¡Hola de nuevo! ¿Cómo están? Aquí estoy con un nuevo capítulo. Espero que les guste.

Lotus-one: Hay unas cuantas versiones sobre el nombre de la esposa de Arturo, aunque, según tengo entendido, tienen la misma raíz. En esta historia deberás esperar a ver si ellos dos quedan juntos o no.


SIN DECIR ADIÓS

Dos días. Llevaban allí dos largos días aunque se sentía como muchos más. En ese momento sentía un fuerte dolor de cabeza y los músculos de sus extremidades dolían por haber estado demasiado tiempo en la misma posición. Gwen, a su lado, tampoco se encontraba mejor. De hecho, parecía estar pasándola peor que ella pero no había abierto la boca en ningún momento ni siquiera para hablarle. Pero no se sentía mal por eso. No tenía ánimos de hablar con la doncella de Morgana en esos momentos. Aún estaba molesta… ¿Cómo podía haber actuado así? ¿Cómo pudo haber dado esperanzas a Arturo teniendo sentimientos hacia Lancelot? ¿Qué clase de mujer era ella? Siempre la había creído dulce e inteligente, una buena persona y, a pesar de todo, aún lo creía… pero le dolía. Le dolía terriblemente que hubiese jugado de ese modo con Arturo.

Había visto como su hermano miraba a la chica cuando creía que nadie lo veía, con unas ansias y un cariño inmenso. ¿Y qué hacía Gwen? ¡Coqueteaba con el hombre al que realmente amaba! ¡Hermione quería maldecirla! Aunque esto era una cualidad poco común en ella. Nunca había tenido arranques de furia de ese modo. Por lo general, en otras circunstancias, se mostraría comprensiva. Al fin y al cabo, la misma Gwen había dicho que no había esperado volver a ver a Lancelot. ¡Pero era su hermano con el que estaba jugando! ¡Era su hermano el que sufriría cuando se diese cuenta que su querida Gwenevier veía con buenos ojos a otro hombre!

Cerró los ojos y suspiró e intentó decirse que una nunca elige a quién amar. Podía ponerse como ejemplo a sí misma. En sus años de colegio había creído tener sentimientos por Ron, sentimientos que nunca llegaron a nada; luego estuvo Harry, su mejor amigo, su confidente, su protector, el que la cuidó hasta que su último aliento dejó ese tiempo para regresar a donde pertenecía. Pero con Harry tampoco había sucedido nada y ella estaba completamente segura que era lo mejor. Y ahora... ¡Merlín! Ya su nombre no tenía el mismo significado que antes. Ahora no pensaba en el famoso mago. Ahora veía al chico de ojos azules y de sonrisa traviesa. ¡Por Circe! ¡Era un tanto ridículo el modo en que lo quería y se preocupaba por él! Más allá de lo que hubiese dicho el gran dragón, su instinto de salvarlo de cualquier peligro no venía porque era su "destino" sino porque no podía concebir la idea de que algo malo le sucediese.

¿Qué estaría haciendo en ese momento?, se preguntó. Si Arturo estaba viniendo a ella en ese instante seguramente Merlín lo acompañaba. Una pequeña sonrisita apareció en la comisura de sus labios. Su hermano estaría volviéndose loco de preocupación, quizás ni siquiera se hubiese tomado su tiempo para dormir... ¡Merlín lo estaría volviendo aún más loco!

El sonido de fuertes pasos aproximándose la sacó de sus pensamientos. Alzó la vista inmediatamente, al igual que Gwen, y vio a Hengist delante de la puerta. Esperó que se la abrieran y cuando ingresó a la celda en la que se encontraban, ésta se volvió a cerrar. Ambas lo contemplaron fijamente sin pronunciar ninguna palabra. El ceño fruncido del hombre no podía augurar buenas noticias.

—Ha sucedido algo curioso—dijo con lentitud—Muy curioso de hecho. He recibido una respuesta al pedido de rescate pero sólo por Lady Hermione… No por ti—señaló a Gwen que se mantuvo firme sin expresar el pánico que sentía—Se me informó que el rey es extremadamente protector, no sólo con su hija sino también con su pupila… ¿No estás sorprendida de que prefiera dejarte morir aquí?

—Ella no morirá aquí—aseguró Hermione poniéndose de pie y dando un paso adelante.

—¡No te hablé a ti!—gritó Hengist lanzándole una mirada furiosa antes de volver hacia Gwen, esperando una respuesta.

—¿Cómo puedo conocer la mente del rey cuando estoy encerrada en tu apestosa jaula?—inquirió la doncella firmemente.

Hengist se acercó amenazadoramente a la chica, invadiendo su espacio personal con intención de intimidarla.

—Si no tengo nuevas noticias del rey para mañana, esta apestosa jaula será el último lugar que veas…

Hermione tomó del brazo a Gwen y la apartó de aquel monstruo.

—Pide más dinero por mí a mi padre y libéranos a las dos—lo miró fijamente y aparentando seguridad.

Los ojos calculadores del hombre bajaron por su cuerpo, observándola con atención y ella no pudo más que mantenerse quieta, esperando que su mirada volviera a posarse en su rostro.

—Lo haré—aseguró—Pediré el doble…o quizás el triple… ¿Por qué no pedir hasta el último gramo de oro que hay en las arcas de tu padre? ¡Probemos qué tan dispuesto está por salvarlas!—exclamó antes de reír con diversión macabra y salir de la celda, dejándola solas nuevamente.

Hermione vio como Gwen comenzó a desmoronarse en ese instante, respirando agitadamente y cayendo sentada nuevamente en la precaria cama. Se le acercó y, sin pensar en nada más, la abrazó. No era momento de sentirse molesta. Estaban juntas en ese aprieto y se debían de apoyar la una a la otra.

—Se suponía que el rescate iba a ser entregado en el valle de Dinaria—Arturo estudiaba atentamente el mapa mientras le hablaba a su sirviente—Si ellos tienen a Hermione y a Gwen prisioneras debe ser aquí—señaló un punto—Lo que quiere decir que podemos ahorrarnos un día de cabalgata si vamos por los túneles de Andor.

Merlín contempló hacia abajo. Estaban de pie delante del borde de una roca por el que debía de bajar y, tras caminar unos metros, adentrarse a los dichosos túneles. Había varias entradas, todas igual de oscuras y tétricas. El joven mago tenía un mal presentimiento. Miró al príncipe con el ceño fruncido, notando que él se concentraba en esquivar su mirada.

—¡Oh, no!—se lamentó al verlo—Conozco esa cara. No me va a gustar esto, ¿verdad? ¿Qué hay en los túneles?

Arturo hizo una rápida mueca, como si no quisiera contestar esa pregunta.

—Están infestados de wilddeoren.

—¿Qué son los wilddeoren?

—Son como gigantes…—extendió sus manos casi todo lo que daban pero cuando vio la alarma en la mirada de su acompañante lo achicó hasta unos pocos centímetros— …ratas bebés.

—¿Ratas bebés? No parece tan malo.

Arturo fue prudente antes de contestar y miró hacia otro lado.

—Comen carne humana…

—Quizás deberíamos ir por las montañas—dijo con prisa

Pero Arturo no le hizo caso, miró a su alrededor, buscando… hasta que reconoció una planta. Le tendió a Merlín su espada mientras él caminaba hacia ella y se inclinaba.

—¿Qué estás haciendo?—preguntó el joven mago con curiosidad.

—Los Wilddeoren están completamente ciegos—le respondió—Cazan por el olfato. Las bayas de Gaia los sacarán de escena. Puede que podamos pasar por los túneles sin que nos detecten.

Merlín miró la planta atentamente y distinguió que a su alrededor había muchas otras. Se acercó a una y se inclinó, tomando unas cuantas bayas en sus manos. Miró a Arturo que se las rompía y se las pasaba por el rostro. Lo imitó e inmediatamente sintió el repugnante aroma que removió su estómago. Si hubiese comido algo seguramente lo hubiera vomitado.

—¡Oh! ¡Esto apesta! ¡Es realmente horrible!

—Quizás prefieras ser comido vivo—dijo Arturo, señalándole los túneles.

—Dame algunos más—pidió inmediatamente.

Tenía toda la intención de volver a estar con Hermione, no iba a correr el riesgo de ser devorado por unas ratas bebés gigantes.

Arturo tomó un puñado de bayas, las rompió y se las pasó por la cara de su sirviente. Merlín se apartó con brusquedad, mirándolo con sorpresa.

—Hermione me matará si te llevo con un brazo menos—dijo con un gruñido molesto—Aunque yo preferiría que te devoraran la cabeza… u otra parte del cuerpo.

Merlín se quedó sorprendido. Más allá del comentario final, Arturo había admitido, a su manera, que sabía que Hermione se preocupaba por él. Sin saber qué decir ante esto prefirió quedarse callado y simplemente lo siguió al interior de los túneles. Ambos encendieron un par de antorchas y comenzaron a adentrarse más y más.

La cueva era fría y no tan grande como cualquier persona había esperado. Ellos entraban yendo en hilera pero en algunas zonas debían inclinarse o caminar de lado.

—¿Cuánto falta para llegar?—preguntó Merlín cuando ya llevaban caminando casi diez minutos.

—¡Shhh!—lo silenció el príncipe, mirando hacia el frente detenidamente en una bifurcación hasta que notó que algo se movía.

Tiró rápidamente la antorcha al suelo y la apagó e inmediatamente arrebató de las manos de Merlín la que tenía para hacer lo mismo.

—El Wilddeoren viene por este camino—susurró mientras ambos se escondían detrás de una roca viendo como dos de esas bestias se aproximaban

Merlín se horrorizó al ver aquellos animales que parecían sacados de una horrible pesadilla.

—Pase lo que pase, quédate completamente quieto—dijo Arturo hablando entre dientes.

El animal caminó directamente hacia ellos y ambos contuvieron el aliento cuando se les aproximó tan cerca a sus rostros que podían verle el asqueroso interior de sus fosas nasales, que se movían inquietas a medida que olfateaba el aire infestado del aroma de las bayas de Gaia. Cuando comprobó que no había nada de su interés allí se alejó con prisa y fue entonces cuando pudieron volver a respirar.

Se apresuraron a salir de allí con prisa y, cuando lo lograron, buscaron el río que aparecía en el mapa para ir a lavarse el rostro y quitarse aquella cosa pegajosa y maloliente de la cara.

—¡Las bayas funcionaron!—exclamó con sorpresa Arturo—Mmm…

Merlín le lanzó una mirada que podría haberlo matado en ese mismo instante.

—¡¿No sabías si funcionarían?!

—No estaba seguro—contestó con un leve encogimiento de hombros, restándole importancia al asunto.

—¡Y ahora me lo dices!—exclamó con molestia—¿Qué es esa cosa que el Wilddeoren está comiendo? ¡Oh, nada, sólo es Merlín!—dijo con sarcasmo, enfadándose más cuando vio que Arturo reía con diversión—¡¿A caso estabas intentando matarnos a ambos?!

—Lo siento. No debería de haber arriesgado tu vida de esa manera.

Le hubiera creído si aún no estuviera sonriendo. Pero eso no se quedaría así… Oh, no.

—Bueno,—comenzó con despreocupación—dicen que el amor consigue que hagas cosas raras…

—¿De qué estás hablando?—preguntó serio Arturo.

—¿Por qué no puedes admitir tus sentimientos por Gwen?—le preguntó sonriendo, viendo que Arturo se giraba, dispuesto a marcharse de allí—El arreglo por Hermione iba a ser llevado a cabo, la ibas a recuperar. Pero el principal motivo por el que estamos en esta loca aventura suicida es por Gwen. ¡Hasta un ciego lo podría ver! ¿Es tan difícil admitir que te gusta? ¡Vamos, dilo!

Arturo se giró de repente, furioso con él, consigo mismo y con el maldito destino.

—¡No puedo!—gritó, borrándole la sonrisa burlona de la cara de Merlín—¿Cómo puedo admitir que pienso en ella todo el tiempo o que me importa casi tanto como Hermione? ¿Cómo puedo admitir que no sé lo que haría si algo le pasara?

—¿Por qué no puedes?

—¡Porque nunca podrá haber nada entre nosotros!—dijo con una tristeza abrumadora—Admitir mis sentimientos sabiendo eso… duele demasiado.

Merlín entendía demasiado bien lo que quería decir pero él prefería no ser tan negativo.

—¿Quién dijo que no puede pasar nada?

—Mi padre no me deja rescatar a una sirvienta. ¿Crees, honestamente, que me permitirá casarme con una?

—¿Quieres casarte con Gwen?—inquirió sorprendido por aquella confesión.

—¡No!—gritó—¡No lo sé!

Lo miró casi implorándole que dejase el tema atrás. Merlín alzó sus manos, mostrándose sus palmas, en un sentido de rendición.

—Sólo hablamos—dijo Arturo—Y eso es todo lo que puede suceder…

—Cuando seas rey, podrás cambiarlo.

Arturo miró hacia el suelo recordando que Hermione le había dicho algo similar.

—No puedo esperar que Gwen espere por mí tanto tiempo—murmuró.

—Si ella siente lo mismo por ti, claro que lo hará—le aseguró con una sonrisa, intentando mejorarle el ánimo.

Arturo lo miró serio.

—Ni siquiera sabemos si está vivía.

—¡Claro que lo está!—le aseguró—Hermione está con ella y ambos sabemos que cuando a tu hermana se le mete algo en la cabeza puede ser incluso más terca que tú. No dejará que a Gwen le suceda nada malo. Vamos a encontrarlas.

El príncipe asintió.

—Tienes razón. ¡Vamos! Aún nos queda un largo camino que recorrer.

Ambos se pusieron en marcha, andando con prisa pero Arturo se giró de repente y se enfrentó a su sirviente.

—Oh, y Merlín… si te atreves a decirle a alguien sobre esto…

—¿Harás de mi vida un infierno?—aventuró con humor el muchacho.

—Absolutamente.

—¿Más de lo usual?

—Ni siquiera te lo puedes imaginar… y empezaré dándole a mi hermana el pequeño mensaje que me diste para ella aquella vez que enfermó… ¿Cómo era?—simuló meditarlo.

Merlín sintió que toda la sangre se drenaba de su cuerpo. Una cosa era que ella supiera de sus sentimientos cuando él ya no estuviera y otra muy diferente tener que seguir viéndola, día tras día…

—No abriré mi boca—prometió.

Arturo entrecerró los ojos y lo contempló amenazadoramente.

—Bien—gruñó y volvió a andar con prisa.

—¿Quieres hablar sobre tus sentimientos mientras andamos?—se atrevió a preguntarle.

—¿Y tú de los tuyos?

Merlín apretó los labios sin contestar. Lo mejor sería un viaje silencioso.

Hermione alzó la vista cuando vieron que la celda volvía abrirse y el hombre gigante que las había llevado allí en primer lugar volvió a aparecer.

—Lady Morgana—llamó.

Gwen miró asustada a Hermione mientras se ponía de pie temblando.

—¿A dónde la llevan?—gritó y miró a Gwen—¡Morgana, no te muevas! ¡No iras a ningún lado si no es conmigo!

—Sólo lady Morgana—indicó el hombre, adelantándose un paso para tomar el brazo de la doncella y sacarla de la celda con brusquedad.

—¡No!—protestó Hermione, intentando intervenir, pero él la empujó con fuerza por el hombro, consiguiendo que perdiera el equilibrio y se tambaleara hacia atrás. Sus piernas chocaron el borde de la cama y su cabeza dio de lleno con la pared. No perdió el conocimiento, pero casi vio estrellas—¡Morgana!—gimió.

Pero ya se la habían llevado.

Se llevó la mano a la parte de atrás de su cabeza, tocando con la punta de los dedos la zona golpeada y, tras un simple roce, siseó de dolor. Intentó ponerse de pie pero sus piernas se debilitaron de inmediato, haciendo que cayera de rodillas en el sucio suelo. Sollozó, incapaz de controlarse y volvió a gritar el nombre que todos creían de la chica.

—¡MORGANA!

Necesitaba saber que estaba bien. Necesitaba saber que no le había sucedido nada. Su corazón asustado latía dolorosamente, temiendo lo peor. Lo habían descubierto. Estaba segura. Se habían enterado que no era la protegida del rey sino una sirvienta. No supo cuanto tiempo estuvo allí en el piso frío y mugriento, llorando con desconsuelo, hasta que oyó que las puertas se abrían nuevamente. Alzó la mirada bañada en lágrimas y vio que empujaban nuevamente a Gwen al interior. Intentó ponerse de pie nuevamente y lo logró, aunque con dificultades.

Ambas se abrazaron y lloraron con desesperación.

—Llamó a Kendrick—dijo entre sollozos Gwen—¡Lo llamó y le va a sacar la verdad a la fuerza!

Hermione negó con la cabeza, intentando controlarse.

—No permitiré que nada te suceda. Nada.

Se sentaron en la cama la una al lado de la otra, abrazadas en completo silencio. No había nada más que decir, simplemente esperar que las cosas sucedieran. Quizás, cuando volvieran a abrir la celda, tuvieran la oportunidad de burlar a los guardias de la puerta y escapar aunque era poco probable. ¡Si tan sólo tuviera su varita! En ese momento no le importaba quién se enteraba de sus poderes. Lo único que quería era regresar a su hogar: a Camelot.

Quizás fuera por la falta de sueño de esos días que habían pasado o simplemente por todo el agotamiento mental que significaba estar encerrada allí, pero sus párpados comenzaron a sentirse repentinamente pesados. Oyó que Gwen respiraba pausadamente pues había dejado de llorar. Cerró los ojos unos instantes, tomó aire profundamente y lo siguiente que supo es que alguien abría nuevamente la celda.

Se despertó sobresaltada, dándose cuenta que se había quedado repentinamente dormida. Gwen se pegó a su lado, con miedo, pero cuando la puerta terminó de abrirse y dejó entrar a un hombre, ambas respiraron aliviadas.

—¡Lancelot!—exclamó Gwen, poniéndose de pie y corriendo hacia él.

Él les hizo una seña de que lo siguieran. Hermione no dudó ni un segundo en hacerlo. Fuera, los vigilantes estaban tirados sobre el suelo.

—Están sedados—susurró el caballero siguiendo la mirada de la princesa.

—Ingenioso—lo felicitó antes de seguir su camino por los pasillos del castillo.

Lancelot les mostró el camino a seguir, apresurándolas a correr toda la velocidad que permitían sus piernas. Pero era difícil hacerlo con vestido y zapatos con tacón. Aún así, dado que corrían por sus vidas, pusieron todo su esfuerzo en ello. Hermione logró darse cuenta, al ver a través de una de las ventanas, que era de noche. Por eso todo el lugar estaba sumido en una penumbra interrumpida simplemente por unas pocas antorchas.

El ruido de pasos y gritos no tardó en hacerse notar, alertándolos de que habían descubierto su escape.

—Sigan este túnel—dijo Lancelot deteniéndolas en un momento—Las llevará más allá de las murallas del castillo. Les conseguiré todo el tiempo que pueda.

—¡No voy a dejarte aquí!—exclamó Gwen, tomándolo por el brazo, negándose a soltarlo.

—Tienes que hacerlo.

—¡No!

—Gwen…

—¡No te dejaré aquí para morir!

—Moriría cien veces por ti—le aseguró él, mirándolo con infinita ternura. Tomó su mano suavemente en su rostro, como si la chica fuera la cosa más preciada—Vive para mí o todo lo que habré hecho habrá sido en vano.

Y tras esas palabras, la besó. Hermione apartó la vista, profundamente incómoda. ¡Circe! ¿Por qué todo tenía que ser tan complicado?

—Durante todo el tiempo que viva, no te olvidaré—le juró Gwen cuando se separaron.

—Sólo sigan corriendo hasta que estén bien lejos de aquí—la soltó—¡Corre!

Gwen lo miró por última vez antes de correr y Hermione la siguió, sintiendo una terrible sensación entro de su estómago al dejar allí al hombre que intentaba salvarles la vida. Oyeron gritos, espadas chocando, golpes. Cada paso que daba le resultaba más y más difícil.

—¡Maldita sea!—gruñó Hermione, deteniéndose.

Arturo y Merlín contemplaron el castillo escondidos detrás de un frondoso arbusto.

—Tendremos que trepar esos muros—dijo el príncipe.

Merlín miró la altura de las paredes y supo que jamás de los jamases lo conseguiría.

—Debe de haber otra manera…

—Quizás si vas a llamar a la puerta principal y pides por Hermione y Gwen amablemente te las darán—dijo con sarcasmo antes de salir de su escondite.

Trepar los muros de aquel castillo era difícil o más bien imposible. Arturo, experto como siempre, no tardó en abrirse paso y subir, apoyándose en las rocas salientes, sosteniéndose con sus manos e impulsándose con las fuerzas de sus pies. Pero Merlín nunca hacía esas cosas. Él podía tener experiencia en la recolección de ciertas hierbas medicinales, que era lo que le había enseñado Gaius, pero no en escalar. Eso estaba fuera de sus aptitudes.

Sin embargo, ahí estaba, a demasiados metros por encima del suelo, casi clavando sus uñas en las piedras del castillo y pegando su cuerpo a él, evitando mirar hacia abajo. Arturo giró el rostro y lo contempló, totalmente molesto por su lentitud.

—Eres un completo inútil, ¿verdad, Merlín?—le preguntó.

—Esto es… ¡Wow!—su pie se resbaló pero logró apoyarlo nuevamente antes de terminar con el cráneo roto contra el suelo—…más difícil de lo que parece….

Arturo rodó los ojos y siguió subiendo sin volver a mirar atrás.

—¡Oh, ahora simplemente estás presumiendo!—exclamó el mago odiando que Arturo fuera tan bueno en eso.

Llegar a la cima fue, hasta ese instante, uno de los momentos más felices de su vida. Cayó en el suelo y casi lo besó al poder sentir que sus pies estaban firmemente apoyados. Pero Arturo no le dio tiempo a recobrar el aliento. Inmediatamente encontró una entrada y, tras ingresar, se toparon con un par de guardias enfrascados en una conversación.

—Tú los distraes y yo los dejo sin sentido—murmuró Arturo.

—¿Cómo los distraigo?—le preguntó contemplándolo con el ceño fruncido.

El príncipe le hizo una señal para que se aproximase, como si fuera a decirle algunas palabras al oído para no llamar la atención de los guardias, pero en cuanto Merlín se acercó a él, lo tomó por el cuello y lo empujó con fuerza hacia el interior de la cámara. Los dos hombres se pusieron de pie de inmediato.

—¿Qué estás haciendo aquí?—exigió saber uno, sacando su espada.

Merlín alzó las manos para mostrar que estaba desarmado.

—Nada…

Giró con lentitud, haciendo que los dos hombres rodearan el cuarto, quedando de espaldas a la puerta en la cual se encontraba oculto Arturo.

—En realidad,—improvisó—es una historia graciosa. Iba caminando, tomé mal un desvío y aquí estoy. ¿Saben el camino al Valle de Dinaria?

—¿Quién eres tú?

—¿Yo? Eh… eh… no soy nadie…—Arturo se posicionó detrás de ambos hombres con su espada en mano—En realidad, es él quien les debe preocupar—lo señaló.

—¿Eh?

Giraron hacia atrás y lo vieron. Arturo alzó sus manos a la vez y de un duro y firme golpe en el rostro logró dejarlos inconscientes.

Rápidamente tomar la parte superior de sus ropas y se las pusieron antes de dejarlos en el interior de una celda. Lo mejor era adaptarse a la situación y no llamar la atención. Debían hacerle creer a todos que eran un par más entre los hombres de Hengist.

Cuando ellos llegaron a la gran sala donde se estaba llevando el banquete con espectáculo vieron todo al mismo tiempo: una gran jaula donde se encontraba Gwen amarrada en el medio junto a Lancelot con un Wilddeoren a escasos metros de ellos, a Hermione siendo sostenida por un hombre a unos metros obligándola a ver y a cientos de otros correando para que los matasen, entre ellos a Hengist.

Arturo no lo pensó, saltó por encima de algunas mesas, pisó algunas cabezas y se colgó por la parte superior de la jaula, donde los barrotes estaban más separados e ingresó a ella. Cayó de un salto pero no tardó en ponerse de pie y cortar las ataduras para liberarlos y dar la otra espada que tenía colgada en su cinturón a Lancelot. Entre ambos protegieron a Gwen mientras atacaban al animal.

Merlín, por su parte, corrió hacia Hermione, quien luchaba por liberarse del agarre del mastodonte que la sostenía.

—¡Ey!—gritó sorprendiéndolo y fue en ese momento en que ella pudo alzar su pie hacia arriba y luego hacia atrás, pegándole justo en la ingle.

Merlín hizo una mueca de dolor pero todo pensamiento de preocupación se borró por unos instantes cuando sintió que la princesa corría hacia él y lo abrazaba con un anhelo más allá de lo explicable.

—¡Merlín!—gritó Arturo—Al túnel…

Tenían que entrar a la jaula. Él ayudó a Hermione a subirse a los barrotes y saltar al interior para luego hacer lo mismo. Arturo y Láncelot luchaban contra el Wilddeoren ferozmente, deteniéndolo todo el tiempo posible.

—¡Abran la jaula! ¡Atrápenlos!—gritó Hengist.

Algunos hombres lo hicieron e incluso el mismo Hengist pero se vieron obligados a luchar con la bestia porque ésta, al olfatearlos, giró hacia ellos. Fue en ese momento cuando todos los demás aprovecharon para escapar por el túnel.

—¡Llévate a Gwenevier, yo lo detendré!—exclamó Lancelot.

—¡No!—protestó la chica pero Arturo la tomó por el brazo y la arrastró fuera de allí junto con su hermana.

Merlín miró hacia atrás y cuando corroboró que Arturo estaba lo suficientemente lejos, usó su magia para dejar caer la reja que cubría la entrada al túnel.

—¡Abran la puerta!—gritó Hengist con desespero.

Pero la bestia ya estaba detrás de él y, cuando se giró, se encontró con los dientes deformes listos para desgarrarlo.

—Veo que sigues con tus viejos trucos—dijo Láncelot a Merlín.

—Lo mejor es que no le digas a nadie sobre esto—le recordó.

Corrieron por el túnel a toda velocidad, rogando que ésta los llevara a la salida y así fue, salvo que había una nueva reja allí. Arturo intentó moverla con fuerza sin conseguir demasiado. Había una cadena que impedía que se abriera. Comenzó a luchar con ella, intentando abrirla.

—Es bueno verlos a los dos—dijo Lancelot— ¿Dónde están los demás caballeros?

—Sólo somos nosotros—indicó el príncipe sin dejar de mover la cadena, lo estaba logrando. Sólo unos centímetros más…—¡Listo! Debemos seguir…

Ayudó a Hermione a salir primero y se giró para continuar con Gwen pero la descubrió sosteniendo firmemente la mano de Lancelot y contemplándolo fijamente con una pequeña sonrisita en los labios. El dolor fue instantáneo, como un latigazo lacerante directamente en su pecho. Gwen pareció darse cuenta de su mirada y soltó la mano antes de salir rápidamente de allí. Merlín la siguió.

—Te debemos nuestras vidas—dijo Lancelot.

Arturo no fue capaz de decir nada, simplemente salió de allí y corrió al lado de su hermana para abrazarla con fuerza mientras avanzaban lo más lejos posible de aquel lugar.

Unas horas después todos estaban sentados alrededor de una fogata que había encendido Merlín.

—Me sorprende que emprendieras tal misión de rescate—dijo Lancelot—tan sólo ustedes dos.

Arturo no apartó la vista de las llamas mientras respondía con voz monótona.

—El rescate de mi hermana estaba pactado pero mi padre jamás permitiría que arriesgara la vida de los caballeros por un sirviente…

—¿Y aún así lo desobedeciste y viniste aquí?

—La verdad, sólo vine porque no quería perder ni un segundo valioso en rescatar a Hermione y Morgana no dejaba de insistirme por Gwen… Sólo quería que me dejara en paz.

Los ojos de la muchacha se alzaron dolidos por esas palabras pero inmediatamente simuló no estar afectada. Todos se quedaron en completo silencio, obviamente tensos.

—Bueno, me iré a descansar—anunció la doncella.

—Todos deberíamos hacerlo—dijo Arturo y miró a su hermana, esperando estuviese de acuerdo pero ella negó con la cabeza con suavidad—Debes estar muy cansada.

—Creo que me quedaré unos momentos más aquí.

—¿Segura?

Hermione asintió, mirándolo a los ojos para que no hiciera más preguntas. Lo que ella quería era poder hablar con Merlín.

—Bien. Pero no te acuestes tarde porque mañana tenemos un largo camino que recorrer.

Se puso de pie y se alejó de la fogata, buscando un sitio donde tenderse.

—Yo haré vigilancia por un rato—anunció Lancelot, también parándose y alejándose para recorrer los alrededores.

Merlin miró a todos lados, notando que nadie le prestaba la atención, como siempre…

—Y yo… me quedaré aquí… sentado…

Hermione lo miró y él se sintió ruborizar. La vio ponerse de pie con lentitud y, sin quitarle la vista de encima, cruzar frente a él y luego hacerle una diminuta señal con sus manos. De un salto, la siguió unos metros más allá, entre los árboles, sintiendo que su corazón se aceleraba de manera ridícula. Seguramente ella quería hablarle, nada más. Y él tenía que devolverle su varita.

La encontró de pie, recostada contra un árbol, esperándolo.

—Me alegra que estés a salvo—dijo Merlín, acercándose a ella pero deteniéndose a una distancia prudente.

—Gracias por ir con Arturo a rescatarnos… aunque supongo que lo hicieron más por Gwen.

—También estaba preocupado por ti.

—Vamos, Merlín, una vez que pagara mi padre, yo salía… Además, creo que es bastante obvio para todos que mi hermano tiene una debilidad por Gwenevier…

El muchacho hizo una mueca.

—¡Por favor, no le digas nada!—le pidió—O creerá que yo te conté y me amenazó con convertir mi vida en un infierno si abría la boca.

Hermione le sonrió tranquilizadoramente y negó con la cabeza.

—Tú no me has dicho nada. Además, él mismo fue quien me lo dijo… aunque, técnicamente, fui yo quien lo averiguó cuando la besó.

—¡¿La besó?!—inquirió sorprendido—Él me dijo que sólo hablaban… ¡Qué mentiroso! Aunque supongo que debí de haberlo imaginado cuando me dijo que quería casarse con ella.

—¡¿Te dijo que quiere casarse con Gwen?!

Merlín abrió los ojos con horror.

—No te enteraste por mí—le advirtió.

—Mis labios están sellados—aseguró ella conteniendo una sonrisa pero rápidamente se puso nuevamente seria—De todos modos, en estos mismos momentos no creo que importe mucho. Gwenevier está demasiado interesada en Láncelot.

Merlín notó que aquello realmente molestaba a Hermione.

—¿Te interesa Láncelot?—preguntó en voz baja, repentinamente nervioso.

Ella lo miró con enfado.

—No seas absurdo, Merlín, sabes muy bien que no—lo dijo como si fuera obvio.

—Entonces, ¿Por qué te preocupa?

—Porque eso lastima a Arturo.

Tenía razón. Las palabras duras del príncipe habían sino producto de su enfado al ver que Gwen aferraba tan firmemente las manos de Lacenlot, prefiriéndolo. Quizás la chica pensara igual que Arturo y creyera que algo entre ellos era imposible y por eso lo había elegido.

La miró fijamente y notó lo muy enfadada que estaba por eso. Hermione era igual de protectora con su hermano como él de ella. Eran demasiado unidos y se cuidaban la espalda el uno al otro.

—Tengo algo tuyo—dijo, cambiando de repente de tema.

Metió su mano en el interior de sus prendas y extrajo una varita de madera. Los ojos de Hermione brillaron al reconocerla.

—¡Mi varita! ¡Oh, Merlín, muchas gracias!—la tomó rápidamente—¿Cómo la encontraste?

—Estaba tirada en medio del camino, en el sitio en que las atacaron—explicó—Me asusté un poco al verla allí porque eso te dejaba completamente indefensa…

—Intenté defenderme cuando nos emboscaron. Quise hacer algún hechizo pero se me cayó de las manos… Pero no estaba completamente indefensa. Ahora sé usar una espada y una ballesta y asumo que, cuando regresemos a Camelot, Arturo querrá volver a practicar conmigo para que esto no vuelva a suceder…—miró su varita y suspiró antes de volver a posar sus ojos en él—Me gustaría que me enseñaras a hacer la clase de hechizos que tú realizas, sin tener que depender de ella.

—¿Puedes hacerlo?

—No lo sé, pero me gustaría intentarlo. Me hicieron mucha falta mis poderes. Especialmente cuando estuvimos a punto de escapar pero decidí volver…

—¿Qué? ¿Por qué volviste?

—Láncelot nos había ayudado a escapar pero estaba decidido a sacrificarse a sí mismo por nosotras. Nos sacó de la celda y nos indicó el camino a seguir. Gwen y yo corrimos pero oímos cómo lo atacaban y yo… bueno, ¡no podía simplemente dejarlo morir! Regresé, intenté decirle a Gwen que siguiera adelante pero no me hizo caso… y nos atraparon nuevamente. No fue una brillante idea, lo admito, pero no podría vivir conmigo misma sabiendo que él murió por nuestra culpa.

Ella era una persona demasiado buena. Aún sabiendo que ponía en peligro su propia vida volvió para salvar la de Láncelot.

—No es necesario que pienses en eso—le dijo—Ya estás a salvo. ¿No te hirieron?

—No intencionalmente—se encogió de hombros levemente—Estoy bien…

—¿Qué pasó? ¿Dónde te hirieron?

Pero para él eso no era suficiente. Qué importaba que no fuera intencionalmente si ella estaba herida. Se acercó con prisa y tomó su rostro entre sus manos, girándolo a ambos lados para encontrar algún golpe o algún corte y luego fue a sus brazos que estaban cubiertos con las mangas del vestido.

—¿Dónde?—insistió.

—Merlín, en serio…

—¿Dónde?

Hermione suspiró con resignación.

—Mi cabeza.

Hizo que inclinara el rostro hacia abajo, apoyando su frente sobre su propio pecho mientras que él revisaba la parte de atrás de su cráneo. Cuando las yemas de sus dedos rozaron un chichón la oyó gemir entre dientes.

—Lo siento—se disculpó.

Colocó su mano con delicadeza nuevamente sobre el golpe. La sintió estremecerse y supuso que le debía de doler demasiado. Tomó aire con profundidad, se concentró y dejó que la magia invadiera todo su cuerpo. Sus ojos brillaron momentáneamente y ella tuvo una sensación cálida en la parte de atrás de su cabeza y entonces el dolor se detuvo. Merlín volvió a tocar la zona y ella nuevamente se estremeció aunque por una razón completamente diferente a la anterior.

Quizás fuera porque era de noche, porque estaban completamente solos, lejos de los demás, o porque habían vivido una experiencia que los había mantenido demasiado tiempo alejados el uno del otro; cualquiera fuera la razón, en ese instante, Merlín fue demasiado consciente de ella y de lo cerca que estaban.

Hermione tenía sus manos apoyadas en el pecho de él y jugueteaba con su ropa, inconsciente de que algo demasiado instintivo se creaba en su pecho. Deslizó sus manos de su cabello a su cuello, consiguiendo que ella se moviera aún más cerca de él. Giró a su rostro, logrando que su nariz rozara su suave mejilla con tal lentitud que causó que unas alas de mariposas batieran dentro de su estómago y que su respiración se volviera superficial. ¡Por Circe! ¿Quién hubiera pensado que Merlín podría hacerla sentir así? ¿Y por qué diablos no la besaba de una buena vez? Quería pedírselo pero sonaría demasiado atrevido de su parte.

Lo mejor sería mostrárselo.

Subió sus manos por el pecho de Merlín, acariciándolo, hasta enredar sus dedos detrás de su cuello, en su cabello oscuro y lo empujó hacia abajo. Él no se resistió. Por el contrario, parecía más que dispuesto en ese instante a devorarle la boca.

—¿Quién está ahí? ¡Oh!—los ojos de Lancelot se abrieron con sorpresa al distinguirlos cuando se separaron bruscamente al ser interrumpidos—¡Merlín! ¡Lady Hermione! Yo… Mmm… Lo siento… no quise… no… no fue mi intención…

Hermione lo maldijo en su mente. ¡Había estado tan cerca!

—Me iré a descansar—dijo con prisa, sintiendo que su rostro ardía.

Miró a Merlín rápidamente y luego cruzó delante de Lancelot sin ser capaz de enfrentar sus ojos.

Ambos hombres la contemplaron marcharse, Merlín sintiendo que había dejado pasar una excelente oportunidad. Sólo quería volver a tomarla entre sus brazos y besarla hasta dejarla sin aliento.

—¿Así que tú y Lady Hermione?—dijo el caballero con un tono curioso.

—No, no es lo que parece…

—¿No?—alzó una ceja y lo contempló fijamente.

—No—aseguró y oyó la propia decepción en su tono—Ella es la princesa. Es… imposible…

Lancelot asintió, comprendiendo y lamentando la situación demasiado bien. La tristeza parecía invadir a todos esa noche.

—Arturo no vino sólo porque Morgana se lo pidió, ¿verdad?—inquirió.

Merlín no abrió la boca pero Lancelot no tuvo que oír una respuesta para saber la verdad.

—Siente algo por Gwen—dijo sabiendo que el chico no hablaría tampoco.

—¿Y tú qué? ¿Qué sientes por Gwen?

—Lo que yo sienta no importa—aseguró—No me interpondré entre ellos. Dile a Gwen…—titubeó—Dile a Gwen que me cambió para siempre… pero que algunas cosas no pueden ser…

Merlín lo supo sin que Lancelot dijera nada: se marcharía.

Cuando regresó al improvisado campamento se encontró con Hermione observándolo, tendida en el suelo, con la cabeza apoyada en un tronco caído. Él se sentó a su lado pero ella lo obligó a tenderse. Cuando estuvo acostado a su lado, la sintió girar y apoyar su cabeza contra su pecho. La rodeó con sus brazos con prisa y suspiró. Sólo unos instantes, se dijo mientras cerraba los ojos, sólo descansaría unos segundos y luego se apartaría porque si Arturo los descubría durmiendo abrazados le cortaría la cabeza. Sin embargo, el agotamiento que sentía fue demasiado como para soportar y, antes de poder evitarlo, se quedó profundamente dormido.

Despertó de repente cuando algo frío y filoso se apoyó contra su cuello. Abrió los ojos, confundido al principio, pero luego distinguió la imponente figura de Arturo contemplándolo con una mirada asesina. Lo que tenía en su cuello no era otra cosa más que la espada, a pocos segundos de cortarle la garganta. Tragó saliva nerviosamente. Podía sentir a Hermione aún dormida sobre él por lo que no podía actuar como si nada hubiera sucedido.

—Déjame que te lo explique—pidió.

Arturo negó con la cabeza, con los labios apretados. Aferró firmemente su espada y la blandió.

—¡No!

El grito de Hermione lo sobresaltó, casi consiguiendo que soltara el arma de repente. Ella se había sentado al lado de su sirviente y lo observaba con esos grandes ojos dorados. Gwen también se despertó al oírla y contempló la situación sin entender qué estaba pasando.

—¡Sólo estábamos durmiendo!—le aseguró Hermione y rápidamente creó una mentira—Anoche tuve una pesadilla y Merlín me oyó. Me consoló, yo lo abrasé y en algún momento nos quedamos dormidos… Por favor, Arturo, no querrás cometer una imprudencia porque tu mente creó toda una situación inexistente…

—¿Situación inexistente?—gruñó con rabia—¡Te estaba abrazando, Hermione! ¡Abrazando!

—Lo dices como si fuera malo—rodó los ojos y se puso de pie—Ahora, discúlpate con Merlín.

—¡No haré tal cosa!—exclamó indignado—Si alguien se debe disculpar, es él.

—¿Por qué? ¿Por consolarme cuando estaba pasando un mal momento?—le preguntó.

—¡Si hubieses buscado consuelo, hubieses venido conmigo! Yo soy tu hermano, yo soy responsable de ti…

Merlín y Gwen miraban a los hermanos discutir sin querer intervenir.

—¡Estabas durmiendo, Arturo!—le recordó—No quería despertarte. Además, ¿Qué problema tienes con Merlín?

—¡Él es un hombre!

—¡Vaya, no me había dado cuenta!—exclamó Hermione con sarcasmo—¿Por qué no dejas de ser tan cínico?

Dio media vuelta y comenzó a alejarse.

—¿A dónde crees que vas?—inquirió Arturo contemplándola con el ceño fruncido.

—¡Lejos de ti!

—¡Vuelve aquí! ¡Hermione!

Él corrió detrás de ella con prisa para alcanzarla a unos pocos metros y continuar con la discusión. Merlín aprovechó ese momento para pararse y comenzar a apagar las brazas que quedaban de la fogata de la noche anterior.

—¿Crees que debamos intervenir?—preguntó Gwen.

—No—respondió Merlín—En cualquier momento Arturo dirá algo inadecuado, ella se enfadará aún más y luego él terminará rogándole que lo perdone…

Efectivamente, segundos después oyeron a Hermione soltar un grito indignado.

—¡¿Cómo te atreves?!

—No fue eso lo que quise decir. ¡Hermione, lo siento!

—¿Ves?—Merlín los señaló y se volteó nuevamente a Gwen—Hermione lo terminará perdonando, siempre lo hace… Quiere demasiado a Arturo como para no hacerlo.

Gwen se movió algo incómoda ante esas palabras. Bajó la vista a sus manos antes de mirar a su alrededor. Merlín sabía muy bien a quién.

—¿Y Lancelot?—inquirió—¿Dónde está?

—Se ha ido.

Gwen se puso de pie de inmediato. Sus ojos se llenaron rápidamente de lágrimas.

—¡No!

—Dijo que algunas cosas no pueden ser… que lo has cambiado para siempre.

La vio morderse los labios mientras asentía, no a sus palabras sino como si aceptara resignadamente la situación. Cuando vio que Arturo se acercaba a ellos nuevamente se giró y le dio la espalda para que no la descubriera llorando pero él ya se había dado cuenta. Actuando como si no hubiese visto nada y maldiciendo entre dientes, se aproximó a su sirviente.

—Al parecer—le dijo de mal modo—te debo una disculpa.

Merlín asintió.

—Estar a punto de matarme sin razón alguna definitivamente merece una disculpa—estuvo de acuerdo, lo que logró que se ganara una mirada furibunda de parte del príncipe.

—Lo que te mereces es una buena…

—No estoy oyendo una disculpa—dijo cantarinamente el mago.

Arturo apretó sus manos en puños, casi sintiendo como éstos chocaban contra el petulante rostro de su sirviente.

—Lo siento—gruñó lo suficientemente alto como para que Hermione lo oyera.

Sólo así, disculpándose con aquel inepto, conseguiría que su hermana lo perdonara por su metedura de pata.

Merlín hizo una reverencia llena de burla.

—Disculpa aceptada.

—¡Ahora, apresúrate! Nos queda mucho por caminar hasta poder encontrar el sitio donde amarramos los caballos.

El regreso fue silencioso. Tuvieron que caminar mucho y sólo intercambiaron palabras cuando era estrictamente necesario. Hermione quiso volver a hablar con Merlín pero luego del incidente de la mañana en que Arturo los descubrió durmiendo juntos prefirió no crear más conflicto. Así que sólo se miraban cada cierto tiempo cuando el príncipe no se daba cuenta o compartían sonrisas misteriosas. Sólo Gwen lo notó y cuando veía esa complicidad que sólo podía tener un significado suspiraba sonoramente, dándose cuenta que Merlín y Hermione representaban todo lo que acababa de perder.