¡Hola a todos! El tiempo durante la semana me es complicado para publicar por lo que, aprovechando que tengo tiempo libre, estoy con la continuación del capítulo anterior. Espero que les guste...

Ninguno de los personajes me pertenece.


Lotus-one: Pronto, pronto va a ser descubierta y las cosas puede que se solucionen. Ya verás cómo reaccionan todos cuando por el atrevimiento de Uther de casarse con un troll, pero ten en cuenta que está hechizado. Creo que él ya se castigará lo suficiente. ;)


La bella y la bestia-parte cuatro

Merlín se quedó estático cuando Hermione lo besó, sin saber qué hacer. No lo había esperado, definitivamente. Él sólo había estado intentado consolarla cuando la vio tan destrozada interiormente. No había habido segundas intenciones en sus palabras. Pero allí estaba, con la chica pegada a su cuerpo y sus labios tocándose. Hermione no los movía, simplemente los mantenía unidos, pero luego, muy lentamente abrió la boca con delicadeza y la deslizó por encima de la suya. El joven mago se estremeció y sus manos se movieron, repentinamente, hacia la cintura de la chica para aproximarla más a él, tanto como era posible, mientras comenzaba a devolverle el beso de manera automática.

Ni siquiera se le cruzó por la mente la idea de resistirse. Era imposible. Una batalla perdida antes de empezar. Las manos de Hermione soltaron el pañuelo de Merlín y se deslizaron con cuidado hacia el cuello, empujando desde atrás de su cabeza para evitar que él se apartara.

Merlín casi se perdió en las sensaciones que le recorrieron el cuerpo. Fue como un cosquilleo placentero que nacía desde el centro de su pecho y se extendía por todo su ser. Unas ansias que sólo podía saciar con ella. Besándola, se olvidó de todo, del peligro en el que estaban en ese instante y del hecho que ella era una princesa y él un simple criado, de que lo que estaban haciendo estaba terriblemente mal.

Aunque, ¿Cómo podía estar mal cuando se sentía bien?

Hermione apartó lentamente el rostro y Merlín, inconscientemente, la buscó de nuevo, pero cuando se dio cuenta de lo que hizo se ruborizó como un tomate maduro y la miró a los ojos. Ella le sonrió levemente y acarició la parte de atrás de su cabeza, enredando sus dedos en el cabello corto de él, consiguiendo que se estremeciera y casi volviera a bajar la cabeza para devorarle la boca con mayor ferocidad.

Sin embargo, se contuvo.

Quiso decirle tantas cosas en ese instante pero no logró pronunciar ninguna palabra. Simplemente se quedó observándola, anonadado, incapaz de creer lo que acababa de suceder.

La vio abrir la boca para hablar pero unos golpes en la puerta lo impidieron. Hermione se separó con prisa de su lado.

—Escóndete—le ordenó en voz baja.

Merlín corrió detrás del biombo donde ella usualmente se cambiaba y escuchó desde allí cuando abría la puerta.

—Lady Hermione, su padre desea verla.

—Iré en un momento, gracias.

La puerta se volvió a cerrar y cuando supo que no había peligro salió.

—¿Sabes por qué te llamó?—inquirió.

Hermione se encogió de hombros, incapaz de darle una respuesta.

—Supongo que lo averiguaré pronto… eh… Yo… me tengo que cambiar…

—Oh—sus ojos se agrandaron—Eh… me iré…

—No, los guaridas están aún por aquí—le dijo—Puedes quedarte aquí hasta que se marchen. Sólo procura no hacer ruido.

Hermione se acercó al armario, tomó el primer vestido que encontró y se colocó detrás del vestidor para cambiarse. Merlín giró y le dio la espalda a pesar de que no veía nada ya que ella se encontraba del otro lado e intentó, con todas sus fuerzas, pensar en algo diferente que no fuera a la princesa de Camelot desnudándose a pocos metros de él. Casi lo consiguió.

Casi.

Escuchó a Hermione maldecir entre dientes.

—¿Todo está bien?—le preguntó.

—¡No! Estos malditos vestidos medievales…—salió a la vista—Merlín, ayúdame.

El mago giró sobre sus pies y vio a Hermione a poca distancia de él, con las manos sosteniendo su vestido para que no se le cayera.

—¿Yo?—preguntó casi sin aire.

Ella rodó los ojos. Caminó hacia él y le dio la espalda.

—Sólo debes ajustar las cintas—le dijo.

Merlín asintió, a pesar de que ella no lo veía. Alzó las manos y se maldijo a sí mismo cuando vio que éstas temblaban. Tomó aire profundamente y lo soltó con lentitud, mientras comenzaba a ajustar las cintas, intentando que sus dedos no rozaran accidentalmente la piel suave de la espalda de Hermione.

—¡Oh!

—Lo siento.

Hermione rió suavemente.

—Recuerda que debo respirar—le dijo.

Merlín intentó nuevamente, esta vez procurando no hacerlo con tanta fuerza. Cuando terminó, agradeció en silencio haber podido mantener el control.

—Gracias—Hermione le sonrió—Iré a ver qué sucede ahora con mi padre y volveré para avisarte.

Merlín asintió y, mientras se iba, la siguió con la mirada hasta que la puerta se cerró, dejándolo solo en la habitación.

Arturo y Hermione intercambiaron una mirada de confusión cundo llegaron a la sala de reuniones donde muchos caballeros, Gaius, Catrina y los demás miembros de la corte estaban presentes. Ninguno de los dos tenían idea alguna de porqué habían sido convocados. Uther se volteó a verlos y sin rodeos, le dijo el motivo por el que habían sido llamados. Miró a su hijo directamente a los ojos.

—Estoy relegándote de tus deberes y revocando tu título.

—¡¿Qué?!—inquirieron Hermione y Arturo al mismo tiempo.

—Vivimos en tiempos difíciles, no puedo permitir que ustedes me desautoricen.

—En el pasado recibiste mi consejo—dijo Arturo.

—Te pusiste en mi contra frente a todo el reino.

—¡Lo siento!—dijo sorprendido por la inmensa repercusión que habían tenido sus acciones—En el futuro, cualquier queja será tratada en privado.

—Es demasiado tarde para eso.

—¡Padre, esto es…!

—Serás desheredado de inmediato—le dijo con completa convicción en su decisión—No serás más el Príncipe Coronado de Camelot.

—¡No puedes hacer esto!—exclamó Hermione, incapaz de creer la locura que cometía su padre—Él es el legítimo heredero de Camelot, el heredero natural por ser tu hijo primogénito…

—Hermione, es suficiente—le ordenó con frialdad—Estas palabras van también para ti. Cualquier plan que haya tenido para ti queda completamente anulado. Ambos son débiles e inútiles.

—Padre…—Arturo dio un paso hacia adelante y miró al hombre que le había dado la vida a los ojos—siempre me dijiste que fuera consecuente con mi corazón. Y eso es lo que he tratado de hacer. Para ser el hombre que querías que fuera, de quien estuvieses orgulloso de llamar hijo.

Uther se lo quedó observando fijamente luego de estas palabras y Arturo esperó pacientemente, rogando interiormente que no pensara de ese modo.

—Mi decisión es definitiva.

Hermione pudo ver el aplomo en su mirada y su corazón se rompió al verlo así. Su hermano estaba destrozado aunque no lo demostró exteriormente. Simplemente asintió, aceptando silenciosamente su decisión y luego se marchó.

—La reina Catrina será nombrada como legítima heredera al trono. La ceremonia tendrá lugar inmediatamente—anunció el Rey.

Todos se quedaron de piedra tras esto. Arturo era querido. Siempre había demostrado ser amable a pesar de su orgullo. Catrina, sin embargo, era una extraña que había invadido Camelot casi sin ningún aviso y en ese corto tiempo había influenciado de modo negativo al rey. Pero cuando ella miró a la multitud presente con un reto silencioso, todos se obligaron a aplaudir. Todos, excepto Hermione quien dio media vuelta y salió de allí.

—¿Qué está mal?

Hermione alzó la mirada a Merlín con seriedad. El dolor de la noticia era fuerte pero intentaba no hacerlo demasiado notable.

—Arturo fue desheredado.

—¿Qué?—inquirió desconcertado.

—Uther no quiere que ni él ni yo seamos coronados si algo le llegase a suceder. No me preocupo por mí, ese no es mi deseo… Pero es el destino de Arturo ser rey.

—Quizás lo puedan convencer…—intentó decir, aunque él sabía muy bien que Uther nunca se dejaba convencer de lo contrario cuando una idea entraba en su mente.

—No, Merlín—negó con la cabeza—Ha nombrado a Catrina su legítima heredera a la corona.

—Pero… eso quiere decir que si Uther muere, Catrina gobernará todo el reino.

Hermione asintió, totalmente aterraba ante la idea. No quería imaginar lo terrible que sería el futuro si ella quedaba como única reina de Camelot.

La sala de tronos, donde siempre se llevaban a cabo todas las ceremonias importantes, estaba llena. Después de todo, a pesar de que nadie estaba de acuerdo con la decisión del rey, era el deber de los caballeros y del resto de la corte estar presente en la coronación de la reina como legítima heredera. Hermione hubiese preferido quedarse en su habitación, maldiciéndola en silencio, pero su hermano, igual de furioso, había pasado a buscarla para que ambos se dirigieran hacia allí. Merlín se había tenido que esconder para no ser descubierto por Arturo pero ella estaba segura que luego saldría para presenciar la ceremonia.

Morgana, que estaba de pie al lado de los dos príncipes, tenía una expresión sombría. A pesar de que ella había estado dispuesta a aceptar a Catrina como esposa del rey, que se volviera el reemplazo de Arturo la disgustaba a sobremanera.

—Estamos reunidos aquí—comenzó a decir Geoffrey—para dar testimonio de la coronación de la reina Catrina como heredera legítima de Camelot.—el anciano se volvió hacia la mujer—¿Está dispuesta a tomar el juramento?

—Lo estoy—respondió con una radiante sonrisa.

Geoffrey desenrolló un pergamino y comenzó a leer.

—¿Jura solemnemente gobernar el pueblo de Camelot para mantener las leyes y tradiciones de esta tierra?

—Lo… juro.

Hermione notó que el rostro de la reina se tensaba repentinamente y que con cierto disimulo comenzaba a rascarse su brazo izquierdo, como si tuviera una molesta comezón.

—¿Aplicará, con su poder la ley y la justicia con piedad en todos sus fallos?

—Lo haré—dijo con prisa, rascándose con más violencia.

¿A caso la poción estaba dejando de hacer efecto? Tuvo que contener la sonrisa de victoria que empujó en sus labios.

—¿Con el mayor de sus poderes, mantendrá las leyes…?

—Sí, sí—lo interrumpió con prisa antes de lanzar una mirada de pánico a su sirviente.

Geoffrey la contempló escandalizado.

—Lo siento—dijo con todo el respeto que era capaz de reunir—debe dejarme terminar. La redacción debe ser exactamente lo que debe cumplirse.

—¡Continúe con eso, entonces!—lo apresuró con desespero—En serio… ¿De dónde desenterrará esa vieja corona?

Uther sólo pareció divertido por las palabras de su esposa. Sonriendo, miró al anciano.

—Bien, continúe—le dijo.

Todos se quedaron viéndolo con incredulidad. ¿Desde cuándo el rey estaba dispuesto a pasar por alto tal falta de respeto hacia las tradiciones del reino?

Geoffrey asintió, aún desconcertado antes de continuar con su deber.

—¿Promete, con todo su poder…?

—Sí, sí, sí.

—¿… mantener todas las leyes y costumbres…?

—¡Lo haré!

—¿…de estas tierras y servir al pueblo de Camelot?

—¡Sí! ¡Sólo cállese y deme la corona!—le gritó.

Todos jadearon sorprendidos por su arrebato, esperando que el rey protestara, pero él sólo sonreía como si estuviera complacido. Catrina miró a todos con cierto temor de haberse propasado pero vio que nadie hacía nada más que observarla fijamente.

Geoffrey extendió sus manos y dos sirvientes se acercaron inmediatamente. Uno tomó el pergamino que había estado leyendo para llevárselo y el otro mantenía en sus manos, sobre una almohadilla ornamentada, la corona de oro. La intentó tomar con delicadeza pero Catrina se apresuró a arrebatárselas de las manos, colocándosela a sí misma sobre la cabeza. Se oyeron gritos indignados y jadeos llenos de sorpresa. De inmediato, caminó a través de la multitud, queriendo huir.

Hermione la siguió de inmediato y logrando alcanzarla antes de que se alejara más, pisó con firmeza la cola del lujoso vestido que estaba usando la reina, consiguiendo que perdiera el equilibrio y cayera con las manos pegadas al suelo. Nuevamente se oyó un jadeo sorprendido por lo que la princesa acababa de hacer.

—¡Catrina!

El rey corrió a ayudar a su esposa, apartándola de un golpe a su hija, pero la reina se arrastró lejos de él.

—¡Déjame sola!—le imploró ella hasta que consiguió ponerse de pie.

Hermione retrocedió y se ganó una mirada represora de parte de su hermano. Él entendía que pudiera estar enojada con esa mujer pero eso no quería decir que debía ir a humillarla de ese modo.

—¿Qué sucede?

—Nada… De repente sentí mucho calor y…. necesito estar sola—se giró para huir de la cámara pero las puertas se cerraron inmediatamente.

Hermione miró a su alrededor, buscando al mago, y lo encontró escondido detrás de una columna, contemplando la escena con diversión.

—¿Estás bien?—le preguntó Morgana a la reina aunque no hizo ningún movimiento como para ir a ayudarla.

—Sí, estoy bien—dijo mirando a su alrededor con desesperación—En serio.

Se giró e intentó abrir la puerta con desesperación, pero se oyó el sonido de las trabas interiores. Hermione contuvo nuevamente la sonrisa y agradeció internamente a Merlín. La desesperación de Catrina aumentó y comenzó a tironear con fuerza, a rasgarla con sus dedos…

—¡Vamos, vamos!—rogó jadeando y golpeando la puerta—¡Ábranme!

Nadie se movió para ayudarla. Arturo, resignado, suspiró.

—Permíteme—dijo y se acercó a ayudarla pero sus ojos se abrieron horrorizados cuando notaron que las manos de la reina se había tornado inmensas, de un color verdoso y llenas de verrugas—¡¿Qué es eso?!

Catrina se volteó a verlos con la mirada llena de miedo y desespero, intentó abrir la boca y hablar con su usual tono suave pero en vez de eso de su boca salió un gruñido gutural y horripilante. Pero eso no fue lo peor que sucedió. Allí, delante de sus ojos, la expresión femenina de la reina fue contorsionándose y cambiando con prisa. Su piel cambió de color, sus ojos se agrandaron y de su boca comenzaron a crecer sus dientes convirtiéndose en colmillos enormes y deformes.

—¡¿Qué está sucediendo?!—preguntó Morgana desesperada, sin entender qué ocurría—¡Que alguien la ayude!

Pero nadie se movió y continuaron viendo, asqueados, la transformación de la reina. Todo su cuerpo comenzó a duplicar de tamaño, estirando la tela del vestido que usaba al límite. Arturo sintió nauseas al pensar que su padre se había estado besando con aquel monstruo.

—¡ERES UN TROLL!—exclamó horrorizado, comprendiendo que Merlín y Hermione habían estado diciéndole la verdad todo ese tiempo.

Los presentes jadearon y gritaron escandalizados.

—¡¿Cómo te atreves a hablar de ella así?!

Arturo miró a su padre sorprendido por la reprimenda que le dio. Uther parecía realmente indignado por la acusación.

—¡¿Qué pasa contigo?!—le preguntó el príncipe a su padre—¡Mira como está!

Hermione era incapaz de entender cómo era posible que el rey no veía lo que estaba delante de sus ojos. ¡Era un maldito troll!

Pero Uther sólo la contemplaba con una expresión embobada, como si se tratara de la mujer más exquisita del mundo. Desesperada, Catrina usó su increíble fuerza para tomar la puerta y empujarla hacia el interior y abrirla.

Todos retrocedieron cuando la puerta cayó con fuerza al suelo, permitiéndole a la reina escapar.

—¡Arrancó la puerta de sus bisagras!—exclamó el príncipe mirando a su padre—¿No te dice nada eso?

—¡Basta!—gritó el rey

—¡Ella es un troll!—gritó el príncipe con desespero—Un gigante, gris…

—Apestoso—añadió Morgana arrugando la nariz al sentir el desagradable aroma que había dejado tras su salida.

—…apestoso troll—aceptó Arturo.

—¡Suficiente!—gritó Uther—¿No la hirieron demasiado? Si alguien más vuelve a insultar a mi esposa, será lo último que haga—amenazó antes de atravesar el espacio que había dejado la puerta y seguir a la reina.

Hermione hubiera reído de la expresión que tenía su hermano si no hubiese estado tan desconcertada. El plan había sido mostrarle al rey quién era realmente Catrina, pero parecía estar cegado por algún tipo de hechizo que le impedía ver la realidad tal y como era.

Giró y contempló a la multitud. Todos estaban igual de asombrados que Arturo. Morgana, inclusive, aún tenía la mirada fija en la puerta rota.

—Pueden retirarse—dijo Hermione a todos.

Sus palabras parecieron sacarlos a todos del ensimismamiento en el que se encontraban. Parpadearon varias veces antes de comprender que era la princesa quien había dado la orden. Tras hacer una rápida reverencia, se alejaron, dejándolos allí simplemente a los príncipes y Morgana.

—No puedo creerlo—oyó que decía Morgana antes de contemplar a Hermione—¿Tú lo sabías? ¿Por eso quisiste detenerla?

—Sí.

—¿Por qué no dijiste nada?

—¡Lo hice!—exclamó indignada—Quise avisarle a Arturo pero él no me creyó.

Morgana se volteó hacia el príncipe y lo contempló represoramente. El príncipe no supo que decir y la contempló con los ojos abiertos como platos mientras buscaba una excusa en su mente que justificara su accionar.

—¡Pensé que hablaban de su temperamento!

—¿En serio?—la protegida de Uther con incredulidad.

—¡Sí!—asintió.

—Bueno, tampoco podría decirse que es algo fácil de aceptar—intentó Hermione defender a su hermano—No se parecía precisamente un troll antes.

Morgana asintió, dándole la razón a la chica. Catrina no había tenido el aspecto de un troll anteriormente y, a pesar de ciertos arrebatos que ahora tenían explicación, siempre se había comportado adecuadamente.

—¿Qué haremos ahora?—preguntó Morgana.

—Intentar convencerlo, obviamente—indicó Arturo—Me niego a tener como… madrastra… a un troll.

Hermione lo contempló divertida.

—¿Imaginas cómo serán sus hijos?—le preguntó sin poder evitarlo, simplemente por el placer de molestarlo.

Arturo hizo una mueca de asco.

—¡Oh, Dios! ¡Hermione, no diga una cosa así!—la reprendió antes de salir corriendo de allí mientras agitaba la cabeza, intentando quitarse la imagen mental.

Más allá de la broma, ella sabía lo realmente serio que era el problema.

—Obviamente está encantado—dijo Merlín cuando Hermione ingresó a las cámara de Gaius—De otro modo sería capaz de ver lo que todos los demás.

—Estoy segura que así es—estuvo de acuerdo ella—Pero no sé bajo qué hechizo puede encontrarse. La magia de los trolls me resulta totalmente desconocida…

—Quizás encontremos algo en los libros—indicó el mago comenzando a mirar con prisa algunos—Debe de haber algo que…

—No encontrarás nada allí—lo interrumpió el galeno con un suspiro de agotamiento—No hay nada en mis libros que nos pueda ayudar. Esta es una clase de magia muy poderosa.

Hermione sabía que tenía razón pero eso no los ayudaba en nada.

—Debe de haber algo que podamos hacer—insistió—Catrina no puede reinar sobre Camelot. Ese es el deber de mi hermano y de nadie más.

Gaius asintió.

—Sólo hay un único ser al que podemos recurrir—dijo y miró fijamente a Merlín—Estoy seguro que él sabrá cómo romper el éste hechizo.

Hermione se preguntó si estarían hablando del Gran Dragón que estaba prisionero bajo Camelot o si se trataba de alguien más. Después de todo, Gaius había dicho "ser" y no persona o hechicero.

Merlín no tuvo dudas al respecto de quién hablaba. Miró primero al galeno y luego sus ojos se posaron en Hermione con ciertas dudas.

—Eh… Hermione, ¿Podrías…?

—Yo voy contigo—le aseguró antes de que él la mandara a hacer cualquier otra cosa.

—Pero…—balbuceó nerviosamente y miró al galeno, pidiéndole ayuda silenciosamente pero el anciano lo dejó a su suerte—Esto puede ser un poco… eg… peligroso y no quiero… yo…

—Merlín—lo detuvo—Ya he estado con Kilgharrah antes.

Los ojos del mago se abrieron inmensamente, totalmente anonadado por lo que acababa de enterarse.

—¿En serio? ¿Cuándo? ¿Por qué nunca me lo dijiste?

Rápidamente se dio cuenta que a la que le estaba exigiendo respuestas era la princesa del reino.

—¿Me preguntas por qué no te lo dije cuando hace instantes estabas por mandarme a hacer quién sabe qué porque no querías que yo me enterara?—le preguntó a su vez ella con cierto enfado.

Merlín podía gustarle mucho pero no iba a dejar que la tomara por tonta. Notó que él la miraba avergonzado.

—Yo… Simplemente no creía que era adecuado. Kilgharrah fue encarcelado por tu padre y temí que guardara algún rencor—le respondió.

¿Cómo se supone que iba a enfadarse con él cuando todo lo que quería hacer era protegerla?, se preguntó Hermione.

—Estoy muy segura que realmente guarda rencor—aseguró—pero nunca me lo demostró a mí—se mordió el labio inferior y dudó. No sabía si confesarle la razón por la que no le había dicho que conocía al dragón, pero decidió que debía de ser sincera—Si no te dije antes que conocía a Kilgharrah fue porque… bueno… puede que una vez te haya seguido la primera vez que lo vi… Por favor, no te enfades conmigo.

—¿Me seguiste?—Él no parecía disgustado, simplemente sorprendido—¿Cuándo?

—¿Recuerdas aquella vez en que necesitábamos una espada forjada con el aliento de un dragón?—él asintió—Sabía que había un dragón bajo Camelot pero nunca supe exactamente qué camino seguir para encontrarlo y no podía ir a donde Uther y simplemente preguntárselo sin levantar sospechas. Por lo que, cuando vi que andabas con prisa después de conseguir la espada con Gwen, supuse que tú sí sabías…

—¿Y todo ese tiempo supiste que Merlín tenía magia?—preguntó desconcertado Gaius, quién hasta ese momento había estado escuchado el intercambio en silencio.

—Lo supe la primera vez que lo vi—confesó.

—¿Cómo lo supiste?—quiso saber.

—Simplemente lo supe—dijo esquiva.

No podía decirle que había reconocido su nombre, que, en el futuro del cuál venía, sería un célebre mago, conocido mundialmente.

—¿Siempre sabes cuando una persona posee magia?—inquirió el galeno.

¿A caso no podía dejar el tema?, se preguntó Hermione.

—No, no siempre y antes de que me preguntes, sí, sabía también de Morgana—se volteó hacia Merlín—¿Podemos ir a ver al Gran Dragón ahora mismo antes de que el castillo se siga llenando de pestilencia de Troll?

Aún un poco confundido, asintió.

—Tengan cuidado—le advirtió el galeno antes de que se marcharan—Hace mucho siglos los dragones y los trolls fueron aliados.

Rápidamente asintieron y se alejaron. Hermione pudo sentir la mirada fija de Gaius en su espalda hasta que la puerta se cerró.

Tuvieron cuidado de no ser visto por los guardias. En varias ocasiones estuvieron a punto de ser descubiertos pero Hermione supo distraer a las personas con las que se topaban, permitiendo que Merlín se ocultara rápidamente en alguna habitación vacía o detrás de alguna columna. Cuando estuvieron a punto de llegar al oscuro pasillo descendente, él quiso tomar una antorcha para que el camino se iluminara pero ella lo detuvo.

Lumus—murmuró y la punta de su varita se encendió.

—Muy útil—dijo él maravillado antes de avanzar.

Hermione le sonrió y lo siguió, sin quedarse atrás.

—Realmente siento haberte seguido—le dijo—No debí de meterme en tus asuntos.

—No me importa, Hermione—aseguró girando para verla antes de volver a contemplar el camino—Aunque admito que me hubiese gustado saber que poseías magia mucho antes o que estabas enterada de mis poderes.

—No sabía cómo decírtelo—admitió—Era complicado… aún lo es.

—¿Qué es complicado?—la miró nuevamente, deteniéndose de repente.

—Merlín… hay cosas que no sabes y yo no sé si es prudente de mi parte decírtelas.

Eso sólo consiguió que la curiosidad del mago aumentara.

—Puedes confiar en mí.

—Sé que puedo—Hermione le dedicó una pequeña sonrisa—El problema es que no sé cómo afectará el hecho que yo te cuente ciertas cosas… He averiguado que mi presencia aquí y las decisiones que tome no tendrá consecuencias pero… ¿Y las decisiones de los demás? ¿Cómo afectará el…?—estuvo a punto de decir "futuro" pero se detuvo de repente. Tomó aire profundamente y volvió a sonreírle—Prometo que cuando decida a contar todos mis secretos, serás el primero en saberlo.

Merlín asintió. Podía aceptar eso. Sentía mucha curiosidad al respecto pero podía entender y respetaba el hecho de que quisiera guardar sus secretos hasta considerar el momento oportuno.

La luz que desprendía la varita de Hermione no era precisamente fuerte, sino más bien tenue pero ayudaba a que ambos pudiera ver por donde caminaban sin tropezarse con nada. Quizás fuera porque todo a su alrededor era completa oscuridad o porque se encontraban absolutamente solos; sea cual fuese la razón, en ese instante fue completamente consciente de lo cerca que la tenía de él y recordó demasiado bien el beso que habían compartido. Aún no sabía que pensar sobre eso. Sería demasiado fácil olvidar que ella era una princesa pero resultaría increíblemente doloroso tener que recordarlo cuando el rey dictara que su querida hija debía casarse con algún heredero real y no con un sirviente.

Los ojos de Hermione recorrieron su rostro y vieron el repentino nerviosismo que lo invadió. Alzó la mano y tocó suavemente su mejilla, acariciándola. Merlín resistió el impulso de inclinar el rostro hacia sus suaves manos y cerrar los ojos, dejándose transportar por el toque.

—Hermione—susurró su nombre con un tono casi suplicante—No podemos…

—¿No quieres?—musitó ella, dando un paso hacia él, inclinando la cabeza hacia arriba como si estuviera ofreciéndole sus labios.

Merlín gimió lastimeramente al verla. ¡Por Dios! ¿Por qué tenía que hacérselo tan difícil? Alzó sus manos, tomó la que Hermione tenía junto a su rostro y se la llevó a los labios para besar cada uno de sus dedos con adoración antes de soltarla. La miró a los ojos.

—No te imaginas cuánto quiero—admitió—Pero sabes tan bien como yo que esto está mal. Si tu padre se llegase a enterar…

—¿Crees que se lo diré?—preguntó.

—No, pero las circunstancias son impredecibles y de cualquier manera puede enterarse y…

—Merlín, no dejaré que suceda—le aseguró ella—Me importas demasiado como para permitir que mi padre lo descubra. Además, no es como si iremos y nos besaremos delante de él…

—¿Y cuando te arregle un matrimonio?

Hermione rió suavemente.

—¿Crees que aceptaré casarme con alguien a quien no amo?—inquirió—No soy como Arturo. Él se crió de tal modo que siempre busca su aprobación; en mi caso, por el contrario, lo hago por una cuestión de supervivencia… Al principio me quedaba aquí por el simple hecho de averiguar quién soy—y porque no tenía idea de cómo volver al futuro, pero eso no lo dijo en voz alta—pero ahora, si me quedo aquí es por Arturo y por ti. Puedo irme cuando quiera de Camelot y Uther jamás me encontraría. Lo respeto, lo aprecio pero puedo irme porque no le debo nada, no importa que sea mi padre biológico. Así que si alguna vez quiere obligarme a hacer algo que va en contra de mis ideales, no lo haré.

Merlín no podía dejar de contemplarla con fascinación. No tenía dudas de que haría lo que decía. Nunca se dejaría mandar por nadie, ni siquiera por el rey.

—Pero enfrentaré esa situación cuando llegue—añadió. Hizo una pausa, tomó aire profundamente y se armó de valor—Me gustas, Merlín. Me gustas mucho. Sin embargo, si tienes alguna otra objeción por la que no podamos estar juntos más allá de que yo sea una princesa, la aceptaré.

¿Qué otra objeción podía tener?, se preguntó a sí mismo antes de terminar de acortar la distancia que los separaba y besarla. Hermione sonrió contra sus labios mientras lo rodeaba con sus brazos para tenerlo más cerca de su pecho. La varita que tenía en sus manos se apagó de repente y se quedaron entrelazados en completa oscuridad, besándose como si no hubiera mañana. La felicidad de Merlín apenas podía caber dentro de su pecho.

Ambos tuvieron que hacer un enorme esfuerzo para separarse, pero sus pulmones necesitaban aire. Hermione, temblando, contuvo sus ansias de volver a tomar su boca y besarlo con más profundidad. En cambio, volvió a encender su varita y ambos pudieron ver las consecuencias del beso que habían compartido. Cabello revuelto, labios rojos e hinchados y ojos vidriosos. Se sonrieron tímidamente.

—Vamos—dijo Merlín, tomando su mano libre para arrastrarla por el resto del camino hasta la gran entrada a la cueva del dragón.

El gran dragón no estaba a la vista pero tras unos cuantos gritos por parte del mago apareció volando desde el inferior y luego se posó con su increíble delicadeza sobre una roca. Si encontró curioso que ambos estuvieran tomados de la mano, no lo dijo. Simplemente escuchó como ellos le relataban los sucesos últimos sobre la nueva esposa de Uther.

Kilgharrah se quedó en silencio durante unos instantes eternos pero, finalmente, lo rompió con una estruendosa carcajada que hizo que las paredes se estremecieran levemente. Para Hermione aquello era casi ridículo. ¿Quién hubiera imaginado que los dragones podrían tener una risa tan contagiosa? Ella lo hubiera imitado si no supiera lo grave de la realidad. Merlín, a su lado, lo contemplaba indignado.

—No es gracioso—le dijo.

Kilgharrah rió aun más fuerte.

—Sí, lo es—lo contradijo sin dejar de reír—¡Lo es! ¡La idea de Uther con un troll!—rió aún más—¿Fue un romance público?

—Lo suficientemente público—aseguró Hermione con una mueca.

El Gran Dragón rió hasta quedarse sin aire.

—¡No te rías!—le ordenó el mago—Si no la detenemos, Arturo nunca será rey. Albion nunca nacerá.

El dragón tomó aire profundamente e intentó controlarse.

—Lo siento—se disculpó—Tienes razón, por supuesto.

—¿Cómo logramos revertir el hechizo?—preguntó Hermione.

—Estos no son trucos insignificantes—le aseguró Kilgharrah—La magia troll es muy poderosa.

—¡Pero tiene que haber una manera!—exclamó Merlín.

—La única manera de romper el hechizo es que Uther derrame lágrimas de verdadero remordimiento.

Merlín asintió pero entonces vio el dilema.

—¿Cómo hacemos que haga eso?

—No puedo contestar esa pregunta. El corazón de Uther es frío como el de una piedra. Nunca se arrepentiría de nada.

Desafortunadamente, Hermione no podía contradecirlo. Había mostrado cierto afecto sincero hacia ella y aún más hacia Arturo, pero era las únicas excepciones. Todos los demás eran fácilmente intercambiables.

—Gracias. Creo— murmuró Merlín apretando la mano de Hermione para indicarle que debían marcharse.

Ella se despidió del dragón y ambos se giraron para regresar, pero la voz de Kilgharrah los detuvo.

—Joven mago—lo llamó y cuando se detuvieron y lo miraron, añadió—Hace tiempo atrás prometiste dejarme en libertad. La ayuda que te doy no es incondicional.

Merlín simplemente asintió, sintiendo la mirada sorprendida de Hermione sobre él. Tenía cierto temor de mirarla a los ojos por lo que simplemente volvió a andar, aún sin soltarle la mano. El recorrido por el pasillo fue silencioso, simplemente iluminado por la luz de la varita mágica de Hermione.

Cuando salieron y volvieron a adentrarse al castillo, dejando atrás sus profundidades, Hermione lo soltó. Sintió la ausencia inevitablemente pero contuvo sus ganas de buscarla. Él sabía muy bien que nadie podía verlos. Especialmente ahora que estaba su cabeza tenía un precio. Caminaron con cuidado, vigilando todas las esquinas antes de doblar, para no toparse con nadie por sorpresa.

—¡Escóndete, es León!—le susurró de repente Hermione mientras lo empujaba detrás de una enorme escultura.

Ella siguió avanzando unos pasos hasta que alzó la vista y simuló no haberse dado cuenta anteriormente de la presencia del caballero.

—¡Oh! Hola, León—lo saludó.

El caballero hizo una pequeña inclinación con la cabeza a modo de reverencia, incapaz de poder abandonar las formas cuando estaba en presencia de la princesa. Hermione se dio cuenta que, a pesar del formalismo, tenía una expresión seria y preocupada en su rostro.

—Más allá de lo obvio—dijo haciendo referencia a la reina—¿Qué sucedió?

—El rey quiere agregar más impuestos—informó con un suspiro casi resignado.

—¿Más? Pero… mi hermano se negó a cobrarle al pueblo la primera vez, e igual hizo que fueran casa por casa y les quitaran lo poco que tenía. ¿Qué más podría quitarle?—preguntó indignada— ¡Morirán de hambre!

—¡Eso es lo que yo le dije! Intentamos hacerle entrar en razón pero no lo ve. No entiendo por qué no puede darse cuenta—agitó la cabeza—pero estamos bajo amenaza de muerte. No podemos hablar mal de ella y…—hizo una mueca de asco al recordarlo—acabamos de ver como comía estiércol.

—Dime que no hablas en serio—le pidió terriblemente asqueada.

León asintió para su desgracia.

—Muy en serio. Ha hecho traer todo el desperdicio de las caballerizas al comedor…

—¡Es suficiente!—le ordenó—No puedo ni siquiera escucharlo—tomó aire—Lamento que hayas tenido que verlo y que mi padre esté actuando de ese modo… ¿Puedo pedirte algo?

Él pareció sorprendido con su pregunta pero aún así asintió.

—Por supuesto.

—¿Puedes hacer todo lo que esté en tus manos para evitar que se cobren inmediatamente los impuestos? No quiero meterte en problemas pero tampoco puedo permitir que la gente de Camelot muera por la codicia de la reina.

—Haré todo lo que pueda—aseguró e hizo una reverencia para marcharse.

Cuando no estuvo a la vista Merlín salió de su escondite y miró con preocupación a Hermione. La situación estaba volviéndose cada vez más compleja.

—Volvamos rápido con Gaius—le pidió ella—Quizás él tenga una idea.

Hicieron el trayecto en el menor tiempo posible. Ambos entraron a las cámaras del galeno, quien lo estaba esperando ansioso.

—¿Qué les dijo?—les preguntó nada más verlo.

—El dragón dijo que tenía que derramar lágrimas de verdadero arrepentimiento para poder romper el encantamiento—le informó el mago con molestia, como si supiera que aquello era absurdamente imposible.

—Eso no va a ser fácil—admitió el mago—El corazón de Arturo está cerrado a todos.

Merlín suspiró.

—No a todos—dijo contemplando a Hermione.

—Si te refieres a mí, estás equivocado—lo contradijo sin sentirse molesta porque su padre realmente no la quería tanto como a Arturo.

—Hermione, es tu padre. Pasó años buscándote, incansablemente…

—Por culpa, quizás—admitió—pero no por arrepentimiento.

El mago la miró confundido por aquellas palabras.

—¿A qué te refieres?

—Este no es el mejor momento para charlar sobre mi vida—indicó con un suspiro—Si hay alguien a quien mi padre ama con todo su corazón, ese es Arturo.

Gaius asintió, dándole la razón.

—Entonces—dijo el anciano—sólo hay un curso de acción que podemos tomar. Uther debe ver a su hijo morir.

Los ojos de Hermione se agrandaron con sorpresa. Aquello no le gustaría.

Arturo apagó la vela que se mantenía encendida al lado de su cama y luego se acomodó, dispuesto a dormir profundamente, intentando olvidar completamente lo ocurrido con su padre y el asqueroso troll con el que se había casado. Cerró los ojos y se relajó.

—Arturo…

Abrió los ojos, preguntándose si había sido su mente o si realmente alguien más estaba allí con él.

—Arturo…

Se levantó de un movimiento fluido, tomó su espada y miró a su alrededor con los ojos bien abiertos, intentando ver en medio de la oscuridad de la habitación. Sólo la luz de la luna se filtraba por una de las ventana.

—¿Quién está ahí?—preguntó.

—¡Merlín!—el mago salió de debajo de la cama, sonriéndole.

Saltó hacia atrás, sobresaltado pero cuando se dio cuenta que se trataba de su sirviente se relajó notablemente.

—Volviste.

—Nunca me fui—le aseguró.

—¿Quieres decir…?

—Sí.

—¿… que has estado ahí bajo todo este tiempo?

La sonrisa divertida de Merlín se borró de inmediato.

—¡No! Por supuesto que no.

—Porque si estuviste…—alzó la espada, amenazándolo.

—¡No estuve, lo juro!—aseguró—Puedes preguntárselo a Hermione.

—¿Hermione? ¿Estuviste bajo su cama?—inquirió con un gruñido, aproximando aún más la espada a su cuello.

—¡NO!—exclamó horrorizado de que él pensara una cosa así. No era un pervertido.—Estuve con Gaius.

Arturo rodó los ojos pero bajó la espada. Se giró y fue a sentarse detrás de su escritorio. Merlín salió de debajo de la cama.

—Entonces…—comenzó con cierta burla—Tu madrastra es un troll.

—Si dices: "te lo dije…"—tomó una pequeña daga que tenía sobre su escritorio, la que utilizaba regularmente para abrir cellos y se la mostró de modo de amenaza.

—No iba a decirlo—alzó las manos en señal de rendición—Lo juro. Pero, es verdad, si me hubieses escuchado antes…—la mirada fría de Arturo lo silenció—Lo siento. Con Hermione y Gaius creemos que el rey está bajo un hechizo—le informó—Encontramos una manera de romper el hechizo, pero…Necesitamos tu ayuda.

—Si Hermione estaba al tanto todo este tiempo de tu presencia, ¿Por qué no me lo dijo?—Merlín no supo qué responderle y Arturo lo dejó pasar—¿Por qué no vino ella a pedirme ayuda?

Después de todo, él mismo sabía que era incapaz de negarle cualquier cosa a su hermana.

—Ella está ocupada en este momento—murmuró esquivo—Te explicaré cómo es el plan…

Comenzó a decirle rápidamente la idea central del mismo, eludiendo intencionalmente algunas partes para que no se alarmara. Justo cuando terminaba, entraban Hermione y Gaius a las habitaciones del príncipe.

—Entonces, ¿El gran plan es matarme?—preguntó molesto—No lo hubiera esperado de ti, Hermione.

Su hermana lo miró avergonzada.

—Es un mal plan—dijo con sinceridad—Si supiera que puede funcionar al revés, tomaría tu lugar.

—Yo jamás te lo permitiría—aseguró—No podría matarte.

—No es matar… bueno, técnicamente, sí—tartamudeó Merlín, encendiendo las velas para iluminar la sala—Hermione y Gaius han estado elaborando una poción que da la apariencia de estar muerto, sin estarlo.

—Es un veneno—dijo Hermione, sintiendo la necesidad de ser completamente sincero con su hermano.

—¡Pero vas a estar bien!—aseguró Merlín intentando convencerlo—No hay nada de qué preocuparse, sólo te llevará al borde de la muerte…

—¡Oh! Sólo al borde…—dijo con sarcasmo.

—No tenemos opción—insistió el mago.

—Tenemos que hacer a tu padre llorar—le recordó Gaius.

—¡No le importo!—exclamó el príncipe con molestia, ocultando el dolor de esta verdad.

—Tonterías—dijo el galeno—Esa es la influencia de Catrina. Conozco a tu padre desde hace muchísimos años. No hay nadie ni nada que él quisiese más que tú—le ofreció el pequeño frasco con la poción—Es totalmente seguro. Una gota del antídoto revertirá los efectos inmediatamente.

Arturo lo miró con confusión.

—¿Antídoto? ¿Qué antídoto?—miró a su sirviente—Nunca dijiste nada de un antídoto.

—No creí que fuera importante—se excusó Merlín aunque Hermione pudo advertir cierta tensión en su voz.

—La poción bajará tu ritmo cardíaco y tu respiración—le informó ella—Ante todos, parecerás muerto.

Arturo asintió, comprendiendo.

—¿Y el antídoto revierte los efectos?—cuestionó.

Gaius asintió y el príncipe se relajó notablemente. Pero las siguientes palabras del anciano cambiaron drásticamente su ánimo.

—Si es administrado a tiempo.

—¿Y si no lo es?

—Estarás verdaderamente muerto.

Sus ojos se abrieron llenos de impresión y viajaron directamente hacia Merlín, otra vez.

—¡Dijiste que no era importante!

—Eh… sí, supongo que sí es importante—murmuró el mago.

—Merlín tendrá el antídoto—dijo el anciano—Una vez que administre el veneno… eg…poción—se corrigió porque la palabra veneno sonaba demasiado fuerte—tendrá media hora para dártelo.

—¿No puede tenerlo Hermione?—preguntó el príncipe, confiando más en su hermana que en su sirviente.

—Ella estará entreteniendo a Catrina, manteniéndola alejada para que no intente otra cosa—explicó el anciano.

Arturo suspiró con resignación.

—No llegues tarde—le ordenó a Merlín.

—¿Alguna vez lo hago?—preguntó con burla el chico, para alejar un poco la tensión del momento.

El príncipe creyó prudente no responder a aquello. No quería recordarle que algunas mañanas ni siquiera aparecía, llegando casi seis horas tarde. Pero ahí estaba, confiando su vida a aquel chico despistado. Miró a su hermana, queriendo que aquella no fuera la última vez, y luego se acercó al galeno, dispuesto a tomar el frasco con el veneno.

—¿Estás seguro que quieres seguir con esto?—preguntó apartando la mano para que no alcanzara a tocar el frasco.

—Es la única manera de salvar a Camelot—dijo el príncipe aceptando con valentía su deber.

Gaius vio en su mirada decisión. Le dio el veneno. Arturo lo destapó, miró nuevamente a Hermione y alzó el frasco, como si estuviese brindando, antes de beberlo por completo. Su rostro se contorsionó en una mueca de asco pero supo soportarlo.

Hermione, Merlín y Gaius lo contemplaron expectantes. El príncipe, al sentir su mirada, los contempló a su vez. Nada había sucedido. No se sentía mal. Se encogió de hombros levemente, indicándole que se encontraba completamente bien, pero fue en ese momento cuando una pesadez abrumadora llenó todo su cuerpo. Sus párpados cayeron y sus piernas fueron incapaces de soportar el equilibrio, haciendo que se inclinase hacia adelante.

Merlín y Gaius lo sostuvieron rápidamente y luego, con mucho cuidado, lo dejaron tendido en el suelo. El galeno le cerró los párpados con delicadeza. Ante esa imagen, Hermione se estremeció y se recordó mentalmente que sólo era un engaño, que su hermano no estaba realmente muerto. Aún así, en su pecho el pánico creció y se convirtió en una angustia abrumadora. Merlín, al notarlo, se posó a su lado y la abrazó.

—Todo estará bien—le susurró.

Hermione asintió. Sintió que sus ojos se humedecían pero no hizo nada para evitar llorar. Se suponía que debía de estar devastada por la muerte de Arturo.

—Es hora de contar las malas noticias a Uther—dijo el galeno.

Hermione se separó del pecho de Merlín y asintió. El anciano le dio el antídoto a Merlín y le ordenó que saliera de la habitación para mantenerse oculto mientras él y la princesa iban a buscar al rey.

—¿Estás bien?—preguntó el galeno mientras iban con pasos presurosos a donde estaba Uther—Te ves pálida.

—¿Cómo te encontrarías tú si vieras a uno de los hombres que más quieres, muerto?—preguntó tensa.

—No está muerto, querida.

—Lo sé, lo sé—asintió—Pero verlo así…

—Es duro—completó el anciano—Pero Merlín logrará salvarlo.

Ella asintió. Aún así, si no funcionaba la pócima, ella tenía dentro del puño de su mano, algo que haría que su hermano volviera. Algo que era capaz de salvar a una persona de cualquier clase de envenenamiento. Había sido difícil conseguirlo pero lo había hecho… y realmente no quería pensar en lo que había tenido que hacer.

—¿Lista?—preguntó el galeno cuando llegaron frente a la cámara de Uther.

Ella asintió. Sin tocar y con prisa, procurando que su rostro se contorsionara en una mueca de la más agónica angustia, abrió la puerta para encontrar a Uther contemplando a su asquerosa esposa sentada frente a un platón de estiércol, devorándolo con ansias.

—¡Padre!—gimoteó—¡Es Arturo!—sollozó dramáticamente cuando se ganó una mirada preocupada por parte del rey—Ha muerto… ¡Se ha quitado la vida! No ha tolerado que lo hayas desheredado.

Uther se puso de pie de un salto, con los ojos abiertos como platos. Sin pensarlo dos veces y, haciendo caso omiso a los gritos de protesta de su esposa, corrió hacia las cámaras de su primogénito. Hermione lo siguió de cerca. Sintió los pasos de la troll siguiéndolos pero como el monstruo era más grande y pesado era incapaz de tener la misma velocidad que ellos.

Cuando llegaron a la habitación del príncipe, Uther sollozó al ver el cuerpo sin vida de Arturo tendido en el suelo. Se aproximó inmediatamente y lo miró, incapaz de soportar el dolor que estrujaba su pecho.

—Mi hijo—sollozó viendo su piel pálida y su cuerpo sin respiración—Fue mi culpa. Te alejé de mí.

Hermione hizo todo lo posible por no llorar a su lado. Arturo estaría bien, se dijo una y otra vez.

—¡Oh, mi hijo!

Uther tomó el cuerpo inerte de Arturo entre sus brazos, apretándolo contra su pecho con violencia, como si deseara poder ser capaz dar su propia vida a cambio de la de él. La culpa que lo llenaba era demasiada. Sus labios entre abiertos dejaban escapar sollozos y palabras inteligibles mientras que sus ojos derramaban incontables lágrimas.

Al menos, el hechizo se rompería, se dijo Hermione mientras miraba hacia la puerta con impaciencia, esperando que Merlín llegara. Cuando ésta se abrió, casi saltó de alegría, pero no fue el mago quien entró sino Catrina. Los ojos de la troll se abrieron enormemente al ver a Uther llorando.

—¡No! ¡No! ¡Ven!—llamó a su esposo—No hay nada que puedas hacer por él…

—¡Lo he matado! ¡He matado a mi hijo!

—No, no lo has hecho—intentó aproximarse pero Hermione se interpuso en su camino con decisión—¡Nu meaht thu begalan!

Hermione sabía que no podía hacer magia delante de su padre, por lo que tomó la espada que el rey tenía prendida en su cinturón y la usó para amenazar a aquella bestia. Él, al darse cuenta, se giró y miró sorprendido primero a Hermione y luego a su esposa pero, cuando sus ojos se posaron en ésta última, su ceño se frunció.

—¡¿Catrina?!—preguntó.

—Eh…

Se puso de pie de inmediato y retrocedió, asustado, tomando del brazo a su hija para que ella también se apartara de aquel monstruo grotesco.

—¿Qué clase de engaño es éste?—inquirió.

Esa no era la bella mujer con la que se había casado.

—Como he sufrido estos días—dijo la troll—permitiendo que me tocaras… teniendo que compartir la cama contigo.

—Ug…—Uther hizo todo lo posible para no vomitar cuando unos repulsivos recuerdos de ciertas noches llegaron a su mente.

—¡Fue repugnante!—exclamó la troll.

—Conozco el sentimiento—aseguró el rey enfermo consigo mismo.

¿Dónde rayos estaba Merlín?, se preguntó Hermione. Ya casi se agotaba el tiempo.

—¡Oh! He estado esperando esto—dijo la bestia mientras se acercaba a ambos.

—¡Guardias!—gritó Uther.

Los caballeros de Camelot que se habían apostado frente a la puerta del príncipe aparecieron de inmediato.

—¡Deténgan… lo!—exclamó, tras dudar si decir "deténgala" porque aquella cosa definitivamente no era la mujer que lo había cautivado.

Los guardias comenzaron a enfrentarse al troll, pero éste tenía una fuerza descomunal. Fue en ese momento cuando vio a Merlín de arrodillado al lado de su hermano, intentando exprimir su pañuelo. Ella se le acercó, espada en mano y, sin hacer preguntas, comprendiendo de inmediato que había perdido el antídoto, abrió su otra mano y le mostró la piedra que tenía.

—Ábrele la boca—le ordenó.

Merlín, a pesar de la confusión, le hizo casi y ella, inmediatamente, le colocó la piedra al fondo, casi en su garganta y luego se la obligó a tragar. Fueron unos eternos segundos pero finalmente Arturo abrió los ojos e, inmediatamente, empujó al suelo a Hermione, haciéndola gritar de la sorpresa.

La troll había derrotado a los dos guardias y había estado a punto de atacarla si no hubiera sido por Arturo. El príncipe se quitó su espada y se enfrentó a ella pero la enorme bestia alzó su mano y de un solo golpe lo empujó contra la pared lateral, dejándolo medio inconsciente.

—¡Esa no es forma de tratar a tu querida madrastra!—le dijo antes de volverse al Rey.

Uther se lanzó contra ella, lleno de una rabia abrumadora pero un solo golpe de su parte logró dejarlo inconsciente. Para empeorar las cosas, Jonas apareció y fue directamente hacia Arturo. Sacó una pequeña daga, creyéndolo presa fácil, pero el príncipe abrió los ojos y lo atacó. Logró tomar su espada y, cuando el sirviente de Catrina lo atacó nuevamente, consiguió que ésta le atravesara el pecho.

La troll enfureció ante esto. Lanzó un gruñido furioso mientras iba detrás de Arturo pero Hermione fue más rápida y, desde atrás, antes de que llegara a tocar siquiera a su hermano, clavó el filo de su espada en ese enorme cuerpo en medio de su espalda. Los ojos del monstruo se abrieron enormemente antes de caer al suelo.

Arturo miró sorprendido a Hermione, antes de darse cuenta que las manos de la joven temblaban nerviosamente. Corrió hacia ella y la abrazó con fuerza. Hermione jadeó contra su pecho.

Todo había terminado. Finalmente.

—¿Cómo te sientes?

Hermione pensó unos momentos en la pregunta que le hacía su hermano. El día anterior había asesinado a un troll que quería acabar con su padre, con su hermano y con ella misma para poseer todo el reino y todas las riquezas que tenían.

—Bien—dijo con sinceridad, obsequiándole una pequeña sonrisa antes de comenzar a servirse alimento en su plato—¿Y tú?

Estaban almorzando. Su padre les había dicho que quería pasar un rato en familia, sólo con sus dos hijos, y allí estaban. Los hermanos charlaban con tranquilidad. Era el rey el que no había abierto la boca en ningún momento aún.

—Teniendo en cuenta que casi muero, bien… Por cierto, ¿Qué era esa cosa que me obligaste a tragar?

—Eh… sólo formaba parte del antídoto—dijo sin querer entrar en detalles.

Dudaba seriamente que su hermano quisiera enterarse que, lo que había ingerido, había sido una piedra que se encuentra en el interior del estómago de las cabras.

El vio algo en la mirada de Hermione, algo que le dijo que estaba ocultándole algo importante. Pero, teniendo en cuenta los últimos sucesos, prefirió no preguntar. Había cosas que realmente no necesitaba saber. Lo importante en ese instante era que tanto ellos como su padre estaban completamente a salvo.

—Ejem…—Uther se aclaró la garganta, llamando la atención de ambos—Me gustaría agradecerles por exponer este ataque contra nuestro estado—dijo con formalidad—Una vez más, la magia se ha utilizado para golpear Camelot.

—Dirás, a tu corazón—dijo Arturo, queriendo castigar de algún modo a su padre por todo lo que había tenido que pasar—¿Cuántas noches has compartido la cama con un troll?

—Arturo, por favor…—le rogó Hermione, prefiriendo evitar esos temas.

—Yo estaba bajo un hechizo, obviamente—dijo con vergüenza Uther, consiguiendo que Arturo riera—He hecho muchas cosas de las que me arrepiento… pero…

—Padre, en realidad, no queremos saber los detalles—lo interrumpió Hermione.

Arturo asintió, estando de acuerdo con ella. Él no necesitaba tener esas imágenes en su mente.

—Realmente, lo lamento—dijo el rey—y, obviamente, volverás a ser el heredero legítimo de Camelot… y tú, Hermione, todavía quiero que aprendas todo lo necesario para reemplazarnos, si las circunstancias lo ameritan.

—Si estás seguro—murmuró ella.

—Absolutamente.

—Todo volverá a la normalidad ahora—dijo su hermano.

Hermione rió suavemente, con cierta diversión. Estar en Camelot era casi como estar en Hogwarts.

—¿Desde cuándo ha habido normalidad?—le preguntó mientras salían del comedor juntos—Nos hemos enfrentado a monstruos, hechiceros, y toda clase de enemigos que quieren acabar con los Pendragon o poseer Camelot. Aquí nada parece normal.

—Puede que esa sea nuestra normalidad—aceptó Arturo con una mueca de molestia—Quizás, dentro de un tiempo, no tengamos que lidiar con tantos enemigos y podamos encontrar la paz.

—Quizás cuando seas rey—aceptó ella.

Salieron al pasillo y ambos vieron que Merlín caminaba por delante.

—¡Merlín!—lo llamó Arturo.

El sirviente se detuvo y giró a verlos mientras los esperaba. Cuando estuvieron a su altura, sus ojos se conectaron momentáneamente con los de la princesa antes de volver a los de su amo.

—Quiero decirte—comenzó el príncipe—que nunca he dudado de ti.—pero ante la mirada burlona de Merlín, no le quedó más opción que decir la verdad—Bueno, tal vez sí, pero es todo tu culpa. Tienes una cara sospechosa. Algo en tu expresión… como si tuvieras algo que esconder.

—Soy un libro abierto—aseguró el mago con inocencia.

Arturo se cruzó de brazos.

—No te creería eso ni por un momento—aseguró—Sin embargo, sé que sin tu ayuda todavía tendría a un troll como madrastra.

Hermione miró el intercambio con conmovida. Ese par era único. Los adoraba a los dos. Su hermano se creía tan superior, tan inteligente y aún así Merlín le estaba ocultando un gran secreto frente a su nariz. Sin embargo, a su manera, ambos se querían.

—Eh…—Arturo titubeó, sin saber qué más decir.

—Mmm…—Merlín estaba en la misma situación.

—Bueno, gracias—se inclinó hacia Merlín para tomarle la mano cuando, al mismo tiempo, el chico se inclinó para abrazarlo—¡Woaw!—exclamó retrocediendo de inmediato, contemplando a su sirviente como si se hubiese vuelto loco—¿Qué estás haciendo?

Ambos se quedaron a medio metro el uno del otro, con las manos en alto, como si fueran dos enemigos que se demostraban mutuamente que estaban desarmados. Pero en realidad eran dos amigos, hombres, demasiado incómodos con la posibilidad de compartir un afectuoso abrazo.

—Pensé que ibas a abrazarme—dijo Merlín.

—¡NO!—exclamó Arturo, horrorizado por la idea.

—No—estuvo de acuerdo Merlín, admitiendo que había malinterpretado todo.

Ambos comenzaron a bajar las manos lentamente, sin dejar de observarse atentamente, hasta que Arturo se alejó con prisa. Hermione no supo si echarse a reír o ir detrás de él y pegarle por ser tan terco. ¡Hombres! ¿A caso lo hubiera matado abrazar a Merlín? Miró al mago y notó que se rascaba la nuca con incomodidad.

—Eso sí que fue muy vergonzoso—admitió.

—Debería de estar más agradecido. Le has salvado la vida—le dijo ella.

—Esa has sido tú—la contradijo—Cuando Jonas me atacó antes de que pudiera volver a las cámaras de Arturo, la botella con el antídoto se me cayó y se rompió. Intenté juntar lo que pude con mi pañuelo…

—No importa, Merlín—le aseguró ella—Arturo está bien. Ya lo has visto. Simplemente aprovecha la rara ocasión de haber recibido un agradecimiento de su parte.

—Y después me dijo que tengo una cara muy sospechosa—dijo ciertamente indignado—¿Realmente parezco alguien que oculta un secreto?

Hermione lo miró atentamente. Desde sus impresionantes ojos azules, pasando por su nariz, sus pómulos, hasta la forma en que sus labios se juntaban.

—Si te llega a ver dentro de quince minutos…—le dijo susurrando, acercándose a él con cierto atrevimiento—cuando te vea sin aliento y con el cabello revuelto, definitivamente, pensará que algo le estás ocultando.

Merlín, embobado, sólo pudo sentirse placenteramente aturdido.

—¿Dentro de quince minutos?—preguntó casi jadeando.

Ella asintió.

—Encerrarnos por más tiempo en una habitación vacía por más tiempo puede ser peligroso—musitó cerca de su rostro—Aunque te puedes quedar tranquilo, dudo que imagine, si te ve, que te has estado besando con su hermana.

Merlín casi gimió cuando ella dejó un pequeño besito en la comisura de su labio antes de apartarse.

—Vamos—lo incentivó ella, aprovechando que no había nadie cerca que los pudiera ver—apresurémonos a buscar alguna habitación vacía.

Y él, incapaz de resistir tanta tentación, la siguió completamente dispuesto.


ADELANTO DEL SIGUIENTE CAPÍTULO:

—Y usted debe ser Aredian,—dijo—el famoso cazador.

—Creo que exagera, mi lady. Puedo ser conocido pero no tan famoso como lo es usted. La historia de la princesa raptada por una feroz hechicera es conocida por todos y aún más conocido fue su sorprendente regreso.

Ella podía apostar que él desconocía todos los jugosos detalles del asunto.

—No tan sorprendente, en realidad—lo contradijo.

—¿Sospechoso, entonces?

—Aredian, por favor—dijo el rey contemplando al cazador primero y luego a su hija—no estará insinuando que…

—No—lo cortó el hombre—Nunca insinúo nada.