¡Hola a todos! Nuevamente estoy subiendo un nuevo capítulo. Había querido hacerlo antes pero se me presentaron algunos inconvenientes familiares que me impidieron escribir y estuve mucho tiempo sin poder siquiera añadir medio párrafo a la historia que ya tenía. Pero ya estoy de nuevo. El siguiente capítulo tenía más de 13.000 palabras por lo que decidí dividirlo en dos partes para que no les resulte increíblemente extenso y tedioso de leer.

En fin, ¿recuerdan la pregunta que les hice en el capítulo anterior? ¿Dejarlo en T o cambiarlo a M? 5 personas votaron que lo subiera de todo y 2 que lo dejara como está. Por lo tanto, como la mayoría quiere que cambie, será cambiado. Aunque, no tienen que preocuparse los que dijeron que lo dejase así, porque no será nada vulgar ni demasiado gráfico.

Muchas gracias a todos los que me dieron su opinión. Ya saben que siempre estoy dispuesta a responder preguntas o aceptar ideas. Ya lo verán a lo largo de la historia, donde iré agradeciendo a las personas que me ayudaron a formar ciertas escenas.

Saludos.


Lotus-one: Acá te respondo lo que querías saber.

-Los fundadores volverán a aparecer, incluidas las dos damas, pero mucho más adelante. Esta será una historia muy larga (ya que la serie tiene cinco temporadas) y no puede suceder todo ya porque luego sólo quedaría escribir sobre Merlín. Todo sucederá a su tiempo, ten paciencia. Hermione se relacionará con ella, aunque no podría asegurarte que serán amigas o no. Tendrás que leerlo para averiguarlo.

-Hasta el momento no tengo planeado que ella se vaya de Camelot, aunque supongo que podría.

-Sí, el Gran Dragón es importante en la vida de Hermione. Recuerda que ella tiene una varita cuyo centro contiene parte de su corazón... y su patronus ha cambiado, adoptando forma de ese fantástico animal.

-La presencia de Hermione afectará la historia pero no te podría adelantar demasiado cómo. Sólo recuerda que cuando Hermione estaba en el futuro, su otra versión ya había estado en el pasado... Ok, creo que esto parece confuso, pero ya lo verás. Ya he tocado este tema en la historia, sólo queda publicarlo en los capítulos venideros.

Siempre que tengas otras preguntas, no dudes en hacérmelas. Algunas te las responderé abiertamente y otras no tanto porque no puedo adelantarte todo lo que vendrá.

Besos.


TORNEO DE JUSTAS

Gaius había estado contemplando fijamente a Merlín durante casi diez minutos seguidos. Él había intentado no hacerle caso ya que no era la primera vez que esto sucedía pero esta vez parecía más insistente. Desde hacía un par de días lo miraba así, como si intentase adentrarse en sus pensamientos y sacarle sus más profundos y oscuros secretos… ¡Pero no tenía secretos para Gaius! Su naturaleza mágica la había conocido desde el primer momento en que había llegado a Camelot.

—¿Qué?—le preguntó conteniendo un suspiró—¿Qué sucede?

—A mi no me sucede absolutamente nada—respondió el anciano con toda calma—Pero a ti sí…

—¿A mí?—preguntó un tanto desconcertado—¿A qué te refieres, Gaius?

El anciano casi sonrió. Casi.

—Lady Hermione—dijo.

Incapaz de evitarlo, lo que siempre lo hacía sentir un tanto frustrado, se ruborizó hasta la raíz de su cabello. Sabía que ese no era ningún secreto, no para el anciano, así que no entendía a qué venía todo aquello. Hacía tres días atrás había entrado justo cuando estaba… —su cara ardió aún más notablemente cuando esos recuerdos llegaron a su mente—tocándola. ¡Pero no había sido nada malo! Al menos eso había sido lo que se dijo una y otra vez, intentando convencerse a sí mismo. Aunque, si debía de ponerse a pensar realmente en ello, decir que había sido un terrible error era poco. ¡Había sido una de las mayores equivocaciones de su vida! Si otra persona del castillo los hubiera descubierto seguramente él ni siquiera estaría vivo. ¡Arturo lo hubiera despellejado vivo!

—¿Qué… qué pasa con…?—se trabó con sus propias palabras en su intento de actuar con normalidad—¿Qué?

—He aceptado la idea de que la quieres—dijo sin hacer caso al rubor que apareció, otra vez, en el rostro del joven muchacho—pero no pienso tolerar un comportamiento indecoroso de parte de ambos.

—¡No tuvimos ningún comportamiento indecoroso!—le aseguró, casi saltando de la silla.

—¿No? ¿Y qué fue lo que sucedía cuando yo interrumpí?—le preguntó—¿Por qué ella tenía tu ropa? ¡Y Arturo lo sabía! ¿Te imaginas, siquiera, en cuantos problemas te puedes meter?

—¡Eso no fue nada!—aseguró con desespero—Nos encontramos una noche cuando estaban excavando. Yo salía de las cámaras de Arturo y ella buscaba un lugar tranquilo. Dijo que tenía frío y le di mi chaqueta… ¡nada más!

Los ojos del anciano se estrecharon pero finalmente asintió, aceptando su historia.

—Bien… ya demasiado tienes que guardar tu secreto como para tener que añadirle visitas nocturnas a las cámaras privadas de la princesa—dijo Gaius mirándolo con burla.

—¡Nunca sucedió eso!—casi gritó.

El anciano rió suavemente, divertido por su reacción y cuando Merlín se dio cuenta de que sólo estaba tomándole el pelo, lo contempló con frustración y cierto enfado.

—No es gracioso.

—Por el contrario, Merlín, es divertido ver cómo te alteras cada vez que alguien menciona a Hermione… Pero, más allá de la broma, espero que sean prudentes…

—¡Pero nada sucedió!—repitió—Hermione y yo sólo somos amigos…

Gaius lo sabía bien. Estaba completamente seguro que si no era la princesa quien daba un paso al frente y ponía las cosas en claro, Merlín nunca lo haría. Pensó por unos instantes en decirle que dejase de dar vueltas al asunto pero ya no quería avergonzarlo más. Había otro asunto que había quedado pendiente.

—¿Desde cuándo sabes que Hermione tiene magia?—le preguntó.

—Yo nunca dije que tuviera magia—respondió el mago con demasiada prisa, apartando la mirada lejos de él.

—No necesitas decirlo. Hermione es una chica muy inteligente que disfruta de leer pero, por más que pasase toda su vida con un libro en la mano, nunca podría saber muchas cosas que, ciertamente, sabe. Sus conocimientos sobre la magia son profundos aunque lo intente disimular…

Merlín escuchó con atención, intentando que su rostro no mostrara expresión alguna. No quería ser él quien le confirmara al anciano sus sospechas. Hermione había descubierto su secreto casi desde el principio pero no había dicho ni una palabra. ¿A caso no debía hacer lo mismo?

—Si ves que Hermione actúa de un modo extraño—le dijo—es porque sabe mi secreto.

—¿Se lo dijiste?

—Sí.

—¿Comprendes cuán peligroso es andar esparciendo tu secreto de ese modo tan imprudente?

—¡No hay peligro con ella!—le aseguró—Hermione prometió no decirle a nadie y yo confío plenamente en ella.

El anciano lo contempló con significación. Él sabía que la chica no diría nada. Obviamente moriría antes de poner la vida de Merlín en peligro pero eso no quería decir que el mago no había sido imprudente.

—Sólo ten cuidado—le pidió.

….

—Hermione, cuando te pedí que vinieras a verme entrenar no pensé exactamente en que te sentaras a un lado y pusieras tus ojos en un libro.

La chica alzó la mirada y contempló la expresión seria de su hermano. Era verdad, él la había invitado a verlo entrenarse para el torneo que estaba pronto a desarrollarse pero Arturo ya debía de suponer que a ella todas esas demostraciones de fuerza no le importaban. Las primeras veces había accedido a ir a los torneos totalmente encantada, llena de curiosidad de poder presenciar algo tan épico que simplemente había leído en libros. Pero después de un tiempo, los torneos eran algo casi monótonos. Sin embargo, siempre iba y apoyaba a su hermano.

—Lo siento—se disculpó con una sonrisa leve—Es que… Las justas me parecen un tanto…primitivas.

Su hermano se mostró ofendido por aquellas palabras.

—¿A qué te refieres?—exigió saber.

—Son un montón de hombres que se montan a caballo y hacen una carrera mientras blanden una larga lanza, que tranquilamente podría ser considerada como una metáfora de su virilidad, e intentan demostrar quién es el más diestro…—explicó pero al ver como los ojos de su hermano se abrían enormemente con horror y como sus mejillas se volvían notablemente rojas, dejó caer el comentario.

Quizás utilizar la palabra "virilidad" no había sido adecuado, se dijo cuando lo notó avergonzado. Pero, en su defensa, no había pensado que Arturo fuera tan mojigato. Además, no había querido hacer referencia simplemente a la capacidad sexual sino a todo lo que implica "ser hombre". Era ridículo pero no debía de olvidar en qué época se encontraba.

—¡Hermione, no quiero oírte hablar así nunca más!—dijo entre dientes el príncipe, una vez que se recuperó de la impresión—Si nuestro padre te oyera…

Ella rodó los ojos.

—Seré precavida con mis palabras—prometió en un intento de calmarlo—Pero, por si quieres saber y eso te tranquiliza, jamás en mi vida he visto a un hombre desnudo.

—¡Hermione!—gritó llamando la atención de otros caballeros que se estaban preparando pero, al notarlo, bajó rápidamente la voz—¡Te ruego, por favor!

—Bien. Dejaré de hablar…

—Gracias—dijo un poco más relajado pero sintió la necesidad de añadir—y, mientras pueda evitarlo, nunca lo harás.

—¿Eres consciente que, tarde o temprano, me casaré?

—Preferente más tarde que temprano—murmuró—Ahora, pórtate bien y actúa como si fuera una mujer tranquila.

—Sí, mi alteza—se burló ella.

Arturo sólo puso los ojos en blanco antes de acercarse a los otros caballeros donde estaba esperándolo Merlín, listo para terminar de colocarle la armadura. Suspiró terriblemente mientras su sirviente le tendía el casco.

—¿Está todo bien?—preguntó.

—Merlín, agradece al Destino por ser hijo único.

—¿Qué quieres decir?

—Los hermanos son un gran dolor de cabeza.

—Pero tú quieres a Hermione—dijo confundido.

—Así es. Precisamente ese es el problema.

Merlín lo contempló sin entender a qué se refería pero prefirió dejar pasar el tema. Estaba seguro que Hermione había dicho o hecho algo que al príncipe no le había gustado pero como ella era su debilidad no protestaba. ¡Qué afortunada que era!

El primer contrincante fue Sir León. Tomaron sus posiciones, cada uno en cada extremo de la arena. Tomaron sus lanzas con firmeza y, cuando se dio la orden, comenzaron a cabalgar con velocidad, totalmente listos. Pero fue Arturo quien logró impactar con su lanza de madera, que se destrozó en pedazos, al caballero, consiguiendo derribarlo del caballo.

Arturo, totalmente orgulloso, volvió a su posición, listo para la segunda vuelta.

—Eso debió doler—dijo Merlín mientras tomaba la lanza rota, sin dejar de ver en dirección a León, quien se ponía de pie tambaleante e intentaba volver a montar.

—Así debe ser, Merlín—le contestó alzándose la visera del casco—No es una pelea con almohadas. ¿Me traes otra lanza?

El joven mago se apresuró a traérsela e inmediatamente comenzó la segunda ronda. Arturo tenía total confianza en sí mismo pero, a mitad del camino, el reflejo del sol en la armadura de su contrincante lo cegó momentáneamente. Se maldijo a sí mismo mientras esperaba el doloroso impacto que nunca llegó. Abrió los ojos, incrédulo. Desmontó con prisa, se quitó el casco y se encaminó hacia Sir León, quien había hecho lo mismo.

—¿Por qué te has retirado?—quiso saber con molestia—Estaba totalmente expuesto, podrías haberme desmontado.

—Podría haberle herido, señor—dijo el caballero con cierta vergüenza.

—¡Tenías ventaja! No puedes permitirte basilar—lo reprendió.

—Lo habría hecho si me hubiese enfrentado a otro oponente—dijo Sir León—Eres el futuro rey.

Arturo no podía creer lo que oía. Se acercó aún más a él.

—Competiste contra mí en el torneo del año pasado—indicó—¿Estás diciendo que me dejaste ganar?

—No, mi señor—dijo cohibido.

Arturo se dio cuenta que había respondido sin mirarlo fijamente. Giró el rostro y contempló que los demás caballeros parecían querer desaparecer de allí. Ninguno de ellos era capaz de sostenerle la mirada.

—¡No importa quién yo sea!—les gritó con fuerza, intentando hacerles entender—No espero ningún trato especial de ti—se dirigió a León—o de cualquiera de ustedes—señaló a los demás caballeros—¿Está claro?

Todos asintieron y siguieron con la mirada al príncipe que se machaba furioso de allí. Hermione se puso de pie rápidamente y lo siguió. Había observado todo atentamente y, sinceramente, no sabía qué pensar. Entendía su frustración. Arturo siempre quería probar a todos que era el mejor pero, ¿nunca antes se había dado cuenta de los beneficios que tenía por ser príncipe? Ella no tenía duda alguna que era un gran luchador pero cuando se trataba de torneos y no una pelea verdadera, los caballeros de Camelos se contenían metódicamente.

Hizo pasos largos pero aún así, no logró alcanzarlo sino hasta que él llegó a sus cámaras, seguido por Merlín.

—¿Cómo voy a probarme si mis oponentes no lo intentan con fuerza?—preguntó mientras comenzaba a salir de su armadura, tirando las partes en cualquier lado.

—Estoy seguro de que eso no pasa siempre—respondió Merlín juntando todo lo que su señor tiraba.

Arturo se giró de inmediato al oírlo.

—¿Entonces pasa sólo a veces?—preguntó buscando una confirmación.

—N…no—tartamudeó Merlín, no queriendo hacerlo enfadar más—Estoy seguro que no es así.

—¡Ahora tú!—lo acusó—Me estás diciendo exactamente lo que crees que quiero oír.

—Sí—confesó pero ante la mirada helada de Arturo se corrigió—Eh… no… ¿Cuál era la pregunta?

Arturo le dio la espalda, totalmente furioso.

—¡Eso lo demuestra!—exclamó.

Hermione se había quedado en la entrada, oyendo la interacción hasta ese momento. Ella ingresó y Merlín le dedicó una mirada de agradecimiento. No quería lidiar él solo con Arturo en ese momento.

—Toda mi vida me han tratado como si fuera alguien especial—siguió diciendo el príncipe—Sólo quiero que me traten como a cualquiera.

—¿En serio?—preguntó Merlín con incredulidad, mientras batallaba por juntar todas las piezas de la armadura del suelo.

—No te imaginas lo afortunado que eres—le dijo.

—Pues, cuando quieras cambiar de posición con Merlín, házselo saber—dijo Hermione mientras ayudaba al sirviente.

Arturo se volteó de repente, sorprendido por encontrarla allí.

—Hermione… ¿Pero qué haces? ¡Deja que Merlín se haga cargo de eso!

Las delineadas cejas de Hermione se alzaron al oírlo.

—¿Dónde quedó eso de que no querías ser tratado de modo especial?—le preguntó—Deberías estar aquí ayudándolo en vez de simplemente quejarte.

—¡Pero es su deber!

—¡¿Ves?! ¡Eres un hombre de doble discurso!—lo acusó—No quieres tener un trato especial pero cuando alguien sugiere la posibilidad de que así sea, saltas y protestas. ¡Estás muy acostumbrado a ser un príncipe!

—¡Es que siempre lo he sido! Si tan sólo pudiera cambiar…—dejó la frase sin terminar y sus ojos brillaron cuando una idea llegó a su mente—Quizás pueda.

—Eres el príncipe Arturo—dijo Merlín mientras seguía tomando la armadura y salía fuera—No puedes cambiar quién eres.

Arturo contempló a su hermana con una pequeña sonrisa tirando de las comisuras de sus labios.

—Sí que puedo—dijo.

—¿Qué estás pensando?—le preguntó ella con el ceño fruncido.

—¡Puedo simular ser otra persona y competir en el torneo! Daré una excusa a nuestro padre y le diré que no podré participar… ya se me ocurrirá algo.

—Te reconocería.

—No si llevo el casco de la armadura.

—Pero durante la presentación sí. Debes mostrarte y presentar un título nobiliario.

Arturo frunció el ceño mientras pensaba en alguna idea.

—Puedo encontrar a alguien, conseguirle un título y hacerlo pasar por caballero. Cuando le toque luchar, saldré yo en su lugar con la armadura puesta. ¡Nadie se dará cuenta!—dijo—Y, por favor, Hermione, no me digas que esto es una mala idea porque…

—De hecho, estaba pensando lo contrario.

—¿En serio?—inquirió sorprendido.

—Sí. Quizás aprendas así a ser más humilde.

Esa misma noche, durante la cena, comenzaron a poner su plan en marcha. Se reunieron ambos a cenar con Uther mientras que Ingrid y Merlín se encargaban de servirles. Morgana había preferido quedarse tranquila en su habitación.

—Hemos recibido la noticia de que una bestia ha sido vista deambulando por los bosques cerca de las fronteras del norte—dijo Arturo mientras Merlín le servía vino dulce en su copa.

Uther lo contempló con curiosidad y le hizo una seña al sirviente de su hijo para que llenara también la suya.

—¿Cuál es la naturaleza de esa bestia?—inquirió.

—Dicen que tiene cuerpo de león, las alas de un águila y… la cara de un oso—inventó con rapidez.

Merlín casi volcó la copa llena del Rey y Hermione estuvo a punto escupir lo que estaba bebiendo, ganándose una mirada extraña de su padre y una represora de su hermano. Ingrid se apresuró a llegar con una jarra para llenarle la copa y una servilleta para que se limpiara.

—Gracias, Ingrid…

—¿Estás bien?—preguntó el rey.

—Sí… sólo fue la descripción de la bestia. Suena…—como la cosa más ridícula que jamás oyó en su vida; pero, por supuesto, no podía decir eso—Suena temible.

—Creo que ha sido conjurado con brujería—indicó Arturo.

—Entonces debe ser destruida—dijo el rey.

—Partiré mañana a las fronteras del norte—dijo el príncipe.

—Te perderás el torneo—intervino Hermione con falsa expresión de incredulidad.

—Por mucho que quiera competir, querida hermana—le dijo él—mi deber está primero con Camelot.

—Por supuesto—concordó Uther.

Eso había sido muy fácil.

Arturo se preparó esa noche para su "viaje". Eligió a los caballeros más leales y les ordenó que, a la mañana siguiente lo acompañasen pero, en un determinado punto del trayecto, desmontó, dándoles unos días libres.

—Nos encontraremos aquí en cuatro días—les dijo—No deben decirle a nadie que he vuelto a Camelot.

Ellos asintieron con obediencia y se alejaron de allí, llevándose el caballo que había estado montando consigo. Arturo se quedó allí, en medio del bosque, buscando a Merlín con la mirada hasta que finalmente oyó un sonido de ramas quebrándose detrás de unos árboles y, a los pocos apareció su sirviente trayendo un bolso. Pero tuvo la desgracia de enredarse y caer. Se puso de pie inmediatamente pero Arturo no se abstuvo de rodar los ojos. Sólo él podía ser tan torpe.

—Llegas tarde—le dijo.

Merlín tomó aire profundamente y luchó por hablar.

—Lo siento. Gaius…—mientras recobraba el aliento hizo unos gestos con las manos que simulaban tomar un trapeador—Los pisos.

Arturo simplemente lo contempló sin borrar de su mirada la expresión molesta, y, mientras Merlín seguía buscando aire, le quitó el bolso y sacó la ropa que le había pedido que llevara. Hermione le había dicho que, si quería pasar desapercibido mientras atravesaba la ciudadela, no bastaría con una simple capa. Debería ir vestido como un ciudadano más, alguien común y para eso no podía andar con sus costosas prendas que sólo la monarquía podía costear. Encontró una camisa y se la colocó. Incapaz de evitarlo, hizo una mueca de disgusto cuando sintió el aroma. Más se intensificó su mueca cuando su piel distinguió lo muy diferente que se sentía de las telas que acostumbraba usar.

—¿A qué huele esto?—preguntó—¿De quién son estas ropas?

Merlín lo contempló profundamente ofendido.

—¡Son mías! Las lavé especialmente—aseguró.

Arturo no dijo nada al respecto, simplemente siguió vistiéndose y, finalmente, se colocó la capa con la capucha subida para que cubriera toda su cabeza y parte de su rostro.

—¿Estás seguro que esta es una buena idea?

—Hacerme pasar por otro es la única manera de conseguir que las personas sean honestas conmigo—le aseguró el príncipe—Toma mi bolsa.

—Sabes… si quieres pasar por un campesino deberías cargar con tu bolsa…—le dijo, tendiéndosela.

—Estás olvidando algo, Merlín—le dijo con una sonrisa llena de suficiencia—Nadie sabe que ésta es mi bolsa.

A él no le quedó otra opción más que tomar la dichosa bolsa y seguir al príncipe mientras se dirigían de regreso a Camelot.

—Debe de haber formas más fáciles de probarte—le dijo.

—Cállate, Merlín—le ordenó sin mirar atrás.

La sala de tronos estaba en completo silencio. Uther estaba sentado en el lugar correspondiente mientras que dos guardias se postraban a su lado, mirando fijamente al recién llegado. Era un hombre alto, delgado y desalineado. Su mirada estaba plagada de nerviosismo pero cuando habló su voz no tembló en ningún momento.

—Estaba allí en persona—dijo el hombre—Odín ha puesto un precio a la cabeza del príncipe Arturo. Seguramente quiere desafiarte. Está preso de la pena por la muerte de su propio hijo, señor. Myror, el asesino, ha aceptado la recompensa.

Uther intentó no mostrar temor a pesar de que por dentro se estremecía.

—He oído hablar de ese Myror—dijo.

—Creo que viene a Camelot mientras venimos—sus ojos se desplazaron por la sala, como si el temido asesino pudiese estar ocultándose allí—Traerle esta información—dijo mientras volvía a observar al rey—ha sido muy riesgoso para mí…

La insinuación era clara. Uther miró a uno de sus caballeros y asintió. Éste, sacó una bolsa con monedas de oro y se la lanzó al hombre que había ido con la información, quien la tomó inmediatamente y, tras una reverencia, se marchó.

—Doblen las guardias—les dijo a los caballeros—Quiero que este asesino sea interceptado antes de que llegue a Camelot.

Pensó en advertirle a Hermione pero no quiso asustarla. Después de todo, ella siempre salía con guardias cuando iba por el pueblo.

—No puedo creer que me hayas metido en esto—dijo Gwen andando de un lado al otro de su casa.

Hermione podía ver, no sólo por su forma de andar de un lado al otro, que estaba nerviosa. Miraba constantemente hacia la puerta y retorcía la falda de su vestido con sus dedos. No sabía si lo que la ponía en ese estado de agitación era el hecho de recibir a un príncipe en su hogar o que ese príncipe en cuestión fuera Arturo. Una simple mirada a la chica le bastó a Hermione para comprender que la segunda opción influía más que la primera. Se había peinado adecuadamente y se había colocado su mejor vestido.

—Todo irá bien—le aseguró—Mi hermano necesitaba un lugar para quedarse y pensé inmediatamente en ti.

No iba a confesarle las verdaderas intenciones detrás de esa decisión era para que ambos aprovechasen ese momento para interactuar y conocerse mejor.

—¿Bien?—preguntó casi gritando pero cuando la puerta de la entrada se abrió de repente intentó actuar con total calma.

Merlín y Arturo ingresaron. El príncipe con la capucha asegurada sobre su cabeza que le ocultaba la mayor parte del rostro. Se la quitó cuando consideró oportuno y comenzó a mirar a su alrededor con curiosidad.

—Señor—saludó Gwen con una reverencia.

En ese momento recién se dio cuenta de su presencia. Sus ojos mostraron cierta alarma por unos segundos pero luego actuó con aparente normalidad, como si la presencia de la chica no le causara ningún efecto.

—Oh, Gwenevier… Muchas gracias por permitir quedarme en tu casa.

—Estoy feliz de ayudar—dijo la muchacha sonriendo con una amabilidad un tanto forzada.

Merlín se aclaró levemente la garganta notando que un pesado silencio se instalaba alrededor de ellos

—La comida—le murmuró a Gwen suavemente.

—Le he preparado algo de comida, mi lord—dijo ella rápidamente.

Arturo asintió a modo de agradecimiento y volteó para seguir observando a su alrededor con curiosidad. Hermione recibió una mirada un tanto nerviosa y represora por parte de Gwen antes de que la muchacha fuera a buscarle el alimento para Arturo. Ella se acercó a su hermano y Merlín la siguió inmediatamente.

—No esperarán que me quede—les dijo en voz baja.

—Podemos confiar en Gwen—le aseguró Merlín—Ella no le dirá a nadie que estás aquí.

Pero Hermione sospechaba que quizás ese no era la preocupación principal de su hermano. No tenía que hacer nada más que mirarlo para ver lo nervioso que estaba ante la idea de tener que pasar tiempo a solas con ella.

—¿Quién le creería?—siguió diciendo Merlín con burla—Si no puedes realmente arreglártelas sin tu enorme cama y tus suaves almohadas…

—Esto estará bien—lo cortó Arturo de repente—¿Cómo van los preparativos? ¿Has encontrado a alguien que se hará pasar por nuestro caballero en el torneo?

—¡Desde luego!—aseguró Merlín sonriendo con cierto orgullo—Es un granjero, de una aldea alejada y nadie lo reconocerá.

—¿Pero hará bien el papel?

Merlín dudó unos momentos y Hermione ya obtuvo su respuesta.

El pobre hombre estaba lejos de parecer un caballero. De hecho, tenía el aspecto de ser lo que realmente era: un granjero. Tenía el cabello revuelto, con un poco de paja en él y parecía no haber tomado una ducha en mucho tiempo. Arturo lo contempló con escepticismos, al igual que ella y Gwen. Resultaría muy difícil conseguir que se transformara en un caballero.

—Genial…—dijo con sarcasmo el príncipe.

Pero Merlín no estaba dispuesto a darse por vencido. Buscó agua, lo hizo sumergir en un cubo con agua, lo lavó, lo peinó y lo vistió, con ayuda de Gwen, como correspondía. Ahora lucía una camisa limpia y una túnica azul que resaltaba los ojos claros que poseía. Hermione le pasó la cota de malla y, cuando se la colocaron, no se vio del todo mal. Arturo aún tenía sus dudas pero iba a admitir que había mejorado mucho su aspecto.

—Desde ahora eres Sir Williams—le dijo Merlín, extendiendo su título de nobleza para que lo viera—Sir Williams de Deira.

El hombre asintió y sonrió tontamente. Arturo rodó los ojos.

—No va a funcionar—les dijo—¡Su actitud…!

—¿Qué hay con su actitud?—inquirió Merlín.

—No actúa como noble—le respondió Hermione, notando el inconveniente—Los nobles no suelen sonreír tan amablemente.

—Tú lo haces—le dijo el mago.

Hermione sintió que sus mejillas ardían y Merlín inmediatamente la imitó. Arturo rodó los ojos, sintiendo una mezcla de frustración y enojo.

—Imagina que eres muy… arrogante—le indicó el mago al nuevo Sir, cambiando de tema rápidamente cuando notó la mirada curiosa que le lanzó Gwen tras su comentario—A los caballeros le gusta pensar que son mejores que el resto del mundo.

—No es arrogancia—lo contradijo Arturo—Ignóralo, es un idiota. Un caballero debe comportarse con honor y nobleza.

Sir Williams pensó un momento en sus palabras y luego adoptó una pose más erguida, con la espalda recta, los hombres hacia atrás y una mirada firme y segura. Asombró, definitivamente, a todos.

—Eso está… muy bien—comentó Arturo, casi con incredulidad.

—Debes convencer a todos que has nacido en una familia noble,—le dijo Hermione—que eres culto y valiente. Todos los que te observen no deben dudar de tu identidad.

Ella, de entre todos los presentes, era la que mejor sabía cómo simular ser algo para lo que no había sido criada. Había sido un duro trabajo que le había llevado muchos meses perfeccionar pero que ahora, Williams debía conseguir en unas pocas horas.

Sus palabras parecieron hacer mella en él porque miró a Merlín directamente, serio y seguro de sí mismo.

—Pule mi armadura, chico—le ordenó con firmeza

Eso había sonado escalofriantemente real. Merlín lo contempló con disgusto, contrariamente a Arturo. El príncipe estaba exultante por primera vez desde que lo había visto.

—¡Eso es!—dijo sonriendo mientras lo señalaba con orgullo—¡Ahora estás pillando el asunto!

Nuevamente sonrió, dejando de lado su personaje.

—Pero tiene razón—prosiguió Arturo, volviéndose hacia su sirviente—Tienes que pulir la armadura para mañana.

—Sí—corroboró nuevamente Williams con firmeza y, cuando todos lo observaron, se rió.

Gwen ocultó rápidamente una sonrisa divertida al ver la cara de indignación de Merlín. Lo último que quería el muchacho era tener dos amos a los cuales servir.

Merlín regresó completamente agotado a su habitación. Lo primero que hizo fue dejarse caer, totalmente exhausto, en la cama. Había sido un día realmente duro. Primero, enseñar todo lo correspondiente a Williams, luego, llevarlo a la posada donde se quedaría por el tiempo que durase el torneo y, para finalizar, pulir la armadura de Arturo, comprobar las lanzas, reparar las que estaban rotas y asear sus cámaras privadas. Lo único que quería hacer en ese momento era dormir hasta siempre…

—Me alegra verte descansando, Merlín—dijo la voz de Gaius detrás de él—Eso significa que tienes la energía suficiente como para limpiar mi tanque de sanguijuelas.

Merlín gimió del disgusto.

Hermione tocó suavemente la puerta de la casa de Gwen. La chica tardó unos momentos en venir a atender y, cuando lo hizo, ella se dio cuenta que no estaba con buena cara.

—¿Qué sucedió?—preguntó sin detenerse a saludarla—¿Qué hizo Arturo?

—¡Oh, no, nada, nada!—se apresuró a decir Gwen, sin mirarla.

—Gwen…

—Te aseguro que no fue nada—dijo y rápidamente cambió de tema—Está adentro—le informó—Iré a ayudar a Morgana a prepararse. Nos vemos.

Gwen casi corrió lejos, dejando a Hermione totalmente asombrada. Entró a la casa y vio a su hermano sentado frente a la mesa con un suculento desayuno delante de él.

—Veo que te encuentras muy cómodo—le dijo.

—¡Hermione! ¡Ven! ¿Quieres un poco? Gwen fue muy amable al prepararme todo esto… Le dije que necesitaba fuerzas para este día

—Por favor, dime que ella se ofreció y que tú no se lo ordenaste—le pidió, acercándosele.

—¿A caso debía esperar a el tonto de Merlín?—preguntó antes de llevarse un trozo de pan recién hecho a su boca y comerlo con ansias.

—¡Arturo!—su hermano la contempló sin entender su reacción—¿Cómo pudiste?

—¿Qué?

—¡Gwen puede ser una sirvienta pero no es tú sirvienta! Ella muy amablemente aceptó tenerte en su casa. Lo mínimo que puedes hacer es respetarla.

—¡Yo jamás le falté el respeto!—aseguró con firmeza—Jamás me atrevería.

—¡Entonces trátala como se merece!

La puerta se abrió de repente, dejando entrar a Merlín. Arturo le lanzó una mirada fría que el chico no creía merecer.

—Danos un momento—le gruñó antes de volverse a su hermana que seguía mirándolo con molestia—Hermione—dijo con más tranquilidad, suavizando su mirada—Jamás le faltaría el respeto a Gwen. Sé que ella te importa. No soy tan frío de corazón. Lamento si actué mal hoy. Voy a disculparme con ella.

Hermione suspiró con pesadumbres pero finalmente asintió. Lo contempló fijamente antes de dedicarle una pequeña sonrisa.

—Quise verte antes del torneo para desearte buena suerte—le dijo, revelando el motivo de su visita—Aunque sé que estarás bien. Eres excelente.

Arturo se acercó y la besó afectuosamente en la mejilla.

—Muchas gracias. No quiero echarte pero será mejor que te vayas. Yo debo prepararme y nuestro padre se preguntará dónde te has metido.

Ella asintió y se despidió de ambos. Merlín no pudo evitar seguirla con la mirada por unos segundos, lo que lo hizo ganarse un golpe duro en la parte de atrás de la cabeza por parte de Arturo.

—Recuerda el plan—le dijo Arturo a Williams dentro de la carpa que tenía instalada a unos metros del campo de justas—Estaré compitiendo en el torneo, pero nadie sabrá que soy yo. Todo lo que tienes que hacer es agradecer al gentío cuando termine el torneo. Actúa como uno de ellos y la gente pensará que lo has hecho tú.

Williams asintió y tomó el casco que Arturo le daba antes de seguir a Merlín hasta donde tenía amarrado el caballo que utilizaría. Montó y salió junto al resto de los caballeros que competirían en las justas a saludar al Rey.

Uther ya estaba en el atrio junto a Hermione y Morgana.

—Caballeros del reino,—dijo él con voz potente para hacerse oír por todos los presentes—¡Bienvenidos a Camelot! Han entrenado durante muchos años a la espera de que este día. Hoy lucharán por la gloria y el honor. ¡Esta es la última prueba! Los medirá como hombres. Sólo el más valiente entre ustedes se erguirá como digno vencedor.

Todos los habitantes que habían ido a contemplar el torneo estallaron en aplausos llenos de entusiasmo mientras que los caballeros se retiraban para prepararse.

Hermione no entendía mucho la emoción. Las justas podrían haber sido interesantes en un principio por lo novedoso que resultaban pero nunca dejaron de parecerle una cosa de bárbaros. ¿Qué sentido tenía golpear a un oponente con una lanza? Sabía que éstas no tenían filo que pudieran perforar las armaduras que usaban pero aún así los hombres se llevaban un buen golpe, más aún si se caían del caballo. Podían perder la consciencia o hasta morir si caían y golpeaban sus cabezas.

Quizás por eso, a pesar de que le había asegurado a Arturo que sabía que estaría bien, los nervios comenzaron a bullir en su interior cuando oyó que llamaban a Sir Williams de Deira. Miró atentamente el momento en que aparecía y se sentó al borde de su asiento en un intento de no perderse ningún detalle.

—No sabía que te interesaba tanto las justas—oyó que decía su padre.

—Sir Williams es una novedad—dijo con una pequeña sonrisa a modo de excusa.

—Él y muchos otros…

—Sí… pero debo tener un favorito, ¿no? Ahora que Arturo no está aquí debo alentar a alguien.

Su padre la contempló con curiosidad y ella no hizo más que sonreírle con naturalidad, intentando actuar como si nada hubiera pasado. Él, luego de un momento, le devolvió la sonrisa con cierta diversión antes de comenzar a reír.

—Nunca pensé que pudiera verte teniendo un flechazo por algún caballero—dijo.

—¿Qué? ¡No!—exclamó asustada por la simple idea—Nunca podría…

—Está bien, Hermione. No te alarmes. Simplemente es un enamoramiento pasajero.

—Te juro, padre, que no es así.

Pero él no la escuchó, simplemente siguió riendo suavemente hasta que los dos caballeros se colocaron en sus posiciones. Hermione contuvo sus ganas de resoplar de frustración. Sólo se ganaría una reprimenda porque, como le habían enseñando, las damas no resoplan como yeguas molestas. Así que simplemente volvió a observar la justa.

Arturo logró golpear a todos sus contrincantes y a dos de ellos derribó. El último tuvo la desgracia de caer, enredándose con las riendas del caballo por lo que el animal lo arrastró por el suelo terroso hasta que alguien consiguió detenerlo.

Cuando finalmente Williams apareció otra vez, ya sin la armadura, para recibir los aplausos de la muchedumbre, Uther se volteó hacia Hermione ofreciéndole la mano para ponerse de pie. Con sospechas, lo hizo y el rey la acercó al borde de la muchedumbre.

—A parte del generoso premio que recibirá el ganador—dijo con fuerza para conseguir que todos lo oyeran—ofrezco como recompensa el honor de recibir un beso de mi hermosa hija, Lady Hermione.

Ella se tensó al oírlo y contempló a su padre con incredulidad. ¿Cómo se atrevía?, pensó enfadada. ¿Qué derecho tenía a otorgarla como si fuera un pedazo de carne para el deleite de los caballeros? Claramente, nadie más pensó que eso era indignante. Los que habían ido a entretenerse con el torneo aplaudieron emocionados y los participantes observaron a Hermione con buenos ojos, bromeando en voz baja entre ellos. El único que tuvo la decencia de parecer avergonzado fue Sir León, quien, tras lanzarle una mirada a ella se ruborizó levemente.

—¿Besar?—preguntó Arturo en el interior de la carpa, oculto de los ojos curiosos—¡Mi hermana no va a besar a nadie!

Merlín supo ser prudente y mantener la boca cerrada. A él tampoco le parecía bueno que la princesa estuviera besando a algún caballero. El simple hecho de imaginarlo lograba que su estómago se retorciera, haciéndolo sentir enfermo.

Arturo suspiró con frustración y se volvió hacia su sirviente.

—Cuando gane este torneo, revelaré mi identidad y me llevaré el reconocimiento que merezco y Hermione no tendrá que besar a nadie.

—Por supuesto—dijo Merlín.

No le extrañaba en absoluto que el príncipe quisiera ser reconocido. Todo aquello de ser tratado como a un igual era puras tonterías. A Arturo le gustaba la atención y nadie podría negarlo.

—¡No te quedes ahí parado!—le dijo al mago—Ayúdame a quitarme la armadura. Recuerda pulirla antes de mañana y el caballo necesita asearse y alimentarse y… ¡ah, no te olvides de reparar la lanzas rotas!

Merlín sonrió porque estrangular al príncipe no era una opción. Lo ayudó a quitarse la armadura y luego, cuando terminó el torneo por ese día, continuó con sus actividades. Odiaba las justas, realmente lo hacía. Él debía de ir de un lado para el otro ayudando a Arturo. Y ahora no sólo a él sino también a Williams.

Por eso cuando regresó a sus cámaras por la tarde y abrió la puerta y vio a Gaius concentrado en sus cosas, quiso poder volverse invisible y pasar a su lado sin que lo viera. Pero si había un hechizo para conseguirlo él tenía la desgracia de no conocerlo. Aún así, hizo el intento de andar de puntillas, procurando que el anciano no lo viera. Pero nada más avanzar un par de pasos, Gaius se volteó y lo contempló con seriedad. Merlín tuvo un momento de pánico antes de inclinarse a la resignación.

—¿Es por el tanque de sanguijuelas?—le preguntó conociendo la respuesta de antemano.

—Qué perspicaz eres, Merlín—respondió con sarcasmo Gaius.

—Lo limpiaré mañana—aseguró.

—¿Que harás antes o después de fregar los pisos y hacer la colada?

Merlín odiaba las justas y odiaba esa situación. ¿Ya lo había pensado? ¡Era la pura verdad! Estaba tan agotado pero no podía decirle al anciano que, en realidad, no había estado haciendo nada durante el día. Nadie más que Hermione, Gwen y él sabían que Arturo aún estaba en Camelot. Así que no le quedó otra opción más que ponerse a fregar los pisos mientras que, con un poco de ayuda mágica, lavaba la ropa y la escurría. Se sentía tan cansado…

Gwen juntó la mesa después de la cena que había compartido con el príncipe. Ella no era de hacer comidas suntuosas y lujosas pero dado que tenía de invitado a Arturo había gastado un poco más de dinero para comprar alimentos.

—Por lo que he oído—dijo para entablar conversación—las damas de la Corte están muy impresionadas con Sir Williams, piensan que es muy apuesto. Morgana me ha dicho que esta misma mañana Hermione incluso a mostrado cierto interés.

Arturo bufó.

—Típico. No reconocerían a un caballero aunque se golpeara la cabeza con una lanza… ¡Y Hermione jamás podría pensar eso! Ella es mucho más inteligente.

Gwen rió, no sorprendiéndose por la actitud protectora de él hacia su hermana.

—¿Por qué estás haciendo esto?—le preguntó, esperando que Arturo no lo creyera demasiado atrevido de su parte.

—Me temo que la gente me respeta sólo por mi título—respondió

—No creo que todos te respeten sólo por el título.

—¿Me lo dirías si no fuera así?

Gwen se ruborizó.

—No—contestó con sinceridad.

—Cuando estoy compitiendo como Williams mi título no importa, nadie me da un trato especial. Así, cuando gane este torneo, si es que lo gano, será porque me lo merezco. No porque soy el príncipe Arturo.

Gwen lo contempló fijamente, sorprendida y conmovida por sus palabras. Ella siempre había creído que era un hombre noble y atractivo pero jamás había esperado que tuviera esa clase de pensamientos.

Arturo, notando que la muchacha no dejaba de observarlo, se movió incómodo hasta ponerse de pie, sintiendo la necesidad de hacer algo. Se estiró, sintiendo sus músculos tensos.

—Creo que tomaré un baño.

—Eso será difícil porque no tengo bañera—le respondió ella.

—¿En serio?—preguntó totalmente sorprendido—Quizás podrías prepararme un barreño de agua caliente. Supongo que tienes uno…

Gwen lo contempló con molestia.

—Supongo que puedo conseguirlo—dijo casi con los dientes apretados, conteniendo sus deseos de tomar lo primero que se le cruzaba en el camino y arrojárselo por la cabeza—Recorreré todo el camino hasta el pozo y traeré agua, entonces.

Esperó unos momentos a que él reaccionara y se diera cuenta de cuánto diferían sus acciones de sus palabras. Primero no quería ser tratado de modo especial pero luego exigía ser tratado de modo especial. Y como ella era sólo una sirvienta no podía decirle que no, él era el príncipe de Camelot. Así que tomó su chal y salió a buscar la condenada agua.

Gaius entró a sus cámaras y encontró a Merlín tirando en el suelo durmiendo, con el balde de agua jabonosa a un lado y el cepillo en la mano.

—¡Merlín, en pié!—lo llamó, sobresaltándolo—Arturo puede estar fuera pero yo no. ¿Y por qué mi tanque de sanguijuelas está todavía sucio? ¿Crees que puedes estar todo el día por ahí sin hacer nada?

Merlín lo contempló totalmente incrédulo de sus palabras.

—¿Crees que estoy todo el día sin hacer nada?—le preguntó, poniéndose de pie de repente—¡No he tenido tiempo de sentarme y no hacer nada desde el primer día que llegué a Camelot! Estoy muy ocupado corriendo detrás de Arturo. Haz esto, has aquello. ¡Cuando no estoy corriendo detrás de Arturo, estoy haciendo tareas para ti!—Gaius se tensó al oírlo—O cumpliendo mi destino. ¿Sabes cuántas veces le he salvado la vida a Arturo? He perdido la cuenta. ¿Me lo ha agradecido alguna vez? No. He luchado contra grifos, brujas, bandidos, he sido golpeado, envenenado, apedreado con fruta y mientras tanto tengo que ocultar quién soy realmente porque si alguien lo descubre Uther hará que me ejecuten. ¡A veces siento que me arrastran en tantas direcciones que no sé a cuál seguir!

Demás está decir que tuvo que tomar aire profundamente después de dar aquel pequeño discurso sin detenerse. Gaius lo miró con seriedad, un tanto conmocionado por lo que acababa de oír. Merlín, incapaz de saber qué hacer a continuación, hizo lo primero que le vino a la mente, que fue salir de allí sin mirar atrás, resistiendo el impulso de disculparse y hacer que sus palabras queden sin valor alguno.

Caminó con largos pasos por el castillo, decidido a buscar a Arturo. Miró a través de una ventana y comprobó que era aún temprano. El sol apenas comenzaba a asomarse por el horizonte.

—¿Merlín?

Se sobresaltó cuando alguien lo llamó y giró rápidamente para descubrir a Hermione de pie detrás de él.

—Hermione. Buen día. ¿Qué… qué haces despierta tan temprano?

Merlín vio como se ruborizó levemente ante una pregunta tan simple. ¿A caso había dicho algo inapropiado?

—Venía a buscarte—le respondió con cierto nerviosismo—para invitarte a desayunar conmigo. Yo quería agradecerte por lo que has hecho por mi hermano.

—Emm… Yo… debería ir a ver a Arturo…—tartamudeó con nerviosismo.

—Oh. Sí, aunque ambos sabemos que mi hermano no es precisamente madrugador… pero entiendo que no quieras…

—Sí quiero—la contradijo con prisa, no queriendo que pensase lo equivocado—Es que… si alguien me descubre allí…

—¿Eso es lo que te preocupa? No permitiré que nadie piense lo que no es—le aseguró—Además, después de que Ingrid me llevó el desayuno le di el día libre, así que estaré sola…

—Bueno… supongo que no importaría que coma algo—murmuró intentando no darle un significado que no tenía aquella invitación.

Hermione era la princesa, eso era algo que jamás debía de olvidar. Caminaron juntos hasta las cámaras privadas de ella.

—Pensé que desayunarías con tu padre—le dijo.

Ella rodó los ojos.

—Ha estado un tanto… insoportable—dijo con suavidad, a modo de confidencia—¡¿Puedes creer lo que hizo?! ¡Quiere que bese al ganador!

—¿Y lo harás?—preguntó, incapaz de controlar la fuerza de sus palabras.

—¡No! Espero realmente que Arturo gane porque no pienso besar a ninguno de esos hombres.

Merlín no pudo evitar sonreír totalmente renovado. ¡Hermione no quería besar a ninguno de ellos!

—¿No estás encantada con el famoso Sir Williams?—le preguntó con burla.

Hermione se rió suavemente.

—Williams fue muy amable al aceptar el trato de mi hermano pero no estoy interesada en él.

—¿Pero sí en alguien?

Inmediatamente después de terminar aquella pregunta quiso que la tierra lo tragara. Más aún, quiso morirse al ver la mirada sorprendida que le lanzó Hermione. Sintió sus mejillas arder de la vergüenza.

—Lo siento—se apresuró a disculparse, apartando la mirada de su rostro—Hablé de más. No es mi lugar.

¡Por todos los Cielos! ¿Por qué no simplemente no le predicaba su amor a los cuatro viento? ¡Idiota! ¡Idiota! ¡Idiota!

—Hay… alguien…—murmuró Hermione tan bajo que él por unos segundos dudó si realmente había abierto la boca o si había sido sólo su imaginación—Pero nunca sucederá nada.

Ella mantenía la mirada fija en el suelo mientras andaba, sin atreverse a alzar la mirada. Parecía totalmente perdida en sus pensamientos pero aún así estaba muy concentrada en la conversación que mantenían.

—¿Lo conozco?—preguntó.

Hermione apartó la vista del piso y lo miró, ruborizándose como un tomate hasta que soltó una risita algo tonta que ocultaba los nervios que sentía en la boca su estómago.

—Quizás—le respondió con más seguridad sin añadir detalles—Espero que te gusten las tartas de queso dulce. Ingrid preparó una y aún está tibia.

Merlín asintió un tanto distraído, preguntándose si había entendido la referencia de Hermione o si, simplemente, todo estaba en su mente. Él quería, más que nada, que fuera la primera opción, pero aún así, si ella correspondía sus sentimientos, no había nada que pudieran hacer. Era la princesa.

Sin embargo, eso no quería decir que no podían disfrutar de la mutua compañía, como buenos amigos que eran. Por lo tanto, eso hizo. Desayunó con ella, charló, disfrutó del momento sin pensar en nada más.


Espero que el capítulo les haya gustado. Pronto estaré actualizando de nuevo.