Rosangela: Me pregunto cuáles serán tus teorías. Luego de que leas este capítulo espero que me digas si él era una de tus teorías o si te tomó por sorpresa su llegada.

Lotus-one: ¿Ya se te pasó el coraje por lo sucedido el capítulo anterior? Espero que sí. Tienes razón, es él el rubio que viene de visitas... y conocerás sus intenciones.

Karla: ¡Muchas gracias por tus palabras! Me dan más ánimos de seguir escribiendo. Usualmente es fácil escribir pero de vez en cuando tengo unas cuantas montañas de ideas que unir y llevarlas a palabras y me armo un tremendo lío, pero casi siempre puedo salir adelante. Además, cuento con ayuda de vez en cuando.

Emily: ¡Ya subo! Estaba ocupada escribiendo y no puedo subir algo más hasta que tenga otro capítulo escrito. Una de tus opciones es el visitante.

Sin-Name: No, no es él :)


Ninguno de los personajes me pertenece.


UN VISITANTE INESPERADO

Hermione se solía levantar poco después del amanecer, cuando Ingrid iba a abrir las cortinas de sus ventanas para dejar entrar un poco de luz. Se vestía, desayunaba y cumplía con cualquier tarea que tuviese que hacer para así quedarse libre y poder ir con Merlín o, en caso de que él fuera el ocupado, con Gaius. Por la noche, después de la cena, solía dejar una vela prendida por un buen rato puesto que se llevaba un libro a la cama y lo leía hasta que sentía que el cansancio podía con ella. Su vida allí en Camelot había ido transformándose en una agradable rutina que nunca sería monótona. No pasaba tanto tiempo como quería con Merlín ni tampoco realizaba magia libremente pero al menos agradecía que nadie hubiese descubierto aún ninguno de sus dos secretos.

El aburrimiento era algo impensable. Ella adoraba los días de paz en que todo sucedía con normalidad pero siempre había algún incidente que rompía los moldes de la vida cotidiana: caballeros en busca de venganza, brujas que querían destruir al rey, monstruos que sólo pensarían que existían en las leyendas. Afortunadamente, nada de eso había sucedido desde Morgause (ella aún luchaba por saber quién rayos era y porqué su nombre le resultaba ligeramente familiar). Por eso, cuando abrió los ojos esa mañana no se preocupó ni un poco por las nubes gruesas que se esparcían por el cielo, anunciando viento y un poco de lluvia. Se había acostumbrado a la tranquilidad de los últimos tiempos y rogaba que siguiera así.

Sin embargo, aquella mañana, Ingrid entró muy emocionada y, mientras le servía el desayuno, le contó la nueva noticia.

—Hay visita.

Hermione la miró con el ceño levemente fruncido. No recordaba que su padre le informara sobre algún tipo de invitado.

—¿Quién es?

—No lo sé—admitió—No logré oír su nombre cuando su padre lo recibía pero lo vi… y…—enrojeció notablemente—Es muy apuesto.

Hermione rió suavemente ante el comportamiento de su doncella.

—¿En serio?—preguntó con curiosidad—Pues deberé ir a presentarme, ¿no crees?—bromeó.

Pero Ingrid no captó que sólo se trataba de una broma.

—¡Absolutamente!—asintió con emoción mientras corría hacia su armario y revisaba cada uno de los vestidos que la princesa poseía—Debe lucir hermosa. La peinaré, la vestiré y se pondré alguno de esos productos que tiene y que jamás usa…

—No lo decía en serio—aclaró Hermione—Por si no lo has notado, ya estoy vestida. Si debo ir a presentarme, iré como estoy en este mismo instante. No me interesa capturar la atención de ese hombre y de ningún otro—admitió.

Ella se sentía muy a gusto con Merlín. Él podía no ser el hombre más apuesto del mundo pero definitivamente lograba derretirla cuando se lo proponía.

—Pero…

—Sin peros, Ingrid—dijo utilizando su tono firme—No tengo intenciones de buscarme un marido.

Ingrid no insistió pero se notaba decepción en su mirada. ¿A caso estaba tan vieja que quería encontrarle un esposo a toda costa? No lo creía. Aunque quizás él era en realidad tan apuesto como para hacer burbujear la emoción en la pobre chica.

Hermione no se apresuró con su desayuno a pesar de que tenía curiosidad por saber de quién se trataba. Tan sólo cuando terminó se puso de pie y se dispuso a caminar hacia la sala del Consejo donde sabía que se encontraría su padre. Como intuyó, ahí estaba, pero no solo. Un hombre estaba de pie frente a él, dando la espalda a la puerta, por lo que ella no lograba verle el rostro. Aún así, su forma de pararse y su cabello rubio le resultaban inquietantemente familiar.

Uther alzó el rostro al oírla y le sonrió amablemente.

—Hermione, querida, ven. Quiero presentarte a alguien.

Ese alguien se giró y fue entonces cuando el mundo cayó a sus pies. Allí parado, con una sonrisa petulante, no se encontraba nadie más que Salazar Slytherin.

—Mi lady—dijo Salazar mientras caminaba hacia ella y hacía una respetuosa reverencia—Es un placer poder conocerla finalmente. Especialmente, después de lo mucho que me ha hablado su padre de usted.

Hermione llenó de aire sus pulmones, intentando controlar cualquier emoción violenta que empujaba por salir del interior de su pecho.

—Lamento no poder decir lo mismo—respondió con formalidad—No recuerdo que mi padre lo haya mencionado…—dejó la oración al aire, dándole la oportunidad de presentarse.

Era mejor de ese modo. Si Uther se llegaba a enterar de que ya se conocían exigiría respuestas.

—Salazar Slytherin—dijo con todo orgullo—Lord Slytherin, pero creo que podremos olvidarnos de los títulos… si tu padre lo permite—se apresuró a añadir y esperar un asentimiento de parte del rey, quien lo concedió con demasiado entusiasmo—Debo confesar que cuando su padre me habló de su belleza, pensé que exageraba, pero, ahora que la veo, me doy cuenta que en realidad esas palabras no le hacen honor.

—Ten cuidado, Slytherin—le advirtió Uther al hombre con tono burlón—o pensaré que lo que te trae por aquí es algo más que simples tratados de comercialización.

Salanzar sólo sonrió al rey antes de girar hacia ella y, sin que su padre viera, giñarle un ojo. Hermione sólo sintió deseos de golpearle esa hermosa cara que tenía y romperle la nariz de un puñetazo.

—¿Qué clase de comercialización es la que le interesa, Slytherin?—le preguntó la muchacha.

Ella, por nada en el mundo, lo llamaría "mi lord".

—Hermione, deja a Lord Salazar descansar un poco—le pidió Uther a su hija—¿Por qué no lo llevas a conocer Camelot?

—Si quiere descansar, lo mejor es hacerlo en una habitación…

—No estoy tan cansado—aseguró el mago—Además, estoy seguro que la compañía de una dama tan hermosa será vitalizante.

—Idiota—dijo Hermione entre dientes, asqueada por tantos cumplidos absurdos.

—¿Qué?—inquirió Uther, creyendo haber oído algo pero no estando seguro de ello.

—Encantada—ella forzó una sonrisa.

Slytherin hizo una reverencia hacia Uther antes de tomar delicadamente del brazo a Hermione y escoltarla fuera de la gran sala. Justo cuando salían a través de la puerta y se alejaban, Merlín y Arturo los vieron.

—¿Quién es ese?—inquirió el hechicero con cierta brusquedad.

Arturo, que se encontraba tan conmocionado como él al ver a su hermana acompañada de un hombre, no notó su tono celoso.

—No lo sé, pero lo averiguaré ya mismo—aseguró y con largos pasos fue hasta la cámara donde se encontraba su padre—¿Quién era ese con el que estaba Hermione?—le preguntó.

El rey lo contempló sorprendido por la brusquedad de su entrada.

—Lord Salazar—informó—de la noble y ancestral casa de Slytherin.

—¿Ese es Slytherin?—inquirió incrédulo, señalando hacia atrás—Yo siempre lo creí más viejo.

Merlín se había quedado de piedra al oír el nombre. Lo había visto transformado en un anciano y Hermione le había hablado de él. ¡Era un hechicero! Obviamente, ni el rey ni el príncipe lo sabían porque, de otro modo, habría sido ejecutado nada más asomar su nariz en Camelot. ¿Qué se suponía que hacía allí? ¿Por qué Hermione andaba a su lado tan tranquilamente? ¿A caso no había sido ella misma la que había dicho que era un idiota narcisista? Aunque también recordaba haberla oído decir que era muy inteligente.

—Su padre falleció hace unos pocos años atrás y él, como único hijo y heredero, asumió al trono con apenas veintitrés años—le informó el rey—Nunca he sentido ningún interés en relacionarme con ellos porque su padre era un loco fanático de la magia. Pero hoy Salazar llegó sorpresivamente y pidió una audiencia conmigo… —Uther se mostró gratamente sorprendió—Me explicó que no cree en las viejas leyes de su padre, que se ha planteado reivindicar la magia y que le honraría contar con Camelot entre sus aliados.

—¿Y le creíste?—inquirió Arturo con sospechas.

—No, pero su comportamiento ha sido incuestionable hasta el momento y parece llevarse muy bien con Hermione… He mandado un infiltrado a su reino para que me confirme todo lo que ha dicho… Si todo sale bien, no veo razón para rechazar su propuesta.

—¿Y si no?

—Creo que ya sabes la respuesta—indicó Uther.

—¡¿Se puede saber qué haces aquí?!—cuestionó Hermione a Slytherin nada más salir del castillo.

El hombre no se inmutó por su tono molesto ni por la fiereza de su mirada. Por el contrario, siguió andando y contemplando su alrededor como si todo le resultara nuevo.

—Como le he informado a tu padre, Hermione, estoy aquí porque deseo entablar relación comercial con…

—¿Quieres dejar de decir estupideces? Tú no eres ningún lord ni tienes un reino.—lo interrumpió ella, deteniéndose de repente—¿Por qué estás aquí?

Salazar la imitó y puso sus ojos claros en ella, sin quitar ese toque burlón que tanto la molestaba.

—Investigación—fue todo lo que dijo.

—¿De qué tipo?—insistió Hermione—¿Qué es lo que quieres investigar?

—A ti—respondió sin titubear.

Hermione lo contempló con sorpresa.

—¿A mí? Te aseguro que no hay nada en mi persona que merezca ser investigado.

—Vamos, princesa—sonrió con picardía mientras dejaba que sus ojos se deslizaran por todo su cuerpo cubierto—Ambos sabemos que hay mucho en ti por descubrir… Lo recuerdas, ¿no? Te prometí que averiguaría tu secreto.

—No hay secreto—aseguró con la cabeza en alto mientras luchaba contra el rubor que empujaba por hacerse notar en sus mejillas—Así que será mejor que dejes de perder el tiempo y vuelvas a donde sea que perteneces.

—Nunca pierdo el tiempo. Siempre encuentro algo provechoso para hacer con él… Estoy seguro que nosotros encontraremos algún modo de divertirnos—le dijo prometedor mientras alzaba su mano y acariciaba su mejilla.

Hermione le pegó un manotazo brusco, consiguiendo que él se apartara de repente y la mirara como si estuviera herido por el rechazo.

—No eres de las fáciles, ¿Verdad?

—Sobrepaso el término de difícil—comentó ella, rugiendo interiormente por la rabia.

—Ya veo porqué tu padre se mostró tan complacido de que alguien simulara estar interesado en ti. Habrá intentando encontrarte esposo y seguramente lo has mordido—dijo burlón.

—Y dejé cicatriz.

Ella no se inmutaba por la cantidad de insultos que él podría lanzarle. Era un idiota del que quería deshacerse lo más rápidamente posible.

—Para mi fortuna—sonrió Slytherin—No tengo miedo de las leonas, por el contrario, las amanso.

—¿Leona?

Hacía tanto tiempo que nadie la llamaba así.

—Sí, te pareces a una. Furiosa y territorial, protectora con los suyos…—explicó—Aunque más bien podrías ser un gatito—dijo pensándolo mejor—un tierno gatito furioso que apenas tiene garras para defenderse.

Hermione apretó las manos en forma de puño.

—¿Quieres probar el filo de mis garras?—lo provocó.

Slytherin sonrió más ampliamente.

—Me encantaría verlo…—admitió y se acercó para susurrarle al oído—Especialmente si dejas marcas en mi espalda.

Hermione jadeó ruidosamente ante la insinuación. ¡Maldito hijo de…!

Merlín estaba de mal humor. Todo el día había sido un asco. Empezando por esas nubes horribles que habían llegado durante la noche anterior y que habían descargado el agua que traían durante la tarde y finalizando por ese idiota de Salazar Slytherin que no dejaba ni un segundo sola a Hermione. A donde sea que estaba ella, él la acompañaba. Incluso durante el mediodía habían tenido un almuerzo privado por lo que no había sido capaz de verla ni un mísero segundo.

Y en ese instante ya era demasiado tarde. Había prometido a Gaius ayudarlo con algunos pacientes y por más que sentía deseos de mandarlo a volar no podía faltar a su promesa. Era de noche, llovía torrencialmente y aún estaban en la ciudadela, caminando hacia el castillo. Caminaba detrás del galeno sólo queriendo llegar a su hogar cuando, cruzando al lado de una carreta con jaula, un movimiento lo sobresaltó.

El anciano se volteó rápidamente para comprobar qué era y ambos vieron a una joven mujer en el interior. Su ropa estaba destruida, su cabello sucio y su piel pálida. Era muy delgada y en sus manos y pies llevaba puestos firmes grilletes de hierro. Sus dos enormes ojos los contemplaban suplicantes y Merlín jamás en su vida vio tanta desolación reflejada como en ellos.

—Ha caído en manos de un cazador de recompensas—explicó el galeno.

—¡Es sólo una niña!—exclamó anonadado.

La chica no debía de tener más que dieciséis o diecisiete años. ¿Qué ser despiadado podría hacerle eso a alguien como ella? ¡Eso sería igual de repugnante si Hermione estuviera en su lugar! Desolada, abandonada, sin nadie que la ayudase.

—Así valdrá un buen precio—dijo Gaius con seriedad.

—¡¿Alguien pagará por ella?!—cada vez se sentía más enfermo con el destino que le tocaba vivir a la pobre chica.

—Uther ofrece una recompensa por personas que poseen magia—informó antes de girarse e intentar seguir su camino.

—¿Hay algo que podamos hacer?—insistió el chico.

El anciano volteó nuevamente y miró a Merlín fijamente, advirtiéndole.

—Merlín, los caza recompensas son gente peligrosas. No te debes meter con ellos. Tú debes comprenderlo mejor que nadie.

El galeno volvió a seguir su camino pero Merlín no pudo evitar lanzar una mirada atrás antes de marcharse, descubriendo que la chica aún lo seguía viendo fijamente.

Iba a ayudarla, no importaba lo que costase.

Fue después de que Gaius se hubiese dormido que salió de las cámaras que compartían y se adentró en los pasillos del castillo para buscar la ayuda de Hermione. Estaba seguro que si le decía lo que había sucedido, no dudaría en salvar a la chica. Sin embargo, nada más llegar, descubrió que del otro lado de la puerta había velas encendidas. Se sorprendió. Usualmente ella se quedaba leyendo hasta tarde pero no tan tarde. ¿Y a caso eso eran voces?

Sólo había una forma de constatarlo. Se acercó a la puerta y tocó firmemente. Ésta tardó unos momentos en abrirse pero la imagen que le dio la bienvenida no era la de la princesa, sino la de un hombre de cabello rubio hasta los hombros, alto, imponente y apuesto: era el cretino Slytherin. ¿Qué demonios hacía en la habitación de ella a esas horas de la noche?

—¿Si?—dijo mirándolo como si no fuera nada más que una mosca muerta.

—Hermione…

—Lady Hermione para ti, mocoso—lo corrigió.

Merlín apretó los dientes con rabia.

—¿Puedo hablar con ella?—preguntó—Es urgente.

—Me temo que no. Está ocupada y me pidió explícitamente que nadie la molestara…

—¿Te lo pidió a ti?—inquirió no soportándolo más—¿A ti? ¿Y te parecen horas adecuadas para estar en las cámaras de la princesa? ¿Qué piensas que su padre diría?

Salazar no se dejó intimidar por estas preguntas. Le sonrió con burla, como siempre hacía con todo aquel que creía inferior.

—Creo que su padre estará feliz de encontrarle un digno pretendiente.

Merlín se sintió empalidecer poderosamente cuando oyó esa última palabra.

—¿Eres su pretendiente?

—No aún—admitió—Pero tengo intenciones de pedir permiso al rey para cortejarla antes de marcharme. Lo que me parece que sí molestará al rey es que un sirviente como tú ronde a la princesa a estas horas de la noche sin motivo alguno.

—Tengo mis motivos—aseguró.

—¿Y cuáles son?

—No tengo porqué decírtelos a ti.

—Entonces, por favor, acompáñame. Buscaremos al rey y les diremos a él tus motivos—dijo sonando como la persona más amable del mundo.

Merlín apretó los labios y negó con la cabeza.

—No importa—dijo y tras dar media vuelta se alejó de allí, decidido a ayudar a la chica por su cuenta.

Salió del castillo y se encaminó hacia la ciudadela con sigilo, procurando que los guardias que hacían vigilancia no se dieran cuenta de su presencia. Nada más llegar constató que la jaula seguía en el mismo sitio y que la muchacha dormitaba en el interior. Corrió unos metros hasta la taberna del lugar y, tras asomar su cabeza, vio al caza recompensas comiendo ansiosamente una gran pieza de carne. Volvió a salir y se acercó con prisa a la jaula. La chica se sobresaltó y retrocedió todo lo que podía.

—No te preocupes—le dijo—No voy a hacerte daño—se acercó a la cerradura de la puerta y murmuró—¡Trospinge!

Ésta se abrió de inmediato. Merlín subió a la jaula para arrodillarse delante de la chica, quien seguía intentando retroceder, asustada. Merlín intentó actuar aún con más suavidad para no alterarla. Puso sus manos encima de los grilletes.

—¡Unspanee thas maegth!

Cuando los grilletes se rompieron, los ojos de la chica se alzaron hacia los de Merlín y lo contemplaron con total incredulidad. Nunca nadie había hecho tal cosa por ella. Él la tomó de las manos, incitándola a pararse. Cuando llegaron al borde de la jaula bajó primero y luego la tomó de la cintura para ayudarla, notando lo menuda que era. En cuanto tuviera oportunidad, le conseguiría comida.

Cuando escucharon sonidos de la taberna, la obligó a ocultarse, agachándose para que el caza recompensas, quién justo salía, no los descubriera. El inmenso hombre miró con los ojos abiertos como platos la jaula vacía. Corrió rápidamente a la puerta, notando que ésta había sido abierta sin forzar la cerradura. Miró hacia ambos lados de la calle sin notar a nadie pero no se alejó, como si presintiera que no estaban lejos. Merlín notó que la muchacha temblaba de terror a su lado. Desesperado, buscó algo para distraer al caza recompensas hasta que sus ojos se toparon con el cartel de la taberna que colgaba de la pared.

Ic bebeod this giesterntacen feollon.

El cartel cayó justo encima de la cabeza del hombre, dejándolo inconsciente. De inmediato, tomó a la chica de la mano y la arrastró detrás de él. Tuvieron que esconderse otra vez cuando un grupo de guardias que hacían vigilancia bajaba por la calle principal. A él no le quedó otra opción más que sumergirse por viejos túneles de debajo del castillo. Encendió mágicamente una fogata y siguió descendiendo con prisa, caminando por los laberínticos pasillos que hacía muchísimos años que nadie utilizaba.

—Aquí—dijo mientras la colocaba contra la pared—No podrán encontrarte aquí.

La chica se abrazó a sí misma, temblando terriblemente mientras miraba la nada. Merlín dejó la antorcha en el suelo y se quitó rápidamente la campera que utilizaba para ofrecérsela.

—Ten—la chica retrocedió de inmediato, aterrorizada por su proximidad—Lo siento—se disculpó rápidamente—Lo siento. No quería asustarte. Sólo pensé que debes estar helada.

Después de todo, la ropa que usaba era vieja y estaba rota. Sus brazos descubiertos mostraban su piel erizada por el frío.

—¿Por qué haces esto?—cuestionó la chica.

—¿Qué?—preguntó desconcertado.

—Ayudarme.

—Eh… Te vi y…—titubeó levemente—podría haber sido yo en esa jaula… o una amiga mía muy querida. No importa, en realidad. Nadie merece ese trato… Aquí estarás a salvo—repitió—Volveré por la mañana con velas y comida. ¿Estarás bien hasta entonces?

La chica asintió levemente.

—Soy Merlín—se presentó, sonriéndole.

—Soy Freya—musitó la joven apenas mirándolo.

—Freya—repitió el nombre y sonrió.

Le mostró nuevamente la campera, intentando convencerla, hasta que finalmente la aceptó y con prisa se envolvió con ella.

—Nos vemos mañana, Freya—le dijo antes de comenzar a alejarse.

—Gracias.

Merlín sólo sonrió.

Hermione caminó con prisa por el pasillo que iba a su habitación. Se había quedado dormida otra vez en la biblioteca. Pero en esta ocasión todo era culpa de Slytherin. Si él no hubiese aparecido a importunar su vida ella no hubiera sentido la urgente necesidad de escapar de su presencia. Ya demasiado había tenido que soportarlo toda la mañana y durante el almuerzo que había pedido tener a solas con ella. Aunque en teoría, no estuvieron solos, sino acompañados por Ingrid y otros dos sirvientes que se encargaron de hacer ruido con los platos y las fuentes para amortiguar el terrible silencio que los llenaba. Él había intentado general algún tipo de frívola conversación pero Hermione aún estaba molesta por lo que había insinuado descaradamente y había preferido ignorarlo.

Por eso había ido a la biblioteca. Para que Slytherin no la siguiera agobiando con su presencia. Y allí, escondida en un rincón, rodeada de libros, se había quedado dormida. Se despertó de repente, con un terrible dolor de cuello, sólo viendo oscuridad a su alrededor. Como nadie más que su doncella sabía que ella se encontraba allí tuvo que hacer un hechizo para abrir las puertas y poder salir. Y ahora andaba por el pasillo con largos pasos pero intentando hacer el menor ruido posible.

Empujó la puerta con su mano e ingresó rápidamente y estuvo a punto de lanzar un grito que alertaría a todos los guardias de Camelot si no hubiera sido porque una mano tapó con su boca justo a tiempo. Sus dedos volaron rápidamente hacia su varita para sacarla y en menos de cinco segundos tenía paralizado a su atacante.

—¡Petríficus totalum!

Pero cuando se dio cuenta de quién era sólo pudo maldecir. El fundador se encontraba ahora inmóvil como una piedra en medio de la habitación. Quitó el hechizo de inmovilidad de inmediato.

—¡Maldita sea, Slytherin!—exclamó dando un paso hacia atrás—¿Qué demonios haces aquí?

Salazar parpadeó varias veces seguidas hasta poder sentir que todos los músculos de su cuerpo volvían a tener movilidad. Tomó aire profundamente y miró a la chica con sorpresa.

—Eres rápida—dijo y puso en sus labios nuevamente una sonrisa petulante—¿Pero estarías a mi altura para un duelo?

—Te dejé inmovilizado—le recordó.

—Podría haberte atacado en primer lugar—dijo él a su vez—Pero sólo quería evitar que gritases.

—Yo no tendría razón por la cual gritar si mi habitación estuviera vacía. ¿Qué rayos haces aquí?—guardó su varita y esperó que él le respondiera.

—¿Alguna vez alguien te dijo que tienes una hermosa boca sucia?

Ella apretó los labios con disgusto y lo miró con frialdad.

—Habla—le ordenó—o empezaré a gritar tan fuerte que te terminarán sacando de aquí a patadas… si es que no te queman en una hoguera—aventuró.

No es que ella fuera a permitir una cosa así. Slytherin no le agradaba pero eso no quería decir que iba a dejar que él muriese y toda la historia que siempre había conocido se perdiera. Si él no estaba en el mundo, Hogwarts tampoco.

—¿Te atreverías a acusarme de ser un hechicero, princesa?—le preguntó con burla—¿En serio? ¿Recuerdas que yo también sé tu pequeño secreto?

Ella rodó los ojos.

—¿A quién crees que creerán? ¿A un recién llegado o a la hija del rey?

Slytherin negó con la cabeza suavemente mientras reía.

—No me refería a ese secreto, querida—le aseguró—Sino al otro… Merlín.

Hermione sintió que su corazón casi salía de su pecho y que la sangre se alejaba de su rostro. No podía ser verdad. Él no podría saber de Merlín.

—No sé qué insinúas—mintió.

—¿No? Eres una pequeña descarada. Nunca imaginé de las que se involucrara románticamente con nadie…

¡Circe! Ella había creído que se refería al hecho de que Merlín poseía magia pero esto era aún peor. ¿Cómo rayos había hecho para enterarse de eso? Habían sido muy cuidadosos en verse y desde que Slytherin habían llegado ni si quiera habían tenido la oportunidad de intercambiar alguna palabra.

—Mira, no sé de dónde sacas esas cosas tan delirantes pero no importa, sólo dime qué hacías en mi habitación.

—No son delirantes, princesa—la contradijo—¿Por qué razón, sino, éste chico vendría a verte tarde en la noche y se pusiera como una fiera furiosa al ver que yo estaba aquí?

—¡¿Merlín vino?!

Ok, ya se había descubierto pero ese era el menor de sus males en ese momento. ¿Qué habrá pensado de ella? ¿Creía que había recibido a Slytherin en sus cámaras privadas de buena voluntad?

Salazar vio muy interesado que su conjetura era correcta. La chica parecía estar a punto de tener un ataque de pánico. Había pensado que le resultaría difícil sobornar a la princesa de algún modo para que le permitiera rondar por Camelot sin verse amenazado pero al final resultó demasiado fácil.

—Así fue. Y como mi interés por ti es sincero le dije que se marchara porque si no iría a buscar al rey…

—¡¿Cómo te atreviste, sabandija inmunda?!—gritó y nuevamente sacó su varita para utilizarla con él pero tuvo que guardarla de inmediato cuando la puerta de sus cámaras se abrieron de inmediato dejando a entrar a un par de guardias.

Los dos hombres primero miraron a Hermione y luego a Salazar, sin saber muy bien cómo proceder. Habían oído unos gritos y corrieron a ver qué sucedía.

—¡Sáquenlo de mi vista!—les ordenó a ambos, señalando a Slytherin.

Ambos asintieron y con prisa se acercaron a él para tomarlo con brusquedad de los brazos. Él no hizo ni un esfuerzo para escapar pero sus ojos perforaron el rostro de la princesa.

—¿Quiere que hagamos con él, mi lady?—preguntó uno de ellos.

En ese momento, la vida del fundador estaba en sus manos. Unas simples palabras serían suficientes como para mandarlo a los calabozos e incluso a la horca. Sin embargo, ella recordaba su importancia y que también podía pedir una audiencia con el rey para decirle que Merlín había ido a verla.

—Sólo escóltenlo a su habitación—ordenó.

Ambos asintieron y comenzaron a alejarse, llevando a Slytherin consigo. Hermione suspiró con cansancio. No quería un conflicto innecesario con el fundador, además, necesitaba respuestas.

—Esperen…—les pidió. Los guardias se detuvieron y giraron para mirarla. Ella sólo se concentró en el hombre que aún sostenían—Mañana te espero para desayunar—le informó—Espero que podamos hablar y resolver nuestras diferencias…

Salazar asintió, aún sin borrar su máscara de frialdad del rostro, mostrando que estaba ofendido por tener que ser escoltado por los guardias. Pero se lo merecía. No quería verlo nuevamente en sus habitaciones sin la debida autorización. Aún menos cuando cualquier persona podía verlo y sacar conclusiones equivocadas… como seguramente había hecho Merlín.

Miró la puerta y no dudó demasiado en volver a salir. Debía ir a hablar con el mago y decirle que nada había sucedido entre ella y Slytherin y que nunca sucedería. Caminó entre las sombras, se ocultó de los guardias pero cuando finalmente llegó a las cámaras que él compartía con Gaius descubrió que no estaba. ¿En dónde podría haberse metido? No podía simplemente quedarse allí a esperarlo. ¿Y si el anciano se despertaba y la veía? ¿Y si Merlín no regresaba en toda la noche?

Mientras volvía a su habitación intentó no preocuparse pero era imposible cuando no tenía idea alguna donde estaba.

A la mañana siguiente, las nubes oscuras ya se habían marchado y sólo quedaba la humedad para demostrar que el día anterior había llovido. Hermione se despertó cuando Ingrid abrió las cortinas de repente y se volteó para sonreírle como lo hacía cada día. Ella gruñó entre dientes. Había tardado en dormirse y ahora se encontraba con pocos ánimos de salir de la cama. Pero sabía que debía de hacerlo porque Slytherin aparecería en cualquier momento. Se sentó y se fregó los ojos con las manos.

—¿Puedes traer hoy desayuno para dos?—le preguntó a su doncella mientras se ponía de pie y se estiraba para desperezarse.

Ingrid giró el rostro y la contempló con sorpresa.

—¿Morgana vendrá a desayunar con usted, mi lady?—inquirió.

—No ella. Slytherin…

—Oh.

Ingrid siguió con su labor usual, buscando sus vestidos pero Hermione pudo ver una sonrisita tirando de las comisuras de sus labios.

—¿Sólo dirás "oh"?—cuestionó Hermione—¿No saltarás de la emoción como ayer o me darás un discurso de cómo debo vestir?

—No, mi lady.

Sacó un vestido del armario y lo extendió en la cama.

—Vamos, dime lo que piensas—le ordenó.

Ingrid sonrió, esta vez sin ocultarlo.

—Desde que ha llegado ha pasado mucho tiempo con él. Quizás…

Hermione negó con la cabeza. Era mejor que su doncella dejase esas ideas atrás porque nunca sucedería.

—Salazar Slytherin no es lo que crees, Ingrid—le aseguró—Él puede parecer cortés y amable pero en realidad es un engreído supremo que se cree superior a cualquier otro ser humano de planeta… yo… lo conocía antes—confesó—No me preguntes cómo lo conocí porque no quiero involucrarte en algo que puede meterte en problemas.

Ingrid la miró totalmente intrigada y con algo de miedo por aquellas palabras.

—¿Sus intensiones con usted no son honestas?

—Ni siquiera tiene verdaderas intenciones, al menos, no las que imaginas. Él no quiere casarse conmigo.

—¿No?—los ojos de Ingrid se abrieron enormemente, totalmente sorprendida por esa revelación.

—Vamos… Nadie puede pensar realmente que con sólo pasar un día juntos nos vayamos a casar. Arturo pasó tres con Sophia y cuando le dijo a mi padre que se quería casar con ella casi la hizo ejecutar.

—Mi lady…—Ingrid tomó aire profundamente—Cuando Lord Slytherin llegó a Camelot nadie puso en duda que venía por usted. De lo contrario, hubiera asistido a reuniones con el rey.

—No vino por mí—insistió.

Slytherin le había dicho que sí, pero no podía decirle a Ingrid las verdaderas razones. Por un lado porque ni ella misma estaba segura de cuáles eran y por otro porque no podía hablarle sobre las sospechas que él tenía sobre ella.

—Eso no es lo que piensan todos…

—Pues todos están equivocados. Y, aunque así fuera, yo no podría aceptar jamás casarme con él. No me gusta. No de ese modo… Yo…—titubeó.

Ella podía sentir que Ingrid era una buena persona, que podía confiar. Además, quería poder tener una amiga con la cual hablar de eso.

—Estoy enamorada de alguien más—musitó, mirándola fijamente para comprobar todas sus relaciones.

Claramente no estaba sorprendida pero tampoco parecía emocionarle la noticia.

—¿Es Merlín?—Hermione asintió—Su padre nunca lo permitirá, mi lady.

—Lo sé, pero no pienso permitir que mi padre elija al hombre con el que me uniré por el resto de mi vida—aseguró con convicción—Prefiero estar con un humilde sirviente que me ame antes que con un rey o príncipe que sólo se interese en mí por ser la hija de Uther.

—¿Merlín la ama?

Hermione enrojeció.

—Eh… bueno… no lo sé… Pero no me refería a él precisamente.

Ingrid asintió, comprendiendo lo que quería decir pero pensando que era sólo un bello sueño que alguien como Hermione se podía permitir. No todas tenías suerte y encontraban al hombre perfecto para casarse.

—Por favor, no le digas nada de esto a mi padre—le rogó.

—No lo haré, mi lady—prometió—La ayudaré a vestirse y luego iré a buscar el desayuno. Si Lord Slytherin está cortejándola o no, no importa porque si lo hacemos esperar, se enfadará.

Hermione asintió y suspiró de alivio. Era lindo poder saber que tenía alguien en quien confiar.

Cuando Salazar Slytherin llegó encontró todo listo. Hermione, envuelta con uno de sus vestidos más sencillos y con el cabello prolijamente trenzado, lo esperaba sentada frente a la mesa con el desayuno dispuesto. Él sonrió de ese modo tan petulante de siempre.

—Veo que no te has esforzado ni un poco en tu persona—fue el primer comentario que lanzó, nada más verla.

—No entiendo porqué creíste que me esforzaría para ti.

—Después del modo en que me trataste ayer, merecía, al menos, algo mejor hoy.

Hermione rodó los ojos.

—El modo en que te traté ayer fue el correcto. Debí de haberle pedido que te encerraran en el calabozo una noche para ver si así corregías tu comportamiento. Quizás lo intente hoy.

—Una posibilidad tentadora—dijo, tomando asiento delante de ella sin esperar a que lo invitasen—Pero no tanto como para negarme a pasar una noche de placer como la de anoche. Nada se compara con tener el cuerpo de una mujer desnuda en la…

Alguien se aclaró la garganta demasiado ruidosamente. Salazar miró hacia un lado y descubrió a la doncella de la princesa de pie, oyendo cada palabra. Pero en vez de avergonzarse, le giñó un ojo, logrando que Ingrid se sonrojara.

—Eres despreciable—gruñó Hermione antes de volverse hacia su amiga—Ingrid, tómate el día libre.

La mujer, aunque dudosa, asintió y, tras hacer una reverencia salió de allí con prisa. Inmediatamente después de que ella se fuera, Hermione se puso de pie para poderle servir té a su invitado.

—Siempre lo bebo por las mañanas—le explicó—Tiene propiedades relajantes por lo que me ayudará mucho en nuestra conversación.

—¿Eso quiere decir que te pongo nerviosa?—inquirió Slytherin antes de beber un sorbo—Es delicioso—admitió—¿Qué tiene?

Hermione sonrió amablemente mientras volvía a tomar asiento frente a él.

—Bueno, el que tomo todas las mañanas tiene una amplia variedad de hierbas pero el tuyo, el que estás bebiendo en este mismo instante—pudo notar que detenía el camino de la taza a sus labios, con las sospechas en alto—tiene unas cuantas gotas de Veritaserum.

La taza cayó de inmediato de las manos de Slytherin. Hermione no pudo evitar sentirse orgullosa de su brillante idea y de tener una gran variedad de pociones escondidas que ella misma había elaborado en las habitaciones Gaius.

—¡Maldita sangre sucia!—exclamó poniéndose de pie de inmediato con tanta violencia que la silla cayó hacia atrás.

Hermione no se inmutó por el insulto. Comprendía su furia pero ella necesitaba respuestas.

—¿Qué haces aquí?—preguntó y al ver que apretaba los labios, luchando contra la pócima, sacó su varita para amenazarlo—¡Responde! ¿Por qué has venido?

—¡Para investigarte!—casi gritó las palabras—Necesito saber si puedo confiar en ti.

—¿Por qué quieres saberlo?

—Godric quiere involucrarte en nuestro proyecto pero no lo permitiré hasta saberlo… Aunque creo que ya lo he averiguado—dijo con desprecio.

—¿Qué proyecto? ¿Hogwarts? Si es eso, no es necesario que me investigues, porque no tengo intención de participar.

Los ojos de Slytherin se estrecharon. Le parecía muy sospechoso que no quisiera involucrarse en algo tan magnánimo.

—¿Por qué no?

—Yo no soy la que ha tomado el suero de la verdad—le recordó—¿Qué hacías en mi habitación anoche?

—Conectando la Red Flu.

Los ojos de Hermione se agrandaron enormemente.

—¿Qué? ¿Por qué?—exigió saber.

—Pedido especial de Gryffindor. Tiene un enamoramiento de ti…

—¡Eso no es verdad!—exclamó indignada.

Slytherin rió fríamente.

—Tú me obligas a decir la verdad, no te atrevas a llamarme mentiroso.

Hermione tomó aire profundamente, incapaz de procesar eso. Era imposible que Godric pensara de ese modo en ella puesto que apenas se habían visto unas cuantas veces.

—Vete—le ordenó—Y no sólo de mi habitación, sino también de Camelot.

—No me iré cuando tú me lo ordenes, princesita—le dijo—Me iré cuando quiera, cuando me canse de molestarte y logre averiguar todo lo que ocultas.

—Te acusaré de brujería.

—Y yo entregaré a tu querido Merlín.

Lo peor de todo era que Slytherin estaba diciendo la verdad. Él era manipulador, sádico y un verdadero hijo de puta. Hermione apretó los labios con disgusto y de la punta de su varita salieron chispas rojas sin que ella se lo propusiese.

—¿Qué tengo que hacer para deshacerme de ti?

Slytherin la miró con compasión, como si sintiera lástima de ella.

—No puedes. Sólo yo decido cuándo marcharme y, cuando lo haga, puedo prometerte que volveré…

—¿Por qué querrías volver? ¿Qué es lo que tanto te interesa de Camelot?

—Tú.

—¿A caso tienes alguna obsesión malsana conmigo?—inquirió con molestia.

—Querida, no tengo ninguna obsesión, sólo veo las ventajas que tendría al casarme contigo. Tu dote, el poder influyente de tu apellido, la alianza con Camelot…

—Puedes intentarlo, pero yo jamás me casaré contigo.

Salazar le sonrió nuevamente.

—Puedes intentarlo—repitió sus palabras— pero al final verás que me terminarás llamando esposo.

Parecía tan seguro de sus palabras que la asustó. Salazar le giñó un ojo antes de salir de allí, dejándola sola y totalmente aterrada.

Para poder llegar a los túneles donde Freya estaba oculta Merlín tuvo que desligarse primero de las órdenes del príncipe y luego esquivar al cazador de recompensas, quien ya se había comunicado con el rey para avisarle de la huída de la joven y le había ofrecido libremente el servicio de sus caballeros para poder encontrarla. Pero antes, había buscado algo de alimento en las cámaras que compartía con Gaius pero sólo había encontrado un trozo de minúsculo de pan a medio comer y una manzana que parecía haber estado guardada en aquel estante durante décadas. No habría podido jamás llevarle eso a la chica. Por lo que no le quedó otra opción más que robarle a Arturo su desayuno y dejarle el pan y la manzana, lo que no lo puso precisamente contento. Sin embargo, Freya necesitaba más urgentemente el alimento.

Entró a los túneles con la comida envuelta en una servilleta, velas y una nueva antorcha encendida. Cuando se aproximó al rincón en el que la había dejado la noche anterior, la encontró durmiendo. Se acercó sin hacer ruido y dejó las cosas en el suelo.

—¿Freya?—la llamó suavemente.

Extendió su mano para tocar su brazo y, al más mínimo contacto, la chica saltó, asustada, y retrocedió velozmente.

—Está todo bien—intentó tranquilizarla—Soy yo, Merlín… y mira…

Puso delante de ella la servilleta y lentamente, para no asustarla con movimientos bruscos, la abrió, permitiéndole ver la comida que le había traído. Freya no dudó en adelantarse, tomarla con prisa y llevársela a la boca con velocidad, llenando su boca tanto como podía.

—Está bueno—dijo mientras la veía comer y asentir—Créeme, está hecho para un príncipe.

Comenzó a colocar las velas en el suelo, posicionándolas una al lado de la otra. Con un movimiento de sus manos y un hechizo simple, las encendió. Freya siguió con la mirada cada uno de sus movimientos mientras comía, hasta que lo vio sentarse frente a ella, lo suficientemente lejos para no representar ninguna amenaza.

—¿Ese es un símbolo druida?—preguntó de repente Merlín, notando que en el interior de su antebrazo tenía una imagen muy particular.

Ella asintió, sin decir una sola palabra.

—¿Naciste druida?

—¿Por qué me haces todas esas preguntas?—inquirió ella.

Merlín se dio cuenta de que posiblemente había actuado de forma impertinente.

—No era mi intensión…

—Lo siento—se disculpó la chica.

No quería que pensara que era una mal agradecida después de todo lo que estaba haciendo por ella.

—Te entiendo—dijo Merlín.

Si él hubiera sido maltratado de ese modo también dudaría de todo aquel que se le acercase.

—Nunca lo entenderías—lo contradijo ella.

—Sé lo que es mantener un secreto—le aseguró.

—¿Alguien sabe que eres mago?

Poco a poco iba relajándose en compañía del muchacho.

—Sólo tú… y otra persona—pensó en Gaius—Y hay una chica… Lo saben pero no estoy seguro que lo entiendan.

—Me gustaría ser como todo los demás…—admitió Freya—Pero…

—En el fondo sabes que no es así.

—Porque estoy maldita—dijo con rabia.

—Freya, no digas eso—la reprendió con suavidad—La magia no tiene que ser una maldición. Puede ser un don.

Ella sólo siguió comiendo, sin decir nada porque sabía muy bien que él había malinterpretado sus palabras.

—Mira…—dijo nuevamente Merlín.

Estaba empecinado en borrarle la idea de que la magia era una maldición. Se acercó a las velas encendidas y susurró un hechizo.

Hoppath nu swycle swa ligfleogan.

Las llamas de las velas comenzaron a elevarse suavemente en el aire, flotando sobre la nada, desprendidas del cuerpo que las mantenía con vida. Freya no podía estar más maravillada con aquel hechizo.

—Precioso.

Merlín hizo que las llamas volvieran a su lugar y luego miró a la chica, que sonreía suavemente. De ese modo, sin la mirada triste, podía notar lo bonita que era. Le devolvió la sonrisa sin dudarlo. Se sentía bien poder ayudar a alguien que realmente lo necesitaba. Le hubiera gustado poder compartir con Hermione ese momento pero ella parecía estar demasiado ocupado con Slytherin.

—Tengo que irme—dijo—Alguien podría echarme de menos. Pero volveré y te traeré más comida. Lo prometo.

Freya asintió, sonriéndole amablemente, ya sin temor a su persona.

Merlín se despidió y corrió nuevamente hacia las cámaras de Gaius. Nada más entrar, el anciano lo encaró.

—¿Sabes algo de la chica?

—¿Qué chica?—preguntó desconcertado.

—La chica de la jaula—aclaró el galeno con seriedad—Escapó anoche.

Merlín asintió, intentando contener una sonrisa.

—Bien, estoy satisfecho—aceptó.

—Están ahí fuera cazándola, Merlín—le informó Gaius, sospechando que él estaba involucrado en el asunto más de lo que admitía.

—¿Por qué no pueden simplemente dejarla?

Gaius dio un paso hacia adelante y él se vio incapaz de retroceder porque tenía la puerta pegada a su espalda.

—¿La ayudaste a escapar?

—No…—mintió.

—Merlín—dijo su nombre a modo de advertencia.

—Me dijiste que no me involucrara—le recordó.

—¿Me prometes que no tienes nada que ver?

—Sí—respondió mirándolo directamente a los ojos, porque sabía que si apartaba la mirada el anciano se daría cuenta del modo descarado en que estaba mintiéndole.

Gaius lo contempló largamente, como si intentara meterse dentro de su mente para comprobar si le decía la verdad o no. Finalmente, asintió.

—Bien. Porque cuando Haling encuentre a quien la ayudó, no me gustaría estar en su pellejo.

Merlín suspiró aliviado cuando el anciano se alejó, dándole el espacio suficiente como sentirse fuera de amenaza.

—Por cierto—dijo Gaius mientras se alejaba a seguir con sus labores—Hermione vino a buscarte.

El corazón del mago se aceleró ante la mención de la princesa.

—¿Hermione estuvo aquí? ¿Te dijo algo?—preguntó con cierto tono desesperado que intentó controlar.

—Sólo que necesitaba hablar contigo. Te estuvo buscando por el castillo y, al no verte, vino aquí. Pero no estuvo mucho tiempo porque Lord Slytherin vino por ella para ir a montar.

Merlín sintió que su corazón se caía a sus pies. Slytherin estaba en todas partes, siempre rondándola.

—Merlín…—lo llamó suavemente el anciano al ver su mirada llena de tristeza—Sin importar cuáles sean las intenciones de éste hombre, no creo que Hermione acepte de buena gana su compañía. Al verlo llegar, sólo vi desesperación en su mirada…

—¿Crees que podría hacerle daño a Hermione?

—Lo dudo—admitió—Estoy seguro que ella sabe defenderse... a su modo—insinuó.

Merlín entendió que hacía referencia a la magia pero había algo que el galeno no sabía.

—Slytherin es un hechicero.

Los ojos de Gaius se elevaron rápidamente hacia él.

—¿Lo has visto realizar magia?

—Sí, pero en aquel momento utilizaba un hechizo para cubrir su verdadera identidad. Sólo cuando le conté a Hermione lo que había sucedido me dijo que lo conocía y quién era… aunque jamás mencionó que era un noble.

—¿Cuándo sucedió eso?—cuestionó con curiosidad.

—Hace meses. Según lo que me ha dicho ella, llevaba tiempo viviendo de incógnito en Camelot.

—¿Por qué? ¿Y por qué de repente está interesado en mostrarse al rey, haciéndole creer que detesta la magia, igual que él?

—No lo sé…

—Tendremos que tenerlo vigilado—pidió—Y habla con Hermione para averiguar qué es lo que sabe. Si Slytherin tiene malas intenciones, debemos detenerlo.

Merlín no pudo hablar con Hermione en toda la mañana y menos aun durante el almuerzo porque tanto ella como Slytherin se habían reunido con Uther. Él, por su parte, tuvo que atender a Arturo, quien prefirió comer solo en su habitación.. Esa era otra buena oportunidad de robar algo de comida para Freya.

El príncipe no estaba de buen humor. Había intentado varias veces intervenir en esas reuniones de su hermana con el idiota de Slytherin pero su padre siempre parecía estar allí para detenerlo, como si sospechara con antelación sus intenciones.

—¿Agua?—ofreció al príncipe, quién saboreaba un muslo de pollo.

Arturo hizo una seña para que le llenara la copa. Así lo hizo, dejando la jarra de metal completamente vacía. Hizo, con ayuda de su magia, que el cuchillo que el príncipe estaba utilizando se cayera al suelo, obligándolo a agacharse para buscarlo. Fue en ese momento cuando robó una de las presas de pollo que aún no había sido tocada, colocándola con prisa en el interior de la jarra.

Cuando Arturo volvió a mirar su plato se dio cuenta que algo faltaba.

—Tenía dos muslos—dijo en voz alta.

—No, no los tenías—lo contradijo con total convencimiento.

—Merlín, tenía dos muslos—él estaba completamente seguro de eso.

—Quizás se te cayó al suelo—aventuró con inocencia.

Arturo no entendía como eso era posible. Si hubiese sido así, lo habría notado. Aún así, se inclinó y miró hacia abajo, comprobando todo a su alrededor. Cuando volvió a sentarse y mirar su plato, sintió deseos de estrangular a su sirviente.

—Yo tenía salchichas—gruñó.

—¿Seguro?—preguntó Merlín, haciéndose el desentendido—Pues deben de haberse caído debajo de la mesa…—se inclinó, dispuesto a buscarlas.

—¡Merlín!

—¿Qué? Puedes comprobarme, yo no las tengo—aseguró—No las tomé.

—Entonces, ¿Dónde están?—preguntó con molestia.

Merlín miró el plato con apariencia pensativa.

—Extraño…

—Mucho—concordó el príncipe sin dejar de mirar a su sirviente.

—¿Estás seguro que no te las has comido?

—¡Ni siquiera tuve la oportunidad!—exclamó indignado.

Aún así, Merlín tuvo el descaro de mirarlo como si creyera que él fuera el mentiroso por decirle una cosa así.

Terminó de comer lo poco que le quedaba en su plato y luego dejó que Merlín retirara la bajilla. Lo hizo con prisa, no queriendo perder tiempo y, en cuanto tuvo todo listo corrió hacia la ciudadela, manteniendo la jarra de mental contra su pecho. Miró hacia atrás, comprobando siempre que nadie lo seguía y fue entonces cuando chocó contra alguien. Alzó la vista rápidamente, dispuesto disculparse, cuando se dio cuenta que no era otro sino el caza recompensas. Y no estaba ni un poco feliz. Hizo una seña y eso fue suficiente como para que un par de guardias vinieran y lo tomaran violentamente. Lo próximo que supo fue que era arrastrado nuevamente al interior del castillo, a la zona de los calabozos.

Haling, el caza recompensas, se acercó a él con largos pasos y de un manotazo hizo que soltara la jarra y que todo su contenido cayera al suelo sucio, haciéndolo incomible.

—Son sólo las sobras del príncipe—se apresuró a decirle.

El inmenso hombre lo miró con curiosidad.

—¿Sabe el príncipe que le robas la comida?—cuestionó.

—No exactamente…—intentó crear alguna buena excusa en su mente.

—¿A dónde te la llevabas?—quiso saber.

Su forma de interrogar era simple. Preguntas directas que podían llegar a intimidar a cualquiera por el tono amenazador que utilizaba.

—A mi casa. Para mi cena—mintió.

—¿Si?—se acercó a él—La chica druida que estoy buscando… ¿La has visto?

—No…

—¿Sabes cuánto dinero vale ella para mí?—Merlín negó con la cabeza repetidas veces—Más que tu vida—le aseguró—Así que te lo volveré a preguntar… ¿Has visto a la chica druida?

Merlín tragó saliva, sintiendo el aliento pestilente del hombre demasiado cerca. Negó con la cabeza y lo miró a los ojos.

—No.

Esa respuesta sólo enfureció a Haling, quien lo empujó bruscamente, haciéndolo perder el equilibrio y caer sentado en una silla que había detrás de él.

—Sujétenlo—ordenó a los guardias.

Ambas manos del mago fueron presionadas en el apoyabrazos mientras que el caza-recompensas sacaba una cadena gruesa de metal.

—Creo que estás mintiendo.

—¡No miento!—gritó desesperado cuando entendió cuál era el fin de esa cadena.

—¡No te creo!

Estuvo a segundos de lanzarse sobre Merlín pero un grito lo detuvo.

—¡Haling!... ¿Qué crees que estás haciendo?—le preguntó Arturo.

Había ido para ver cómo iba la búsqueda cuando escuchó los gritos. Jamás imaginó que fuera su sirviente el que estuviera a punto de ser mancillado a golpes.

—Agarramos al chico comportándose de manera sospechosa, sire—explicó.

—¿A Merlín?—inquirió con incredulidad.

—Podría estar escondiendo a la chica—aseguró el caza recompensas—Y va a decirnos dónde…

Se preparó para darle un golpe que lo hiciera hablar pero la mano de Arturo se lo impidió.

—Déjalo en paz—le ordenó, apartándolo del lado del mago—Merlín es mi sirviente. Tiene mi confianza absoluta—Lo ayudó a levantarse de la silla y sin mucho cuidado lo empujó hacia la salida—Si tienes algún problema con él, acude a mí ¿Entendido?

—Sí, sire—hizo una reverencia y luego se alejó—Buenas noches, Merlín—gruñó con rabia cuando cruzó a su lado—No olvides tu cena.

Merlín suspiró aliviado cuando lo vio alejarse. Había estado demasiado cerca de recibir una buena paliza.

—Gracias—dijo.

Pero Arturo no lo había oído porque estaba viendo fijamente algo que había en el suelo.

—¿Esas son mis salchichas?—preguntó.

Merlín hubiera querido inventar una extraordinaria excusa que pudiera justificarlo pero no tenía nada.

—Sí—admitió haciendo una mueca.

—¿Las tomaste?

—Para mantenerte en forma…—se inclinó y comenzó a juntarlas del suelo.

—¿Estás diciendo que estoy gordo?—preguntó el príncipe, mirándose a sí mismo para comprobarlo.

—No… Al menos, no todavía.

Los ojos de Arturo se agrandaron.

—¡No estoy gordo!—aseguró.

—¿Lo ves? ¡Funciona!—exclamó Merlín con una enorme sonrisa antes de salir de allí, dejando a un pensativo príncipe.

Más allá del hecho de robarle comida, era tan divertido meterse con él y molestarlo.

Tuvo que robar comida de la cocina para llevársela a Freya. Esta vez fue mucho más cuidadoso al entrar. No quería que nadie lo siguiera y se enterase de que allí se encontraba la chica. Con comidas, más velas y una antorcha en la mano, volvió a recorrer los pasillos hasta dar con la esquina en la que ella estaba. Freya alzó la mirada al verlo y se pasó las manos rápidamente por el rostro.

—Siento haber tardado tanto—se disculpó—Debes estar hambrienta…—miró sus ojos rojos mientras le entregaba la comida—¿Qué pasa?

—Nada—mintió ella, tomando aire profundamente.

—Pero estás molesta…

—No.

—¿Creíste que no iba a volver? Te lo prometí—dijo Merlín—No quise hacerte esperar tanto tiempo pero tuve que hacer… algo…

—Suelo asustar a las personas—dijo ella para justificar su falta de fe en él.

—Yo no soy como los demás—Merlín le sonrió antes de comenzar a colocar las velas nuevas que había tenido en el suelo—¿Cuánto tiempo has estado en la jaula?

—Unos cuantos días.

—El cazador de recompensas…—comenzó—¿Cómo te ha encontrado?

Freya titubeó.

—No siempre puedes confiar en las personas—dijo finalmente.

—¡Lo sé!—aseguró—Por eso huí de casa.

—¿Dónde es tu casa?

Le gustaba ver que la chica cada vez se sentía más cómoda con su presencia y que ya no le tenía miedo. Se sentó frente a ella.

—Ealdor—notó que Freya no tenía idea alguna de dónde quedaba—Un pequeño pueblo. Unos pocos campos, unas pocas vacas—se encogió levemente de hombros—Nada especial.

—Mi casa estaba al lado de un lago, rodeado de las montañas más altas—sonrió al mencionarlo—En invierno, las tormentas levantaban el agua en olas y podías pensar que se elevarían y se llevarían todas las casas. Pero en verano… las flores salvajes y la luz…—su mirada adquirió un brillo de nostalgia—era como estar en el cielo.

—Suena perfecto.

—Lo era.

—¿Era?—preguntó interesado.

Freya bajó la mirada.

—Mi familia murió—dijo.

—¿Has estado sola todo este tiempo?—ella asintió con tristeza—Ya no volverás a estar sola. Voy a cuidarte. Lo prometo.

Freya casi rodó los ojos.

—No puedes cuidar de mí. Nadie puede.

Le devolvió la comida intacta pero Merlín puso sus manos sobre las de ellas, impidiéndoselo.

—No creo que lo entiendas—dijo—Nunca he conocido a nadie como tú.

Y era sincero. Ella le inspiraba un sentido de protección tan primitivo que no sabía que poseía. Era diferente a Hermione. Él sabía que la princesa podía cuidarse de sí misma, que era fuerte e independiente, aunque eso no impedía que desease mantenerla siempre alejada de todo los problemas. Sin embargo, lo de Freya lo abrumaba. Le recordaba a una niña pequeña que necesitaba urgentemente a alguien que estuviera a su lado para cuidarla, incluso de los malos sueños.

Ella lo miraba fijamente, asombrada de lo que acababa de oír. Merlín se dio cuenta que aún sostenía sus manos entre las suyas e intentó apartarse rápidamente pero Freya se lo impidió.

—Eh… Me tengo que ir—dijo—Me gustaría poder quedarme pero…

—¿Te vas?—preguntó decepcionada.

—Lo siento, pero tengo que ser cuidadoso. Volveré mañana…—le sonrió—Sabes que volveré, ¿verdad?

Eso la hizo sonreír y asentir.

Merlín se soltó de su mano y se alejó presuroso, sin darse cuenta que, al salir al exterior, un par de ojos curiosos lo contemplaban.


Adelanto del siguiente capítulo:

—Vete antes de que grite y alerte a los guardias de tu presencia—le dijo con frialdad.

Merlín la miró con los ojos abiertos como platos. Era como haber recibido un duro golpe de su parte. Ella nunca lo había tratado de ese modo.

—Hermione… ¿Por qué…? ¿Qué sucede?—le preguntó, conmocionado.

Hermione sintió que todo el dolor que había mantenido oculto hasta ese momento llegó a ella de manera lacerante, rompiendo el pulcro control que había mantenido hasta ese instante. Las lágrimas invadieron sus ojos y se deslizaron por sus mejillas.

—Vete, Merlín—le rogó con la voz quebrada.


¡Hola, lectores!

¿Qué opinan de este capítulo? Estoy segura que los que vieron la serie sospecharán el motivo por el que Hermione tratará tan fríamente a Merlín en el adelanto... Además, Salazar seguirá apareciendo en el siguiente, de eso no tengan dudas y no permitirá que Hermione se separe demasiado de su lado. ;)

Saludos.