¡Hola de nuevo! ¿Cómo están? Lamento mucho la tardanza, pero aquí estoy con la continuación del capítulo anterior. Espero que les guste. No he tenido mucho tiempo de revisarlo así que si ven un error que no logré distinguir, me lo dicen y yo corregiré de inmediato.
¡Ah! ¡Llegé a los 100 comentarios! Muchas, muchas, muchas gracias a ustedes, a todos los que leen y se toman uno momentos de su tiempo para dejarme unas palabras que con mucho gusto leo y respondo.
Lotus-one: Hermione celosa y molesta no debe ser subestimada. Ella suele ser una persona tranquila pero cuando la alteran deja salir su temperamento.
LA MAGIA DE MORGANA
El resto del día podría haber acontecido con total tranquilidad si no fuera por el hecho de que Uther revolucionó todo el castillo con la búsqueda de Morgana. Gaius, Merlín y ella eran los únicos que sabían a ciencia cierta dónde se encontraba la joven bruja. Intentaron actuar con normalidad, esperando ansiosos que Morgana decidiese regresar y, finalmente, todo se solucionara pero cuando, por la tarde, Uther los llamó para una reunión, las noticias que recibieron no fueron buenas.
—¿Arrestaron a todos los sospechosos?
—Casi—respondió Arturo apartando la mirada de su padre—Algunos se escondieron…
—Publica un comunicado—le ordenó—Todos los prisioneros serán ejecutados a menos que Lady Morgana sea devuelta a Camelot.
—¡Padre, no!—protestó Hermione, adelantándose—Estoy segura que muchos de ellos son totalmente inocentes…
—Si los relacionaron con la brujería no tienen las manos limpias—dijo el rey y se volvió nuevamente hacia su hijo—Has lo que dije. Inmediatamente.
—Sí, señor.
Ella miró implorante a su hermano, sabiendo que no había mucho más que pudiera hacer. Después de todo, Uther era el rey.
…
Esa noche, Merlín esperó despierto a que se durmiera Gaius y, tras comprobar a través de la puerta que descansaba profundamente en su cama, salió con mucho cuidado, intentando hacer el menor ruido posible para no despertarlo y comenzó a correr por el castillo procurando que ningún guardia lo viera. Tuvo que recurrir en varias ocasiones a la magia, especialmente cuando se adentró en un túnel por debajo del castillo y se encontró con la salida sellada por rejas. Pero lo consiguió.
Cuando finalmente se adentró en el bosque, en dirección a Ascetir, un veloz caballo con su jinete se le puso justo en frente, cortándole el camino. Retrocedió asustado, temiendo haber sido descubierto.
—Ya me estaba preguntando cuánto tardarías…
—¿Hermione? ¿Qué… qué haces aquí?
Ella se bajó la capucha negra y lo contempló con una pequeña sonrisa.
—Lo mismo que tú. Iré a buscar a Morgana…
—¡No! ¡No puedes!
—Merlín, no lo digo por ser princesa, pero no me puedes decir qué puedo o no hacer.
—Pero…
—¿Por qué no dejamos esta charla para otro momento y nos vamos de una buena vez?
Merlín quiso protestar de nuevo pero la mirada firme de Hermione no dejaba lugar para la discusión. Ella podía ser tan testaruda…
—¡Bien!—gruñó.
Esquivó el caballo y comenzó a andar con largos pasos, casi corriendo pero al no oír los cascos del caballo de Hermione detrás de él, se detuvo y se volteó a contemplar cuál era el problema.
—¿Qué haces?—preguntó.
Hermione agitó suavemente las riendas para que el animal se moviera y quedara a su par.
—Yo podría preguntarte lo mismo… ¿Piensas caminar todo el trayecto?
—¿Has traído otro caballo?—miró a su alrededor en busca de él, no viendo absolutamente nada más que oscuridad y árboles.
—No. Montarás conmigo.
—¿Nosotros dos? ¿Juntos? ¿En el mismo caballo? ¿Nosotros dos?
Sabía que estaba tartamudeando, repitiendo lo mismo una y otra vez, pero no podía evitarlo. La idea de ir tan pegado a ella le aterraba un poco.
—Merlín, sube al caballo ahora mismo—le ordenó exasperada.
Él asintió, sabiendo que la idea era completamente lógica y que no tenía nada de malo. No, señor. Nada de malo. Porque era completamente normal estar casi pegado a la princesa, pensó con sarcasmo mientras se subía detrás de ella, intentando alejarse un poco. Pero la silla no era lo suficientemente amplia y su pecho chocaba contra la espalda de Hermione y sus piernas tocaban las de ella.
—Préndete de mi cintura—oyó que le ordenaba.
—No…—su voz salió un poco ronca y rápidamente se aclaró la garganta.
Hermione rodó los ojos.
—Te caerás del caballo si no te sostienes—le dijo con una paciencia que no sentía en ese momento.
Merlín aproximó las manos a ella, tocándola muy suavemente. Hermione rápidamente agitó las riendas y presionó con sus rodillas los costados del animal, ordenándole que avanzara con rapidez y a él no le quedó más que aferrarse con fuerza porque casi pierde el equilibrio y cae. Eso hubiera sido demasiado vergonzoso.
El trayecto era largo pero afortunadamente no tenía que hacerlo a pie porque habrían tardado el doble del tiempo y tiempo no eran algo que tenían precisamente. Aún así, tuvieron una agotadora noche. Especialmente Merlín que constantemente tenía que recordarse a sí mismo no aspirar profundamente el aroma que desprendía el cabello de Hermione o no deslizar sus manos sobre su estómago en una caricia que estaría completamente fuera de lugar. Se habían abrazado, se habían reunido tarde por la noche sin que nadie se diese cuenta e incluso ella lo había besado una vez pero eso no quería decir nada. Al menos, eso es lo que constantemente se repetía a sí mismo. Ella era la princesa. Era Lady Hermione… y con esa idea en la mente, pudo contener sus reacciones.
—¿Cómo hiciste para salir del castillo sin que nadie te viera?—preguntó cuando se detuvieron unos momentos al amanecer delante de un arrollo para permitir que el caballo bebiera y descansara unos minutos.
Hermione le sonrió, acariciando suavemente el pelaje del animal antes de inclinarse a comprobar que las correas que sujetaban la montura no se hubiese aflojado.
—Es complicado de explicar—dijo cuando volvió a mirarlo—pero fue con magia. Había guardias por todos lados e incluso en una esquina casi me topo con Arturo.
—Se llevarán una sorpresa cuando vean que no estás allí.
—Ingrid me cubrirá. Le dije que mantuviera a todos alejados de mis cámaras, que dijera que estaba perturbada por la desaparición de Morgana y que no quería ver a nadie.
—¿Se lo creerán?
—Uther sí. Estará más que feliz de enterarse que su preciada hija está completamente segura encerrada en su habitación…
La vio hacer una mueca de disgusto. La relación de Hermione con su padre había mejorado notablemente pero aún así estaba lejos de ser la ideal.
—¿Cómo hiciste para saber dónde estaban los druidas?—oyó que ella preguntaba de repente.
—Arturo tenía una lista de nombres de personas relacionados con magos, brujas o druidas—explicó—La leí. Mencionaba un nombre…aunque estoy seguro que es su apodo. Fui a verlo y, tras ser terriblemente descortés, amenazarme y desaparecer, me dio la localización de los druidas.
—¿Desaparecer?
Merlín asintió, viendo como ella fruncía el ceño ante esa palabra.
—Sé que esto te sonará a locura pero juro que fue así. ¡Jamás vi nada igual! Simplemente sacó una varita como la que tienes, dio un paso hacia adelante, giró y ¡Puf! ¡Desapareció!
Hermione no se veía nada sorprendida, aunque sí curiosa.
—¿El anciano idiota que mencionas vive cerca del mercado?—Merlín asintió—¡Por Circe! ¡Te encontraste con Salazar Slytherin!
—¿Quién?
Hermione bufó y se llevó las manos a la cabeza, enredando sus dedos con nerviosismo por su cabello a medio trenzar.
—Salazar Slytherin—repitió el nombre como si estuviese completamente cansado de aquel hombre—En realidad, no es lo que parece. Es joven… unos cuantos años más que yo pero no demasiados. Es un idiota, un maldito narcisista que no vale la pena pero que aún así, y jamás le digas que dije esto, es condenadamente inteligente. Él es el que me obsequió mi varita cuando se lo pedí a Sir Godric…
—¿Sir Godric? Ese nombre me resulta familiar.
—Es también un hechicero y tiene la entrada prohibida en Camelot. Su cabeza tiene un precio, inclusive.
—Sí, creo que una vez oí a Arturo mencionarlo pero hace tiempo que nadie sabe de él. No fue a Camelot nunca más… ¿Verdad? Eso sería una completa locura.
—En realidad, entra seguido sin que nadie se dé cuenta—dijo—Aunque hace mucho que no lo veo. Lo último que supe de él fue que estaba de viaje…
Merlín estaba sorprendido. ¡Hermione tenía muchos secretos! Él jamás hubiera imaginado que se codeara con hechiceros. Después de todo, era la hija del rey. ¿Cuándo había sucedido todo aquello sin que nadie se diera cuenta?
—Supuse que conocías al anciano—dijo luego de unos momentos—Cuando desapareciste lo entrevistamos…
—¿En serio?
—Varios ciudadanos aseguraron que te vieron llevarle medicinas.
—Esa sólo fue una excusa—admitió mientras volvía a tomar las riendas y a montar—Él es mi contacto con Sir Godric. Tenía que hablar con él pero Slytherin me dijo que estaba de viaje. Cuando volvía al castillo fue cuando Nimueh me atrapó.
—Nunca me dijiste todo lo que sucedió aquel día.
Hermione lo miró casi pidiéndole disculpas.
—Hay muchas cosas que no puedo decirte, Merlín. Espero que puedas entender.
No, no lo entendía, pero aún así asintió y se apresuró a montar detrás de ella, intentando actuar como si no le importara que ocultara secretos, como si no sintiera esa molesta punzada en la boca del estómago.
Hicieron el resto del camino en completo silencio hasta que en un determinado momento el bosque comenzó a hacerse más y más espeso.
—Creo que será mejor que sigamos a pie—dijo Merlín.
Hermione desmontó después de él y ambos contemplaron a su alrededor, sin saber precisamente a dónde ir. Habían visto las montañas y sabido en el momento exacto en que ingresaban a los bosques Ascetir pero éstos eran extensos y los druidas podrían estar ocultos en cualquier lado. Delante de ellos se extendía un estrecho camino lleno de ramas y algunos árboles caídos. Ella se volteó hacia el caballo y le acarició la cabeza suavemente.
—Vuelve a Camelot—le dijo al oído suavemente.
El animal relinchó antes de dar media vuelta y, obedientemente, alejarse de allí.
—¿Te hará caso?—preguntó un tanto sorprendido.
—Por supuesto que sí—aseguró Hermione con confianza—Todos los caballos han sido entrenados para regresar al castillo si alguna vez pierden a su jinete. Ahora, sigamos adelante… Quiero regresar antes de que mi padre asesine a un montón de inocentes.
…
Arturo contempló aquella salida por el túnel que iba por debajo del castillo, viendo atentamente el modo en que las rejas de metal habían sido cortadas.
—Hay cierta confusión sobre cómo fue destruida—dijo para su padre y Gaius.
A penas le habían informado sobre esto había llamado a su padre y a los guardias para decirles sobre lo ocurrido. Él, al igual que su padre, creía que por ahí habían salido y entrado los que raptaron a Morgana. ¿Por dónde sino? Todas las entradas estaban perfectamente aseguradas, con guardias postrados firmemente.
—No hay ninguna confusión—lo contradijo Uther—Fue magia. Fue la misma magia usada para iniciar el fuego en la habitación de Morgana.
Gaius permaneció en completo silencio, dudando seriamente que se tratara de la misma. Algo le decía que Merlín estaba involucrado. Esa mañana había ido con intención de despertarlo, creyendo que se había quedado dormido, pero no había encontrado a nadie en su cama. Sus habitaciones, desordenadas como siempre, estaban absolutamente vacías.
—¿Hacia dónde se dirigen las huellas?—preguntó el rey.
—Hacia el bosque de Ascetir—indicó el príncipe—Primero hay huellas a pie hasta el interior de los árboles pero luego parece que hubo un caballo esperando.
—Siempre sospeché que los druidas se escondían allí. Las huellas nos llevarán directamente a ellos—miró a su hijo con decisión—No tomes prisioneros. Es hora de deshacernos de éstos druidas de una vez por todas.
Arturo se estremeció levemente por la frialdad de su padre pero asintió y cuando el rey regresó al castillo, tuvo que soltar un suspiro profundo. Afortunadamente Hermione no había estado allí para oír la orden del rey porque hubiera saltado y pegado el grito en el cielo.
Comenzó a alejarse él también pero se detuvo de repente cuando recordó algo importante.
—¿Dónde está Merlín?—le preguntó al galeno.
Gaius tardó unos segundos en responder.
—No se siente bien.
—Sigue alterado por lo de Morgana, ¿no?
No le gustaba nada el modo en que Merlín trataba a la protegida de su padre. Primero fue Hermione y ahora ella. ¿A caso ese inútil no podía mantener su mirada en alguien no tan imposible?
—Todos lo estamos, señor—respondió el anciano.
—Dile que deje de sufrir, que se controle y que vuelva al trabajo—le ordenó antes de girar y ordenar a los caballeros que se preparen para seguir las huellas.
…
Merlín podía notar que Hermione estaba cansada. Cada cierto tiempo bostezaba o se frotaba las piernas como si le dolieran. Llevaban demasiadas horas caminando y seguramente así era. Le hubiese gustado hacer algo por ella pero cada vez que le preguntaba si estaba bien, ella respondía con un tajante sí. Aunque estuviera agonizando jamás lo admitiría. Era muy valiente y condenadamente testaruda.
—¿Podemos descansar un momento?—preguntó deteniéndose de repente—¡Mis pies me están matando!
Era una gran mentira. A pesar de que sentía el cansancio calar en su cuerpo era aún soportable. Hermione lo contempló fijamente luego de unos instantes y finalmente negó con la cabeza.
—Debemos seguir—le dijo—Y no tienes que hacer eso por mí…
—¡Hermione, por favor!—insistió—¿Qué caso tiene seguir simulando que estás bien cuando no es así? Si luego te lastimas perderemos más tiempo… y no tenemos idea de dónde están los druidas así que podemos seguir dando vueltas y vueltas por este bosque por quién sabe cuánto.
La vio suspirar y finalmente asentir antes de dejarse caer sobre una roca sobresaliente.
—¿Alguna idea de dónde pueden estar?—preguntó mientras alzaba las faldas de su vestido hasta su rodilla y comenzaba a desatar los cordones de sus zapatos.
Merlín apartó la mirada rápidamente sonrojándose profundamente.
—Eh… yo…
—¡Por favor, Merlín, este no es el momento de comportarse tan vergonzoso!—le dijo ella al notarlo—Son sólo mis piernas, enfundadas en medias, no es como si estuviera parada desnuda delante de ti.
Merlín lanzó un gritito que le hubiera resultado divertido en otras circunstancias cuando oyó lo que decía. Ella no debería de haberle dicho eso. Podía ver claramente la curva de sus las largas piernas y eso simplemente hacían que su corazón se acelerara demasiado y que sintiera dentro suyo una sensación demasiado primitiva que lo ponía incómodo.
—¡Esto es ridículo!—murmuró para sí misma.
A veces olvidaba todas las risibles normas. ¡Ella sólo había querido aprovechar a descansar sus pies de esos infernales zapatos con tacos que no fueron hechos, definitivamente, para largas caminatas! Se había alzado la falda, era verdad, pero nunca se había detenido a pensar que aquello podría ser catalogado como indecoroso. Así que rápidamente volvió a atarse los delicados cordones y formar un elegante moño, tal como le había enseñado Ingrid, antes de tirar la tela de su vestido hacia abajo, cubriendo cada milímetro de sus piernas.
—Ya puedes mirarme—le dijo a Merlín—Lo siento.
El muchacho movió rápidamente los ojos hacia ella y tras comprobar que, efectivamente, había vuelto a estar decente, suspiró con alivio.
—No deberías de hacer eso—indicó él casi con temor a que ella se molestara—Los hombres no suelen ser caballerosos siempre y podrían pensar que estás invitándolos a…—cerró inmediatamente la boca, sintiendo su cara arder, cuando Hermione le lanzó una mirada casi divertida—¿Qué me habías preguntado?
El modo más efectivo de estar seguro en ese instante era cambiar rápidamente de tema.
—¿Tienes alguna idea de cómo encontrarlos? ¿Qué es lo que dijo Slytherin?
—No fue realmente explícito. Me dio un trozo de papel que decía simplemente: "Búscalos en los bosques de Ascetir"—comenzó a decir e iba a continuar hablando pero un sonido extraño lo interrumpió.
Alerta, miró a su alrededor con atención.
—¿Qué sucede?—preguntó Hermione.
—¿No escuchaste eso?—inquirió.
La princesa negó con la cabeza mientras intentaba oír aquello que lo había alterado sin poder conseguirlo. Pero Merlín estaba completamente seguro de que había oído algo. Había sido una voz suave, casi lejana.
—¿Hola?—hizo unos pasos hacia varios sentidos, intentando volver a oírla de nuevo—¿Hay alguien ahí?
"…Nada que temer…"
Esta vez las palabras sonar con más claridad pero era como si estuviese escuchando parte de una conversación, por lo que no llegaba a entenderlas.
"…Ahora puedo cuidar de ti…"
Hermione contempló a Merlín, notando su expresión confusa. Miraba hacia todos lados, sin poder quedarse quieto. Parecía realmente estar escuchando algo que a ella se le escapaba.
"…Esto puede hacerte sentir más a gusto…"
Merlín tomó aire, cerró los ojos y se concentró en escuchar. Simplemente eso.
"… un gran riesgo"
"…Como tú hiciste con nosotros…"
"…Con el tiempo entenderás…"
"¿Qué te gustaría saber...?"
Merlín abrió los ojos, totalmente sorprendido. Reconocía esa voz y por las palabras que acababa de oír podía deducir que Morgana sí había encontrado a los druidas. Pero no a cualquiera de ellos, sino a Mordred.
—Vamos—le dijo a Hermione sin dejar de contemplar el camino que debían de seguir—Es por aquí…
—¿Estás seguro?
—Sí…
…
Gaius ingresó a la habitación en la que se encontraba el rey. Decir que estaba preocupado era minimizar la situación.
—¿Has tenido noticias de Arturo?—preguntó nada más verlo.
—No, señor. Pero no tardará mucho—intentó consolarlo.
—Sí, por supuesto—Uther bajó la mirada para ocultar su desesperación.
Gaius no necesitaba verlo a los ojos para saberlo. Lo conocía prácticamente desde siempre y creía que no había secretos que él pudiera ocultarle.
—¿Por qué está tan seguro que fue secuestrada?—preguntó con cuidado.
—¿Qué otra posibilidad hay?—inquirió el rey con cierta molestia, alzando la mirada deprisa para enfrentarlo.
—Estaba muy alterada luego del incendio—dijo lentamente—Podría haberse ido por voluntad propia.
Uther negó rápidamente con la cabeza.
—Morgana no es así—aseguró—En todos estos años, jamás ha escapado de nada. Se parece demasiado a su padre para eso…—apartó la mirada nuevamente.
—Usted no ha defraudado a Gorlois—dijo el anciano, creyendo que las palabras habían sido referidas al difunto caballero—Cuidó de esa muchacha como si fuera propia.
Uther tomó aire profundamente y lo soltó con lentitud, intentando calmar el deseo de gritar que sintió en esos momentos. Si tan sólo Gaius supiera la verdad…
—En eso se convirtió—aseguró—Si muriera… una gran parte de mí moriría con ella.
No. Nadie jamás sabría la verdad, se dijo el rey. Era su secreto y lo llevaría a la tumba.
…
Hermione y Merlín siguieron caminando con prisa por el bosque, adentrándose en la zona más profunda y espesas. No había rutas ni caminos por allí, sólo hojas secas, arbustos y árboles. Cada cierto tiempo él volteaba a comprobar que ella estuviera detrás suyo y la veía dando pasos firmes y decididos. Más allá de aquella vez que había preguntado si estaba seguro no había vuelto a abrir la boca. Lo cual lo asombraba. Quién hubiera imaginado que tuviera tanta confianza en él.
—Mira—dijo en determinado momento ella, señalando hacia un claro, unos metros al frente.
Merlín observó atentamente y notó que había un campamento instalado allí con carpas y fogatas.
—Yo me quedaré a vigilar aquí y te mandaré una señal si viene alguien—le dijo ella—Busca a Morgana y convéncela de regresar…—Merlín asintió—Pero no le digas que estoy aquí contigo…
—¿Por qué no?
—Ahora no es el momento de explicaciones… Ve, anda…
Merlín le lanzó una última mirada confusa antes de asentir y dirigirse hacia el campamento procurando que ningún druida se diera cuenta de su presencia. Se escondió detrás de las carpas y de algunos arbustos, avanzando rápidamente en los momentos adecuados. Sus ojos rastreaban constantemente la zona buscándola. Al principio no logró distinguirla pero luego de unos momentos el rostro familiar de Morgana apareció. Estaba acompañada de un druida alto, de tez oscura. El hombre tenía una expresión suave en su rostro. También notó que la protegida del rey usaba un manto sobre su costoso vestido y que cojeaba levemente. La vio mover los labios y agudizó su oído para escuchar lo que decía.
—…buscando respuestas—decía ella—Espero que los druidas puedan dármelas.
El hombre la miró significativamente, casi como si supiera lo que ella quería saber. Asintió y le hizo una seña para que lo siguiera.
—Acompáñame—le pidió.
Morgana lo siguió, al igual que Merlín los alcanzó a ellos hasta llegar a una carpa bien armada. Caminó por detrás de ella y se quedó allí escuchando.
—¿Qué te gustaría saber?—preguntó el hombre.
—¿Por qué puedo ver el futuro en mis sueños? ¿Por qué puedo iniciar incendios en mi mente?—inquirió con una nota de desesperación en la voz.
—Las personas que pueden hacer eso son pocas—explicó el druida—y no suelen encontrarse. Tienes un don.
—¿Es magia?—preguntó con miedo pero a la vez con una profunda necesidad de saber.
—En cierto modo, sí—asintió—Pero pasarán muchos años hasta que la entiendas por completo y muchos más para usarla. No es algo a lo que debas temerle.
—Lo es—lo contradijo con rabia—si Uther es tu tutor… Si lo descubre, me matará.
—No lo hará.
—Pero, ¿Y si lo descubre?
—No dejaremos que eso suceda. Aquí estás a salvo… No deberías temerle a Uther. Deberías tenerle pena.
—¿Pena?—inquirió incrédula—¿Por qué?
—Porque es un hombre destruido, consumido por el miedo. Su odio hacia la magia ha consumido la bondad en su corazón.
Merlín oyó atentamente y no pudo más que sentir admiración por esas palabras que mostraban un control supremo de las emociones. A pesar de todo lo que había hecho Uther al pueblo de aquel hombre, él, aún así, se negaba a odiarlo.
—Siempre me enseñaron que la magia es mala. Que corrompe tu alma.
—¿Uther te dijo eso? Sólo porque él lo decrete no lo hace verdad. Con el tiempo aprenderás que la magia no es un arte siniestro que daba rodearse de secretos. Puede ser un poder para el bien…
Merlín sonrió. Todo el mundo le había dicho que aquello sería malo pero esas eran las palabras precisas que necesitaba oír Morgana para tranquilizar su corazón.
Oyó ruidos de pisadas alejándose y, tras comprobar que era el druida que se marchaba, se apresuró a abrir la tienda para dejarse ver por la chica.
—¡Merlín!—se sobresaltó—¿Qué haces aquí?
—Vine a llevarte de regreso a Camelot—le respondió.
—Entonces me temo que has perdido tu tiempo—indicó—Nunca regresaré.
—Tienes que hacerlo…
—¿Por qué? ¿Fuiste tú el que dijo que buscara a los druidas?
—¡Eso porque nunca imaginé las consecuencias que tendría!—exclamó.
—¿Qué consecuencias?—lo miró extrañada.
—El rey cree que fuiste raptada.
Morgana abrió enormemente los ojos, entendiendo las implicaciones de eso.
—No se detendrá hasta encontrarte—siguió diciendo Merlín—Arrestó a docenas de personas. Va a ejecutarlas a todas…
—Si regreso, me esperará el mismo destino.
—Uther no tiene que saber de esto—intentó convencerla—No se lo diré a nadie.
Merlín miró hacia atrás y notó que algo se movía entre las sombras de los árboles pero no supo distinguir qué era. Entrecerró los ojos, prestando más atención hasta que sintió una brisa cálida, muy extraña en aquella zona, azotar contra su rostro. Las hojas secas a su alrededor se movieron con ella, formando un extraño patrón en el suelo con forma de estrella… ¡Esa era la señal! La desesperación lo invadió.
—Lo siento. No puedo—respondió Morgana—Este es mi pueblo. Esta es mi gente. Son como yo. Aquí no me siento sola. ¿Me entiendes?
Merlín asintió.
—Mejor que nadie—admitió—Pero ahora…
—¡Morgana!
Ambos miraron hacia el frente de la tienda y vieron al druida que la había acompañado hasta allí reaparecer.
—Debemos irnos inmediatamente—sus ojos sorprendidos se clavaron en Merlín—¿Quién eres tú?
—Está bien—rápidamente intercedió Morgana—es mi amigo. ¿Qué está sucediendo?
—Arturo y sus hombres están viniendo—la amabilidad se borró de su rostro, transformándola en una máscara de puro desprecio—Tu amigo los trajo directo hacia nosotros.
Merlín quiso protestar. ¡Esa nunca había sido su intención! Seguramente Arturo había seguido sus huellas. ¡Qué estúpido de su parte no haberlas borrado!
Morgana se puso de pie, ayudada por el druida y ambos salieron rápidamente de la tienda. Merlín los imitó y vio como toda la comunidad guardaba con prisa las pocas pertenencias que podía salvar mientras intentaba correr por su vida. Él se quedó allí sin saber muy bien qué hacer. Quería seguir a Morgana y rogarle que lo siguiera, que volviera a Camelot pero también estaba preocupado por Hermione, quien estaba en alguna parte. En ese mismo instante, cuando pensaba en sus opciones, lo vio. El niño estaba allí, de pie casi frente a él. Mordred. Había crecido unos centímetros desde la última vez que lo vio.
"Hola, Emrys" saludó el niño en su mente, tal como se había comunicado cuando estuvo en Camelot.
No hubo tiempo de contestar. Los caballeros de Camelot comenzaron a aparecer saliendo en grandes cantidades, golpeando a todo el que se cruzaba delante de ellos, acabando con vidas como si no fuera nada más que los muñecos de paja con los que solían entrenar algunos movimientos. Así que a Merlín no le quedó más opción que correr con todo el montó de druidas que gritaban aterrorizados. Ninguno parecía darse cuenta que a pesar de que éstos tenían magia no la utilizaban para atacarlos.
—¡Por aquí!—se oyó el grito de Arturo diciendo cuando vio a Morgana entre la multitud.
Merlín corrió con fuerza y, en un momento, entre los árboles y las grandes rocas, se vio sólo con Morgana, el hombre que la acompañaba y Mordred. Los demás se habían separado en algún momento, ocultándose en la espesura del bosque. Se adentraron a una zona baja de montañas, cercanas a unas cuevas. Si conseguían adentrarse en una de ellas y ocultarse podrían no se descubiertos por los hombres de Arturo. Miró hacia atrás para ver que los demás mantenían su paso pero descubrió que Morgana se había detenido, al igual que los otros dos.
—Debemos seguir—le dijo volviendo hacia ellos.
—Mi pierna—gimió de dolor la protegida del rey—¡Me duele mucho!
Las pisadas firmes de los caballeros se oían demasiado cercanas. Quizás realmente lo eran o simplemente era el terror del momento. Merlín contempló hacia el frente, casi esperándolos ver delante, pero aún no eran visibles.
—Iré a distraerlos—dijo—¡Sigan!
—¡No! ¡Merlín!—intentó detenerlo Morgana.
—Sigan adelante—insistió él—Es mi culpa que esto esté sucediendo…¡Vayan!
El druida tomó del brazo a Morgana y la obligó a seguir adelante.
—¡Nunca olvidaré esto!—le dijo ella.
Merlín apenas la oyó. Esperó a ver que ella continuaba junto con los dos druidas y luego se volvió hacia el frente, oyendo atentamente. Distraerlos no era lo único que quería hacer. También necesitaba encontrar a Hermione y sacarla de allí lo más rápidamente posible. Si alguien se llegaba a enterar que también había escapado del castillo iba a tener muchos problemas.
Extendió sus manos y se concentró.
—¡Beanleag gesweorc!
Sus ojos brillaron unos instantes, adoptando un tono dorado por un instante fugaz antes de que una espesa niebla comenzara a nacer, invadiendo cada rincón, cada recoveco, impidiendo que cualquiera pudiera ver con normalidad. Era fría y tétrica y él la supo dirigir perfectamente para que los caballeros de Camelot no pudieran orientarse. Rápidamente se escondió detrás de unos árboles y desde allí los espió.
Arturo parecía notablemente conmocionado por la repentina niebla que había salido de la nada. No tuvo dudas de que había sido invocada mediante magia. Intentó observar atentamente todo, sólo distinguiendo sombras y siluetas… hasta que sus ojos capturaron un movimiento repentino dentro de los árboles.
—¡Allí!—señaló.
Uno de los caballeros tomó su ballesta y disparó. La flecha salió despedida con rapidez, cruzando al lado de la cabeza de Merlín. El mago sintió el frío aire rozar su oído pero eso no lo detuvo. Por el contrario, lo impulsó a correr con más velocidad, sabiendo que los caballeros lo perseguirían. Efectivamente, fue así. Arturo a la delantera, seguido por todo los caballeros. La niebla les impedía ver otra cosa por lo que esa sombra entre los árboles era su única pista para encontrar a Morgana.
Merlín corrió por entre los árboles y esquivó rocas. Su corazón retumbaba en su pecho, rogando interiormente estar alejándolos lo suficiente de Morgana pero también de Hermione. Fue en ese momento cuando sintió algo tirando de su brazo con fuerza, tomándolo desprevenido, por lo que cayó sin poder evitarlo contra un cuerpo pequeño que lanzó un quejido de dolor en el momento del impacto.
—¿Qué…?—comenzó a preguntar pero una mano cubrió su boca y lo hizo rodar por el suelo hasta una falla en la tierra, una especie cueva pequeña donde apenas cabían ambos.
—¡Shhh…!
Hermione se pegó a él, sin dejar de cubrir su boca con su mano. Ambos oyeron atentamente como los caballeros y el mismísimo Arturo cruzaban por encima de ellos, incapaz de verlos en el precario escondite. La niebla aún estaba presente pero no era tan espesa como en otras zonas. Tan sólo cuando el último de ellos cruzó salieron y comenzaron a correr en la dirección contraria.
Merlín la tomó de la mano, arrastrándola consigo. Debían encontrar a Morgana. La llevó por el lugar por el que la había visto marcharse, junto con el druida y Mordred pero cuando estaban a punto de llegar vieron que unos cuantos caballeros se inclinaban sobre la protegida del rey, quien se encontraba inconsciente en el suelo. A su lado, el hombre que le había hablado, estaba tirado boca abajo con una flecha en la espalda, atravesándolo.
—Vámonos…—sintió que Hermione lo empujaba con suavidad, lejos de allí—Nadie debe vernos.
Tenía razón. Ahora que Morgana había sido encontrada por los caballeros la devolverían al rey todo volvería a ser como antes. O al menos lo aparentaría. Apretó la mano de Hermione y dejó que ella lo guiara lejos de allí, sin saber que se encontrarían con una escena más antes de volver al castillo. Varios caballeros estaban tendidos inconscientes en el suelo y, a lo lejos, corría Mordred con prisa, escapando. Ambos se quedaron viéndolo sin moverse por unos instantes. Era sólo un niño druida pero uno muy poderoso que, al final, terminaría acabando con la vida de Arturo.
—Continuemos—dijo Merlín en voz baja—Nos espera un largo trayecto…
Hermione comenzó a asentir pero luego se detuvo y lo contempló fijamente, con una pequeña sonrisita apareciendo en sus labios.
—Quizás haya otro modo de llegar más rápidamente… Merlín, ¿confías en mí?
Aquella era una pregunta muy rara pero aún así, asintió.
—Sí… ¿Por qué…?
—No te sueltes—le dijo mientras aferraba su mano más firmemente—¿Recuerdas que me dijiste que Slytherin simplemente desapareció delante de ti?—Merlín asintió con ciertas dudas—Haremos lo mismo.
—¿Es seguro?—no pudo evitar preguntar.
La vio dudar unos momentos antes de responderle.
—La mayor parte del tiempo…
—¿Qué…?
Pero ella no le dio tiempo a pensar demasiado. Simplemente sacó su varita, giró sobre sí misma y Merlín sintió un tiró violento que lo sacó de aquella realidad, de aquella zona y posiblemente de su propia mente por unos instantes. Cuando sus pies volvieron a tocar el suelo, su cuerpo no lo soportó. Cayó al suelo, sintiendo que todo a su alrededor giraba violentamente. Una mano cálida se apoyó sobre su espalda mientras él intentaba conseguir que su respiración no fuera tan agitada y que su cerebro se adaptara nuevamente a la realidad. Cuando abrió los ojos con lentitud se dio cuenta que se encontraba en sus propias habitaciones. Allí estaba su cama, su pequeño armario y su propia ropa esparcida en el suelo, igual de desordenada que siempre.
—¿Estás bien?—preguntó ella cuando notó que él se sentaba en el piso y se frotaba la frente con fuerza.
—Nunca más volvamos a hacer eso—le pidió.
—Terminas acostumbrándote—le dijo con una pequeña sonrisa, sentándose a su lado.
—Prefiero no tener que hacerlo—aseguró.
Hermione rió suavemente pero se silenció rápidamente cuando la puerta se abrió de repente, mostrando a un muy confundido Gaius, que los observaba con los ojos abiertos como platos.
—¿Cómo llegaron ustedes aquí?—les preguntó.
Ambos intercambiaron una mirada cómplice antes de responder.
—Magia.
…
A penas Morgana puso un pie en el castillo el rey corrió a su lado y la envolvió en un ferviente abrazo.
—¡Estaba tan preocupado por ti!
Morgana no respondió, sabiendo demasiado bien que las palabras del hombre serían muy diferentes si supiera que ella poseía magia.
—Tenías razón—dijo Arturo, detrás de ambos—Eran los druidas. Ellos la raptaron.
Tuvo que contener sus ganas de gritarles a todos la verdad. Apretó las manos en puños y sus labios se volvieron una delgada línea blanca. Pero cuando Uther tomó su rostro para verla fijamente, suavizó su mirada y actuó como si no estuviera a punto de echarse a llorar y dejar salir toda la frustración que sentía dentro de ella.
Gwen se encargó de Morgana después de eso. Le preparó una ducha, la vistió con ropas limpias, la peinó con suavidad y luego le preparó una abundante comida que ella apenas probó. Tenía demasiados pensamientos en su mente y sentimientos encontrados. Y estando allí, tendida sobre la cama, rodeada de su lujosa habitación, volvía a sentirse más sola que nunca.
Sintió unos suaves golpes en la puerta y, a pesar de que no sentía ganas de ver a nadie, se puso de pie y abrió para descubrir a Merlín allí de pie. Se miraron en silencio durante unos segundos hasta que ella se apartó, dejándolo entrar. Inmediatamente, cerró la puerta.
—Quería asegurarme que estuvieras bien.
Era muy dulce de su parte pero, ¿qué esperaba que le dijera? ¿Qué volcara todos sus sentimientos en él? ¡Era el sirviente de Arturo!
—Estoy bien—le contestó y al ver la mirada fija del chico, añadió—Lo que dije en el bosque…
—Puedes confiar en mí, Morgana, no se lo diré a nadie—le aseguró con total sinceridad.
Ella sonrió suavemente.
—Gracias, Merlín. Ahora sé quien soy en realidad. Y que no es nada a lo que tenga que temer… Tal vez algún día la gente verá a la magia como un poder para hacer el bien…
Ambos rieron suavemente, casi con nerviosismo, porque sabían que eso no sucedería sino hasta dentro de muchos años ya que Uther jamás cambiaría de opinión.
—Es bueno tenerte de vuelta—dijo.
—Gracias, Merlín—le sonrió amablemente.
El silencio volvió a extenderse entre ellos y Merlín supo que ese era el momento de marcharse. Morgana vio su titubeo y se acercó a la puerta para abrírsela.
—Buenas noches.
—Que duermas bien… ¡Ah! ¡Merlín!—él se giró a verla y la descubrió sonriendo con cierta diversión—Deberías regalarle flores a Hermione… A ella le gustas.
Sus ojos se abrieron enormemente y sintió su rostro enrojecer pero Morgana no añadió nada más. Simplemente cerró la puerta. Merlín, con el corazón acelerado, bajó rápidamente las escaleras sin saber qué pensar, emocionado y aterrorizado al mismo tiempo.
—Esto tiene que terminar…
Se giró sorprendido y vio a Arturo recostado en el muro, observándolo con el ceño fruncido. Se quedó viéndolo sin saber qué decir. El príncipe caminó hacia él de ese modo particular que usaba cuando quería intimidar a alguien.
—El rey querrá tu cabeza cuando se entere. No tiene sentido negarlo…
—¿Negar qué?—inquirió el mago.
—Tus sentimientos hacia Lady Morgana.
Merlín permaneció incrédulo durante unos instantes hasta que finalmente sonrió, divertido por la idea.
—Cierto—dijo con sarcasmo.
—Merlín, por favor, acepta el consejo de alguien que conoce de mujeres—le palmeó el hombro suavemente.
—Si conociera a esa persona, lo haría—le dijo rodando los ojos.
Arturo hizo caso omiso a la burla.
—Fíjate en mujeres que estén… ¿Cómo decirlo?... Más a tu nivel…
—Gracias—dijo con sarcasmo.
—¡Vamos, Merlín!—intentó sonar conciliador—Primero Hermione y ahora Morgana… Ellas dos no pueden ser tus amigas. Mucho menos algo más… Sólo lo digo por tu bien. Esta clase de absurdo enamoramiento es pasajero…
—Sí, lo sé—gruñó.
Eso fue suficiente como para contentar al príncipe. Palmeó suavemente su hombro otra vez y le sonrió.
—No puedes esconderme nada, Merlín—le dijo sonriendo.
Merlín rió, incapaz de evitarlo mientras veía como el príncipe se alejaba.
—Ni lo soñaría…—murmuró.
ADELANTOS DEL SIGUIENTE CAPÍTULO:
—¡Si alguna vez le faltas el respeto a mi hermana…!
—No me atrevería, excelencia—aseguró León con los ojos abiertos como platos.
—Mejor que sea así—dijo entre dientes antes de gritarle que fuera a entrenar con los demás hombres.
...
—¡Síganme!—les gritó uno de los caballeros de Camelot pero en cuanto esas palabras fueron pronunciadas vino uno desde atrás y lo atravesó con su espada.
Hermione intentó sacar su varita del interior de la manga de su vestido pero de repente alguien la tomó por la cintura, haciendo que ésta cayera al suelo. Gritó e intentó patear a su adversario sin lograr nada pero fue en ese instante cuando uno de los caballeros salió en su ayuda y mató al hombre.
...
Merlín dejó que sus ojos se deslizaran a su alrededor viendo sólo muerte y devastación. Casi por mera casualidad miró hacia el suelo y distinguió algo entre medio de las hojas secas. Desmontó y se inclinó al suelo, y cuando vio lo que era, el alma se le cayó al suelo: la varita de Hermione. La tomó con prisa y la guardó, alzando la vista rápidamente para comprobar que nadie lo había notado y fue en ese instante cuando observó otra cosa. Un trozo de papel estaba clavado con una flecha en el torso de un hombre.
—Mira esto—le dijo a Arturo, corriendo hacia allí y sacando el papel escrito.
Lo leyó con prisa y a medida de que las palabras que leía iban tomando sentido el pánico lo llenaba.
—Es una nota de rescate—dijo con apenas aire en sus pulmones—Tienen a Hermione y a Morgana como rehenes.
