LA ÚNICA Y FUTURA REINA
—¿En dónde te habías metido?—le preguntó Arturo a Merlín nada más verlo llegar.
—Lo siento, me dormí—mintió.
Era mejor que confesarle que había estado pasando un buen rato con su hermana, no importaba cuán inocente hubiese sido. Ahora tenía el estómago lleno y estaba de buen humor a pesar de que estaba arrepentido de las palabras que había dicho a Gaius. El anciano no tenía idea alguna del plan que estaban llevando a cabo por lo que no tenía derecho a molestarse con él por mandarlo a trabajar. Se disculparía cuando lo viera.
Arturo le gritó, pero no más de lo usual, apresurándolo a que lo ayudara a colocarse la armadura, reprendiéndole por no haberlo hecho bien cuando, en realidad, la armadura brillaba resplandeciente. Aún así, él intentó no ponerse de mal humor. Menos aún cuando vio a Arturo derribar a Sir León del caballo en la primera vuelta.
—¡Felicidades!—le dijo a Williams—Has pasado a la final.
El campesino sonrió con felicidad. Inmediatamente, Arturo entró a la carpa y le tendió el casco a Williams.
—Sal ya, la gente te espera—le dijo con la felicidad y el orgullo saliéndole por los poros y en cuanto se marchó se volvió hacia Merlín—Nadie puede decir que esta vez Sir León me dejó ganar esta vez.
Merlín asintió.
—Parece que Sir William ha seducido completamente a la gente—dijo oyendo los aplausos y los gritos de aliento que se oían mientras el caballero saludaba a la multitud.
—Eso cambiará cuando revele mi identidad.
—Realmente extrañas toda esa atención, ¿no?—le preguntó un tanto divertido.
—Tú vete a darle agua al caballo—le dijo Arturo con brusquedad, molesto por el comentario.
Merlín así lo hizo, salió de allí y buscó al agotado animal. Lo acarreó hasta el bebedero y lo dejó saciar su sed mientras él le daba unas palmaditas amistosas en su cuello. Un hombre de tez oscura se le acercó y contempló al caballo con admiración. Se acercó y le acarició suavemente la cima de su cabeza. Merlín jamás lo había visto en su vida pero no le extrañó. Durante los torneos y las justas muchos viajeros se acercaban a Camelot curiosos y ansiosos por el espectáculo.
—Es un bello animal—comentó el hombre—Veo que tu señor ha pasado a la final. Es extremadamente hábil con la lanza.
—Lo está haciendo bien—concordó él—Sólo falta un encuentro más para terminar.
—Dime… ¿cómo es trabajar para él?
—Entre tú y yo—le dijo acercándosele con confidencia pero sonriéndole—puede ser un poco imbécil.
Ambos rieron con diversión por un momento.
—Entonces ya no trabajas para el príncipe Arturo—dijo el hombre con clara curiosidad.
—No. Sí, sí, pero ahora no—dijo con nerviosismo, pensando que quizás había confiado con demasiada prisa en aquel extraño—Él está fuera y yo sólo estoy… echando una mano.
El hombre asintió, simulando comprender.
—Bien. Le deseo mucha suerte a tu señor en la final—aseguró haciendo una respetuosa reverencia con la cabeza antes de marcharse.
…
—¡Felicitaciones! ¡Has pasado a la final!
Arturo sonrió enormemente al ver a Hermione aparecer en el interior de la carpa por la parte de atrás. Estaba seguro que ella no quería ser vista ya que cualquiera podría creer que veía a escondidas a Sir Williams.
—¡Lo hice!—dijo él con todo orgullo—¡Sir León comió polvo! ¡Literalmente! ¿Lo viste? Lo derribé de un solo golpe.
—Lo vi—asintió sin dejar de sonreírle pero luego de unos momentos su sonrisa titubeó.
—¿Qué sucede?—preguntó.
—¿Ha sucedido algo con Gwen?
—¿Con Gwen? No, claro que no. Ha ido todo bien. Confieso que estaba un poco nervioso por lo que podía suceder pero ella ha sido muy amable y…
—¡Estaba furiosa, Arturo!
—¿Qué?
—¿Te has dado cuenta, siquiera, que tiene ojeras bajo sus ojos? Cuando te mencioné se tensó y quiso cambiar rápidamente de tema. Mira, sé que eres un buen hombre, pero a veces puedes ser…—ella dudó unos momentos.
—¿Puedo ser qué?—preguntó tenso Arturo.
—Exigente—terminó—No te das cuenta cuando lo eres. Es bueno que lo seas contigo mismo y con tus caballeros pero no con los que te rodean, no con tus amigos. Créeme, sé de lo que hablo… Gwen es muy dulce y no merece que la trates de ese modo siendo su invitado.
Él no lo podía creer. Repasaba mentalmente todo lo que había sucedido pero no lograba recordar nada lo suficientemente malo que pudiera haber molestado a la chica. Y no, no se había dado cuenta de sus ojeras ni su molestia. ¿Por qué no le había dicho algo? Aunque recordó, claramente, que la noche anterior ella le decía que no se atrevería a decirle jamás.
—Le dije que no dudara en gritarte todo lo necesario—siguió diciendo su hermana—aunque no sé si lo hará. Lo dudo, en realidad… ¿Puedes prometerme que intentarás averiguar qué le sucede?
Él asintió con caballerosidad.
—Lo prometo.
Estaba decidido a hacerlo nada más llegar a la casa de Gwen aunque no estaba seguro de cómo iniciar esa conversación. Si estaba tan enfadada como había dicho Hermione no quería cometer el error de decir algo imprudente.
—¿Gwen?—la llamó nada más llegar.
—Un momento—dijo la chica con prisa.
Arturo se quitó la capa que siempre utilizaba cuando salía de la casa y se giró hacia ella, viendo que se encontraba con las cortinas abiertas, en la otra parte de la habitación. Se acercó hacia allí, notando que no había ninguna cama allí, sólo unas cuantas bolsas en el suelo y una manta arrollada con prisa. Frunció el ceño, totalmente confundido. Él había pensado que era su cuarto. Todas las noches ella se iba hacia allí atrás cuando dormían.
—¿Aquí es donde duermes?—le preguntó—¿Dónde está tu cama?
Gwen, recordando las palabras de Hermione, intentó ser sincera con él, aunque quería conseguirlo sin la necesidad de insultarlo o ser descortés.
—Estás durmiendo en ella—le contestó.
—¿Y por qué no dijiste nada?
—¿Cómo podría? Eres el príncipe Arturo—le recordó, como si él pudiera olvidarlo—Además, no me diste oportunidad. Asumiste que la cama era tuya y simplemente te acostaste.
—¿Cómo iba a saberlo si no me lo dices?
—No te deberían decir que pienses en alguien a parte de ti mismo—le respondió con molestia y, al ver el modo poco conforme con el que él la miraba quiso simplemente desaparecer de allí.
—¿Te gustaría decirme algo más?—le preguntó Arturo sin detenerse a ser amable.
Si Hermione le había dicho que le dijera las cosas de frente iba a dejarla hacer. Quería escuchar, realmente, aunque algo le decía que no le gustaría lo que oiría. Ya no le había gustado ese comentario. Él pensaba en otras personas a parte de sí mismo. Gwen no tenía derecho a alguno a recriminarle por ese aspecto.
—Adelante,—la incentivo—quiero saberlo. Si quieres decirme algo, no hay nada que te detenga.
Casi pensó que ella inclinaría la cabeza y guardaría silencio. Casi.
—No tienes idea, ¿Verdad?—le preguntó repentinamente Gwen furiosa.
—¿Sobre qué?
—¡Sobre lo grosero y arrogante que puedes llegar a ser!—le dijo—Esta es mi casa y tú mi huésped. Sé que estás acostumbrado a habitaciones más lujosas pero eso no te da excusa para ser tan grosero. Afirmas que no te importan los títulos pero actúas como un príncipe y esperas que yo lo haga como un sirviente. Estás diciendo que no significa nada pero tus acciones te traicionan. ¿Te mataría decir por favor y gracias de vez en cuando?—le preguntó alzando la voz y al recordar, repentinamente que él seguía siendo irremediablemente un príncipe, agregó—… mi lord.
Arturo no supo sin sentirse ofendido, darle la razón o reír.
—¿Algo más que añadir?—le preguntó.
Gwen bajó la cabeza respetuosamente y negó con la cabeza.
—No, creo que eso es todo.
El silencio se extendió delante de ambos. Gwen simplemente quería escapar de allí, perderse para siempre y no volver a aparecer jamás delante de Arturo. Él, si quería, podía mandarla a encerrar en ese mismo instante por su atrevimiento.
—Tienes razón—oyó que decía, sorprendiéndola—Me has invitado a tu casa y yo me he comportado de una forma horrible.
—No pretendía hacer sentirte mal—le dijo.
—¡Oh! ¿En serio?—preguntó sarcásticamente él.
—Quizás un poco—confesó ella sonriendo.
—No hay excusa—dijo—-Te voy a compensar. Esta noche te voy a hacer la cena.
Arturo la tomó por los hombros y la empujó suavemente hacia la puerta.
—¿Tú vas a hacerme la cena?—preguntó con incredulidad.
—Sin duda alguna. Ahora, vete a dar un paseo o a hacer lo que sea que hagan las chicas a esta hora de la tarde…—la siguió empujando hacia la salida.
Gwen logró tomar su chal antes de que él abriera la puerta para ella.
—Un paseo estaría bien.
—Tu cena estará lista cuando llegues—le aseguró antes de volver a cerrar la puerta.
Él se volteó hacia la cocina, viendo un pollo crudo en la encimera junto a unas cuantas cebollas y otros vegetales. Contempló aquello como si fueran las cosas más extrañas con las que se había topado en toda su vida. Y, de hecho, lo eran. Él jamás cocinaba. Siempre cazaba las presas o las comía. Nunca había estado involucrado en el estado intermedio entre esas dos fases. Pero no podía ser tan difícil, ¿verdad?
Se acercó al pollo y lo tocó con las puntas de sus dedos índice y pulgar, haciendo una leve mueca.
Nunca antes estuvo tan feliz de ver a su sirviente aparecer por la puerta. Veía con el ceño fruncido y lo contemplaba como si le hubiese crecido una segunda cabeza.
—¡Merlín, gracias a Dios!—exclamó.
—Me encontré con Gwen y me dijo que estabas cocinando…
—¡Tráeme dos cenas de las cocinas del palacio!—le ordenó, haciendo caso omiso a la expresión del mago.
—Entonces… ¿No vas a cocinar?
—¡No! Pero Gwen no necesita saberlo. En lo que ella se refiere la cena habrá sido preparada y cocinada por mí.
—¿Estás tratando de impresionarla?
Ese día se estaba volviendo cada vez más raro para Merlín. ¿Arturo estaba interesado en Gwen?
—No seas ridículo, Merlín—le dijo con prisa—Y trae una camisa decente. Tu ropa me pica por todas partes. Es como si tuviera pulgas.
Claro, no quería impresionarla. Sólo quería verse bien y prepararle una maravillosa cena por el simple hecho de estar agradecido. Merlín asintió sin decir nada y se marchó, dispuesto a seguir las órdenes del príncipe. Corrió a la cocina y pensó cómo rayos iba a hacer para sacar dos cenas decentes sin que la cocinera se diera cuenta. Ella ya lo había amenazado anteriormente. Por fortuna, se encontró con Ingrid allí.
—¡Ingrid!
—¡Oh, hola, Merlín!—saludó amablemente la chica.
—Hola… eh… ¿Lady Hermione está esperando la cena?
—Sí, justo vengo de sus habitaciones privadas. Esta noche cenará sola…
—Mmm… ¿Podrías llevarle dos porciones de pollo con patatas?
—¿Dos porciones?—preguntó extrañada—Pero ella…
—Lady Hermione me dijo que podía tomar una porción yo hoy a la mañana. ¡Puedes ir a preguntarle si no me creer!
Ingrid lo contempló con dudas pero finalmente negó.
—Si ella lo dice…Pero llevaré los dos platos allí. Si quieres la comida debes ir por ella.
Él debía correr hacia Hermione para advertirle antes de que su doncella fuera a preguntarle al respecto.
—Lo haré—le aseguró—¡Gracias!
Salió rápidamente de las cocinas y corrió a las cámaras de Arturo. Seleccionó una camisa del interior de su armario sin siquiera darse cuenta que no estaba solo. Había alguien más oculto entre las sombras que lo observaba con curiosidad. Sostenía una daga en su mano por si era descubierto, listo para acabar con la vida de cualquiera que se interpusiera en su camino. El hombre reconoció inmediatamente a Merlín. Había hablado con el chico esa misma tarde y ahora podía confirmar sus sospechas. Arturo estaba en Cámelot. ¿Por qué otra razón él estaría sacando ropa del interior del armario? Decidido, comenzó a seguirlo sin que se diera cuenta.
Merlín se encaminó hacia las habitaciones de Hermione, tocando rápidamente.
—Adelante—escuchó que ella decía.
Merlín entró rápidamente antes de que alguien lo viera.
—Merlín… Pensé que era Ingrid… ¿Está todo bien?
—Eh… Le dije a Ingrid que preparara dos cenas.
—¡Oh!—ella abrió los ojos con sorpresa—¿Cenarás conmigo?
—Eh… bueno, no—rió suavemente—Arturo le prometió preparar la cena a Gwen.
—¿Arturo cocinando?—inquirió incapaz de creerlo.
—Sí, yo también pensé eso. Obviamente, Arturo no podría distinguir jamás entre cebollas y papas así que me pidió que buscara dos cenas y una camisa…—señaló la que llevaba en sus brazos—Espero que no te importe que te quite tu cena real pero, a cambio, te invito a comer con Gaius y conmigo. ¡Prometo cocinar yo! No dejaré que comas nuevamente algo que prepare Gaius.
Hermione se rió. El anciano podía ser un excelente médico pero como cocinero era un tanto incapaz.
—Me encantaría cenar con ustedes—dijo.
Unos nuevos golpes en la puerta sonaron.
—Lady Hermione, le traigo la cena—dijo Ingrid del otro lado.
Merlín se apresuró a esconderse detrás del biombo donde Hermione se vestía mientras la muchacha entraba y dejaba la comida.
—Merlín me dijo que usted le había dicho que podía tomar un plato.
—Así es. Él hace tanto por mi hermano que quería agradecérselo de alguna forma. Lamento no habértelo dicho antes. Puedes ir a la cocina y tomar lo que quieras para ti.
—Es usted muy amable.
—Te lo mereces—le aseguró—-Te libero de tus actividades. Puedes volver a tu casa después de pasar por la cocina.
Su doncella asintió y, cuando oyó la puerta cerrándose, Merlín salió de su escondite.
—Aquí tienes—le dijo Hermione entregándole las dos bandejas—Espero que mi hermano sepa disfrutarlas.
Merlín se lo agradeció y salió rápidamente de allí hacia la casa de Gwen. Por fortuna, la chica aún no había regresado por lo que él y Arturo pudieron preparar todo para que ella pensara que el príncipe se había esmerado en preparar él mismo la comida.
—¡Ya viene!—dijo Arturo que estaba espiando por la ventana—¡Rápido, por la puerta de atrás!
Merlín comenzó a alejarse pero él lo llamó de nuevo. Se volteó justo a tiempo para tomar el pollo crudo que le lanzaba.
—¡Has algo con eso!—le ordenó.
—Espero que a Gwen le guste como cocinas—le dijo.
Ya tenía resuelta la cena de esa noche. Esperaba que a Hermione le gustase pollo al horno.
—Hermione cenará esta noche con nosotros—le informo a Gaius cuando lo vio entrar.
Él estaba colocando la mesa con mucho espero. Había lavado la bajilla con mucho espero antes de colocarla, había recogido unas cuantas flores pequeñas de color amarillo y las había puesto en un recipiente con agua a modo de adorno.
—¿La has invitado?
—Espero que no te importe.
—En absoluto—le aseguró.
Merlín contempló al anciano con ciertos nervios. No había olvidado que debía disculparse con él.
—Lo que dije esta mañana…—comenzó pero Gaius alzó la mano, en señal de que se detuviera.
—Soy yo el que debería disculparme contigo—le aseguró—No he podido apreciar lo pesada que debe ser tu carga.
—No debería de haber perdido la paciencia contigo—indicó Merlín.
—No me extraña que estés molesto. Tus jóvenes hombros cargan con mucho peso. Ahora que Arturo está ausente debes de tomarte un tiempo para ti mismo.
Esa idea le gustaba. El problema era que Arturo sí estaba en Cámelot.
—¿Y el tanque de sanguijuelas?
—No pienses en el tanque de sanguijuelas—le dijo sonriendo el anciano.
—¿En serio?
—Tanto hablar de sanguijuela nos estropeará el apetito… ¿Qué has cocinado?—preguntó olfateando el aire, sintiendo el aroma delicioso saliendo del horno.
Justo en ese momento se sintió un suave toque en la puerta.
—Adelante, Hermione—dijo Merlín mientras se volteaba y sacaba el pollo humeante, bien dorado.
Hermione ingresó y tras saludar cortésmente a Gaius se volvió hacia Merlín.
—La cena está servida—les dijo a ambos.
—Esto se ve exquisito.
Merlín se apresuró a apartar una silla para Hermione con toda caballerosidad, haciendo caso omiso a la mirada divertida que le daba Gaius. Él estaba a punto de tomar asiento en su lugar habitual pero el anciano le hizo una seña disimulada para que intercambiaran puestos así Merlín quedaba sentado al lado de ella. Era una mala idea, se dijo, pero luego de unos segundos terminó aceptando la propuesta ya que no había nada de malo en estar al lado de la chica ¿verdad? Al menos de eso intentaba convencerse. Eran amigos, nada más.
Cortó el pollo mientras que Hermione estaba trozando el pan. Todos se sirvieron en sus platos y estaban a punto de comenzar a comer cuando oyeron unos golpes en la puerta hechos con prisa y fuerza. Gaius intercambió una mirada sorprendida con ambos antes de volverse.
—Entre—ordenó.
La puerta se abrió dejando entrar a Sir León.
—El Rey lo busca—le dijo a Gaius—Hubo un inconveniente.
Hermione, Merlín y Gaius se pusieron de pie inmediatamente y dejaron que Sir León los guiara hasta un pasillo del primer piso donde Uther los estaba esperando. El rey sólo frunció el ceño al ver a su hija pero no dijo nada al respecto. Hizo una seña al galeno para que observara el cadáver que había aparecido escondido dentro de un baúl.
—¿Puedes identificar la causa de muerte?—le preguntó.
Se inclinó hacia el cuerpo sin vida del caballero asesinado y observó con atención.
—Le han roto el cuello—determinó después de unos momentos—Apenas hay marcas. El que lo mató, sabía lo que hacía.
—Al principio de la tarde fue descubierto un intruso en la parte baja de la ciudad.
—Entonces me temo que es verdad—murmuró Uther, más bien para sí mismo que para los demás.
—¿Qué sucede?—le preguntó Hermione a su padre con preocupación.
—Odín ha mandado un asesino para matar a Arturo—le dijo mirándola con profunda seriedad.
—¿Un asesino?—inquirió estremeciéndose de terror.
—¿Has tenido cartas de Arturo desde que se fue a la frontera septentrional?—le preguntó a Merlín el rey.
—No, ninguna—mintió él.
—Con este asesino suelto en Camelot debemos ser cuidadosos—dijo Uther—Arturo no está aquí. Quiero encontrar al asesino antes de que él regrese.
—Sí, mi lord—dijo Sir León antes de marcharse.
Uther también se alejó con prisa, dando largos pasos.
Merlín y Hermione intercambiaron una mirada de pánico.
—¡Oh, mi Dios!—exclamó ella llevándose una mano al corazón, sintiéndose repentinamente sin aire.
Merlín la tomó de la mano y ambos salieron corriendo rápidamente de allí con intención de advertirle al príncipe, haciendo caso omiso al grito de Gaius, exigiendo saber a dónde iban. Salieron con prisa por los pasillos sin detenerse a pensar las consecuencias de ir tomados de la mano y corriendo como si huyeran clandestinamente porque todo lo que importaba en ese momento era Arturo. El trayecto pareció eterno a pesar de que, en menos de diez minutos estuvieron en la casa de Gwen.
No se detuvieron a tocar, simplemente abrieron, sobresaltando a la pareja que se separaba el uno del otro de repente. La tención entre ambos era obvia y a pesar de que Hermione quería saber si era porque habían estado discutiendo o por algo más ese no era el momento de hacer indagaciones.
—¡Arturo! Hay un asesino en Camelot—dijo Merlín—Está aquí para matarte.
Los ojos de Arturo se llenaron de preocupación.
—Ha matado a un guardia—informó Hermione—Nuestro padre dijo que lo mandó Odín… pero no entiendo, ¿Por qué Odín te quiere muerto?
Arturo se volteó hacia Hermione con total arrepentimiento. Él quería ser el perfecto hermano para ella pero sabía que estaba muy lejos de serlo.
—Porque maté a su hijo—dijo apartando la mirada de su rostro. No podía ni mirar a Hermione ni a Gwen ante esa confesión, no quería ver la decepción en sus miradas—El hijo de Odín me desafió a una pelea. No tenía ningún pleito con él, le pedí que se retirara. Tal vez que sentía que debía probarse a sí mismo… Aún puedo ver su cara. Parecía tan asustado…
—No puedes culparte—dijo Gwen.
Arturo parecía estar atormentado por ese acontecimiento. Hermione caminó hacia él y lo abrazó sin pensarlo dos veces. Él la rodeó con sus brazos y besó su frente, sintiendo que volvía a respirar ya que ella no sentía ningún tipo de rencor.
—Sólo nosotros sabemos dónde estás—indicó Merlín una vez que ella se apartó de Arturo—Si el asesino no puede encontrarte, no puede matarte.
—¿Puedo seguir quedándome aquí?—le preguntó el príncipe a Gwen.
—Por supuesto. Todo el tiempo que quieras.
—Gracias, dormiré en el suelo esta noche…
—No, duerme en la cama. Necesitas estar descansado para el torneo de mañana.
—No quiero oírlo—dijo Arturo—Buenas noches, Gwen.
Ella asintió.
—Buenas noches.
Arturo hizo una seña discreta para que Merlín se le acercara. Cuando lo hizo, le habló en voz baja para que Gwen no oyera.
—Recoge el colchón de mi cuarto y tráelo aquí.
—¿Cómo se supone que voy a traer un colchón yo solo?—le preguntó Merlín incrédulo ante el pedido.
—No lo sé. Átatelo a la espalda.
Merlín rodó los ojos y fue a hacer lo que le había pedido. Hermione insistió en que le dijera lo que le había pedido su hermano y, cuando finalmente lo hizo, lo ayudó a traerlo e ingresarlo por la puerta de atrás a pesar de las protestas del joven.
—Podría haberlo hecho yo solo—le dijo una vez que caminaban de regreso al castillo.
Entre las idas y venidas la noche había avanzado y ya era muy tarde. Hermione había sido prudente en usar una capa para que ninguno de los guardias la reconociera y le hiciese preguntas sobre porqué estaba a esas horas junto al criado de su hermano.
—Pero no lo habrías cargado en tus espaldas—le sonrió.
Merlín negó. Había pensado en utilizar magia, de hecho, pero habría sido muy imprudente de su parte.
—Lamento que no hayas podido cenar—se disculpó—Puedo colocar una porción en un plato y llevártela.
—No te preocupes, Merlín—lo tranquilizó—Pasaré por la cocina y tomaré alguna fruta—ella lo contempló de soslayo colocando una sonrisa un tanto pícara en sus labios—Pero me deberás una cena.
Merlín sintió que su rostro enrojecía y sólo pudo asentir, sintiendo que le faltaba las palabras. ¿A caso él era el único que pensaba que aquello era una insinuación? No quería equivocarse…Ninguna chica antes había prestado tanta atención en él más allá de la amistad así que no podría saber cuál era la diferencia. ¡Qué vergonzoso sería si le dijera algo indebido, malinterpretando sus palabras!
Cuando llegaron a la entrada del castillo él no regresó por el camino que lo llevaba a sus propias cámaras, sino que siguió a Hermione. Cuando ella lo contempló con curiosidad, él se apresuró a responder su pregunta silenciosa.
—Es muy tarde. Te acompañaré hasta tus habitaciones.
—El asesino no va tras mí—le recordó—Además, estoy armada—dijo señalando disimuladamente la cinta que rodeaba su cintura a modo donde siempre guardaba su varita.
—Aún así, permíteme que te acompañe. Para mi tranquilidad mental.
Ella asintió. Merlín estaba totalmente seguro que de que Hermione era más que capaz de defenderse de cualquiera que intentara atacarla pero no era ese el motivo por el que la acompañaba. Disfrutaba de pasar tiempo a su lado. Le gustaba tenerla cerca, quizás demasiado. Era peligroso pero él quería creer que tenía controlada la situación. No iba a dejar que sus sentimientos influyeran en su amistad.
Hermione lo miró sin que se dieran cuenta mientras recorrían el último tramo. Él era realmente un chico muy dulce y servicial. Sus ojos eran hermosos pero más allá de eso lo encontraba muy atractivo. No del modo convencional, como Lancelot o Sir Godric, sino con un encanto más suave que sumado a su personalidad la alteraban de un modo primitivo. Ahora que lo contemplaba bien podía notar que el cabello lo llevaba un poco más largo pero eso no le importaba; por el contrario, sólo quería enredar sus dedos en su cabello, pegarse a él y besarlo. ¡Quería besar a Merlín! Era completamente consciente de que ese no era el mejor momento pero ahora que una vocecita había susurrado esa idea en su cabeza ya no podía apartarla. ¿Se atrevería él a besarla?
Cuando llegaron ella se detuvo unos momentos frente a la puerta. Se bajó la capucha de la capa que utilizaba y miró a Merlín esperando a que él dijera algo. Hermione siempre había oído, de boca de Lavender especialmente, que cuando una chica hacía aquello y dejaba pasar el tiempo, retrasando una despedida, mandaba una señal al chico para que la besara. Esperaba que Merlín fuera capaz de captar la indirecta.
—Buenas noches—la saludó él y dio media vuelta, alejándose.
No lo hizo.
—Buenas noches—murmuró decepcionada.
…
Al día siguiente, al ser el último día de justas, Camelot estaba aún más abarrotada de personas. Por ese motivo quizás nadie sospechó del hombre de tez oscura que se acercó disimuladamente a la carpa de los participantes en la cual había ingresado el sirviente del príncipe junto a un encapuchado. No le sorprendió descubrir que allí, efectivamente, se encontraba Arturo Pendragon sentado mientras que le colocaban la armadura y que, uno poco más allá, se encontraba observando la nueva celebridad: Sir Williams. Pero en vez de ser él quien tomara el casco de la armadura y saliera a luchar se lo ofreció a Arturo. El príncipe lo tomó y, tras ponerse de pie, salió a combatir.
Así que eso era, se dijo a sí mismo. Se apartó de la carpa y oyó, por mera casualidad, que deseaban mucha suerte al otro caballero con el cual competiría Arturo. Sir Alynor. Sin apresurarse se acercó a su carpa y, tras comprobar que sólo se encontraba él, ingresó y lo atacó por la espalda, tomándolo desprevenido. Un golpe rápido y listo. Dejó caer el cuerpo del caballero en el suelo y rápidamente le quitó la armadura para colocársela él mismo. Salvo que en vez de utilizar una simple lanza añadiría un pequeño adorno. Una punta de acero con forma de puño que, al mover una manivela, se activaba un mecanismo interno que hacía salir una afilada punta. Un simple golpe y no sólo atravesaría la armadura de Arturo sino también sus pulmones y, con algo de suerte, su corazón.
…
Uther, Morgana y Hermione estaban en el atrio y aplaudieron como todos los presentes cuando los dos caballeros se colocaron en sus posiciones. Hermione no podía dejar de mirar a su alrededor, buscando cualquier movimiento inusual. No había olvidado que había un asesino a sueldo buscando a su hermano. Sabía que había pocas posibilidades de que averiguara que, en realidad, Sir Williams era Arturo pero no era imposible.
—¿Nerviosa?—le preguntó su padre—¿O más bien ansiosa? Tu Sir Williams llegó a la final.
—Por favor, padre…
—Sólo bromeo, Hermione. No me importa que beses a uno de estos caballeros, considéralo como un poco de diversión antes del matrimonio.
Ella sólo rodó los ojos. Afortunadamente se dio la señal y los dos hombres comenzaron a cabalgar en sentido opuestos con sus lanzas aferradas en sus manos con firmeza. Hermione vio a Arturo esperar el momento adecuado pero, cuando creía que golpearía con su lanza a Sir Alynor, fue éste quien logró dar en el hombro del príncipe, arrancándole parte de su armadura. Ella jadeó sorprendida, llevándose las manos a la boca. Y no fue la única. Toda la muchedumbre se horrorizó al ver a su favorito fracasar en la primera vuelta.
Hermione se puso de pie inmediatamente y corrió escaleras abajo, sin pensar en ningún momento en lo que diría luego su padre. Cuando Arturo bajó tambaleante de su caballo fue a socorrerlo y a ayudarlo a ingresar a la carpa. Williams se acercó rápidamente y Gwen vino tras ellos, dispuesta a ayudar.
—La lanza atravesó la armadura—les dijo—¡Oh, está perdiendo mucha sangre!
Gwen se acercó con vendas y comenzó a limpiar la sangre que no dejaba de brotar.
—Tengo que estar de nuevo en el campo en menos de cinco minutos o renunciar a la competición.
—No irás—le dijo Hermione llanamente.
—Nunca me he retirado de una justa antes, Hermione, y no lo haré ahora—jadeaba notablemente, en un intento de recobrar el aliento y no hacer muecas de dolor.
—¿Arriesgarás tu vida por proteger tu orgullo?—inquirió Gwen incrédula—No tienes que demostrar nada y menos a mí.
La mirada que le dedicó Arturo a la doncella de Morgana le dijo a Hermione que allí estaba sucediendo algo. Algo importante.
—Tengo que demostrarlo todo… a mí—aseguró él.
—Arturo, por favor—imploró Hermione—Si te llega a herir nuevamente.
Su hermano le pidió ayuda a Williams para ponerse de pie. El hombre aferró su brazo sano y tiró de él para impulsarlo hacia adelante. Antes de colocarse el casco besó la frente de Hermione. Quiso protestar de nuevo pero sabía que no había nada que pudiera decirle que lo hiciera cambiar de opinión. Lo miró suplicante pero Arturo salió. Ella y Gwen lo siguieron.
—Pásenme una lanza, por favor—pidió él una vez que subió a su caballo.
Gwen tomó el arma y se la tendió. Hermione notó el terrible esfuerzo que eso implicaba para él. Tras un leve asentimiento a modo de despedida, se acercó al campo.
—¡Hermione! ¡Gwen! ¿Dónde está Arturo?
Ambas voltearon para ver a Merlín corriendo con desespero hacia ellas.
—Va a competir—le dijo Gwen.
—¡Va a justar con el asesino!—gritó Merlín, corriendo delante de ella hacia la arena.
Ambas rápidamente lo siguieron. Hermione sacó más ventaja y alcanzó a Merlín rápidamente pero cuando llegaron la señal ya había sido dada y ambos caballeros ya habían comenzado a cabalgar el uno hacia el otro. Arturo estaba muy mal. Se tabaleaba sobre el animal y no aferraba la lanza como era debido. Tanto ella como el mago fueron testigo de cómo el otro caballero hacía aparecer en la punta de su lanza un largo filo de metal. Hermione estuvo a punto de sacar su varita para hacer cualquier cosa que evitara que el asesino acabara con la vida de Arturo pero Merlín fue más rápido que ella y reaccionó antes.
—Onbind tha teage—murmuró el mago, logrando que sus ojos se volvieran dorados por un breve instante.
Inmediatamente, la cincha de la montura del caballo del contrincante se rompió, haciéndolo perder el equilibrio. Lo que le dio la oportunidad a Arturo de golpearlo con su lanza y derribarlo. Todos, incluso Uther, se pusieron de pie y exclamaron al ver el enorme golpe que se llevó, quedando allí, totalmente inerte en el suelo.
Merlín rápidamente se acercó a Arturo y lo ayudó a bajar del caballo. Junto con Hermione lo llevaron a su carpa privada en donde rápidamente le quitaron el casco y parte de la armadura. Ella intentó curar lo mejor que pudo la herida pero dado que allí no tenía lo necesario tuvo que improvisar. Gwen apareció rápidamente y la ayudo a tratar a Arturo.
—Estabas justando con el asesino—le explicó Merlín al príncipe—Mató a Sir Alynor y tomó su lugar.
Los aplausos no tardaron en llegar, pidiendo por el vencedor. Hermione suspiró, sabiendo lo que le esperaba. Por lo menos no tenía que besar a nadie. Si Arturo se presentaba nadie la obligaría a besarlo porque eran hermanos.
—Debo volver—dijo con resignación antes de salir de allí con mala gana, volviendo al atrio.
—La gente está esperando por su campeón—dijo Merlín unos momentos después mirando a Arturo—Es momento de que te muestres.
—Debes ir y recoger tu trofeo—indicó el príncipe a Williams luego de unos segundos de pensarlo.
—Pero pensé que éste sería tu momento de gloria—dijo Gwen
—Quizás este sea el momento… para la humildad.
La chica le sonrió, contemplándolo con el más puro orgullo.
—Anda, ve—lo incentivó a Williams—Pero si te atreves a besar a mi hermana saldré y, sin importar cuánta sangre haya perdido, te asesinaré.
Williams abrió los ojos con horror y empalideció. Merlín le dio unas palmaditas en el hombro con aliento y lo dejó ir.
Arturo se terminó de quitar la armadura y se volvió a colocar la capa con la que siempre se cubría antes de salir, seguido por los otros dos, para ser testigos justo del momento en que Uther bajaba a saludar al Williams para luego ofrecer a Hermione. Ella estaba terriblemente nerviosa, cualquiera lo notaría. La sonrisa que tenía era forzada y parecía preferir salir corriendo en vez de quedarse allí.
—¡Un beso! Eso es lo que he prometido—dijo el rey.
Williams se adelantó, tomando la mano de Hermione. Arturo se tensó y casi dio un paso hacia ellos pero Gwen lo tomó del brazo, deteniéndolo.
—Un beso de tan notable dama sería un honor demasiado grande—dijo Williams en su actitud de caballero—Pero esto…—se inclinó y dejó un muy pequeño beso en el dorso de la mano de Hermione—… Esto es todo lo que estoy dispuesto a hacer ante el temor de profanar su pureza.
Uther lo miró sorprendido pero totalmente alegre de oír esas palabras que sólo serían dignas de un caballero. Hermione le sonrió encantada e hizo una reverencia a él, luego de eso, lo dejaron seguir disfrutando de la atención.
…
Merlín vio que acarreaban al caballero muerto en la última vuelta a manos de Arturo. Siguió a los hombres que lo llevaron hacia una tienda donde se encontraba Gaius, quién, al ser el médico, le correspondía corroborar si aún seguían con vida.
Gaius le quitó el casco y no ocultó una exclamación de desconcierto.
—¡Merlín!—exclamó al ver al chico—¿Quién es este hombre? ¿Dónde está Sir Alynor?
—Eh…—tartamudeó unos momentos y, ante la mirada del anciano no le quedó otra opción más que contarle la verdad, pero haciéndole jurar que no diría absolutamente nada.
…
Las cámaras de reunión estaban saturadas de caballeros. El regreso de Arturo había conmocionado el castillo, especialmente al descubrir que llegaba herido. Hermione, Gaius, Morgana y Merlín habían sido llamados por el rey, así que allí estaba, oyendo el inventado relato de Arturo.
—…y el asesino nos atacó y salí herido mientras lo mataba—finalizó el príncipe.
—Odín debe pagar por sus acciones. Debemos contraatacar—dijo el rey.
—Seguramente entenderás el dolor de la pérdida de su hijo—indicó Arturo, viendo a su padre a los ojos—Creo que deberíamos intentar hacer las paces con él. Ya se ha derramado mucha sangre.
Uther no podía creer lo que oía ni que esas palabras provenían de su hijo. Mostraban una madurez abrumadora.
—Tal vez tengas razón—dijo finalmente—¿Cómo fue el resto de tu viaje? ¿Fructífero?
—Mucho—Arturo asintió y a Hermione no se le escapó la mirada que le lanzó él a Gwen—Aprendí mucho. ¿Cómo fue el torneo?
—Excelente. Tenemos un nuevo ganador. Sir Williams de Deira.
Merlín tuvo que contener una sonrisa al oír aquello, al igual que el mismo Arturo.
—Lamento haberme perdido toda la emoción—aseguró simulando consternación.
Cuando Uther dio por finalizada la reunión y casi todos se marcharon, Arturo se quedó atrás a esperar a Gwen. Sentía que le debía una explicación después de lo que había sucedido entre ellos. La llamó suavemente y cuando la chica se le acercó sintió su corazón latiendo rápidamente. Se aclaró la garganta suavemente antes de hablar.
—Lo que pasó mientras estuve contigo….—comenzó a decir en voz baja—Me temo que mi padre no lo entendería.
Gwen le sonrió con tristeza.
—No tienes que explicarlo—le aseguró ella—Quizás cuando seas rey las cosas sean… diferentes.
Arturo sentía ese futuro tan lejano. Quería prometerle que sería así, que había muchas posibilidades para ellos pero no quería mentirle. La miró fijamente, casi intentando memorizar su rostro, teniendo el miedo irracional de no poder volver a verla.
Cuando regresó a sus cámaras no imaginó que descubriría a Hermione allí, de pie, esperándolo.
—¿Sucede algo?—le preguntó sorprendido—Pensé que estarías más que feliz de volver a tu amaba biblioteca ahora que las justas han terminado.
—Ya iré—le aseguró ella—Pero ahora he venido a hacer algo más importante.
—¿A qué?
—A felicitarte. Demostraste ser más honorable y caballeroso de lo que todos imaginaban. Te probaste a ti mismo y supiste no buscar el alago de todos. ¡Estoy muy orgullosa de ti!
Arturo rió suavemente, dejándose caer en su cama, totalmente feliz de poder volver a estar en ella. Hermione se sentó a su lado y apoyó su cabeza en su pecho cuando él la abrazó, teniendo cuidado de no tocar su hombro herido.
—¿Me contarás qué sucedió con Gwen?—le preguntó.
Arturo se tensó bajo ella. Cuando se apartó para mirarlo a la cara, notó que se había ruborizado.
—¡Oh, la besaste!—exclamó sonriendo enormemente.
El príncipe frunció el ceño, confundido por su reacción y muy sorprendido por su capacidad perspectiva.
—¿No te molesta?
—¿Por qué habría de molestarme?—le preguntó—Si no estás jugando con ella…
—¡No, claro que no!—aseguró él casi irritado por la idea—Gwen es…—se sintió incapaz de continuar—Pensé que te molestarías. Ella es una sirvienta. Nuestro padre definitivamente no estaría contento.
—No soy Uther—le aseguró Hermione—Gwen es una mujer maravillosa que sabrá hacerte feliz. Sólo deben ser pacientes, Arturo. Algún día serás rey y las cosas cambiar. Nunca te des por vencido.
Arturo volvió a atraerla hacia él para abrazarla a modo de agradecimiento. Amaba a su hermana. Ella siempre sabía cómo tranquilizarlo.
Lo que Arturo no sabía era que Hermione no sólo esperaba que las cosas cambiaran para el bien de él y Gwen sino que también pensaba en sí misma y en Merlín.
…
—¡Esto es asqueroso!—se quejó Merlín, sintiéndose totalmente sucio.
Se encontraba prácticamente metido dentro del tanque de sanguijuelas de Gaius, rascando el interior con una esponja que parecía no limpiar nada.
—Bueno, tal vez lo pienses dos veces antes de volver a mentirme—dijo el anciano apartando la mirada de uno del libro que leía para observarlo—Y Merlín… tienes algo en la cara.
Merlín se tocó el rostro hasta que sus dedos rozaron algo viscoso.
—¡Agh! ¡No! ¡Oh!
¡Estaba lleno de sanguijuelas! Y Gaius simplemente se reía de él.
¡Hola a todos! Espero que este capítulo haya sido de su agrado. La situación no era realmente importante para la historia en sí, pero siempre disfruté de este episodio: el intento de Arturo de ser una persona "normal" es gracioso pero me gusta el gesto de humildad que tiene al final al no querer descubrirse como verdadero competidor.
Saben, he querido escribir una historia de Arturo y Hermione, como pareja, pero realmente no se me ha ocurrido ninguna buena idea. Creo que estoy ya acostumbrada a verlos como hermano, jajajaja. En fin, les avisaré si llego a hacerlo por si desean leer.
En fin, les quería avisar que hay pocas posibilidades de que actualice el próximo mes. O sea, lo haré, pero no con la usual regularidad porque estoy inscripta en el programa de NaNoWriMo donde el reto es escribir una novela en sólo un mes. No sé si lo lograré pero daré mi mejor esfuerzo. Deseenme suerte y que tenga mucha pero mucha inspiración... En serio, la necesitaré.
Como no sé cuando volveré a actualizar, les dejo un adelanto del siguiente capítulo. Será un tanto tensa la relación entre Hermione y Merlín porque ambos tendrás opiniones contrarias.
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—Sé muchas más cosas que las que tú, Merlín. Si hay alguien que debe estar enfadada con él por lo que hizo, soy la persona adecuada—sintió sus ojos llenarse de lágrimas pero se negó a llorar—pero eso no me da derecho a ir a planear su muerte.
—¿A caso olvidas que se arrepintió? ¡Es Morgana, Hermione! ¡La chica que te dio la bienvenida cuando llegaste aquí, la que se preocupa por todos, la que tiene un buen corazón!
Hermione contuvo sus deseos de resoplar. Miró a Merlín fijamente.
—Mira, no tengo deseos de seguir con esta discusión, Merlín. Mi respuesta es no. No voy a ayudarte a decirle sobre la magia y te aconsejo que nunca le digas sobre tu condición.
Se dio media vuelta y se alejó pero la voz de Merlín, distante y fría, la detuvo.
—Nunca me dijiste los motivos por el cual no quieres ayudarla.
Le hubiese gustado poder hacerlo pero no fue capaz de encontrar el valor. Merlín podía ser un mago pero eso no quería decir que fuera a creer algo tan magnánimo como viajes en el tiempo. ¿Cómo podría decirle, entonces, que conocía el destino de Camelot, de Arturo, de Morgana y también el de él? Así que prefirió guardar silencio y siguió su camino sin mirar atrás, con el corazón roto porque la distancia que los separaba era cada vez mayor.
