Ninguno de los personajes me pertenece.


Lotus-one: Lamento haber tardado en actualizar, pero aquí está y con sorpresa, sorpresa, al final! jejeje...

Anónimo: ¡Estoy subiendo más!


La bella y la bestia-parte tres

Capítulo especialmente dedicado a Xoam. ¡Gracias por tu ayuda, muchacha!

Me obsequiaste una excelente idea.

—Te ves realmente horrible—dijo Jonas a su señora contemplándola mientras se peinaba para recibir a Uther para la noche de bodas—¿Se mantiene el encantamiento?

—Funciona a la perfección—respondió Catrina—Uther es como un cachorro con cadena.

—¿Qué hay con el muchacho? ¿Merlín? Conoce tu secreto…

—Déjamelo a mí.

—¿Y la princesa?

Catrina sonrió con burla.

—Conseguiré que Uther apenas pueda verla… me desaceré de ella muy pronto.

Rió y Jonás no tardó en imitarla pero cuando el rey apareció, sonriendo embobado, ambos se volvieron a colocar serios. Jonas hizo una reverencia respetuosa y se alejó rápidamente de la habitación.

—¡Cariño!—exclamó el rey, comenzando a desvestirse mientras iba hacia ella—¡Al fin estamos solos!

Llegó a su lado, tomó su mano y comenzó a dejar besos, subiendo poco a poco por su brazo. Catrina apartó la mirada hacia un lado y sollozó, cubriéndose la boca con su mano para amortiguar el sonido, pero él la oyó. Se detuvo de inmediato y alzó la mirada hacia el rostro de su nueva esposa.

—¿Qué ocurre?—inquirió desconcertado.

—Lo siento—tomó aire profundamente y simuló intentar contener la angustia que sentía—No eres tú. Quiero esto más que ninguna otra cosa—le aseguró, contemplándolo directamente a los ojos—Éste ha sido el día más feliz de mi vida.

—Entonces, ¿Qué ocurre?—repitió él.

—Cuando me vi obligada a abandonar mi hogar, la única cosa que pude tomar fue el sello de mi familia.

—Me lo enseñaste la primera vez que viniste aquí—recordó Uther.

—Es el único recuerdo que me queda de mi padre—dijo angustiada—y… y ahora ha desaparecido. Robado de mis aposentos.

—¿Quién podría haber hecho una cosa así?

—¡Oh, no! No. No quiero ocasionar ningún tipo de problema—aseguró tomando entre sus manos el rostro de su esposo—No, es un día que debe estar lleno de alegría.

—Catrina—Uther apartó sus manos y la contempló con seriedad—¿Quién tomó tu sello?

Ella simuló estar en una gran complicación, como si decir el nombre le causara demasiado dolor.

—Fue el sirviente de Arturo, Merlín.

—No deberías estar aquí—dijo el mago a Hermione—Si Arturo entra y te descubre…

—Le diré que venía a verlo—le respondió ella mientras ayudaba al sirviente de su hermano a acomodar las almohadas de la cama antes de extender la sábana—Pero eso no importa… Aún no puedo creer lo que sucedió. Desde ayer tenemos una nueva reina que resulta ser una maldita troll que quiere el oro y el poder de mi padre… Intenté detenerla, Merlín. Estuve a un segundo de lanzar cualquier hechizo que se me viera a la cabeza pero mi padre llegó… —suspiró—Fui una cobarde…

—No, no digas eso—pidió, yendo a su lado—Te habrías descubierto delante de Uther y sabes que no puedes.

—Lo sé—suspiró con resignación antes de mirarlo directamente a los ojos—Me preocupé tanto cuando Gaius me dijo que no apareciste en toda la noche.

Merlín gimió ante el recuerdo.

—¡Fui un idiota!—exclamó—Jonas se me acercó, me dijo que era un prisionero, que quería ayudarme. Tenía mis dudas pero necesitaba ir a comprobar si era verdad o no lo que me dijo porque esa podía ser nuestra oportunidad para derrotarla…

—¿Qué te dijo?—inquirió con curiosidad ella.

—Que todas las noches Catrina toma una poción para transformarse en una mujer hermosa y que, si deja de tomarla, su cuerpo volverá a ser el mismo de siempre: el de un troll. Y entonces, Uther la vería como realmente es… Fui esa noche al sitio donde duerme pero una vez que entré, Catrina me bloqueó la salida. Hizo que rocas se derrumbaran en la puerta y no pude salir hasta la mañana siguiente después de que pasara horas y horas intentando apartarlas con un hechizo.

—¿Estás seguro que dijo que se tratara de una poción?

—Sí, ¿Por qué?

—Poción multijugos…—murmuró para sí misma.

—¿Poción qué?—inquirió Merlín sin saber qué clase de pócima era esa que mencionaba.

Pero Hermione nunca pudo contestarle porque la puerta se abrió de repente y entró Arturo.

—¡Tienes que irte ya mismo de aquí!—dijo mirando a Arturo, sus ojos se posaron repentinamente en su hermana pero agitó la cabeza y volvió a concentrarse—El rey ha ordenado arrestarte.

—¿Qué?

—¡¿Por qué?!—inquirió Hermione.

—Catrina lo acusa de haber robado su cello real.

—¡No creerás eso!

—Claro que no lo creo—dijo en tono ofendido su hermano mientras iba hacia la puerta lateral de su cámara para comprobar que no había nadie allí.

—Yo nunca…—comenzó a decir Merlín pero Arturo lo interrumpió.

—No quiero saber y no tienes tiempo de explicar. Si valoras tu vida, debes irte de Camelot ahora mismo.

Se acercó, lo tomó del brazo y lo sacó casi a las rastras de allí, por la puerta que acababa de vigilar.

—¡Ella es un troll!—intentó convencerlo nuevamente—Me está tendiendo una trampa.

—Ya pasamos por esto—dijo indignado Arturo.

—¡La vi!—insistió.

—No me importa. Tienes que irte.

—Pero no puede…—intentó protestar Hermione, sintiendo pánico.

¡Merlín no podía dejar Cámelot!

—Hermione, si se queda lo matarán—gruñó entre dientes, sin dejar de empujar a su criado fuera.

El mago giró el rostro para contemplar a una angustiada Hermione que lo contemplaba como si estuviera a punto de largarse a llorar. Quiso decirle que todo estaría bien, que él no la dejaría sola en aquella complicada situación pero si quería que los guardias no lo atraparan debía de marcharse inmediatamente.

—¡Vete!—le ordenó Arturo.

Miró por última vez a Hermione antes de salir corriendo de allí.

—¿Señor?—unos golpes en la puerta de la entrada de las cámaras los sobresaltó.

Arturo y Hermione intercambiaron miradas preocupadas.

—Mantén la calma—le dijo a su hermana antes de ir a abrir y encontrar a León—No está aquí—le informó con seriedad—Debe de haber escapado cuando escuchó el revuelo, sigan buscando e infórmenme si lo encuentran.

—Sí, señor.

Arturo volvió a cerrar y se volteó, contemplando a Hermione, quien seguía parada en medio de la habitación, mirando angustiada.

—Estará bien—intentó consolarla.

Ella asintió e intentó aparentar tranquilidad.

Él no era tonto. No necesitaba tener más de dos dedos de frente para darse cuenta que Hermione quería demasiado a aquel mequetrefe de Merlín. No lo entendía y no le gustaba, pero no tampoco le agradaba ver a su querida hermana en ese estado.

—Tengo que ir a anunciarles sobre la búsqueda—le informó—¿Quieres venir conmigo?

Hermione negó con la cabeza.

—Iré a ver a Gaius—respondió tomando aire profundamente—Le gustará saber que Merlín no fue capturado.

—Bien—su hermano asintió y la miró partir.

Rogaba que esos sentimientos que tenía ella por el muchacho no fueran nada serio. Estaba seguro que sólo terminaría sufriendo.

—Temo que él haya escapado de nuestras redes—dijo el príncipe, sintiendo la mirada fija de la nueva reina de Camelot.

—Eres demasiado rápido en abandonar la cacería.

Arturo se tensó al escuchar a la mujer hablar de ese modo de Merlín. Su sirviente no podía ser mejor pero no era un animal tras el que él iba. Aún así, supo que lo mejor era seguirle la corriente.

—Eso es porque sé que mi presa se ha escapado.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?—exigió saber su padre.

—Pues bien, a pesar de las apariencias, Merlín no es estúpido. Debió de oír que estábamos buscándolo y huyó.

—Burlando a tu ejército en el proceso—indicó Catrina.

—Eso parece—respondió tenso Arturo.

—Pensé que tus hombres aspiraban a los mismos altos estándares que mi padre inculcó en ti—dijo Catrina mirando al rey con interrogación.

—Cuando lideraba el ejército, así era—aseguró Uther.

Arturo intentó no contemplar con odio a Catrina. ¿Con qué derecho venía a juzgar su modo de dirigir a los caballeros de Camelot? Siempre había sido muy riguroso con su entrenamiento y, si no habían encontrado a Merlín era porque él lo había ayudado a escapar.

—Puede estar en cualquier parte.

—¿Y ese es motivo para rendirse?—preguntó con molestia la reina.

—No, no. Es que creo que nuestros recursos…

—Ya he escuchado suficientes excusas—dijo el rey pero rápidamente se corrigió—Hemos escuchado suficiente. Encuentra al chico.

Arturo asintió.

—Señor—hizo una reverencia y estaba a punto de marcharse cuando recordó que le debía el respeto a la detestable mujer también—Mi señora.

Giró sobre sus pasos para alejarse pero lo que escuchó decir a Catrina lo obligó a volverse con prisa.

—Mi señor, no quiero acusar a nadie de este desafortunado incidente pero, ¿Lady Hermione no estará involucrada?

—¿Disculpa?—inquirió Arturo, viéndola con los ojos abiertos como platos.

—¿Por qué dices eso?—preguntó Uther con el ceño fruncido—¿Por qué crees que mi hija está implicada en el escape de Merlín?

—Bueno…—ella miró repentinamente con cierta timidez—Sé cómo es el amor joven…

—¿Amor?—Uther se tensó.

—Mi señor, ¿Cómo pudo no darse cuenta? ¿A caso no recuerda que en medio de la ceremonia de nuestro matrimonio su hija salió, descortésmente, para buscar a este sirviente?

—Fue mi culpa—intervino Arturo—Había supuesto que Merlín estaba fuera de la sala y que los guardias no lo dejaban entrar, por lo que le pedí que disimuladamente saliera y lo trajera.

Uther asintió, aceptando esa falsa historia.

—¿Lo necesitabas tan urgentemente?—insistió Catrina en el asunto.

—Era un momento importante. Necesitaba que todos los sirvientes de Camelot estuvieran trabajando.

El rey volvió a asentir, creyéndole. Antes de que Catrina volviera a hablar, Arturo hizo una reverencia presurosa y se alejó.

El día fue tenso para Hermione, siempre temiendo que los guardias encontraran a Merlín. Estuvo atenta todo el tiempo, escuchando a los guardias charlar, buscando a Arturo para que le diera noticias, pero él simplemente negaba con la cabeza y la miraba con cierta lástima. Aún así, ella sonreía levemente, aliviada, porque sabía algo que él no. Quizás por ese motivo pudo dormir durante la noche sin inquietud.

A la mañana siguiente se levantó incluso antes de que Ingrid llegara. Se vistió sola y se encaminó a la cocina donde buscó un pan aún tibio y queso. No sería un desayuno adecuado pero debería de bastar. Cuando salía se encontró con su doncella que la contempló con curiosidad.

—Voy a donde Gaius—le explicó sin detenerte—Toma el día libre si quieres.

No se quedó a esperar una respuesta de su parte. Con sus brazos llenos, dio largos pasos hasta las cámaras del galeno y, por el camino, oyó que uno de los guardias comentaba a otro que habían encontrado una fogata humeante en el busque que, suponían, Merlín había encendido cuando se detuvo a acampar antes de seguir huyendo de Camelot.

Entró a las cámaras del anciano sin golpear y volvió a cerrar la puerta tras ella. Gaius alzó el rostro rápidamente, apartándolo del libro que leía cuando sintió que alguien ingresaba, asustado de que fueran nuevamente los guardias buscando a Merlín, pero al ver a la princesa se relajó notablemente.

—¿Tienes noticias?—le preguntó.

Hermione dejó los alimentos sobre la mesa mientras asentía.

—Han encontrado el rastro y lo están siguiendo.

El médico suspiró con alivio. Se puso de pie y caminó hasta un barril que había a unos metros. Estaba cubierto con una tapa y, encima de ella, había un platón de cerámica. La apartó y sacó la tapa de madera del barril también, dejando ver una gran cantidad de semillas. Pero sólo aparentaba estar lleno. Dio un golpe al costado como señal y rápidamente Merlín salió del interior.

—Eso fue cómodo—dijo el chico alzando sus piernas por encima del barril.

—Un mal necesario, me temo—comentó el anciano—Han encontrado el rastro que hemos dejado pero no los engañaremos por mucho tiempo.

—Entonces será mejor que me mantenga ocupado—indicó caminando hacia la puerta.

—¡Espera! Toma…—Hermione cortó un trozo de queso y de pan y se lo tendió—Debes comer algo.

Merlín aceptó gustoso, dándose cuenta, repentinamente, que su estómago gruñía pidiendo alimento.

—Gracias, Hermione.

—Y, por favor, ten cuidado—le pidió—Los guardias aun te siguen buscando.

El mago asintió y luego volvió a salir corriendo de allí. Hermione lo vio marcharse hasta que la puerta volvió a cerrarse. Cuando giró la mirada descubrió que Gaius la observaba con atención.

—¿Qué?—preguntó con inocencia.

—Al paso al que van, se van a volver ancianos antes de que confiesen sus sentimientos el uno por el otro.

Hermione se ruborizó terriblemente y contempló al anciano sin saber qué decirle, con los ojos abiertos como platos, casi sin poder creer lo que estaba escuchando. ¿Era realmente tan obvio? Para el galeno, al parecer, sí.

—Merlín jamás se atrevería a faltarte el respeto—añadió Gaius cuando vio que ella no decía nada—Eres la princesa de Camelot y es algo que él no se permitirá olvidar, por lo que deberás ser tú la que se le acerque.

—Yo…—intentó aclarar sus pensamientos aunque sin conseguirlo.

Nunca le había dicho a nadie sobre sus sentimientos. Era difícil encontrar a alguien en quien confiar. Morgana estaba fuera de discusión, al igual que su hermano puesto que sólo conseguiría enfadarlo y que despidieran al muchacho. Aún tenía cierto resentimiento hacia Gwen, por lo que no confiaría en la chica hasta que no aclarara lo que sentía por Arturo. ¿A caso Gaius era el único? Por más que sabía que podía confiar en él nunca lo había visto como su confidente.

—¿Qué haré si él no quiere tener nada que ver conmigo?—preguntó finalmente—No puedo prometerle nada. Soy la hija de Uther y sabes tan bien como yo que mi padre jamás lo aceptará.

—Sé que él quiere… "tener que ver contigo"—Gaius dijo esas palabras con ciertas dudas puesto que le resultaba extraño el modo en que ella se había expresado—Y puedo asegurarte que está más que dispuesto a hacer cualquier tipo de sacrificios por ti.

Hermione suspiró con cierta tristeza. Ella no quería que hiciera sacrificios. Le hubiese gustado poder haberlo conocido en el futuro, donde seguramente todo hubiera sido más fácil… o quizás no. El destino podía un retorcido sentido del humor y parecía no desconocer lo que era la ironía. Porque, definitivamente, era ciertamente irónico que ella, siendo bruja, tuviera un padre que despreciara tanto a todo aquel que poseía magia.

Merlín regresó recién a las cámaras del galeno a la noche y se encontró con la cena lista, preparada por la misma Hermione en la pequeña cocina que tenía a un lado. Una especie de estofado cuyo aroma logró que se le hiciera agua la boca.

—Aún no te has marchado—le dijo a la princesa.

—¿Quieres que me vaya?

—¡No!—casi gritó, no queriendo que piense eso—Simplemente… ¿No sospecharán?

—Avisé que estaría todo el día aquí y di a Ingrid el día libre—le explicó—Ahora siéntate, debes comer algo más que pan y queso.

El galeno también se sentó en la pequeña mesa, dejando que la chica les sirviera a ambos.

—He encontrado la pócima—les informó Merlín después de dar unos cuantos bocados.

Metió la mano dentro del bolsillo de su casaca y les mostró un pequeño frasco con un líquido viscoso de color marrón.

—Vi que ella lo bebió y, cuando lo hizo, las verrugas que comenzaban a salir en la piel de su brazo desaparecieron repentinamente—les explicó—Cuando Jonas se durmió, entré y se lo robé.

—Debe ser magia muy poderosa para conseguir una transformación como esa—dijo claramente asombrado el médico.

Hermione tomó el frasco y lo contempló, reconociéndolo inmediatamente.

—Poción multijugos.

—Te oí decir eso ayer—recordó Merlín—¿Qué es?

—Es una poción complicada, que lleva mucho tiempo de elaboración. Permite que, la persona que la bebe, se transforme en otra. Pero tiene que beberla cada cierto tiempo porque a medida que el efecto se acaba, vuelve a adoptar su forma original—expuso sin dejar de mirar el frasco con curiosidad—Siempre pensé que sólo funcionaba con humanos… aunque supongo que se refería a transformase en uno.

—¿Dónde has aprendido esto?—inquirió Gaius.

—Lo leí—contestó dejando el líquido sobre la mesa para contemplar al anciano—y yo misma hice esta poción una vez, pero sólo mis amigos pudieron transformarse.

—¿Por qué tú no?—quiso saber Merlín, contemplándola con curiosidad.

—Tuve un accidente—murmuró con vergüenza—Para elaborar la poción necesitas un cabello de la persona en la que deseas transformarte. Tomé uno de la ropa de una chica pero resultó ser pelo de gato—hizo una mueca al recordarlo—Estuve escupiendo bolas de pelos por días. ¡Fue asqueroso!

Merlín rió pero al sentir el codazo de Gaius se puso serio con prisa.

—¿Y por qué querías transformarte en alguien más?—preguntó el galeno.

—Eh… bueno…—meditó cuánto es lo que podía decir—Mis amigos y yo necesitábamos a entrar a un lugar para averiguar sobre… algo.

El anciano la contempló con el ceño fruncido. Sí, lo sabía, aquello no le daba la información que requería pero no podía decirle todo.

—¿Puedes hacer una poción que se pareciera y supiera como ésta?—preguntó Merlín al galeno.

—No lo sé, supongo que sí. Pero debería ser Hermione quien la prepare para que funcione…

—No—Merlín lo interrumpió negando con la cabeza—No quiero que funcione. Si puedo reemplazar la poción por una que no sea mágica…

—¡Ah!—los ojos del anciano brillaron en compresión—Entonces Catrina seguirá bebiéndola pero no funcionará más y se convertirá en Troll.

—Exactamente.

—Puedo intentarlo—aseguró—aunque puede que lleve tiempo…

—Hay que hacer el cambio antes de mañana o Jonas se dará cuenta—le recordó Hermione.

—Entonces, va a ser una noche muy larga.

Catrina miró con desprecio la cama que tenía delante de ella. La misma cama que debía compartir con el rey.

—Mi señora.

Sobresaltada, se giró y vio al Rey de pie detrás de ella, contemplándola con una sonrisita que odió inmediatamente.

—Mi señor…

—Te traje flores recogidas del jardín real—le dijo, mostrándole el ramo.

—Oh… son…—lentamente le dio la espalda, queriendo huir de esa situación inmediatamente, especialmente cuando sitió que Uther se detenía justo detrás de ella—son… adorables…

—No tan adorables como tú—aseguró el rey, bajando sus labios al cuello de su esposa.

Al primer contacto, ella saltó y se alejó de él.

—¿Estás bien?—preguntó desconcertado Uther cuando la oyó sollozar mientras dejaba el ramo sobre la cama y se volvía hacia su esposa.

—Lo siento. No. No creo que pueda seguir con esto.

—¿Seguir con qué?

—La mentira—le respondió mientras cubría su boca para ocultar otro sollozo—No puedo seguir fingiendo así. Estoy empezando a preguntarme si realmente eres el hombre que creía que eras. El hombre del que me enamoré. El hombre con el que me casé era firme, fuerte, en cuerpo y alma.

Uther acortó la distancia que los separaba, tomó su cintura y la atrajo a su cuerpo con fuerza.

—Confía en mí—le dijo en voz baja y ronca—soy eso y mucho más.

—Temo por Camelot—dijo Catrina cuando notó que él quería besarla—Arturo no ha salido como su padre. Es demasiado débil para tomar decisiones difíciles.

—Entonces, tiene suerte, yo tengo buena salud—le aseguró mientras tomaba su mano y dejaba un beso sobre ella mientras intentaba arrastrarla hacia la cama—Mucha suerte.

—Pero, ¿Y si te sucede una tragedia?

—Deja que yo me ocupe de Arturo.

—No, no puedo. Tu amor por él no te ha dejado ver sus defectos.

—Juzgo a Arturo igual que al resto de los hombres—indicó con prisa, queriendo dar por zanjado el tema—Si destaca, es recompensado. Si falla, es castigado. Cuando Hermione comience a prepararse para reemplazarlo, si algo malo le sucede, será igual.

Catrina abrió los ojos con notable sorpresa al enterarse de eso.

—¿Quieres declarar a Hermione heredera a la corona?—Uther asintió—Bueno… Si estás seguro.

—Lo estoy—dijo y volvió a sonreírle mientras la arrastraba nuevamente a la cama—Deja que despeje tu mente. Te prometo que nuestra primera noche como marido y mujer será memorable.

Catrina se sentó en la cama viendo como Uther se arrodillaba en el suelo, frente a ella. Desesperada, hizo lo primero que se le ocurrió: dejó salir su aliento pestilente directamente en la cara del rey, logrando que el olor lo desmayara. El cuerpo inconsciente de Uther cayó sobre ella, pero lo empujó con prisa. Se levantó de un golpe y maldijo en voz alta.

Esto no se quedaría así. Jamás permitiría que nadie que no fuera ella asumiera al trono cuando Uther no estuviera más.

Merlín tenía la mirada fija en Hermione. La princesa se había quedado dormida sentaba. Sus brazos descansaban sobre la mesa y le servían como almohada. Tenía los ojos cerrados y la boca ligeramente abierta, por la que escapaba con suavidad su aliento. Muy pocas veces había tenido la oportunidad de observarla tan fijamente como en ese instante. Si al verla andar por el castillo la mirara de esa forma, lo creería un loco. Pero allí, en ese instante, ella dormía.

No se había dado cuenta anteriormente que tenía la piel incluso más clara que su hermano y que allí, justo debajo de su oreja derecha, tenía un pequeño lunar que él quiso, repentinamente, besar. Asustado con sus propios pensamientos, apartó la mirada de la chica pero sus ojos nuevamente volvieron hacia ella, incapaz de controlarse. Le gustaba también la forma que tenían sus labios. El labio inferior era ligeramente más grueso que el superior. Recordaba haberla visto mordérselo cuando estaba concentrada en la lectura, dejándolo sonrosado y ligeramente húmedo.

—Si la sigues mirando de ese modo—oyó que le decía Gaius, sacándolo de su ensimismamiento—ella despertará y gritará aterrada.

—Yo no la estaba mirando—indicó con prisa, apartando los ojos velozmente mientras sentía que se ruborizada horriblemente. Tragó saliva y notó que Gaius mantenía dos frascos en la mano que parecían completamente idénticos—¿Lo conseguiste?

—Eso creo.

—¿Qué tiene?—preguntó con curiosidad.

—Nada muy potente. Tripas de rata…

—Estupendo—dijo con sarcasmo.

—Pasta de sapo…

Merlín lo contempló confundido por esas palabras.

—Tomas dos sapos—explicó Gaius—y los pulverizas…

—Ya entiendo—lo interrumpió no queriendo oír más.

—Estiércol de caballo, ojo de oveja aplastado…

—Adorable.

—Bolsa de escoria, tres arañas lobo y la poción no está completa sin un poco de cerebro de oveja.

—Suena…delicioso…—dijo con una mueca de asco.

—Bien, porque tú vas a probarlo.

—¡De ninguna manera!—saltó hacia atrás cuando Gaius le ofreció el frasco, chocando con la mesa, sobresaltando a Hermione.

—¿Qué sucede?—preguntó abriendo los ojos de repente, contemplando a Merlín y a Gaius fijamente.

—Lo siento—se disculpó el mago.

Hermione se desperezó lentamente, llevando los brazos hacia el techo, estirándose. Merlín se quedó contemplándola embobado hasta que sintió que Gaius se aclaró la garganta ruidosamente para llamarle la atención.

—¿Qué es eso?—preguntó de pronto la princesa al ver el frasco que sostenía el anciano en su mano—¿Lo conseguiste?

—Eso es lo que quiero saber pero Merlín no quiere cooperar—le respondió con cierta molestia, mirando rencoroso al muchacho.

—¿Por qué no?—preguntó extrañada.

—¡Quiere que beba esa asquerosidad!

—Sólo un pequeño sorbo—se excusó el anciano—Y es totalmente inofensivo…

Hermione se le acercó, contemplando el frasco con curiosidad.

—¿Qué contiene?—preguntó—Podría probarlo yo sino...

—¡NO!—gritó Merlín tomando el frasco de la mano de Gaius antes de que pudiera hacerlo ella—yo lo beberé y…. no quieres saber que tiene.

Hermione notó que Merlín dudaba seriamente antes de sumergir apenas su dedo índice en aquel líquido viscoso de color horrible. Su mirada se volvió casi agónica, como si lo estuvieran a punto de torturar antes de llevarse el dedo a la lengua y sentir el sabor. De inmediato hizo una meca de asco, sintiendo arcadas.

Se apresuró a servirle un vaso con agua y se lo tendió. Merlín bebió todo el contenido, haciendo buches para intentar quitarse el mal sabor.

—Eso fue… ¡Asqueroso!

—Para ti—indicó Gaius—pero no para un troll.

—¡No puedo creer que dejaras que me pusiera esa cosa en la boca!

—Sí—Gaius le arrebató el frasco sin darle mayor importancia y le tendió el otro—Ahora prueba el original.

—No, no puede—Hermione se adelantó—Es una pócima muy potente…

—Escúpelo inmediatamente—le ordenó el anciano a Merlín.

El mago gimió lastimeramente pero aún así hizo lo que le pedía el anciano, no sin titubear como antes. Cuando su dedo tocó su lengua, volvió a sentir una arcada pero recordó lo que le había dicho y escupió de inmediato. Nuevamente, Hermione le tendió agua que él bebió.

—¿Sabe exactamente igual?—preguntó el galeno.

—Sí, es horrible.

—¿Estás seguro?—inquirió—Porque si hay una gran diferencia Catrina se dará cuenta.

—Sabe exactamente igual—aseguró.

—Bien, esperemos que ella piense lo mismo.

Merlín salió de allí a intercambiar los frascos y Hermione regresó a su propia habitación donde se encontró con una muy enojada Ingrid que la reprendió por no haber aparecido en todo el día anterior y por vestir las mismas ropas.

—Tuve que hacerlo—dijo—Gaius necesitaba mi ayuda—le aseguró.

—¿A caso no pensaste en las consecuencias?—le preguntó su doncella—Si su padre venía a buscarte y no la encontraba…o si se entera que ni siquiera pasó la noche aquí.

—¡Pero no estuve haciendo nada malo!—aseguró—Ingrid, por favor, créeme…

Su doncella suavizó su mirada.

—Por supuesto que le creo… y no diré absolutamente nada a nadie pero, por favor, no vuelva a hacer eso—le rogó—Es peligroso.

—Lo intentaré.

No iba a prometerlo cuando sabía que había muchas posibilidades de que eso vuelva a suceder si las circunstancia lo ameritaban.

Después de eso, Ingrid se dedicó a dejarla decente. La obligó a bañarse, la peinó, la vistió y le dio algunos anillos y un colgante para demostrar que pertenecía a la realeza usando costosas joyas. Una vez lista, la dejó salir.

Ella había pensado que desaparecer un día en el interior de las cámaras de Gaius no era realmente tan grave pero pronto descubrió que había estado muy equivocada cuando se topó con su hermano cerca de la cámara de reuniones.

—Buenos días, Arturo.

—Buenos días—murmuró con cierta obligación—Ayer no te vi en todo el día. ¿Dónde estuviste?

—Con Gaius.

—¿Aún estás preocupada por Merlín?

—Siempre estoy preocupada por Merlín—le dijo con una pequeña sonrisa—Tiene el extraño don de meterse en problemas.

—Tiene el don natural de ser un imbécil—gruñó el príncipe con molestia pero de pronto recordó que su sirviente no se encontraba más en Camelot y su expresión se volvió preocupada—Sólo espero que esté lo suficientemente lejos.

Hermione no quitó la mirada de él y nada en su expresión le dijo a su hermano que ella sabía que no era así.

—Estoy segura que así es. No sería tan tonto como para quedarse en el castillo sabiendo que todos los guardias lo buscan—contuvo una sonrisa—¿Alguna novedad con respecto a la nueva reina?

—Más allá de asegurar que nuestro padre le confesó que cree que los ciudadanos están viviendo a nuestra costa y conseguir que se ordene que se aumenten los impuestos…

—¡¿Qué?!—gritó—¡Pero no pueden!

—Obviamente, sí—la contradijo.

—¡Pero…! Camelot es un reino próspero, es verdad, pero la gente de la ciudadela no es rica. Son trabajadores dignos, campesinos muchos, no tienen más dinero para darle al rey. ¡Morirán de hambre sino! Arturo, por favor, no puedes…

—No, tienes razón. No pude—dijo suspirando con abatimiento—Los guardias recolectaban todo su dinero, no le dejaban nada y ellos… las personas simplemente me miraban, rogándome que no lo hiciera…—agachó la cabeza—No era lo correcto—murmuró—y ahora tendré que enfrentarme a nuestros reyes.

Hermione se acercó a su hermano y tomó sus manos entre las suyas. Las apretó suavemente, consiguiendo que él volviera a alzar la mirada.

—Irás a verlos y les dirás la verdad. Mantendrás la calma y tendrás la conciencia limpia porque sabes tan bien como yo que hiciste lo que debías. Demostraste ser juicioso y no te dejaste llevar por la codicia, lo que te convierte no sólo en excelente persona sino en un buen rey…

—No soy rey…

—Pero algún día lo serás—le dijo con una pequeña sonrisa—y no sólo serás uno bueno sino también el más recordado a lo largo de la historia.

Arturo la contempló sin saber qué decir. Siempre había sabido que su hermana era especial. Era bondadosa, inteligente, hermosa. Y parecía ser capaz de levantarle el ánimo con unas pocas palabras. No entendía aún cómo podía tener tanta esperanza en él.

Se inclinó y dejó un beso afectuoso sobre sus manos.

—Eres la mujer más hermosa del mundo—le dijo y Hermione supo que lo decía completamente en serio—Ahora, a enfrentar a mi destino…

—Iré contigo.

—No tienes porqué hacerlo.

—Eres mi hermano—dijo como si fuera obvio.

Él asintió y entre ambos se encaminaron hacia la sala donde Uther y Catrina se encontraban sentados. Arturo comenzó a explicarle lo que había sucedido y, a medida que avanzaba en el relato, Catrina iba frunciendo el ceño más y más, haciendo notable su molestia.

—Te di una orden directa—le dijo el Rey

—La gente no puede permitirse pagar los impuestos—repitió lo que momentos antes había dicho.

—No me digas que eres tan ingenuo como para creer en lo que ellos te dicen—escupió las palabras Catrina.

—Tenemos su lealtad, su buena voluntad—intervino Hermione dando un paso hacia adelante—No vale la pena renunciar a ellas haciendo exigencias irracionales.

—¿Es tan irracional que un Rey espere que sus súbditos lo obedezcan?—preguntó la reina contemplándola como si se tratara de un insecto que merece ser aplastado.

—¡Ellos morirán de hambre!—gritó Hermione indignada.

—¡Tonterías!—exclamó el rey poniéndose inmediatamente de pie—¡Ellos son nuestros súbditos! No nuestros amigos.

—¿Por qué no pueden ser ambos?—preguntó Arturo.

—Porque nosotros gobernamos a las personas, no ellos a nosotros—le gritó a su hijo con potencia.

—Se supone que debemos gobernar el reino con inteligencia y moral—dijo Hermione poniéndose delante de su hermano—Eres un rey, no un tirano… aunque a veces te pareces demasiado a uno.

—¡¿Cómo te atreves?!—gruñó entre dientes Uther, alzando la mano para pegarle pero Arturo fue rápido y se dio cuenta de las intenciones de su padre.

—Ni si quieras lo pienses—le advirtió, tomando el brazo de su hermana para obligarla a retroceder—Ella tiene toda la razón. Tú estás equivocado.

—¿Qué dijiste?—preguntó Uther en un siseo mortal.

—He dicho que estás equivocado—repitió—Sin la gente, no hay Camelot. Nosotros somos sus sirvientes tanto como ellos los nuestros.

—¡¿Dejarás que te hablen de esa manera?!—le preguntó Catrina, poniéndose de pie para ir al lado de su esposo.

—No, no lo haré—aseguró—Esto no será tolerado—miró a Arturo—Llevarás a tus hombres al pueblo e irás casa por casa y recolectarás los pagos que demando.

—No lo haré—murmuró con firmeza.

Uther entrecerró los ojos y miró a su hijo con desprecio.

—Sal de mi vista.

Arturo lanzó una mirada fría a su padre y luego se dispuso a salir de allí junto con su hermana.

—Hermione, tu no—le dijo el rey—Tengo que hablar contigo antes—al ver que su hijo dudaba, añadió—¡Te dije que te marcharas, Arturo!

Ella miró a su hermano y asintió suavemente, diciéndole que estaría bien de manera silenciosa. El príncipe volvió a ponerse en marcha, prometiéndose volver por ella si no salía en menos de diez minutos. Cuando las puertas se cerraron tras él, el rey volvió a hablarle.

—Siempre confié en ti, Hermione—comenzó a decir.

—Hace días me dijiste que al principio no lo hacías—le recordó.

—Ahora estoy volviendo a tener esa clase de ideas—confesó—Me he dado cuenta que no pierdes la oportunidad de enfrentarme.

—Porque tú no me dejas de dar oportunidades para hacerlo cada vez que te equivocas—lo afrontó—como ahora mismo.

—¿Con qué derecho? ¿A caso olvidas que soy tu rey? ¡Debes obedecerme y respetarme!

—Debes ganarte mi respeto y mi obediencia…

—¿Cómo puedes permitir que te hable así?—preguntó Catrina a su esposo.

—¡No te metas en esto, maldito monstruo!

Uther estuvo a punto de pegarle pero ella lo miró fijamente, retándolo a mover un músculo en su contra. Quizás hubiera aún dentro de él algo del hombre que una vez le rogó que la perdonara por haberle partido el labio. No supo si los recuerdos llegaron a él, si vio algo en su mirada o si recobró algo de juicio, pero poco a poco fue relajando su brazo. Abatido, suspiró y apartó el rostro.

—Vete—le ordenó—No te quiero ver en este momento.

Hermione giró y comenzó a andar hacia la puerta hasta que sintió que alguien tomaba su brazo con fuerza. Giró y vio a Catrina con la expresión furiosa. Sin temerle, intentó soltarse, sólo consiguiendo que la manga de su vestido se rasgara, dejando a la vista la vieja cicatriz que había dejado Bellatrix. Intentó ocultarla pero la mano de la reina volvió a aferrarse a su muñeca con ímpetu, clavándole los dedos en la piel con tal violencia que estaba segura que le dejaría marca. Le dolía, pero se negó a mostrarse débil ante ella.

Catrina giró el brazo de Hermione, dejando a la vista la marca. Sus ojos siguieron con fascinante curiosidad cada letra y, poco a poco una sonrisa fue formándose en sus labios. Miró a la princesa a los ojos.

—Iba a sugerir a tu padre que te marque para castigar su impertinencia, pero veo que alguien se le adelantó,—dijo soltando su brazo rápidamente como si hubiese tocado algo repelente—"sangre sucia". Te queda.

Hermione reconoció esa mirada. No entendía cómo podía conocer Catrina esas palabras y comprender su significado pero realmente no importaba. Ese modo en que sus ojos la observaban, esa forma en que se arrugaba su nariz como si hubiese olido algo desagradable y esa mueca despectiva en sus labios le trajo muy malos recuerdos. Recuerdos que hubiese preferido olvidar.

Sintió sus ojos arder por lo que rápidamente se giró sobre sus pies y salió de allí, temblando, mientras hacía todo lo posible para ocultar con la tela rasgada de su manga las palabras que habían sido cortadas sobre su piel.

Cuando llegó a su habitación, agradeció que no estuviera Ingrid para verla. Nada más cerrar la puerta dejó escapar el primer sollozo, al que le siguieron muchos otros. Siempre le habían dicho que esas dos palabras no importaba, que ella valía tanto como cualquier otro mago e incluso puede que más que algunos, pero aún así, dolía terriblemente saber que había personas o seres que siempre la considerarían una escoria. En el futuro muchos la llamaron "sangre sucia" con tanta frecuencia que la palabra dejó de afectarla. Sin embargo, allí, en Camelot, ni siquiera de la boca de Salazar había salido.

Y ahora…

Ahora sentía que todo estaba perdido. Que su lugar estaba muy lejos de allí. Catrina manipulaba efectivamente a Uther, la insultaba delante de sus ojos y él ni siquiera movía un músculo para impedirlo.

Miró la cicatriz de su brazo sintiendo terribles deseos de poder arrancárselas pero en ese instante no sólo las sentía sobre su cuerpo sino también en su alma, como un oscuro manto que la envolvía y ahogaba. Por lo que no importaba si la palabra se iba. Una cicatriz más profunda y que había creído curada se había abierto nuevamente.

Toc. Toc. Toc.

—Quiero estar sola, Ingrid—dijo intentando que su voz no sonara demasiado ronca por el llanto.

—Soy Merlín—dijo una voz detrás de la puerta.

—Merlín—se mordió los labios intentando contenerse para no volver a sollozar—Ahora no…

—¡Por favor, hay guardias en el otro pasillo…!

Tomando aire profundamente, se limpió las lágrimas e intentó controlarse. No podía dejarlo a su suerte.

—Pasa—dijo.

Fue hacia un lado de la habitación donde había una mesa alta con una palangana con agua. Tomó el líquido con sus manos y se inclinó para lavarse el rostro en un intento de apartar el rastro de lágrimas. Escuchó que la puerta se abría y se cerraba de inmediato y unos pasos ágiles y rápidos.

—¿Hermione?

Tomó una pequeña toalla y se secó la cara. Tomó aire nuevamente y lo soltó suavemente antes de volverse hacia el muchacho. Merlín no tardó en notar que algo no estaba bien allí.

—¿Qué sucedió?

—No importa—negó con la cabeza mientras iba hacia el armario a buscar un nuevo vestido—¿Lograste cambiar las pócimas?

—Incluso la vi bebérsela sin darse cuenta del cambio—le respondió con prisa antes de volver a preguntar—¿Qué sucedió?

—No importa…

—¡Ya deja de decir eso!—le pidió, yendo a su lado de inmediato—¿Te hizo algo?

No físicamente, quiso decirle pero mantuvo la boca cerrada. Volteó. Merlín la contemplaba de un modo muy diferente al que lo había hecho Catrina. Se notaba su preocupación.

—De donde vengo, hay dos clases de magos:—le explicó intentando mantener la calma aunque le estaba constando mucho esfuerzo. Sentía una terrible angustia en el pecho que empujaba por salir a la luz—los que heredan sus poderes de sus padres y los que simplemente nacen con ellos, cuyos padres son personas comunes, sin poderes. Los primeros se autollaman Sangre Limpia, porque su familia nunca ha sido contaminada con la presencia de un muggle…

—¿Muggle?

—Personas carentes de magia, como mi padre o Arturo… Para los Sangre Limpia, tratar con un muggle es degradante, porque creen que son inferiores.

—Eso no puede ser verdad—dijo Merlín contemplándola con el ceño fruncido—Conozco muchas personas que no son magos que son increíblemente valiosas.

—Yo también—estuvo de acuerdo, volviendo a tomar aire profundamente para tranquilizarse—Pero no muchos piensan igual. No sólo los muggles los disgustan, sino también sus hijos, los que poseen magia… Cuando me enteré sobre mis poderes y conocí a otros magos, muchos de ellos creían en esa idea. Y mis padres, los que por aquel entonces yo creía que eran mis verdaderos padres, eran muggles.

Los ojos de Merlín se oscurecieron cuando comprendió.

—No todos pensaban así—intentó sonreír al recordar a sus amigos—pero algunos otros fueron un poco crueles y uno en particular… bueno… se esforzó por lograr que yo jamás lo olvidase.

Se maldijo a sí misma cuando sintió que un par de lágrimas caían de sus ojos. Alzó su mano y se las limpió. Fue en ese instante cuando Merlín vio la cicatriz en su brazo descubierto. Sus ojos se abrieron horrorizados, incapaz de creer que alguien hubiese sido tan sádico y cruel como para hacerle algo así a Hermione. Ella lo notó e intentó ocultar nuevamente su brazo con prisa pero el mago se lo impidió.

No tomó su muñeca con brusquedad, sino suavemente, dándole la oportunidad de intentar apartarse nuevamente si lo deseaba, pero ella no se movió. Dejó que viera las palabras talladas a su piel y se estremeció notablemente cuando los dedos del muchacho rozaron cada una de las letras.

Hablar sobre esto con él fue reconfortante. Le gustó poder hacerlo.

—¿Quién fue?

Su voz era helada, amenazadora. Ella estaba segura que si no estuviera Bellatrix muerta, él haría lo que estuviera en su poder para acabarla. Increíblemente, eso la hizo sentir aún mejor.

—Ya no importa. No vive más.

Merlín alzó la mirada hacia Hermione, apartándola de su brazo.

—Nunca dejes que nadie dicte lo que eres—le dijo suavemente—Eso es algo que sólo lo puedes decidir tú, tú como persona, como ser humano. No como un título que te ponen los demás.

Inmensamente conmovida, se movió por impulso. Soltó su brazo de las manos de Merlín y tomó con cierta fuerza su camisa, sorprendiéndolo, antes de empujarlo hacia ella para conseguir que sus labios se encontraran en un beso inesperado.


Bueno, sé que he tardado una eternidad en actualizar pero he estado con muchas cosas últimamente. Espero que sepan perdonarme y que sigan leyendo esta historia... sino, bueno, de todos modos la continuaré publicando puesto que le tengo mucho afecto.

¿Se esperaron ese final? Jajajaja... ¿Cómo creen que reaccionará Merlín?

Saludos.

Adelanto del siguiente capítulo:

—Estoy relegándote de tus deberes y revocando tu título.

—¡¿Qué?!—inquirieron Hermione y Arturo al mismo tiempo.

—Vivimos en tiempos difíciles, no puedo permitir que ustedes me desautoricen.

—En el pasado recibiste mi consejo—dijo Arturo.

—Te pusiste en mi contra frente a todo el reino.

—¡Lo siento!—dijo sorprendido por la inmensa repercusión que habían tenido sus acciones—En el futuro, cualquier queja será tratada en privado.

—Es demasiado tarde para eso.

—¡Padre, esto es…!

—Serás desheredado de inmediato.