Lotus-One: Si después de leer este capítulo aún tienes dudas, no dudes en hacérmelas y te las responderé lo mejor que pueda.
LA MUERTE DE ARTURO
Merlín se marchó y Gaius se quedó al lado del príncipe, cuidándolo, intentando mantenerlo con vida, como le había pedido el muchacho. Pasó todo el día a su lado hasta que Gwen vino a revelarlo. Era ya tarde y el cielo se había oscurecido cuando salió de las cámaras del príncipe y, en un pasillo, se encontró con Uther contemplando a través de la ventana.
—¿Hay algo que pueda traerle, su majestad?—le preguntó.
Él no se volteó.
—El pueblo ha comenzado a despedirse—dijo observando a muchos ciudadanos de pie, frente al castillo, con velas encendidas en sus manos, velando por su príncipe.
—Aún no se ha ido, sire.
—Pero no va a recuperarse—respondió rápidamente, volteando levemente.
—No sin un milagro—indicó Gaius mientras pensaba en Merlín.
—Yo no creo en los milagros. Durante toda mi vida he tenido que luchar por lo que quería. Nunca tuve las cosas de modo fácil. Para mí, los milagros son meros cuentos para personas crédulas que luchan en contra la pérdida de la esperanza.
Gaius se quedó sin saber qué decir. Uther se giró y se alejó de la ventana.
—Seguramente pensarás que soy un ser despreciable por no tener esperanzas.
—No pesaría eso nunca, señor—le aseguró—Cada uno lidia con los conflictos a su manera.
Uther rió sin gracia.
—Pero piensas que soy un maldito por no buscar a Hermione.
El galeno se debatió internamente entre decir lo que realmente pensaba o guardar silencio.
—Asumo que tiene sus razones—dijo finalmente.
—Las tengo—confesó hablando con absoluta seriedad—Estoy aterrorizado.
Gaius lo contempló con sorpresa.
—¿Excelencia?
—¡Estoy aterrorizado, Gaius! ¡Leíste la nota! ¡No hace falta mucho para darse cuenta quién la tiene!—exclamó dejando de mostrar calma y seriedad—¡Ella! ¡Esa maldita bruja! ¿Qué puedo hacer yo contra ella? ¡Sería capaz de dar mi propia vida! Pero no la aceptaría. Sabe que teniendo a Hermione me causa más dolor…
—Señor…
—Además, no sabría dónde comenzar a buscar, Gaius. Y no podía simplemente mandar a Arturo… Temía por su vida… ¡Y mira ahora! ¡Mi niña ha sido raptada y mi hijo muere en esa cama!—señaló las habitaciones del príncipe—Tengo tanto, tanto miedo de perderlos a ambos…
…
El viaje era largo pero recordaba perfectamente las palabras del dragón que le permitieron guiarse a través de las extensas tierras. Cruzó galopando velozmente el valle de los Reyes Caídos viendo las Montañas Blancas en el horizonte. Encontró un pasaje entre ellas y llegó hasta el borde de un inmenso lago en cuyo centro se veía, perdido entre la niebla, un castillo en ruinas. Desmontó y ató el caballo a un árbol. Caminó hasta la orilla hasta que vio un pequeño muelle en el que estaba amarrado un bote de madera. Decidido, subió a él y con un hechizo hizo que éste se moviera suavemente por la superficie del agua oscura.
El viento frió que soplaba le helaba la cara pero seguía con el rostro en alto, observando el castillo que iba apareciendo más claramente delante de él. A medida que se acercaba, su corazón se iba acelerando por los nervios. El bote se adentró en el interior, donde lo recibieron muros altos y llenos de humedad, con ladrillos desprendidos, que simulaban un solitario laberinto. El agua bajo él estaba cubierta de hojas muertas. Era casi la representación de la ruina de la Antigua Religión.
Tomó aire profundamente cuando el bote se detuvo junto frente a una entrada. Armándose nuevamente de valor, bajó y comenzó a caminar por el interior hasta que se encontró con una zona amplia, cubierta de un pasto muy verde y vivo, contradiciendo el ambiente mortuorio de alrededor. Había pilares tan altos como él, hechos de roca tallada que parecían haber salido desde el mismo interior de la tierra. Unos metros más allá, una especie de altar alargado.
Merlín miró a su alrededor buscando a alguien.
—¿Hola?
Durante unos momentos no hubo ninguna respuesta hasta que oyó que alguien hablaba detrás de él.
—Hola, Merlín.
Se volteó rápidamente y observó a la mujer. Su rostro era demasiado fácil de reconocer.
—¿Tú?
Ella sonrió.
—¿Sabes quién soy?
—Nimueh—la miró fijamente y comenzó a negar con la cabeza—No puedes ser la persona a la que el dragón se refería.
—¿Por qué no?—preguntó ella sin borrar la sonrisa burlona de sus labios.
—Intentaste matarme—le recordó.
—Antes de entender tu importancia—se excusó—Y Arturo… —se detuvo unos momentos a meditar sus palabras—Ahora seré su salvación.
—¿Sabes lo que he venido a pedirte?—preguntó sorprendido.
—Sí.
—¿Lo harás?—le preguntó.
—No tengo el poder de reflejar la vida sin dar nada a cambio—le respondió.
—Sé que hay un precio que pagar.
—Para dar vida debe de haber una muerte—le explicó—El equilibrio del mundo debe ser restaurando.
—Gustosamente daré mi vida por la de él—indicó Merlín sin titubear.
Ella le sonrió ampliamente.
—Qué valiente eres, Merlín—le dijo—Ojalá fuera tan fácil…
—¿Qué quieres decir?—preguntó confundido.
—Una vez que entres a este acuerdo no puedes salir de él.
Él no entendía a dónde quería llegar con esas palabras.
—Sea lo que sea que tengo que hacer, lo haré—aseguró—Su vida vale cien veces la mía.
Ella asintió e hizo aparecer una copa de oro.
—La copa de la vida—le indicó—Bendecida por siglos de poderosa brujería. Contiene los secretos de la vida. Si Arturo bebe agua de esta copa… vivirá…
Merlín dio un paso hacia adelante, acercándose a ella. Tomó la copa que le ofrecía dándose cuenta que realmente era muy liviana. La Sacerdotisa alzó los brazos al cielo y gritó un hechizo. Rápidamente los cielos se cubrieron de gruesas nubes oscuras. Se oyó un trueno y comenzó a llover. Poco a poco la copa fue llenándose de ese líquido que caía del cielo y, cuando el contenido tocó el borde, la lluvia se detuvo de repente.
Nimueh le pidió la copa y él se la tendió. La vio colocar el agua dentro de un vial que se apresuró a cerrar y a entregárselo.
—El acuerdo está cerrado—dijo pero cuando él tomó el vial, ella aferró con fuerza su brazo, deteniéndolo y le sonrió—Espero que te agrade.
Merlín se apresuró a alejarse. Ella le daba escalofríos. Miró a su alrededor mientras andaba de nuevo hacia el bote. El dragón le había dicho que allí encontraría a…
—¡Hermione!
Ella se encontraba de pie al lado de la salida. La vio girar el rostro y descubrió sus ojos rojos e hinchados de tanto llorar. No lo pensó ni un momento. Verla allí, completamente a salvo, hizo que su pecho se llenara de una alegría que apenas cabía dentro de sí. Corrió hacia Hermione y la rodeó con sus brazos, alzándola del suelo. La joven le devolvió el abrazo con una fuerza abrumadora, casi clavando sus dedos en su espalda.
—¡Estaba tan preocupado por ti!—exclamó, soltándola.
Pero la mirada de Hermione sólo reflejaba una agonía que le carcomía el alma.
—¿Arturo?—preguntó con temblando—¿Él…?
—Aún está vivo—la tranquilizó—Y aquí tenemos el modo de salvarlo—le mostró el vial—Nimueh me lo dio.
Hermione lo contempló confundida.
—¿Estás seguro?—preguntó.
—Sí… pero debemos irnos, rápido—la tomó de la mano y la llevó al bote—Salvemos a Arturo.
Por el entusiasmo que lo embargaba Merlín no pudo notar como la expresión de la chica se ensombrecía.
…
—¡Hermione!
El grito de Gaius al verla la sobresaltó. Ella sólo le sonrió levemente, intentando contener sus ganas de huir de allí.
—¡¿Dónde te habías metido?!—le preguntó y sin esperar a que respondiera la envolvió en sus brazos.
A diferencia de con Merlín, esta vez no pudo responderle pero el anciano no se sintió ofendido.
—¿Cómo está Arturo?
—Débil—contestó con sinceridad.
—¡Mira!—Merlín se adelantó y le tendió el vial—Tenemos que darle esto a Arturo.
—¿Qué es?
—Es agua, extraída de la copa de la Vida. Si Arturo bebe de ella se recuperará… ¡Por favor, Gaius, apresúrate!
El anciano comenzó a caminar pero se detuvo de repente. El joven mago lo contempló confundido.
—¿Qué estás esperando?—preguntó.
—¿Qué precio pagaste para redimir su vida?—exigió saber—¿Qué vida acordaste?
—No tenemos tiempo.
—¡Merlín!
—No te preocupes, Gaius—intentó tranquilizarlo—Todo va ir bien.
Los tres caminaron hacia las cámaras de Arturo, donde Gaius y Merlín le dieron de beber el agua. Justo cuando estaban terminando, las puertas se abrieron y dejaron entrar a un Uther preocupado. Hermione retrocedió unos pasos, casi ocultándose detrás del anciano.
—¿Qué están haciendo?—preguntó—¿Qué le están dando?
—Es…eh….—Gaius tartamudeó—Un preparado que he hecho con las hojas de la planta de Lovelia. Es un antiguo remedio para mordeduras venenosas.
Los ojos del rey se llenaron de esperanza.
—¿Una cura?—preguntó.
—Eso esperamos. Es nuestro último recurso—miró al rey y vio sus oscuras ojeras—Quizás debamos dejarlo que descanse, mi lord…
—No voy a apartarme de su lado.
Tanto Merlín como Gaius hicieron una reverencia y se dispusieron a marcharse. Hermione los siguió en completo silencio, queriendo salir de allí inmediatamente. Pero fue ese momento en que Uther la vio.
—¿Hermione?—preguntó con los ojos abiertos como platos—¡Hermione!
Él se dispuso a abrazarla pero ella retrocedió. El rey la contempló confundido. Era su hija, no había duda. Tenía el mismo vestido con el que la había visto la última vez, salvo que ahora estaba más sucio. Su cabello se encontraba algo revuelto pero esos risos le resultaban inconfundibles. Y esos ojos casi dorados… eran los de su niña. Pero ahora se encontraban ensombrecidos.
—¿Qué sucede? ¿Dónde estuviste? ¿Qué te pasó?
Pero ella no se dignó a responderle. Salió de allí con largos pasos, dejando a todos asombrados por la frialdad con la que trataba al rey. Uther salió corriendo detrás de ella, llamándola a grito.
—¡Hermione! ¡Hermione, espera! ¡Ven aquí!
Ella se detuvo y se giró rápidamente, lanzándole una mirada que, si hubiera podido, lo hubiera matado en ese mismo instante.
—¡¿Para qué me quieres a tu lado, padre?!—le preguntó con su voz destilando desprecio—¿Vas a rechazarme de nuevo? ¡¿Va a seguir diciendo mentiras?!
Uther se mostró desconcertado. No quería creer que ella sabía la verdad. ¿A caso esa maldita bruja le había dicho…?
—¿De qué hablas? Hermione, por favor. Jamás te rechazaría. Eres mi hija.
Hermione iba a responderle pero notó que Merlín, Gaius y otros sirvientes más comenzaban a rodearlos, ansiosos por escuchar con detalles la discusión. Uther siguió su mirada y supo que debían apartarse de los oídos indiscretos. Sin darle tiempo a reaccionar, la tomó del brazo y la arrastró a una habitación del castillo.
—¡Suéltame!—exigió Hermione—¡Déjame ir!
Pero él no la soltó hasta que se cerró la puerta detrás de ellos, dejándolos solos. Ella corrió lo más lejos posible inmediatamente.
—¿Dónde estuviste?—volvió a preguntar.
—Con Nimueh—contestó ella sin dudar ni un minuto en responder—Me contó una pequeña historia que estoy seguro que conoces muy bien… Sabes, realmente creí todo este tiempo estar viviendo una especie de sueño, deseando que te dieras cuenta que yo no era tu hija realmente. Que no podía serlo… —los ojos se le llenaron de lágrimas de rabia—¡Pero ahora me entero que sí lo eres! Lo admito, he estado cegada todo este tiempo…—se limpió las lágrimas que caían por sus mejillas rápidamente—negándome a ver la realidad… —rió con sarcasmo pero su voz se quebró al final—Mi propio padre me entregó porque alguien le dijo que yo tenía magia.
—Hermione, yo no…
—¿No?—inquirió desafiándolo a volver a intentar mentirle—¿Qué clase de padre eres? ¡Me despreciaste! ¿Y qué culpa podría haber tenido yo con solo unas pocas horas de vida? ¡No sabes cómo deseo no haber venido nunca aquí, no haberte conocido nunca! ¡Eres un despreciable sin vergüenza que se oculta bajo una corona! ¡Fuiste un mal esposo y un mal padre!
Uther se sentía incapaz de defenderse del ataque de palabras que le estaba lanzando su hija. Sentía su corazón romperse con cada insulto y su alma resquebrajarse lentamente. Cerró los ojos deseando que aquello acabara pronto.
—Tienes razón—murmuró.
Ante estas simples dos palabras los ojos de Hermione se abrieron enormemente y su terrible furia se aplacó enormemente.
—¿Qué?—inquirió incapaz de creerlo—¿Dijiste que tengo razón?
Uther, tragándose el orgullo, asintió.
—Ya te he perdido una vez, Hermione. No quiero volver a perderte. Te diré todo lo que quieras saber—le aseguró— ¡En aquel tiempo estaba desesperado por tener un heredero que no pensé claramente las consecuencias! Cuando tu madre murió supe que la culpa era mía pero también de la magia, porque había sido la que me la había arrebatado—explicó—por lo que, cuando Nimueh me dijo que poseías magia, no pude soportarlo y le rogué que te alejara de mi. ¡Pero esa misma noche me arrepentí! Eras mi hija… no me importaba cómo hubieras nacido.
—¿Habrías aceptado la magia?—preguntó casi con esperanzas de encontrar un poco de bondad dentro de aquel hombre.
—Te habría enseñado a vivir con ella—le respondió y Hermione sonrió levemente; incentivándolo, Uther continuó—A darte cuenta que es peligrosa y que no debías de ocuparla jamás. ¡Podríamos haber vivido con total normalidad!
La sonrisa de Hermione fue decayendo lentamente.
—Te busqué por cada rincón pero nunca pude encontrarte. Siempre que ordenaba destruir a los brujos con los que me topaba, te buscaba entre ellos listo para sacarte de esa vida vergonzosa—siguió diciendo él—¡Te amo con toda mi vida, Hermione! ¡He estado tan preocupado por ti estos días!
Ella bajó la mirada hacia sus manos. Casi había pensado que había esperanzas para él pero no era así. Su padre. La revelación aún la hacía estremecer. Lo único bueno de aquella confesión era que había logrado arrancarle la verdad. Una verdad agridulce pero verdad, al fin y al cavo. Tomó aire profundamente y lo contempló.
—Me costará mucho tiempo perdonarte—le dijo sintiendo como una punzada de dolor comenzaba a martillar en su cabeza—pero nunca fui una persona rencorosa.
El rey asintió, entendiendo. Dio un paso tentativo hacia adelante y al ver que ella no retrocedía, se le acercó y la abrazó. Hermione no le devolvió el abrazo pero consideró un avance el hecho de que no lo rechazara. Suavemente dejó un beso en su frente.
—Me alegra que estés nuevamente aquí. Has sido muy valiente al escapar de ella.
Hermione no lo corrigió de su error. Era preferible que siguiera pensando que había huido de Nimueh en vez de tener que enterarse que la Sacerdotisa la había liberado, devolviéndole su varita inclusive.
—Ve con Arturo—le dijo—Él necesita tenerte a su lado en este momento.
Uther asintió pero pronto su ceño se frunció.
—¿Le dirás lo sucedido?
—No—ya lo había pensado—Sólo sería traer conflictos innecesarios.
—Gracias… Hermione—la miró con toda seriedad—Necesito que me digas algo y que seas completamente sincera conmigo. ¿Me prometes que me responderás con la verdad?
—¿Qué quieres saber?
Él pareció dudar unos momentos.
—¿Tienes magia? ¿O simplemente fue un invento de esa maldita bruja para separarme de ti?
Hermione lo miró directamente a los ojos.
—No—mintió, sintiendo la más profunda tristeza nacer en su pecho—No tengo.
El rey asintió y nuevamente le besó la frente como si estuviese completamente orgulloso de ella antes de salir de la habitación, dejándola sola. A los pocos momentos, Merlín ingresó. Su rostro tenía una expresión preocupada.
—¿Está todo bien?
—No. Uther es mi verdadero padre—le contestó ella, cruzando a su lado sin siquiera mirarlo porque si lo hacía en ese instante que se sentía tan débil se rompería en dos y terminaría llorando en el suelo desconsoladamente.
…
Merlín caminaba de un lado al otro en el interior de las cámaras que compartía con Gaius. El anciano se encontraba con Arturo y el rey… Uther… aún no podía creer que era el verdadero padre de Hermione. Había intentado hablar con ella para pedirle más explicaciones pero se había encerrado en su habitación junto con su sirvienta, Morgana y Gwen. Las tres la habían rodeado en un feroz abrazo y le habían asegurado que la harían sentir bien nuevamente. Pero él recordaba la mirada de Hermione. Parecía tan… desolada.
Las puertas se abrieron de repente y Merlín contempló a Gaius con ansiedad.
—El príncipe vive—le informó.
Aliviado, soltó un largo suspiro mientras sonreía pero la mirada preocupada que le lanzó el anciano hizo que ésta se borrara inmediatamente. Los dos sabían que debían de pagar el precio debido.
…
Hermione, una vez bañada y vestida, se acercó a las habitaciones de Arturo, no deseando nada más que verlo recuperado. Morgana le había informado que había despertado hacía menos de cinco minutos. Abrió la puerta levemente, casi ansiando correr y saltar sobre él, pero lo oyó hablando con alguien.
—Puedo recordarte acariciando mi frente…
—¿Puede?
Esa era la voz inconfundible de Gwen y sonaba terriblemente alarmada.
—Acariciaste mi frente…
—Estaba cuidado de su fiebre—se excusó ella con notables nervios.
—"Nunca pierdo la esperanza"—recordó Arturo.
—Sólo estaba hablando…
—Dime otra vez lo que dijiste—pidió.
—No lo recuerdo.
—Sí, lo recuerdas.
—No, no lo hago.
—¡Vamos! Algo del hombre que soy en mi interior…
—No, yo nunca he dicho eso.
Hermione contuvo la risa. Si ella había dicho cosas mientras él estaba inconsciente, nunca lo admitiría.
Dio un paso atrás y cerró la puerta silenciosamente. Si esos dos estaban destinados a casarse sería mejor darles un poco de intimidad para que empezaran a conocerse.
…
La noche se había ido llenando de nubes oscuras que invadieron el cielo nocturno rápidamente y la lluvia no tardó en caer sobre Camelot. Merlín, sentado en su cama, solo esperaba. Iba a morir. Lo sabía porque ese era el trato que había hecho. Ahora Arturo estaba a salvo y eso era lo que importaba. Pudo oír a Gaius preparándose para ir a dormir del otro lado de la puerta. Sabía que él lo sospechaba pero no se había atrevido a confirmárselo. No quería que le diera una charla larga sobre lo importante que era y sobre lo estúpido de su actuar.
No, él creía que todo sería más sencillo si no se despedía de nadie. Todos recobrarían sus vidas con naturalidad, quizás recordándolo o no. No quería tampoco deprimirse pensando en eso. Así que se tendió en la cama y esperó a que el momento llegara. Pero fue el sueño el que ganó la partida y una hora después dormía plácidamente.
Se despertó a la mañana siguiente de un sobresalto, sin saber realmente qué era lo que había despertado. El sol estaba brillando suavemente en el exterior pero aún así era demasiado temprano. Se estiró aún acostado, desperezándose, y fue ahí cuando se dio cuenta que, de hecho, estaba más que vivo. Frunció el ceño, confundido por esto. ¿Qué había sucedido? Se suponía que debía de haber muerto porque había entregado su vida a cambio de la de Arturo.
—¡Merlín!—el grito de Gaius lo hizo saltar de la cama y ponerse de pie inmediatamente—¡Ven aquí!
Salió de su habitación sin perder tiempo. La voz del anciano estaba plagada de pánico. No se molestó en vestirse puesto que el día anterior se había quedado dormido sin haberse desvestido.
—¿Qué sucede?—preguntó cuando vio a Morgana de pie delante de ellos con lágrimas en los ojos—¿Qué es?
—Hermione—dijo la chica sollozando—No despierta…
No tuvo tiempo de pensar nada coherente. Simplemente salió corriendo, atravesó el patio interior y se adentró en pasillos hasta llegar a la habitación de la princesa. Gaius y Morgana habían salido detrás de él pero no lograron alcanzarlo. Él entró sin tocar, y vio a Ingrid, la doncella de Hermione, sentada sollozando suavemente. Uther se encontraba también allí, dándole la espalda a la cama donde se encontraba acostada a su hija, con su rostro serio.
Se acercó a ella y la observó. Nunca nadie imaginaría que había algo malo en ella puesto que todo su rostro se encontraba relajado y respiraba con suavidad. Parecía profundamente dormida. Constatando que el rey ni siquiera se había percatado de su presencia, extendió su mano y acarició suavemente su mejilla. Sintió la piel helada casi quemándole los dedos. Se apartó rápidamente, temblando notablemente, sintiendo su corazón oprimido en el interior de su pecho.
—No…—gimió, casi llorando.
Una mano se posó sobre su hombro y él giró el rostro para encontrarse con Gaius. Él y Morgana acababan de entrar.
—Su vida se apaga—explicó—No hay nada que hacer.
—¡No, debe de haber algo!—gritó.
El rey volteó el rostro y los observó atentamente antes de salir allí con prisa sin decir ninguna palabra. Merlín notó que él también parecía haber estado llorando.
—¿Puedes ir a comprobar por Arturo?—preguntó el anciano a Morgana. Ella lanzó una mirada a Hermione antes de asentir y marcharse—¿Ingrid?
La muchacha temblaba notablemente cuando alzó sus ojos hacia el galeno.
—¿Si?
—Entibia un poco de agua. Colocaremos compensas tibias en la frente de Hermione para hacerla entrar en calor.
La chica asintió, se puso de pie y también se alejó. Merlín entendió que todo lo había hecho para que ambos se quedaran solos.
—¿Con quién te encontraste?—le preguntó serio—¡¿Con quién hablaste en la isla?!
—Nimueh—respondió.
—¿Nimueh?
—Fue como tu dijiste—indicó—Ella reclamó una vida… ¡Pero yo acordé la mía, no la de Hermione! ¡Nunca haría nada para dañarla!
Incapaz de controlarse sintió que la profunda tristeza que sentía empujaba a través de su garganta y salía en forma de un sollozo. Gaius lo contempló con profundo abatimiento.
—Merlín, ojalá hubiera algo que yo pudiera hacer—dijo conmovido.
…
Merlín entró en las cámaras de Gaius completamente serio. Llegaba de ver al dragón y la conversación que habían tenido no había ido precisamente bien. Kilgharrah siempre lo había sabido. Él aseguraba que no, pero Merlín sabía que el dragón siempre supo que Hermione pagaría el costo de la vida de Arturo.
El anciano se encontraba sentado con la cena sobre la mesa pero él no tenía apetito en ese instante. Se sentó frente a él, observando la nada con el rostro ensombrecido. No podía permitir que le sucediera algo a Hermione. No iba a quedarse de brazos cruzados mirando como ella moría. Era simplemente… impensable. Tuvo que morderse el interior de sus mejillas para no volver a llorar.
—Tengo que salvarla.
—No puedes—lo contradijo Gaius.
—Si el equilibrio del mundo necesita una vida, entonces Nimueh puede tomar la mía—dijo con decisión—Hermione no morirá.
—No, Merlín…
—Sí, volveré a la isla—aseguró sintiendo un nudo en la garganta.
Se puso de pie, dispuesto a salir inmediatamente pero Gaius se apresuró a detenerlo.
—Eres joven. Tus dones, tu destino…Son demasiado preciados para sacrificarlos.
—¿Crees que me importa mi destino?—le preguntó—¡ES HERMIONE! Mis poderes no significan nada si no puedo salvarla—lo miró fijamente, intentando que entendiera cómo se sentía en ese momento—Me has enseñado tanto. Me has enseñado quién soy y el propósito de mis dones. Me has enseñado que la magia debe ser utilizada sólo para realizar grandes hazañas. Pero, más que eso, siempre me has enseñado a hacer lo correcto.
Gaius lo contempló profundamente conmovido. Había creído que lo que Merlín sentía por Hermione era sólo un capricho. Después de todo, era joven, pero ahora se daba cuenta que a pesar de que el chico no le había dado nunca un nombre a sus sentimientos, él, con todos los años que ya acarreaba encima, podía reconocerlo fácilmente. Entendía que quisiera proteger a Arturo, pues era su amigo y su destino era grande, pero Hermione… Ella, más allá de todo, era importante para Merlín.
Lo miró fijamente y, cuando una lágrima salió de los ojos del chico, sintió que su propia alma lloraba.
—Merlín…—comenzó a decir pero guardó silencio incapaz de saber qué añadir para consolarlo.
Él se limpió rápidamente el rostro antes de ponerme de pie.
—Iré a despedirme.
…
Merlín entró a la habitación de Hermione y no se sorprendió de encontrar allí a Arturo. El príncipe tenía una venda alrededor del brazo herido pero, más allá de eso, parecía completamente saludable. No giró el rostro para verlo, simplemente miraba a su hermana con seriedad. La mano que podía utilizar la tenía acariciando con afecto el brazo helado de Hermione.
—¿Cómo estás?—le preguntó.
Arturo no cambió su posición.
—Bien—respondió escuetamente.
Merlín sabía que, aunque no fuera así, jamás lo diría.
—Es bueno verte de pie otra vez—le dijo intentando sonar alegre.
El príncipe no respondió por un largo momento. Merlín había pensado primero en despedirse de Hermione y luego ir a hablar con él pero, ahora que ya estaba allí, podía aprovechar la ocasión y partir más rápidamente.
—¿Qué quieres, Merlín?—le preguntó con clara molestia—Hoy no estoy con ánimos de hablarte.
—Me temo que eso no lo decidirás hoy.
Esta vez sí volteó el rostro y lo contempló con desprecio.
—¿A caso has olvidado con quién estás hablando?
—No—le sonrió pensando que pronto Hermione estaría nuevamente llena de vitalidad—Con un imbécil. Uno de la realeza…
A pesar de la situación, Arturo suspiró y las comisuras de sus labios se elevaron levemente pero la tristeza seguía en su mirada.
—A veces me pregunto si alguna vez cambiarás.
—No, te aburrirías—le aseguró el joven mago—Prométeme algo, Arturo, si tienes otro sirviente que no sea un lameculos.
—Si esta es tu forma de decirme que quieres dejar tu trabajo…
—No—lo interrumpió—Estoy feliz de ser tu sirviente hasta el día en que muera.
Arturo se puso de pie, sorprendido por esas palabras, y caminó hacia él.
—A veces creo que te conozco, Merlín—dijo—Otras veces…—dejó la frase inconclusa para que él llegara a sus propias conclusiones.
—Bueno, yo te conozco a ti—aseguró él—Y eres un gran luchador. Algún día, serás un gran rey.
—Que amable de tu parte—dijo sin poder dejar de sorprenderse.
—Pero debes aprender a escuchar tan bien como luchas.
—¿Alguna otra anotación?—preguntó sintiendo nuevamente el enfado.
—No… sólo… No seas un imbécil—le aconsejo—Mucho menos con ella—señaló la cama—Hermione siempre supo aconsejarte bien y, aunque la mayor parte del tiempo la escuchas, otras simplemente quieres pasarle por encima. Hay más en ella de lo que asumes pero no te tomas el tiempo de averiguarlo.
—¿Y supongo que tú sí?—le dijo con los dientes apretados—Merlín, no te mando a los calabozos por tu atrevimiento en este momento porque quiero permanecer todo lo posible al lado de mi hermana. No sé cuánto más…—su voz se quebró en ese momento pero tomó aire profundamente y logró recuperarse—Sólo vete.
—Eso haré—le garantizó. Miró a la princesa tendida en la cama y rogó, a quien fuera que estuviera oyendo sus súplicas, que funcionara lo que estaba a punto de hacer—Dile a Hermione, cuando despierte…que… que la aprecio mucho más profundamente de lo que ella imagina.
El príncipe lo contempló con el ceño fruncido. Merlín aprovechó ese momento para escapar pero justo cuando estaba cruzando a través de la puerta, se oyó su grito.
—¡¿Qué demonios…?! ¡Merlín!
Finalmente había entendido, pero él corrió con toda velocidad, huyendo. Si Nimueh no lo mataba, Arturo lo haría.
Llegó a sus cámaras para preparar sus pertenencias y se encontró con Gwen. Ella lo contempló fijamente.
—¿Gaius no estaba contigo?—preguntó.
—No—respondió confundido—¿No está aquí?
—No. Morgana me pidió que buscara su tónico para dormir pero no sé dónde está Gaius para pedírselo.
—Habrá salido a recoger algunas provisiones—indicó— Mira—se encaminó hacia la mesa—Aquí está. Esto es de Morgana.
Gwen se lo agradeció y salió de allí. Fue entonces, cuando recorrió la mirada sobre la mesa, que vio un pergamino cuidadosamente doblado con su nombre escrito en él. Lo tomó inmediatamente y lo abrió para leerlo.
Querido Merlín:
Mi vida ya está cerca de su fin. He tenido, la mayor parte de ella, muy pocos propósitos. Muy poco que será recordado. Por el contrario, la tuya, Merlín y la de Lady Hermione, están destinadas a la grandeza. Vive según los principios que te he enseñado y, con el tiempo, serás el mejor mago de la Historia. Haberte conocido ha sido mi mejor placer y sacrificarme a mí mismo por ti y por la joven a la que amas, es un honor. Tú eres y siempre serás el hijo que nunca tuve.
—¡No!—gritó Merlín con el corazón destrozado cuando terminó de leer.
Dejó caer la carta y salió corriendo de allí inmediatamente. No perdió el tiempo en buscar su propio caballo. Tomó el primero que encontró ensillado y salió de Camelot a toda velocidad dispuesto a salvar la vida del hombre que tanto le había enseñado. Gaius era como el padre que nunca logró conocer. No podía permitir que nada malo le sucediese.
…
—Nunca pensé que volvería a verte aquí—le dijo Nimueh al anciano.
Gaius se volteó rápidamente, con el corazón acelerado. Ella había aparecido de la nada.
—Mi lady—la saludó con respeto.
—Hace mucho tiempo que no me llamabas así—indicó ella con seriedad.
—He venido a pedirte un favor.
—Como lo hiciste la última vez, por Uther—le recordó sin ocultar su molestia—Aunque no te gustó el resultado.
—Te ofrezco la oportunidad de enmendar la muerte de su mujer—le dijo el galeno.
—¡He salvado la vida de su hijo! ¿Qué más pides?
—Que esta vez cobres el precio justo. Merlín está dispuesto a entregar su vida a cambio de la de Hermione. Quiero que tomes la mía en su lugar.
Gaius tuvo que ver dos veces para confirmar que, de hecho, Nimueh había palidecido levemente al oír aquello.
—¿Hermione?—inquirió con un leve temblor en la voz—¿Por qué no fui capaz de ver eso?—se preguntó a sí misma.
El galeno frunció el ceño. La sacerdotisa incluso parecía conmocionada por la noticia. ¿Cómo era que no había visto aquello? Tenía grandes poderes, incluso la predicción. ¿Y por qué parecía tan afectada por la noticia de que la vida arrebatada sería la de Hermione?
—Tú la aprecias—dijo él, incrédulo.
La mirada que ella le lanzó lo silenció.
—¿Por qué debería aceptar?—le preguntó escupiendo las palabras—¡¿Por qué debería dejarte ser el héroe?! Te quedaste mirando como mataban a nuestros amigos sin hacer nada al respecto. ¡No te mereces sino la muerte! ¡Eres un traidor! Aún así, dame una buena razón para no dejar que Merlín muera…
—Merlín es el único hombre que puede devolver la magia a esta tierra. Al lado de Arturo él puede forjar un nuevo mundo. Uno lleno de paz y belleza con el que nosotros podemos soñar.
Ella caminó lentamente hacia él hasta detenerse a solos centímetros de su rostro.
—¿Y tú estás dispuesto a dar tu vida por él? ¿Por ese futuro?—quiso saber—¿Estás preparado para morir? ¿Darías tu vida por Hermione? ¿Por qué?
Él no respondió. No estaba seguro que descubrir los sentimientos de Merlín hacia la joven princesa era lo correcto.
—Estoy esperando—dijo Nimueh.
—Por Merlín, daría mi vida.
…
Merlín corrió por el castillo en ruinas con toda la velocidad que tenían sus piernas.
—¡Detente!—gritó cuando la vio recitando un hechizo, con la copa en alto.
Vio a Gaius tendido en el suelo y rogó no haber llegado demasiado tarde.
—¿Vuelves tan pronto, mago?—le preguntó Nimueh, bajando la copa y caminando hacia él.
—Hermione está a salvo… ¿No es eso lo que querías?—le preguntó.
Merlín no podía apartar la mirada de Gaius.
—¿Lo has matado?
—Ese fue su deseo—respondió ella con toda calma.
Merlín la contempló lleno de furia.
—¡Di mi vida por la de Arturo!—le gritó—¡No la de Hermione! ¡No la de Gaius!
—¡A la Antigua Religión no le importa quién vive y quién muere!—gritó ella a su vez—Siempre debe de haber equilibrio. Para dar vida hay que quitar otra. Gaius sabía eso.
—¡No es la Antigua Religión la que decidió eso, has sido tú!
Los ojos azules de Nimueh flamearon de rabia.
—¿Realmente crees que le hubiera hecho eso a Hermione?—preguntó—¡Ella es mía! ¡La protegí durante todos estos años! ¿Cómo podría matarla? ¡Gaius se ofreció, Merlín y yo acepté!
Merlín no entendía por qué actuaba tan protectoramente hacia la princesa. Sabía que había sido ella la que la había raptado pero no mucho más.
—¿Y cómo crees que ella te verá cuando se dé cuenta que has matado a su amigo?—le preguntó—Te odiará.
—Me odió cuando le dije que iba a matar a su hermano pero lo salvé al final… pero nunca supe que su vida sería el precio a pagar—aseguró—Hermione es demasiado valiosa para mí. Su vida es demasiado importante. También tiene un papel que cumplir en este mundo… ¡Junto a ella, podríamos conseguir que Arturo sea el rey que todos anhelan! ¡Deberías comprender! Nosotros no debemos ser enemigos, somos casi iguales.
—¡No!—le gritó—¡Yo no comparto nada contigo!
—Pero Hermione me pertenece—le dijo—Ella es mía. Fue creada con mi magia… Y tú la quieres, ¿No? ¿Cuándo entenderás que no estoy en contra de ti? ¡Son de los traidores como Gaius!—señaló el cuerpo del anciano—Tú y yo podremos conseguir que Arturo sea rey.
Él negó con la cabeza.
—Yo conseguiré que Arturo sea rey—la contradijo—Y tú no verás ese día. ¡Astrice!
El hechizo que gritó soltó todo su poder y fue dirigido hacia la Sacerdotisa pero ella logró bloquearlo con facilidad.
—Tus trucos infantiles son inútiles contra mi—le dijo sonriendo mientras conjuraba su propia magia con sus manos—Soy una sacerdotisa de la Antigua Religión… ¡Forbearne!
Una bola de fuego salió de sus manos y, si Merlín no se hubiese tirado al suelo, hubiera impactado de lleno en su pecho. Pero se movió justo a tiempo, consiguiendo que impactara en la pared que tenía detrás de él. Los escombros volaron por todos lados.
—Tú también eres una criatura de la Antigua Religión—le dijo con una sonrisa, creando una nueva bola de fuego con sus manos—Deberías unirte a mí. Puedo entregarte a Hermione.
—¿Crees que uniría mis fuerzas—comenzó a preguntar mientras se ponía de pie—con una magia tan egoísta y cruel? Nunca.
—Que así sea—dijo con seriedad—¡Akwele!
Esta vez no consiguió apartarse con suficiente rapidez y el impacto fue brutal. Sintió una fuerza tremenda que lo empujó hacia atrás, haciéndolo caer de espaldas en el suelo, gimiendo de dolor. Su pecho ardía tanto que sus ojos se llenaron de lágrimas. Apretó las manos en puños, intentando no gritar mientras olía su ropa chamuscada y luchaba para respirar.
Nimueh se le acercó y lo contempló sin sentir lástima alguna.
—Es una lástima—oyó que decía—Juntos habríamos podido conquistar el mundo.
Se dio media vuelta y comenzó a alejarse sin mirar atrás. Quizás, si lo hubiera hecho, se habría dado cuenta que Merlín había abierto los ojos de repente y que se había puesto de pie. Podía sentir ahora toda la magia del lugar, todo el poder. Toda la Antigua Religión estaba de su lado, dándole las fuerzas necesarias para luchar contra aquella que estaba rompiendo las reglas.
—No deberías de haber matado a mi amigo—dijo con seriedad.
Nimueh se detuvo de repente al oírlo. Asombrada, lo contempló con los ojos abiertos como platos. Lo vio alzar las manos al cielo y, tal como había sucedido antes, éste se llenó de gruesas nubes oscuras. Pero no fue lluvia la que cayó sino rayos sobre su cuerpo. Uno tras otro, con toda su fuerza destructora. Merlín tuvo que cubrirse los ojos cuando el cuerpo de la sacerdotisa se iluminó y terminó en una explosión de magia y luz. Luego de eso, las primeras gotas comenzaron a caer.
Él corrió hacia Gaius. Tomó su rostro entre sus manos y lo llamó incansablemente, intentando conseguir que reaccionara. Pero no respondía. Intentó tomarle el pulso pero no pudo sentir su corazón latiendo.
—¡NO! ¡Noooo!—gritó desgarrado por una tristeza profunda.
No tardó demasiado en comenzar a llorar, sin importarle que la lluvia lo mojara. Solo quería dejar salir todo ese dolor que tenía dentro, toda esa rabia y esa impotencia. Había hecho todo lo que estaba en sus manos y sólo había conseguido que el hombre que más le había enseñado en la vida muriera. La culpa estrujaba su corazón sin piedad.
No se dio cuenta que las gotas de lluvia de esa misma magia que había convocado ingresaban a la boca del anciano y tampoco vio cuando éste parpadeó levemente.
—Merlín… Merlín…—su nombre salió demasiado suavemente de los labios del galeno.
Pero él alcanzó a oírlo y alzó el rostro hacia él, completamente sorprendido.
—¡Gaius!—gritó—¡Gaius, estás vivo!
El anciano parpadeó confundido.
—¿Qué has hecho?—quiso saber.
—Nimueh está muerta—le dijo con una enorme sonrisa—El equilibrio del mundo ha sido restaurado.
—Me asombras—murmuró—Has dominado el mismísimo poder de la vida y la muerte. Todavía podemos hacer un gran mago de ti.
Merlín rió, sintiendo una enorme burbuja de felicidad dentro suyo.
—¿Crees en mí ahora?
—Bueno…Podría… podría hacerlo si… pudieras… ¡Detener esta maldita lluvia!
Merlín rió y pronto Gaius se le unió.
—Sinceramente—confesó—No tengo idea cómo hacerlo.
…
Hermione oyó que golpeaban suavemente la puerta y, cuando Ingrid la miró esperando su orden, ella asintió. Rápidamente la muchacha fue a abrir y dejó entrar a Merlín.
—Me alegra ver que te has despertado—dijo el muchacho sonriéndole.
—A mí también me alegra verte—le respondió—Sólo me gustaría que me dejaran salir de la cama.
Ingrid se apresuró a reprenderla.
—Ya sabe cuáles son las órdenes del rey, mi lady. Debe descansar al menos por otros dos días…
—Bien—gruñó—Pero no pasaré dos días sin bañarme. ¿Podrías, por favor, prepararme un baño?—la mirada de Ingrid fue dudosa—Estaré bien—le aseguró—Merlín se quedará conmigo.
Eso pareció convencerla porque asintió y salió de allí con prisa, queriendo regresar lo más rápidamente posible. Cuando la puerta se hubo cerrado, Hermione no tardó en interrogarlo.
—¿Qué hiciste?—le preguntó—Y ahora que sé la verdad no quiero que me inventes mentiras.
Él suspiró y se acercó a la cama, sentándose a su lado. Estaba tan cansado. Estos últimos días habían sido un verdadero caos.
—Es una larga historia—le aseguró.
—Tengo dos días para estar en cama así que no me importará escucharte… Le diré a Arturo que te excuse.
Merlín hizo una mueca, recordando las últimas palabras que le había dicho al príncipe. Todavía estaba retrasando el momento de verlo. Esta vez sí temía por su vida.
—Te lo diré ahora—le dijo y comenzó a relatarle todo lo que se había perdido desde que había sido raptada. Desde las búsquedas incansables por todos lados hasta el encuentro con la bestia y el consecuente ataque a Arturo. Hermione oyó atentamente sin interrumpirlo en ningún momento. Solo colocaba expresiones de sorpresa. Especialmente cuando llegó a relatarle los últimos acontecimientos sobre como Gaius estuvo dispuesto a dar su vida por él y por ella, aunque, obviamente, él supo omitir que el anciano lo había hecho porque Merlín la amaba demasiado. Finalmente, suspiró.—Eso es todo, supongo…
—Aún no puedo creer que Gaius estuviera dispuesto a hacer eso. Fue muy valiente y estúpido de su parte…—Merlín rió mientras asentía estando de acuerdo—Le debo mucho… y también a ti.
Merlín la miró sintiéndose repentinamente avergonzado.
—No, sólo hice lo que me pareció correcto.
—Estuviste dispuesto a dar tu vida por mi hermano y luego por mí, Merlín—le recordó—Eso te hace una de las personas más importantes que hay en el castillo…—lo miró fijamente—Sé que ya has hecho mucho pero me gustaría que me hicieras un favor.
Él asintió, totalmente incapaz de decirle que no. La vio alzar la mano y se estremeció cuando ella acarició su rostro. Sus dedos rozaron su mejilla, transmitiéndole calor. Le obsequió una de las sonrisas más brillantes que alguna vez tuvo el privilegio de recibir. Se estremeció levemente e, inconscientemente se inclinó hacia ella con lentitud. Tenerla tan cerca hizo que su corazón se acelerara. Podía sentir su aliento chocando contra su rostro. Sus ojos se deslizaron por su expresión, deteniéndose momentáneamente en el modo en que sus labios se curvaban.
—Nunca vuelvas a poner tu vida en peligro por mí—le susurró la princesa—porque si mueres te traeré de regreso de la tumba y te mataré yo misma de nuevo.
Merlín tardó unos segundos en captar la amenaza hasta que consiguió mirarla desconcertado. Abrió la boca para hablar pero en ese momento la puerta de las cámaras de la princesa se abrió de repente. Ambos giraron el rostro para ver de quién se trataba y a Merlín le faltó velocidad para apartarse de Hermione y ponerse de pie, a un metro de la cama, al ver la expresión furiosa de Arturo.
—¡MERLÍN!—gritó el príncipe—¡VEN AFUERA, AHORA MISMO!
—Arturo…—comenzó a decir la chica.
—¡Ahora no, Hermione! ¡Esto es entre Merlín y yo!—la interrumpió.
El joven mago tragó saliva y temblando se dirigió a afuera donde Arturo no tardó en tomarlo de la solapa de su campera, empujándolo contra la pared.
—¡Vuelves a acercarte a mi hermana y te mandaré a la horca!—le gritó la amenaza—¡¿Has entendido?!
Él asintió, sintiéndose empalidecer.
—Hermione es mi hermana, es una princesa y está muy por encima de tu categoría—le dijo el príncipe.
—Lo sé, lo sé… Sólo somos amigos…
—¿Estás seguro que lo sabes?—le preguntó entre dientes, apretando más su pañuelo, cortándole el aire.
—Absolutamente… ¡Arturo! ¡Por favor… no respiro!
—¡¿Y qué demonios fue eso de que "la aprecio mucho más de lo que ella imagina?!—inquirió sin hacerle caso.
—Es… Fue…—tartamudeó intentando conseguir que Arturo dejase de apretar el cuello de su camisa para que pudiera respirar con normalidad—Fue sólo un impulso. Sólo palabras. Aprecio enormemente a lady Hermione pero no hay nada más que una amistad… ¡Lo juro!
Arturo lo soltó rápidamente, no sin empujarlo nuevamente contra la pared con brusquedad.
—Más vale que sea así—le dijo—O juro que podría matarte con mis propias manos.
El príncipe se alejó con grandes zancadas, dejando a Merlín doblado por la mitad en un intento de recobrar el aire.
Ahora que Hermione había descubierto que Uther era su verdadero padre todas las esperanzas de que pudiera haber algo más que amistad habían desaparecido. Aún menos con un celoso Arturo.
Hola a todos. ¡Hemos llegado al fin de la primera temporada! Esto me tiene muy emocionada. Estoy ansiosa por comenzar a publicar la segunda temporada. ¿Qué les pareció hasta el momento? ¿Tienen alguna queja que hacerme? ¿Alguna duda? ¿Cómo creen que van avanzando las relaciones entre los personajes?
Adelantos del siguiente capítulo:
—¿Qué… qué estás usando?—preguntó Arturo de pronto—¿Qué es eso? ¿Es de…? ¡¿Eso es de Merlín?! ¡¿Qué haces con usando su ropa?!
—Tenía frío—explicó sin querer entrar en detalles—Él se ofreció amablemente a prestármela. Fue muy caballeroso de su parte.
Su hermano parecía que no eran esas palabras las que quería oír. Su boca se apretó rígidamente, volviendo sus labios sólo una delgada línea blanca y sus ojos adoptaron un brillo casi asesino.
—¡Quítatelo ya mismo!
—¿Qué te sucede?
—¡Que te lo quites!—le ordenó.
—¡Arturo, deja de ser tan irracional!
...
—Cornelius Sigan fue un personaje de pesadilla que vivió muchísimos años atrás—aclaró el anciano—Él podía convertir los días en noches, cambiar las mareas… La leyenda dice que sus hechizos ayudaron a construir Camelot misma.
—¿Y qué pasó?—preguntó interesado Merlín.
—Él fue siendo cada vez más poderoso hasta que el rey de esa época lo condenó a la ejecución—se volteó hacia Hermione—Si no has leído nada sobre él es porque Uther o reyes anteriores han querido borrarlo de la historia.
Estoy en cama con una terrible gripe por lo que me disculpo si encuentran algún error que yo no logré ver. Pero no duden en decírmelo y lo corregiré.
