LA MUERTE DE TOM

—Qué hermoso vestido, Gwen—dijo Hermione viendo a la sirvienta de Morgana que cargaba jarrón con flores.

—¡Gracias!—la sonrisa contenta de la muchacha no dejaba lugar a dudas de su felicidad—Mi padre me lo obsequió hoy. Fue una grata sorpresa.

—Estoy segura que sí—indicó—Por cierto, ¿Has visto a Merlín?

—Creo que está limpiando las cámaras de Arturo.

—Gracias.

Ella se encaminó hacia allí, sabiendo que en ese mismo momento su hermano estaba entrenando con los demás caballeros. Abrió la puerta y lo encontró acomodando las sábanas de la cama para dejarlas completamente lisas.

—¿Ocupado?—preguntó.

Merlín se sobresaltó y giró rápidamente el rostro para contemplar a una sonriente Hermione.

—¡Oh! ¿No tenías que asistir a la inauguración del nuevo aserradero?—inquirió sorprendido—Pensé que no te vería en todo el día.

—Yo también lo pensé pero Morgana logró conseguir que Uther nos liberara—se acercó a él—¿Necesitas ayuda?

—No, gracias. Casi termino. Arturo llegará en cualquier momento y me amenazó con hacerme dormir toda una semana con los caballos si no conseguía que sus cámaras estuvieran relucientes.

—Sería un trabajo más fácil si no fuera un cerdo—comentó Hermione viendo la mesa donde usualmente tomaba sus comidas llenas de cáscaras de fruta, huesos de pollo y papeles enrollados.

Ella recordaba perfectamente que Harry y Ron también eran así de descuidados y, tenía que admitirlo, que Merlín no se quedaba atrás. ¿A caso todos los hombres eran tan sucios y desordenados? Lanzándole una rápida mirada a la puerta, sacó su varita y con un rápido movimiento hizo que toda la suciedad desapareciera.

—No deberías hacer eso—dijo Merlín con desaprobación—Si alguien te descubriera…

—No quieras darme un discurso de concientización—le advirtió ella—cuando tú mismo usas magia a escondidas.

Él incluso pareció querer defenderse ante tal acusación pero terminó suspirando con resignación.

—Sólo ten cuidado—le pidió.

—No te preocupes, sólo hago magia delante de ti—le aseguró y se apresuró a cambiar de tema—¿Recuerdas que mencionaste ese libro de magia que te obsequió Gaius?

Merlín, mientras juntabas las camisas esparcidas del príncipe y las doblaba, asintió.

—Me preguntaba si podría verlo.

—Seguro. Lo sacaré cuando Gaius no esté y…

—De hecho—Hermione lo interrumpió—creo que sería mejor si pudiera verlo allí. No sería conveniente que alguien me descubriera con ese tipo de libros en mi cuarto. Ingrid siempre ha demostrado ser una fiel sirvienta pero no quiero involucrarla en esto.

Nuevamente asintió, comprendiendo lo que decía pero seguía sin lograr ver qué es lo que tenía planeado hacer.

—Pensé que tal vez podía ir esta noche a tu habitación. Una vez que se duerma Gaius, por supuesto.

Merlín se quedó observándola estático, con el corazón repentinamente acelerado y sin poder respirar. La idea de ella en su habitación durante la noche mientras todos dormían era… peligrosa.

—¡Oh, no!—se apresuró a exclamar Hermione, roja como un tomate cuando comprendió porqué él la miraba de ese modo—¡No quise insinuar nada! ¡Yo… no… nunca! ¡Mejor olvídalo! Sí, eso es mejor para los dos… yo y mi bocota…

—De acuerdo—dijo Merlín, sorprendiéndose a sí mismo.

Hermione lo contempló con dudas.

—¿En serio?

Él asintió antes de arrepentirse. Ella sólo quería ver el libro, se repitió una y otra vez. Hermione le sonrió enormemente.

—¡Gracias! Nos vemos esta noche, entonces. Será mejor que me vaya ahora, antes de que Arturo llegue y me pregunte qué estoy haciendo aquí… ¡Nos vemos, Merlín!

Ella parecía realmente feliz cuando salió y cerró la puerta, dejándolo nuevamente solo. Él, en cambio, gimió casi dolorosamente y se dejó caer en la cama. Enterró su cara en la almohada e intentó contener un grito de frustración que amenazaba con salir de su boca. Las puertas se abrieron nuevamente.

—¡Merlín!—el grito de Arturo no se hizo esperar.

Él intentó ponerse de pie lo más rápidamente posible y observó al furioso príncipe.

—Te ordené limpiar todo esto, ¿Y qué haces? ¡Dormir!

Se abstuvo de rodar los ojos. Sería mejor que se pusiera rápidamente a terminar la habitación antes de que Arturo cumpliera su promesa. Si no debería preocuparse más por las pulgas y garrapatas de los caballos en vez de tener a una bella princesa en su habitación.

Merlín apiló varios libros con prisa y se apresuró a llevarlos a su lugar. Rápidamente volvió y juntó la ropa que él mismo había esparcido a lo largo de la semana y la guardó en el armario sin preocuparse demasiado en doblarla. No pensaba que Hermione fuera a mirar el interior. Se acercó a la cama y la sacudió, acomodando la manta con la mayor prolijidad posible.

Gaius, desde afuera, lo veía moverse de un lado al otro puesto que había dejado la puerta abierta. Incapaz de controlarse, tuvo que preguntarle.

—¿Merlín?

—¿Mmm?—hizo un sonido para darle a entender que lo estaba oyendo pero en ningún momento se detuvo.

Salió fuera de su habitación y tomó una escoba que estaba recostada en la pared y volvió a entrar para comenzar a barrer.

—¿Qué estás haciendo?

—Limpiando—respondió escuetamente.

—Eso pude notarlo. Pero, ¿Por qué?

—¿Por qué no?—inquirió a su vez.

—Pues… desde que has llegado, esta es la primera vez que te veo agarrar libremente una escoba. ¿Está todo bien?

—Sí—asintió e intentó sonar lo más tranquilo posible—Hoy me di cuenta que ocupo mucho tiempo ordenando las cámaras de Arturo pero nada las mías. Decidí que eso debe cambiar.

Gaius no supo si creerle o no pero la expresión del muchacho parecía absolutamente convencido de que debía limpiar y ante tal disposición no iba a protestar.

Un par de horas después, cuando Gaius ya descansaba, Merlín salió de puntillas hasta el pasillo, esperando ver a Hermione por algún lado. Decir que estaba nervioso era casi quedarse corto. Sus manos sudaban y no veía la hora que ella apareciera. Pero, contradictoriamente, a la vez deseaba que se quedara dormida y no apareciera. Sabía que eso último sería lo mejor. Si alguien los llegaba a descubrir juntos, incluso sin que el libro esté implicado, ambos se verían envueltos en muchos serios problemas.

—¿Merlín?

Esta vez no se sobresaltó al oírla pero su corazón igual saltó dentro de su pecho.

—Ssshhh…

La tomó del brazo y la guió por el interior. Afortunadamente, había dejado el camino despejado para que ambos pudieran ingresar sin chocarse con nada. Cuando estuvieron en sus cámaras, la soltó y rápidamente, lo más silenciosamente posible, cerró la puerta. Había encendido una sola vela cuando notó que Gaius dormía pero la luz era muy tenue y a penas vio que Hermione sacó su varita.

—¡Miffliato!

—¿Qué fue eso?—preguntó Merlín sin alzar la voz, al no sentir ningún cambio.

—Silencié la habitación—dijo ella hablando con normalidad—Pero, por favor, prométeme que jamás repetirás este hechizo ante nadie.

—¿Por qué no?

—Nadie debe saberlo—dijo simplemente—¿Dónde tienes oculto el libro?

Hermione no sabía cómo afectaría el uso del hechizo en la historia del tiempo. Se suponía que Severus Snape lo inventaría dentro de muchos, muchos años.

—Oculto—respondió él mientras tomaba la vela y la acercaba a un rincón del cuarto—Temía que Arturo pudiera descubrirla en una de sus usuales revisiones.

Hermione vio como él se inclinaba hacia el suelo y, tras mover una tabla floja cuyos clavos habían desaparecido, dejaba ver un escondrijo perfecto. Metió la mano en el hueco y sacó un libro cubierto con un trozo de tela a modo de protección. Se puso de pie y se acercó a la cama donde tomó asiento. Ella lo siguió y cuando estuvo a su lado, Merlín le cedió el libro.

Con varita en mano, hizo que de la punta saliera una luz más potente para poder leer mejor sin esforzar demasiado la vista. Lo último que deseaba era quedarse ciega. Se cruzó de piernas para tener más altura al apoyar aquella maravilla sin la necesidad de estar tan inclinada. Tocó la tapa con sumo cuidado antes de abrirla. Sus ojos no se perdieron de ninguna palabra o imagen. Estuvieron atentos profundamente en lo que decía.

Merlín la observó fijamente absorber todo ese conocimiento. La había visto leer con anterioridad pero nunca antes su mirada había adoptado un brillo tan lleno de emoción. Cuando leía un hechizo sus labios se movían, pronunciando las palabras en absoluto silencio.

Aquello no era tan malo, se dijo después de unos momentos; había pensado que sentiría una obvia tensión entre ellos por el hecho de estar haciendo algo terminantemente prohibido pero, más allá de su propio temor inicial, no era así. Casi parecía algo normal que ella estuviera allí, en medio de la noche, sentada sobre su cama, vistiendo un…

—¿Camisón?

Hermione volteó rápidamente al oírlo.

—¿Qué?—inquirió ella, confundida.

Merlín tragó saliva, sintiendo nuevamente esos nervios profundos que parecían querer devorarle el estómago.

—Estás… en… —señaló lo que usaba—camisón.

—¡Oh!—ella le sonrió despreocupadamente—Hubiera sido muy raro si me negaba a usar mi ropa de dormir cuando Ingrid me ayudó—al contemplar la mirada nerviosa de Merlín, añadió—Espero que no te moleste.

—No—su voz salió demasiado ahogada y tuvo que aclararse la garganta e intentarlo de nuevo—No

Ella se miró a sí misma. Había sido muy cuidadosa al elegir uno de los camisones de invierno, que eran de una tela mucho más gruesa que los demás que poseía. Esos sí hubieran causado alarma en Merlín porque, a tras luz, cualquiera podía ver su cuerpo.

—¿Me prestas una capa?—le preguntó—Tengo frío.

Estaba mintiendo, obviamente, pero no quería hacer sentir a Merlín incómodo. No debía olvidarse que estaban en la Edad Media y que lo que ella estaba haciendo en ese momento, por más inocente que fuera, podría tener repercusiones. No se suponía que una mujer de su categoría estuviera a esas horas en las habitaciones de hombres sin compañía alguna.

Merlín se apresuró a ir hacia su armario pero, cuando lo abrió, una avalancha de prendas desordenadas cayó a sus pies. Hermione rió suavemente, recordando nuevamente la conversación que habían tenido esa mañana. Definitivamente, él también era un hombre muy desordenado.

—Toma—le tendió la capa que antes había sacudido y, cuando ella la tomó, se apresuró a volver y a acomodar sus prendas nuevamente.

Cuando se volteó, Hermione ya la estaba usando. Interiormente lo agradeció. No sabía qué sería de su mente si ella pasaba más tiempo vistiendo sólo un camisón.

El tiempo pasó rápidamente después de aquello. Hermione era naturalmente curiosa y no tenía inconvenientes en preguntarle sobre hechizos que ella desconocía o pedirle ayuda en la pronunciación. Sin embargo, en su mayoría, simplemente leía en silencio. Así que pronto Merlín se encontró dormitando hasta que finalmente cayó rendido sobre su cama.

—Merlín, ¿Cómo se lee esto?

Se volteó para mirarlo pero descubrió que ya dormía tranquilamente, soltando suaves suspiros de vez en cuando. Ya sin temor, se quitó la capa y cubrió con ella el cuerpo del muchacho para que no pasase frío. Sólo se quedaría unos momentos más y luego iría a dormir. No se sentía cansada pero no iba a aprovecharse de la buena disposición de Merlín. Además, no querría correr el riesgo de que alguien descubriera que no había estado en sus propias cámaras.

Estaba leyendo atentamente, sentada a los pies de la cama, con las piernas cruzadas para no molestar a Merlín cuando lo sintió. Fue una fuerza poderosa que invadió de repente todo el castillo. Merlín se despertó sobresaltado, sintiéndola también, pero claramente confundido. Magia. Indudablemente había sido magia la responsable de esa ola de poder inexplicable. Pero, ¿Quién había sido el responsable?

Hermione se puso de pie y, rápidamente, corrió hacia la tabla del suelo suelta para guardar el libro.

—Será mejor que me vaya—le dijo a Merlín y el muchacho asintió con seriedad.

—Ten mucho cuidado—le rogó.

Fue precavida al salir de allí. Comprobó primero que Gaius aún permaneciera durmiendo antes de apresurarse a correr hacia sus habitaciones. No habían sido los únicos dos que se despertaron por la repentina fuerza mágica porque los guardias invadieron los pasillos, haciéndole más difícil llegar sin ser descubierta. Afortunadamente, nadie la vio pero sólo tuvo unos momentos para recobrar el aliento antes de que las puertas de sus cámaras se abrieran y dejaran entrar a una Ingrid muy preocupada. Ella también se había colocado rápidamente una capa sobre su ropa de dormir.

—¡Lady Hermione, está despierta!—exclamó la chica, corriendo hacia ella—Estaba preocupada.

—¿Qué ha sucedido?—preguntó.

—No lo sé. Hay guardias por todos lados… —se oyeron las campanas de alarma—Vine corriendo para comprobar que estaba bien cuando dos caballeros me descubrieron pero el príncipe Arturo me reconoció y les pidió que me liberaran…

—¿Arturo estaba haciendo guardias?

—Creo que sí…

—Debo vestirme—dijo, decidida a ir a buscarlo.

Ingrid la ayudó con prisa y cuando estuvo lista, se encaminó hacia las puertas de salida pero se detuvo unos momentos.

—Gracias por preocuparte por mí, Ingrid—le dijo a su sirvienta—Eres una gran amiga.

Las palabras parecieron tocarle el alma a la muchacha que sonrió enormemente como si se hubiera ganado un gran premio.

—Quédate aquí—le dijo—puede ser peligroso.

—Entonces no sería prudente que usted saliera…

—Yo estaré bien—le aseguró antes de salir.

Bajó las escaleras y se encaminó hacia el exterior cuando se chochó contra Gwen que corría velozmente.

—¡Gwen!

—¡Oh, Hermione!—la abrazó repentinamente, sorprendiéndola, pero ella no dudó en devolverle el gesto—¡Han arrestado a mi padre!

—¿Qué?

—¡Dijeron que estaba haciendo armas para los brujos!—se separó—¡Lo acusarán de traición!

—Imposible—dijo sin poder creerlo—Tu padre nunca haría algo así… Ve a despertar a Morgana. Yo iré a hablar con mi padre y mi hermano.

—¿Traición?—inquirió Morgana.

Ambas estaban en las cámaras de Uther. La joven sólo había tenido tiempo de colocarse un abrigo sobre los hombros antes de correr hacia allí, igual de incrédula que Hermione ante los sucesos.

—El herrero estaba trabajando con un conocido enemigo—explicó Uther.

—¿Quién?—quiso saber Hermione, casi temiendo que pronunciara el nombre de Sir Godric.

—Tauren—respondió Arturo—El líder de una banda de brujos renegados. Juró derrocar al rey.

—¿Y dónde está ese Tauren ahora?—preguntó Morgana.

Arturo apartó la mirada, molesto consigo mismo.

—Escapó—gruñó.

—Entonces, ¿Cómo puedes estar seguro?—inquirió Morgana, acercándose al príncipe.

—Porque Arturo lo vio con sus propios ojos—aseguró Uther.

—Bien, pero si el hombre es quién dice ser, no puedes sentenciar a Tom sólo por estar viéndose con él—protestó la protegida del rey.

—Tenemos motivos para creer que estaba forjado armas para Tauren.

—¡Tonterías!—exclamó Hermione—Él no haría eso. Es un hombre honrado.

—Todo hombre tiene un precio—la contradijo su padre.

—No—comenzó a negar Morgana.

—He encontrado esto en la herrería donde los encontramos—dijo Arturo, deslizando un importante trozo de oro puro sobre la mesa.

Morgana estaba claramente sorprendida pero aún así se negaba a creer que el padre de su sirvienta hubiese estado involucrado en esos asuntos.

—Le pagaron—dijo—¿Y qué? Es un herrero. Es su trabajo. Le podrían haber estado pagando para hacer las herraduras del caballo de Tauren.

—¿En oro?—inquirió Uther.

A Hermione también le parecía extrañamente sospechoso. Aquella era una gran pieza de oro que podría pagar las herraduras de todos los caballos de un ejército.

—¡Es una locura!—exclamó Morgana—¡Condenaste a un hombre sin pruebas!

—Deberíamos investigar qué es lo que realmente sucedió antes de juzgarlo, padre—dijo ella con calma, sabiendo que gritándole a Uther no conseguiría nunca nada.

—No hay nada que investigar, Hermione—le respondió antes de darle una fría mirada a Morgana—Ya tengo suficientes pruebas.

Uther se alejó pero Morgana no iba a darse por vencida.

—Arturo—imploró, sabiendo que, a pesar de todo, él tenía más consciencia que su padre—¿No tienes nada que decir?

El príncipe suspiró. Estaba teniendo serios problemas para tomar una decisión. Sabía que Morana y Hermione tenían un punto pero era Uher quien dictaba las leyes y daba las órdenes.

—Padre—comenzó—el herrero cometió un crimen pero, ¿Sabemos con certeza que su intención era la traición?

Uther, que se había alejado para beber agua de su copa, se giró a contemplarlos.

—No—dijo, sorprendiéndolos—Tienen razón, no lo sabemos con certeza. Pero hay algo que sí sabemos. Una cosa esencial: la ley prevalece o el reino sucumbe.

—Pero la ley debe darle un juicio justo—indicó Morgana.

—Tendrá un juicio justo—aseguró Uther—y será encontrado culpable porque eso es lo que es.

—¡Eso no es justicia!—gritó Hermione.

—¡¿Y tú qué sabes de justicia?!—le preguntó el rey, alzando la voz lo suficiente como para hacerla callar—¡Todo este tiempo que has estado aquí pareces no haber aprendido nada! ¿No has visto cómo actúa la magia contra nosotros? Cualquiera que se vea relacionado con ella es culpable…

Morgana se estremeció. Contempló a Uther con la más seria frialdad.

—Si tú ejecutas al padre de Gwen—dijo tajantemente—yo nunca te lo perdonaré. Nunca.

Salió inmediatamente, sabiendo que no había nada más que podría decir para convencer al rey de tomar una decisión diferente.

Hermione y Arturo intercambiaron una mirada antes de volverse hacia Uther.

—Padre…—comenzó a decir ella pero el príncipe se le adelantó.

—Padre, tal vez deberíamos investigar más.

Pero Uther pareció no oírlo. Se volvió hacia su hijo.

—Tauren debe dormir en algún lugar. Alimentarse en algún lugar. Encuentra a cualquiera que lo ayude. Ellos serán castigados. Comprobarán lo que sucede cuando juegan con las leyes de Camelot.

Sus palabras eran tan firmes que Arturo no hizo más que agachar la cabeza.

—Sí, padre.

Hermione lo miró con disgusto, incapaz de creer que fuera tan sumiso, antes de salir rápidamente de allí en busca de Gwen. Iba a llevarla a ver a su padre.

Las celdas de Camelot estaban ubicadas en la parte baja del castillo y eran frías y oscuras. Sólo unas pocas antorchas colocadas estratégicamente en la pared permitían ver correctamente cada esquina y cada celda.

—No sabía que Tauren era un brujo—dijo Tom con desespero—Nunca quise hacer ningún daño.

Hermione podía ver la sinceridad de las palabras del hombre. Ella se mantenía a un lado de los guardias, dejando que Gwen hablara con su padre.

—¿Por qué no me dijiste lo que estaba sucediendo?—preguntó la sirvienta de Morgana.

A través de las verjas de la celda, sacó su mano y acarició delicadamente el rostro de su hija.

—Sabía que no te gustaría, Gwen. Siempre eres muy cautelosa. No quería dejar pasar esta oportunidad…

—¿Oportunidad?—sollozó la chica—¿Llamas a esto una oportunidad?

Tom suspiró y bajó la mirada, lleno de vergüenza.

—Lo sé. He sido un idiota. Sólo quería hacer una vida mejor para nosotros. Por ti—miró implorante a su hija—Sólo quería hacerte feliz.

—¡Pero soy feliz!—le aseguró Gwen—No necesito nada más. Tengo todo lo que quiero.

—¡Y yo lo he arruinado!—se lamentó Tom.

Gwen negó con la cabeza.

—Lo atraparemos—dijo—Encontraremos al verdadero culpable. Te lo prometo.

Le sonrió a su padre antes de despedirse y volver con Hermione. Ambas caminaron una al lado de la otra en completo silencio antes de llegar al pasillo donde Merlín y Gaius los esperaban impacientes. Gwen también había corrido a ellos para contarle lo que había sucedido y, siempre amables, no dudaron en ofrecerse para ayudar.

—¿Qué dijo?—inquirió Merlín apenas las vio.

—Dijo que Tauren vino a él, en la forja, y le ofreció pagarle una fortuna por su ayuda. No para construir armas sino para un experimento o algo así… —explicó Gwen.

—¿Qué clase de experimento?

—No lo dijo—aclaró—Sólo que utilizó algún tipo de piedra, algún tipo de magia…

Merlín y Hermione se quedaron pensativos durante un momento. Gaius también parecía perdido en sus propios pensamientos.

—¿Por qué no vas a descansar?—le preguntó Hermione a Gwen—Te hará bien. Dile a Ingrid que te acompañe porque hoy no la necesitaré. Usa mis cámaras. Ahí estarás más cómoda.

—No creo que pueda descansar…

—Por favor, inténtalo.

Gwen asintió sin mucho convencimiento antes de alejarse.

—No lo entiendo—dijo Merlín mientras caminaban los tres hacia las cámaras de Gaius—¿Qué querría un brujo con Tom?

—Su forja—indicó Gaius—Es el mejor herrero del reino.

—¿Crees que Tom está mintiendo? ¿Qué realmente estaba haciendo armas?

—No—aseguró Hermione—Tom fue completamente sincero. Estaba arrepentido y no dejaba de decir que había sido un idiota por aceptar aquel trato.

Llegaron a las cámaras, cerrando las puertas detrás de sí.

—¿Entonces qué quería?—preguntó Merlín una vez en el interior.

—Cuando Tom fue arrestado fue encontrado un trozo de oro puro con él—dijo Gaius.

—¿Y?

—Por lo que Gwen estuvo diciendo, el experimento soporta todas las características de la alquimia—terminó por decir el galeno.

Hermione sintió un sudor frío recorriéndole la espalda cuando las palabras del anciano llegaron a tener sentido dentro de su mente. Una piedra mágica y oro. Podía ser una extraña coincidencia pero, ¿Y si no lo era?

—¿Alquimia?—inquirió Merlín, perplejo—Pero es imposible. He oído sobre alquimia pero siempre de charlatanes.

—La alquimia es una práctica muy antigua—explicó Hermione—Estudia la física, la química, la astronomía, el arte y ciertos aspectos del ocultismo. Si Tauren ha estado metiéndose en esos asuntos, puede que haya intentado manipular con magia la composición de ciertos elementos.

—¿Magia?—preguntó él—¿Eso es lo que sentimos?

—Posiblemente—respondió.

Morgana tocó suavemente la puerta de la casa de Gwen a la mañana siguiente pero no obtuvo ninguna respuesta. La abrió suavemente, no queriendo importunar, y contempló el interior vacío. Finalmente, se encaminó hacia la forja de Tom. Estaba preocupada por su amiga.

—¿Gwen?—la llamó, abriendo la puerta e ingresando.

Sus ojos buscaron en el interior pero sólo vio el desorden que habían dejado los guardias después de arrestar a Tom. Su sirvienta no se encontraba allí pero su mirada logró notar algo más que estaba tirado en el suelo. Se acercó y lo tomó. Era una pequeña bolsa de cuero negro que tenía el tamaño de su mano. Era algo pesada por lo que la abrió, llena de curiosidad y descubrió que era una peculiar piedra cuyo interior parecía brillar por cuenta propia. Su mirada se perdió unos momentos hasta que la luminosidad comenzó a desplazarse por toda la superficie lisa de la roca.

Hermione y Merlín se sobresaltaron cuando sintieron aquella magia nuevamente invadiendo todo lo que los rodeaba. Gaius los contempló sorprendido.

—¿Qué es?—les preguntó.

—¿No lo sentiste?—le preguntó Merlín.

El anciano negó con la cabeza.

—¿Ustedes sí? ¿Ambos?

Hermione no respondió y Merlín se apresuró a distraer a Gaius.

—Fue mucho más leve que anoche—explicó—Pero aún así pude sentirlo. Fue muy extraño…

—Iré a ver a Gwen—informó ella, dispuesta a salir de allí rápidamente.

—Te acompaño—dijo él con igual prisa.

Ambos se dejaron a Gaius solo en sus cámaras. El anciano los contempló extrañado, frunciendo el ceño mientras observaba que cerraban la puerta detrás de sí. Ese par le estaba ocultando algo. Lo sabía.

—¿Hermione?—Morgana la llamó ingresando en el interior de las cámaras de la princesa y justo vio como Merlín se separaba rápidamente del lado su amiga.

Los miró confundida. No parecían avergonzados pero claramente su llegada los había tomado por sorpresa.

—Gwen está aquí—dijo Hermione, actuando con normalidad, hablando sin alzar la voz—Iba a avisarte antes pero no quise molestarte. Pensé que preferías dormir un poco.

—No pude cerrar los ojos en el resto de la noche—confesó—¿Cómo está ella?

—Es fuerte—le dijo Hermione con una triste sonrisa—Lo está haciendo bien.

Señaló su cama y Morgana pudo ver como Gwen dormía cubierta con una suave colcha.

—Debemos dejarla descansar. Sólo estaba preocupada… Esta situación no es nada fácil de llevar.

Hermione y ella caminaron lejos de la cama y Merlín las siguió de cerca.

—¿Has hablado con Uther?—preguntó el chico—Te puedo asegurar que, lo que sea que haya estado haciendo Tom, no es en contra del rey.

—Lo sé—aseguró Morgana—Lo he intentado, Merlín, pero Uther… él ve enemigos en cada esquina.

—Pero Tom es el alma más gentil que conozco—aseguró el joven mago.

—Pero él se ha estado viendo con Taurel y eso lo convierte en un enemigo—dijo Morgana con una mueca de dolor, como si pronunciar esas palabras le causara sufrimiento.

—Aún hay esperanzas—dijo Hermione, intentando darle ánimos a ambos.

—No, no las hay—la contradijo Morgana con los ojos bañados en lágrimas—Ninguna.

Y tras decir esto, se marchó.

—¿Esos hombres serán ejecutados?—preguntó Merlín viendo una fila de unos cuatro que eran empujados por los guardias y seguidos por el verdugo.

Había dejado a Hermione cuidado a Gwen mientras él buscaba a Arturo para que le ordenase las actividades del día y lo encontró vigilando que los prisioneros no escaparan.

—Así es, Merlín—respondió Arturo con seriedad.

—¿Por orden del Rey?

—Han cometido un crimen serio.

—¿Darle a un hombre cama para pasar la noche?—preguntó incrédulo.

—No es un hombre, es un brujo—lo contradijo sin perder la calma.

—¡Quizás ellos no sabían eso!

Arturo se volteó rápidamente y lo contempló con frialdad.

—Esto no es para que cuestiones las acciones de mi padre—lo reprendió—¿Entendido?

A Merlín no le quedó otra opción más que asentir. Arturo sabía recordarle perfectamente que allí él no era más que un sirviente.

—Sí, señor.

—Ahora ve a seguir con tus tareas. No pierdas el tiempo holgazaneando.

Merlín hizo una reverencia forzosa y se alejó rápidamente de allí.

Las campanadas sonaron durante la cena. Esa noche sólo estaban Hermione y Arturo sentados junto a Uther cuando las oyeron. Morgana se había excusado diciendo que no tenía apetito pero todos sabían que lo último que deseaba en ese momento era estar en la misma mesa que el rey. Fue uno de los guardias que vigilaban las celdas el que le dio la noticia: Tom había escapado.

—¡Eso sólo demuestra su culpabilidad!—exclamó Uther—Sal con la guardia inmediatamente—le ordenó a Arturo—Y mátalo sin dudarlo.

—¡Padre!—protestó Hermione, poniéndose de pie de inmediato—El juicio…

—¡Por todos los Cielos, Hermione!—exclamó Uther desdeñosamente—El juicio es sólo una formalidad. Ahora sólo lo quiero muerto. ¡Ya!

El grito hizo saltar a Arturo, quien corrió rápidamente hacia afuera a cumplir la orden a pesar que era lo último que deseaba hacer. Hermione tampoco se quedó, sintiendo nada más que desprecio hacia el hombre que la creía su hija. Necesitaba encontrara a Merlín, a Morgana, a quien sea y contarle lo que había sucedido. No entendía cómo podía haber escapado Tom. ¿Cómo podía haber sido tan imprudente de salir, sabiendo que aquello lo haría ver nada más que culpable?

Cuando llegó a las cámaras del Galeno, abrió la puerta sin golpear. Merlín y Gaius estaba cenando pero se detuvieron y contemplaron sorprendidos la expresión de preocupación de Hermione.

—¿Qué es?—inquirió Merlín.

—Tom escapó—informó sintiendo que el corazón se le oprimía—Y Uther ha ordenado que lo maten inmediatamente si lo descubren.

Los ojos de Merlín se abrieron enormemente al oír aquello.

—¿Y Gwen?—apenas pudo pronunciar las palabras.

Hermione negó con la cabeza. Tuvo que tragar saliva antes de hablar, sintiendo un nudo oprimiendo su garganta.

—No puedo decírselo…No sé cómo… Yo sólo ruego que logre salir de Camelot y que huya lejos.

Desafortunadamente, el destino no estuvo a favor del padre de Gwen. Los guardias lograron rodearlo en una esquina en el interior del castillo y, como las órdenes de Uther decían, lo ejecutaron inmediatamente.

—¡Tú tienes sangre en tus manos, Uther Pendragon!—gritó Morgana entrando como una tormenta en pleno apogeo dentro de la cámara donde se reunía el consejo—¡Sangre que nunca se limpiará!

Sólo se encontraba el rey por lo que no tuvo que soportar la vergüenza de ser gritado de ese modo delante de los demás hombres pero aún así, aquella case de atrevimiento y acusación no permitiría.

—Te recuerdo que estás dirigiéndote a tu Rey.

—Te recuerdo que un Rey es sabio y justo—Le dijo con profundo odio—¡No eres nadie! Tus normas son sólo con espadas.

—Tú no sabes nada de lo que significa ser rey. El destino de Camelot descansa en mis manos—le recordó—Es mi responsabilidad proteger a las personas de esta tierra de los enemigos.

Morgana apretó los labios, sabiendo que las palabras que iba a pronunciar le saldrían demasiado caro.

—Entonces el reino está condenado—sentenció—Porque conseguirás que uno por uno nosotros nos volvamos tus enemigos.

—Cuidado, Morgana—le advirtió—Estás hablando de traición.

—Sólo un hombre loco oye la verdad y la confunde con traición.

La mirada de Uther se volvió letal. Morgana sintió un escalofrío de temor llenándola pero aún así no retrocedió.

—Te cuidado, niña—le dijo suavemente, advirtiéndole con una voz casi mortal—O voy a tener que moderarte.

—Sólo inténtalo.

Lo próximo que supo fue que sus brazos fueron sostenidos por dos caballeros que a rastras la llevaron a una celda enorme y fría. Intentó forcejear para escapar pero uno de los hombres la empujó con fuerza mientras que el otro tomaba la cadena con grilletes que estaba sujeta al suelo y se las colocaba alrededor de sus muñecas.

Uther apareció en la puerta de la celda y se apoyó en el marco con total calma.

—Seguirás aquí—le dijo—Hasta que aprendas tu lección.

—¡Entonces, suéltame porque ya la he aprendido!—gritó sin dejar de forcejar—No te importo. Ni yo ni a nadie, sino a ti mismo. ¡Te has vuelto loco con el poder! ¡ERES UN TIRANO!

Uther no le hizo caso alguno. Se giró y se alejó de allí. Los guardias no tardaron en seguirlo, cerrando la celda con llave. Morgana intentó correr hacia ellos pero las cadenas tiraron de sus brazos, lastimándola. Ya no había vuelta atrás, dentro suyo un terrible odio hacia Uther Pendragon cobraba vida.


Adelantos del siguiente capítulo:

—¡No tienes idea alguna de cómo fue mi situación! Así que, por favor, guárdate tus comentarios ridículos. Y, no, no fue igual, de ninguna manera. Su padre fue asesinado por Uther, soy completamente consciente de eso. Pero permitir su muerte no es la solución. Sólo me hará una persona igual o peor que él. ¡Me convertirá en una asesina! Y eso es algo que yo no puedo tolerar… Así que, perdóname, Merlín, por intentar salvarle la vida… Partiré mañana poco después que Morgana y el rey. Si quieres venir conmigo, eres bienvenido… pero si no…

No terminó de hablar. La rabia y los recuerdos le habían creado un nudo en la garganta.

...

—¿Tienes un mejor plan?—le preguntó.

—Para llegar a Uther necesitas a alguien cercano al él.

—¿Y tú conoces a esa persona?

—Sí… Yo