tan ciegamente.

—Mira…la primera vez que conocí a Arturo yo era exactamente como tú. Lo odiaba. Pensé que era un pomposo y arrogante—le dijo mientras lo ayudaba a ordenar.

—Eso no ha cambiado—gruñó Will.

—Pero—Merlín acentuó esa palabra—con el tiempo empecé a respetarlo, por lo que hace, por lo que debe soportar.

—¡Sé lo que debe soportar! ¡Príncipe, reyes, todos los hombres como él!

Merlín suspiró.

—Will…—lo llamó con cuidado, sabiendo que las palabras que iba a pronunciar podrían perturbar a su amigo—No metas en esto lo que le sucedió a tu padre.

—¡Yo no lo hago!—gritó rápidamente—¡¿Por qué lo defiendes tanto?! ¡Eres su criado!

—¡Es mi amigo!

—Los amigos no son arrogantes los unos a los otros.

—Él no es así.

—¿En serio? Espera a que la batalla empiece y verás a quién manda a la muerte primero. Te garantizo que no será él.

—Confío en Arturo con mi vida—aseguró, siendo completamente honesto.

—¿Es así realmente?—cuestionó—¿Entonces, él sabe tu secreto?—al comprobar que su amigo no lo afirmaba, supo la respuesta y no pudo más que sentirse decepcionado—Afróntalo, Merlín, estás viviendo una mentira. Tú sólo eres el sirviente de Arturo, nada más. De lo contrario, le dirías la verdad.

Hermione pasó el día ayudando en todo lo que podía, al igual que Gwen y Morgana. Buscaban agua, cocían algo de ropa, dividían el poco alimento que les quedaba entre todos y ayudaban a volver las pequeñas casas a su estado normal. Los hombres de Kanen no habían dudado en desordenar y destruir todo lo que se pusiera delante de ellos. Todo el tiempo se mantuvo ocupada y eso fue bueno porque en lo último que quería pensar era en Merlín. En un par de ocasiones se topó con él pero ella sólo siguió su camino, dejándolo con las palabras en la boca. No le importaba qué pensase, sólo quería que se diera cuenta que lo que había hecho había sido sumamente irrespetuoso y que le había dolido mucho. Quizás al día siguiente iría a hablar con él para preguntarle al respecto. Ese día prefirió guardar distancia porque no se confiaba de su propia boca. No quería decir algo de lo que luego se arrepintiera enormemente.

Por la noche, Hunith los invitó a quedarse en su casa. Era muy pequeña y apenas entraban todos. La mujer insistió en cederles a Morgana y a Hermione la única cama que tenía para que ambas la compartieran, mientras que los demás dormirían en el suelo con algunas mantas. Estuvo a punto de negarse pero la protegida del rey le advirtió en voz baja que no lo hiciera y pronto comprendió porqué. La madre de Merlín era muy bondadosa y, lo poco que tenía, no dudaba en compartirlo. Si ella llegaba a negarse ante su ofrecimiento, la ofendería. Así que ambas se tumbaron e intentaron dormir.

Hermione cerró los ojos pero permaneció un largo rato despierta. A su lado, Morgana rápidamente cayó en un sueño profundo.

—¿Siempre has dormido en el suelo?—oyó que su hermano le preguntaba a Merlín.

Ambos estaban tendidos un metro más allá, algo alejados de las damas. Podía imaginar lo difícil que era para Arturo tener que pasar la noche así. Él se había criado durmiendo en los mejores colchones, con sábanas de seda y almohadas de plumas.

—Sí, la cama que tengo en Camelot es más lujosa en comparación—respondió Merlín.

—Debió de haber sido duro…

—Mmm… Como una roca.

—No, no quise decir sobre el suelo… Debió de haber sido duro para ti. Difícil.

—Eh… No realmente. No conocía nada diferente. La vida es simple aquí. Comes lo que cultivas y todo el mundo hace lo justo. Con comida en la mesa y techo sobre tu cabeza eres feliz.

—Parece… agradable—dijo buscando la palabra adecuada para intentar no insultar aquella vida.

—Lo odiarías—aseguró Merlín con cierta diversión.

Hermione no pudo evitar sonreír, dándose cuenta de lo bien que conocía Merlín a su hermano.

—Sin duda… ¿Por qué te fuiste?

—Las cosas habían… cambiando—oyó que respondía con cuidado.

—¿Cómo?

Un silencio largo se extendió entre ellos. Hermione supo lo que el mago estaría pensando. La magia había sido el motivo por el cual se había ido. En una aldea tan pequeña como aquella, tan cercana a Camelot, cualquiera podría darse cuenta de que él era diferente.

—¡Vamos! ¡Cuéntame y deja de hacerte el interesante!—insistió el príncipe.

Merlín rió suavemente.

—Este ya no era el mejor sitio para mí—dijo momentos después con seriedad—Yo quería encontrar algún lugar diferente.

—¿Tuviste suerte?

—No estoy seguro aún—contestó con sinceridad.

Nuevamente se hizo una pausa entre ellos.

—A veces me pregunto qué clase de vida habrá tenido Hermione antes de llegar a Camelot—dijo Arturo—Si habrán sido buenos con ella, si los que la criaron la quisieron… si sufre por haberlos perdido.

—¿Y por qué no se lo preguntas?

—Yo…—titubeó—yo no puedo hacerlo. No quiero causarle malestar. Sé que mi padre le ha preguntado algunas cosas pero no las suficientes. Él prefiere hacerle creer que todo lo que dejó atrás quedó en el olvido… Creo que tiene miedo.

—¿Miedo a qué?

—A que ella se vuelva a marchar.

—¿Y tú temes lo mismo?

Arturo suspiró, y Hermione comprendió que pronto cambiaría de tema. Él no era bueno dejando salir sus sentimientos.

—Ya es tarde. Debemos dormir. Mañana comenzaremos a entrar a los hombres. Va a ser un largo día. Apaga la vela.

Merlín hizo lo que le ordeno y nuevamente se tumbó sobre el suelo. A pesar de que tenía los ojos abiertos, Hermione sólo distinguió oscuridad. Si no había dicho a nadie sobre su pasado fue porque prefirió ser precavida. Muchas cosas que ella había vivido estaban muy lejos de la comprensión de las personas de aquella época.

—¿Aún no has aprendido a vestirte por ti mismo?—preguntó Morgana a Arturo cuando vio que Merlín lo ayudaba a colocarse algunas prendas.

—No tienes un perro y te traes el plato por ti mismo—le contestó—Sin ofender, Merlín.

—No ha problema.

Hunith apareció trayendo un plato consigo y caminó directamente hacia Arturo.

—Todavía no ha acabado su desayuno, príncipe Arturo—le dijo la mujer, tendiéndole el plato.

Arturo contuvo una mueca al ver aquella pasta blanca viscosa.

—¿No lo hice?—inquirió con falsa sorpresa.

—Vamos, come—lo incentivó Morgana con burla.

Arturo se vio obligado a probar un bocado e hizo todo lo posible para que su estómago, que estaba acostumbrado a otra clase de alimentos, no lo devolviera.

—Mmm…—simuló disfrutarlo pero en cuanto Hunith se alejó entregó el plato a Gwen—Vamos—le dijo a Merlín—Necesitamos madera en gran cantidad.

Morgana y Arturo salieron de prisa. Gwen probó la comida, pensando que realmente no estaba tan mal. Quizás un poco desabrida pero era comida al fin y al cabo. Merlín terminó de doblar la camisa del príncipe y la llevó detrás de las cortinas que había, que servían de separación entre la habitación y el resto de la casa.

—¡Oh, lo siento!—cerró sus ojos rápidamente y se volteó, sintiendo que sus mejillas se volvían rojas muy pronto.

Hermione aún se estaba vistiendo, colocándose una nueva blusa, cuando él ingresó. Afortunadamente no había logrado ver demasiado. Sólo la piel aparentemente suave de su estómago plano. Merlin intentó pensar en cualquier otra cosa porque su corazón se había acelerado demasiado con esa simple imagen.

—Ya terminé—respondió ella, cruzando a su lado.

—Hermione…—la tomó por el brazo, deteniéndola, cuando ella giró y lo contempló con seriedad se apresuró a soltarla—Yo… yo… lo siento.

Hermione lanzó una mirada hacia atrás y notó que Gwen estaba agradeciendo por el desayuno a Hunith en nombre de Arturo para luego macharse.

—¿Por qué te disculpas?—le preguntó, colocando las manos en sus caderas.

Merlín maldijo interiormente a Arturo por darle ese estúpido consejo. ¡¿A quién se le ocurriría disculparse sin saber porqué lo hacía?!

—Yo… por… por lo que… te hice—tartamudeó, volviendo a enrojecer.

Hermione se mantuvo seria aunque le pareció realmente adorable el esfuerzo que hacía por intentar disculparse. Aún estaba enfadada con él, o al menos lo intentaba.

—No tienes la más mínima idea, ¿Verdad?

Merlín abrió la boca pero supo que lanzar una mentira no sería buena idea. Ella se daría cuenta que no estaría diciéndole la verdad.

—Eh… no.

Hermione apartó la mirada, pensando en cómo decirle las cosas con claridad. Tomó aire y lo contempló, intentando no avergonzarse.

—Me enfadé porque te fuiste sin despedirte—confesó, incapaz de mirarlo a los ojos—Pensé que éramos amigos pero cuando llegó el momento de dejar Camelot le dijiste adiós a todos menos a mí…

—Hermione…

—¡Pensé que sabias que podías confiar en mí!—exclamó sintiendo como nuevamente la molestia la llenaba—Me dolió que recurrieras a Gwen y a Morgana en vez de a mí. Si me hubieras pedido que viniera contigo lo habría hecho sin pensarlo dos veces.

—¡Yo no se lo pedí! Y no habría podido pedirte nada, sabía que vendrías… pero no te corresponde. ¡Eres la princesa de Camelot!

—¡Pero antes soy tu amiga!—gritó y al darse cuenta de que estaba humillándose a sí misma, se giró, dispuesta a marcharse pero nuevamente Merlín la detuvo.

—Espera…—esta vez él no la soltó—Si no me despedí de ti fue porque fui… fui un cobarde. La simple idea de hacerlo me destrozaba. Temía que si me dijeras algo pudiera cambiar de opinión y quisiera quedarme allí… contigo…—sus mejillas se volvieron rojas ante tamaña confesión—Realmente valoro tu amistad. Quizás mucho más de lo que debería…

La mirada de Hermione se suavizó notablemente mientras sentía que una enorme emoción llenado su pecho. Incapaz de controlarse, se lanzó contra él, rodeando su cuello con sus brazos y apoyando su cabeza contra su pecho. Pudo sentir como el corazón de Merlín comenzaba a latir rápidamente y sonrió. Los brazos del muchacho tardaron unos momentos en reaccionar pero terminaron rodeando el cuerpo de ella con mucho cuidado, casi como si temiera romperla.

El sonido de un plato chocando contra otro los separó con prisa. Ambos giraron el rostro y contemplaron a Hunith que simulaba no haberse dado cuenta de nada. Hermione tragó saliva nerviosamente.

—Debo… yo… iré a ver si necesitan ayuda—tartamudeó ella.

Merlín asintió rápidamente y, al darse cuenta que mantenía su mano entre la suya, la soltó con cierta prisa. Maldijo a su propio cuerpo por reaccionar ante Hermione cuando sintió que su rostro ardía. Ella se alejó y él la siguió con la mirada hasta que salió de la casa.

Hunith suspiró profundamente al darse cuenta de la reacción de su hijo y, a pesar de que le hubiera gustado verlo en esa situación, las circunstancias de ese momento no eran las adecuadas.

—Ellos se preocupan mucho por ti—comentó—Lady Hermione y el príncipe Arturo.

—Arturo haría lo mismo por cualquier pueblo, así es como es. Y Hermione tiene un enorme corazón. Siempre es amable con todos y ayuda a todo el que lo necesita.

—Es más que eso. ¡Ellos están aquí por ti!

—Sólo soy un sirviente…

—Dale más crédito a eso. Les caes bien.

—Pues eso es porque no me conocen—indicó con cierta molestia—Y si lo hicieran posiblemente estaría muerto ahora.

—Realmente no crees eso, ¿no?—inquirió—El príncipe Arturo puede parecer alguien difícil de llevar pero claramente tiene buen corazón. Y la princesa…

Merlín comenzó a sentir pánico al ver la expresión que puso su madre.

—Me tengo que ir—dijo con prisa.

—Merlín, espera—pidió y a él no le quedó otra opción más que hacerle caso puesto que era su madre y le debía cierto respeto—Yo sé que no debería involucrarme pero… no quiero que sufras.

—No voy a sufrir—aseguró.

—Merlín…—dijo su nombre con suavidad, contemplándolo con infinito afecto—He visto como la miras.

—No, yo no…—comenzó a decir, prefiriendo mirar la punta de sus pies antes que a su madre.

—Ella es una princesa. Uther jamás permitirá que se involucre con un sirviente—ella tomó el mentón de su hijo y lo obligó a alzar la vista—Me gustaría que las cosas fueran diferentes porque también he notado el modo en que ella te observa.

Merlín abrió los ojos enormemente y comenzó a negar con la cabeza. Aquello era una completa locura.

—Debo irme—le dijo—Arturo me llamará a gritos en cualquier momento si no estoy allí pronto ayudando a conseguir leña.

Salió rápidamente, agradeciendo que su madre no volviera a llamarlo. La idea de que Hermione sintiera algo por él que fuera más que amistad era completamente absurda. Ella era una princesa, obviamente, y no podía…

—¿En dónde te habías metido?—le preguntó Arturo—Toma—le tendió un hacha—Ve a buscar madera. ¡Y que sea rápido!

Asintió tomando el hacha y comenzó a andar con grandes pasos hacia el borde del bosque. Necesitaba hacer algo porque no quería pensar en las palabras de su madre. Hermione era su amiga y nada más.

—¡Merlín!—giró y notó que Will lo seguía—¿A dónde vas con eso?

—¿Qué es lo que parece? Necesitamos leña—contestó con cierto mal humor.

—Ambos sabemos que no necesitas un hacha para derribar un árbol—le dijo.

El recuerdo de aquella vez le hizo sonreír.

—Y ambos sabemos en los problemas que me metí por eso. Casi aplasté a viejo Simmons.

—Bueno, se lo merecía—aseguró—Ese viejo estúpido…

—Nunca le agradé.

—Mucho menos después de eso.

Ambos rieron ante el recuerdo tan lejano. Ahora las cosas eran tan diferentes. Se contemplaron durante un momento, quedándose en silencio.

—¿Por qué estás siendo así?—le preguntó Merlín a su amigo.

Will terminó por acortar la distancia y se sentó en un árbol caído.

—Tú sabes porqué—le dijo.

Merlín se sentó a su lado y permanecieron en silencio por unos instantes.

—¿Por qué te fuiste?—le preguntó Will.

—No era lo que quería—aseguró—Mi madre estaba preocupada. Cuando descubrió que tú lo sabías se enfureció muchísimo.

—Nunca le hubiera dicho a nadie.

—Sé que no lo harías…

Will contempló a su amigo seriamente.

—Podrías contra Kanen tú solo, ¿verdad?

—No estoy seguro… quizás.

—¡¿Entonces qué te detiene?!—cuestionó—¿Qué si Arturo lo descubre?

—No espero que tú lo entiendas—dijo sintiéndose incapaz de explicarle todo a su amigo.

Se puso de pie, teniendo la necesidad de moverse. Will lo imitó rápidamente.

—Pruébame.

—¡Algún día Arturo será un gran rey pero él necesitará de mi ayuda y si alguien se llega a enterar de mis poderes alguna vez debería dejar Camelot para siempre!

—¿Qué?—lo contempló incrédulo—¿Dices que prefieres mantener tu magia en secreto por el bien de Arturo, en vez de proteger a tus amigos y familia?

Merlín no quería oír aquello, no en ese momento cuando tenía tantas cosas en que pensar. Sabía que estaba actuando de un modo egoísta, que las cosas deberían ser diferentes pero no podía. ¡Simplemente no podía evitarlo! Quería ayudar pero la vida de Arturo dependía de él.

—¡Merlín!

Como no se había adentrado aún en el bosque, desde la aldea todos podían aún verlos aunque no oírlos. Hermione los había visto discutiendo y al notar que Merlín parecía demasiado molesto, decidió acercarse.

—¿Está todo bien?—preguntó—¿Necesitas ayuda con el árbol?

Will bufó y ella le lanzó una mirada molesta.

—Todo está bien, lady Hermione—dijo Merlín.

Ella lo contempló sorprendida por el uso del título. Allí no parecía estar nada bien.

—Merlín, ¿Qué es…?

—¿Por qué no va a ayudar a Morgana?—le preguntó, contemplándola con seriedad.

Hermione le lanzó una mirada confusa, sin moverse de su lugar y él terminó lanzando un suspiro lleno de resignación. Sabía que no debía de tratarla de ese modo, que, supuestamente, eran amigos, pero… ¿Lo eran realmente? ¿Confiaba lo suficiente en ella como para decirle quién era realmente él?

—Por favor, Hermione—insistió.

Ella asintió y dio media vuelta, alejándose. Cuando estuvo lo suficientemente lejos, Will se volteó hacia Merlín.

—Ahora entiendo—dijo.

—¿Qué cosa?

—Ella te gusta.

—No seas absurdo. Es la princesa—gruñó mientras llevaba consigo el hacha dispuesto a descargar toda su frustración.


Adelantos del siguiente capítulo:

—Kanen atacará mañana—siguió diciendo—Es brutal. Él sólo lucha para matar, por lo que lo que nunca nos derrotará. Miren a su alrededor—les pidió—En este círculo todos somos iguales. No están luchando porque alguien se los ordena. Están luchando por mucho más que eso. Están luchando por su hogar. Luchan por sus familias, por sus amigos, por el derecho a sembrar granos en paz—contempló la expresión seria y decidida de todos, sintiéndose orgulloso de ellos—Y si caen, caerán luchando por la más noble de las causas. ¡Luchando por sobrevivir! Y cuando sean viejos y canosos, mirarán atrás, a este día y sabrán que ganaron el derecho a vivir cada uno de esos días. ¡Lucharán!—las personas comenzaron a contagiarse de su entusiasmo, asintiendo vigorosamente—¡Por sus familias! ¡Por sus amigos! ¡Por Ealdor!

...

Merlín bajó la mirada hacia la mano de ella que aún seguía sosteniendo su brazo. Hermione, al darse cuenta, se apresuró a apartarla pero él la detuvo, no sin antes lanzar una mirada hacia atrás, para comprobar que Arturo estaba demasiado ocupado con su propia armadura.

—Lo que pase aquí hoy…—comenzó—Por favor, no pienses diferente de mi.

...

—¡¿Quién hizo eso?!—exigió saber.

—¿Qué?—inquirió Merlín.

—Un viento como ese no aparece de la nada—dijo casi con rabia ciega—¡Reconozco la magia cuando la veo!