VIEJOS RECUERDOS
—¿Hermione? ¿Qué sucede? Te ves terrible.
Ella le lanzó una mirada molesta a su hermano y él hizo una mueca de disculpa. Había ido a las cámaras de Hermione con la idea de invitarla a desayunar con él, no a insultarla.
—Lo siento… pero… ¿Has dormido siquiera anoche?
—Muy poco—confesó—pero no importa…
—Pues, quizás esto te anime. Vengo a invitarte a tomar el desayuno conmigo. ¡Cedric ha preparado cosas exquisitas que quiero que pruebes!
—¿Cedric? Pensé que Merlín era tu sirviente…
—Ya casi me pregunto si realmente vale la pena llamarlo así. ¡Es un holgazán!
—Arturo, no debes…
—Ya dejemos de hablar de ese inútil y ven conmigo.
La tomó de la mano y la arrastró con él hasta sus cámaras. La mesa había sido arreglada para dos personas y podía verse encima de ella las más exquisitas preparaciones. Desde diferentes clases de queso y fruta hasta una variedad de carnes cortadas prolijamente. Cedric estaba de pie con una jarra de vino dulce en la mano, listo para servirles.
—Lady Hermione—hizo una reverencia—Espero que haya pasado una buena noche. Hoy se ve hermosa.
—Gracias—logró decir luego de la sorpresa inicial.
Se sentó en la silla que Cedric le había apartado y luego de que Arturo tomara el lugar a su lado, comenzó a llenar sus platos con comida. Hermione no podía dejar de mirar todo aquello con mucha sospecha. Allí los sirvientes solían ser muy buenos con todos, hasta el punto de convertirse en buenos amigos, pero había algo en ese hombre que a ella no le terminaba por gustar.
—¿Qué desea beber, mi lady?
—Siempre bebo té por las mañanas…—dijo esperando que no hubiese preparado aquella bebida.
No quería ser mala persona ni comportarse como una bruja, en el peor sentido de la palabra, simplemente quería… ¡Lo admitía! ¡Quería hacerlo sentir mal! Es que había algo en él que no le agradaba.
—Aquí lo tengo, mi señora… Un té a la temperatura justa para usted.
No pudo evitar fruncir el ceño y mirar la taza casi con rencor. Pero terminó suspirando con resignación. Le gustaba pasar tiempo con su hermano y no iba a permitir que la presencia de aquel hombre lo disgustara. Sería mejor no pensar en él y dirigir a otro lado conversación.
—Me he enterado que ha habido un incidente ayer durante la casa.
—Un jabalí—admitió Arturo antes de beber un sorbo de su copa—Intenté lanzarle una de mis lanzas pero revotó contra su piel gruesa. Venía justo hacia mí y casi temí que acabara con mi vida pero…—sonrió con notable orgullo y contempló a Cedric—¡Este hombre me salvó!
—¿En serio?—preguntó casi sin ganas de conocer la historia.
—¡Sí! Lanzó una de las lanzas justo cuando la bestia abría la boca y acabó con ella de repente.
Miró a Cedirc que simuló actuar con humildad, haciendo nuevamente una leve reverencia.
—Sólo actué por instinto.
Hermione lo contempló con los ojos entrecerrados, conteniendo la molestia. No había sido aquel hombre el que le había salvado la vida a su hermano sino Merlín. Con razón ayer había estado tan molesto.
—¡Eso es impresionante!—exclamó simulando estar completamente asombrada por su accionar—Espero que mi hermano te haya sabido recompensar…
—Así fue, mi lady. El príncipe Arturo actuó de un modo muy generoso conmigo. Me ha concebido el honor de trabajar aquí, en la casa real…
—Qué amable de su parte—dijo entre dientes observando a su hermano que sonreía sin darse cuenta de su obvia molestia—¿Sueles asesinar a animales con frecuencia?
Esta vez sí, los dos detectaron la pregunta hecha con enfado. La mirada calmada de Cedric perdió su estabilidad al oírla pero rápidamente se recompuso.
—No, mi lady—respondió—pero la vida de su hermano estaba en peligro.
—Sí, estoy segura que siempre actúas con tan notable valentía cuando debes rescatar a príncipes de una muerte segura—dijo con sarcasmo.
—¡Hermione!—exclamó su hermano sorprendido—¿Qué te sucede?
Ella no quería hablar de sus sospechas delante de Cedric por lo que agradeció enormemente que Merlín ingresara justo en ese momento, aunque lamentó enormemente que llevase consigo una bandeja pequeña con el desayuno para Arturo. Claramente empequeñecía a comparación del desayuno que había llevado Cedric.
El príncipe sonrió con todo orgullo a su nuevo sirviente.
—Esto es estupendo, Cedric—le dijo con claro intento de provocar al joven mago.
Merlín contempló incrédulo la mesa e incluso le lanzó una mirada herida a Hermione, como si ella lo hubiese traicionado al estar sentada allí. Pero terminó por apretar los labios y endurecer la mirada, intentando simular que no le afectaba en absoluto.
—¿Hay algo más que necesite, mi señor?—le preguntó casi con rabia.
—No, creo que Cedric tiene todo cubierto…
—¡Oh!—exclamó de pronto el hombre, sin notar la fría mirada que le lanzaron Hermione y Merlín al oír esa pequeña exclamación—lo lamento, señor, hay algo que se me olvidó hacer... eh… limpiar sus caballos.
—Pues encargarte de eso—le ordenó Arturo a Merlín.
El mago abrió la boca con incredulidad. Había hecho todo el trabajo pero le había dejado el único que más suciedad y pestilencia implicaba.
—Déjame abrirte la puerta—dijo Cedric mientras rápidamente lo hacía, obligando a Merlin a marcharse.
¿Qué podía decir ella ante ese acto tan injusto? Su hermano estaba cegado con los falsos encantos de ese idiota.
Durante el resto del desayuno Hermione sólo comió unos pocos bocados. Todo era realmente delicioso pero lo que acababa de presenciar le había quitado el apetito. Rápidamente se disculpó y se apresuró a salir de allí para ir a ver a Gaius pero cuando estaba recorriendo el pasillo que cruzaba frente a las habitaciones privadas de Morgana se topó con el anciano saliendo del interior.
—Gaius—dijo un tanto sorprendida—Justo estaba a punto de ir a verte… ¿Está todo bien? ¿Qué tiene Morgana?
Desde que la había visto planear con tanta frialdad el asesinado de Uther había ido alejándose lentamente de ella. Si la chica se dio cuenta o no, no pudo saberlo. Morgana se mostró siempre tan encantadora y amable como siempre, pero Hermione sabía que algo había cambiado dentro de ella y que ya no había vuelta atrás. Podría haber salvado al rey del propio ataque que ella misma había planeado pero estaba segura que cualquier otro desencadenante haría bullir nuevamente la rabia y el desprecio. La apreciaba lo suficiente como para preocuparse por ella y quererla, por eso sabía que, acercarse más a la chica sólo le causaría más dolor en el momento de la separación.
Si tan sólo las cosas pudieran ser diferentes…
—Morgana ha tenido una pesadilla anoche—dijo sin alzar la voz—Soñó con cuervos.
Hermione sintió un terrible presentimiento moviéndose dentro de su pecho.
—Sigan… Su sepulcro está lleno de cuervos. Es su representación, ¿Verdad?
—Posiblemente—murmuró.
—Hay que hacer algo, Gaius… Debemos detener esto—imploró—¿Ya has hablado con mi padre?
—Lo he intentado, Hermione, pero sólo cree que se trata de una leyenda. Ya me ha advertido sobre ir esparciendo rumores y creando pánico.
Hermione suspiró.
—Mi padre es así. No lo creerá hasta que no tengamos las evidencias necesarias… ¿No tienes algo sobre Sigan en tus libros? Me gustaría investigar por mi cuenta.
—Quizás, vamos, te ayudaré.
Ambos se dirigieron hacia las cámaras del anciano y comenzaron a revisar la enorme cantidad de libros que poseía. Había algunas leyendas que lo mencionaba pero no muchas más información. Nada que pudiera tomarse realmente en serio. Lo que más le preocupaba a Hermione era estar enfrentándose nuevamente a un horrocrux. Quizás el que logró crear Sigan fue el primero, elaborado con ciertas diferencias aunque igual de oscuro que los que había elaborado Voldemort.
Gaius volvió a intentar traducir los extraños símbolos que había encontrado alrededor de la piedra mientras ella leía y estaba aún ocupado en eso cuando vio aparecer a Merlín mirando triste hacia el suelo.
—¿Qué es eso en tu cara?—le preguntó el galeno.
—Nada.
—¿Qué sucede?
—Nada.
Merlín caminó sin mirar a nadie hacia sus habitaciones privadas y cerró detrás de él. Hermione y Gaius intercambiaron una mirada preocupada entre ellos. Ambos estuvieron dispuestos a ir con el chico pero ella logró ponerse de pie antes, tomar un trozo de trapo y un cuenco con agua. El anciano la siguió con la mirada fijamente, dejando que ella se hiciera cargo de momento de la situación.
Hermione no se molestó en tocar. Simplemente entró y cerró nuevamente la puerta detrás de ella. Merlín ni siquiera la miró cuando se le acercó. Estaba sentado en la cama con la mirada triste fija en el suelo. Sin decir ni una sola palabra, humedeció el paño y comenzó a limpiar su rostro con delicadeza. El mal aroma que desprendía aquello le dio una idea de qué se trataba y se preguntó cómo rayos había hecho el chico para llenarse un lado del rostro con eso.
Merlín estaba tan frustrado que ni siquiera se sonrojó por su cercanía y la dejó hacer.
—No soy un idiota—habló finalmente él.
—Lo sé—indicó sin dejar de limpiarlo—¿Qué sucedió?
Lo oyó suspirar con profundidad, aún sin observarla.
—Cedric—gruñó—Cuando me fui a cuidar de los caballos yo… ¡juro que no me quedé dormido! No sé qué sucedió en realidad pero desperté y todos los caballos habían escapado. Arturo me gritó y su "querido" Cedric apareció diciendo que debía dejarme descansar…
—Recibiste una tarde de descanso, no debes estar tan preocupado—intentó alegrarlo pero sin conseguirlo—¿Qué sucede, Merlín?
—Sólo quiero que Arturo confíe en mí y me vea por lo que realmente soy.
—Algún día lo hará—le aseguró—Confía en mí, sucederá.
—¡¿Pero cuándo?!—preguntó girando el rostro finalmente para mirarla a los ojos—Sé que no te lo he dicho pero tengo un destino… Se supone que Arturo será el único y futuro rey que unirá la tierra de Albión y yo debo estar allí para ayudarlo… ¡Por eso todo lo que hago es por él! Y él nada más piensa que soy un idiota…
Hermione se sentó frente a Merlín con total calma. Dejó el paño a un lado viendo como su trabajo ya estaba completo.
—Yo no creo que seas un idiota—le aseguró tomando una de sus manos para envolverla entre las de ella—Y si alguien debe cuidar a mi hermano y acompañarlo durante la travesía que lo llevará a convertirse en rey, jamás pensaría en alguien que no fueras tú. Tienes grandes poderes, eres valiente más allá de lo imaginable y aún así tan humilde.
Esta vez sí se ruborizó, aún más al sentir la suavidad y la calidez de las manos de Hermione.
—Yo… yo no…—intentó concentrarse y decir algo pero sólo consiguió que su lengua se trabara.
Hermione sonrió tímidamente y se inclinó a dejar un pequeño beso en su mejilla limpia. Merlín estaba seguro que duró mucho más de lo normal y cuando la chica se apartó lo hizo con suma lentitud.
—Nunca dudes de tus capacidades—le pidió ella.
Él sólo pudo asentir, pensando en lo cerca que estaba Hermione. No se había apartado mucho realmente después de esa pequeña muestra de afecto y tampoco había soltado su mano. Podía sentir un aroma floral viniendo de su cabello… ¿O era de su piel? Inconscientemente sus ojos viajaron a sus mejillas, notando que la piel era lisa y parecía sumamente suave. Incapaz de controlarse, alzó su mano y con las yemas de sus dedos la tocó. La vio estremecerse bajo su toque y no pudo más que maravillarse mientras dejaba que sus yemas se deslizaran por la suave curva de su mandíbula hasta su mentón con suma lentitud. Ella era asombrosa en tantos aspectos.
Era un toque tan leve, casi como el de una pluma trazando el contorno de su rostro, pero la sensación que la recorrió fue potente. Le asombró su reacción hacia él. Nunca hubiera esperado que la hiciera sentir mariposas en el estómago, que le acelerara el corazón y la respiración a tal punto que tuvo que abrir levemente la boca para dejar escapar un jadeo. Y cuando Merlín siguió deslizando sus curiosos dedos hacia su cuello fue incapaz de no tirar el rostro hacia atrás, ofreciéndoselo libremente mientras los jadeos seguían saliendo de su boca entreabierta.
No podía creerlo, unas pocas caricias y ya sentía unos deseos terribles de lanzarse sobre él y besarlo hasta dejarlo sin aliento.
Merlín no podía racionalizar aún. Simplemente observaba el modo en que Hermione parecía curvar su cuerpo hacia él, casi como si quisiera que no se detuviera. Se preguntó su sería capaz de besarla. La respuesta era más que obvia. Con ella allí, casi a su merced, sobre la cama… tragó saliva sintiéndose demasiado acalorado. No quería pensar, simplemente era demasiado peligroso. Sólo iba a disfrutar un poquito más de poder tocarla y luego…
—¡Lo he conseguido! Finalmente he… ¡Oh, lo siento!
Hermione y Merlín saltaron fuera de la cama, lo más lejos uno del otro cuando Gaius entró, interrumpiendo su… lo que fuera que había sido eso. Ambos estaban completamente rojos y con la respiración agitada. Ella se aclaró levemente la garganta mientras intentaba controlar el aire que entraba a sus pulmones.
—¿Qué conseguiste, Gaius?—preguntó intentando actuar con total normalidad.
El hombre le siguió la corriente, y le explicó lo que había encontrado sin hacer caso a lo que acababa de presenciar.
—He traducido la inscripción.
Eso hizo que ambos se olvidasen momentáneamente de lo que segundos atrás estaban haciendo y contemplaran al galeno con profunda intriga.
—¿Y qué dice?—preguntó ella con interés renovado.
—"El que rompa mi corazón, terminará mi trabajo".
—¿Qué quiere decir?—quiso saber Merlín.
—¿Recuerdas la joya? ¿Recuerdas cómo brilló?
Merlín asintió con seriedad.
—Nunca he visto nada parecido antes—confesó.
—Es el alma de Cornelius Sigan.
Pero no fue Gaius quien respondió sino Hermione. Ambos la contemplaron sorprendidos. El galeno no entendía cómo es que siempre esa muchacha terminaba sabiendo ciertas cosas que sólo estaban en la mente de unos pocos. Era sorprendente pero alarmante a la vez.
—¿Está vivo?—inquirió anonadado Merlín.
—No su cuerpo, sino su alma—indicó ella con cierto terror en la mirada—y necesita un cuerpo para volver a la vida.
—Entonces… ¿Si sacan el corazón, la joya se romperá y su alma quedará libre?
—Yo… bueno… asumo que sí—murmuró un tanto confundida.
—¿Asumes?—inquirió con interés Gaius—¿Cómo es que sabes de esto, Hermione?
—Eh… Yo lo leí en algún lado—dijo aparentando tranquilidad y el anciano le hubiera creído si no fuera por el leve titubeo inicial—Leí que se trata de una clase de magia muy poderosa y oscura. Para destruir el alma hay que acabar con el objeto que lo contiene con algo sumamente poderoso… pero… no sé si funcionará igual en este caso.
—Pero mientras el corazón no se toque no sucederá nada, ¿Verdad?—preguntó Merlín.
—Supongo que no… Pero mi padre está demasiado encantado con el tesoro que encontró y no querrá oírnos.
—Yo intentaré hablar de nuevo con él—indicó el anciano—Sólo debo encontrar las palabras adecuadas para convencerlo. De momento sólo podré ganar un poco de tiempo. Tengo autorización de revisar todo lo que allí se encuentra antes de que comiencen a vaciar la tumba.
—Eso está bien…—Hermione suspiró mientras contemplaba a través de una de las ventanas como la altura del sol—Lo siento, me debo marchar. Uther me invitó a almorzar… ha estado un poco sobre protector últimamente y sino aparezco mandará toda la guardia a buscarme…
Ella era renitente a irse pero había dicho la verdad. Se despidió de ellos y se marchó de allí inmediatamente. Merlín la miró de reojo y, cuando volvió a contemplar hacia adelante, se encontró con los ojos de Gaius.
—¿Qué?—preguntó.
—¿Qué fue exactamente no lo que sucedió aquí?—le preguntó con una seriedad que asustó un poco a Merlín.
—Nada.
—¿Nada?—no pudo contenerse más y rió suavemente mientras negaba con la cabeza y se alejaba—Esta juventud—dijo antes de apartarse aún riendo.
…
La sonrisa del mago oscuro era fría. Sus ojos resplandecían como dos gemas heladas, llenas de una codicia enorme que iba más allá de joyas y oro. Lo que él buscaba era poder. Por eso estaba allí, de pie en medio de una Hogwarts destruida, seguido por su séquito de Mortífagos, mostrando orgulloso como el famoso Harry Potter yacía muerto en brazos de Hagrid.
.
Hermione abrió los ojos de repente e inhaló profundamente mientras se sentaba en la cama sintiendo un terrible frío corriendo por su cuerpo. Su corazón latía rápidamente, llenándole las venas de adrenalina. Se levantó rápidamente sabiendo perfectamente que algo muy malo había sucedido. Lo sabía. No entendía cómo ni por qué sucedía eso pero no tenía duda alguna. Se colocó rápidamente una capa encima de su camisón porque sentía sus extremidades temblar notablemente y salió de allí de inmediato.
Debía de hablar con alguien. Con cualquiera. No le importaba quién. Las habitaciones de Gaius y Merlín quedaban demasiado lejos por lo que se encaminó con pasos ligeros hacia las cámaras privadas de Arturo. Tenía un terrible presentimiento. Se sintió muy tonta al estar tan asustada. ¡Era ridículo! Ni siquiera podía dejar de temblar.
No tocó la puerta, simplemente la abrió y entró, encaminándose directamente hacia la cama.
—Arturo…—lo tomó del hombro y zarandeó con violencia—¡Arturo!
Su hermano se sentó sobresaltado y al verla sus ojos se abrieron enormemente.
—¡Hermione!—exclamó—¿Qué sucede? ¿Por qué estás llorando?
Su mano temblorosa se alzó hacia su rostro y notó sus mejillas húmedas. Ni siquiera se había dado cuenta que había comenzado a llorar. Sintió que su labio inferior comenzaba a temblar notablemente y de pronto se encontró sollozando contra el pecho de un Arturo completamente desconcertado.
…
—¿Qué le sucedió?—inquirió el príncipe mientras veía a su hermana durmiendo profundamente sobre su cama.
Había llamado a gritos a un guardia para que éste buscase al galeno de inmediato. Él había visto como el anciano forzaba a Hermione a beber un líquido blanquecino para poder tranquilizarla y, tras esto, cayó inconsciente. Ingrid también había sido llamada y ahora se encontrada fielmente de pie al lado de la princesa.
—Sinceramente, no lo sé, señor—confesó Gaius—Parece un ataque de pánico pero algo debe de haberlo desencadenado.
—¿Qué?
—No lo sé. Quizás vivió una experiencia traumática antes de llegar a Camelot…
—Ella jamás me dijo nada de eso—aseguró con cierto desespero—Me aseguró que su vida había sido tranquila, que sus padres la querían… No creo que me haya mentido… no podría haber sido capaz.
—No creo que le haya mentido, señor—intentó tranquilizarlo—Las personas que viven ciertas experiencias traumáticas suelen mostrarse reticentes a hablar de ello. Sólo démosle una hora para descansar y luego, con mucho cuidado, podremos preguntarle qué le sucedió.
Arturo asintió y volvió a mirarla.
—¿Excelencia?—lo llamó uno de los caballeros.
Él se volteó lanzándole una mirada molesta.
—¿Qué?
—Alguien entró al sepulcro—informó.
Sus ojos se abrieron como platos.
—¿Cuándo?—inquirió.
—No lo sabemos con certeza. Hace una hora aproximadamente. Los guardias que vigilaban fueron dormidos con unas hierbas y no recuerdan nada.
—Iré ya mismo…—se volteó hacia Ingrid—Cuídala.
—Así lo haré, señor—dijo la chica con una leve reverencia.
—Gaius, acompáñame—ordenó.
Él, el anciano y Merlín, que en todo momento se había mantenido alejado de la cama en la que dormía Hermione, salieron y se dirigieron hacia la planta más baja del castillo, donde la tierra se confundía con las rocas. Había nuevos guardias allí que reemplazaban a los anteriores.
Merlín podía apostar sobre lo que había sucedido y, cuando entraron al recinto donde se encontraban todos los tesoros, una mirada hacia la tumba le bastó para confirmar sus sospechas. Ya no se encontraba la inmensa piedra con forma de corazón. En su lugar sólo había un hueco vacío. Arturo también lo notó. Miró a Gaius y a Merlín antes de salir de allí gritando una orden.
—¡Suenen las campanas de alarma!
Gaius no se alejó detrás de él y comenzó a observar a su alrededor hasta que algo llamó su atención en el suelo. Lo tomó y un escalofrío lo recorrió.
—Merlín, mira—dijo, mostrándole una piedra con forma de corazón totalmente transparente. Ya no poseía ese característico brillo azulado que llamaba tanto la atención de todos—Quien hizo esto se llevó mucho más de lo que estaba buscando.
—Yo lo sentí—confesó—Y estoy seguro que Hermione también y que por eso está así… fue… terrorífico.
—¿Por qué estás seguro que Hermione también lo sintió?
—Eh… bueno…—titubeó sin saber bien qué contestarle—¿Qué otra cosa sino podría haberle causado esa reacción? Era como sentir frío. Mucho. ¡Y tú mismo viste como temblaba!
Los ojos del anciano se estrecharon.
—Si lo que sentiste fue el alma de Sigan saliendo del corazón fue porque tú eres "especial"—dijo sin alzar demasiado la voz ni usando ninguna palabra que pudiera ocasionar problemas por si algún guardia oía su conversación—¿A caso Hermione también lo es?
Merlín quería negar pero no se atrevía a mentirle tan descaradamente a Gaius. Pensó que la mejor manera de proceder era hacerse el desentendido.
—No lo sé…
—Merlín…
El joven mago encontró muy interesante la puerta de rejas que se había colocado para cubrir la entrada a la tumba y Gaius no necesitó más que eso para confirmar su pregunta.
—¿Desde cuándo lo sabes?—le preguntó.
Merlín suspiró pesadamente.
—Este no es el lugar—le dijo y se volteó hacia la puerta—Mira… No entiendo cómo entraron. La puerta no está ni siquiera dañada.
—Deben de haber utilizado una llave—respondió el anciano, aceptando momentáneamente el cambio de tema.
—No. Arturo tiene la única llave que hay—le aseguró.
—¿Y dónde la guarda?
—En su cinturón con las otras.
—¿Alguna vez se las quita?
—Sólo cuando duerme. Lo deja al lado de la cama, en un pequeño cajón.
—¿Quién tuvo acceso a sus aposentos anoche?—preguntó con seriedad el anciano.
—Sólo yo y… ¡Cedric!
…
Merlín caminó rápidamente hacia las cámaras privadas de Arturo donde lo encontró sentado al lado de Hermione, quien todavía dormía.
—Cedric está poseído por un espíritu demoníaco—le dijo con la más absoluta seriedad.
La mirada de Arturo no mostró ninguna reacción hasta que finalmente rayó la más absurda incredulidad.
—¿Qué?—inquirió contemplándolo como si hubiera perdido la poca cordura que tenía.
Merlín agitó su cabeza, intentando ordenar sus pensamientos.
—Intentó robar la joya. Pero no era una joya. Era el alma de un antiguo hechicero, Sigan.
Arturo se puso de pie lentamente y se inclinó hacia él.
—Merlín… ¿Has estado bebiendo?
El chico rodó los ojos. Sabía cuán increíble sonaba lo que estaba diciendo pero era la verdad.
—Escúchame, por favor…—le pidió—¡Camelot está en peligro mortal! Sigan está utilizando el cuerpo de Cedric para tener su venganza.
—¡Este sinsentido no está ayudando a cuidar tu trabajo!—le informó.
—¡No me estás escuchando!—gritó.
Hermione se removió entre sueños y tembló. Arturo la contempló hasta que volvió a tranquilizarse y luego dio una fría mirada a Merlín.
—Si vas a gritar de cualquier manera…—lo amenazó—¡Cedric!
El nuevo sirviente del príncipe no tardó ni medio segundo en aparecer y contempló expectante al príncipe, esperando la orden que debía de llevar a cabo.
—¿Acompañarías a Merlín a salir del castillo?
Merlín contempló a Arturo con pura incredulidad. ¡¿Cómo se atrevía?! ¡Él sólo intentaba ayudar y salvarle la vida! ¡Maldito idiota!
Cedric asintió y comenzó a acercarse a Merlín para hacer lo ordenado pero antes de que pudiera reaccionar el joven mago se lanzó sobre él, derribándolo, dispuesto a desenmascararlo. Arturo rodó los ojos, incapaz de creer lo imbécil que era y se les acercó, dispuesto a separarlos.
—¡Merlín!—le gritó.
Pero justo en ese momento Cedric le pegó una patada en el estómago que lo hizo retroceder, doblándose en dos a causa del dolor pero no tardó demasiado en recuperarse y volvió a tirarse sobre él. Pero, en esa ocasión, el nuevo sirviente usó sus piernas para impulsarlo hacia adelante, logrando que Merlín cayera sobre el príncipe.
Cedric se alejó arrastrándose debajo de la cama, dispuesto a perder a ese loco lo más rápidamente posible pero Merlín inmediatamente lo persiguió. Arturo abrió los ojos enormemente, anonadado y maldijo entre dientes. Corrió en un intento de tomarlo por las piernas y detenerlo pero el joven mago ya se había arrastrado hacia el otro lado. Lanzándole una nueva mirada a su hermana para comprobar que todavía estaba bajo los efectos del sedante que le había dado Gaius, se paró en el colchón, cruzó sobre ella y logró detener a Merlín antes de que volviera a atacar a Cedric. Lo tomó de los brazos, inmovilizándolo y lo arrastró hacia fuera de sus cámaras.
—¡Has ido demasiado lejos esta vez, Merlín! Deberás pasar un tiempo tranquilizándote en las celdas… ¡Guardias!
Lo próximo que supo el muchacho fue que dos guardias lo tiraron dentro de una celda fría y oscura y cerraron con llave la puerta con rejas para dejarlo allí hasta que Arturo diese la orden de liberarlo.
…
Hermione sentía su cuerpo pesado, como si de pronto hubiese aumentado cien kilos y apenas pudiera moverse. Su cabeza no estaba en mejores condiciones. Intentó abrir los ojos pero sus párpados apenas consiguieron abrirse, dejando entrar entrever una tenue luz que advirtió que se trataba de unas velas.
—¿Mi lady? ¿Hermione?
La voz le parecía familiar pero tardó unos momentos en reconocerla como la de Ingrid. Su doncella se había acercado a la cama y le tocaba la frente para comprobar que no tuviera fiebre.
—¿Ingrid?—su lengua se sentía adormecida—Agua… por favor…
Se oyó un rápido movimiento y pronto tuvo una mano en la parte de atrás de su cabeza, elevándola levemente para colocarle aquel líquido fresco sobre al borde de su boca. Bebió un largo sorbo y a medida de que sentía el agua bajando por su esófago sus sentidos volvía a renovarse. Pudo volver a abrir los ojos y contemplar que se encontraba en el cuarto de su hermano, completamente cubierta con mantas.
—¿Qué sucedió?—preguntó mientras Ingrid volvía a dejar a un lado la copa con agua.
Intentó apoyarse con los brazos sobre el colchón y, a pesar de que se tambaleó suavemente, logró conseguirlo.
—¿No lo recuerda?
Hermione forzó su mente y pronto los recuerdos llegaron a ella: recordó haber sentido frío, mucho y luego un terrible miedo que le caló el alma y le trajo terribles recuerdos. Todo casi parecía una terrible pesadilla, como las que hace más de un año que no tenía.
—Sí—musitó—¿Cuánto tiempo he dormido?
—Todo el día, señorita…
—¡¿Todo el día?!—preguntó asombrada hasta que recordó la voz de cierto galeno diciéndole que debía descansar—¡Gaius! ¡Agh! ¡Rápido, Ingrid! ¡Ve a mis cámaras por un vestido! Necesito cambiarme…
—Pero…
—¡Esto es sumamente importante!
Ingrid asintió y rápidamente salió corriendo. Hermione, mientras tanto, intentó ponerse de pie. Le costó un poco pero finalmente pudo estar parada sin sentir que el suelo se movía bajo sus pies. Sabía que Gaius tenía buenas intenciones pero ¿Tenía que darle siempre tranquilizantes tan potentes? Ingrid regresó y le rogó que la ayudase a vestirse con prisa. Afortunadamente, el vestido que le había traído era uno de los más simples que pudo haber encontrado y no tardó demasiado en estar lista. Pero cuando estaba a punto de salir fuera de las cámaras de Arturo se oyeron terribles gritos de terror que provenían del exterior. Hermione corrió hacia la ventana más cercana y contempló como los ciudadanos corría a ocultarse porque eran perseguidos por…
—¿Esas son gárgolas?—preguntó Hermione intentando observar atentamente pero sólo viendo borrones oscuros cruzando a alta velocidad.
Se acercó más pero una silueta oscura impactó de repente y tanto ella como Ingrid gritaron asustadas y salieron corriendo de allí. Su doncella fue hacia un lado pero Hermione fue por el contrario.
—¡Hermione!—gritó la chica al notarlo.
—¡Ve a resguardarte! Busca a Gwen y Morgana… yo iré después…
—¡Pero…!
—¡Vete!—le gritó—¡Es una orden!
La chica dudó pero la mirada de la princesa no le dejó otra opción más que obedecer por lo que así lo hizo. Fue entonces cuando Hermione corrió rápidamente hacia sus propias cámaras y buscó su varita antes de volver a salir y encaminarse hacia donde sea que se encontraba su hermano. Lo lógico era buscar en la sala de reunión del consejo y fue allí donde precisamente lo encontró, hablando con su padre.
—Hay pánico en la ciudadela—decía Arturo—La gente está huyendo…
—¡Entonces debes darles caza y acabar con esas bestias!—le ordenó el Rey justo cuando ella entraba—¿Hermione? ¿Qué haces aquí?
—Ya me siento mejor—aseguró.
— Deberías descansar—le indicó su hermano.
—Realmente, estoy bien… Ahora hay cosas más importantes por las que preocuparse…—señaló el exterior.
—Tienes razón—indicó Uther a su hija—Tú quédate conmigo… Arturo, haz lo que te acabo de decir. Debemos acabar con esos seres.
Arturo asintió y se alejó de allí, dejándola con su padre.
—Yo también puedo ir a ayudar, padre—aseguró Hermione.
—No, tú te quedarás conmigo. Hoy pasaste todo el día en la cama…
—¡Porque me drogaron!
—¡Porque anoche tuviste un ataque de pánico y no quiero que nada te vuelva a suceder!
—Pero nada volverá a sucederme, padre…
—¡Te quedarás aquí!—le gritó, contemplándola fijamente.
E inmediatamente un temblor se sintió por todo el castillo, estremeciéndolo desde sus cimientos. Un presuroso Gaius apareció corriendo e ingresó a las cámaras mientras que todos los guardias cruzaban delante, preparados para el ataque.
—¿Has visto lo que estás pasando?—le preguntó Uther.
—¡Es como yo se lo advertí!—le gritó el anciano con molestia.
—¡Este no puede ser Sigan!
—Es su venganza. Él vuelve de la muerte.
—¡Entonces, él morirá otra vez!
—No lo entiende, señor, no puede matar a un hombre que ha conquistado la mortalidad.
Los ojos de Uther brillaron de rabia.
—¡No me digas lo que puedo hacer! ¡Camelot nunca caerá bajo manos de un hechicero mientras yo sea el rey!
Un nuevo temblor sacudió el castillo, esta vez más fuerte que el anterior, consiguiendo que un trozo de muro se desprendiera y precipitara contra el suelo. Hermione retrocedió inmediatamente y Uther la rodeó con sus brazos de manera protectora.
Gaius contempló con gravedad al rey antes de asentir respetuosamente y regresar a sus labores.
—¡Por favor, padre!—insistió Hermione, desprendiéndose de su abrazo—¡Déjame hacer algo! Iré solamente a cuidar de los heridos con todos los demás. Allí no pasaré peligro. ¡Por favor!
—¡Bien, vete!—gruñó Uther, contemplando con aflicción como todo el castillo parecía estar a punto de derrumbarse.
Hermione no miró atrás. Simplemente corrió lejos de allí en busca de Gaius y lo encontró atendiendo a los heridos, que eran muchos, en la gran sala que se había transformado en una improvisada enfermería. Morgana también apareció a su lado, acarreando vendas en sus brazos. Al verla, ambas se sorprendieron.
—Deberías descansar—le dijo Hermione a la protegida del rey.
—Tú también—indicó.
Pero una mirada cómplice fue suficiente como para decirse todo. Ninguna de las dos haría tal cosa dadas las situaciones. Morgana le dedicó una sonrisa titubeante a la que Hermione respondió antes de volverse hacia donde se encontraba Gaius.
—¡Hermione no deberías estar aquí!—la reprendió.
—Tendría mis sentidos más alertas si alguien no me hubiera dopado—aseguró con expresión molesta—Ahora sólo dime donde se encuentran las cosas para que pueda… ¡Arturo!—el grito salió desde el centro de su alma al contemplar a su hermano entrado con una gran mancha de sangre en el pecho sobre su cota de malla.
Corrió hacia él con la mirada preocupada.
—Estoy bien—le aseguró en un intento de tranquilizarla—Gwen logró salvarme.
Hermione se volteó a contemplar a la muchacha que se había ruborizado notablemente y no pudo más que abrazarla con fuerza.
—¡Gracias!—le dijo—¡Gracias por salvar a Arturo!
—Eh… yo sólo hacía lo que creía correcto…
—Iré a buscar vendas…
Hermione se apresuró a hacerlo pero se tomó un poco más de tiempo del necesario al ver que su hermano hablaba con una muy avergonzada Gwen cuando finalmente se aproximó, ambas comenzaron a vendar por encima de su armadura porque lo primordial en ese momento era detener la hemorragia.
—¡Arturo!
Uther había llegado y anunciaba su presencia gritando el nombre de su hijo. Al verlo, sus ojos se abrieron enormemente.
—No es nada—se apresuró a decirle el príncipe.
—Dime que hemos conseguido a que esas criaturas estén fuera de aquí.
Arturo suspiró y negó con tristeza.
—Tienen el control de la torre más pequeña—informó—El mercado ha sido completamente destrozado.
—¿Cuántos muertos?
—Demasiados.
—Cerraré la ciudadela—dijo luego de unos momentos de meditarlo.
—¡No puedes!—exclamaron Arturo y Hermione a la vez.
—No tengo elección—les dijo—Debo proteger a quien aún tengo la oportunidad de proteger.
—Pero, padre, ¿Y las demás personas que…?—inquirió Hermione.
—Si no cierro, todos caeremos—intentó hacerle entender.
Arturo se puso de pie. Hermione lo contempló confundida, al igual que su padre.
—¿A dónde vas?—le preguntó el rey.
—Hay gente atrapada en el puente—dijo mientras se alejaba—No voy a dejar que mueran.
—¡Arturo, no!—protestó ella.
—¡Es un suicidio!—le dijo Uther.
—Es mi deber con Camelot y conmigo mismo—gruñó antes de salir de allí sin que nadie pudiera decir nada para evitarlo.
…
Merlín había escapado de los calabozos sin sigilo alguno. Había hecho estallar las bisagras de la puerta de la celda, armando un gran escándalo, pero como no había guardias vigilando ni ningún otro prisionero, no le importó. Podía sentir el estruendo del exterior, el movimiento de la tierra que hacía que los muros del castillo temblaran. No necesitó mucho para darse cuenta que algo muy malo estaba sucediendo. Cuando corrió por los pasillos hasta la gran sala tampoco nadie reparó en él. Se ocultó detrás de las columnas y prestó atención a la conversación que tenía Uther con sus dos hijos. Hermione ya estaba de pie y eso logró hacerle sentir un gran alivio pero tras oír la ausencia de planes más que el del Rey de cerrar la ciudadela la preocupación volvió.
En cuanto tuvo la oportunidad se acercó a Gaius. Arturo se había alejado y los demás habían vuelto a atender a los heridos. Lo llamó suavemente y cuando capturó su atención el anciano se le acercó contemplándolo con inquietud.
—¿Qué estás haciendo aquí?—le preguntó casi sonando horrorizado.
—Tengo que ayudar a Arturo—le indicó.
—Merlín, el poder de Sigan va más allá del tuyo.
—No tengo elección.
—Pero Sigan es inmortal y tu no. Si te enfrentas a él, morirás.
—¡Debe de haber alguna manera!—lo miró casi implorándole por una respuesta.
Gaius sabía que el muchacho no podría hacer nada por su cuenta. Necesitaba ayuda.
—Hay un solo ser vivo que es lo suficientemente antiguo como para darte las respuestas que necesitas.
—¿Qué quieres decir?
—El gran dragón—dijo con pesadumbres.
El rostro de Merlín se ensombreció al oír aquel nombre.
—¿Tú sabías que solía visitarlo?—dijo hablando en pasado porque, desde la discusión que habían mantenido no había regresado y había tenido la esperanza de no tener hacerlo nunca más.
—Sí, por supuesto—dijo el anciano casi avergonzado por haberle ocultado aquello—Lo conozco. Tú eres una criatura mágica al igual que él. Espero que pueda ayudarte.
—Él no ayuda a nadie más que a sí mismo—dijo sin perder la seriedad—No tienes idea de lo que sucedió la última vez que fui a verlo…
—Por el destino de Arturo, debes ir ahora.
—No puedo.
—No tenemos otra opción.
Merlín lo sabía y odiaba que Gaius tuviera razón pero más odiaba que el dragón fuera su única ayuda en este momento de tanta desesperación. Asintió y se alejó, encaminándose hacia las profundas cuevas. El trayecto lo hizo casi sin pensar. Durante mucho tiempo había caminado por esos mismos pasillos laberínticos pero en esta ocasión la diferencia era notable. Más oscuros, más tétricos y más fríos. El temblor de las paredes hacía que pequeñas cantidades de polvo y rocas cayeran del techo.
Cuando llegó a la cueva, lo llamó con gritos desesperados, implorándole su ayuda. El dragón no tardó en aparecer, agitando sus alas inmensas y se apoyó en un enorme saliente.
—Me dijiste que no te vería otra vez—le recordó con claro orgullo.
—No estoy aquí por ti, sino por Arturo.
—El camino de Arturo va junto al tuyo. Pero has dejado claro que no caminarás junto a mí.
—¡No puedes querer que Cornelius Sigan gane! ¡No eres malvado!—al menos, Merlín quería creer eso.
—Al menos, Sigan sabe donde están sus lealtades. Has demostrado que tú no.
—¡¿Entonces dejarás que Camelot caiga?!
—Yo no dije eso.
—¿Entonces, me ayudarás?
—Para vencer a Sigan necesitarás un hechizo potente. Mucho más potente que todos los que conoces.
—Tengo que intentarlo…
—Muy bien, pero tendrás que darme algo a cambio…
—¿Qué?—preguntó con muchas dudas.
—Una promesa.
—¿Una promesa?—inquirió confundido.
—Un día me liberarás.
Merlín casi tuvo deseos de reír. ¿A caso lo creía tan tonto como para aceptar un acuerdo como aquel?
—Si te libero, ¿Qué harás?—le preguntó.
—Eso no te concierne.
—¡No confío en ti!—le dijo—Estabas dispuesto a dejar que Hermione muriera.
—Hermione tiene una misión que cumplir y ella lo sabe… por eso no importa si ella moría ese día u otro…
—¿Qué quieres decir?—preguntó confundido pero el dragón no le respondió.
—Así que no tienes otra opción. Prometes liberarme o Camelot caerá.
Un temblor fuerte le recordó a Merlín que no estaban lejos de ese fatídico final.
—Lo prometo—dijo, pensando que quizás pudiera encontrar el modo de deshacer su promesa—Ahora, por favor, dame el hechizo.
…
Hermione vio que todos los caballeros entraban a la Gran Sala con prisa, sudorosos y aterrados. Buscó con la mirada a su hermano pero no logró distinguirlo.
—¡Cierren las puertas!—gritó uno de ellos—¡Es una orden!
—¡¿Dónde está?!—preguntó ella.
Uno de los hombres se volteó y pudo ver un enorme dolor en su mirada. Hermione sintió su corazón casi dejar de latir.
—¡No! ¡NO! ¡Abran! ¡No lo pueden dejar afuera!—gritó mientras intentaba correr hacia la puerta y abrirla pero un par de manos la detuvieron.
Intentó desprenderse pero no lo consiguió así que hizo lo único que se le ocurrió, dar un fuerte codazo hacia atrás, consiguiendo que el hombre se quedara sin aire y la soltara de repente. Como sabía que por allí no había salida ya que otros caballeros impedirían abrir las puertas, corrió rápidamente fuera de la Gran Sala hacia la habitación siguiente y logró ver, a través de la ventana a su hermano tendido en medio de la plaza. Intentó abrirla pero no lo consiguió por lo que no lo pensó dos veces antes de sacar su varita y conseguir que la ventana se rompiera en mil pedazos, esparciendo el vidrio por todos lados. Sintió un trozo rosar su mejilla pero no le importó. Elevó sus faldas con sus manos y saltó al exterior viendo como, en ese mismo momento, Merlín se acercaba a Arturo. Corrió hacia ellos sin perder tiempo.
—¡Hermione!—exclamó Merlín con sorpresa—¿Qué haces aquí?
—¡Yo podría preguntarte dónde te metiste antes pero este no es el momento para preguntas tontas, Merlín!—le dijo mientras tomaba la cabeza de su hermano con cuidado, sintiendo que sus dedos se humedecían con la sangre que desprendía el feo corte que tenía.
Sacó su varita y, notando que allí sólo se encontraban ellos dos, murmuró un rápido hechizo para que la herida cicatrizara con rapidez. Ahora sólo debían llevarlo al interior y dejarlo descansar hasta que despertara por su cuenta.
—¿Quién lo hubiera pensado?—dijo una voz profunda al lado de ellos—¡Ustedes dos son magos! ¡Y poderosos!
Cedric o mejor dicho, Cornelius Sigan ocupando el cuerpo de Cedric, estaba de pie a su lado, contemplándolo con cierto aburrimiento como si, a pesar de sus palabras, supiera que ellos dos no eran realmente nada preocupante.
Hermione se puso de pie, con la varita aferrada firmemente en su mano y Merlín la imitó.
—No dejaré que le hagas daño—dijo el mago.
—¿Y tú vas a detenerme?—le preguntó casi con burla.
Merlín dio un paso hacia adelante, cubriendo con su cuerpo el de Hermione y el de Arturo.
—Te detendré—dijo con convicción.
—¡Él no merece tu lealtad! ¡Te trata como un esclavo!—intentó convencerlo Sigan.
—¡Claro que no!—lo contradijo Merlín fervientemente.
—Siempre te aparta sin dudarlo.
—¡Eso no importa!
—Pero debe dolerte tanto… Estar marginado, tan subestimado… Aún teniendo tanto poder.
—Así es como tiene que ser—dijo.
—¿Lo es? Tú eres joven, Merlín. Mira tú interior, todavía tienes que descubrir tu verdadero potencial. Yo puedo ayudarte ¡Piensa, Merlín! Para que el mundo pueda apreciar tu grandeza, para que Arturo sepa de lo que verdaderamente estás hecho.
—Eso nunca pasará.
—Puede ser—aseguró—Si te unes a mí. Juntos podemos mandar sobre la tierra…
Hermione sabía cuán ciertas eran algunas de esas palabras. Merlín sufría en silencio cada maltrato de parte de Arturo. Él, que tenía tanto poder dentro de sí y que aún no conocía todo lo que era capaz de hacer. Dio un paso adelante, acercándose a Merlín y lo tomó de la mano. No quería que pensara que se encontraba solo ante esto. Ella estaba más que dispuesta a estar a su lado. Merlín la contempló por unos segundos antes de volverse hacia Sigan.
—No quiero eso—dijo con decisión.
Sigan parecía no estar acostumbrado a recibir negativas porque se mostró totalmente asombrado por esa respuesta.
—¿Prefieres ser un sirviente?—le preguntó incrédulo.
—Mejor servir a un buen hombre que seguir las órdenes de un malvado.
—¡Que así sea! Pero me convertiré en ti y obtendré todo tu poder—amenazó.
Antes de que alguno de los dos pudiera entender qué estaba pasando el cuerpo de Cedric comenzó a temblar con fuerza hasta que cayó arrodillado y, finalmente, terminó en el suelo, con la mirada vacía y la boca abierta. Del interior de ella comenzó a salir una sustancia mágica, muy parecida a humo, de color azulado que fue deslizándose lentamente por el suelo hasta los pies de Merlín. Hermione retrocedió e intentó que él hiciera lo mismo pero parecía estar clavado en el suelo.
—Vete—le ordenó antes de comenzar a recitar un hechizo que ella jamás había oído.
Merlín recordó perfectamente todos los conocimientos que le había pasado el Gran Dragón, pero el alma de Sigan ascendía por su cuerpo como si se tratara de una planta trepadora hasta que ingresó por sus fosas nasales y su boca, deteniendo de repente el hechizo que había estado pronunciando.
—¡Merlín!—gritó aterrorizada cuando las piernas del muchacho ya no soportaron el peso de su propio cuerpo, dejándolo caer en el frío suelo de la plaza.
Se acuclilló sobre él, sintiéndose terriblemente impotente ya que no sabía qué demonios hacer. El cuerpo de Merlín comenzó a convulsionar incontrolablemente.
—¡Merlín, por favor! Debes luchar… ¡Por favor, Merlín!
Tomó su rostro entre sus manos, aún suplicando en voz baja, y casi suspiró con alivio cuando notó que sus párpados comenzaban a elevarse; sin embargo, cuando vio sus ojos, se apartó de un salto y ahogó un grito. Eran totalmente negros. Ya no quedaba rastro de esos brillantes ojos azules llenos de vida que ella había aprendido a admirar. Sin embargo, luego de unos momentos, éstos volvieron a la normalidad.
Hermione dio un paso tentativo hacia adelante, aferrando nuevamente su varita con fuerza en su mano, aunque rogando no tener que usarla contra él.
—¿Merlín?—lo llamó.
El chico se sentó lentamente, aún sin contestar, con el rostro bañado en una profunda seriedad hasta que finalmente sacó, del interior de su chaqueta, el corazón de cristal y se lo mostró. Había vuelto a ser completamente celeste. El alma de Sigan había regresado a su interior. Merlín le sonrió y ella no pudo más que reír. No porque encontrara aquella situación divertida sino porque el alivio que sentía era demasiado como para caber dentro de su cuerpo.
…
El sepulcro fue sellado pero no sin antes devolver todo su contenido. Si Uther antes estaba seguro de que la magia era maligna ahora nada lo haría cambiar de opinión. Hermione se estremeció al oírlo decir que redoblaría sus esfuerzos para exterminar toda la magia del Reino por lo que se alejó lo más rápidamente posible de allí y fue a uno de los pocos lugares donde se sentía realmente cómoda.
—¿Te quedarás a almorzar con nosotros, Hermione?—la invitó Gaius, nada más llegó a sus cámara—Nuestra comida es nada, si lo comparamos con lo que usualmente debes probar pero…
—Me encantaría, Gaius—le respondió de buen humor.
Se sentó al lado de Merlín y el anciano puso un plato delante de cada uno. Hermione recordaba que una vez el muchacho le había dicho que el galeno no era un buen cocinero y ahora, que probaba su comida, debía darle toda la razón. Pero para no ofenderlo, tomó un gran bocado y simuló deleitarse. Merlín rió suavemente a su lado, lo que hizo que se ganara un disimulado codazo.
—Está delicioso—le dijo.
—Al menos alguien aprecia mi comida—dijo mirando con obviedad al muchacho.
Las puertas se abrieron de repente, sin antes ser tocadas, dejando entrar a Arturo, quien sostenía una pesada bolsa marrón. No le hizo caso ni a ella ni a Gaius, simplemente miró a Merlín.
—Vengo a hablar contigo—le dijo—No me he olvidado de tus actitudes vagas e insolentes ni que me llamaste clotpole—Hermione jadeó al oír aquel fuerte insulto— Pero tengo que admitir que había algo de verdad en tus acusaciones contra Cedric.
Merlín no tardó demasiado en entusiasmarse por sus palabras.
—¿Significa que admitirás por una vez que tuve razón?—preguntó sonriendo.
Arturo simuló meditarlo por un buen momento.
—No exactamente, no. Por lo visto, tendré que nombrar caballero a alguien mañana temprano y no hay nadie que pula mi armadura… Así que, aquí tienes—colocó la bolsa sobre la mesa y la abrió para que el chico pudiera ver su contenido.
—¿Eso es todo?—preguntó decepcionado Merlín, viendo que tendría un día muy ocupado.
—Sí… bueno, no—miró esta vez con muchísima seriedad al joven mago—Estoy seguro que esto te pertenece.
Metió la mano en el interior de la bolsa y de bajo de su armadura extrajo una prenda que Merlín reconoció inmediatamente.
—Espero no tener que volver ver a mi hermana usando cualquier cosa tuya—le dijo con un bajo tono amenazante, lanzándole la campera que le había prestado días atrás contra el rostro.
¡Hola de nuevo! Estoy subiendo pronto un nuevo capítulo porque he estado escribiendo con regularidad estos días. Estoy en cama, con reposo obligatorio, así que no tengo demasiadas cosas que hacer.
En fin, me he dado cuenta que quizás me he dejado llevar un poco por la escritura. Usualmente me pasa, me pongo en ello y dejo que la historia avance por su cuenta, dejando que los personajes se hagan cargo prácticamente de sus líneas. Estaba en ello cuando me di cuenta que Salazar Slytherin, en capítulos posteriores, hace quizás algunos comentarios un tanto "subidos de tono" e insinuantes. No son realmente palabras que podrían causar escándalo (al menos, no ahora, porque no estamos en la edad media). Aún así, esto me hace preguntar, si no debería cambiar el Rated.
Actualmente, ésta historia está valorada como T. ¿Les gustaría que la cambie a M? En tal caso, podría dejar que Slytherin y cualquier otro personaje diga lo que desee e incluso podría narrar algunas escenas íntimas entre Hermione y Merlín. Pero, claro, nada vulgar porque eso arruinaría la historia.
¿Qué opinan?
¿Lo dejo en T o lo cambio a M?
