Lotus-One: Tienes razón. Ella es la que se la llevó... jejejeje... todo se volverá más complicado ahora.
EL DESTINO DE ARTURO
Hermione había tomado la piedra sin que nadie se diera cuenta de ello. Ni siquiera Merlín. Había lanzado un silencioso accio y la había guardado rápidamente dentro de uno de sus bolsillos mientras pensaba qué demonios hacer con ella. No iba a quedársela porque cualquiera podría revisar sus pertenencias y encontrarla por lo que pensó que debía ocultarla o dársela a alguien para que la ocultara hasta que la persona correspondiente la encontrase. ¿Y quién mejor para esconderla que Sir Godric? Él tenía más oportunidades que ella de encontrar un escondite seguro.
El único inconveniente de reunirse con él era que debía buscar a Slytherin antes. Gordic Gryffindor se había aparecido con ella la primera vez que había ido a su castillo y Hermione no había sido capaz de observar detenidamente el lugar como para intentar hacerlo por su cuenta.
Cuando llegó al Camelot nuevamente, se despidió de Merlín rápidamente y corrió a sus propias cámaras. Buscó un pequeño cofre en el que guardaba algunas joyas que había ido acumulando a lo largo del tiempo, obsequios de su Arturo y Uther, y volcó todo el contenido en la cama, dejándolo vacío. Allí colocó la piedra y volvió a cerrar el cofre nuevamente, utilizando un hechizo para que ningún muggle pudiera abrirlo. Lo tomó entre sus manos y salió. Casi llegaba al exterior del castillo cuando nuevamente se topó con Merlín. Le sonrió con total normalidad al verlo.
—¿Nuevamente saliendo?—le preguntó el muchacho.
—Tengo algo que hacer—le informó sin darle mayores explicaciones. No es que no quisiese contarle. Simplemente no sabía cuánto podía decir sobre Slytherin y Sir Godric—¿Nos vemos luego? Quiero seguir revisando el libro si me dejas.
—¡Sí!—respondió Merlín con demasiada prisa—Digo… sí, eh… cuando quieras….
Hermione sonrió, un tanto divertida por su modo de actuar. Quizás debía de haber luchado con más fuerzas contra el impulso de besarlo de esa misma mañana. No se arrepentía precisamente pero tampoco había sido muy inteligente de su parte.
—¡Gracias! Ahora… eh… me tengo que ir. Nos vemos luego.
Él le dijo adiós con la mano y ella agradeció que no le hiciera preguntas sobre el cofre. Caminó hasta la ciudadela con prisa pero intentando no parecer desesperada para no llamar la atención sobre sí misma. Muchos la reconocían rápidamente y le daban una rápida reverencia que ella se encargaba de agradecer con una sonrisa. Cuando llegó a la precaria casa de Salazar, tocó la puerta con fuerza.
—¡Fuera!—gritó el hombre desde el interior—¡Estoy demasiado ocupado como para atender a cualquier idiota!
Pero ella no iba a marcharse de allí. Volvió a tocar, esta vez golpeando el puño durante mayor tiempo hasta que la puerta se abrió de un tirón, dejando ver al Slytherin anciano. Cuando la vio sus ojos se agrandaron enormemente.
—Vete de aquí—le gruñó hablando entre dientes, mirando en todas direcciones, comprobando que algunas personas los veían con curiosidad mal disimulada.
—Vine a traerle las medicinas que le mandó Gaius, señor—le dijo ella con total inocencia.
—Yo no le pedí nada al médico—respondió con los ojos entrecerrados, preguntándose qué demonios estaba haciendo ella allí.
—¡Oh, no tiene porqué avergonzarse!—exclamó sonriéndole—Permítame, le mostraré cómo debe tomarlas.
Ingresó a la casa sin pedir permiso, antes de que él pudiera reaccionar e impedírselo. Salazar maldijo en voz baja, cerrando la puerta con un golpe fuerte detrás de él y caminando rápidamente hacia la mesa a juntar una pila de pergaminos esparcidos. No deseaba que ella los viera.
—¡Este es un muy mal momento!—le gritó—¡¿Te das cuenta que tu presencia aquí puede traerme problemas?!
—Lo siento, pero realmente tengo algo de lo que quiero deshacerme… Necesito ver a Godric.
—No—respondió.
Colocó los pergaminos lejos de Hermione.
—¡Es sumamente importante!—exclamó ella—Lo que tengo aquí—señaló el cofre—debe permanecer oculto. Es muy peligro y no puede caer en manos equivocadas.
Peligroso. Esa palabra llamó mucho su atención. Se giró lentamente y miró el cofre. Era de un tamaño pequeño y poco pesado, pues ella podía sostenerlo con sus dos manos sin mucho esfuerzo.
—Déjame verlo—ordenó, extendiendo sus manos para tomarlo.
—No—se negó, apartando el cofre de su lado—Sólo se lo daré a Gordic…
Salazar miró a la princesita de pies a cabeza. Tenía cierto encanto, se dijo, el único problema es que sólo confiaba en Gryffindor… y que era una sangre sucia.
—Pues, me temo, que no podrá ser—le respondió, cruzándose de brazos.
—¿Por qué no?
—No puedo contactarme con él en este momento.
Hermione se mostró conmocionada.
—¿Por qué? ¡Si es esto es una broma….!
—¿Broma?—la interrumpió casi ofendido—Mira, princesa—la llamó siempre usando ese tono despectivo con su título—Estoy demasiado ocupado como para seguir tus jueguitos. O me dejas el condenado cofre y se lo daré cuando lo vuelva a ver o te lo llevas. Lo único que quiero es que te vayas en este momento.
—¡Pero necesito hablar con Godric!
—¡Por Circe! ¡¿Eres sorda?! ¡No puedo comunicarme con él! ¡Está de viaje!—gruñó—Estamos en medio de un gran proyecto…
—¡¿Hogwarts?!—preguntó con los ojos abiertos inmensamente.
Slytherin se tensó. Aquello era un secreto. Se suponía que nadie más que cuatro personas, él incluido, sabían sobre eso.
—¿Cómo lo sabes?—inquirió tenso.
Hermione se mostró nerviosa cuando se dio cuenta que había hablado de más… otra vez. Se suponía que ella no sabía nada. Tragó saliva e intentó inventar una excusa creíble para justificar metedura de pata.
—Godric mencionó algo la otra vez—dijo sin dar demasiados detalles—Pero me hizo jurar que no se lo dijera a nadie y no lo voy a hacer…
—Ya has abierto la boca—le recordó.
—Pero sólo delante de ti, y fuiste el que lo mencionó primero—indicó—Mira, no le diré a nadie… Lo juro por mi vida…
—¿Lo juras por la vida de tu padre?—preguntó con burla—Me enteré que hoy casi te quedas huérfana…
—Pero no fue así—aseguró con seriedad, molesta porque dijera una cosa tan cruel con tanta liviandad—Te dejaré el cofre—le indicó—pero no podrás abrirlo.
Sacó su varita del interior de la manga de su vestido y realizó un hechizo silencioso que permitiera simplemente a Sir Godric Griffindor abrirlo. Salazar la vio realizar magia, asombrado de que hubiese descubierto el modo de hacerlo, pero no dijo nada. Simplemente esperó.
—¿Tienes papel?—le preguntó ella.
Él sacó su propia varita e hizo un accio. Un trozo de pergamino en blanco y una pluma con tinta salió volando a su mano. Se lo dejó en la mesa. Hermione rápidamente lo tomó e hizo una rápida nota. Intentó leer lo que escribía pero no consiguió hacerlo ya que ella puso su mano delante, impidiéndoselo. Con otro hechizo, secó la tinta y dobló el pergamino.
—Dáselo a Sir Godric—le ordenó—junto con el cofre. Puedes intentar abrir cualquiera de los dos pero no lo lograrás.
—Tienes mucha confianza en tus hechizos… ¿Realmente crees que eres así de buena?
Hermione le sonrió con petulancia. Si fuera otra persona actuaría con más modestia. Pero realmente detestaba a Salazar. Su comportamiento era tan insoportable a veces.
—Sí—le contestó—Soy mejor de lo que te puedes imaginar.
Sin decir nada más, salió de la casa, pero antes de marcharse se puso de pie, justo enfrente de la puerta.
—¡Adiós, señor!—lo saludó con una sonrisa de amabilidad en estado puro—¡Recuerde beberse dos cuartos del remedio y los gases se irán! Puede quemar unas flores secas de Lavanda para combatir el mal olor.
Primero, se sintió totalmente confundido. Luego, la vergüenza y el enfado lo invadieron casi al mismo tiempo. Había entendido que ella había dicho aquello para los oídos curiosos pero era jodidamente vergonzosa la excusa que dio. ¡Y la gritó a los cuatro vientos! Pero después de un momento, cuando volvió a azotar la puerta para cerrarla de un golpe que hizo templar levemente las frágiles paredes de su casa, rió suavemente. ¡Ella era realmente increíble!
Lo peor de todo era que sabía que lo pensaba como un elogio.
Hermione caminó ya más tranquila de regreso al castillo, sonriendo divertida por la expresión de horror que había visto poner a Slytherin. La piedra ahora estaría a salvo. Al menos por un tiempo. No estaba segura en qué año sería encontrada por Flamel pero sí que debían pasar unos cuantos siglos.
—¿Señorita Granger?
—¿Si?
Por una cuestión de costumbre respondió a ese nombre que hacía tantos meses no oía y, cuando se dio cuenta, ya fue demasiado tarde. Miró sorprendida a la mujer que se encontraba a su lado, reconociéndola inmediatamente.
—Nimueh—susurró su nombre con sorpresa—¿Qué haces aquí?
Comenzó a sacar la varita que había vuelto a guardar en el interior de su manga, cuando ella la tomó con fuerza del brazo, impidiéndoselo. Sus dedos se clavaron en su piel, casi lastimándola.
—Suéltame—le ordenó—O gritaré tan fuerte que los guardias no tardarán ni un segundo en aparecer.
La sacerdotisa sonrió, incapaz de sentir la amenaza en esas palabras.
—Te has contagiado de la altanería de tu padre y hermano—la reprendió—No es bonito de ver en ti… No cuando tengo tantos planes para nosotras.
Hermione tiró de su brazo, intentando apartarse, pero ella no se lo permitió.
—¡No pienso participar de ningún plan!—le gritó mientras se volteaba para buscar ayuda.
Pero no había nadie. Era como si la gente de la ciudadela hubiera desaparecido misteriosamente, dejándolas a ellas dos solas. Empezó a sentir la desesperación llenándola poco a poco. Sin su poder acceder a su varita o a alguien a quien pedir ayuda, se encontraba en clara desventaja. Intentó nuevamente separarse de ella, empujándola, tirando de su brazo, pero mientras más lo intentaba más se clavaban sus largos dedos en su pie, lastimándola.
—Vendrás conmigo—le dijo atrayéndola con fuerza hacia su lado—Y yo haré a tu padre pagar por todo lo que hizo…
…
Camelot era una revolución. Uther se había encerrado en sus cámaras y no permitía que nadie más que Arturo entrase a verlo. El príncipe sólo lo había hecho en una ocasión para consultarle sobre las zonas de búsqueda y lo había visto tan decaído y arruinado que había tomado la decisión de hacerse cargo de todo. Él iba a encontrar a Hermione así fuera lo último que hiciera en su vida.
No tenía idea de dónde estaba pero había enviado mensajeros a los reinos más cercanos, pidiendo información. También había preguntado en la ciudadela y allí sólo había escuchado a algunos ciudadanos decir que la habían visto llevar medicina a un anciano. Cuando interrogó al anciano, descubrió que era un maldito gruñón cascarrabias pero no representaba ninguna amenaza. Había notado la mirada curiosa que le había lanzado su sirviente cuando lo dejó ir.
—¿Qué sucede?—preguntó—¡Dímelo!
En esos momentos de desesperación no le importaba preguntarle cualquier cosa. Si a él se le había pasado algo, lo aceptaría. Haría todo lo posible para encontrar a Hermione. Todo.
—¿No te pareció extraño?—inquirió el muchacho—No parecía ser un hombre que requiera medicinas. No parecía enfermo.
—Era un anciano, Merlín—le dijo suspirando. Inútil, pensó con molestia, preguntarle había sido una pérdida de tiempo—Vamos a comenzar con las búsquedas en el bosque. Quizás encontremos alguna pista útil.
Nadie había dormido en toda la noche y Merlín ni siquiera lo sugirió. Asintió rápidamente y corrió a preparar los caballos para él y Arturo. A pesar de que sabía que los ancianos solían tener diversas enfermedades, algunas más notables que otras, no podía quitarse la extraña sensación que le había surgido al ver al anciano. Sabía que ocultaba algo pero no podía ir a acusarlo tan abiertamente cuando no tenía pruebas más que un terrible presentimiento.
El bosque era un lugar oscuro a aquellas horas de la mañana. Sólo unos pocos rayos fríos del sol lograban atravesar la espesa mata de pastizales, arbustos y árboles. Merlín, con cada paso que daba, sentía como su desesperación aumentaba más y más. Sentía un terrible vacío dentro suyo, una sensación de ausencia que lo abrumaba. Hermione había sido raptada por quién sabe quién y no tenían idea alguna de dónde se encontraba. Tragó saliva y apretó las manos alrededor de las riendas del caballo, conteniendo las ganas de llorar.
—La encontraremos—oyó que dijo Arturo.
Él no pudo pronunciar ninguna palabra. Simplemente asintió. Sabía perfectamente que ese intento de darle fuerzas ocultaba su propio temor. Si él sentía la sensación de pérdida taladrando directamente dentro de su pecho, no quería imaginar cómo lo sobrellevaba Arturo. ¡Era su hermana! Ya dos veces la había perdido.
Un sonido extraño los puso alerta a todos. Arturo desmonto e hizo que los demás caballeros que lo acompañaban lo imitaran. Desenvainó su espada mientras les pedía, con una señal, que guardaran silencio. El gruñido de un animal que nadie reconoció rasgó el aire. Merlín se estremeció terriblemente. Arturo se giró e hizo una seña con sus manos a dos hombres para que rodearan por la derecha y luego a los otros para que fueran por la izquierda. Pero antes de que pudieran hacer cualquier cosa, un enorme animal saltó frente a ellos, rugiendo ferozmente.
Merlín casi gritó, viendo impresionado a aquella bestia que parecía haber salido de las pesadillas de los hombres más imaginativos del mundo. Arturo giró el rostro y tuvo que observar dos veces para constatar que la criatura realmente pertenecía a ese mundo.
Medía casi cinco metros de altura. Tenía el cuerpo cubierto de una piel marrón con manchas negras, como la de un leopardo, y su cabeza… ¡Oh, su cabeza era lo más absurdamente tétrico que alguna vez pudo ver! Era idéntica a la de una serpiente cobra, llena de escamas oscuras y con una enorme boca colmillos y esa lengua bífida que salía para olfatear el aire, buscando a su presa.
Nadie lo pensó dos veces y salieron huyendo despavoridos, queriendo escapar de aquel monstruo. Los pies de Merlín apenas podían soportar la carrera. La adrenalina ayudaba pero el animal era demasiado ágil y veloz para todos. Sus patas traseras impulsaban su enorme cuerpo felino y las delanteras amortiguaban el golpe, listas para empujarlo nuevamente. Daba grandes saltos. Miró hacia atrás por una fracción de segundo y ese fue su error. Sus pies tropezaron con una rama que había delante y que él no había visto, llevándolo al suelo. Casi podía ver su propia muerte. El animal estaba un metro de lanzarse sobre él cuando sintió dos brazos fuertes tomarlo por debajo de los hombros y levantarlo. Otro par de manos lo ayudó a ponerse de pie. Arturo y un caballo se habían detenido al verlo y corrieron en su rescate.
—¡Corre! ¡Rápido!—le gritó el príncipe y nuevamente salieron disparados, intentando escapar casi sin mirar en qué dirección.
Fue Arturo quien se dio cuenta que, luego de unos momentos, ya no se oían los gruñidos ni ningún otro sonido más que el de sus pisadas y sus respiraciones agitadas. Se detuvieron un momento y contemplaron a su alrededor, casi esperando a que la bestia saltara sobre ellos en algún momento.
—Lo perdimos—dijo Merlín.
—¿Quién falta?—preguntó Arturo mientras intentaba recuperar el aliento, contemplando el rostro de los caballeros que se encontraban allí.
—¿Dónde está Sir Bedivere?—quiso saber el muchacho, buscándolo.
El grito del pobre hombre se oyó con claridad. Un grito agónico y aterrador que les heló la sangre y les paralizó el corazón, seguido nuevamente del gruñido de la bestia. Momentos después, sólo silencio.
Todos supieron inmediatamente el terrible final.
…
—¡No podemos lidiar con esto ahora!—gritó Arturo.
Se encontraban en las cámaras donde se reunía el consejo. Había hecho bajar a su padre inmediatamente. Él no podía con las dos cosas. O buscaba a Hermione o se enfrentaba a aquella criatura. La respuesta era más que obvia. Su hermana estaba antes que todo.
—La criatura que describes tiene todas las características de la Bestia Buscadora—le informó Gaius.
—Pensé que era solamente un mito.
—Para algunos, lo es. Pero no hay que dejar de lado las posibilidades—le contestó—Se dice que la apariencia de la Bestia Buscadora trae el augurio de tiempos de gran agitación.
—Es sólo un cuento de viejas—indicó Uther.
Todos los rostros se voltearon hacia él. Era la primera vez que hablaba desde que había bajado. Nada más verlo, se habían asombrado de su apariencia casi enfermiza pero nadie se había atrevido a hacérselo notar.
—¿Lo es?—inquirió Gaius con escepticismo—Lady Hermione ha desaparecido ayer sin dejar rastro alguno.
Uther apretó tanto los labios al oír aquellas palabras que éstos se volvieron blancos.
—No necesito que me lo recuerdes—le dijo con frialdad.
—Mira—intervino Arturo—sea lo que sea que es, está causando pánico. La gente teme que entre a la ciudad.
—Entonces debemos matarlo—dijo Uther con seriedad—Arturo, reúne a la guardia. Partirás mañana al amanecer…
—¿Yo?—preguntó extrañado. El rey asintió—Pero… ¿Qué pasa con Hermione?
—Esto es más importante de momento…
—¡¿Qué?!—exclamó con incredulidad—¡Nada en este mundo es más importante que Hermione! ¡¿Qué te sucede?! ¡¿Por qué no sales a buscarla?! ¡¿Por qué no te preocupas por ella?!
Uther no le respondió. Sólo siguió su camino como si no lo hubiera oído. Gaius se apresuró a seguirlo inmediatamente hasta que lo alcanzó.
—Se lo ruego, sire—le imploró—No tome esto a la ligera. ¡Esta bestia es peligrosa! Ya la había visto antes…La noche en que Ygraine murió.
El rey se volteó rápidamente.
—¡Te he dicho que no vuelvas a hablar de eso nunca!—le gritó—¡He vencido a la antigua religión! Sus advertencias no significan nada para mí. Arturo destruirá a la bestia y no tendremos que soportarla nunca más.
—¡Pero Hermione desapareció! ¡Y usted no hace nada!
—¡No eres quién para decirme qué debo o no debo dejar de hacer!—le gritó con rabia.
Gaius retrocedió un paso e hizo una reverencia, dejándolo seguir su camino. No sabía qué estaba cruzando por la mente del rey en ese momento, pero seguramente no sería nada bueno.
…
—¿Qué sabes de la bestia?—pidió Merlín a Gaius.
Él no iba a hacer oídos sordos como Arturo o Uther. Él quería saber si eso estaba relacionado con Hermione o no.
—En el corazón de la antigua religión yace la magia de la vida y la muerte. La bestia Buscadora porta ese poder. Un mordisco y mueres—contestó—Y no existe cura.
La idea simplemente lo hacía estremecer. ¿Y se suponía que Arturo debía de acabar con la bestia?
—¿Qué tiene que ver con Hermione?—inquirió.
Gaius se puso rígido ante aquella pregunta. Merlín lo contempló algo confundido. Parecía como si el anciano no quisiera responder.
—¿Por qué crees que está relacionado con Hermione?—preguntó a su vez.
—Uther claramente sabe algo o lo sospecha. De otro modo, no se mostraría tan reticente ante la idea de buscar a Hermione… ¡¿A caso olvida que se trata de su hija?!
—No, Merlín, creo que lo recuerda perfectamente.
—¡¿Entonces por qué no hace algo?!—gritó con desesperación, sintiendo sus ojos humedecerse peligrosamente—¡Hermione fue raptada! Está en alguna parte, sola. ¡No sabemos qué le puede estar haciendo la persona que la tiene! ¡Puede torturarla o matarla! ¡Eso no podemos permitirlo, Gaius! ¡Yo no puedo permitirlo! ¡Ella es demasiado importante para mí!
El anciano se sorprendió. Sus ojos se abrieron como plato y su boca cayó. Siempre había sospechado que Merlín podría albergar ciertos sentimientos hacia la joven princesa pero nunca imaginó que estos fueran tan profundos como para volverlo un manojo de nervios con unas simples palabras.
—Uther tiene muchos enemigos, Merlín y cualquiera de ellos pudo haber raptado a la princesa pero dudo seriamente que alguno le hiciera daño. Quieren al rey, no a ella. Seguramente pedirán rescate o lo harán ir personalmente a él…
Merlín negó con la cabeza.
—Tú siempre lo defiendes—lo acusó con rabia—¡siempre estás de su lado!
—Merlín, eso no es verdad—le dijo herido por la acusación.
—¡Sabes más cosas de las que dices pero no quieres compartirlas! ¡La vida de Hermione está en peligro! ¿Si quiera piensas en ella y te conmueves por su situación? ¿O simplemente estás protegiendo a Uther, como siempre?
—¡Merlín!
El joven mago lo contempló con profundo desprecio.
—Me decepcionas—le dijo antes de marcharse de allí, dejando al galeno de pie en medio de la habitación totalmente conmocionado.
…
Morgana se despertó gritando al amanecer.
—¡HERMIONE! ¡NO! ¡Arturo! ¡Nooooo!
Gwen corrió rápidamente por la habitación, viendo a la protegida del rey sentada en medio de la cama, con el cabello revuelto y la mirada perdida. Volvió a gritar otra vez, con todo el aire que tenía en sus pulmones.
—¡Morgana! ¡Soy yo!—le dijo sosteniéndola porque había intentado luchar contra ella cuando la tomó entre sus brazos—¡Morgana, despierta! ¡Es sólo un sueño!
La chica sollozó, parpadeando varias veces seguidas hasta lograr enfocar su mirada.
—¡Era tan horrible!—exclamó comenzando a llorar.
—Pero era sólo un sueño…
Ella negó con la cabeza mientras se separaba de su sirvienta y se ponía de pie de prisa, sin importarle estar vestida sólo con su delicado camisón.
—¡Morgana! ¡¿A dónde vas?!
Pero ella no la escuchó. Sus piernas hacían largos pasos, alejándose de allí, corriendo hacia el exterior. Necesitaba llegar antes de que se fueran. Necesitaba detenerlos. Las lágrimas le nublaban la vista pero ya conocía la el camino de memoria. Cuando comenzó a bajar con velocidad la escalinata del exterior hacia donde se encontraba Arturo, él se volteó y la contempló confudido.
—¿Morgana? ¿Qué estás haciendo aquí?
—¡No te puedes enfrentar a él!—exclamó cuando llegó a su lado.
El príncipe la contempló como si le hubiese crecido una segunda cabeza.
—Morgana, vuelve a la cama—le pidió. Ella intentó prenderse de su capa pero él la apartó y la sostuvo por los hombros, intentando calmarla—No hay razón para asustarse.
—¡Por favor, Arturo! He visto cosas horribles—sollozó—No puedes ir.
Merlín se adelantó, sabiendo sobre sus sueños.
—Seguramente habrá tenido un mal sueño—le dijo al príncipe—La llevaré con Gaius.
—¡No!—gritó totalmente descontrolada—¡No te dejaré ir! ¡NO!
—Por favor, Merlín, llévatela adentro—le ordenó.
El joven mago asintió y la tomó por la cintura. Ella intentó de luchar pero aún así Merlín era más fuerte. Logró conseguir que soltara a Arturo y comenzó a llevarla, casi a la rastra, al interior del castillo.
—Me aseguraré de que esté a salvo—le aseguró—Lo prometo.
—¡NO! ¡NO! ¡Por favor, tienes que creerme! ¡NO!
Dos guardias vinieron y la tomaron con delicadeza por los brazos. Merlín dejó que ellos se encargaran. Morgana miró viarias veces hacia atrás, con el rostro cubierto de lágrimas, aun luchando.
Algo realmente malo estaba a punto de suceder.
…
Hermione parpadeó lentamente, acostumbrándose poco a poco a la luminosidad que había a su alrededor. Extrañamente, no sentía ningún dolor, solamente su cabeza algo pesada, como si hubiese pasado demasiadas horas durmiendo. Con cuidado, se apoyó en sus codos y se sentó, contemplando a su alrededor. Se encontraba en una especie de castillo destruido. Todo estaba en absoluto silencio, asustándola aún más.
—Te has despertado—dijo Nimueh al notarlo y se acercó rápidamente a ella—¿Tienes sed? Toma.
Le tendió una copa con agua cristalina y fresca. Hermione sentía su boca reseca pero se negó a aceptarla.
—Está completamente limpia—le aseguró—Mira.
Bebió de ella, tragando un largo sorbo antes de tendérsela nuevamente. Aún con dudas, tocó la copa con cuidado. Miró el contenido y vio el líquido traslúcido. Lo acercó a su nariz e intentó detectar algún tipo de aroma, sin encontrarlo. Finalmente, después de beber un muy diminuto sorbo para comprobar que tampoco sabía a nada, dejó que el líquido llenara su boca y diera alivio a su garganta. Nimueh le sonrió, alentándola.
—¿Ves?—le dijo con una inusual dulzura mientras extendía su mano y apartaba un riso de Hermione para colocarlo detrás de su oreja—No quiero hacerte daño, Hermione. Nunca quise.
—¿Qué quieres, entonces?—le preguntó, apartándose de su toque, mientras le devolvía la copa—Gracias por el agua.
—¿Me agradeces?—preguntó casi con rabia, tomando la copa y tirándola lejos de ellas—¡Después de todo lo que hice deberías estar furiosa!
—No soy como tú—le respondió Hermione, poniéndose de pie para estar a su altura—No me dejaré llevar por el enojo. Y tienes razón, estoy furiosa contigo, pero no dejaré de ser cortés. Por alguna razón quieres simular ser buena conmigo.
—No tengo que simular, Hermione. Eres prácticamente mi hija. Eres mía. ¡Tienes mi magia! ¿Te imaginas lo poderosa que puedes llegar a ser bajo mi tutela?
—¿Tu magia?—inquirió desconcertada—¿De qué estás hablando?
—Cierto…—rió suavemente—No conoces toda la historia.
—Cuéntamela—le pidió cruzándose de brazos.
—¿Quieres que comience por el principio?
—Sería lo conveniente—respondió con cierto dejo de sarcasmo.
Nimueh rodó los ojos pero sin dejar de mostrarse petulante delante de ella.
—¡Bien!—exclamó—Te contaré pero te advertiré que quizás no te guste lo que oigas. Prometo no mentirte—Hermione simplemente la contempló con seriedad esperando que ella comenzase—Uther quería tener un heredero. ¡Estaba desesperado! ¡Dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de conseguirlo! Fue ahí cuando acudió a mí. Él sabía que yo tenía magia porque nunca se lo oculté. Me dio la bienvenida a su corte, me dijo que me aceptaba tal y como era. Por eso, cuando vino casi llorando, rogándome que lo ayudase, quise hacerlo… —su expresión se volvió una máscara de frialdad—¡Le advertí las consecuencias de crear una vida! Le dije que debía de pagarse con otra a cambio pero a él no le importó—su mirada se nubló por la tristeza—Ya habrás descubierto que tu padre es un hombre pertinaz.
—Él no es mi padre—la contradijo.
Nimueh le sonrió con burla.
—Estoy segura que estarás deseando eso dentro de unos segundos—le dijo—Pero tristemente, lo es. Ygraine quedó embarazada y sin saberlo, creó dos vidas dentro de ella.
—Pero tú lo sabías—indicó Hermione.
—Por supuesto que sí.
—¿Y no les dijiste nada? ¿A ninguno?
—¿Y arruinar la sorpresa?—dijo con burla—Eso no sería tan divertido.
—¡Divertido!—Hermione soltó una risa sarcástica—¡¿Poner en peligro la vida de una mujer es divertido?!
La mirada de la sacerdotisa se volvió fría.
—Yo no maté a tu madre, Hermione. ¡Fue Uther!—exclamó—Le advertí—repitió—Le advertí que para crear vida otra debe ser sacrificada y no le importó. ¡Yo jamás elegí a Ygraine! ¡Esa no es mi decisión!
—¡Bien! ¡Ahí tienes una vida! ¿Y la otra?—quiso saber Hermione—¿Quién dio su vida a cambio de la de la princesa?
—Nadie. Por eso te hace tan especial, Hermione. Tú naciste directamente de mi magia. ¡Desde el momento en que estabas en el vientre de tu madre supe que compartiríamos ese poder! Pensé que sería una buena sorpresa para Uther pero cuando su mujer murió, sólo te despreció. ¡Te despreció! Me pidió que te llevara lejos, que te apartara del reino…
—¡No soy su hija!—repitió Hermione, casi con desespero.
Pero Nimueh no la oyó o no le hizo caso. Siguió con su relato, contándolo con mayor pasión. Sus ojos parecían perdidos en los recuerdos pero Hermione estaba segura que si intentaba escapar, rápidamente la atraparía.
—¡Le dije que le daría tiempo para que se despidiera de ti! ¿Y sabes lo que dijo?—le preguntó pero no esperó respuesta—Que te lleve esa misma noche. ¡No tenías ni un día de vida y él ya te quería lejos por el simple hecho de que tenías magia! ¡Te despreció, Hermione! ¡Te desechó de su vida como si no fuera nada más que escoria!—le gritó—Le hizo eso a su propia hija. ¿En qué clase de padre lo convierte?
Hermione sintió un terrible nudo en su garganta. Se repitió, una y otra vez, que ella no era realmente la hija de Uther, que no podía serlo. Pero si lo que Nimueh decía era verdad… Tragó saliva y agachó la mirada… ¿Qué clase de padre era Uther Pendragon? ¿Qué clase de padre desprecia a su hijo tan rápidamente por el simple hecho de ser diferente? ¿Quién es tan frío y despiadado como para hacer una atrocidad como esa?
Al parecer, Uther lo era.
—Te tomé esa misma noche, como le había prometido—siguió contando Nimueh—Corrí por el bosque contigo en mis brazos… ¡Eras tan pequeña que temía herirte sin que me diera cuenta! Uther me había dicho que mandaría a los guardias por un camino diferente al que nosotras nos dirigíamos pero no cumplió su palabra. ¡Dejó que todos los caballeros de Camelot fueran detrás de mí!
—¿Por qué cambiaría de opinión?—preguntó, contenido sus ganas de llorar.
—Los guardias aseguraron que querían recuperarte pero yo sabía que no era así. Ellos tenían orden de matarnos.
—¿Cómo lo sabes?
—¿No es obvio? ¡¿Por qué crees que inició todo esa locura de la purga?! ¡Exterminó a cada hechicero con el que se topó no solo por venganza sino también porque quería encontrarte y acabar contigo! ¡Le recordabas a su mujer! Le recordabas la razón de su muerte ¡Eres la viva imagen de su culpa!
Hermione apretó los labios, negando con la cabeza.
—Si hubiera sido así, cuando aparecí en Camelot, me hubiera matado.
—¿Has hecho magia delante de él?
—No—aseguró—Eso sería muy estúpido de mi parte.
—Y tú no lo eres—indicó—Por eso Uther no acabó contigo. Cree que mentí o prefiere creerlo… Sabe que eres su hija y por eso no se atreverá a matarte hasta que no confirme que realmente tienes magia. Pero dale una razón. Sólo una y él no dudará en hacer lo que sea necesario.
Hermione se sentía enferma, abrumada por lo que oía. Quería seguir creyendo que nada de eso era real, que ella era simplemente la hija de los Granger, la pareja amorosa que la había criado, que la había visto crecer mientras le daban todo el afecto que eran capaces de ofrecer.
—¿Qué sucedió en el bosque cuando te perseguían?—preguntó, encontrando la voz para hablar.
—Me rodearon. Yo tenía el poder para defenderme pero tú apenas tenías unas horas de vida. Si intentaba hacer cualquier hechizo defensivo o si los guardias lanzaban alguna flecha y te daban…—su voz tembló ligeramente— No, habría sido muy imprudente de mi parte tenerte en medio de esa batalla. Hice lo único lógico que se me ocurrió en ese momento. Mandarte lejos.
—¿A dónde?
—¿Qué más lejos que un futuro tan lejano que ni Uther ni Arturo ni Camelot existían? Un futuro donde ellos no eran más que una leyenda—dijo con seriedad—Te vigilé desde el primer momento. Hice que la pareja que te encontrara fuera una que te tratara bien, que te mereciera.
—¿Tú elegiste a mis padres?
—No eran tus padres realmente—le recordó—Ellos te criaron pero fue Uther quien te engendró. Pero él no te merecía. No te merece. Los Granger aceptaron tus poderes y no te despreciaron como él. Cuando recibiste tu carta, me sentí profundamente orgullosa de ti. ¡Aprendí a quererte, Hermione! ¿No puedes verlo? Podría haberte traído de regreso mucho antes pero dejé que vivieras allí hasta que fue imposible. No era tu tiempo, ni tu hogar. ¡No pertenecías allí! Tu cuerpo lo sabía, tú magia era incapaz de adaptarse, por eso fueron deteriorándose con el tiempo… Pero cuando llegaste aquí todo cambio. Lo notaste, ¿Verdad? Pudiste sentir nuevamente tus poderes corriendo por tus venas. Pudiste sentir el cosquilleo de la magia que pujaba por salir a la luz…
—¿Cómo sabes todo eso?
—¡Porque yo te creé, Hermione! Mis poderes te hicieron… Tienes un gran potencial. Solo debes aprender a sacarlo a la luz. Hay tantas cosas que desconoces que yo puedo enseñarte. ¡No tienes idea del conocimiento que poseo! ¿No quieres aprender?
—No—dijo sin siquiera pensarlo.
—¿No quieres estar preparada para el destino que te tocará enfrentar?
Hermione no supo a qué se refería. ¿Destino? ¿Hablaría de lo mismo que había mencionado el Gran Dragón la otra vez?
—¿Proteger a Merlín?
Nimueh asintió, colocando una pequeña sonrisa de satisfacción de sus labios, sabiendo que había conseguido capturar su atención.
—Así es, Hermione. Veo que Kilgharrah te ha estado enseñando bien…
—Más bien, lo mencionó—la corrigió con seriedad.
La Sacerdotisa rodó los ojos con cierta exasperación.
—Los dragones siempre actúan misteriosamente—dijo—Nunca los entendí. A pesar de que la Antigua Religión nos une, no los soporto—confesó—Por eso nunca fui a liberarlo. Grandes bestias, grandes conocimientos, pero sólo responden a unos pocos.
—Pero decía la verdad, ¿no?
—Lo hacía.
—Sin embargo, a pesar de que sabías que mi destino estaba en ser protectora de Merlín, tú misma quisiste matarlo.
—En aquel entonces no era consciente de su destino, ni siquiera del tuyo. Créeme, Hermione, la magia es como un ser viviente que evoluciona y cambia constantemente, es impredecible, por lo que conviene aprender todo lo posible para manejarla. ¿Y quién mejor que yo para darte todo esos conocimientos necesarios? Permite que yo te enseñe y descubrirás todos sus secretos.
La tentación era enorme.
—No—musitó.
Los ojos de Nimueh se estrecharon peligrosamente cuando la oyó decir aquella simple palabra.
—No lo entiendes—le aseguró.
—No—la contradijo Hermione—Tú no lo entiendes. Intentaste matar a mi hermano, acabar con la vida de inocentes en Camelot y engañaste a Merlín para que bebiera de la copa. Te lo dije, estoy furiosa contigo. No aceptaría jamás que me enseñaras nada ni si fueras la última persona del planea. No confío en ti.
La Sacerdotisa guardó silencio durante unos momentos hasta que finalmente sonrió con cruel burla.
—Es una lástima oír eso—dijo—Me habrías ahorrado unas cuantas molestias.
—¿Qué quieres decir?
—Mandé a una de mis pequeñas mascotas a Camelot. Su trabajo era dar sólo una advertencia, pero, ahora que te has negado, me temo que tendré que cambiar de plantes.
Hermione se tensó.
—¿Qué? ¿Qué vas a hacer?
—Nada grave. Sólo matar a tu hermano.
—¡No! ¡No, no puedes!—exclamó implorante—¡Cambié de opinión! ¡Dejaré que me enseñes!
—¡Oh, lo siento, mi lady!—puso una falsa expresión de lástima—Pero ya has tomado tu decisión y yo la mía.
…
La búsqueda de la Bestia fue terrible. Merlín logró acabar con ella utilizando magia, pero Arturo había sido herido. Uno de los colmillos de la criatura le había mordido en el hombro, inyectándole un letal veneno que poco a poco fue recorriendo sus venas. Cuando lo llevaron a Cámelot, apenas respiraba. Merlín había tirado todas las cosas que había en la mesa de las cámaras de Gaius para dejarla libre y unos guardias habían colocado allí el cuerpo del príncipe.
—¡¿Qué ha pasado?!—inquirió Gaius, apareciendo inmediatamente.
—Lo ha mordido—explicó Merlín con el corazón casi saliéndosele del pecho.
—Deben decírselo al Rey—les ordenó el anciano a los dos Caballeros que habían ayudado a llevar a Arturo a aquel lugar—¡Rápido!
Ambos se alejaron a toda prisa.
—¡Tiene que haber algo que podamos hacer!—exclamó Merlín.
—Ojalá lo hubiera.
—Encontraré la cura—aseguró corriendo a sus habitaciones y buscando, bajo la tabla escondida, el libro de hechizos.
—¡Merlín!
—¡Confía en mí!—exclamó, volviendo con el libro en manos para luego apoyarlo en otra mesa.
Al verlo, Gaius abrió los ojos con horror.
—¡El rey llegará en cualquier momento!—le recordó—¡No puedes traer eso aquí!
—¡No puedo dejarlo morir! Mi destino es protegerlo. Aún no hemos hecho todo lo que podemos hacer.
El galeno lo contempló con seriedad.
—Ese es el lamento de todos los hombres—le dijo.
—Gaius—lo miró implorante—Es mi amigo.
Esperaba que esas simples palabras lograran hacerle comprender. Le había dolido mucho haber discutido con él por Hermione. No quería que ahora, cuando más necesitaba su apoyo, lo abandonase.
—Entonces, sálvalo—le dijo el anciano, concordando.
No tuvo que decírselo dos veces. Utilizó sus poderes para buscar hechizos en el libro que ayudaran a curar heridas o impedir envenenamientos pero cada uno de los que utilizaba eran igual de inútiles.
—Quizás los hechizos necesitan tiempo para hacer efecto—dijo en un intento de darse esperanzas.
—El mordisco de la Bestia Buscadora es una sentencia de muerte que la magia no puede deshacer—indicó Gaius.
—¡¿Dónde está mi hijo?!—el grito de Uther se hizo oír hasta el interior de las cámaras—¡¿Dónde está Arturo?!—no tardó en aparecer corriendo—¡Arturo!
Se acercó al cuerpo inconsciente del príncipe y lo abrazó sin dudarlo, sintiendo su lenta respiración. Su rostro estaba pálido y cubierto de un sudor frío.
—¡Has algo Gaius!—le imploró al galeno con los ojos bañados en lágrimas.
—Lo estoy intentando, su majestad—le aseguró, colocándose delante del libro, dándole la oportunidad a Merlín de cerrarlo rápidamente para que nadie se diera cuenta de su contenido.
—Gaius encontrará una cura—aseguró el muchacho—No lo dejará morir.
—Haré todo lo posible—corrigió el anciano, lanzándole una mirada de advertencia a Merlín.
—Lo llevaré a su recámara—dijo el rey, colocando el brazo de su hijo alrededor de su cuello para luego alzarlo con toda su fuerza.
Arturo era casi tan grande como su padre por lo que representaba un enorme esfuerzo para Uther cargarlo. Pero no le importó. El corazón acelerado hacía que la adrenalina se esparciera por todo su cuerpo, alejando momentáneamente el miedo de perder a sus dos hijos casi al mismo tiempo.
Para llegar a las cámaras del príncipe había que atravesar el patio interno del castillo, por lo que muchos vieron con asombro como el Rey acarreaba en sus brazos el cuerpo inerte de su hijo. Merlín y Gaius lo seguían de cerca, incapaces de intervenir. Pero cuando finalmente el hombre no pudo soportarlo más y rompió en llano, cayendo de rodillas en el suelo, el anciano hizo una seña a un par de guardias para que ayudasen. Ellos tomaron a Arturo y lo llevaron al interior. Gaius lo tomó por los hombros y lo ayudó a ponerse de pie.
La escena era demasiado funesta como para poder soportarla. El rey lloraba desconsolado en brazos del anciano. Morgana observaba con dolor desde la ventana de su habitación. Hermione se encontraba quién sabe dónde. Poco a poco Camelot se desmoronaba.
Merlín tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no caer en un oscuro letargo. No tenía idea alguna de qué debía hacer así que recurrió al único ser en el que antes había conseguido consejo.
Corrió por el castillo hasta dar con el pasillo oscuro. Encendió una antorcha y velozmente entró en la cueva. El enorme dragón estaba de pie justo enfrente de la entrada.
—Le he fallado a Arturo,—dijo Merlín sin dar vueltas—fallado en mi destino.
—Sin embargo, tú no estarías aquí si eso fuera cierto—lo contradijo el dragón.
—¡Ha sido mordido por la Bestia Buscadora!—exclamó—¡Va a morir!
—¿Todavía respira?—quiso saber.
—Difícilmente—indicó.
—Entonces aún hay tiempo de curarlo—aseguró.
—¡He tratado!—exclamó con desespero—¡He tratado pero no pude salvarlo!
—No sabes cómo salvarlo—lo corrigió.
—¿Pero tú puedes decirme cómo?—preguntó intentando no crearse esperanzas vanas.
—Quizás—respondió el dragón—Pero no será fácil.
—¡Haré lo que sea!
El animal entrecerró los ojos.
—¿Lo que sea?—inquirió.
—¡Por favor!—rogó—Simplemente dime qué debo hacer.
—Muy bien. La bestia buscadora es una criatura invocada por la Antigua Religión—dijo—por lo que debes usar la misma magia antigua para salvarlo.
—Pero…La Antigua Religión desapareció hace años.
Aquellas palabras parecieron exasperarlo. Extendió sus alas rápidamente y las batió.
—¡La Antigua Religión es la magia de la tierra!—exclamó— Es la esencia que mantiene las cosas unidas. Permanecerá más allá del tiempo de los hombres.
—¿Pero cómo puede eso ayudarme?—inquirió.
—Debes encontrar a aquellos que aún la siguen. Aquellos que mantienen el dominio sobre la vida y la muerte.
—¿Dónde?
—Ve al lugar al que los hombres llaman la Isla de los Bendecidos, donde el poder de los ancianos aún se siente. Allí descubrirás la salvación para Arturo… y quizás algo más.
Merlín lo contempló extrañado.
—¿Qué más?
—A la princesa.
El pecho de Merlín se llenó de un terrible alivio. Quizás no deberías de adelantarse a los hechos pero ¿Salvar a Arturo y encontrar a Hermione de una sola vez?
—¡Gracias!—exclamó siendo absolutamente sincero.
—Merlín—lo llamó—El príncipe Arturo debe vivir, no importa a qué costo.
Aquella advertencia le extraño pero asintió antes de salir corriendo de allí hacia las cámaras de Gaius.
—Merlín, has vuelto—le mostró un frasco—Tenemos que darle esto a Arturo para hacerle más fácil su viaje…
—No, tenemos que salvarlo—dijo comenzando a buscar algunas cosas para su propio viaje.
—Ya hemos hecho todo lo que está en nuestras manos.
—La bestia viene de la Antigua Religión por lo que la cura debe estar en ella también.
—Hay algunos que practican aún ese arte…
—Ya lo investigué—dijo sin detenerse por un momento—Hay una isla detrás de las montañas blancas…
—¡NO!—gritó Gaius, sobresaltándolo.
—La isla de los Bendecidos. ¿La conoces?—le preguntó, aunque por su reacción ya sabía su respuesta.
—Era conocida como el centro de la Antigua Religión, el núcleo de su poder—respondió luego de una larga pausa.
—¿Por qué me lo ocultaste?—preguntó con seriedad.
—¡Porque es demasiado peligroso, Merlín!
—¡Es nuestra única oportunidad!—le gritó—Tengo que encontrarla.
—¡¿Y una vez que estés allí qué pedirás?!—exigió saber.
—La salvación de Arturo—dijo con obviedad.
—La Bestia Buscadora eligió a Arturo—intentó explicarle al joven—Eso significa que la Antigua Religión ha decidido su destino.
—¡Entonces lo convenceré de que cambien de opinión!—gritó.
—¡No es tan fácil, Merlín!—gritó el anciano a su vez, alzando más la voz para hacerlo callar y cuando se dio cuenta de lo que había hecho, tomó aire profundamente en un intento de controlarse—Las grandes curas tienen el poder de reflejar la vida y la muerte—dijo con suavidad—pero habrá un precio que pagar. Demandarán algo a cambio… Merlín—se acercó a él, contemplándolo implorante—Por favor, te lo ruego…
Podía entender el temor del anciano pero ya había tomado una decisión.
—Lo siento, Gaius—se disculpó—Pero, sea cual sea el precio, lo pagaré encantado.
¡Hola a todos! Estos días han sido de locura en mi vida así que me disculpo por no haber actualizado antes. He querido hacerlo hace unos cuantos días atrás pero ni siquiera me he podido sentar a escribir. En fin, espero que este capítulo les haya gustado y que estén ansiosos por leer el que sigue.
Aquí van algunos adelantos:
—¿Hermione?—preguntó con los ojos abiertos como platos—¡Hermione!
Él se dispuso a abrazarla pero ella retrocedió. El rey la contempló confundido. Era su hija, no había duda. Tenía el mismo vestido con el que la había visto la última vez, salvo que ahora estaba más sucio. Su cabello se encontraba algo revuelto pero esos risos le resultaban inconfundibles. Y esos ojos casi dorados… eran los de su niña. Pero ahora se encontraban ensombrecidos.
...
Incapaz de controlarse sintió que la profunda tristeza que sentía empujaba a través de su garganta y salía en forma de un sollozo. Gaius lo contempló con profundo abatimiento.
—Merlín, ojalá hubiera algo que yo pudiera hacer—dijo conmovido.
...
—Hermione es mi hermana, es una princesa y está muy por encima de tu categoría—le dijo el príncipe.
—Lo sé, lo sé… Sólo somos amigos…
—¿Estás seguro que lo sabes?—le preguntó entre dientes, apretando más su pañuelo, cortándole el aire.
—Absolutamente… ¡Arturo! ¡Por favor… no respiro!
