Lotus-one: ¡Muchas gracias por leer siempre y dejarme un comentario! Intento hacer siempre un capítulo entretenido, manteniendo la línea de la serie y agregándole detalles originales para que no resulte ser lo mismo.
Ninguno de los personajes me pertenece.
EL MOMENTO DE LA VERDAD
Hermione, Gwen y Morgana observaban con atención el modo en que Arturo entrenaba a los hombres de aquella aldea. Eran todos campesinos que con mucha suerte una vez en su vida habían tenido una espada en sus manos. Él les daba consejos, les pedía concentración, les advertía sobre los peligros pero estaban muy lejos de estar preparados para la batalla que se les venía encima.
—No hay forma de que sean capaces de resistirse a Kanen—dijo Morgana mientras giraba la manivela de la piedra que utilizaba Gwen para afilar las espadas.
—Los hombres no son los únicos que pueden luchar—les informó Hermione.
Ambas la contemplaron sorprendidas.
—Arturo no lo permitirá—dijo Gwen en voz baja cuando notó que el príncipe se acercaba a hablar con Matthew.
—Ésta también es su aldea, las mujeres pueden decidir si quieren o no pelear… Deberíamos ir a hablar con ellas. Y si aceptan, no habrá nada que pueda hacer mi hermano para impedirlo.
Vieron como Matthew asentía y se alejaba. Arturo gritó una orden a los hombres que se entrenaban y luego se acercó a ellas.
—¿Cómo estamos con las armas?—les preguntó.
—No hay suficientes pero poco a poco iremos reuniendo más—aseguró Morgana.
—Pero no son las armas lo que nos preocupa—dijo Gwen—sino reunir a la gente necesaria para usarlas.
Las tres intercambiaron miradas cómplices que Arturo simuló no ver. Hermione sintió que Morgana le daba un pequeño golpe en el brazo, diciéndole que era su turno de intervenir. Se abstuvo de rodar los ojos.
—Creemos que las mujeres también deben luchar—le dijo—No tienes suficientes hombres. Quizás, si estuviesen entrenadas para pelear tendremos más oportunidades de ganar. Pero no lo están.
Arturo tomó un cuenco y sacó agua de una cubeta. Bebió tranquilamente y, cuando terminó, las contempló por unos momentos en absoluto silencio.
—Es demasiado peligroso—dijo llanamente antes de volver a con los hombres.
Durante la noche, cuando todos dormían, Hermione sintió que Morgana tocaba su brazo en un intento de llamarle la atención para descubrir que ella estaba despierta. Se habían acostado hacía más de una hora y Arturo no tardó demasiado en dormirse profundamente.
—¿Qué sucede?—le preguntó en voz baja, intentando no despertar a nadie.
—No tenemos otra alternativa—dijo la protegida del rey—Arturo no puede verlo. Es demasiado terco. Pero si él no está dispuesto a hacerlo, lo haremos nosotras.
—Lo sé—murmuró—Vinimos para ayudar y no pienso quedarme de brazos cruzados.
—Bien—Morgana le obsequió una sonrisa que ella pudo ver a medias gracias a la luz de la luna llena que ingresaba a través de un hueco en la ventana—¿Por qué has venido, Hermione? ¿Por qué vino Arturo?
Hermione se giró en la cama, para poder contemplar a su amiga. Quizás ella estaba destinada a volverse una de las peores enemigas de Arturo pero desde que había llegado a Camelot había demostrado ser una de las personas más amables que había conocido.
—Por lo mismo que tú y Gwen—respondió sin alzar su voz—Por Merlín. Arturo puede actuar como si no le importara pero… él no estaría aquí si no se preocupara por él.
—¿y tú?
—¿Yo? Creí que era obvio… Considero a Merlín un gran amigo. Jamás lo abandonaría.
Ninguna de las dos dijo nada más porque no había nada que decir. Intercambiaron una última mirada antes de acomodarse nuevamente en la cama que compartían y dormir, totalmente inconsciente que el joven mago estaba aún despierto y había escuchado toda la conversación.
…
A la mañana siguiente, Arturo y Merlín tenían reunidos a todos los hombres dentro de la herrería de la aldea.
—No seremos capaces de defender Ealdor sólo con espadas y músculos—dijo, intentando usar las palabras adecuadas para no desalentar a los hombres que lo rodeaban—Necesitamos un plan. Necesitamos saber la manera de limitar sus movimientos y conducirlos a una trampa. Si luchamos en sus condiciones, entonces…
—¡NO!
Todos se pusieron rígidos al oír el grito de angustia. Rápidamente corrieron al exterior y nuevamente oyeron un alarido que rompió el aire. Todos los aldeanos corrieron hacia el caballo que había venido galopando con el cuerpo inconsciente de un hombre sobre él. Arturo observó horrorizado que se trataba de Matthew, al que había mandado el día anterior a cumplir la función de vigilante. Tenía la orden de regresar inmediatamente si veía a Kanen o a alguno de sus hombres acercándose. Pero parecía que ellos lo habían visto primero.
—¡Bájenlo!—ordenó Hermione rápidamente, contemplándolo angustiada como una flecha atravesaba su espalda, donde tenía clavado un trozo de papel.
Dos personas se acercaron e hicieron lo que ella les dijo, dejándolo en el suelo, tendido de costado. Hermione se acercó y rápidamente le tomó el pulso pero no sintió nada. El hombre había muerto. Intentando contener las lágrimas y luchando con el nudo en su garganta, arrancó el papel y se lo tendió a su hermano.
—¿Qué dice?—preguntó Merlín.
—"Hagan lo que deban este día, porque será el último"—leyó el príncipe.
—¡MATTHEW! ¡NO! ¡NO!
Una mujer no tardó en aparecer y corrió hacia el cuerpo sin vida, cayendo en el suelo a su lado, lanzando sollozos desgarradores.
—¡Tú!—exclamó Will, señalando a Arturo—¡Tú hiciste esto! ¡Míralo, lo has matado!
—No ha sido su culpa—intentó intervenir Hermione, sabiendo que su hermano jamás había tenido intención de que ocurriera algo así.
—¡Si él no hubiera aparecido aquí alardeando, tratándonos como su armada especial esto no habría pasado!—gritó Will furioso.
—Estos hombres son lo suficientemente fuertes como para luchar por lo que creen—Arturo señaló a los que hace unos momentos estaban reunidos con él—Incluso si tú no lo estás…
—¡Les estás enviando a la tumba!—exclamó el joven, odiando más que nunca a el príncipe de Camelot—Has matado a un hombre. ¿Cuántos más tienen que morir antes de que te des cuenta que esta es una batalla que no podemos ganar?—contempló a Merlín, sabiendo que él entendería sus palabras—Cuando Kanen venga no tendrás opción… o seremos masacrados.
Y después de esas tétricas palabras, se alejó. Arturo se quedó allí, de pie, sin saber cómo reaccionar. Hermione se inclinó sobre la mujer.
—Lamento mucho tu pérdida—le dijo y luego miró a los demás aldeanos—Ayúdenla a enterrarlo.
Mientras los demás se hacían cargo de aquello, Hermione tomó el brazo de su hermano y arrastró lejos de allí, pero sin acercarse demasiado al bosque. Él se dejó llevar, sin decir ninguna palabra. No forzó ningún tipo de conversación porque sabía que no era el momento. Decir cualquier cosa cuando la impresión estaba aún grabada en la mente sólo le podría causar más malestar. Así que sólo caminaron, dejando que sus piernas decidieran el camino, dándoles intimidad a los aldeanos para despedir a Matthew. Sintió que la mano de Arturo sostenía su brazo con fuerza, necesitando de su apoyo y, a pesar de que sabía que después tendría un moretón, no le dijo nada. Después de todo, estaba acostumbrada a utilizar vestidos con mangas largas para evitar que cualquiera viera la cicatriz que Bellatrix le había hecho.
—¿Piensas igual?—preguntó el príncipe momentos después.
—En absoluto—le aseguró—Creo que esta es la mejor opción…
—Pero mataron a un hombre por mi culpa… ¡Si nosotros no hubiéramos venido…!
—¿Recuerdas lo que sucedía cuando llegamos?—le preguntó—Matthew estaba a punto de ser asesinado por Kanen pero interviniste, salvándole la vida. Si no hubiéramos venido, él hubiera muerto de todos modos. Tú no sabías que al mandarlo a vigilar lo atraparían. ¿Cómo habrías podido? Esto no es tu culpa…
Arturo no pudo más que abrazarla en un intento de conseguir un poco de paz interior. Cuando se separaron sintió un poco más de calma pero no aún la suficiente como para seguir con ello.
—Tendremos compañía—dijo Hermione.
Arturo la contempló confundido y luego giró para observar detrás suyo, comprobando que Merlín se acercaba a ellos con lentitud, como temiendo interrumpir su momento. Ella le hizo una seña para que se acercase y, cuando estuvo a su lado, tardó unos momentos en comenzar a hablar.
—El padre de William murió luchando por el rey Cendred, por eso él no confía en nadie de la nobleza—explicó.
—¿Crees que los aldeanos le creerán?—inquirió Arturo.
—No—dijo casi con despreocupación y una pequeña sonrisita—Él… siempre se ha metido en problemas. Se acostumbraron a ignorarlo.
Arturo no compartió su simpatía. Su expresión aún era de seria preocupación.
—¿Y si tiene razón?—cuestionó el príncipe.
—No la tiene—aseguraron Hermione y Merlín a la vez.
—Estoy tratando a estos hombres como soldados, y no lo son… ¡Los han visto luchar! Ellos… no tienen ni idea…—se volteó hacia Merlín—Tienes que decirles a todos que abandonen la aldea antes de que Kanen regrese.
—¡No, nos vamos a quedar, vamos a luchar!—aseguró—¡Y vamos a ganar!
—Merlín, no puedo hacerlo solo… Las posibilidades son muy bajas.
—¡Se puede!—insistió el joven mago—Vamos a hacer que Kanen lamente el día en que vino a este pueblo. Todo lo que tienes que hacer es tener listos a esos hombres para la batalla. Y el resto… se ocupará de sí mismo.
—¡¿Cómo?!
—Sólo tienes que creer en ellos—le indicó Hermione, interviniendo en la conversación—Porque si no lo haces, lo notarán y la batalla estará perdida antes de empezar.
Arturo tomó aire profundamente antes de soltarlo con lentitud.
—Denme un momento—les pidió—Necesito pensar.
Ambos asintieron y volvieron hacia la aldea. Merlín esperó unos momentos hasta que supo que el príncipe no lo oiría antes de hablar.
—¿Ya empezaron a entrenar a las mujeres?
Hermione volteó a verlo, sorprendida.
—¿Cómo sabes eso?
Merlín no pudo evitar sonreír misteriosamente.
—Entonces, sí—dijo.
…
La noche llegó más rápidamente de lo que cualquiera hubiese deseado. Los nervios y el miedo se sentían casi de modo tangible en el aire. Hermione tenía un manto sobre sus hombros, protegiéndose del fresco que se sentía. Todos estaban reunidos alrededor de una fogata dentro de la herrería, que era el único lugar lo suficientemente grande como para que todos cupieran.
—Mañana por la mañana—decía Arturo mientras caminaba alrededor de del fuego—las mujeres y los niños deberían reunir todo lo que puedan llevar e ir a los bosques.
—No vamos a ir a ningún lado—lo contradijo Hermione.
Arturo la contempló con bondad.
—Sé que quieren ayudar—dijo—pero las mujeres no pueden estar aquí, es muy peligroso.
—¡Las mujeres tienen tanto derecho a luchar por sus vidas como los hombres!—exclamó Gwen.
El príncipe la contempló sorprendido. La sirvienta de Morgana siempre había sido una persona calmada, tranquila y silenciosa. Nunca antes lo había enfrentado de ese modo. Hermione sonrió, completamente orgullosa de la futura reina de Camelot.
—Pero ninguna de ustedes sabe luchar.
Morgana dio un paso adelante.
—Te equivocas. Durante todo este día estuve enseñándoles—indicó con la cabeza en alto—Y si te atreves a decir algo respecto a mi capacidad de enseñar a luchar, deberé verme obligada a darles a todos una demostración contigo.
—No será necesario—indicó Hermione, viendo que era necesario intervenir porque el orgullo de Arturo podía saltar y aceptar el reto de Morgana—mientras más seamos, más posibilidades tendremos de vencer.
Arturo contempló la mirada firme de su hermana y de Morgana. Pronto, las demás mujeres presentes dieron un paso adelante y lo observaron fijamente, esperando una respuesta.
—Este es su hogar—dijo el príncipe—si quieren luchar por defenderlo, es su decisión. Sería un honor estar a su lado.
Todas se mostraron muy entusiasmadas y agradecieron al príncipe por las palabras.
—Kanen atacará mañana—siguió diciendo—Es brutal. Él sólo lucha para matar, por lo que lo que nunca nos derrotará. Miren a su alrededor—les pidió—En este círculo todos somos iguales. No están luchando porque alguien se los ordena. Están luchando por mucho más que eso. Están luchando por su hogar. Luchan por sus familias, por sus amigos, por el derecho a sembrar granos en paz—contempló la expresión seria y decidida de todos, sintiéndose orgulloso de ellos—Y si caen, caerán luchando por la más noble de las causas. ¡Luchando por sobrevivir! Y cuando sean viejos y canosos, mirarán atrás, a este día y sabrán que ganaron el derecho a vivir cada uno de esos días. ¡Lucharán!—las personas comenzaron a contagiarse de su entusiasmo, asintiendo vigorosamente—¡Por sus familias! ¡Por sus amigos! ¡Por Ealdor!
—¡Por Ealdor!—gritaron todos, poniéndose de pie con las espadas en sus manos apuntando el cielo—¡Ealdor! ¡Ealdor! ¡Ealdor!
…
Hermione acomodó mejor el chal sobre sus hombros mientras caminaba hacia la casa de Hunith. Arturo le había pedido que por favor buscase al idiota de su sirviente para que lo ayudase con los últimos detalles del plan. Era frustrante el modo en que él trataba a Merlín pero ella era consciente que, en el fondo, el príncipe lo apreciaba más de lo que imaginaba. Sólo le costaba admitirlo.
Estaba a punto de ingresar a la casa cuando oyó que la madre de Merlín le hablaba al muchacho.
—Sé lo que estás planeando hacer…
Se quedó estática. ¿Qué rayos estaba pensando hacer Merlín? Esperaba que no fuera una completa locura.
—Si hay una elección, entre salvar la vida de la gente y revelar quién verdaderamente soy…—dijo Merlín luego de una pausa—Entonces, realmente no hay ninguna elección que hacer.
—No puedes permitir que Arturo sepa lo de tu don.
—¿Por qué no? Quizás deba ser de esta manera… y si no me acepta por lo que verdaderamente soy… entonces no es el amigo que yo creía que era.
Hermione pudo sentir el miedo y la decepción en la voz de Merlín. Él ya sabía que Arturo no lo aceptaría pero intentaba suavizar sus palabras para su madre. No es que el príncipe fuera realmente un mal amigo, sino que Uther le había llenado la cabeza desde su nacimiento, indicándole que las personas que tenían magia debían ser eliminadas. Era difícil derrocar viejas costumbres. Estaba segura que con Arturo lo conveniente sería ir hablándole poco a poco, hasta conseguir que comprendiera que los brujos no eran una amenaza.
—Merlín—lo llamó, apareciendo en la puerta.
El joven mago se sobresaltó, seguramente preguntándose si había oído aquella conversación. Estaba sentado en un banco al lado de su madre.
—¡Hermione! ¿Qué…? ¿Qué haces aquí?
—Arturo me pidió que te buscara. Te necesita. ¿Puedes ir?
Él asintió y rápidamente se puso de pie. Cruzó al lado de Hermione prácticamente sin mirarla. Se dispuso a seguirlo pero la pregunta de Hunith la detuvo.
—¿Se lo dirás a tu padre? ¿O a Arturo?
Hermione se volteó y pudo ver en sus ojos el miedo. La madre de Merlín se había dado cuenta que ella había oído más de lo que debía. Con pasos lentos se acercó a la mujer, se acuclilló y la tomó de las manos, diciéndole todo lo que no se atrevía a pronunciar en voz alta con aquel gesto.
—No tengo idea de lo que está hablando—comentó.
Hunith sollozó pero una enorme sonrisa apareció en sus labios. Se inclinó y besó la frente de Hermione sintiendo su pecho un poco más liviano. A pesar de que no conocía muy bien a la princesa había visto lo suficiente en ella como para darse cuenta que jamás traicionaría a su hijo. No sabía qué era ni porqué de aquel presentimiento, pero iba a confiar.
…
Hermione se trenzó el cabello firmemente antes de salir de detrás de la improvisada cortina de la casa de Hunith para encontrar a Merlín preparando a Arturo. Estaba a punto de ayudarlo a colocarse su armadura cuando se lo impidió.
—No hoy—le dijo su hermano a su sirviente—Ocúpate de ti mismo.
Al igual que el príncipe y que ella misma, Merlín llevaba encima una cota de malla. Era terriblemente pesada y calurosa pero sabía que debía soportarla porque era para su propia protección.
Merlín intentaba con una mano prender el brazal sin conseguirlo. Ella se adelantó y lo ayudó rápidamente. Él le sonrió a modo de agradecimiento. Una sonrisa nerviosa.
—¿Cómo te encuentras?—le preguntó en voz baja.
—Mi garganta está seca—confesó.
Hermione podía sentir sus propios miedos pujando por salir. Su corazón latía con fuerza y sus manos sudaban. Era completamente consciente de que aquella batalla podría tener graves consecuencias. Siempre había sabido que el famoso mago Merlín falleció siendo ya un anciano pero no tenía idea de cómo afectaría su propia presencia. No quería cambiar ningún hecho histórico. Podía ser demasiado peligroso.
—Todo estará bien—dijo en un intento de convencerse a sí misma.
Merlín bajó la mirada hacia la mano de ella que aún seguía sosteniendo su brazo. Hermione, al darse cuenta, se apresuró a apartarla pero él la detuvo, no sin antes lanzar una mirada hacia atrás, para comprobar que Arturo estaba demasiado ocupado con su propia armadura.
—Lo que pase aquí hoy…—comenzó—Por favor, no pienses diferente de mi.
Hermione sintió la terrible necesidad de abrazarlo, de hundir su rostro en su pecho y decirle que no importaba. Ella nunca había temido demostrar su magia, por el contrario, se había sentido completamente orgullosa de ello. Jamás había vivido lo que Merlín, estando con constante miedo de ser descubierto, de ser despreciado por sus amigos.
—Jamás—le prometió.
—¿Qué están hablando tan secretamente?—cuestionó Arturo, acercándose a ambos para contemplarlo con los ojos entrecerrados, llenos de sospecha.
Hermione estaba segura que podría estar imaginando cualquier otra cosa menos lo que era en realidad.
—Sólo estoy preocupado—murmuró Merlín, soltándole las manos a la princesa con prisa.
—Es normal tener miedo—respondió el príncipe algo más calmado, siendo conscientes que su sirviente no estaba acostumbrado a ir a guerras y a temer perder la vida en una batalla.
—No me refería a eso…
—¿Entonces, a qué?—inquirió—Si tienes algo que decir… este es el momento de hacerlo.
La expresión de Arturo era de pura calma, casi como si estuviera dispuesto a aceptar cualquier cosa. Merlín pensó, realmente lo hizo, en confesarle todo. Imaginó que las cosas serían más fáciles así, que tal vez había una pequeña posibilidad de que él no lo rehuyera ni lo entregara a Uther para que lo mandara a la horca.
Hermione contempló expectante como la mirada del mago crecía más y más decidida. Casi sintió el impulso de protestar pero se recordó que no sería prudente de su parte protestar.
—Arturo…—era Morgana quien había entrado a la casa—Han cruzado el río.
El príncipe salió inmediatamente y la protegida de Uther lo siguió.
—Vamos—dijo Hermione a Merlín.
Salieron al exterior, sintiendo la clara tensión en el aire. El momento había llegado.
—¡A sus posiciones!—gritó Arturo.
Hermione le lanzó una última mirada a Merlín a modo de despedida y luego se alejó junto con Gwen hasta detrás de una cerca hecha con trozos de madera. Se inclinaron allí, ocultándose a la espera del momento adecuado. Ambas tomaron aire profundamente y se estrecharon con fuerza las manos en señal de apoco cuando sintieron el sonido de los cascos de los caballos chocando contra el suelo. Por un pequeño agujero Hermione observó y se constató de la cantidad de hombres que traían Kanen consigo. Si hubieran decidido luchar los hombres solos se verían en clara desventaja pero, afortunadamente, las mujeres se habían sumado a la batalla y la diferencia entre los dos bandos realmente no era tan amplia. Aún así, los otros tenían más armas y muchísima más experiencia.
Arturo y Merlín junto a otros hombros se ocultaban detrás de los muros de una casa, casi conteniendo el aliento. Todos vieron como los maleantes llegaron a la aldea y comenzaron a invadirla poco a poco.
—Esperen un poco más—dijo Arturo sin alzar la voz para no llamar la atención—No hagan ningún movimiento hasta que yo les dé la señal…
Para Kanen y sus hombres aquel pueblo podría parecer deshabitado pero sabían que no era así.
—Salgan—gritó—Salgan de dónde estén…
Cuando Hermione vio que todos los hombres ya estaban dentro del pueblo, le hizo una señal a Gwen para que juntas comenzaran a tirar de una cuerda y así una verja improvisada se alzara, encerrándolos en el interior. Al darse cuenta que, claramente era una trampa, comenzaron a buscar una salida con desesperación.
Morgana, en otro sector, luchaba por conseguir una chispa con los dos trozos de sílex para completar la siguiente parte del plan. Pero por más que las hacía chocar no lo lograba. La desesperación comenzaba a aumentar dentro de ella, sabiendo que si eso no funcionaba todo lo demás iría en picada.
—¡Ahí va uno!—se oyó que gritó alguien—¡Mátenlo!
Hermione, con el corazón en la boca, contempló horrorizada que era Merlín quién corría hacia donde se encontraba oculta Morgana. Casi gritó cuando una flecha cruzó volando al lado de la cabeza de él y Gwen tuvo que cubrirla la boca con la mano para que nadie la oyera.
—¡Dame el sílex!—le ordenó a la chica cuando llegó a su lado.
Morgana se apartó inmediatamente. Merlín tomó la roca y las fregó, no pudiendo conseguir ni una sola chispa. Miró hacia atrás y, notando que la protegida del rey estaba contemplando preocupada el movimiento de los hombres de Kanen, decidió arriesgarse.
—Beame—musitó, extendiendo su mano sobre el heno seco.
La llama no tardó en crecer, encendiendo la hilera de paja que habían colocado estratégicamente sobre el suelo, creando una muralla ardiente que los encerró aún más.
—¡Retirada!—se oyó el grito—¡Vamos por otro lado!
Gwen tomó la mano d Hermione y la arrastró consigo hacia el punto de reunión. Siempre ocultándose detrás de objetos para que no las vieran. Su plan era sencillo: sitiarlos, tapar sus rutas de escape y luego atacar.
Cuando llegaron a donde se encontraba Arturo y los demás, el príncipe asintió. Era el momento de la verdad.
—¡Ahora!—gritó y todos salieron con sus armas en las manos, corriendo hacia los hombres que intentaban escapar.
La lucha no tardó en iniciar. El sonido de las espadas chocando no tardó en hacerse oír junto con jadeos y gritos de dolor. Los aldeanos se agrupaban y bajaban a la fuerza a los jinetes de los caballos. Arturo derribaba a todo aquel que se le cruzaba delante. Su agilidad a la hora de luchar le permitía acabar con facilidad con quien corría para enfrentarlo. Las mujeres no se quedaban atrás. Los consejos que le había dado Morgana habían ayudado y, aunque algunas no tenían espadas sino palos largos de madera que usualmente utilizaban para colocar los panes dentro de los hornos de barro, golpeaban con ellos a los desprevenidos.
Hermione nunca había estado a favor de la muerte. A pesar de que había participado en una guerra, jamás en su vida había matado a nadie y, en aquellas circunstancias, su mentalidad era la misma. Luchaba con fuerza, defendiéndose pero intentando dar ataques sin causar daño mortal a su contrincante. Podía sentir la varita presionando contra su brazo, casi llamándola a utilizarla, pero sabía que si la sacaba sería igual de inútil. Había intentado hacer hechizos de protección y de ataque pero no había funcionado.
Cuando el segundo hombre al que enfrentó cayó inconsciente por un golpe fuerte que ella le dio en la cabeza, giró rápidamente y vio a Will derribando del caballo a uno que quería atacar a Merlín. Ella no era la única sorprendida de verlo allí. No estaba lejos de ellos por lo que pudo escuchar su intercambio con claridad.
—Casi no creo que hayas venido—dijo Merlín a su amigo, con una pequeña sonrisa.
—Yo tampoco—contestó Will.
Rápidamente comenzaron a luchar nuevamente, cada uno con un oponente diferente. Sus espaldas estaban prácticamente pegadas, protegiéndose el uno al otro. Will logró herirlo gravemente y Merlín lo mató sin miramientos. Ambos estaban acostumbrados a la muerte y no titubeaban en acabar con la vida de aquellos que amenazaban a las personas que amaban.
—¡Son demasiados!—gritó Will—Están por todas partes.
Merlín tomó aire profundamente.
—No—dijo después de unos eternos segundos—No para mí.
Will lo contempló, sorprendido de aquellas palabras. Había creído que su amigo jamás aceptaría realizar ningún tipo de hechizo delante de cualquier persona. Lo vio extender su mano por encima del suelo y su expresión se volvió llena de concentración.
—Cume…—comenzó a decir.
Cuando Hermione comprendió lo que iba a hacer ni siquiera pudo pensarlo. Su cuerpo reaccionó por cuenta propia, como si no necesitara de su cerebro para hacerle saber qué acción debía seguir. Soltó la espada y dejó que la varita que le había hecho Slytherin se deslizara con agilidad hasta su mano. Desde la punta de sus pies hasta las yemas de sus dedos podía sentir la magia cosquilleando.
—¡Ventus!—gritó.
Una ráfaga de viento comenzó a sus pies y fue creciendo rápidamente hasta convertirse en una enorme ventisca que alzaba consigo paja y tierra. Pero la intensidad fue en aumento y pronto todos tuvieron que sostenerse para no ser arrastrados. Algunos de los jinetes que aún estaba sobre sus caballos cayeron al suelo mientras que otros dejaron que los animales los llevaran lejos, por un camino seguro. Arturo se tuvo que cubrir los ojos pero al ver que no era suficiente utilizó su escudo como protección.
Hermione casi gritó de felicidad, sintiéndose completa por primera vez en mucho tiempo, pero prefirió hacer que el viento menguase hasta desaparecer por completo. Rápidamente ocultó su varita pero cuando giró hacia donde se encontraba Merlín descubrió que no sólo él sino también Will la contemplaban con profunda incredulidad. Su corazón casi dejó de latir. Nadie más que ellos dos parecía haberse dado cuenta de que ella había sido la causante de aquel misterioso torbellino; aún así, habían averiguado su secreto y querrían tener una explicación. Especialmente Merlín.
Will, por su parte, sonrió enormemente al comprender que lo que había hecho la princesita de Camelot había ayudado a los aldeanos. Los pocos hombres que quedaban estaban siendo masacrados. Casi todos.
—¡Pendragon!
Arturo se volteó y comprobó que Kanen todavía se encontraba allí, poco dispuesto de dar esa pelea por terminada. Se había quietado el casco y mantenía aferrada el hacha doble en su mano. El príncipe se le acercó sin dudarlo sosteniendo su espada y su escudo. En su rostro no se expresaba miedo. Por el contrario, parecía estar muy seguro de sí mismo.
Kanen atacó primero pero Arturo logró agacharse, evitando el golpe del hacha. Su segundo intento de atacar le hizo perder su arma predilecta cuando el príncipe utilizó el escudo. Rápidamente buscó de uno de sus hombres muerto una espada.
Arturo atacó pero Kanen bloqueó el golpe, enredando su espada con la de él, mareándolo, hasta que le dio un codazo en el rostro. El príncipe retrocedió, sintiendo por unos momentos que el dolor le nublaba la vista. Por fortuna, logró recuperarse rápidamente y, antes de que volviera a atacar, dispuesto a matarlo, se cubrió con escudo y con la otra mano clavó la espada profundamente en el pecho.
El cuerpo de Kanen se arqueó y de su boca salió un gemido ahogado. Sus ojos inmensos contemplaron a Arturo hasta que sus piernas no pudieron soportar el peso de su cuerpo y cayó al suelo. Arturo no se detuvo a contemplar. Cruzó a su lado, directamente hacia donde se encontraban Merlín, Hermione y Will.
—¡¿Quién hizo eso?!—exigió saber.
—¿Qué?—inquirió Merlín.
—Un viento como ese no aparece de la nada—dijo casi con rabia ciega—¡Reconozco la magia cuando la veo!
Hermione se puso rígida y contempló al hombre que prácticamente consideraba su hermano. Si alguien debía sufrir las consecuencias, debía ser ella, lo sabía.
—Arturo…—comenzó.
Pero antes de que pudiera continuar Will empujó a Arturo.
—¡Cuidado!—gritó, poniéndose en medio del camino de la flecha que había lanzado Kanen con sus últimas fuerzas con una ballesta que había encontrado a su lado.
—¡Will!—gritó Merlín.
Hermione intentó tomar el cuerpo del muchacho pero era demasiado pesado para poder hacerlo, así que ambos cayeron al suelo. Merlín y Arturo rápidamente estuvieron a su lado. La flecha estaba profundamente clavada en su pecho.
—Me salvaste la vida—le dijo Arturo con incredulidad.
—Sí…—hizo un terrible esfuerzo para respirar—No sé en qué estaba pensando…
—¡Vamos! ¡Metámoslo a dentro!
Pronto se vio librada del peso encima suyo y no tardó en ponerse de pie, corriendo detrás de los hombres que se lo llevaron al interior de una casa. Lo colocaron encima de una larga mesa.
—¡Tráiganme agua y paños!—gritó Hermione con desesperación.
Sentía que las manos le temblaban mientras se colocaba al lado de Will. Sus ojos ardían en lágrimas pero no soltó ninguna.
—Ya es la segunda vez que te salvo la vida—dijo el joven a Arturo.
—¡Quédate en silencio!—lo reprendió ella, viendo el terrible esfuerzo que hacía para respirar.
—¿Segunda vez?—inquirió el príncipe.
Hermione dobló una manta que encontró y la colocó bajo su cabeza.
—Fui yo—dijo comenzando a soltar lágrimas—Yo fui el que realicé magia.
—¡Will, cierra tu maldita boca!—le gritó ella.
No podía permitir que se culpara a sí mismo. Mucho menos después de lo que acababa de hacer.
—Lo hice—insistió haciendo caso omiso a sus palabras—Vi como la desesperación aumentaba. Tuve que hacer algo…
—¿Eres un hechicero?—inquirió el príncipe.
—¡Arturo! ¡Este no es el momento!—lo reprendió ella—¡Vete! ¡Fuera!—lo empujó.
—Sí—mintió Will y forzó una dolorosa sonrisa—¿Qué vas a hacerme? ¿Matarme?
—¡SUFICIENTE!—gritó ahora sí, perdiendo la paciencia—¡Fuera todo el mundo! ¡¿Dónde está el agua?!
—¡Aquí!—Gwen apareció seguida por Morgana trayendo un cubo y trozos de telas que no parecían precisamente limpias pero que en ese momento eran todo lo que tenían.
Todos comenzaron a salir. Arturo le lanzó una última mirada a Will antes de dirigirse hacia Hermione.
—Has todo lo que esté en tus manos—le pidió.
Merlín no se movió del lado de su amigo. Hermione sacó su varita nuevamente. Ya no tenía sentido ocultar el hecho que tenía magia delante de ellos dos. Ya la habían visto.
—Diffindo—las prendas que utilizaba se rompieron, permitiéndole contemplar la herida.
—Te lo dije—dijo Will a Merlín—Él haría que me matasen.
—Si no cierras tu boca te hechizaré para que lo hagas—lo amenazó Hermione sin apartar la mirada de la herida.
Con mucho cuidado, tomó un trozo de tela y la humedeció lo suficiente como para que luego, al apretarla sobre la herida, chorreara agua, limpiando la sangre. Will apretó los dientes con fuerza, gruñendo lleno de dolor.
—¡Ya déjalo!—le gritó a Hermione—¡Voy a morir de todos modos!
Ella negó con la cabeza, sintiendo que la primera lágrima traicionera caía por su mejilla.
—Aún puedo salvarte—dijo con la voz estrangulada por el llanto, obligándose a creer eso.
Realmente, las posibilidades eran pocas. Merlín lo sabía.
—Algún día serás un gran sirviente, de un gran rey—Will insistió en hablar con Merlín.
Hermione se inclinó y contempló la flecha. Estaba clavada demasiado honda. Estaba segura que había perforado uno de sus pulmones. Sacarla, sería una completa locura. Si la intentaba extraer, incluso con magia, resultaría una tortura para Will. Y si tenía la suerte de conseguirlo la herida sería tan profunda que no sanaría a tiempo, sin importar cuántos hechizos cicatrizantes ocupase. Moriría desangrado.
—Merlín… tengo miedo…—se estremeció completamente.
—No tengas miedo—intentó tranquilizarlo el mago, sosteniendo su cabeza entre sus manos.
El aire cada vez entraba con más dificultar. Su rostro bañado en lágrimas se contraía en muecas de dolor y miedo.
—Estoy aquí—siguió diciendo el muchacho, conteniendo el llano—No te abandonaré. No a ti, Will.
Hermione se sintió pequeña e impotente. Ahora que podía hacer magia era incapaz de salvarle la vida al que no sólo había salvado a Arturo sino que también había mentido por ella. Los párpados de Will comenzaron a cerrarse con lentitud hasta que finalmente cayeron completamente. Ambos oyeron su último esfuerzo por tomar aire antes de que finalmente la habitación se llenara de un sepulcral silencio.
…
Se quedaron sólo el tiempo suficiente para despedir a Will y luego comenzaron a cabalgar de regreso a Camelot. Hermione le lanzaba miradas llenas de preocupación, quién montaba algo apartado de los demás. Le hubiera gustado poder decirle algo que lo consolara pero no encontró las palabras suficientes. El dolor de la pérdida sólo se iría con el paso del tiempo. Ella lo sabía perfectamente.
—Debió de habérmelo dicho—gruñó Arturo a su lado.
—¿Qué cosa?—le preguntó.
—Él sabía que Will era un hechicero. Aun conociendo los peligros de la magia, no me lo contó…
—Era su amigo, Arturo. ¿Crees que lo traicionaría de ese modo?
—Debió.
—Yo no lo hubiera hecho—dijo con sinceridad—No si nunca hizo nada malo.
—Tener magia es de por sí algo malo, Hermione. Ciega a las personas, las corrompe.
Ella le lanzó una mirada helada.
—Hay veces en que me preguntó, si tú no eres el que más ciego y corrompido está—gruñó antes de hacer que su caballo se adelantara, no tolerando la presencia de Arturo en ese instante.
¡Me disculpo enormemente! Tenía planeado actualizar antes pero tuve algunos inconvenientes familiares que se presentaron a último momento. Por eso es que ni siquiera pude responder sus comentarios aún pero lo haré inmediatamente que termine de actualizar aquí.
En el siguiente capítulo, Merlín y Hermione tendrán una interesante charla. ;)
