Rosangela: No, en este capítulo habrá partes que no serán color de rosa. En la historia habrá cierta "química" entre Slytherin y Hermione pero nunca serán pareja oficialmente. Saludos.

Lotus-one: Pues, lo de la quinta casa en Hogwarts no sé si es posible pero Hermione estará involucrada de algún modo u otro en ese proyecto. Deberás esperar para saber lo que sucederá.


Ninguno de los personajes me pertenece.


LA DAMA DEL LAGO

—¿Hasta cuándo vas a tener esa actitud infantil conmigo?—preguntó Salazar a Hermione—Vamos… Puedo seguirte a todo sitio que vayas incansablemente…

De nuevo, no obtuvo ninguna respuesta de su parte. Hermione siguió caminando por la ciudadela con la misma tranquilidad de siempre porque estaba decidida a ignorarlo sin importar lo que dijese. Ya el día anterior lo había hecho, aunque había tenido que romper momentáneamente su ley del hielo cuando almorzaron junto a su padre. De otro modo, el rey le haría preguntas que ella no estaba dispuesta a responder. Aún así, no fue mucho lo que dijo porque el tema principal fue la pobre chica que había escapado de las garras de ese infeliz caza recompensas. Ella había rogado interiormente que la joven estuviera lejos de Camelot y del peligro.

—Hermione.

El tono de Salazar se había alterado un poco. Odiaba ser ignorado. Odiaba que lo tratasen como si no fuera nadie importante.

—Hermione.

Y, al parecer, ella no era la única que actuaba de modo infantil

—Hermione… Hermione… Hermione… Hermione… Puedo seguir así todo el día…

Eso tampoco surgió efecto en ella. Quizás entonces…

—Creo que tu novio está engañándote.

La oyó resoplar a su lado. Bueno, al menos, eso era un comienzo.

—Estoy diciendo la verdad—siguió—Puedes darme veritaserum si no me crees—gruñó con burla—Anoche, salí a dar unas vueltas y vi que salía de uno de esos viejos túneles que están debajo del castillo. Entré luego de que él se fuera y vi que estaba la chica… la que el caza recompensas está buscando.

Hermione no pudo quedarse callada ante esto.

—Debí de haber supuesto que él estaría metido—dijo en voz baja más para sí que para Salazar—Pero eso no quiere decir que me engañe… lo cual tampoco puede hacer por el simple hecho de que no es mi novio… Sólo demuestra que tiene buen corazón. Él siempre ha sido una buena persona a la que no le importa ponerse en peligro para salvar a un inocente.

—¿Buena persona? A mí me suena a estupidez, más bien.

Hermione rió sin sentir una pizca de gracia. Si tan sólo él supiera en lo que se convertiría Merlín en el futuro.

—Creo que estás celoso. Jamás podrás ser como él—lo provocó.

Los ojos de Slytherin se estrecharon y la contemplaron como si hubiese proclamado el peor insulto del universo.

—Es un sirviente, un sangre sucia y un idiota. ¿Por qué debería de sentir celos? Si él tiene algo de valor—sus ojos la recorrieron—puedo arrebatárselo.

Hermione iba a replicar pero notó que metros más adelante se encontraban un grupo de ciudadanos reunidos que cuchicheaban y observaban algo atentamente. Apresuró sus pasos y Salazar no tardó ni un segundo en seguirla. Algo había sucedido y, cuando vio a su padre y a su hermano junto con la multitud supo que no era nada bueno. Gaius también se encontraba y su mirada era pura preocupación.

—¿Qué sucedió?—preguntó.

Los tres hombres la contemplaron fijamente, sorprendidos de su repentina aparición. Fue en ese momento cuando los ojos de Hermione capturaron una horrible escena. Delante de ellos había una pareja que había sido violentamente asesinada. Se llevó la manos a la boca para ahogar un grito cuando notó la gran cantidad de sangre que había sobre los cuerpos y el suelo.

—No deberías estar aquí—dijo el rey, colocándose delante de su campo de visión para impedirle seguir observando aquello.

—Señor—Salazar se acercó a ellos—Cuenta con mi completa disposición, para lo que necesite.

—Gracias. Ahora sólo quiero que te lleves a mi hija—le ordenó.

—¡No me iré!—protestó Hermione—¿Qué ha sucedido aquí? ¿Quién ha hecho esto?

—Creemos que se trata de una criatura mágica—le informó en voz baja para que ningún otro ciudadano escuchase y se alterase aún más—Las heridas son enormes y no hay nada más que un par de huellas humanas que desaparecen en la nada…

Hermione notó que el suelo aún estaba húmedo y algo barroso en zonas a causa de las últimas lluvias. Si alguien o algo se había acercado a atacarlos seguramente dejaría más que un par de huellas.

—¿Y si vino volando?

—¿Volando?—preguntó Arturo.

—Hay criaturas mágicas voladoras—aseguró.

—Lo sé pero…

—Dejaremos eso a Gaius para que investigue—intervino el rey—Salazar, por favor, saca a mi hija de aquí.

Arturo asintió, dándole la razón a su padre. Ese hombre no le caía bien a pesar de que sólo habían intercambiado un par de palabras de cortesía pero sería útil tenerlo allí si alejaba a Hermione de todo aquel asunto. Prefería que estuviera con aquel infeliz en esos momentos de peligro.

La vio tomarla de los hombros con suavidad y empujarla lejos. Ella quiso protestar pero él no se lo permitió. Arturo se quedó pensativo. Su hermana siempre había sido rebelde. Quizás lo que hacía falta era un hombre como Slytherin que supiera mantenerla alejada de los problemas.

—¿Ya ha llegado el infiltrado que mandaste para constatar la historia de Slytherin?—le preguntó a su padre en voz baja.

—Sí. Está diciendo la verdad. En su reino no se practica magia de ningún tipo. Ha implementado fuertes castigos a todo aquel relacionado con la brujería. Creo que es alguien en quien podemos confiar.

Gaius, que había escuchado disimuladamente la conversación estaba cada vez más confundido.

—¡No puedo creer que mi padre te haya pedido eso!—exclamó Hermione, indignada.

Él la seguía arrastrando hacia el castillo sin soltarla. Cada vez que intentaba apartarse de su agarre sentía sus dedos presionar con más fuerza.

—Confía en mí.

—Lo mal que hace…—comentó despectivamente—No entiendo cómo pudiste engañarlo de ese modo… ¿Si quiera eres un Lord de verdad?

Slytherin sonrió burlonamente.

—Tu padre sólo cree lo que le gusta creer. Si yo me presentaba como alguien inferior a él, no me respetaría. Una historia bien fundamentada, unos cuantos hechizos y listo…

—¡¿Hechizaste a mi padre?!

—¿Quieres bajar la voz?—le preguntó—O te meterás en problemas… porque, recuerda, si me descubres, yo te descubro y junto contigo cae tu novio infiel.

—No es mi novio—replicó rápidamente—Y si lo fuera, jamás estaría con otra mujer.

Ella confiaba plenamente en Merlín en ese aspecto. No venía posible que fuera a engañarla con alguien más.

—¿En serio?—Slytherin sonrió ampliamente mientras veía al susodicho entrar al mismo túnel—¿Quieres comprobarlo?—señaló el punto donde había ingresado.

—No voy a ir a…

—Vamos, si me equivoco y sólo la ayuda, tendrás mi palabra de que me iré de inmediato y jamás volverás a verme. Pero, si es verdad, me tendrás pegado a ti por un buen tiempo…

Hermione lo miró fijamente mientas pensaba. Era una muy tentadora propuesta. Ella podría liberarse para siempre de su persona y así no tener que preocuparse por tenerlo en Camelot ni tener que pensar si su triste destino era contraer matrimonio con ese infeliz.

—Acepto—dijo.

Rápidamente siguieron el mismo camino que Merlín, procurando no hacer ningún tipo de ruido para no llamar su atención. Tenían que ir tanteando las paredes para no tropezar porque la oscuridad era mucha, hasta que se toparon con la luminosidad de una antorcha y pudieron verlos a los dos. Se escondieron rápidamente detrás de un muro no muy lejano desde el cual podían espiar sin ser vistos y oír con claridad lo que decían.

—…Éste va a ser el mejor pan que has probado nunca—decía Merlín mientras sacaba una enorme pieza de pan que obviamente había robado de las cocinas del castillo—¿Con qué quieres acompañarlo? Vamos, puedes tener lo que quieras—le sonrió—Jamón, queso…

La muchacha, que estaba pegada a la pared y que parecía haber perdido el brillo del día anterior, alzó la mirada tímidamente.

—Fresas—musitó tan bajo que Salazar y Hermione tuvieron que hacer un esfuerzo enorme para oírla.

—Fresas serán.

Se fregó las manos, las agitó e intentó concentrarse. Hermione entendió rápidamente lo que quería hacer y su corazón se alteró. Él debía de haberle revelado a la chica su secreto.

—Ves, nada… vámonos—intentó empujar el pecho de Salazar para arrastrarlo fuera sin conseguir que se moviera ni un milímetro.

—Acaba de llegar—dijo el fundador, sin apartar la mirada del muchacho.

Lo vio juntar nuevamente sus manos.

Blostma

Sus ojos brillaron con un color dorado y algo apareció en su mano. Cuando la abrió, descubrió que se trataba de una rosa roja. Él se mostró decepcionado por su fracaso.

—Nunca me dijiste que tu noviecito era un hechicero—gruñó Salazar.

—No era asunto tuyo—dijo rápidamente ella—Y no es mi novio.

—¿Nunca te ha regalado una rosa?—preguntó burlón.

Hermione se tragó la amargura que sentía.

—No, porque no es mi novio.

Vio como Merlín galantemente hacía una reverencia y le entregaba la rosa a la chica, haciéndola reír. Sólo está siendo amable, se repitió una y otra vez Hermione.

—¿Por qué eres tan bueno conmigo?—le preguntó ella.

—Porque… no puedo evitarlo. No lo sé…—respondió con sinceridad—Me gustas. Contigo puedo ser quien realmente soy. No tenemos que ocultarnos nada.

Hermione se sintió realmente traicionada al oír aquello. ¿A caso con ella simulaba ser alguien más? ¿A caso no se sentía cómodo con ella a su alrededor?

—Merlín, por favor, escúchame—imploró Freya—No soy como tú…

Merlín quiso preguntar a qué se refería cuando, de repente, el sonido de unos pasos fuertes se hicieron oír en el interior.

—¡Deben de haberme seguido!—exclamó Merlín asustado mientras apagaba todas las velas y tomaba la mano de la chica para ocultarla.

Hermione sintió que Salazar la empujaba contra la pared e inmediatamente después sentía que golpeaba su cabeza con la punta de su varita. Un hechizo desilusionador, comprendió.

El caza recompensas había ingresado a las cuevas junto con dos caballeros de Camelot, cada uno con una antorcha en la mano para iluminar y poder ver en esa terrible oscuridad. Había sido cerca de aquella entrada en la cual Haling había visto rondar al sirviente del príncipe. Podía ser que Arturo no lo creyera pero él no dejaba de sospechar que ese muchacho estaba involucrado. Miró a todos lados, buscando. E incluso sus ojos capturaron cierto movimiento entre las sombras, pero cuando se acercó con la antorcha no vio nada. Negó con la cabeza, decepcionado. Allí no había nada.

Salazar sintió la respiración de la princesa en la base de su cuello. Aún la mantenía pegada a la pared, con él frente a ella. Había sabido que ese muggle infeliz no sería capaz de verlos con el hechizo puesto pero no había podido evitar sentir un poco de preocupación. Bajó la mirada hacia ella y no logró distinguir demasiado pero el delicado aroma a flores llegó a su nariz y, repentinamente, fue absurdamente consciente de lo demasiado cerca que estaban. Rápidamente, dio un paso hacia atrás, recordándose el motivo por el que estaban allí.

—Vamos—le susurró la orden.

Era difícil saber en dónde se encontraban Merlín y la chica pero, afortunadamente, ellos salieron de su oscuro escondite para volver a la misma zona en donde se encontraban antes. Pero el peso de lo que acababa de suceder había afectado demasiado a la joven druida, cuyas piernas temblaron y, no pudiendo soportar el peso del cuerpo, cayó al suelo sollozando y temblando. Merlín fue tras ella de inmediato.

—Van a encontrarme…

—Shhhh…—intentó tranquilizarla él mientras volvía a encender las velas.

—No puedo volver a esa jaula… no puedo.

La desesperación de la chica era realmente abrumadora. Hermione sentía ganas de ir a ella y abrazarla e incluso Salazar sintió deseos de estrangular con sus propias manos a aquel infeliz.

Merlín la había tomado de las manos y ahora eran las de ella las que lo aferraban como si fuera su único modo de salvación. Ambos estaban casi pegados, hablando entre susurros, mientras la chica sollozaba.

—No permitiré que ocurra. Te prometí que cuidaría de ti—le recordó—y lo haré. No importa lo que pase… No te das cuenta lo especial que eres, ¿verdad?

La muchacha poco a poco fue tranquilizándose con esas palabras, hasta que alzó la mirada hacia él, un tanto sorprendida.

—¿No tienes miedo de mi?—preguntó.

Él negó con la cabeza.

—Ser diferente no es nada sobre lo que se tenga que tener miedo—dijo suavemente, mirándola a los ojos.

Hermione pudo ver lo que iba a suceder antes de que ocurriera. Merlín tenía esa forma particular de ser que lograba capturar la atención inmediatamente, algunas veces siendo increíblemente dulce. Y ahora esa chica también lo había notado. Sus ojos castaños siguieron el movimiento de la joven cuando terminó de acortar la distancia que la separaba de él para unir sus labios en un beso.

No pudo soportarlo. Fue demasiado para ella. Dio media vuelta y salió de allí, incapaz de definir lo que sentía dentro de su pecho. Incluso no podía llorar. Sentía deseos de hacerlo pero sus ojos estaban secos. Anduvo mecánicamente por los túneles hasta que encontró la salida e inmediatamente se encaminó hacia el castillo.

—¡Espera…!

Salazar la llamó pero ella no le hizo caso. Se apresuró a alcanzarla, para tomarla del brazo y obligarla a que lo mirase. Su rostro era una absoluta máscara de… nada. Estaba vacío de toda expresión. Ni enfado ni tristeza: nada. Algo terrible comenzó a nacer en la boca de su estómago. Sabía que si descubría que realmente estaba en lo cierto, ella saldría dañada, pero no le había importado porque había pensado que terminaría dándose cuenta del favor que le había hecho al desenmascarar al sirviente. Pero, claro, nunca imaginó que Merlín resultara ser también un hechicero o que los sentimientos de la princesa hacia él fuera mucho más profundos de los que había sido capaz de advertir. Porque de otro modo, ella no se vería así, como si le hubiesen arrancado el corazón, quitándole toda capacidad de sentir.

—Lo siento.

La disculpa salió tensa de su boca porque no estaba acostumbrado a tener que disculparse por nada. No entendía por qué demonios le importaba. Después de todo, ella no era más que una pieza en sus planes. Si se casaban, entraría al mismo corazón de Camelot.

—Tenías razón. Deberías estar regodeándote—le dijo ella con monotonía.

—Quizás lo haga—dijo con disgusto.

Hermione no dijo nada. Dio media vuelta y se alejó. Salazar se la quedó viendo sin intentar volver a alcanzarla. Odiaba el modo en que se sentía consigo mismo en ese instante.

Merlín se tensó cuando sintió los labios de Freya contra los de él. Sus ojos se abrieron enormemente y se apartó con cierta brusquedad, causando que la chica lo mirara fijamente. Cuando se dio cuenta de lo que había sucedido, se llevó las manos al rostro y se alejó de él rápidamente.

—Lo siento—un nuevo sollozo salió de su boca.

—No importa—dijo Merlín en un intento de tranquilizarla—eg… yo… no…

No tenía idea de qué decirle. No quería hacerla sentir mal consigo misma. Quizás, si en su vida no estuviese Hermione, él podría haber respondido a ese beso e incluso haberlo iniciado; pero lo estaba y, por más que hacía dos días que no la veía por culpa de Slytherin, no podía hacerle eso.

—Es esa chica, ¿Verdad?—preguntó suavemente Freya—La que mencionaste. Dijiste que era muy querida y que podría haber sido ella la encerrada en esa jaula.

Merlín no quería lastimarla pero decidió que era justo ser sincero con ella. Asintió suavemente.

—Es muy afortunada—musitó.

En esos momentos, él no estaba seguro de eso. A pesar de que no había respondido ese beso, quizás se había mostrado demasiado amable y entusiasta con Freya, dándole la oportunidad de malinterpretarlo, y eso lo hacía sentir terriblemente culpable.

—Creo que yo soy en afortunado.

Algo le sucedía a Merlín, advirtió el galeno. Él estaba intentado buscar en sus libros al supuesto monstruo que había atacado a la pareja la noche anterior pero no lograba concentrarse al verlo caminar de un lado al otro de la habitación, sin quedarse quieto en ningún instante.

—¿Qué sucede?—le preguntó, cansado de verlo tan inquieto.

El joven alzó la mirada hacia él.

—Nada—respondió con prisa.

Pero obviamente algo sucedía, porque, de otro modo, no tendría ese ceño fruncido en su frente.

—Entonces, siéntate y come tu sopa—le ordenó.

Merlín suspiró y se sentó en el banco, frente a la mesa y comenzó a mover con la cuchara el contenido del cuenco pero sin dignarse a probar un solo bocado. Gaius lo oyó soltar un profundo suspiro. Y luego otro. Y otro.

—Merlín…

—Lo siento.

—¿Qué te pasa?

—Nada… Sólo… Nada…—agitó la cabeza y dio un nuevo suspiro.

—Bien, si no te pasa nada, supongo que podrías ponerte a hacer algunas tareas—dijo, pensando que quizás, de ese modo, conseguiría una respuesta sincera de su parte.

—¿Tareas?—inquirió—Eh… yo… no puedo. Aún no hablé con Hermione y… debo hacerlo.

Se puso de pie y, antes de que Gaius pudiera decirle cualquier cosa, se alejó.

No le había mentido al anciano, él iba a hablar con Hermione. El problema radicaba que no tenía idea de qué demonios decirle después de lo que había sucedió esa tarde. ¿Debía confesarle sobre el beso? ¿Y si se lo decía y no quería ayudarlo con Freya? ¿Y si se molestaba y lo creía culpable?

Era tarde. Seguramente ella ya había cenado, al igual que Arturo. Sólo rogaba interiormente que Salazar no estuviera allí. Cuando estuvo frente a su puerta, tocó suavemente, con una excusa en mente por si estaba allí el idiota de Slytherin pero fue Ingrid la que abrió.

—¿Se encuentra Hermione?—preguntó.

La doncella de la princesa siempre había sido amable con él. Estaba seguro que ella no tendría problema en que la viera a esas altas horas.

—Sí, pero…—miró rápidamente hacia atrás antes de volver a Merlín—me dijo que no quiere ver a nadie.

—Dile que soy yo y que tengo que hablar con ella…

—No, Merlín—lo interrumpió—Lady Hermione no se encuentra bien.

—¿Le sucedió algo?—preguntó preocupado.

Ingrid no supo qué responderle. Sabía que algo había sucedido pero la princesa no había abierto la boca en ningún momento para aclarar qué era.

—No lo sé. Quiere estar sola… Quizás mañana puedas hablar con ella.

—Eh, sí, quizás… ¿Podrías decirle que vine?

—Sí. Buenas noches.

Ingrid cerró la puerta. Merlín no pensaba rendirse tan fácilmente. Iba a esperar a que todos se durmiera y luego entraría a sus cámaras silenciosamente. Estaba dispuesto a averiguar qué es lo que le había pasado.

Hermione abrió los ojos repentinamente y sólo vio su habitación sumergida en completa oscuridad. La luna del exterior hacia que una pequeña fracción de luz entrara por la ventaba abierta, pero sólo ingresaba cada vez que el viento mecía las cortinas. Frunció el ceño mientras se sentaba lentamente en la cama. Ella no recordaba que esa ventana estuviera abierta antes de que se fuera a dormir. Ingrid, definitivamente, no la había abierto. Se puso de pie y rápidamente buscó su varita mágica. Si había alguien allí dentro, lo averiguaría… Y si era Slytherin nuevamente, lo hechizaría hasta hacerle suplicar piedad.

Se acercó a la ventana, siendo consciente de cada uno de sus movimientos. Sus pies descalzos no hacían ningún sonido contra el piso para no alertar al invasor de que ella se había dado cuenta de su presencia. Pero justo cuando estaba por mirar hacia abajo, una silueta masculina trepó a la ventana, sorprendiéndola. Ese, definitivamente, no era Salazar. El hechicero podría aparecerse simplemente en su cuarto, sin necesidad de ingresar por la ventana. Aferró su varita con más fuerza mientras retrocedía. Tenía el hechizo en la punta de su lengua y estaba más que dispuesta a defenderse.

—Da un paso más—amenazó con potencia, intentando conseguir que su voz no temblara—y serás lo último que hagas…

—¡Hermione, soy yo! ¡Merlín!

El joven mago saltó al interior y, con un hechizo, hizo que la vela que Hermione tenía al lado de su cama se encendiera. Ella frunció el ceño al verlo. Definitivamente prefería lidiar con Slytherin en ese momento, no con Merlín.

—Vete antes de que grite y alerte a los guardias de tu presencia—le dijo con frialdad.

Merlín la miró con los ojos abiertos como platos. Era como haber recibido un duro golpe de su parte. Ella nunca lo había tratado de ese modo.

—Hermione… ¿Por qué…? ¿Qué sucede?—le preguntó, conmocionado.

Hermione sintió que todo el dolor que había mantenido oculto hasta ese momento llegó a ella de manera lacerante, rompiendo el pulcro control que había mantenido hasta ese instante. Las lágrimas invadieron sus ojos y se deslizaron por sus mejillas.

—Vete, Merlín—le rogó con la voz quebrada.

Se giró, dándole la espalda y caminó hacia su cama mientras se secaba las lágrimas con sus manos. Tuvo que morderse los labios para no gritarle y sacar de dentro de sí la rabia y la angustia que sentía. ¡Ella lo había manejado tan bien hasta que él había aparecido! ¿Por qué había venido? Era mejor si estaba lejos, si no lo veía. El dolor era más soportable. Se dejó caer en la cama y colocó su varita encima de la mesita que tenía al lado, junto a la vela encendida.

—No me iré hasta que me digas qué sucede—dijo firmemente Merlín.

Se acercó y se arrodilló frente a ella. Intentó tocarla pero ella se apartó inmediatamente de su toque y le lanzó una mirada herida.

—¿Quieres que te diga qué me sucede?—preguntó con frialdad aunque aún lloraba—¡Todo! ¡Todo sucede! Mi padre es un maniático que odia la magia y mi hermano parece ir por el mismo camino…

Merlín frunció el ceño al escuchar aquello. No creía que ese fuera el motivo por el cual estuviera molesta.

—… y Slytherin aparece y decide meterse en mi vida y arruinarla de la forma más extraordinaria, porque no se le ocurrió otra cosa más absurda que querer casarse conmigo por los beneficios que tendría ese dichoso enlace…

—¿Quiere casarse contigo?—preguntó molesto—Espero que le hayas dicho que no.

Hermione le lanzó una mirada mortal.

—Y tú… tú tienes la desvergüenza de aparecer en mis cámaras privadas y actuar de modo indignado cuando oyes esto… Eres un maldito, Merlín… ¿Con qué derecho me pides que lo rechace cuando tú mismo has pasado la tarde besándote con esa chica?

Merlín palideció notablemente.

—No es verdad—la contradijo.

—¡Por favor, no intentes mentirme! ¡Te vi!

—¿Me viste? ¿Estuviste espiándome?

Hermione llenó de aire sus pulmones con lentitud en un intento de conseguir compostura.

—Admito que no fue muy noble de mi parte pero sí, te seguí. Fue idea de Salazar, en realidad. Él estaba completamente seguro de que me estabas engañado… y lo peor de todo es que tenía razón.

—¡No, Hermione, no la tenía!—le aseguró, tomándola de los brazos. Ella intentó apartarse pero él no se lo permitió—Escúchame. Es verdad, ella me besó, pero yo me aparté enseguida. Freya se dio cuenta que había alguien más…

Hermione negó con la cabeza. No quería oírlo. Seguramente la convencería de eso y ella terminaría creyéndole.

—Si dices que fuiste a espiarme, debiste ver cómo me apartaba de inmediato…

Ella parpadeó un par de veces, contemplándolo. No lo había visto porque no se había quedado. En cuanto la chica lo besó, ella se alejó inmediatamente. Merlín se quitó su pañuelo y comenzó a secar las lágrimas de su cara con infinito afecto.

—Jamás podría traicionarte—siguió diciendo él en voz baja—Te has vuelto la única mujer de mi vida, a la que llegué a amar a tal punto que vencí mi temor a romperme la cabeza contra el suelo y trepé por el muro hasta tu ventana.

Hermione lo contempló sorprendida pero luego sonrió suavemente. Él acababa de confesar que la amaba. Merlín vio ese gesto y también le sonrió. Tomó la mano de la chica y se inclino para dejar un beso en el dorso. La giró con delicadeza y dejó otro beso pequeño en su palma.

—Por favor, dime que me crees—le rogó alzando la mirada hacia ella—Si quieres puedes usar conmigo ese hechizo que mencionaste una vez… ese en el que te metes a mi mente para saber si miento o no.

La sonrisa de Hermione se amplió.

—No me tientes—le advirtió—Pero no, no lo usaré… Te creo, Merlín—bajó la mirada y se puso seria—Lamento haber desconfiado de ti… Entenderé si estás molesto conmigo y quieres volver con ella.

Merlín tomó el mentón de Hermione con sus dedos y la obligó a alzar la cabeza para mirarlo.

—Volveré con ella—aseguró y pudo ver el dolor nuevamente aparecer en la mirada de la princesa—porque Freya es mi amiga y prometí ayudarla. Pero entre ella y yo jamás podría haber otra cosa—hizo una leve pausa— Hermione, mi corazón es absolutamente tuyo.

La miró directamente a los ojos. Jamás podría dejar de maravillarse de cómo éstos parecían castaños a simple vista pero, con un poco de luz, parecían bañarse de un brillo dorado, como si fueran capaz de demostrar su interior mágico. Soltó su mentón y deslizó su mano para ahuecar su mejilla. Con lentitud, se inclinó hacia ella y la besó.

Un beso suave y lento que Hermione devolvió sin dudas. Realmente no tenía nada contra Freya pero estaba dispuesta a hacer que Merlín olvidara por completo el beso que la joven le había dado. Puso toda la pasión que sentía y todo el amor que había dentro de ella en el movimiento de sus labios. Intentó hacerle sentir lo especial que era, lo importante que era en su vida. Rodeó con sus brazos la espalda de Merlín para traerlo contra su cuerpo y así tenerlo más cerca.

Como Merlín estaba arrodillado en el suelo, ella se deslizó fuera del colchón para terminar sentada a horcajadas encima de él. Una mano de Merlín viajó hacia su espalda, sosteniendo su cuerpo, y la otra comenzó a trazar un camino invisible sobre su mejilla para luego deslizarle hacia la parte de atrás de su cuello, donde dejó que sus dedos se enterraran momentáneamente entre sus risos.

Debía de estar soñando, se dijo. A pesar de que su mente era completamente funcional y de que podía procesar aún la información con la misma velocidad de siempre, no podía creer que esto estuviera sucediéndole a él. ¿Desde cuándo una bella mujer se sentaba en sus piernas y lo besaba como si no hubiera mañana? Especialmente, cuando dicha mujer no era otra más que la princesa del reino, hermana de su amo.

Su mano volvió a ponerse en movimiento en el mismo instante en que sintió que ella se retorcía sobre él. Tocó su hombro y luego su espalda poco cubierta. El calor de su piel traspasaba la delgada tela del camisón con suma facilidad. Permitió que sus dedos rozaran su cintura, delineándola con cuidado, para luego descubrir con sorpresa que ya se encontraba tocando sus caderas. Pero no pudo detenerse allí, tuvo que avanzar por su muslo.

Hermione tembló cuando la mano de Merlín tocó su rodilla. No se había percatado de que su camisón se había elevado y ahora mostraba una gran porción de la piel de sus piernas. Pero no podía ser realmente consciente de lo que sucedía porque él estaba devorando su boca en ese instante como nunca antes lo había hecho. Un calor abrumador la invadió de pies a cabeza, haciéndola desear más de él.

Para Merlín, Hermione era como un elixir excesivamente dulce que nunca se cansaría de beber. Tenía la mano en su rodilla y no podía evitar sentir lo suave que era. Movió sus dedos delicadamente sobre su piel, bajo la tela del camisón, consiguiendo que se pegara aún más a su cuerpo. Lo intentó de nuevo, deslizando su mano completa, casi con descaro, por su muslo. Fue como despertar el desespero en ella, que mordisqueó sus labios como si quisiera devorarlo y se pego a sus caderas, logrando que ambos jadearan de repente.

Sólo entre beso y beso se detenían para tomar un poco de aire. Pero ni siquiera en ese lapsus eran capaces de darse cuenta que la situación se le estaba yendo de las manos y comenzaban a transitar por un camino sin retorno.

Hermione giró hacia un costado, cayendo de espaldas al suelo. Su mano, de inmediato, aferró la camisa de Merlín para tirarlo hacia ella, obligándolo a ponérsele encima. Él no tuvo oportunidad de protestar y tampoco lo habría hecho porque sentir su cuerpo cálido pegado al suyo era una de las mejores cosas que pudo sucederle en la vida. Sus labios se encontraron nuevamente aunque brevemente porque Merlín encontró una nueva forma de torturarla.

Besos en el cuello. Muchos. Los esparcía casi con maestría y de vez en cuando dejaba que sus dientes rozaran su piel. Una pequeña parte de la mente de Hermione le decía que debía detenerlo pero aquello se sentía tan bien que de su boca sólo podían salir jadeos. Tiró su cabeza hacia atrás y se arqueó hacia él mientras sus manos encontraron el espacio entre la camisa que usaba y su espalda.

Merlín buscó nuevamente sus piernas y casi cantó victoria cuando volvió a rozar la piel de ellas, apartando la tela que a esas alturas sólo molestaba. Sentía que el aire le faltaba, como si estuviera a punto de asfixiarse. Pero aún así era incapaz de dejar de tocarla y de besarla. Era como no tener voluntad propia porque todo su cuerpo era controlado por una fuerza mayor.

Al menos, así fue hasta que sintió que ella enrollaba sus piernas alrededor de sus caderas y se mecía contra él. Por unos instantes sólo pudo gemir y sentir que todo a su alrededor se volvía borroso a causa del placer pero luego, cuando sus miradas se cruzaron, fue total y absolutamente consciente de lo que estaba sucediendo entre ellos.

Y Hermione también.

Lentamente, desenredó sus piernas, liberándolo.

Se apartó de su lado de inmediato, jadeando a causa del esfuerzo, y se sentó con la espalda recostada contra el borde de la cama. Merlín sintió que sus manos hormigueaban de deseo de volver a tocar su piel pero las apretó en forma de puño y se obligó a controlarse. Ella aún miraba el techo. Estaba tendida de espaldas en el suelo, con los brazos extendidos a sus lados y la respiración completamente agitada. Podía ver su pecho subir y bajar en busca del valioso aire y cada vez que subía la tela de su camisón se estiraba, revelando sus redondeados… Apartó la mirada bruscamente. Si seguía así terminaría lanzándosele encima como un animal en celo. Ni siquiera podía creer que hubiesen estado a punto de llegar al punto sin retorno. Era la segunda vez que tentaban la suerte. Aunque en esta ocasión su deseo por ella había sido el doble.

—Merlín…—oyó que Hermione lo llamaba.

—¿Sí?—preguntó, atreviéndose a mirarla nuevamente.

Ella se había levantado lentamente del suelo y se había sentado para poder contemplarlo con una pequeña sonrisa adornando sus labios.

—Te amo.

Merlín sonrió ampliamente. Quiso ir a besarla hasta quedar sin aire pero sabía que sería peligroso porque aún podía sentir el deseo dentro de su cuerpo. Pero, aún así, se puso de pie y caminó hacia ella. Tomó una de sus manos y la ayudó a ponerse de pie. Hermione lo miró con curiosidad cuando lo vio cerrar los ojos y aspirar profundamente.

—¿Qué…?—comenzó a preguntar pero una mano de Merlín se alzó de inmediato y cubrió su boca, para pedirle que guardara silencio.

—Shhh…

La mano se deslizó fuera de su boca para tomar la de ella. La obligó a cerrarla en forma de puño, aunque sin presionar demasiado, y luego lo oyó susurrar un hechizo tan bajo que ni siquiera pudo oír las palabras que utilizaba. Una luz cálida se escapó desde los espacios entre sus dedos, una luz igual de doradas que los ojos de Merlín cuando hacía magia. El mago la soltó y le sonrió.

—Abre—le pidió.

Hermione abrió su mano lentamente. Sus ojos se abrieron enormemente al comprobar que allí, donde antes no había nada, ahora se encontraba un pequeño dije de metal dorado con forma de corazón. Era simple y quizás hasta un poco rústico.

Merlín hizo una mueca al verlo. Había esperado otra cosa, algo más apto para una princesa.

—Eh… sé que no es mucho. Ni siquiera debe asemejarse a las cosas que usualmente usas…

—¡Merlín, es hermoso!—le aseguró.

Se puso de puntas de pie para alcanzarlo y dejó un rápido beso en sus labios.

Fue hasta uno de los cofres pequeños que tenía encima de su tocador y buscó una delgada cadena de oro. Puso el dije en ella y luego volvió con Merlín para que se la colocara. Hermione se apartó el cabello, mostrándole su cuello. Él colocó con mucho cuidado el collar y lo prendió.

Hermione giró y lo contempló, sin borrar nunca la sonrisa de sus labios.

—Muchas gracias.

—Hace mucho tiempo quería darte algo—confesó con cierta vergüenza—para que me recuerdes…

—No debías.

—Lo sé. Pero quería hacerlo…—aseguró—Eh… bueno, creo que será mejor que me marche—miró la ventana con cierto disgusto—Puedo salir por la puerta, ¿verdad?

Hermione rió suavemente.

—Por supuesto… y... Merlín…—titubeó—Me gustaría ayudar a Freya. ¿Tienes algún plan?

Merlín no pudo evitar mirarla como un tonto. Estaba maravillado con ella. Sólo alguien de buen corazón sería capaz de hacer algo así, teniendo en cuenta lo sucedido.

—Pensaba sacarla de Camelot, aunque no pensé demasiado cómo. No puede quedarse a vivir para siempre en los túneles.

—Quizás si la disfrazáramos…—aventuró—Puedo darle uno de mis vestidos. La peinaré y maquillaré. Podrá pasar como una dama de la corte con facilidad, sin que nadie la reconozca.

—Esa es una brillante idea—admitió—Mañana iremos a avisarle.

Hermione asintió.

—Buenas noches, Merlín.

—Buenas noches.

Hermione lo vio alejarse. Suspiró y se dejó caer en la cama. No podía creer que había actuado de un modo tan tonto. Estaba avergonzada de sí misma.

Merlín abrió la puerta de las cámaras de Arturo manteniendo el desayuno en la bandeja pero casi lo dejó caer cuando descubrió allí a Salazar Slytherin hablando con el príncipe. Más asombroso fue descubrir que Arturo estaba completamente despierto y vestido.

—Buenos días—dijo sin muchos deseos de estar allí con Salazar.

Ese hombre no le agradaría jamás. No mientras siga con sus planes de casarse con Hermione. Sería diferente si al menos tuviera sentimientos por ella pero, por lo que había entendido, sólo la quería por los beneficios que tendría un matrimonio.

—Merlín, dile a Slytherin—dijo Arturo, pronunciando el nombre del hechicero con desprecio—por qué no puede casarse con mi hermana.

Merlín miró primero al príncipe y luego a Slytherin sin saber qué rayo decir. De todo lo que podría haber imaginado, nunca se le ocurrió eso. ¿Qué esperaba que le dijera?

—Por… porque…—tartamudeó—ella…

—¿Ya tiene un amor?—preguntó con burla Slytherin, contemplando a Merlín fijamente.

El mago lo contempló con seriedad. No creía que se atrevería a descubrirlo. Y si lo hacía él actuaría como si no supiera de qué estaba hablando.

—Mi hermana no tiene ningún amor—dijo Arturo entre dientes, casi con rabia ante la simple idea—Ella es aún muy joven como para preocuparse por esas cosas.

—¿Estás seguro?—preguntó con burla Salazar.

—¿Qué se supone que estás insinuando?—inquirió con molestia, dando un paso hacia delante de forma amenazadora.

—Nada—aseguró con aparente inocencia pero a Merlín no le pasó desapercibido la pequeña sonrisa burlona que tenía—Sólo quería asegurarme… aunque aún no entiendo porqué no puedo pedir la mano de Hermione.

—Porque tú no te la mereces—aclaró sin molestarse en ser cortés—Ella es hermosa, fuerte e inteligente. No se casará con cualquiera, mucho menos contigo.

—¿A caso insinúas que yo soy un "cualquiera"?—preguntó furioso—Tú no eres más que un estúpido muggle que no ve lo que tiene delante de sus propios ojos. Tus propios sirvientes se burlan de ti del modo más ridículo. ¡Hermione sería increíblemente afortunada de considerarse mi esposa!

Y tras esto, dio media vuelta y salió de la habitación dando pasos largos y presurosos, azotando la puerta al cerrarla.

Merlín ocultó una sonrisa mientras ponía el desayuno sobre la mesa.

—¿Puedes creer la desfachatez de este hombre?—preguntó Arturo mientras se sentaba y comenzaba a devorar con ansias lo que le habían llevado—Vi a decirme que esperaba contar con mi apoyo cuando fuera a pedir la mano de mi hija… ¡Y me llamó muggle!

—No sé qué significa eso—mintió Merlín.

—Bueno, claramente es...—Arturo titubeó buscando una explicación—un… insulto.

—No tienes idea, ¿verdad?—se burló.

El príncipe le dio una mirada helada con la que le ordenaba permanecer en completo silencio.

—Hermione no querría jamás casarse con alguien como él—dijo con seguridad Arturo—Ese desgraciado es sólo un presuntuoso que se cree superior porque es de la nobleza.

Merlín rió. Aquello le sonaba tan familiar, pensó mirando al príncipe, pero estaba seguro que el problema de Salazar iba más allá de eso. Algo le decía que estaba absolutamente convencido que era superior a Arturo por el hecho de poseer magia.

—Tú no te burlas de mí, ¿verdad?—le preguntó de repente, contemplándolo fijamente.

—¡Oh, no atrevería!—aseguró con demasiada seriedad.

Arturo frunció el ceño y con ese gesto siguió comiendo, mientras pensaba en lo que le había dicho Slytherin. Él no creía que nadie se atreviese a burlarse de él.

—Al menos, no en tu cara—murmuró Merlín, divertido.

—¿Qué?

—Nada.

Después de salir de las cámaras de Uther y de que Arturo le diera una larga listas de tareas que debía de realizar, se encaminó hacia la habitación de Hermione. Debía de preguntarle cuándo podrían ir a ver a Freya y si podía conseguir algo de comida. No quería seguir robándosela a Arturo, no importaba cuán divertido resultaba hacerle creer que estaba excedido de peso. Tocó la puerta y esperó. Nuevamente fue Ingrid la que abrió.

—Merlín—no parecía nada sorprendida de verlo allí—Pasa.

Se hizo a un lado para que él pudiera entrar. Inmediatamente, cerró la puerta detrás de ambos. Merlín miró el interior buscando a Hermione sin encontrarla.

—La princesa me ha pedido que te dé esto—fue hasta el armario y sacó un hermoso vestido de color bermellón—y me dio un mensaje para ti.

—Gracias—tomó el vestido con cuidado.

—Me pidió que te dijera que te encontrará después del almuerzo porque ahora tiene una reunión con su padre y el consejo.

Merlín asintió. Recordaba que Arturo había mencionado la misma reunión.

—Gracias, Ingrid.

La doncella asintió y rápidamente volvió a abrirle la puerta. Le agradaba esta mujer, siempre servicial, fiel y nunca hacía preguntas. Se despidió y salió de allí llevando el vestido en sus manos. Era muy hermoso como para enrollarlo y permitir que se arrugara. Cuando se topó con dos guardias, éstos lo miraron con curiosidad. Intentó actuar con total normalidad, como si fuera algo cotidiano que tuviera en sus manos un vestido de mujer. Afortunadamente, ellos no le dijeron nada al respecto.

Pero la suerte no estaba de su lado porque no hizo nada más que cinco pasos cuando se topó con Arturo. Se quedó de piedra, rogando interiormente que no reconociera el vestido como el de su hermana porque si no podría considerarse muerto.

—¿Qué estás haciendo?—le preguntó, contemplándolo con los ojos entrecerrados.

—Eh… Haciendo un recado para Gaius—mintió.

—¿Para Gaius?—preguntó sin creerle.

—Sí—asintió.

La mirada de Arturo no dejaba de mostrarse llena de sospechas.

—Extraño—comentó mirando el vestido.

Merlín también miró la prenda.

—No creo que sea para él—dijo rápidamente.

Arturo sonrió con cierta burla.

—Todo lo que me importa, Merlín, es que hagas un día de trabajo decente.

—¡Oh, no!—negó rápidamente con la cabeza, horrorizado de lo que seguramente estaba imaginando el príncipe—No es para mí.

—Lo que un hombre haga con su tiempo libre es cosa suya—aseguró y comenzó a alejarse.

—¡No, lo has entendido mal!—insistió.

—El color te favorece, Merlín—se burló sin detenerse.

Merlín gimió lastimeramente. ¡Eso era lo último que le faltaba!

Hermione había logrado liberarse de sus obligaciones a duras penas y por eso llegaba tarde. Había almorzado junto con su padre, Salazar y Morgana, teniendo que soportar algunas preguntas incómodas por parte de su padre con respecto a su opinión del invitado. No había tenido oportunidad alguna de ser descortés e insultarlo como se lo merecía. Si lo hacía, sólo conseguiría una reprimenda. Pero eso no fue todo, porque la protegida de su padre creyó divertido burlarse de ella con respecto a esto e incluso susurró, desde el otro lado de la mesa, algo que sonó muy parecido a "Hermione Slytherin". La simple idea le causaba repulsión.

Después de aquella tensa reunión, pasó por la cocina y buscó algo de comida. No tenía idea de qué le había estado dando Merlín estos últimos días.

Entró a las cuevas sin que nadie la viera y comenzó a recorrerlas con ayuda de una antorcha encendida para que iluminara su camino.

Cuando llegó al sitio, sin embargo, descubrió que el joven mago aún no había llegado. Freya dormía en el suelo frío. Dejó la comida silenciosamente en un rincón y se quitó la capa que llevaba. Inmediatamente, se acercó a la joven y la cubrió con ella.

Freya abrió los ojos de repente al sentirse tocada y cuando vio a aquella extraña mujer casi encima suyo, gritó y retrocedió todo lo posible contra la pared.

—¡Shhh! Silencio—rogó Hermione—Nos van a descubrir. Cálmate, soy amiga de Merlín… no voy a hacerte daño.

La joven dejó de gritar pero no se apartó de la pared.

—Mi nombre es Hermione—siguió hablándole, en un intento de tranquilizarla—Quedé con Merlín en que vendría hoy a verte pero él no ha llegado aún. Hemos ideado un plan para sacarte de aquí y ponerte a salvo.

—Yo nunca estaré a salvo—musitó la joven, contemplándola a los ojos.

—Sí, lo estarás. Te encontraremos un lugar lo suficientemente alejado para que nadie te reconozca… Tengo algunos amigos, quizás ellos puedan ocultarte por un tiempo—pensó en voz alta—¿O tienes algún sitio al que prefieras ir?

Ella negó con la cabeza. Su mirada estaba bañada de tristeza.

—No tengo a nadie—confesó—Sólo a…

Sus ojos contemplaron a Hermione y notó el costoso vestido que usaba y las joyas que portaba. Quizás lo único simple en su atuendo era el delicado collar con un dije con forma de corazón que colgaba de su cuello. Todo lo demás dejaba en claro que se trataba de una importante mujer de la corte.

—Sólo a Merlín—admitió finalmente, notando como la joven que tenía en frente se tensaba levemente—Eres tú, ¿cierto?

Hermione simuló no entender a qué se refería.

—¿Soy yo? ¿De qué hablas?

—La mujer que Merlín ama—respondió con tristeza—Eres muy hermosa… Puedo ver por qué él te quiere tanto.

—Merlín no es la clase de hombre que sólo se fija en la belleza—le aseguró sin dejar de mirarla—Tú también eres muy linda. He buscando un vestido mío para ti, estoy segura que el color te favorecerá.

—¿Un vestido tuyo?—inquirió sorprendida—¿Por qué?

—Lo usarás para salir de aquí. Incluso peinaré tu cabello. Haremos que te veas como una mujer de la corte y así podrás salir de Camelot sin ser reconocida. ¿Qué opinas?

—Es… un buen plan…—musitó.

No quería decirle a aquella mujer que le dolía terriblemente saber que no volvería a ver a Merlín.

Hermione volteó para buscar lo que había traído y se lo tendió.

—Mira—le dijo—Tengo queso, carne, pan y algo de fruta.

Freya sintió su estómago rugir al ver todos aquellos manjares apetitosos. Tomó un trozo de carne y comenzó a devorarlos. Justo en ese momento, apareció Merlín, jadeante.

—Lo… siento—dijo mientras llenaba sus pulmones de aire—Arturo… estaba de mal humor y…—se dejó caer al lado de ambas—me mantuvo ocupado. Pero ya estoy aquí…—notó que Freya tenía comida frente a ella—Gracias—le dijo a Hermione antes de volverse de nuevo hacia la otra chica—Veo que ya conociste a Hermione. ¿Te dijo el plan?

Freya asintió tristemente.

—¿Qué sucede?—preguntó, preocupado por su falta de entusiasmo.

Había imaginado que estaría feliz de saber que finalmente saldría de aquel oscuro y tétrico lugar.

—Nada—murmuró antes de llevarse un trozo de queso a la boca.

Hermione no era tonta. Sabía que la chica no se sentía realmente cómoda con su presencia allí. Lo mejor sería dejarla a solas con Merlín. Quizás pudiera averiguar qué es lo que le sucedía. Se puso de pie y se sacudió la tierra del vestido. Confiaba en él. No iba actuar movida por los celos y el rencor nuevamente.

—¿Te vas?—preguntó Merlín decepcionado.

—Sí. Morgana prometió ir temprano a verme—le explicó—Tú quédate a hacerle compañía un poco más.

—¿Quieres que vaya contigo?

—No, no será necesario—aseguró—Sólo ve después a verme para ultimar los detalles del plan, ¿quieres?

—Por supuesto—asintió Merlín.

—Nos veremos, Freya—se despidió.

—¡Espera!—la detuvo la chica mientras se quitaba la capa para devolvérsela.

—Quédatela. Aquí hace frío y no quiero que enfermes.

Ambos vieron como Hermione se alejaba hasta que no quedó más de ella que el leve rastro del perfume que usaba.

—¡Casi lo olvidaba!—exclamó Merlín de repente y comenzó a buscar en la bolsa que llevaba colgada a su hombro. Del interior sacó el vestido de Hermione. Lo había doblado prolijamente para que no se arrugara—¡Mira! ¿Qué opinas? Es bonito, ¿no? Te verás muy bien en él.

Freya miró la prenda. Era un vestido hermoso, sacado sólo de sus sueños. Jamás en su vida imaginó que podría tener uno así.

—Es maravilloso—murmuró con melancolía—pero no puedo ponérmelo.

—¿Por qué no?—preguntó Merlín desconcertado.

—Porque es demasiado hermoso. Nadie podría creer que alguien como yo pueda usar eso… ¿Cómo haré para devolvérselo a Hermione? ¿Y si lo rompo?

—Es un obsequio—le aseguró—Hermione no quiere que se lo devuelvas. Es la hija del rey, tiene cientos de éstos…

—¡¿Es la hija del rey?!

Los ojos de Freya se agrandaron a causa de la sorpresa. Merlín no había esperado revelar tanto.

—Sí, pero no te preocupes—dijo con prisa—Nunca dirá nada a nadie. Es mi amiga. Podemos confiar en ella…

Esas palabras no hicieron más que aumentar su pesadumbres.

—Ella es muy buena persona—advirtió.

—Lo es—aseguró Merlín con una sonrisa.

Freya notó que los ojos del mago brillaban llenos de emoción cada vez que hablaba de Hermione. Sólo un profundo amor podía ocasionar eso. Suspiró abatida. Le hubiera gustado poder sentir algo similar. Debía ser maravilloso saber que alguien te quiere y te admira tan profundamente. Había creído que Merlín podía sentir algo por ella pero había terminado descubriendo que sólo era amabilidad. No quería sentirse así pero no podía evitar que le doliera. A pesar de eso, no actuaría de manera egoísta. Estaba absolutamente agradecida con él y con Hermione por lo que estaban haciendo. Toda su vida había estado siempre rodeada de dolor y de traición pero ahora parecía haber encontrado a dos buenas personas que desinteresadamente estaban ayudándola.

—¿Me dirás lo que te sucede?—preguntó el muchacho—¿A caso no crees que es un buen plan?

Ella lo miró a los ojos.

—Yo… sólo… voy a extrañarte—confesó con cierta vergüenza.

La mirada de Merlín se suavizó notablemente.

—Podré ir a visitarte—dijo—No importa cuán lejos estés. Y no te dejaré marchar hasta que estés completamente segura. Te prometí que cuidaría de ti—le recordó.

Freya asintió y sonrió levemente. Él se acercó a ella y la abrazó con afecto.

—Si pudiera, dejaría todo y me iría contigo—le susurró al oído—Pero no puedo. No puedo hacerlo.

Ella se apretó contra su pecho, sintiéndose seguirá allí. No se enfadaba con él porque no iban juntos. De hecho, era mejor así. Su vida era un caos. En cambio, la de Merlín era una buena. Además, allí, en Camelot, estaba Hermione y algo le decía que él no iba a abandonarla jamás.

Hermione estaba desayunando sola a la mañana siguiente. No había visto a Salazar desde el almuerzo del día anterior y no iba a cuestionar su buena suerte. Sólo iba a disfrutarla. Se llevó la taza de té a los labios y bebió un largo sorbo, deleitándose con el sabor. Ese día no tenía demasiadas cosas que hacer, por lo que pensaba pasar a ver al galeno y ofrecer su ayuda para buscar a la bestia que había asesinado a la pareja la otra noche. Había pensado en algunos posibles culpables pero no podía estar segura. No tenían demasiada evidencia que pudiera señalar a algún responsable más allá de un par de huellas humanas que desaparecían en la nada y las terribles marcas de las heridas en los cuerpos. A pesar de las marcas en la tierra, no creí que fuera una persona la responsable de ello… Por unos segundos había barajado la posibilidad de que fuera un hombre lobo pero no lo creía. No era luna llena y no había ninguna huella parecida a la de algún animal cerca.

Estaba perdida en sus pensamientos cuando unos golpes en la puerta la sobresaltaron. Ingrid fue a abrir de inmediato para descubrir que se trataba de Slytherin. El mago ni siquiera miró a la doncella, simplemente ingresó con prisa al interior de las cámaras de la princesa.

—¿Qué se supone que haces aquí?—le preguntó Hermione molesta.

—Asesinaron a dos guardias—le informó él con seriedad.

Ella se puso de pie de inmediato y él la escoltó por el castillo hasta la zona donde aún se encontraban los cuerpos. Gaius había hecho que lo ayudasen a cargarlos en una carreta e inmediatamente lo había cubierto con una sábana para que la multitud que los rodeaba no los vieran. El rey y Arturo llegaba justo en ese mismo momento.

El príncipe miró de mala manera a Salazar al ver que acompañaba a su hermana pero no hizo demasiado caso porque en ese momento tenía otro asunto urgente que atender. Había estado interrogando a los testigos del ataque y no traía precisamente buenas noticias.

—¿La bestia atacó de nuevo?—preguntó Uther.

—Eso parece—respondió el galeno—Las heridas son las mismas a las de las víctimas anteriores.

—Los hombres que vieron el ataque han hablado de un enorme gato con alas—dijo Arturo.

Eso confirmaba las peores sospechas del rey.

—Tienes razón. No es el trabajo de una criatura natural. Es mágica.

—¿No hay huellas?—preguntó Salazar, interviniendo en el asunto.

—Huellas humanas, de nuevo—respondió Arturo con pocas ganas de verlo involucrado en ese asunto.

—¿Puedes identificar al monstruo?—le preguntó el rey al galeno de la corte.

—Necesito más tiempo para investigar—pidió el anciano.

El rey le lanzó una mirada extrañada.

—Siempre sueles tener una teoría de estos menesteres.

—En esta ocasión, Sire, prefiero esperar hasta estar completamente seguro—respondió mientras comenzaba a marcharse.

—¡No hay tiempo que perder, Gaius!—exclamó el rey.

—Le avisaré antes de que termine el día, Sire—prometió.

Comenzó a alejarse con prisa, directamente a sus propias cámaras.

Arturo miró a su hermana y notó que ella también se daba cuenta de la actitud extraña del galeno pues lo contemplaba con el ceño ligeramente fruncido. Salazar se inclinó y le dijo algo al oído que hizo que ella se alejara un paso y lo contemplara con extrañeza. ¿Qué diablos le había dicho? ¿Y por qué demonios se acercaba tanto a ella? ¿A caso no sabía lo que era el espacio personal? Caminó hacia ellos con prisa.

Cuando Salazar se dio cuenta de que venía no se movió de su lugar porque sabía que eso molestaría al príncipe.

—Hermione—dijo tenso—¿Qué se supone que haces aquí?

—Vine a ver qué sucedía—le explicó—Quizás haya algo en lo que pueda ayudar y…

—No—la interrumpió—Mejor ve a dentro. Estarás más segura.

Ella le lanzó una mirada molesta.

—No iré.

Había estado dispuesta a seguir al galeno y averiguar qué es lo que sucedía pero con su hermano actuando como un idiota era capaz de pasar todo el día fuera, sólo para molestarlo. Era infantil de su parte, lo sabía, pero le molestaba a sobremanera que se portara como un imbécil sin motivo alguno.

—Hermione, soy tu hermano, haz lo que te digo—gruñó enfadado, como cada vez que ella o cualquier otro, se atrevía a cuestionar sus órdenes.

—Eres mi hermano, no mi dueño.

—¡Puedes estar en peligro!

—Arturo, estamos en pleno día. ¿Te has dado cuenta que la bestia ataca sólo de noche? Además, no es como si estuviera sola. Están ustedes—lo señaló a él y a Slytherin—y hay al menos media docena de guardias.

—No sabemos cuán impredecible puede ser éste monstruo. Sus hábitos pueden variar… Puede atacar en este mismo instante y acabar con la vida de todos en un abrir y cerrar de ojos.

—Estás siendo paranoico…

—No, simplemente tengo un sentido de preservación. Por favor, Hermione, estaré más tranquilo cuando esté segura dentro del Castillo. ¿Por qué no vas con Morgana?

La chica suspiró. No lograba entender cómo podía querer protegerla tanto. Ella no era ninguna mujer indefensa que necesitase la protección de alguien. Sabía defenderse.

—Bien—gruñó—Iré a investigar con Gaius. Estaré en sus cámaras, rodeada de libros. ¿Eso es suficientemente bueno para ti?

El príncipe asintió.

—La acompañaré a dentro—dijo Salazar y tomó el brazo de Hermione.

Arturo hizo que la soltara de inmediato.

—No, yo lo haré—lo miró fijamente—¿Por qué no haces algo útil y acompañas a mi padre?

Comenzó a arrastrar a su hermana con cierta prisa hacia el castillo. Mantenía la mano de la chica aferrada firmemente entre la suya, lo que la obligaba a apresurar sus pasos. Pero con un vestido largo, un suelo fangoso y unos zapatos con algo de taco, era difícil mantener su ritmo, lo que hacía que Hermione casi fuera corriendo detrás de él, procurando no tropezar.

—Arturo… Por favor… ¡Detente!—le ordenó.

Su hermano se detuvo y la miró extrañado.

—¿Me quieres arrancar el brazo?—preguntó ella.

Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo la soltó de inmediato y le lanzó una mirada de disculpas.

—Lo siento, quiero volver rápidamente allí y buscar algo que nos ayude a entender a qué nos enfrentamos.

—Hubieras dejado que Salazar me acompañase de regreso—dijo ella.

No es que le agradase la compañía del mago pero si servía para tranquilizar a su hermano, lo aceptaría.

—No—gruñó tenso—Ese hombre no es de confiar, Hermione. No debes aceptar ninguno de sus halagos ni invitaciones—se acercó a ella y le susurró en tono confidente—Quiere casarse contigo.

—Ya lo sé.

Arturo retrocedió de repente y la contempló con los ojos abiertos como platos.

—¿Lo sabes? ¿Y no me dijiste nada? ¿Por qué, Hermione?—parecía realmente herido—¿A caso él… te gusta?—inquirió con una mueca de horror.

—¿A caso me crees capaz de enamorarme de alguien como él?—le preguntó, rodando los ojos—Slytherin es un hombre apuesto e inteligente pero tiene una personalidad que encuentro insoportable.

Arturo sonrió maravillado, como si esa hubiera recibido la mejor noticia del mundo.

—Obviamente. ¡Eres una Pendragon!—dijo—Jamás podrías tener tan mal gusto… —rió mientras la tomaba nuevamente del brazo para escoltarla al castillo, esta vez más lentamente—¿Puedes creer que éste infeliz incluso insinuó que podrías tener un amor?

—¿Fue a hablar contigo?—preguntó sorprendida.

—Sí, quería tener mi apoyo cuando le pidiera a nuestro padre tu mano…. Obviamente, le dije que no—quizás no fue tan formal pero su hermana no necesitaba saber los detalles—Y cuando me negué no hizo más que insultarme llamándome muggle… ¿Puedes creerlo?

—Maldito bastardo.

Iba a matarlo cuando lo viera.

Esta vez, su hermano no dijo nada por su vocabulario. Estaba más que feliz de oírla insultarlo tan duramente. Pero de repente se dio cuenta de algo.

—¿Sabes lo que significa muggle?

Hermione titubeó levemente.

—Yo… eh… no—mintió—pero deduje que es algo muy malo. ¿Tú sabes lo que significa?

Él no podía decirle que no tenía idea alguna después de actuar tan indignado por haber sido llamado así.

—Claro—dijo sin mirarla—Pero es algo muy inapropiado para tus oídos.

Hermione se mordió los labios para no reír. Él era demasiado orgulloso como para admitir la verdad.

Cuando llegaron a la entrada del castillo, se detuvieron. Hermione se despidió de él y se apresuró a encaminarse a las cámaras del galeno. Entró sin tocar pero supo que había interrumpido algo cuando vio a Merlín estaba sentado al lado del galeno, contemplándolo con cierta alarma.

—¿Qué sucede?—preguntó con preocupación.

El anciano hizo una señal para que ella se sentase a su lado. Así lo hizo. De inmediato, el anciano comenzó a contarle lo que le había dicho al mago.

—Es sobre la chica druida. Le estaba diciendo a Merlín que Haling había dicho sobre ella.

—¿Qué dijo?—inquirió, lanzando una mirada hacia el chico, que estaba inquietantemente serio.

—Que estaba maldita.

—¿Qué puede tener que ver ella con el monstruo?—preguntó ella.

—Las crónicas antiguas hablan de una atroz maldición. Condena a sus víctimas a convertirse al dar media noche en una viciosa y sangrienta criatura. Los antiguos escritores lo llaman…

—Bastet—completó Hermione.

—¿Cómo lo sabes?—quiso saber Merlín, contemplándolo con seriedad.

—Fue Salazar—explicó—Estábamos juntos cuando Arturo y mi padre fueron a ver a las víctimas de esta noche. Él me susurró esa palabra al oído. Al principio no entendí pero ahora… tiene lógica. Por eso encontramos huellas humanas. La bestia se transforma en ese mismo lugar y deja las huellas… Pero no sé nada más.

—Es un monstruo de pesadillas que habita entre el mundo de los muertos y los vivos—explicó el anciano—Algo a lo que realmente deberíamos de temer.

Hermione notó que Merlín estaba horrorizado por todo lo que oía. Su mirada reflejaba la pura agonía que sentía dentro suyo.

—Merlín—dijo Gaius—Dime la verdad. ¿Liberaste a la chica de la jaula?

—Por supuesto que no—respondió sin mirarlo.

—Hubo tiempos en que te lo pensabas dos veces antes de mentirme—comentó el médico, queriendo dejar de lado los engaños.

Merlín negó con la cabeza, incapaz de creer que lo que había hecho había sido algo malo.

—Hice lo correcto—indicó.

—¿Te das cuenta que la chica y la bestia son la misma persona?—inquirió Gaius sin apartar la vista de él.

—Te equivocas—lo contradijo—Freya es sólo una chica.

—Merlín, por favor—rogó el anciano—piensa lo que te estoy diciendo. Sabes que lo que te estoy diciendo es la vedad. ¿Dónde está ella ahora?

—No…

—Ya ha matado y volverá a hacerlo. No puede controlarse—insistió.

—Por favor, Gaius…—rogó.

No quería hacerlo pero no le quedaba otra opción. Se puso de pie y caminó hacia la pueta.

—¿A dónde vas?—preguntó Merlín, desesperado.

—Con Uther…

—¡No!—gritó con desespero.

—¡Gaius, por favor!—se puso de pie Hermione y lo siguió.

—Hermione, ¿Tú también?—se lamentó el anciano.

—Danos algo de tiempo—le rogó—La sacaremos de la ciudad…

—Lo siento—dijo con sinceridad—Pero no puedo dejar que mueran más inocentes.

El anciano se alejó, dejándolos solos.

Hermione y Merlín no perdieron el tiempo. Salieron corriendo a toda prisa para ir donde se encontraba la muchacha. Tuvieron que esconderse de los guardias y mantener un perfil bajo, pero cuando finalmente llegaron a los túneles sólo descubrieron que Freya se había marchado, dejando prolijamente tendido el vestido que le habían obsequiado.

Esa noche, después de la cena, Hermione fue a las habitaciones del galeno para encontrarse con Merlín. Decir que tenía el alma partida en dos era poco. Estaba destrozado y ella no sabía cómo consolarlo más que permanecer a su lado, tomando su mano. Estaban en su habitación, con la puerta entreabierta para no levantar las sospechas del galeno.

—Es tarde—oyó que él murmuraba—Deberías irte.

Él estaba tendido sobre la cama mientras que ella se había sentado a su lado.

—¿Quieres que me vaya?

Merlín negó con la cabeza. No tenía ánimos de estar solo esa noche.

—No, pero pueden sospechar si no apareces.

—Ingrid me cubrirá—le aseguró. Alzó su mano libre y le apartó un mechón de cabello de la frente—Lo siento, Merlín. Jamás quise que esto sucediese.

—No es tu culpa—musitó.

—Ni tampoco de Gaius—indicó sabiendo que aún estaba enfadado con el anciano por dar el aviso al rey—Era su deber.

—No lo defiendas—pidió con molestia—No importa lo que haya hecho Freya, no merece morir.

—¡No, por supuesto que no!—exclamó—Freya merece una larga y buena vida porque no tiene culpa alguna de ser como es. Sólo espero que esté lejos de aquí, en un sitio seguro…

—En una casa frente a un lago, con enormes montañas—dijo él con una pequeña sonrisa—Eso es lo que quería.

Hermione se emocionó por sus palabras.

—Merece eso y mucho más.

Merlín alzó la mirada y la contempló fijamente.

—¿Por qué eres tan comprensible?—preguntó—Cualquier otra persona querría encontrarla y acabar con su vida para salvar la de los demás. Creerían que ese es el modo de hacer justicia.

—¿Cómo puedo querer la muerte de una joven tan dulce?—inquirió—Ella no hizo nada malo. Simplemente carga con un peso sobre sus hombros que no merece…Yo tenía un amigo—comenzó a contarle—que era un hombre lobo.

Merlín la miró con sorpresa. Había oído de esa clase de bestias pero jamás imaginó que podrían entablar amistad con alguien. Siempre le habían advertido que eran seres malvados y oscuros que debía mantener lejos.

—Él era el hombre más noble y valiente que alguna vez conocí. Su condición era secreta pero no hacía falta mucho para que la gente se diera cuenta de lo que era, por lo que toda su vida fue despreciado por todos.

Los ojos de Hermione estaban llenos de tristeza a pesar de que en su boca tenía una pequeña sonrisa.

—¿Qué sucedió con él?—preguntó.

—Murió—dijo con tristeza—No lo merecía pero tuvo la oportunidad, antes, de poder conocer a las personas correctas que supieron ver más allá de su condición. Tuvo una esposa e incluso un hijo.

—Vaya—dijo sorprendido—Nunca imaginé que un hombre lobo pudiera tener una vida normal.

—Su vida no era precisamente normal. Una vez al mes se transformaba en una criatura que no podía controlar pero más allá de eso, creo que por momentos fue feliz—sonrió—Creo que Freya también será capaz de encontrar la felicidad. Quizás podamos descubrir un modo de romper la maldición.

Merlín se sentó en la cama de inmediato.

—¿Podríamos hacer eso?

—Podríamos intentarlo—dijo ella, no queriendo darle falsas esperanzas.

Pero, de repente, como si fuera un vaticinio que rompería con sus ilusiones, las campanas de alarmas comenzaron a sonar y el sonido retumbó por las paredes del castillo. Intercambiaron una mirada llena de preocupación y salieron disparados fuera del castillo.

La ciudadela hubiera estado en completo silencio si no fuera por los guardias que recorrían todas las calles buscándola. Merlín y ella intentaban no ser vistos por nadie pero no les importaría arriesgarse con tal de salvar a Freya de una muerte segura.

Cuando escucharon un grito desgarrador cortando el aire nocturno, advirtieron que ya era media noche. Desesperados, corrieron hacia el sitio de donde había provenido pero no alcanzaron a llegar a tiempo y tuvieron que seguir una nueva cadena de gritos y gruñidos para terminar viendo como una bestia enorme era rodeada por los mejores caballeros de Camelot. Ellos la mantenían acorralada contra un paredón del castillo, impidiendo salir.

Hermione apenas podía dejar de verla. Jamás había presenciado algo así. Era como una enorme pantera negra, una del doble o quizás el triple del tamaño de lo normal, con inmensas alas negras sobre su lomo. Los filosos colmillos de su boca, sin duda alguna, eran algo de temer. Aún así, no podía dejar de advertir lo maravillosa que era… y que había sido herida en una de sus patas delanteras. No la apoyaba. Sólo rogaba que no fuera una herida demasiado profunda.

—Debemos apartarlos—dijo Hermione.

Merlín alzó la cabeza y vio que en el techo del castillo había una gran gárgola de piedra. Hizo que Hermione retrocediera unos pasos y luego, tras un rápido hechizo, sus ojos brillaron. La cabeza de la gárgola cayó al suelo, justo entre Freya y los caballeros. Éstos retrocedieron rápidamente, asustados, permitiéndole al animal adelantarse y tener más espacio para extender sus alas y así sobrevolar los cielos.

Hermione tomó la mano de Merlín y lo arrastró rápidamente con ella, siguiendo a Freya que sobrevolaba el cielo nocturno. La encontraron a la entrada del túnel donde antes había estado escondida, aún siendo una bestia. Se la notaba realmente adolorida pero, aún así, cuando intentaron acercársele, les gruñó a modo de advertencia.

—Ya estás bien—intentó tranquilizarla—Estás a salvo.

Acercó su mano lentamente para no asustarla más, y dejó que ésta se posara con sumo cuidado sobre su cabeza. Ella se lo permitió aunque aún, desde el interior de su garganta, se oía un gruñido suave. Cerró los ojos un instante, disfrutando del contacto, pero rápidamente los volvió a abrir. Sus ojos enormes los contemplaron antes de girar y huir al interior de los túneles.

Hermione sacó su varita e hizo que su punta se iluminase para así poder ver el camino mientras la seguían con prisa. Cuando llegaron al sitio donde antes había estado Freya oculta, la encontraron en el suelo, sollozando. Merlín se quitó rápidamente la campera y la cubrió con ella. Hermione se aceró también a su lado y le apartó con cuidado el cabello del rostro.

—Deben odiarme—dijo llorando sin consuelo.

—No—Merlín negó rápidamente con la cabeza—No pienses eso.

—Soy un monstruo.

—No digas eso—le rogó Hermione—Tú no tienes la culpa.

—Sí, la tengo—lloró—Intenté decírtelo—le dijo a Merlín.

Él ahora se daba cuenta de eso, ahora que repasaba en su mente sus conversaciones y se daba cuenta de alguna de sus palabras.

—Lo sé… ya no importa—le aseguró.

—No siempre fui así.

—No deberías hablar en este momento.

—Había un hombre—les explicó mientras luchaba contra el dolor—Me atacó. No quería hacerle daño pero creía que iba a matarme.

—Fue un accidente—comprendió Merlín.

—Su madre era una hechicera. Cuando lo descubrió, dijo que yo maté a su hijo. Me maldijo para que siguiera matando por toda la eternidad.

Hermione tuvo que contenerse para no llorar a su lado. Todo había sido tan injusto. Freya llevaba una maldición por culpa de un desgraciado que la atacó.

—Déjame ver su herida—le pidió.

Merlín la giró con sumo cuidado y apartó un poco la prenda para que pudiera verla. Hermione intentó no poner ningún tipo de expresión de alarma en su mirada para no alarmar a Merlín o a Freya pero dentro suyo sintió alarma. La herida era increíblemente profunda.

Lumus—susurró y la luz que había en la punta de su varita se elevó en el aire.

Freya la miró con sorpresa al descubrir que ella también podía hacer magia pero su cara no reflejó más que dolor.

¡Episkey!—exclamó apuntando su varita a la herida.

Ésta ardió levemente, haciendo que la chica gimiera de dolor, para finalmente cerrarse levemente. Pero no del modo correcto porque seguía sangrando levemente.

—La herida es demasiado profunda…—sollozó Freya—Déjame, Hermione… Váyanse ambos…

—No te dejaremos—aseguró la princesa.

—No—estuvo de acuerdo Merlín—No te dejaremos aquí.

Hermione lo miró con curiosidad.

—¿A dónde quieres llevarla?

—Yo sé a dónde.

Si no podían hacer nada para salvarla, haría que en sus últimos momentos con vida tuviera lo que siempre quiso.

Juntos, con mucho cuidado, le colocaron el vestido que le habían llevado. Merlín la tomó entre sus brazos y la sacó de allí. Los guarias seguían deambulando por la ciudadela, buscándola, por lo que tuvieron que salir con sumo cuidado de la ciudad. Se alejaron caminando en un completo silencio que sólo era roto por los sollozos de Freya, quien no dejaba de temblar. Caminaron por el bosque, alejados de todos los caminos de comercialización para no toparse con nadie. Fue un andar lento y cansador pero finalmente habían llegado al sitio que Merlín había esperado hallar.

Estaban frente a un inmenso lago en cuyo fondo se veían unas altas montañas llenas de nieve. Era el mismo sitio donde, tiempo atrás, había lanzado la espada de Arturo.

Se arrodilló en el suelo y con ayuda de Hermione colocaron a Freya allí, permitiéndole mirar lo que tenía delante de sí. Sus ojos, que hasta ese momento apenas podían mantenerse abiertos, observaron el paisaje con un nuevo brillo de vida.

—Te acordaste—dijo a Merlín.

—Por supuesto—le sonrió tristemente—Lamento tanto lo que esa hechicera te hizo.

—Merlín—murmuró Freya ya con pocas energías—No tienes nada que lamentar…

—Debe de haber algún modo en que podamos salvarte—dijo con desespero.

Intentaba no llorar porque sabía que si se alteraba podía causar que ella se alterara más.

—Ya me salvaste—le aseguró ella—Me hiciste sentir amada.

Eso fue demasiado para él. Su rostros se contorsionó a causa de la angustia y soltó el primer sollozo. La vio cerrar los ojos y respirar con dificultad. La vida poco a poco iba escurriéndose de su cuerpo.

—No quiero perderte.

Freya volvió a abrir los ojos con lentitud.

—Un día, Merlín—le dijo hablando pausado—te lo recompensaré. Te lo prometo. Encontraré el modo de agradecerles a ambos lo que han… hecho por… mi…

Sus párpados comenzaron a cerrarse nuevamente hasta que finalmente cayeron sobre sus ojos, cerrándolos para siempre. Merlín pudo sentir como dejaba de respirar y como su cuerpo quedaba sin fuerza e inerte.

—¿Freya?—la llamó con angustia.

Pero ya no había vida en su cuerpo. Su alma torturada había encontrado un modo de librarse de la injusta maldición con la que había vivido. Merlín la abrazó y lloró. Hermione supo quedarse a un lado, llorando en silencio. Le destrozaba verlo así pero sabía que no había nada que pudiera decirle que disminuyera su dolor.

Después de un buen rato, él supo sobreponerse. Encontraron una vieja barca a remos que flotaba a la orilla del lago y decidieron usarla para colocar el cuerpo de Freya allí. Juntaron algunos helechos que había alrededor y armaron un colchón para ella. Hermione apuntó su varita a un lado y murmuró:

Orchideous.

Había usado ese mismo hechizo para dejar un ramo de flores en la tumba de los padres de Harry. En esta ocasión, sin embargo, la flores aparecieron alrededor del cuerpo de Freya. Eran cientos de ella, de muchas formas y colores.

Merlín extendió su mano cerca del bote.

Westiray.

El bote comenzó a moverse sobre la superficie del lago con constancia, internándose hacia el centro. Él caminó hacia el agua, dando unos cuantos pasos sin importarle mojarse la ropa. Sabía lo que tenía que hacer a continuación pero se sentía sin las fuerzas. Hacerlo significaba despedirse de ella para siempre. Alzó su mano para murmurar el hechizo pero la bajó inmediatamente. Tomó aire profundamente, cerró los ojos por un instante y luego lo intentó de nuevo.

Wecce on sabeat baelfrya maest.

A lo lejos, la barca comenzó a arder.

Volvió a la orilla donde estaba Hermione. Se paró a su lado y tomó su mano. Sintió como ella apretaba suavemente, dándole cierto confort. Llenó de aire sus pulmones y, cuando lo soltó, ya no se sintió tan mal. Le dolía. Aún dolía terriblemente pero agradecía que Hermione estuviera a su lado en ese momento.

Hermione entró a la cámara del consejo para descubrir que Salazar hablaba con Uther. Al verla, ambos hombres le sonrieron.

—Querida, ven—le pidió su padre, extendiendo su mano.

Ella fue hacia él y la aceptó. Su padre sostuvo su brazo contra el suyo sin borrar la sonrisa de su rostro.

—Lord Salazar se marcha—le informó.

—¿En serio?—preguntó demasiado ansiosa.

—Pero me ha pedido autorización para regresar y visitarte—añadió, mirándola con cierta complicidad.

—¿A mí? Pero si ni siquiera he sido una buena compañía…—dijo con desespero.

No podía creer que estuviera sucediendo aquello.

—Creo que Slytherin piensa lo contrario—dijo entre dientes y apretando su mano.

Ese era su modo de decirle que se comportase adecuadamente.

—Es verdad—concordó Salazar, sonriéndole casi con burla a Hermione—La compañía de su hija me ha parecido refrescante y renovadora. Esperaré ansioso el próximo viaje que me traiga a su lado.

—Siempre serás bienvenido en Camelot—aseguró Uther—Hermione, por favor, acompáñalo y despídete de él.

Era lo último que quería hacer pero cuando Salazar le ofreció su brazo, no le quedó más opción que tomarlo y acompañarlo a la entrada del castillo donde un elegante caballo lo esperaba.

—¿No me desearás un buen viaje?—le preguntó burlón.

—Por el contrario, espero que caigas del caballo—dijo furiosa—¿Cómo se te ocurre pedir una cosa así a mi padre? ¿Cómo se te ocurre ir con mi hermano y llamarlo muggle?

—Es un muggle. Deberías agradecer que no lo llamé sangre sucia.

—¡¿Agradecerte?! Lo que deseo es que me dejes tranquila…

—Lo hubiera hecho si hubieses ganado la apuesta—le recordó—Pero tienes un novio infiel que…

—Merlín no es mi novio—gruñó en voz baja para que nadie más la oyera—y no me estaba engañando. Hablé con él y me aseguró que fue ella la que lo besó, que no correspondió el beso…

—¿Y tú le creíste?—la miró como si sintiera lástima—Qué ingenua… Aunque realmente es bueno. Cuando estemos casados te juraré que jamás te engañé y tú me creerás…

—Nunca me casaré contigo—aseguró con convicción—Aún menos después de lo que has dicho.

—Vamos, Hermione…—acarició su brazo—Sabré contentarte—le dijo en un tono bajo—ni siquiera recordarás porqué estabas enfadada… Sólo podrás decir mi nombre.

Ella retrocedió rápidamente, horrorizada por la forma vulgar en la que le hablaba.

—Realmente eres un maldito sinvergüenza.

—Y tú una hermosa boca sucia.

Hermione gruñó, furiosa con él por ser capaz de hacer que todo sonar vulgar. Dio media vuelta y se alejó con prisa. Pero Salazar la llamó nuevamente. Durante unos instantes pensó en no detenerse pero finalmente lo hizo. Él tenía la mano extendida hacia ella, sosteniendo una hermosa rosa roja con infinito cuidado.

—Siempre a una mujer hermosa deben regalarle una flor.

Algo dentro de ella se suavizó y, casi sin poder evitarlo, se le acercó y la aceptó. Él la contemplaba de un modo en que jamás lo había hecho, sin ningún rastro de burla.

—Gracias—murmuró antes de girar y comenzar a alejarse.

Salazar disfrutó de la vista de sus caderas moviéndose al compas de sus pasos antes de apartar la vista y subir a su caballo para marcharse.

Ese no sería el fin. Él volvería a ver a Hermione.


Adelanto del siguiente capítulo:

—¿Qué?—preguntó sorprendido, pensando que quizás había oído mal.

—Cortejar—repitió Arturo, volteando para verlo—Deseo hacer una proclamación de amor.

Merlín terminó su labor y lo miró fijamente, sin poder creer lo que oía.

—¿En serio? Pensé que querías mantener tus sentimientos en secreto.

—¿Por qué querría hacer eso?—inquirió, ganándose una mirada confundida de parte de Merlín—Para cuando acabe el día, habré conseguido a mi dama.