Lotus-One: Sí, ya sabe Arturo y Gaius de los sentimientos de Merlín hacia Hermione. Ahora se las verá difícil para poder estar al lado de ella con un príncipe tan celoso.
LA MALDICIÓN DE CORNELIUS SIGAN
A Hermione le costó un poco aceptar la nueva realidad. Hacerle creer a todos que era la hija de Uther era una cosa muy diferente a ser, realmente, la hija del rey de Camelot. Desde que había aparecido en aquel lugar había intentado descubrir la verdad, creyendo que encontraría a la auténtica princesa en algún momento para poder regresar a donde verdaderamente pertenecía. Nunca imaginó que se confirmaría lo que muchos creían: que ella era la princesa perdida.
Hubo un momento en que se preguntó si Nimueh podría haberla engañado pero luego pensó en todo lo que había acontecido, todas las extrañas coincidencias, en lo que le había dicho el dragón y también Sir Godric. Quizás debería de haberse dado cuenta de aquello pero le había resultado tan increíble. Aunque había una pequeña posibilidad de que una parte de su ser supiera la verdad, sólo no había querido aceptarla. Después de todo, ¿Cuánto tiempo le llevó amar a Arturo como si fuera su hermano? Muy poco.
Con Uther, la situación fue diferente. Desde un principio sus sentimientos hacia el hombre estuvieron divididos entre el desprecio y la admiración. Algunas veces sintió incluso lástima por su ignorancia. Pero una voz dentro de su cabeza le repitió que era un ser humano y que podía cometer errores. Sin embargo, el rey de Camelot había cometido demasiados y todos impulsados por su desprecio y rencor hacia todo aquel que tuviera magia y, lo peor de todo, era que había contagiado con la misma idea a su hijo. Por eso le había mentido cuando le preguntó si poseía magia. No tanto porque tuviera miedo a una ejecución—confiaba lo suficiente en sus poderes como para saber que podría escapar—sino porque que se enterasen de sus poderes significaría apartarse de Camelot y de Arturo. No quería que eso sucediese.
Ella hubiese preferido mantenerse todo lo posible apartada de Uther pero el rey parecía completamente decidido a ganarse su aprecio. La llevaba a dar paseos, le obsequiaba libros porque había descubierto su adoración hacia ellos, le permitía ir a ver a Gaius cuando quería y que él le enseñase todo lo necesario. Todas las noches insistía en que cenaran juntos. Al principio se sintió obligada y eso hacía que las reuniones con él fueran tensas. Sin embargo, con el paso del tiempo, fue aceptando al hombre. No estaba de acuerdo con él en muchas cosas pero, en definitiva, era su padre y quería aprender a respetarlo. No iba a presionar las cosas y decir que lo quería pero sí se preocupaba por él.
Como había descubierto, vivir en Camelot era algunas veces difícil, mucho más si se lo comparaba con la época moderna en la que había vivido. No podía, después de un arduo día, simplemente tomar una ducha porque bañarse representaba un enorme esfuerzo para Ingrid. Podría haber acelerado todo con magia pero sería difícil explicar porqué la bañera se llenó de agua tibia tan rápidamente. Tampoco habían sido creadas aún las vacunas por lo que agradecía enormemente haber vivido en Londres en el siglo XX y que sus padres fueran completamente conscientes de la importancia de colocárselas para evitar enfermedades. Había cosas que extrañaba, como el aroma de los libros nuevos, las tazas chocolates con malvaviscos en los días de mucho frío, la música moderna y la pasta de dientes. ¡Especialmente la pasta de dientes! Sus padres habían sido dentistas y le habían enseñado muy bien el cuidado y la higiene bucal. Siempre había sido muy cuidadosa y se cepillaba los dientes a consciencia. Pero, desde que había llegado a aquella época, ya no había podido. Había utilizado algunos ingredientes que encontró en el bosque lindante a Camelot y había creado con los utensilios de Gaius una pasta mentolada que utilizaba todas las mañanas y todas las noches pero aún así, no era lo mismo. ¡Le encantaría tener al menos un cepillo!
Pero, más allá de eso, disfrutaba mucho estar allí y lo sentía su hogar. Siempre encontraba cosas que hacer por lo que jamás se aburría. Además, con las actividades a las que Uther la llevaba no le quedaba demasiado tiempo libre.
Ni siquiera para hablar con Godric. Había querido comunicarse con el caballero desde hacía mucho tiempo sin tener la oportunidad de hacerlo. Una mañana, poco después de haberse recuperado del secuestro de Numueh, se había despertado cuando el sonido familiar del pico de una lechuza golpeando el vidrio de su ventana. Cientos de recuerdos había llegado a su mente cuando vio al plumífero animal pero no tardó ni medio segundo en correr para abrir y tomar el pergamino que había tenido atado alrededor de su pata. Inmediatamente, el ave había volado lejos, sin esperar una respuesta. Había abierto la carta con curiosidad y la había leído una y otra vez, casi demasiado sorprendida como para creer que Godric Griffyndor le hubiese escrito a ella. Pero así había sido. En ella, el futuro fundador de Hogwarts le decía que Slytherin le había mandado su cofre y su nota y que lo protegería con su vida. También le informaba que durante un tiempo no podrían estar en contacto porque él debía completar algunos "asuntos sumamente importantes" que requerían su presencia pero que, en cuanto quedara libre, la buscaría.
Aún si pudiera comunicarse con él, no habría podido hacerlo con tantas actividades.
Arturo también pasaba tiempo con ella. Después de su secuestro se volvió aún más sobreprotector e insistió en que, al menos dos veces a la semana, siguieran con sus clases de uso de la espada. Ella quería a su hermano y no tenía duda en decírselo pero había ocasiones en que llegaba a hartarla. ¡Casi ni quería que se acercase a Merlín! No entendía qué le sucedía. Parecía que temiera que su joven sirviente fuera a hacerle algo. Gracias a eso fueron pocas las ocasiones en que logró conversar realmente con el muchacho pero cada vez que lo hacía no podía evitar sentir una emoción bullendo en el interior de su estómago. No por nada era conocida como la bruja más inteligente de su edad. Sabía perfectamente lo que significaba aquello. Tenía todos los síntomas a la vista: nervios, corazón acelerado y sentirse casi como una tonta cuando estaba a su lado…
¿Quién hubiera imaginado que ella pudiera sentirse tan atraída hacia el más grandioso mago de todos los tiempos? Aunque cada vez que pensaba en él ya no lo hacía como en brujo que ayudó a Arturo sino más bien veía a un muchacho sonriente de hermosos ojos azules, el chico un poco torpe pero que era increíblemente valiente y dulce.
—¿Soñando despierta?
Hermione se sobresaltó al oír la pregunta de Gwen e inmediatamente borró la sonrisa tonta que había colocado en el rostro al pensar en Merlín. Sintió sus mejillas ruborizarse levemente pero intentó que la chica no se diera cuenta de nada.
—Sólo estaba pensando—murmuró esquiva.
Gwen le sonrió con afecto, viendo claramente como intentaba ocultar su rostro creando dos cortinas con su cabello suelto, pero aún así el rubor era notable.
—¿En alguien especial?—se aventuró a preguntar la muchacha.
—No, por supuesto que no—se apresuró a decir y para cambiar de tema centró la conversación en ella—¿Y tú? ¿Tienes a alguien especial?
Ahora fue el turno de Gwen de volverse roja. Hermione contuvo una sonrisa. Había notado las miradas que le había lanzado Arturo a la chica cuando creía que nadie se daba cuenta. Lo que él no sabía era que Gwen hacía exactamente lo mismo.
—No, mi Lady…
—Hermione—la corrigió—Puedes llamarme por mi nombre, Gwen, ya te lo he dicho muchas veces… y yo creo que sí hay alguien en el que piensas…—se le acercó con cuidado, vigilando que no hubiera nadie cerca de ellas que pudieran escucharlas—Deberías dejarte el cabello suelto—le aconsejó en un susurro—a mi hermano le gustará.
Gwen dejó salir un gritito agudo mientras se llevaba las manos a la boca inmediatamente después. Sus ojos se abrieron enormemente y contemplaron con terror a Hermione.
—¡No, mi lady, no…!
—Tranquila—le dijo con calma ella—No diré nada a nadie. Te lo prometo.
Pero a pesar de que esas palabras lograron tranquilizarla un poco, su mirada seguía llena de pánico y de vergüenza. Hermione casi se estaba arrepintiendo de haber abierto la boca. No había sido su intención atormentar a la chica de ese modo. Gwen podría ser una excelente amiga. Estaba segura que necesitaría todo su apoyo cuando las cosas se complicasen con Morgana.
—¿Y Morgana?—le preguntó de repente, dándose cuenta que no había visto a la chica en todo el día—¿Pudo dormir algo anoche?
Gwen se mostró muy aliviada por el cambio de tema pero pronto su frente se arrugó con clara molestia.
—No. Los trabajadores apenas descansan unas pocas horas al día y luego cambian de turno…—dijo la muchacha—¿Y tú?
Hermione puso los ojos en blanco. En ese momento todo el ruido seguía, incesante, desde las profundidades del castillo. Era el golpeteo de los picos contra las rocas conseguía ponerle los nervios de punta. Por ello siempre intentaba alejarse hacia las partes más apartadas del castillo.
Uther, por alguna extraña razón, estaba completamente seguro de que debajo de sus propios pies había un cuantioso tesoro perteneciente a los antiguos reyes de Camelot aunque no estaba seguro a cuál. A ella le parecía muy poco probable pero no había dicho absolutamente nada al respecto.
Ella, de hecho, había dormido perfectamente. Sabía que había sido muy imprudente de su parte pero no le apetecía en absoluto mantenerse despierta toda la noche así que había colocado un hechizo en su habitación para no oír el sonido del exterior. Pero no podía decirle eso a Gwen.
—Me costó dormirme—mintió—Pero terminé lográndolo… después me fue fácil. Tengo un sueño muy pesado.
Gwen le sonrió.
—Qué afortunada…
Esa misma noche, como Ingrid había insistido en quedarse con ella para hacerle compañía y ayudarla a estar lo más cómoda posible, no pudo hacer lo mismo. Así que, tendida sobre la cama, con los ojos cerrados, oía el incesante traqueteo de los picos contra las paredes de piedra. ¿A caso su padre no los oía? ¿Cómo es que había ordenado a los hombres trabajar incluso de noche?
Bufó molesta y rápidamente se sentó en la cama. Llevaba casi dos horas dando vueltas sin poder concebir el sueño. Miró a su costado y notó que Ingrid dormía profundamente. Ella sí parecía tener el sueño pesado. Pensó en encender una vela y leer pero no quería molestar a su doncella por lo que, lo más silenciosamente posible, tomó un libro y salió fuera de la habitación. Esperaba encontrar algún sitio donde hubiera la luz suficiente como para distinguir las letras. El pasillo estaba desierto y hubiera estado completamente silencioso si no fuera por el sonido que provenía desde los pisos inferiores y que se esparcía en ecos por todo el castillo.
Cuando sintió una corriente de aire helada impactando contra ella se reprendió a sí misma por no haber tomado una capa o algún abrigo para colocarse encima de su camisón. Y aunque no hubiese hecho frío, había sido muy imprudente salir así. Cualquiera que la viera se escandalizaría. Pero más allá de los guardias, no había nadie.
Al menos eso pensó antes de toparse con un Merlín que corría presuroso en sentido contrario al de ella. El chico se detuvo de repente al verla y ella sintió una vergüenza terrible al ver como sus ojos azules se iban agrandando a medida que notaba lo que usaba. Ese no era uno de esos camisones de tela más gruesa como el que había usado, tiempo atrás, cuando fue a leer el libro en sus cámaras. Inmediatamente colocó el libro sobre su pecho e intentó actuar lo más normalmente posible.
—Hola, Merlín… ¿Qué estás haciendo despierto a estas horas?
—Yo… eh…—lo vio apartar la mirada más allá de ella, incapaz de seguir observándola—Arturo me pidió que fuera a pedir que dejen de hacer ruido.
—Pero son órdenes del rey.
Merlín finalmente consiguió concentrarse sólo en su rostro.
—¡Lo sé!—exclamó—Pero Arturo aseguró que yo trabajo para él y que la orden es igual de válida.
—Ellos no te harán caso sólo porque el príncipe lo ordena. Temerán represarías de parte del rey.
—Sí, pero si no voy y lo intentó Arturo me arrancará la cabeza.
Hermione rodó los ojos. Ese era su querido hermano.
—Te acompañaré—le dijo.
—Eh… bueno…—Merlín se movió incómodo y bajó la mirada a sus pies—Es mejor que te quedes…
—¿Por qué?
—No es… eg…mi intención insultarte—tartamudeó con nerviosismo, pasándose la mano por el cabello—pero… no estás… vestida adecuadamente.
Su cuerpo estaba completamente cubierto y no podía distinguirse absolutamente nada, pero ese era el sentido puritano de la época. Conteniendo un resoplido, miró al joven mago fijamente.
—¿Me prestas, entonces, tu chaqueta?
Los ojos de Merlín se abrieron inmensamente al oír el pedido pero rápidamente se quitó la prenda y se la tendió casi temblando. Hermione actuó como si no se hubiese dado cuenta del modo en que él la observaba mientras le pedía que sostuviera su libro para ella se colocaba la campera de Merlín encima. Estaba calentita y tenía olor a limpio.
—Gracias. Ahora podemos ir abajo. Quizás ayude un poco mi presencia aunque lo dudo.
Ambos caminaron en silencio, atravesando pasillos y bajando escaleras hasta dar con las cámaras más profundas del castillo en donde las paredes de piedra se iban confundiendo cada vez más con la misma tierra sedimentada de la base. Mientras más abajo iban la temperatura más descendía. Hermione se abrazó a sí misma, lamentando haber dejado escondida su varita dentro de la funda de su almohada. Si tan sólo la hubiera traído consigo podría lanzar algún hechizo que moderara su temperatura corporal.
Merlín le lanzó una mirada de soslayo, notando que se estremecía. Quería decirle que debía de volver y regresar a sus cámaras pero ya había comprendido que, al igual que su hermano, Hermione podía ser muy terca. Hacía mucho frío allí, lo podía sentir traspasando a través de su camisa. Pero era mejor que ella tuviera su chaqueta en ese caso. No quería que nadie más se quedara observándola atentamente por el modo en que la había visto vestida.
Cuando llegaron al sitio de excavación, Merlín tomó una antorcha mientras buscaba al jefe de los hombres para transmitirle la orden del príncipe pero, de repente, un grupo salió corriendo desde el interior de un improvisado pasillo, dando gritos terroríficos. Los demás no tardaron en seguirlos, contagiados por ese horror colectivo. Hermione tuvo que retroceder contra la pared para no ser atropellada por ellos que ni siquiera se detuvieron al darse cuenta de su presencia.
—¿Qué está sucediendo?—preguntó ella.
Pero nadie le respondió. Se oyeron palabras que sonaron como "maldito" y "muerto" pero nada más. Curioso, Merlín se encaminó hacia el pasillo por el que habían salido los hombres pero antes de entrar en él se volteó de repente, descubriendo a Hermione justo detrás de él.
—Será mejor que te quedes—susurró por lo bajo.
Como había esperado, ella lo contempló con molestia.
—No te dejaré entrar ahí solo—le aseguró—Puede ser peligroso.
—Por eso mismo deberías quedarte aquí—intentó hacerla entrar en razón.
—¡Por Circe, Merlín!—exclamó—Entramos los dos o no entramos ninguno.
¡Dios, ella era una hermosa princesa cabeza dura!, pensó él conteniendo un resoplido.
—Bien, pero quédate detrás de mí—le ordenó.
—Sí, mi lord—dijo Hermione con sarcasmo.
Merlín se abstuvo de responderle aunque tuvo que admitir que era una mujer muy valiente. Caminó, como dijo que lo haría, por delante, dejando a Hermione a sus espaldas. El túnel era oscuro pero la antorcha que llevaba en sus manos ayudó a guiarlos por el camino. No tuvieron que andar mucho hasta tomarse con una abertura en la que apenas podía caber una persona que llevaba a una cámara oscura. Entró con mucho cuidado y luego ayudó a Hermione a ingresar.
—¡Oh, por Dios!—exclamó Hermione viendo a su alrededor completamente anonadada.
La luz de la antorcha mostraba una enorme habitación llena de riquezas antiguas, cofres con oro, esculturas de cerámica y, en el centro una tumba en cuya parte superior se encontraba la figura tallada de un hombre que tenía, en su pecho, una enorme piedra resplandeciente de color azul con forma de corazón. Ambos se quedaron anonadados observando aquella preciosa roca que debía de valer una fortuna. Merlín dio un paso hacia adelante sin darse cuenta de que había algo allí. No lo vio hasta que su pie chocó contra él. Bajó la mirada de prisa y notó que era un hombre de rodillas. Estaba tan encorvado sobre sí mismo que ninguno de los dos se había percatado de su presencia.
—¿Señor?—lo llamó Hermione pero no obtuvo respuesta—¿Señor? ¿Se encuentra bien?
Intercambiaron una mirada de preocupación. Merlín lo tomó del hombro con mucho cuidado, apenas tocándolo, pero el cuerpo cayó precipitadamente al suelo. Hermione gritó aterrorizada y Merlín rápidamente llegó a ella, abrazándola y aferrándola contra su pecho para que no pudiera observar la horrible escena. Pero ella ya lo había hecho y el recuerdo martillaba en su memoria. El rostro del pobre excavador se había congelado para siempre en una mueca atroz. Su boca se había abierto enormemente, al igual que sus ojos. Su pie había perdido todo color natural, adoptando un pálido tono azulado que le recordó a los Inferis.
—Vámonos—le dijo, sacándola de allí—Ve por Arturo y el rey, yo iré por Gaius…
…
—¿Sabes cómo murió?
Merlín había regresado a la tumba trayendo a Gaius consigo. El anciano se había mostrado notablemente sorprendido cuando, con prisa, logró relatarle los hechos.
—¿Gaius?—lo llamó al no obtener respuesta.
El anciano apartó rápidamente la mirada de la preciosa piedra azulada de encima de la tumba y contempló a su alrededor con un profundo seño fruncido. Merlín lo imitó. Había muchísimas riquezas allí. Demasiadas.
—¿Sabes de quién es esta tumba?
—No estoy seguro—contestó finalmente el galeno.
—¿Crees que puede estar maldito?—preguntó señalando el sepulcro.
Gaius dio un paso hacia adelante, con intención de buscar algún tipo de escrito que lo ayudara a dar con el nombre del dueño de todas aquellas riquezas, y fue en ese momento cuando el suelo bajo sus pies se movió de repente. Inmediatamente, una flecha salió dispara de una de las esculturas de cerámica con forma de ave que tenía justo en frente. Hubiera ido a parar a su cabeza si no hubiera sido porque Merlín reaccionó rápidamente y, con magia, hizo levitar una bandeja de plata que se interpuso en medio del camino de la flecha, logrando que ésta revotara lejos.
—¡Has salvado mi vida!—exclamó el anciano, incapaz de creer que había estado a segundos de acompañar al excavador al otro mundo—Gracias.
—¡Fuera de mi camino!—dijo la voz del rey muy cerca de ellos.
Merlín dejó caer la bandeja de inmediato, terriblemente asustado por ser descubierto. Gaius intentó sostenerla pero no lo consiguió por lo que rodó por el suelo hasta acabar chocando contra los pies del rey, quien acababa de entrar por el pequeño orificio. Merlín corrió tras ella y se ganó una molesta mirada del monarca.
—Idiota—le dijo, cruzando a su lado inmediatamente.
—¿Naciste patoso o trabajas en ello?—le preguntó Arturo, entrando tras su padre.
—Es sólo uno de mis múltiples dones—le respondió Merlín con burla pero se silenció inmediatamente al ver de nuevo allí a Hermione—Pensé que te quedarías en tus cámaras—le susurró para que sólo ella oyera.
La chica le lanzó una mirada casi divertida.
—¿Por qué pensaste algo así?
Ella tenía un buen punto. Cualquier otra mujer no dudaría en alejarse lo más posible de un sitio como aquel pero Hermione no era cualquier mujer.
—Bueno, esto es un buen hallazgo—dijo Uther contemplando a su alrededor con una pequeña sonrisa de orgullo—¿Lo ven, chicos?—les dijo a Hermione y a Arturo—Estaba en lo cierto. Había un tesoro que buscar bajo Cámelot.—tomó un puñado de monedas de oro y las contempló con una enorme felicidad antes de volver a dejarlas en su lugar—¿A cuál de mis antecesores deberé dar las gracias por todo esto?—sus ojos se tomar en la inmensa piedra de color azul de la tumba—¿Gaius?
—Eh…Tendré que mirar por dentro, señor—le respondió.
Uther asintió mientras seguía caminando hasta que se topó con el cadáver del trabajador.
—¿Cómo murió?
—Parece que accidentalmente activó una trampa para detener ladrones, señor—explicó el galeno.
Arturo, al oír eso, quitó inmediatamente las manos que hasta unos momentos había tenido apoyadas sobre la tumba y contempló a su alrededor con precaución.
—Bueno, aquí definitivamente hay mucho que robar—dijo el rey—Has que aseguren la puerta—le indicó a su hijo—Protegerlos es tu responsabilidad, Arturo.
—Sí, padre.
—Y llévate a tu hermana lejos de aquí. Esto es demasiado peligroso para ella.
¡Finalmente!, pensó Merlín. Por una vez estaba de acuerdo como el rey.
Hermione quiso protestar pero Arturo le lanzó una mirada rogándole que se mantuviera en silencio. Así que, resignada, salió de allí acompañada de su hermano.
—Esto es injusto—se quejó una vez que salieron de allí—Soy muy cuidadosa, tenía muy pocas posibilidades de activar cualquier trampa que hubiera.
—Aún así, es mejor que te quedes lejos. Ya has visto lo que le sucedió al hombre…
—Sí, pero podría ser de utilidad allí. ¿Y si Gaius me necesita?
—No te necesitará—le aseguró—¿Por qué no aprovechas ahora que todo se ha quedado en silencio para volver a dormir? No tienes idea de cómo me gustaría hacer eso a mí.
Después de esos acontecimientos Hermione dudaba que pudiera dormirse. Aún era plena noche pero su mente estaba muy despierta. Pero no le haría nada mal volver a sus cámaras y abrigarse, pensó mientras se cubría lo más que podía con la campera de Merlín. Las corrientes de viento frío estaban invadiendo Camelot.
—¿Qué… qué estás usando?—preguntó Arturo de pronto—¿Qué es eso? ¿Es de…? ¡¿Eso es de Merlín?! ¡¿Qué haces con usando su ropa?!
—Tenía frío—explicó sin querer entrar en detalles de que se lo había pedido por su delgado camisón—Él se ofreció amablemente a prestármela. Fue muy caballeroso de su parte.
Su hermano parecía que no eran esas palabras las que quería oír. Su boca se apretó rígidamente, volviendo sus labios sólo una delgada línea blanca y sus ojos adoptaron un brillo casi asesino.
—¡Quítatelo ya mismo!
—¿Qué te sucede?
—¡Que te lo quites!—le ordenó.
—¡Arturo, deja de ser tan irracional!
Él, incapaz de controlarse, tomó la prenda por el cuello y obligó a Hermione a sacársela. Ella se dejó hacer finalmente, no queriendo que el arrebato de su hermano la lastimara accidentalmente. Pero cuando finalmente volvió a vestir su camisón se tuvo que abrazar a sí misma al sentir el frío chocando directamente contra la delgada tela.
—¡¿Te has vuelto loco?!—le preguntó—¡¿Qué demonios te ocurre?! ¡Me moría de frío, Arturo!
—¡Pues deberías andar mejor vestida y no como una cualquiera que…!—cuando vio la mirada herida que le lanzó Hermione se dio cuenta del uso inapropiado de palabras que había hecho—Hermione, no quise decir eso—aseguró con calma—Nunca fue mi intención llamarte…
—¿Qué? ¡¿Decirme puta?!—ahora el sentimiento había cambiado a la más pura rabia.
—¡Yo nunca dije eso!—exclamó horrorizado porque la boca de su hermana conociera un vocabulario tal vulgar.
—¡Pero lo insinuaste! Déjame decirte algo, Arturo Pendragon…—le dijo con un bajo tono amenazante mientras daba un paso hacia él, logrando que retrocediera un poco asustado—vuelve a insultarme de ese modo y te juro que una mañana despertarás en medio del campo, rodeado del frío del amanecer, vistiendo nada más que tu corona…—le sonrió con una cruel burla—Ese sería un lindo espectáculo de ver para las personas de nuestro reino, ¿no crees?
—¡No podrías jamás!
—¿Quieres probarme?
—¡No! ¡Por Dios, Hermione, no! Yo sé que no eres una… dama de esas características. Fue un grave error de mi parte llamarte así. ¡Pero no puedes andar por el castillo con ropa de cama! Si alguien te viera…
—Pero sólo me topé con Merlín.
—Ese no es el punto. ¡Él también es un hombre, por todos los Cielos!
Hermione enrojeció terriblemente, dejando de lado por un momento la furia que segundos atrás había sentido hacia su hermano. Él tenía razón, obviamente.
—Bien—dijo con resignación—Prometo ser más prudente de ahora en más y siempre vestir apropiadamente… Pero tú tienes que dejar de volverte un saco de nervios cada vez que estoy con Merlín.
—Yo no…—comenzó pero ella lo interrumpió sin discreción.
—No sé qué rayos te ocurre pero tienes que parar. Él es mi amigo. Me agrada pasar tiempo con él, me gustan nuestras conversaciones.
—Pero no es normal que quieras pasar tanto tiempo con un sirviente.
—A mi no me importa que sea un sirviente. Es mi amigo.
Arturo suspiró sonoramente.
—Bien, es tu amigo… pero, aún así, creo que es mejor que te alejes un poco de su lado.
—Has logrado que apenas lo vea unos segundos al día, Arturo. Siempre que he intentado charlar con él durante estos meses que han pasado te has metido, le has gritado o me has sacado a rastras de su lado… ¿Qué sucede? Él no va a hacerme daño. No representa ningún peligro…
—Eso lo sé—aseguró.
—¿Entonces?
Arturo no quería responderle. Nunca le había dicho lo que Merlín le había pedido que le dijera cuando despertara y no pensaba hacerlo jamás en su vida.
—Nada—indicó—Charla con él, si quieres… ¡Pero que siempre esté tu doncella, Gwen o Morgana contigo! ¡O Gaius en todo caso! No querrás que se esparza ningún tipo de rumor porque pasas tiempo a solas con él.
Aquello sonaba a paranoia pero aún así Hermione asintió pensando en, obviamente, no hacerle caso.
…
La noche estaba en su apogeo. El viento frío que había comenzado a soplar y a colarse dentro de los pasillos del castillo de Camelot había sido el anuncio de una tormenta nocturna. No muy fuerte, pero la lluvia caía constante y con fuerza sobre los terrenos. Las personas de la ciudadela no tardaron en correr a buscar refugio. Algunos en sus propios hogares y otros en el bar, como lo habían hecho dos hombres que hablaban en susurros bajos para no llamar la atención de los demás. Uno de ellos era uno de los excavadores que había salido huyendo del interior de la cámara llena de riquezas tras ver como su compañero era asesinado.
—Así que… esta joya…—decía el otro con mucho interés—¿De qué tamaño dices que era?
El excavador cerró su mano en puño y se la mostró.
—Más o menos así—le aseguró.
Los ojos del otro hombre brillaron llenos de codicia.
—¡Dios mío! ¿En serio?—dijo con notable ansiedad—¡De ese tamaño! Bien… yo nunca lo hubiera imaginado.
Una camarera se le acercó trayendo bebidas a la mesa. El hombre rápidamente lo tomó y se lo ofreció al excavador, quien aceptó gustoso.
—Toma, bebe…—dijo con falsa amabilidad—Y…eh…esta tumba… Apuesto que la tienen bien cerrada y a salvo ¿no?
—Más difícil que los cofres del Rey—estuvo de acuerdo antes de beber un largo sorbo de cerveza.
—Sí, pero debe de haber una forma de entrar… ¿Alguna idea?
—Sólo con la llave—dijo como si fuera obvio.
—Bien, bien, bien… y… ¿Quién tiene las llaves?
El excavador se rió un poco tontamente.
—Debes pensar que soy estúpido—le dijo—No te puedo decir eso…
—Por supuesto que no—indicó mientras metía su mano dentro de su chaqueta para extraer un pequeño bolsito de cuero negro—Un hombre inteligente como tú debe saber el precio de la información.
El excavador lo contempló con una mezcla de asombro y avaricia mientras le mostraba el contenido. Extendió la mano para tomar la bolsita pero el hombre la apartó rápidamente.
—No, no, así no. No queremos que cualquiera lo vea…Créeme, éste lugar está lleno de carteristas y ladrones—le tendió la mano, estrechando la suya, colocando en el interior la bolsita con mucho cuidado—Colócala en el interior de tu túnica. Y… eh… ten cuidado con ese hombre de allí…
El hizo lo que el otro le ordenó pero rápidamente alzó la mirada al oír aquella advertencia.
—¿Con cuál?—inquirió.
—Al final de la barra… ¿Lo ves? Continúa mirándote….
—Sí, sí, sí… el de la barba.
—No, ese otro—dijo señalando a nadie en particular—Mantén tus ojos en él.
El bar estaba lleno de gente y cualquiera podía momentáneamente mirar hacia ellos y parecer sospechoso.
—Lo haré. Gracias.
—Ahora, dime, ¿Quién tiene la llave?
—Sólo el príncipe—dijo en tono confidente—Pero no se haga muchas esperanzas. Las guardas en sus aposentos privados. Y sólo se le permite entrar ahí a una sola persona…su sirviente.
…
—¡Merlín!
Ese grito fue lo primero que escuchó Hermione al salir, a la mañana siguiente, del castillo. No supo si reír o sentir compasión por su hermano al verlo tirado en el suelo mientras que su caballo corría por allí. Un hombre corrió a atraparlo.
—No comprendo—dijo el joven mago completamente perplejo.
—¡No me sorprende!
—Hice esa cincha yo mismo—indicó.
—¡Pues ese debe ser el problema!
—¡No fue mi culpa!—aseguró Merlín.
Arturo abrió la boca para decir seguramente una sarta de reprimendas cuando el hombre que había ido a buscar el caballo se acercó a ellos, trayendo el animal sujeto de las riendas.
—¿Quieres que ajuste la cincha correctamente para usted, señor?—le preguntó con absoluta seriedad.
—Gracias.
—Es un honor estar sirviendo al príncipe—aseguró haciendo una reverencia.
Arturo le lanzó una mirada a Merlín, casi diciéndole "mira y aprende".
—Un honor… ¿Has oído eso, Merlín?
Hermione se adelantó de inmediato, poco dispuesta a oír como insultaban al chico de ese modo.
—Estoy seguro que Merlín no es sordo, Arturo.
Todos se voltearon a verla. Merlín, como sucedía cada vez que estaba con ella teniendo a su lado a Arturo, apartó rápidamente la mirada.
—Lady Hermione—dijo el hombre que había atrapado al caballo, haciendo una respetuosa reverencia—Es un honor estar en su presencia. ¿Quiere que consiga un caballo para usted?
—Gracias, pero eso será innecesario. Sólo planeo caminar hasta la ciudadela.
El hombre volvió a hacer una reverencia lo que irritó profundamente a Hermione. Parecía un tremendo lameculos oficial y esos eran los preferidos de Arturo.
—¿Hay algo más que pueda hacer por usted?—se volvió a preguntarle al príncipe luego de la negativa de Hermione.
—Bueno, puedes darle aquí a Merlín una patada en el trasero…
—¡Arturo!—gritó ella.
El hombre rio con calma antes de contestar.
—No deseo privarle de ese placer, señor.
El príncipe cada vez más lo veía con buenos ojos.
—¿Cómo te llamas?—le preguntó sin dejar de sonreír, divertido por su actitud y su respuesta.
—Cedric, he venido a Camelot en busca de trabajo.
—Bueno, puedes ser un batidor en la cacería—le dijo el príncipe—Estamos faltos de un hombre o dos.
—Es muy generoso, señor.
Arturo se encaminó hacia su caballo, dejándolos atrás.
—Aquí tienes—Merlín le dijo con una sonrisa forzada—necesitarás una lanza—tomó una de las largas varas de metal que se utilizaban para esa labor y se la tendió a Cedirc con demasiada fuerza, golpeando su estómago y robándole el aire—¡Oh! Lo siento.
Alzó la mirada y se encontró con los ojos castaños de Hermione contemplándolo con desaprobación pero luego de unos instantes éstos se suavizaron y ella le sonrió suavemente antes de cruzar a su lado. Dos guardias no tardaron en caminar detrás suyo, siempre listos para protegerla.
…
Horas más tarde, Hermione entró a las cámaras de Gaius trayendo consigo unas cuantas cosas. El anciano alzó la vista, totalmente sorprendido, y rápidamente se apartó de su libro dispuesto a ayudarla a cargar lo que tenía en sus brazos.
—¡Hermione! ¿Qué es todo esto?
—Te he traído un obsequio—le respondió la chica sonriendo con entusiasmo—¡Te ayudarán en tu investigación!
Entre ambos dejaron las cosas sobre una de las mesas y fue entonces que el galeno pudo observar, totalmente anonadado, la bolsa con hierbas, el caldero de plata, los recipientes de metal y de cerámica y los hermosísimos frascos de cristal con los que siempre sólo pudo soñar.
—¡Pero yo no puedo aceptarlo!—dijo con los ojos abiertos inmensamente—¡Esto habrá salido una fortuna!
—Soy la hija del rey, ¿Recuerdas?—le preguntó—Además, no pienses en esto como un gasto, sino más bien una recompensa por tu trabajo o una inversión. Siempre ayudas a todos en Camelot sin pedir nada a cambio. Sé que tienes tu sueldo pero soy consciente que no es mucho… así que hoy, mientras recorría el mercado de la ciudadela, vi todo esto y pensé en ti. ¿Te gusta?
—¡Hermione, esto es mucho más de lo que puedo soñar! Muchas gracias.
—Además…—ella se mostró un tanto nerviosa—me gustaría probar hacer mis propias recetas aquí. Si no te importa, claro…
Él la contempló con infinita amabilidad.
—Siempre has sido bienvenida aquí y lo seguirás siendo—aseguró.
—Gracias, Gaius… —ella notó el libro que había abandonado al verla llegar—¿Has logrado averiguar algo sobre el dueño de aquella tumba?
Pero antes de que pudiera responder su pregunta, las puertas se abrieron nuevamente dejando entrar a un malhumorado Merlín que gruñía por lo bajo.
—¿Qué está mal?—preguntó Gaius nada más oírlo.
—Le salvé la vida a Arturo y se llevó otro el crédito—respondió con molestia.
—¿Qué sucedió?—pidió saber la chica.
Merlín alzó los ojos hacia ella, sorprendido. Había estado tan perdido en sus propios pensamientos que ni siquiera se había dado cuenta que no se encontraba solo el galeno allí.
—¡Oh! Hola de nuevo, Hermione… No fue gran cosa. Sólo un pequeño incidente en la salida de caza… ¡Nada más que lo habitual!—suspiró profundamente.
—Merlín, mi hermano es un tanto cabezota a veces pero sabes que tiene buen corazón. Algún día verá lo excelente que eres y serás recompensado por todo lo que has hecho por él…—Hermione le sonrió alentadoramente—Yo misma me ocuparé de que sea así.
Merlín sonrió levemente mientras sentía que se sonrojaba terriblemente. Gaiu sólo pudo rodar los ojos. Habían pasado meses desde que él le había escrito esa carta al joven mago donde le aseguraba que estaba dispuesto a entregar su propia vida por la de él y la mujer que amaba. Era muy consciente que ella era una princesa pero aún así había esperado que el muchacho fuera capaz de dar un paso al frente y confesarle sus sentimientos. Algo le decía que Hermione no le sería indiferente.
—¿Estaban ocupados?—preguntó Merlín, apartando de prisa la mirada de la princesa.
—Yo sólo vine a traerle unas cosas a Gaius. Pero estaba a punto de contarme lo que descubrió sobre la tumba…
—Sí, miren—fue hasta el libro seguido de los dos—¿Ven esto?—les mostró un trozo de pergamino con unos extraños trazos—Encontré esta inscripción en el cetro, alrededor de la piedra con forma de corazón.
—¿Qué idioma es ese?—preguntó Merlín extrañado.
—No lo sé, Sigan podría haber aprendido muchos idiomas a lo largo de su vida…
—¿Sigan?—inquirió Hermione.
—Es su tumba—aclaró Gaius.
—Jamás he oído hablar de él—indicó Merlín.
El galeno lo contempló sorprendido.
—Sigan fue el hechicero más poderoso que ha habido.
—¿Vivió aquí en Camelot?—preguntó Hermione y al ver asentir a Gaius añadió—Pero… ¿Por qué yo nunca leí sobre él en la historia del reino? Cuando llegué me dieron varios tomos de libros que relataban detalladamente su historia pero nunca mencionaron a ningún Sigan.
—Cornelius Sigan fue un personaje de pesadilla que vivió muchísimos años atrás—aclaró el anciano—Él podía convertir los días en noches, cambiar las mareas… La leyenda dice que sus hechizos ayudaron a construir Camelot misma.
—¿Y qué pasó?—preguntó interesado Merlín.
—Él fue siendo cada vez más poderoso hasta que el rey de esa época lo condenó a la ejecución—se volteó hacia Hermione—Si no has leído nada sobre él es porque Uther o reyes anteriores han querido borrarlo de la historia.
Hermione no pudo evitar estremecerse levemente ante esa noticia. No sólo acababa de descubrir que posiblemente Camelot tuviera un origen mágico sino también que había motivos para estar preocupados. Por la expresión de Gaius, estaba segura que no era la única que pensaba en ello.
—Si lleva años muerto—dijo Merlín casi como si pudiera ver sus pensamientos—¿Por qué estás preocupado?—le preguntó al anciano.
Gaius contuvo un suspiro de pesar.
—Sigan no soportaba la idea de que su riqueza y poder muriesen con él—explicó—Lo que lo obsesionó con la idea de encontrar una manera de vencer a la muerte.
Hermione retrocedió un paso al oír aquello. Esa idea le resultaba demasiado familiar.
—¿Crees que lo logró?—le preguntó Merlín.
—Espero que no—contestó tétricamente Hermione, ganándose una mirada profunda de parte de los dos hombres—Por el bien de todos, espero que no.
Salió de allí antes de que cualquiera pudiera preguntarle qué le sucedía. Merlín había notado su mirada preocupada y su rostro pálido.
ANUNCIO: NADIE sin mi correspondiente autorización, puede publicar ninguna de mis historias en cualquier otra página. Si alguien quiere hacerlo sólo debe comunicarse conmigo y avisar en donde sea que publique, que esa historia me pertenece. Luego, pasarme el link para que yo pueda constatarlo. De lo contrario, inmediatamente denunciaré al escritor y a la historia como plagio.
Dado los últimos acontecimientos he decidido ir subiendo poco a poco todas mis historias en Wattpad por lo que podrán encontrar ésta también allí. Estoy bajo el nombre de Natalys-MSH7
