La Bella y la Bestia—parte 1

El fuego encendido bajo el caldero era lo suficientemente fuerte como para iluminar tenuemente la cueva oscura y mantener el líquido del recipiente cocinándose a la temperatura adecuada pero no para hacer que la frialdad del lugar se alejara. Pero en ese instante no importaba. Él, que se encontraba moviendo el líquido del caldero con constancia, repitiendo en voz baja un antiguo hechizo, sólo tenía una cosa en su mente: servir a su señora.

La poción comenzó a burbujear y a desprender un nauseabundo aroma y supo que estaba listo. Sacó el cucharón lleno de aquel líquido viscoso y lo colocó en un frasquito. Se puso de pie con cierta dificultad pero rápidamente pudo encaminarse hacia una de las esquinas de la cueva donde, detrás de una raída cortina, se encontraba su señora.

—¿Está listo?—preguntó una voz ronca.

—Sí, señora, la poción está preparada.

—Entonces, Camelot y sus riquezas no tardarán en ser mías—dijo con voz codiciosa.

Tomó el frasquito que le entregaba y sin dudarlo, lo bebió.

Hermione entró a las cámaras de Gaius cargando una canasta con hierbas, hongos y flores.

—Buenos días, Hermione—saludó el galeno—¿Conseguiste todo?

—Hola, Gaius… Creo que sí. Aunque me resultó difícil hallar acedera. Tuve que salirme del camino…

—¡Eso es peligroso!—la reprendió el anciano.

—Llevé a Ingrid conmigo y cuando un guardia nos vio salir, nos siguió, así que no estuve sola—lo tranquilizó—Además, no van a secuestrarme tan cerca de Camelot… En fin, vamos a ponernos a hacer esto…

—En realidad—la interrumpió haciendo una mueca de disculpa—Estoy esperando a Merlín. Hoy es jueves y debemos juntar algunos de los recipientes que entrego con pociones.

—Oh… ¿Puedo ir con ustedes? Me gustaría que estuvieras presente cuando empiece a hacer la nueva pócima para Morgana para que me controles.

—No necesitas mi control, has demostrado ser demasiado buena en esto. Tienes un don natural—dijo el galeno—pero si quieres acompañarnos, eres bienvenida.

Ella le sonrió suavemente.

—Gracias.

Dejó la canasta sobre la mesa y comenzaba a vaciarla cuando la puerta se abrió nuevamente, dejando entrar a un Merlín gruñón. Cuando el chico alzó la mirada y se encontró con Hermione se ruborizó levemente pero aún así colocó una enorme sonrisa en su rostro.

—¡Hermione!

—¿Mi hermano ya está haciéndote rabiar?—le preguntó con diversión.

—Sólo lo usual—se encogió de hombros para restarle importancia al asunto mientras contemplaba la canasta con hierbas—¿Qué poción prepararás?

—Con Gaius intentaremos hacer una poción más potente para Morgana y así mantener sus sueños controlados…

—¿Es realmente necesario?—cuestionó—Ella ya sabe la verdad.

—Sí, pero nadie más allá de nosotros. Si a medida que pasa el tiempo sus sueños empeoran, levantará sospechas en Uther.

Merlín suspiró con resignación y asintió, sabiendo que ella tenía razón.

—¡Muy bien!—exclamó Gaius—¡Apresurémonos! Si no terminaremos al atardecer.

Los tres salieron y comenzaron a caminar hacia la ciudadela. Merlín y Hermione iban detrás del galeno, manteniendo una distancia prudente entre ellos para que nadie sospechara lo que no era. A ella le hubiese gustado poder reunirse con él y hablarle a solas pero no había tenido demasiado tiempo libre. Después de regresar a Camelot, de haber sufrido un interrogatorio de parte de su padre y de jurarle, un centenar de veces, que nunca saldría sola- se había abstenido de decirle que, en aquella ocasión, no lo había estado porque, de hecho, habían llevado consigo unos cuantos guardias-, su hermano volvió a insistir en practicar con la espada y dejar que León la siguiera guiando en el uso de la ballesta. Gaius también la había utilizado como asistente en la preparación de pociones por lo que, a pesar de haber visto a Merlín en muchas ocasiones nunca había tenido la oportunidad de hablar con él.

Le gustaría poder pedirle que le enseñe hechizos del modo en que él lo hacía pero, además, quería hablar sobre lo que había estado a punto de suceder en medio del bosque, antes de que Lancelot apareciera. Quizás hubiera tiempo más tarde, se dijo mientras veía que Gaius se dirigía hacia la casa de un anciano al que, la semana anterior, le había dado una pócima para su reuma y luego de salir de allí, hacia otro hogar y a otro… Pronto Merlín acarreaba consigo una considerable pila de frascos que apenas podía sostener.

—Deja que te ayude—le dijo Hermione.

—No, no—negó con la cabeza.

Ella no lo dejó protestar. Simplemente tomó algunos recipientes para alivianar su carga. Merlín le dedicó una sonrisa de agradecimiento.

—¡Apresúrate, Merlín!—dijo el Galeno, notando que habían quedado atrás—Y ten cuidado. Tenemos aún un día duro por delante…

—Todos los días son duros—se quejó el joven mago volviendo a avanzar con Hermione andando a su lado—Tú y Arturo me hacen trabajar como un esclavo.

—Deja de quejarte—lo reprendió el galeno con suavidad, sin mirar hacia atrás—Al menos es un trabajo interesante.

—Gaius… Estamos recogiendo cacharros, al igual que todos los jueves, a la misma hora—le recordó—y nunca pasa nada interesante.

Como si el destino estuviera dispuesto a contradecirlo, en ese mismo instante, alguien chocó contra él y lo tomó con cierta brusquedad por el brazo. Merlín contempló al hombre delgado con sorpresa. Podía ser unos centímetros más altos que el muchacho pero caminaba encorvado.

—Buscamos a Uther Pendragon—dijo—¿Dónde lo podemos encontrar? Es que… tenemos asuntos importantes que tratar con el Rey.

Lo obligó a abrir la mano y colocó algo en ella. Merlín la contempló un tanto confundido antes que de Gaius se la arrebatara.

—Lo que sea que deban tratar con el rey—dijo Hermione sin anunciar su identidad—puede hacerlo con los trámites usuales…

—¡Pero si este es el sello de la Casa de Tregor!—exclamó Gaius, interrumpiéndola. Miró al hombre—¿De dónde has sacado esto?

—No me pertenece—aseguró el hombre.

—Me pertenece a mí—dijo una voz femenina detrás de éste.

Los tres vieron el momento en que la figura se quitaba la capucha y dejaba a la vista un rostro femenino que algunos hombres podían considerar hermoso.

—Mi lady—dijo Gaius con sorpresa y se apresuró a hacer una reverencia—Merlín—gruñó para que lo imitara y así lo hizo.

La mujer sólo los contempló y luego sus ojos se posaron en Hermione, como si esperara que hiciera lo mismo pero dado que ambas se encontraban en idéntica posición en la corte, sólo hizo una simple reverencia de reconocimiento con la cabeza.

—Me temo que no tengo el honor de conocerla—dijo hablando con seguridad, sintiendo cierta satisfacción cuando vio la mirada confundida que le lanzaba a su acompañante antes de volver a observarla—Soy Hermione Pendragon, hija de Uther.

Esta vez estuvo segura de distinguir cierto pánico en sus ojos, aunque fue muy fugaz. Allí había algo raro. Muy raro.

….

Arturo y Hermione intercambiaron una rápida mirada antes de volver a fijar sus ojos en la invitada real. Estaban en la cámara de recibimiento y Uther, de pie, mostraba una enorme sonrisa en sus labios. Ellos no recordaban haberlo visto tan feliz o entusiasmado por la llegada de nadie.

—¡Lady Catrina! ¿Realmente eres tú?—preguntó avanzando hacia ella.

—Me cuesta creerlo—dijo la mujer con cierto temblor en su voz para luego hacer una reverencia respetuosa ante él.

—Tenemos noticias del Norte, la Casa de Tregor cayó en manos de los invasores.

—Todo lo que escuchó era cierto, señor, y peor—aseguró mirando fijamente al rey con angustia.

—Pero tu padre… el rey…—Uther no quería hacer la pregunta por temor a afligirla más.

—No, señor—indicó agitando su cabeza—El enemigo atacó sin avisar. Nos superaban en número. No pudo soportarlo… Yo no habría podido sobrevivir de no haber sido por mi leal sirviente, Jonas.

El hombre que había quedado unos pasos atrás hizo una respetuosa reverencia.

—Pero sobrevivimos—dijo Lady Catrina—Y hemos conseguido llegar hasta aquí…

Su respiración se volvió trabajosa y de repente, sus ojos se volvieron blancos. Su cuerpo perdió el equilibrio y cayó. Uther la tomó rápidamente entre sus brazos, sosteniéndola contra su pecho. Catrina se estremeció pero no cayó en la inconsciencia.

—Discúlpeme, mi señor—expresó con agotamiento—Temo que mis problemas han pasado factura.

—Su sufrimiento es inigualable, mi lady—Uther usaba un tono comprensible y preocupado—Sería un honor ayudarlos en lo que deseen.

—Agradeceríamos mucho disponer de una cama esta noche—pidió Catrina sin apartarse de los brazos de Uther a pesar de que ya podía estar bien de pie.

El rey se quedó contemplándola unos momentos fijamente, hasta que pareció volver a darse cuenta de la proximidad de sus cuerpos. Soltó su cintura y retrocedió un paso, tragando saliva.

—Entonces, considérense nuestros invitados más preciados—pidió con felicidad—Es lo menos que podemos hacer.

—¡Oh, gracias!

Arturo le hizo una seña a Merlín para que se le acercara y le ordenó acompañar a Lady Catrina a una de las mejores habitaciones del castillo. Hermione se aproximó a la mujer cuando estaba siendo guiada por el muchacho atreves de un pasillo. Había tenido sus dudas al principio pero, tras oír lo acontecido, quería creer que la actitud renitente que mostraba hacia todos, exceptuando a su padre, era producto del miedo.

—¡Lady Catrina!—llamó.

El primero en voltear fue su sirviente, Jonas, que le lanzó una mirada escrutiñadora antes de volver a posar sus ojos en su señora. La mujer se detuvo y contempló a Hermione con cierta tristeza en la mirada.

—¿Puedo acompañarla?—preguntó Hermione y cuando Lady Catrina asintió, ambos se pusieron en movimiento, siguiendo a Merlín—Espero que se encuentre a gusto en Camelot, aunque imagino que será difícil dado todo lo que tuvo que pasar, pero quiero que sepa que siempre podrá contar con nuestra ayuda.

—Eres muy amable.

Eso fue todo. Lady Catrina no se mostró tan conversadora con ella como lo había hecho con su padre. ¿A caso era porque no se conocían? A pesar de que llevaba muchos meses viviendo en Camelot aún no había tenido la oportunidad de conocer a todos los monarcas y sus herederos de los reinos vecinos, mucho menos aún de los lejanos.

—¿Hace mucho tiempo conoce a mi padre?—preguntó, imaginando que el tema de los trágicos acontecimientos no era el mejor.

—Sí.

Merlín giró el rostro hacia atrás y miró rápidamente a Hermione, comprobando que fruncía el ceño. Afortunadamente, en ese instante llegaron a las cámaras que le correspondían a Lady Catrina. Ella miró a su alrededor sin ninguna expresión precisa en su rostro.

—Lo siento,—dijo Merlín a la mujer—esto no es precisamente a lo que estará acostumbrada…

Ella se volteó a verlo y le dedicó una sonrisa resplandeciente que hizo que el ceño de Hermione se profundizara aún más.

—Perdóname, no sé tu nombre…

—-Merlín.

—Bien, Merlín, teniendo en cuenta que pasamos nuestra última noche en una cueva, esto estará muy bien. Gracias.

Merlín le sonrió con cordialidad, encantado con la amabilidad de esta princesa.

—Si necesita algo más sólo pídamelo. El cuarto de mi señor está escaleras arriba…

Hermione sintió deseos de pegarle detrás de la cabeza al joven mago por dejarse encandilar de ese modo por esa mujer que parecía ser amable con todos menos con ella. ¿A caso había hecho algo malo?

—Mi señora y yo no podemos estar más agradecidos por la amabilidad que nos han mostrado—dijo Jonas.

—De nada—dijo el mago sin dejar de sonreír pero al ver el ceño fruncido de Hermione se aclaró la garganta, hizo una reverencia y se alejó.

Ella no tardó en seguirlo, sin detenerse a saludar a aquella mujer. Merlín se había detenido a esperarla fuera de la puerta pero al verla comenzaron a andar juntos.

—¿Estás bien?—preguntó el chico.

Hermione tardó unos momentos en responder.

—Sí—murmuró, aunque no sonaba muy convencida—¿No notaste que fue un poco fría conmigo?

—No me pareció una persona fría. De hecho, creo que fue muy amable para ser de la monarquía…

—No contigo, pero conmigo sí… ¿Y a caso yo no soy amable?—cuestionó.

—No me refería a ti—indicó—Eres hermosa y gentil, pero tu hermano puede ser un poco desesperante y tu padre puede llegar a ponerme los pelos de punta cuando… ¿Qué sucede?

Hermione lo contemplaba con atención, mordiéndose ligeramente el labio inferior, con las comisuras de los labios elevadas, como si quisiera contener una sonrisa.

—Crees que soy hermosa—dijo ella, ahora sonriendo sin contenerse.

Su corazón aceleró peligrosamente. Lo había dicho en voz alta y no podía creerlo. No sabía si prefería que en ese mismo momento la tierra se abriera bajo sus pies y lo tragara para desaparecer de la faz de la tierra o si esa era su oportunidad para hacer frente a sus sentimientos y dejar que ella rompiera su corazón de una vez por todas, diciéndole que era una completa locura porque era una princesa y él un simple sirviente.

—Sí… eh… ¿No oíste eso? Creo que Arturo me llama… ya mismo me voy o me cortará la cabeza…

Huir como un cobarde. ¡Vaya hombre que era!, se dijo a sí mismo.

—Merlín, espera—ella lo intentó detener pero él apresuró sus pasos y se alejó velozmente.

Hermione suspiró abatida. Esto estaba volviéndose cansador.

Esa noche hubo una obligada cena familiar en honor a la nueva invitada. El rey estaba a la cabeza con Lady Catrina sentada a su izquierda. Al lado de ésta se encontraba Morgana y, en frente, Arturo y Hermione.

—Esto es maravilloso, gracias—dijo Catrina observando la mesa llena de los mejores manjares que las cocineras de Camelot podía producir.

—Es un honor—aseguró Uther—Las familias Tregor y Pendragon han sido aliadas desde que cualquiera pueda recordarlo

—Mi padre a menudo habla de usted, señor.

Hermione bebió un pequeño sorbo de vino mientras escuchaba atentamente la conversación de su padre con esa mujer. La había estado observando toda la noche y se había dado cuenta que no había tocado su comida, lo cual le resultó extraño. Sólo la removía de un lado para el otro en el plato con la punta de su tenedor.

—Y yo siempre lo tendré en mis recuerdos—dijo el rey.

—Lo siento, no tuve la oportunidad de conocerlo—intervino Arturo.

—Lo siento también—murmuró con tristeza mientras apartaba su plato sin haber probado bocado—La casa de Tregor ha desaparecido para siempre.

—No, Catrina, vive en ti—aseguró Uther con amabilidad.

—Desearía que eso fuera verdad.

—Lo es, mi señora—indicó—Vive con su coraje, con su modestia y con esa forma de ser suya desde niña.

Arturo miró a su hermana con una expresión que decía: "¿Qué diablos está sucediendo?". Y ella no podía más que hacerse esa misma pregunta. ¿Desde cuándo Uther era tan comprensivo y amable?

—¡Oh! Me temo que he cambiado mucho desde aquel entonces—aseguró Catrina con cierta diversión contemplándolos a todos.

—Bueno, es verdad—asintió—Ahora eres toda una belleza.

Catrina bajó el rostro a sus manos que estaban apoyadas en su regazo con actitud vergonzosa pero rápidamente volvió a alzar la mirada al rey y dedicarle una sonrisa coqueta. Morgana ocultó su riza detrás de una toz y Arturo hizo una mueca de asco al oír aquellos halagos. Rápidamente simuló un bostezo, demasiado ruidoso como para que cualquiera pensase que era real.

—Lo siento. Un día duro de entrenamiento. Si me disculpan…—pidió.

—Por supuesto—dijo Catrina.

—Arturo—lo despidió su padre.

Se puso de pie e hizo una reverencia antes de marcharse.

—Creo que yo imitaré a mi querido hermano—dijo Hermione—Ha sido, realmente, un día agotador.

—Entiendo, querida—dijo Uther—Que descanses.

No quería quedarse ni un segundo más allí si ese par iba a pasarse la velada haciéndose ojitos y lanzándose cumplidos. La protegida de su padre la miró, como pidiéndole ayuda.

—¿Te gustaría acompañarme, Morgana?—le preguntó.

—Por supuesto—aseguró la chica.

Amas hicieron una respetuosa reverencia y se dispusieron a salir de allí, pero antes de que pudieran alejarse, Hermione tuvo una idea. Sólo quería probarse un punto. Giró sobre sus pies y fue de nuevo hacia la mesa, al sitio donde estaba su padre. Se inclinó y, sorprendiéndolo, lo besó en la mejilla con respeto.

—Que tengas una buena noche, padre—le dijo.

Lanzó una fugaz mirada a la mujer que se sentaba al lado de él.

—Igualmente—murmuró el rey aún sobresaltado por aquello.

Cuando alcanzó a Morgana, la chica la contempló con el ceño fruncido.

—¿Qué fue eso?

Era entendible que todos estuvieran sorprendidos. Hermione nunca había sido dada a demostrar afecto a Uther, mucho menos en público. Siempre respetuosa pero nunca cariñosa.

—Sólo quería comprobar algo—dijo.

—¿Qué cosa?

—¿No lo notaste? Lady Catrina parecía querer asesinarme. Muy rápidamente se volvió posesiva con Uther.

Morgana aún no parecía entender su accionar.

—¿A caso estás celosa?—inquirió pero ni ella misma parecía creer sus palabras.

—No—aseguró Hermione—Si Uther volviera a casarse yo estaría muy feliz por él. Incluso puede que le saque un poco lo gruñón… pero hay algo en Lady Catrina que me hace sospechar de ella. ¿La habías conocido antes?

Morgana negó con la cabeza.

—Había oído hablar sobre ella y su padre, por supuesto, pero por más que Camelot siempre tuvo buena relación con su familia eran pocas las oportunidades de reunión. Su reino estaba muy apartado de aquí—explicó—Pero siempre oí que era una mujer dulce y realmente parece serlo. No entiendo tu sospecha.

Hermione suspiró.

—Quizás sean sólo cosas mías—musitó.

—Tendré igualmente los ojos abiertos—aseguró Morgana, deteniéndose delante de su habitación.

—¿Lo harías?

—Por supuesto.

—Pero no tengo ninguna prueba.

—Hermione—la miró con afecto—Tu siempre fuiste una buena amiga. Cuando tengo pesadillas siempre vienes a consolarme. Me creíste cuando te dije sobre mis sueños, cuando veo el futuro en ellos y me tengo que enfrentar a todos lo que dicen que sólo es mi imaginación… ¿Cómo no habría de creerte a ti? Siempre has sido una persona sensata.

¡Demonios! Ahora se sentía fatal. Ella intentando mantener las distancias con la chica para no crear ningún inconveniente y Morgana siendo tan considerada y amable.

—Gracias.

Fue todo lo que pudo decir. Quiso poder abrazarla y decirle que siempre contase con ella, que no se volviese mala, que no cayera en el odio y dejara que su corazón se oscureciera pero sabía que no podía hacerlo. Eso simplemente empeoraría todo.

Se despidió de Morgana con cierta prisa y, tras verla ingresar a sus cámaras, se encaminó también a las suyas. Intentó no pensar en eso mientras Ingrid la ayudaba a prepararse para la cama mientras se repetía una y otra vez que seguramente no había nada malo con Lady Catrina.

...

—¿Qué te tiene tan pensativa?—preguntó Merlín, apareciendo frente a ella, a la mañana siguiente.

Hermione apartó la vista de la ventana y lo contempló. Al parecer, había superado la vergüenza del día anterior. Llevaba una canasta con ropa en sus manos, seguramente con las sábanas de su hermano para lavar.

Ella había desayunado en su habitación y luego había salido con un libro para intentar despejar su mente, pero no lo había conseguido. Todo el asunto de esa nueva invitada del rey la tenía intrigada.

—Creerás que estoy loca—dijo.

—No más de lo usual—aseguró con burla, sonriéndole.

Hermione rió suavemente, sin poder evitarlo, pero luego se puso seria nuevamente para explicarle.

—Lady Catrina—resumió—Ya sé que contigo fue amable pero hay algo en ella que no logro entender.

—¿Qué es?

—Creo que está intentando conquistar a mi padre.

—¿Y eso es malo?

—No. Bueno, sí, porque me temo que tiene algunos secretos… Anoche, por ejemplo, no tocó su comida. Tenía el plato lleno y la mesa era variada pero no probó bocado alguno. Tampoco bebió. Y Uther… ¡Si lo hubieras visto! El hombre serio y estricto desapareció. ¡Está embobado! La miraba con adoración y no dejaba de lanzarle cumplidos… Y yo sé que puedo no ser la mejor persona de llevar a veces pero parece tener un terrible desprecio hacia mí que va más allá de lo racional. No entiendo cuál es su problema conmigo. No recuerdo haber dicho nada ofensivo.

Miró a Merlín, casi esperando que le dijera que estaba exagerando las cosas pero el muchacho sólo parecía pensativo.

—Anoche,—comenzó a explicar él—Gaius me pidió que le llevara una pócima. Me contó que la conoció de muy chica, que sufría una incurable enfermedad en los huesos que le causaba mucho dolor y que sólo su pócima la calmaba… Pero cuando se la di, ella no la aceptó. Dijo que se encontraba bien de salud.

—Eso sí es extraño. ¿Una enfermedad incurable de pronto desaparece?

Merlín asintió.

—Ahora mismo no está aquí—dijo de repente—Salió a montar con Uther… Quizás haya algo en su habitación.

—Invadir sus cámaras está mal…

—¿Quieres venir conmigo?

—Definitivamente.

Hermione y Merlín entraron a la habitación tras vigilar que nadie más estuviera alrededor. Cerraron la puerta detrás de sí y, nada más hacerlo, fruncieron la nariz, asqueados por el olor nauseabundo que había.

—¡Por Circe!—exclamó Hermione, tapándose la nariz y la boca con las manos para respirar a través de ella—¿Qué es ese olor?

—No lo sé…

¿A caso tenía algún animal muerto allí? ¡Era repugnante!

—Apresurémonos. No quiero que nadie nos descubra.

Empezaron a revisar la cámara. Abrieron todos los armarios e incluso buscaron debajo de la cama pero no hallaron nada.

—¿Puedo ayudarlos?—preguntó una voz rasposa detrás de ellos.

Se voltearon sobresaltados y encontraron a Jonas de pie detrás de ellos, observándolos con atención.

—No, no… yo… eg…Sólo estaba cambiando las sábanas—se excusó Merlín mostrando la canasta con sábanas enrolladas.

—Yo he venido a invitar a Lady Catrina a desayunar conmigo—inventó Hermione—Pero Merlín me ha informado que la ha visto partir con mi padre.

—Así es. El rey ha sido muy amable con mi señora, al igual que usted.

Hermione forzó una sonrisa.

—Ha sido un placer… —miró al mago—Si has terminado, Merlín, me gustaría que me acompañaras. Ingrid te dará también mis sábanas.

—Sí, todo listo aquí, mi lady—dijo con prisa el muchacho.

Ambos se apresuraron a salir de allí, rogando no haber levantado ninguna clase de sospecha.

—¿Merlín? ¿No te estás olvidando de algo?—inquirió Jonas antes de que pudieran atravesar por la puerta.

El sirviente de Lady Catrina se volteó a buscar la canasta con sábanas y en cuanto lo hizo algo se arrastró detrás de él. Hermione y Merlín abrieron la boca con incredulidad, incapaz de creer lo que sus ojos veían. Pero cuando Jonas volvió a girar para entregarle la canasta a Merlín cambiaron rápidamente sus expresiones para no delatarse.

Salieron de allí y dieron unos cuantos pasos presurosos.

—¿A caso eso era una…?—comenzó a decir Hermione, necesitando una confirmación.

—¿Cola?—completó él estremeciéndose—Sí, creo que sí.

—Debemos ir con Gaius.

Cuando llegaron a las cámaras del galeno no tardaron en llamarlo casi a gritos. El anciano alzó la mirada de su libro y los contempló sobresaltado.

—¿Qué sucede?—inquirió.

—Entramos a las habitaciones de Lady Catrina—dijo Merlín sin vergüenza alguna.

—¿Qué encontraron?

—Algo no está bien allí—respondió el mago—Había ese olor extraño y puedo jurar que nadie durmió en la cama de Lady Catrina.

—Y había algo más…—Hermione indicó, intercambiando una rápida mirada con Merlín antes de volver a posar sus ojos en el galeno—Cuando nos estábamos yendo, Jonas volteó y creí ver… Sé que esto te parecerá un disparate pero creímos ver una cola.

—¿Una cola?—inquirió anonadado—¿Están seguros?

—Sólo fue por unos segundos pero… podría estar equivocada…

—Yo también la vi—aseguró Merlín—Era una cola.

—Les creo—Gaius asintió sin borrar su mirada llena de preocupación—Debemos mantenerla vigilada. Muy de cerca.

Fue así como el proceso de vigilancia comenzó. Ella y Merlín se turnaban para seguir a la mujer sin levantar sospechas durante el día, aunque Lady Catrina no hacía más que pasar el tiempo con su padre. Se enteraron, incluso, que Gaius había intentado advertir al rey sobre la "milagrosa" recuperación pero Uther sólo se enfureció porque entendió las insinuaciones del galeno.

Durante la cena de esa noche, Hermione notó nuevamente que ella no volvía a tocar su comida y cuando, lo más inocentemente posible, la interrogó al respecto, Catrina le contestó que había comido lo suficiente esa mañana, en su salida con el Rey. De nuevo, besó a su padre antes de despedirse, deseándole un buen descanso y ganándose una helada mirada de parte de la mujer. Esta vez, su hermano la había visto y, cuando ambos salían de allí, la interrogó.

—¿Esa es tu forma de marcar tu territorio?

—¿De qué estás hablando?—preguntó extrañada.

—Lo besaste delante de ella. Nunca lo besas… ¿A caso estás celosa?

Hermione rodó los ojos.

—No soy la clase de persona que cela a los demás—aseguró—-Sólo protejo a los que me importan.

—¿Y es Lady Catrina una amenaza para ti?

—No para mí, para nuestro padre… ¿No te parece un poco extraño que ella se sienta tan atraída hacia Uther?

—No—dijo aunque hizo una mueca porque la idea de su padre enamorado no era una muy atractiva—Es un hombre poderoso y rico. Muchas mujeres se fijarían en él.

—¿Y no es mejor que se figaran en su actitud antes que en la cantidad de oro que posee? ¿Qué se enamoren de él antes que de su castillo?

Arturo frunció el ceño.

—Es preferible, pero nuestro padre es un rey—le dijo y su mirada se bañó de cierta tristeza—El amor es un lujo que no siempre podemos poseer…

El recuerdo que él sufría por amor hizo que una chispa de enojo creciera en su pecho nuevamente. Pero lo contuvo. Los asuntos del corazón iban y venían. Estaba segura que Gwen pronto vería que Arturo era el amor de su vida.

—Yo pretendo casarme por amor—le confesó.

Arturo detuvo su andar de repente y la contempló con los ojos grandes como platos.

—No sé si nuestro padre estará de acuerdo con eso—comenzó a decirle con cuidado, temiendo hacerla enfadar—Mi matrimonio, al igual que el tuyo, será con alguien que nuestro padre elija y él pensará en el mejor modo de beneficiar a Camelot.

—Lo sé, pero yo no lo dejaré decidir eso por mí.

—No seas irracional… Si no lo haces, te desheredará.

—¿Y crees que eso me asusta? Eres tú el que no ha conocido otra vida más que la de príncipe, para mí, a pesar del tiempo, esto es casi como un sueño; uno muy interesante, lo admito, pero que no dudaría en cambiar en un abrir y cerrar de ojos si es por amor…

Arturo puso los ojos en blanco.

—Las mujeres siempre dicen esas cosas.

—Dime algo—pidió—Si tuvieras que elegir entre el amor de Gwen y ser rey… ¿Qué elegirías?

—Mi deber es primero con Camelot—recitó las palabras que desde pequeño le había enseñado su padre—y Gwen no siente nada por mí.

—No, olvídate de eso—le ordenó—Imagínate en una casa, una pequeña, con lo suficiente para vivir, pero al lado de la persona que amas. Sería bonito, ¿no? Yo nunca fui de las personas románticas pero…No lo sé—se encogió de hombros suavemente—Quizás tengas razón y simplemente estoy siendo demasiado soñadora—se rió de sí misma y de su absurdo arrebato—Mejor olvídate de lo que dije.

Dio un paso hacia adelante, dispuesta a seguir su camino, cuando la mano de su hermano la detuvo. Ella se volteó y descubrió que la contemplaba con seriedad.

—Sería algo lindo—admitió él—pero esa realidad está muy lejos de mí.

—Y de mí también, ¿no?

Arturo le sonrió levemente antes de cruzar uno de sus brazos alrededor de su hombro y continuar caminando con ella

—Demasiado—aseguró—Aún más porque yo debo aprobarlo antes. Si no es alguien que valga la pena te prohíbo que te enamores de él.

—¡Nunca me atrevería a hacer una cosa así!—exclamó para después poner los ojos en blanco.

Él la acompañó hasta sus cámaras y, tras despedirse, la dejó sola. Ingrid ya estaba detrás de ella, esperándola a para ayudarla con su vestido.

—Sabes que yo puedo hacerlo sola, ¿verdad?—le preguntó—No me quedaré atrapada dentro de un vestido para siempre si decides regresar temprano a tu casa.

Su doncella le dedicó una sonrisa amable mientras comenzaba a desatarle las cintas.

—¿Y quién le recordaría que debe trenzarse el cabello antes de dormir para que a la mañana siguiente no tenga que sufrir tirones cuando lo peino?

—Como si a alguien le importara mi cabello—indicó mientras

—A mi me importa y estoy segura que el rey se disgustaría si la viera andar por el castillo desalineada. Esa no es la imagen que debe tener una princesa.

—Supongo que no.

Fue detrás del biombo y se quitó la ropa para luego colocarse el camisón que le entregó Ingrid. Luego, su doncella la obligó a sentarse frente a un espejo mientras se dedicaba a hacer una trenza en su cabello. Hermione miró el reflejo y notó lo mucho que éste había crecido, unos centímetros más y llegaría a su cadera.

—Necesito un corte—pensó en voz alta.

—Pero no mucho. Mañana buscaré las tijeras.

—Gracias… —vio que ya había terminado—Ahora vete a dormir que es tarde.

Ingrid se marchó y ella se acercó a la cama dispuesta a tener una buena noche de sueño. Ahora, por lo menos, sabía que no estaba imaginando cosas: Lady Catrina ocultaba un gran secreto. Sólo debían averiguar cuál.

Hermione se despertó sobresaltada cuando alguien golpeó con demasiada persistencia la puerta de su habitación. Se sentó en la cama y miró hacia la ventana que tenía a unos metros. Era de madrugada. Quizás faltara menos de una hora para el amanecer. Se puso de pie y se abrazó a sí misma mientras caminaba para abrir, preguntándose quién podría ser. Ingrid, no. Era demasiado temprano.

—¿Merlín?

El muchacho empujó la puerta con su mano, abriéndola más, e ingresó. Rápidamente la cerró detrás de sí.

—Es un troll—dijo.

—¿Quién?

—¡Lady Catrina!—exclamó—¡Lo vi!

Merlín caminó alrededor de la habitación, de un lado para el otro sin quedarse quieto. Hermione fue tras él y lo tomó del brazo para tranquilizarlo.

—Espera… ¿Un troll? ¿Estás seguro? Son bestias enormes, con piel grisácea y bastante tontos…

Hermione recordaba muy bien lo que había acontecido cuando se quedó encerada en el baño del colegio con una de esas bestias. Había investigado mucho luego de aquel incidente y en todos los libros que leyó encontró que estos seres no se caracterizaban precisamente por su inteligencia.

—¡Estoy completamente seguro que era un trol lo que vi! Y definitivamente, ella no es tonta—aseguró Merlín hablando con prisa—Hablé con Gaius cuando regresé y me dijo que muchos trolls saben hacer hechizos para cambiar su forma y mezclarse con los demás.

—Por favor, cálmate… ¿Por qué no me cuentas bien qué sucedió?

Él tomó aire profundamente y asintió antes de comenzar a relatarle lo sucedido la noche anterior.

—Quise comprobar si dormía o no en sus cámaras. Como sabrás, éstas quedan justo debajo de las de Arturo así que, cuando tu hermano se durmió, yo entré y robé un espejo. Con un hechizo lo bajé a través de la ventana hasta la de ella y fue allí cuando lo vi… ¡Era repugnante! Estaba llena de verrugas, tenía la piel de un color marrón verdoso y unos dientes deformes… —hizo una mueca—Fue en ese momento cuando Arturo me descubrió y creyó que estaba espiando a Catrina.

—Era lo que estabas haciendo.

—Sí, pero él piensa que soy un pervertido—dijo con molestia antes de volver a suspirar—Luego de que me lanzó un discurso sobre mi comportamiento inadecuado, bajé y vi a Lady Catrina siendo humana de nuevo. Salía del castillo. La seguí y descubrí el sitio donde pasa las noches. Es frío, oscuro, húmedo y lleno de suciedad. Hay moscas alrededor de sus desperdicios… A penas se puede respirar…

—¿Alguien te vio?

—No, creo que no.

—Pero los trolls siente un total desprecio hacia los seres humanos—dijo mientras recordaba lo que ella había leído años atrás—prefieren pasar su tiempo en cuevas sucias, llenas de inmundicia y… ¡Oh!

Merlín asintió, sabiendo que ella se había dado cuenta de repente de lo que eso implicaba.

—¿Lo ves ahora? Nadie durmió en su cama y sus cámaras olían horrible…

—¿Y qué hay de su sirviente? ¿Alguna idea de lo que es?

Él se encogió de hombros, incapaz de darle una respuesta. Según el galeno había tantas alimañas alrededor del mundo que era un tanto difícil descubrir cuál de ellas era Jonas.

—Pero, aún así, ¿Por qué venir aquí? ¿Por qué con mi padre?

—Según Gaius, los trolls son profundamente codiciosos. ¿Quién más rico y poderoso que Uther Pendragon?

El horror invadió la mirada de Hermione.

—¡Oh, por Circe!

Merlín frunció el ceño.

—¿Quién en Circe? Te he escuchado muchas veces decir eso pero no lo entiendo…

—Circe fue una poderosa hechicera—dijo—Cuando descubrí que tenía magia, mi mundo cambió para siempre. No sólo aprendí hechizos y pociones sino también algunas expresiones. Esa es una de ellas…—suspiró—Aunque supongo que debo controlarme. Si alguien se da cuenta, estoy muerta.

Merlín la contemplaba fijamente, totalmente interesado en sus palabras. Eran pocas las veces en que ella hablaba sobre su pasado y no quería desaprovechar ninguna de esas oportunidades.

—¿Quién te enseñó todo lo que sabes sobre magia?—inquirió con curiosidad.

Los ojos de Hermione se movieron con cierto nerviosismo por la habitación antes de posarse nuevamente en él.

—Está bien—dijo Merlín con una triste sonrisa—No tienes que decirme…

Hermione suspiró, mirándolo casi implorante a los ojos mientras tomaba sus manos entre las suyas.

—Hay muchas cosas de mí que nadie sabe, Merlín—le dijo, contemplándolo casi sin parpadear—Y, sin importar que eres una de las personas en que más confío, no puedo decírtelo. No lo entenderías…

—Eso no lo sabes.

No había querido sonar tan herido pero sentía la extraña necesidad de saber todo de ella y él sabía perfectamente bien cuán ridículo sonaba eso.

—Hay mucho más, Merlín. Hay cosas que no puedo decirte porque… —su voz se trabó y él sintió que sus manos temblaban levemente—…porque esto va más allá de mí misma. Hay demasiado en juego.

—¿Qué quieres decir?—preguntó apretándole suavemente las manos—¿Qué es lo que está en juego?

—Todo.

A penas susurró la palabra pero ésta retumbó en los oídos de Merlín, casi aturdiéndolo. Fue una terrible sensación la que lo invadió, casi como un vaticinio de que algo terrible estaba por venir. Los ojos de Hermione brillaban demasiado, aunque no del buen modo. Ella parecía saber mucho, muchísimo más y, por alguna extraña razón, no quería decírselo. ¿A caso ese todo estaría relacionado con Aturo? ¿Con su futuro como Rey?

—¿Eres una vidente?

Hermione lo contempló con extrañeza pero luego rió con fuerza, sorprendiéndolo. La repentina seriedad de la charla se había roto y él no lograba entender porqué.

—¿Dije algo gracioso?

Ella aún sonreía cuando le contestó.

—Sí. Yo siendo vidente es una idea demasiado absurda para ser verdad. La capacidad de ver el futuro es, ciertamente, intrigante pero me parece una ciencia muy inexacta. El futuro es como una capa muy delicada que puede romperse con facilidad. Con Morgana lo hemos probado, ¿No?

—¿Lo hemos probado?—inquirió confundido.

—Muchas de las cosas que ha soñado Morgana se han hecho realidad, es cierto, pero muchas otras no. ¿Recuerdas cuando soñó que Sophia asesinaba a Arturo? Gracias a nuestra intervención el futuro cambió.

Merlín asintió, entendiendo a lo que ella se refería.

—Eres increíblemente inteligente—le dijo.

—Lo sé—Hermione le sonrió.

—Y modesta—agregó con sarcasmo pero devolviéndole la sonrisa.

Y terriblemente hermosa. Pero eso no lo dijo en voz alta. Ya lo había dicho anteriormente y sólo había conseguido avergonzarse a sí mismo. Cuando sintió que acariciaba el dorso de su mano bajó la vista a ellas y se dio cuenta que aún no la había soltado. Quiso apartarlas pero Hermione o se lo permitió.

—Merlín…

Alzó la mirada lentamente para descubrirla demasiado cerca suyo.

—¿Sí?

La vio humedecerse los labios con la punta de su lengua. Siguió el movimiento con su mirada, sintiéndose repentinamente sofocado.

—Yo…

—Hermione, he conseguido las tijeras… ¡Oh!—Ingrid había abierto la puerta repentinamente pero al verlos tan juntos se detuvo de pronto y abrió los ojos enormemente—Lo siento—bajó la mirada al suelo—Vendré más tarde…

—No—Merlín se apartó rápidamente del lado de Hermione y se acercó a la puerta—Ya me iba… —lanzó una mirada nerviosa a Hermione, recordando el motivo por el que había ido allí—Gaius fue a hablar con tu padre. Intentará convencerlo…

—Él jamás le creerá—dijo Hermione.

—Lo sé. Sólo espero que Uther no se lo tome tan mal. No quiero tener que ir a visitarlo a prisión.

—¡Dios, no! Yo veré que eso no suceda.

Él asintió y abrió la boca para decir algo más pero notó que Ingrid escuchaba atentamente la conversación, aunque intentaba disimularlo.

—Gracias—fue todo lo que dijo antes de marcharse.

Un corte de cabello y al menos un par de docenas de miradas interrogantes a través del espejo después, Ingrid la dejó salir. No le preguntó nada y Hermione se lo agradeció en silencio.

Lo primero que hizo fue encontrar a su padre. Quería cerciorarse que Gaius estuviera bien. Buscó en la sala de tronos y en la cámara de recibimientos pero no lo encontró. Preguntó a Sir León si lo había visto y el caballero le informó que lo había visto caminar por el ala este del castillo. Tras agradecérselo, salió hacia allí y lo encontró muy pensativo.

—¿Padre?

Aún le resultaba extraño llamarlo así, más aún porque aquel hombre era realmente su padre. Uther alzó la mirada hacia ella y al verla le sonrió.

—Hermione… ¿Qué haces aquí?

—Te estaba buscando—confesó pero rápidamente se dispuso a crear una mentira alrededor—Hace mucho que no paso tiempo contigo y me estaba empezando a preguntar si ya me has cambiado.

Quizás actuar como la hija celosa no sería tan mala idea después de todo, se dijo.

—¿Cambiarte? Nunca—aseguró Uther, acercándose a ella para tomarla en sus brazos atrayéndola a su pecho—Me disculpo si te di esa impresión.

Ella se apartó suavemente y le sonrió.

—Entonces, ¿Querrías cenar conmigo esta noche?

—Lo siento, pero prometí a Lady Catrina que esta noche cenaría con ella… ¡Pero podemos dejarlo para mañana!—añadió cuando notó que su hija lo miraba con tristeza.

—De acuerdo, padre… —titubeó unos instantes—¿Ella te gusta?

Uther se sorprendió por la atrevida pregunta y luego de boquear como un pez fuera del agua por unos instantes y de moverse incómodo, respondió:

—Es complicado.

—Por el contrario, sólo debes decir sí o no.

—Hermione, no es así de simple—agitó la cabeza—Ha pasado mucho tiempo desde tu madre. Ella fue el amor de mi vida…

—No me enfadaría saber que quieres volver a casarte—aseguró ella.

—¿No?

—No, sólo… bueno…

Uther sabía que había algo que su hija no le estaba diciendo.

—¿Qué?

—Lady Catrina es muy hermosa y parece ser una mujer muy amable…

—Así es.

—Pero hay algo raro en ella.

El rey entrecerró los ojos.

—¿Qué quieres decir?

—¿No es curioso que toda su familia haya perecido en el ataque y que sólo ella haya sobrevivido? ¿O que nunca coma nada?

—¿Gaius te ha estado llenando la cabeza con tonterías?—su tono era molesto ahora.

—¿Gaius?—simuló estar desconcertada—Ni siquiera lo he visto aún. ¿A caso te dijo algo él también?

—Puras necedades—gruñó entre dientes—Lady Catrina es una mujer que ha pasado una gran desgracia y ahora necesita todo nuestro apoyo, no nuestras sospechas. Deberías sentirte avergonzada de ti misma, Hermione. Te creía más gentil y comprensiva.

—Lo siento—murmuró volviendo a actuar como la hija celosa—Es que desde que ella ha llegado te has olvidado prácticamente de mí.

El ceño de Uther se suavizo y miró a su hija con adoración.

—Las dos personas más importantes de mi vida son Arturo y tú—le aseguró—Ustedes son el futuro de Camelot… ¿Sabes…?—sonrió—Quería guardar esta noticia para un mejor momento pero asumo que éste es tan buen momento como cualquier otro…

—¿Qué noticia?—preguntó con interés.

—Quiero que te comiences a preparar para gobernar Camelot.

—¿Qué?—Hermione se quedó prácticamente sin palabras y contempló a su padre incapaz de creer lo que oía—Pero… pero… ¡Arturo debe ser el rey!

—Y lo será. Él es mi primogénito. Nació sólo unos minutos antes que tú. Y, por ende, le corresponde asumir al trono cuando yo no esté. Pero los tiempos que corren son inciertos.

—Estoy completamente segura que el trono sólo le pertenece a Arturo. Créeme, padre, no tengo ninguna intención de ser reina.

—Eso no está en discusión—dijo con tono serio—Forma parte de tus responsabilidades como princesa estar preparada para asumir si la situación se vuelve complicada. Pero no lo estás—bajó la vista unos instantes antes de volver a mirarla a los ojos—y eso es culpa mía.

—¿Por qué dices eso?

—Porque cuando apareciste, confieso, tuve mis dudas con respecto a ti. No a tu identidad pero sí a tu fidelidad. Estaba aterrado con la idea de que esa maldita bruja te haya criado a su favor, poniéndote en mi contra… pero, con el paso del tiempo, he llegado a descubrir que no es así. Eres fiel a mí y a Camelot.

—Por supuesto que sí—aseguró con firmeza—Sin embargo, no creo ser capaz de reinar. ¡Mi lugar está con los libros, con las pócimas, con la medicina! No sé nada sobre estar a la cabeza de un reino como Camelot.

—Eso porque no estás preparada aún. Yo hablaré con Arturo. De ahora en más, lo acompañarás sus deberes. Aprenderás a ordenar a los caballeros, a elaborar discursos, a sobrellevar los sobresaltos.

Hermione negó con la cabeza, totalmente sorprendida por esa noticia tan abrumadora, pero Uther no le dio oportunidad de seguir protestando.

—Es tu deber—le recordó—Puedes tomarte unos días para aceptar la idea antes de comenzar con tus estudios.


¡Hola! Lamento no haber actualizado en mucho tiempo, pero he estado algo ocupada y he tenido algunos inconvenientes en estos últimos tiempos. Han sucedido cosas que no me han dejado estar tranquila para escribir o cualquier otra cosa. En fin, espero que este capítulo haya sido de su agrado porque a mi me resultó tan divertido escribirlo.

Como hoy es 24, les deseo una muy ¡FELIZ NAVIDAD! y, como pronto será año nuevo, también les desearé un muy buen comienzo de año. Que sus vidas tengan momentos de felicidad, que sus propósitos se cumplan y que tengan un buen libro a mano siempre para poder leer.

¡Felices fiestas!